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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola, querubines de mi corazón. 
Lo prometido es deuda y aquí les traigo el último capítulo de "La Ciudad de los muertos" (Si, ya se nos acabó :( ) Ha sido un largo tiempo, cuesta creer que la historia lleva más de un año y no sé como superaré la "depresión post fic" 

Les agradezco el tiempo que todos ustedes les han dedicado a la historia. Siempre he dicho que son los mejores lectores que se puede tener y siempre pensaré así

Gracias por su apoyo y por aguantar esas veces que no actualice x3 gracias por sus comentarios (algunos me daban mucha risa xD) gracias por las amenazas de muerte -3- gracias por todo :)

Gracias por leer

Capítulo 88: “Nuevo mundo”



   —Podremos con esto —La espalda de Sam chocó contra la muralla cuando la apoyó ahí para intentar darle más estabilidad al rifle que levantó a la altura de su cuello. A pesar de que su hombro había comenzado a sangrar nuevamente, parecía concentrado—. Voy a cuidarles desde atrás —dijo. Me sentí más seguro, él era el mejor francotirador que había visto alguna vez.

Eden hizo una seña que hizo correr la adrenalina como un río dentro de mí.

   —Tres... —La cuenta regresiva salió de su boca y me obligó a pegar la vista al frente. Mi pecho se cerró en un intento por calmar la agitada respiración—. Dos... —La sangre se heló justo cuando llegó a mis manos, quedándose ahí.

   —¡Uno!

Simplemente disparé, sin pensar.

La bala que disparé le dio a uno de ellos en el brazo, voltearon hacia nosotros e inmediatamente respondieron el ataque. Rodé por el piso y volví a disparar en el suelo cuando las armas se accionaron desde el otro lado, vi desaparecer la cabeza de Amy por el otro lado de la ventana cuando se lanzó al suelo en posición cuerpo a tierra para que no la vieran y yo me puse de pie para apoyar la espalda contra el marco desnudo en un intento por darle aún más protección, no quería que una bala pasase cerca de su cabello si quiera. Morgan rodó hacia un lado y se tomó el hombro, una bala le había pasado rozando.

Ethan gritó algo a mi lado que el ruido de los disparos no me permitió oír y se adelantó hasta tocar la reja.

   —¿¡Qué haces!? —grité cuando vi que comenzaba a escalarla. Su respuesta nunca llegó. A lo lejos, noté que uno de los hombres le vio y seguramente dio el aviso, porque de pronto dos de ellos le estaban apuntando—. ¡Date prisa, joder! ¡Te tienen en la mira! —moví mi brazo para  dispararle a uno de los que le estaba amenazando, apunté directo al corazón.

Me llevé una sorpresa cuando la bala que estaba seguro dirigí a su pecho no pareció dar resultado. Entonces lo vi.

Estaban usando chaleco antibalas.

   —¡Dispárenles en la cabeza! —grité con todas mis fuerzas e intenté hacerlo, pero mi puntería no era lo suficientemente buena como para darles de una distancia tan larga. Estaba acostumbrado a dispararle a los muertos desde cerca, cuando me tenían atrapado, no es que lo hiciera por amor al arte de matar monstruos. Bajé el arma a la altura de sus piernas y disparé, uno de ellos cayó al suelo, el otro también lo hizo casi al mismo tiempo, solo que éste si había sido derribado de un golpe certero. Miré hacia atrás y Sam me dedicó una sonrisa tras la mira óptica de su rifle, le había atravesado el cráneo de un solo disparo.

   —¡No van a matar a nadie si no se acercan! —Ethan terminó de escalar la verja y saltó hacia el otro lado en un movimiento felino, entre balas que iban y venían corrió hasta la puerta y la arrancó de un solo tirón. Corrimos hasta ella y entramos, él tenía razón, solo desperdiciaríamos balas si seguíamos disparando de esa distancia que aunque parecía poca, ninguno de nosotros excepto los de la resistencia era suficientemente experto como para minimizar.

Me cubrí tras uno de las cuatro avionetas que estaban aparcadas en el aeródromo e intenté evaluar la situación. Solo quedaban seis hombres de pie, nosotros los superábamos en número. Pero había algo más preocupante que un puñado de hombres armados, teníamos que atrapar a un piloto antes de que ellos corrieran o despegaran asustados por el tiroteo.

   —¿Estás herido? —preguntó Ethan cuando llegó a mi lado aprovechando la cobertura del avión.

   —No, pero necesito que me mantengas así —dije—. Alguien tiene que ir por uno de los pilotos.

   —Iré yo

   —No, tú cúbreme. Necesito tus reflejos ahora mismo —dije y simplemente me levanté para echarme a correr por el aeródromo. Mi instinto me dijo que corriera a la primera avioneta y eso fue lo que hice. Oí un ruido fuerte y por el rabillo del ojo noté que Ethan se había subido al techo de nuestra cobertura y había comenzado a disparar desde ahí arriba, sentí el impulso de volver en mis pasos para gritarle, era un idiota por mostrarse de esa manera, pero quizás era la mejor forma que tenía para cubrirme, llamando la atención de todo el mundo. Pasé el tercer y el segundo avión sin problemas y la puerta levemente abierta del primero me indicó que mis instintos no habían fallado, había alguien ahí dentro. Me obligué a mí mismo a ir más rápido, era ahora o nunca. Esta era nuestra oportunidad.

   —¿Para dónde vas, cabrón? —me topé de frente con la boca de un revolver que aún dejaba escapar un hilillo de humo por haber sido recientemente disparado. Un hombre había aparecido en mi camino de pronto cuando estaba a solo unos metros de llegar a la puerta de la avioneta, me detuve en seco y mis piernas se congelaron. Había estado tan concentrado en correr que la mano que sostenía mi arma no estaba en posición de disparar en ese momento, él en cambio sí lo estaba, con el dedo sobre el gatillo, oí como lo accionaba.

Una bala pasó silbando por sobre mi cabeza y derribó al hombre que me apuntaba antes de que pudiese disparar. Tenía un solo proyectil incrustado en medio de la frente. Solté el aire que inconscientemente había estado conteniendo y mis piernas amenazaron con tambalear y hacerme caer. Había estado a solo una fracción de segundo de morir. Giré hacia atrás para ver a Sam en la misma posición en la que había estado todo el tiempo, su mira estaba sobre mí y yo gesticulé un “gracias” con los labios. Él levantó un brazo como señal de que me había visto. Era tranquilizante estar protegido.

 Respiré hondo para recomponer la compostura que había perdido y levanté mi arma.

   —¡Manos arriba, maldita sea! —grité cuando entré a la avioneta pateando la puerta, intentaba sonar más duro de lo que realmente era. Un hombre de unos cincuenta años sentado en el asiento del piloto levantó las manos en son de paz y balbuceó torpemente frases que mis oídos no lograron captar. Disparé un tiro al aire y él dejó escapar un grito—. ¡Ponte de pie y date la vuelta! —ordené y  apunté el arma directamente a su cabeza. Me desconocí por un momento, yo no era la clase de persona que amenazaba de muerte a otra, pero aquí estaba, con el arma pegada a la frente de un desconocido luego de haber baleado a otros más. El hombre obedeció.  


   —Quítate el cinturón —dije.

   —¿Q-Qué?

   —¡Que te quites el cinturón, joder! —grité más fuerte y casi se me quiebra la voz en ello. Él lo hizo y solté el arma solo para recibirlo en mis manos y amarrarle las muñecas con él—. Escúchame... —comencé, rogando en mi interior porque aquel hombre hiciese exactamente lo que le estaba pidiendo—. Te quedarás aquí y nos sacarás de este basurero. Iré abajo, si te veo intentando escapar voy a... —titubeé unos segundos.

   —Voy a matarte. 

   —S-Sí, señor.

   —Verás que no te pasará nada si me haces caso —dije, antes de entrecerrar la compuerta por fuera. Estaba temblando, seguramente más que de lo que temblaba el hombre que acababa de amenazar. Cuando mis pies tocaron nuevamente el pavimento del aeródromo, ya no había bala que pasara por el aire. Había terminado. Por fin.

Habíamos ganado. 

   —Los acabamos a todos... —Ethan se me acercó con una deslumbrante sonrisa en el rostro. Noté que sus pupilas se habían dilatado otra vez, pero no lo suficiente como para preocuparme, él podría controlarlo, ahora lo sabía mejor que nunca. Y si teníamos suerte, esperaba que nunca más tuviese que recurrir a la fuerza que le daba el virus.

Los demás llegaron trotando tras él.

   —Tengo un piloto maniatado en ese avión —dije, cuando nos encontramos todos reunidos.

   —¡Dios! ¡No puedo creerlo! —Claire avanzó unos pasos y me abrazó de pronto, todo su cuerpo temblaba endemoniadamente, no sabía si por el frío, los nervios o el miedo—. Vamos a salir de aquí, Aiden —gritó sobre mi oído, ahogando un sollozo—. ¿Entiendes eso? ¡Vamos a salir!

   —Claro que lo haremos —dijo Sam—, pero hagámoslo antes de que este lugar explote —pasó su brazo por el hombro de Morgan en un abrazo—. Viejo ¿Estás seguro que no quieres salir de este lugar? —preguntó. Morgan correspondió el abrazo mientras negaba con la cabeza. Le dio algunas palmadas sobre el hombro.

   —No amigo, vamos a quedarnos aquí.

Avancé hacia Sam y Morgan y cargué una mano contra el hombro del médico. Sus ojos se cruzaron con los míos y por un momento creí que de mi boca escaparía toda la verdad, que hubo una cura y que yo la había cagado usándola para salvar mi vida. Pero no pasó, solo sonreí.

   —¿Crees que hay un futuro para ustedes en esta ciudad? —pregunté y me distraje unos segundos para ver a Amy y a Abercrombie corriendo hacia el interior de la avioneta con Ivy y Claire detrás. Él esperó a que mis ojos volvieran a él para responderme.

   —¿Y desaprovechar los vestigios que dejará este lugar? ¿Estás loco? Si hubo una cura alguna vez, aquí está, aquí está el futuro de la salvación huma... —vi cómo sus labios continuaron moviéndose pero el ruido de la explosión que se escuchó cerca de nosotros no me permitió oír lo que decían. El suelo se sacudió brutalmente y una nube de fuego esparció desde la avioneta que Ethan y yo habíamos usado para cubrirnos minutos atrás.

   —¡Cuidado! —Alguien me tiró al suelo en el momento en que una bala pasó muy cerca para luego impactar sobre la tercera avioneta, causando una segunda explosión que hizo subir la temperatura del lugar varios grados. Mis ojos corrieron desesperadamente de un rincón a otro buscando la dirección de ese disparo, pero no logré verlo. Sam saltó como un gato hacia atrás y llevó el arma contra su hombro herido.

   —¡Es Cobra! —gritó y disparó una vez, intentando disimular una mueca de dolor. Había apoyado el rifle justo sobre su herida y las sacudidas debían dolerle.

   —¡Agáchense todos! —grité y el recuerdo de Jacob disparándole a todos esos zombies casi sin mirar aquella vez en el que él y Allen me encontraron me erizó la piel—. ¡Sam! ¡Sal de ahí!

   —Espera —dijo y volvió a disparar—. ¡Tiene a Steve! —gritó con notable tono de alarma en la voz y volvió a disparar—. ¡Le di en un hombro! —sonrió—. Te tengo, hijo de puta —Sus dedos rozaron otra vez el gatillo del arma para disparar y el silbido de otra bala cubrió todo el aeródromo. Sam no se movió, sus dedos tampoco alcanzaron a hacerlo, solo se quedó quieto por un par de segundos hasta que su espalda cayó hacia atrás. Ethan corrió para sujetarle justo antes de que tocara el suelo.

Parpadeé varias veces, confundido.

¿Qué había pasado?

   —¿Sam? ¡Sam! —Fueron los gritos de Ethan mientras le sacudía por los hombros los que hicieron darme cuenta. En la frente del chico...una perfecta fisura que apenas había comenzado a sangrar.

Cobra le había dado primero.
 
Hubo un grito horrorizado general, pero el de Yü destacó por sobre todos los demás. Me agaché y me llevé las manos a la cabeza para tirar de mi cabello mientras intentaba contener las lágrimas.

Todo se había ido a la mierda.

El sonido seco de más balas me obligó a soltarme para tirarme al suelo por completo, eran muchas y no eran nuestras. Oí unos gritos y una decena de hombres atravesó la reja, disparando en dirección a todas las esquinas del aeródromo.

Sentí náuseas cuando vi la figura de Scorpion encabezando al grupo de hombres.

   —¡Él que me traiga la cabeza de ese hijo de puta comerá carne durante todo un jodido mes! —gritó y los hombres se dispersaron a lo largo de toda la estación con rapidez. Caminó y el sonido de sus botas negras aún me causó escalofríos, llegó hasta donde estaba Ethan con Sam.

   —¿Qué le pasó? —preguntó, apuntando con su arma en dirección a Sam. No miró a Ethan.

   —Cobra le disparó —respondió el pelinegro, su voz salió como un hilo nervioso. Miré el cuerpo de Sam aún en brazos de Ethan y no pude evitar sentir una repentina oleada de dolor. Él había dicho que quería salir de la ciudad, y a pesar de todo yo así lo quise, me habría gustado escapar junto a él.

   —Encontraremos a ese cabrón, no se preocupen —dijo el hombre de Scorpion, el que había sido infectado, el que mató a mi padre y luego me dejó el bidón con gasolina. Él único ojo azul que tenía a la vista se cruzó con los míos. Sonrió. Un extraño escalofrío me recorrió la piel. Sin siquiera conocerlo, sentí que le debía algo, sentí que le debía demasiado—. Viuda negra tiene a sus chicas en la entrada de la base, por ahí no saldrá.

   —¿Y sus hombres?  —Yü se adelantó hasta casi quedar frente al hombre de Scorpion, su voz temblorosa estaba rota por las lágrimas. De pronto, yo también tuve ganas de llorar.

No quería ver morir a nadie más.

   —Dispersos.

Ethan dio un respingo y supe que los reflejos animales que había despertado el virus en él se habían activado. Sujetó más fuerte el ahora inanimado cuerpo de Sam y miró hacia atrás con palpable desesperación saliendo de los ojos negros.  

   —¡Cúbranse! —gritó en un rugido que me paralizó. Una luz se congeló frente a mis ojos y algo me llenó los oídos, un silbido, un pitido que me dejaba sordo. Sentí como era empujado hacia atrás, no había sido nadie, había sido una explosión. La explosión de la segunda avioneta, la que estaba más cerca de la nuestra. Intenté abrir los ojos cuando la vista se volvió completamente negra, solo entonces entendí que sí los tenía abiertos.

Por unos momentos, solo pude oír el pitido que dejó la detonación  en mis oídos. Luego gritos y disparos cubrieron todo el lugar.

Todo era completamente negro.

   —¡Mierda! ¿¡Aiden!? ¡Aiden, reacciona! —Y luego, una voz lejana que intentaba llamarme—. ¡Encuentren a Cobra de una maldita vez! —Era la voz del chico de Scorpion.

   —¡Aiden! —Algo llegó corriendo en mi dirección.

   —Ethan... —intenté pronunciar su nombre, pero la voz se me atoró en la garganta.
 
   —Estoy seguro que le di a ese hijo de puta, debe estar muriéndose por ahí...

   —¡No voy a descansar hasta encontrar su maldito cuerpo!—gritó Morgan—. ¡Él tiene a Steve!

El agudo pitido en mis oídos se intensificó cuando intenté moverme, mis piernas pesaban más de lo que debían, estaba mareado, el mundo entero daba vueltas sobre mí. Perdí la conciencia por algún tiempo.  

   —¡Váyanse de una vez, carajo!

   —¡P-Pero!

   —¡Váyanse, maldita sea! —gritó una voz conocida, despertándome levemente. Pero sus palabras me eran extrañas ¿Teo? No, no, él tenía que venir con nosotros. Estábamos juntos en esto, siempre estuvimos juntos. Alguien me cargó en brazos y sentí como si estuviese flotando en medio de la nada. Se produjo un silencio por unos segundos que no tardó en ser roto por voces sollozando y gargantas tiritantes, luego, un ruido más grande rompió con todo. Un motor, algo poniéndose en movimiento.

¿Dónde estaba?

¿Qué había pasado? ¿Habían acabado con Cobra?   

Sentí ganas de vomitar. La vista comenzó a aclararse.

Mi cuerpo despertó a medias cuando noté la velocidad actuando contra él. Instintivamente mis manos buscaron algo firme donde sujetarse, toqué una ventanilla y levanté la cabeza para mirar fuera. Estábamos avanzando, íbamos a despegar, nos elevamos. La figura de Teo, Morgan, Yü,  Scorpion y su hombre, Cuervo comenzaron a quedar atrás.   

Comencé a temblar y mis manos se pegaron al vidrio ¡Teo no podía quedarse allí abajo! 

   —¡Teo! —grité, con todas mis fuerzas. No sé si logró escucharme o si captó algo de toda la desesperación que estaba  sintiendo. Me puse de pie a tientas y corrí hacia la ventanilla de atrás para seguir viéndole. El pelirrosa levantó su mano a la altura de su frente e hizo un saludo militar.

Hubo una sacudida que me hizo caer al suelo y luego, la avioneta se estabilizó. Estábamos en el aire. En ese momento, todo lo que había estado conteniendo durante estos meses simplemente salió fuera de mi cuerpo, mis manos temblaron junto a una mezcla de emociones inexplicables que brotaron desde mi interior todas al mismo tiempo. Me arrodillé, me abracé a mí mismo y comencé a llorar. Era lo único que podía hacer frente a la angustia, el miedo, el dolor, la pérdida y la infinita felicidad que sentía por estar en el aire, dejando atrás toda esa mierda, dejando atrás esa ciudad putrefacta llena de monstruos.

   —Hey... —Unas manos fuertes y cálidas se cruzaron en mi pecho—. No colapses ahora, Aiden —La voz de Ethan susurró en mi oído y me arrastró hacia la realidad nuevamente. Sus dedos subieron por mi pecho, rozaron mis labios y siguieron su camino por mi mejilla hasta caer en mi cabeza, comenzó a acariciar mi cabello—. Vamos a estar bien.

Poco a poco sentí como dejaba de temblar y mi cuerpo comenzaba a calmarse ante la magia que ejercían sus dedos entre mis cabellos—. Vamos a estar bien —repitió, suavizando la ronca voz de fumador que tenía. «Si algún día dejas de sostenerme así simplemente voy a morir»pensé, pero no lo dije. Me dejé abrazar por su mano y acariciar por sus dedos, el calor de su pecho aún desnudo terminó de relajarme. La vista se me hizo borrosa. No iba a desmayarme esta vez, estaba a punto de dormirme.

Mis párpados cayeron como dos cortinas pesadas que se cerraban de golpe.   






                                                                         (* * *)





   —¿Crees que él estará bien? —sentí la voz de Amy entrando en mis oídos y mi mente despertó un poco.

   —Él estará bien, lo hace mejor que Aiden al menos —se burló otra voz y el sentirme aludido me obligó a despertar un poco más. Entreabrí los ojos levemente solo para recibir el golpe de un débil rayo de sol, de un sol que algún día creí no poder ver nunca más. Volví a cerrarlos—. ¡Hey! ¡Aiden está despertando! —Una mano me sacudió levemente—. ¿Aiden?

Los ojos violetas de Jack se veían aún más hermosos de lo que eran a contraluz.

   —H-Hola —balbuceé con la lengua dormida.

  —Hola —sonrió, era una sonrisa auténtica, tranquilizadora—. Creo que perdí un almuerzo por tu culpa. Había apostado a que Abercrombie despertaba primero que tú —Yo estaba recostado sobre unos asientos, frente a mí Chris sostenía a un aletargado pastor alemán en sus piernas.

   —Debe estar mareado por la altura, él es un perro. Tú no te justificarás con eso —la voz de Jack nuevamente se escuchó cargada de burla dirigida hacia mí. Miró hacia un lado para hacer una seña, sacó un arma de su cinturón y sin decir nada se puso de pie para desaparecer por un pasillo que mis ojos no alcanzaron a recorrer.

La alta figura de Ethan apareció por donde antes se había perdido Jack. Ahora estaba vestido y se había quitado la suciedad y la sangre de la cara. Sus ojos completamente negros me miraron cansados, pero aun así sonrió. Caminó hasta mí y se arrodilló a mi lado.


   —¿Dónde estamos? —pregunté.

   —A muchos metros de altura, volando hacia Sudamérica.

   —¿Vamos a Sudamérica?  

   —Claro que sí,  tenemos amenazado a ese piloto, así que dudo que se atreva a llevarnos a otra parte que no sea Sudamérica —acarició mi rostro—. Alguien dijo que quería ver las playas vírgenes de allá. Iremos a buscarlas —Mis ojos ardieron por las lágrimas que amenazaron con salir sin control ¿En serio había terminado todo?

¿Era verdad lo que estaba viviendo ahora mismo?

   —¿Cuánto llevamos viajando? —

   —Unas nueve horas, quizás —bostezó cuando terminó esa frase—. Has estado dormido todo este tiempo.

¿De verdad estábamos fuera de peligro?

Me hizo un gesto para que me moviera y yo me enderecé para ocupar solo uno de los asientos y dejarle el otro a Ethan. Se sentó a mi lado.

   —Recién comienzo a tragarme la idea de que lo logramos —dijo y se llevó una mano al bolsillo de su chaqueta—. Mira, hice algo para ti —tomó la mía entre las suyas y dejó algo sobre mi palma.

No supe reconocer qué era eso hasta que él lo explicó.

   —Noté que traías cenizas contigo dentro un trozo de camiseta, supuse que eran de tu hermano. Le quité este colgante al piloto... —Era una especie de cilindro pequeño y transparente que tenía un polvo en su interior, las cenizas de Ethan. Le sujetaba un hilo de cuero que parecía fuerte. Me estremecí en un escalofrío y las manos me temblaron.

   —El muy idiota tenía un grano de arroz grabado con su nombre dentro ¿Puedes creerlo? Eso lo hacen los adolescentes, no un viejo cómo é...

   —Gracias —interrumpí con la voz quebrada por un llanto que estaba a punto de salir. Ethan tomó el colgante, lo ató  alrededor de mi cuello y yo aproveché la cercanía para abrazarme repentinamente a él. El olor a cigarrillos mentolados entró de golpe en mis fosas nasales.

   —¿Has estado fumando?

   —Un poco —dijo, haciendo un tercer nudo a la altura de mi nuca. Inspiré profundamente el olor que desprendía de su ropa y su cabello, el aroma a cigarrillos era su sello y eso ya no me molestaba en absoluto, ya me había acostumbrado a él, para mí, ese olor representaba seguridad y calma.

   —Estoy un poco mareado —confesé.

   —¿Saliste de ese basurero lleno de muertos y vas a vomitar por respirar tabaco dentro de un avi....? —las palabras de Ethan se cortaron en un jadeo seco que soltó cuando ciñó sus dedos a mis hombros, yo hice lo mismo. La avioneta se había sacudido bruscamente.

   —Enserio estoy mareado —repetí mientras sentía algo subiendo y bajando por mi abdomen, no sabía que era, no había comido en días. Todo volvió a sacudirse y lo que fuera que estaba dentro de mi estómago se sacudió junto con el avión. Me aparté de Ethan rápidamente y me encogí en un rincón, inevitablemente vomité.

   —Aiden...

   —Lo siento —balbuceé conteniendo otra arcada, para evitar hacerlo de nuevo.

   —¡Aiden! —me tomó bruscamente del hombro y me arrastró nuevamente a mí asiento para cruzarme el cinturón de seguridad. Se apartó y él hizo lo mismo a mi lado. El avión volvió a sacudirse y como si esto hubiese despertado una especie de reacción en cadena, todos hicieron lo mismo. Jack llegó corriendo por el pasillo y se sentó en uno de los asientos. La inestabilidad dentro del avión se hizo más notable.

Temí lo peor.

   —¿¡Qué ocurre!?

   —Turbulencias.... —comenzó con la voz seca, pasando temblorosamente el cinturón alrededor de su pecho—. N-No sé qué demonios le ocurre al avión, tendremos que hacer un aterrizaje de emergencia.

   —¿¡Aterrizaje de emergencia!? —estiré el cuello para llegar a la ventanilla, el ácido me subió desde el estómago hasta la garganta otra vez cuando miré hacia abajo.

Azul. Todo era jodidamente azul.

   —¡Solo hay mar ahí abajo! —grité y a mí grito les siguieron otros más. El interior de la avioneta volvió a temblar con violencia y yo sentí que el bajábamos algunos metros.

   —¡Tranquilícense todos!

   —¡Vamos a caer! —gritó Claire.

No, no podíamos morir. No ahora, no luego de todo lo que habíamos pasado. Sentí algo caliente sobre mi mano y tardé en notar que era la mano de Ethan. Sonrió cuando volteé a mirarle, era una sonrisa cálida, perfecta y con cierta tranquilidad que anunciaba resignación y que no me gustó para nada.

¿Él no pensaba que íbamos a caer? ¿O sí?

El avión descendió con más brusquedad y todo en su interior crujió producto del cambio de presión. Una mascarilla cayó delante de mí y la coloqué sobre mi cara solo por instinto. Apreté los ojos, quería volver a abrirlos y encontrarme dentro de un avión que volaba recta y suavemente, sin turbulencias, sin sacudidas, sin aterrizajes forzosos que solo sugerían una caída al mar.

¿Cuántas posibilidades teníamos de sobrevivir si solo nos estrellábamos contra el agua?

Mis ojos volvieron a encontrarse con los de Ethan cuando los abrí e inevitablemente recordé la primera vez que los vi, recordé lo aterradores que eran, recordé todos y cada uno de los escalofríos que recorrieron mi espalda cada vez que intenté ver más allá de su profundidad oscura, inquietante e infinita. Ahora, sentía que ese par de ojos completamente negros eran ríos claros para mí.

   —Dilo una última vez —susurré tras la mascarilla y casi pude sentir el agua ahogando todos los poros de mi piel.

   —Vamos a estar bien.

Cerré los ojos nuevamente, quedándome con su voz retumbando en mis oídos y con el cuadro de su rostro grabado en mi cabeza, esa era la única imagen que quería ver si el avión llegaba a caer, esa era la única voz que quería escuchar si mi cuerpo estaba condenado a hacerse pedazos entre metal y agua. Su mano apretó la mía y un escalofrío corrió por cada centímetro de mi piel. Yo, que nunca antes creí en ello, pensé que quizás era cosa del destino, que todo era parte de un plan trazado, tal vez por una fuerza divina que buscaba erradicar a toda la humanidad por completo.

Quizás no había salvación para nosotros, en ningún lugar.

Hubo un golpe fuerte que hizo temblar todo bruscamente y solté un grito cuando sentí algo duro bajo el suelo del avión, como si hubiese intentado aterrizar en una masa de tierra. Mi cuerpo se sacudió con violencia de un lado a otro y si no hubiese sido porque tenía el cinturón de seguridad atado, mi cabeza habría terminado golpeada bajo un asiento, siete metros más allá. La respiración se me cortó ante lo que parecía un choque, simplemente no pudo entrar más aire a mis pulmones. Mi cuello se agitó de un lado a otro, golpeando contra el respaldo del asiento que lejos de ser blando en ese momento, parecía tener la dureza de una roca, quedé aturdido.

Segundos después, nos deslizamos por una superficie suave.

Agua, estábamos sobre el agua.

   —¿Estás bien, Aiden? —La voz de Ethan sonaba muy lejana mientras sentía sus manos temblorosas intentando soltar mi cinturón, pero no, no estaba bien aún, me había golpeado en la cabeza—. ¡Joder, Aiden! —oí gritos y llanto a mi alrededor y me sentí ligeramente alegre de que no hubiese quedado todo en silencio de pronto. Intenté abrir los ojos cuando me quitaron la mascarilla, me arrastraron fuera del asiento y sentí algo frío subiendo por mis pies, pero no logré hacerlo, mis párpados no se abrieron cuando les envié la orden.

Algo se abrió, lo supe por el golpe y el sonido del metal siendo arrancado con brusquedad. Me obligué a mí mismo a despertar en ese momento y poco a poco comencé a volver en mí. Habíamos caído al agua, pero todo parecía menos desastroso de lo que había imaginado. Estaba sobre la espalda de Ethan y tuve que golpearle en el pecho para informarle que estaba despierto.

Me dejó bajar y arrastró con el pie un trozo de puerta hacia nosotros. Me agarré a él sintiendo cómo mis últimas fuerzas se iban en ello.

   —¿¡Están todos vivos!? —Una voz metálica, firme y ronca saliendo de un altavoz entró en mis oídos como un eco lejano, pero fuerte. No supe de donde venía hasta que vi algo acercándose hacia nuestra posición—. ¡Quédense tranquilos! ¡Vamos a ayudarles! —Era un bote, era un jodido bote con personas dentro de él. 

Parece que para nosotros aún había salvación.

   —¿Hasta cuándo piensas seguir roncando así, bella durmiente? —Lo próximo que sentí fue la mano grande de Ethan sacudiéndome por los hombros. El olor a leña quemada y a algo que parecía comida me llegó de lleno y despertó a mi estómago. Abrí los ojos al mismo tiempo que delante de ellos comenzaban a pasar imágenes rápidas y difusas. La pequeña embarcación había llegado hasta nosotros, nos habían sacado del agua, nos habían llevado a tierra firme. Ahora mismo estaba sobre un pedazo de tierra áspera que se me metía entre las ropas, para algunos eso podía sonar incómodo, para mí, sonaba a gloria pura.

Me senté rápidamente cuando vi un montón de gente a mí alrededor.

   —Calma... —Ethan puso una mano en mi pecho y volvió a recostarme.

   —¿¡Qué es esto, Ethan!? —pregunté nervioso—. ¿¡Dónde está Amy!? ¿¡Dónde están los demás!? ¿Están todos bien?

   —Tranquilo, estamos todos bien —sonrió e hizo una pausa para encender un cigarrillo. Miré a mí alrededor, ya era de noche, estábamos en una especie de playa. Había mucha gente dispersa a lo largo de la orilla, algunos caminaban, otros nos estaban mirando. La silueta de algo parecido a una corrida de casas se mostraba al borde de lo que mis ojos podían ver. Tenía una fogata frente a mí—. Las chicas están durmiendo, una de las mujeres las invitó a pasar la noche en su casa, los demás están dándole una vuelta a la isla.

¿Qué?

­   — ¿Una...isla?

   —Estamos en una isla, Aiden —miré a mi alrededor con más nerviosismo aún.

   —Hace un par de meses la bautizamos como Paraíso... —interrumpió la voz de un hombre que se había levantado y había caminado hacia nosotros. Era mayor, de unos cuarenta años tal vez. Le dio una palmada en la espalda a Ethan y luego se arrodilló a mi lado, estirando su tosca mano hacia mí—. Me llamo Marshall Evans, arquitecto. Me llaman el líder de este lugar —tomé su mano y él la sacudió con seguridad, haciéndome sentir incómodo y pequeño—. Su avión intentó aterrizar aquí y partió en dos una de las casas, pero no se preocupen, podremos reconstruirla.  

   —¿Qué...qué es esto? —pregunté con una voz fina que apenas sí salió de mi garganta. Él sonrió, su sonrisa era ancha y brillaba como mil soles. Infló el pecho antes de hablar.

   —Somos casi setenta personas, la mayoría de los que estamos aquí éramos pasajeros de un crucero que naufragó cuando el desastre comenzó. Los hijos de puta que hicieron esto subieron algunos infectados al barco —soltó una especie de carcajada baja, como quién recuerda un chiste grosero pero gracioso—. Calculamos que el barco llevaba unas trescientas personas, la mayoría se ahogó o tuvimos que matarles por convertirse en una de esas cosas.

   —¿Desde cuándo están aquí?

   —Desde el comienzo, nos hemos establecido bastante bien —miró hacia la arena y notó que aún estaba sacudiendo mi mano de arriba abajo, me soltó y dejó escapar otra carcajada—. Lo siento. No acostumbramos a recibir visitas.

Miré a los ojos al hombre prematuramente canoso que tenía frente a mí y tuve ganas de abrazarle. En estos momentos él era una especie de salvador caído del cielo.

Tuve muchas preguntas en la punta de la lengua, pero no logré verbalizarlas todas.

   —¿En qué parte del océano estamos? —fue todo lo que logré decir.

   —No lo sé, estábamos recorriendo los puertos de Sudamérica antes de que todo comenzara. Pero están a salvo ahora.

Así que sí habíamos logrado llegar...

Se puso de pie en un movimiento lento y cansado.

   —Pueden quedarse —dijo —Esta isla es una maravilla, hay un bosque y una cascada allí atrás —apuntó hacia algún lugar que mis ojos percibieron solo como oscuridad—. Mañana les indicaré donde pueden cortar árboles para hacer sus casas, les mostraré los planos, los hice yo mismo con la idea de ahorrar la mayor cantidad de madera. Tenemos muchas cosas de qué hablar.

   —M-Muchas gracias —tartamudeé.

   —¿Cuántos años tienes, hijo?

   —Diecisiete, señor.

   —Tengo una hija de tu edad —volvió a enseñarme una de tus sonrisas —. Caes perfecto, no sabía con quién emparejarla para cuando comenzáramos con el proceso de repoblación

   —¿Qué?

   —Esta isla estaba completamente desierta cuando llegamos. Es un buen lugar para vivir y para comenzar a levantar una sociedad otra vez, para eso necesitamos niños.

   —Lo siento señor Evans, pero Aiden está ocupado —gruño Ethan, tirando el cigarrillo al suelo y aplastándolo con su bota. Solo entonces me di cuenta que se había cambiado de ropa, ahora parecía limpio y...decente.

Marshall solo soltó una risita.

   —Bueno, tendremos tiempo para hablar de eso. Les dejaré solos unos minutos, luego les informaré donde pueden quedarse por esta noche —se alejó.

Mis ojos buscaron el mar con desesperación. Logré encontrarlo algunos metros más allá, deslizándose por la orilla en un vaivén calmo que tranquilizó un poco a mi cabeza agitada que intentaba procesar todo lo que acababa de escuchar. La mano de Ethan apareció frente a mi rostro y yo la tomé por inercia, dejando que me levantara. Solos, en modo automático comenzamos a caminar por la orilla, poco a poco las luces de la fogata y las personas que estaban a nuestro alrededor comenzaron a apagarse y el ruido de las olas comenzó a dejarse oír. Respiré profundo.

   —¿Recuerdas la playa de la iglesia? —preguntó.

   —Jamás podría olvidarla.

   —Esa vez dijiste que querías viajar a Sudamérica, sé que no es una playa pero definitivamente esta isla fue virgen alguna vez.
   —Es demasiado bueno para creerlo.

Paraíso, la habían llamado. Ese nombre le quedaba perfecto.

   —Esto es verdad, Aiden —sus manos cálidas tomaron mis mejillas y mi cuerpo se paralizó al ver en su rostro por primera vez una mueca de completa tranquilidad. Recordé aquella vez en que me enseñó su licencia de conducir, cuando nos conocimos, ahí parecía más inocente, más sereno, justo como ahora, justo cómo solo podría ser él antes de que el virus matara lo que conocíamos como vida.

Pero la muerte no siempre significa destrucción, a veces es solo algo nuevo.

Y esto era nuestro nuevo mundo.

Sonrió cuando sus manos bajaron, ciñéndose contra mis caderas y atrayéndome hacia él. Me besó en los labios, fue un beso intenso, caliente.

   —¿Vas a enseñarme lo que es el sexo tántrico? —ronroneé contra su boca cuando me separé de él a los pocos segundos. Solo intentaba bromear con algo, ese beso me había puesto nervioso.

   —Te dije que lo haría cuando cumplieras los dieciocho años —sonrió y volvió acercarse a mí para besarme, solo que esta vez lo hizo con más cuidado, más suave. Sentí como mi temperatura corporal subía algunos grados.

Un ruido ensordecedor obligó a mi cuerpo a helarse de golpe en un escalofrío otra vez. Ethan cubrió mi cabeza y nos obligó a ambos a caer al suelo.

¿Balas? ¿Bombas?

   —¡No te levantes! —gritó él.

   —¡Aiden! ¡Ethan! ¿¡Qué están haciendo!? —La inconfundible voz de Jack llegó acompañada de risotadas hilarantes que me hicieron replantearme la idea de estar bajo ataque. Ethan levantó la cabeza, rodó por el suelo y rompió en una carcajada.

   —¡Qué hijos de puta! ¡Me asustaron! —levanté la cabeza luego de que él lo hizo. En el cielo, fuegos artificiales que caían en una especie de cascada multicolor.

Eden, Chris, Jack y Abercrombie llegaron jadeando hasta nosotros.  Estaban acompañados más personas. Un niño y un perro, para ser exactos.

   —El señor Evans va a matarnos —rieron entre ellos infantilmente—. ¡Juro que fue idea del chico! —Un chiquillo de no más de doce años tenía un cartucho de fuegos artificiales en la mano. Traía gafas, lo que debió haberle dado una imagen de niño tranquilo, pero para mí era el vivo retrato de un pequeño demonio.

   —Soy Matthew —sonrió al verme.

   —¡Matthew Evans ven a casa inmediatamente! —la voz del señor Marshall salió enfadada y al borde de la histeria tras el altavoz,  varios metros más allá. Por el rostro pálido del chico cruzó una mueca de terror que no tardó en ser reemplazada por algo parecido a la burla.

   —¡Les diré a papá que me obligaron! —gritó, mientras se alejaba corriendo.

   —¡Espera! —los chicos salieron tras él, dejando un notable silencio a medida que se alejaban.

Comencé a reír, era una risa nerviosa por lo que acababa de pasar, una risa agitada que intentaba hacerme entender que todo había terminado, que los fuegos artificiales que comenzaban a desaparecer en el cielo solo podían ser un buen augurio, una risa que no logré parar hasta que la mano de Ethan cayó sobre la mía. Me obligué a guardar silencio.


   —¿Ves? Estupideces como estas solo indican que ya estamos lejos de ese basurero —dijo, sin apartar los ojos del cielo que luego de los fuegos artificiales había vuelto a oscurecerse, más negro que nunca. No sé cuándo fue la última vez que miré las estrellas, no sé si alguna vez en mi vida me detuve a hacerlo. El firmamento estaba plagado de ellas  y por mi cabeza cruzó el loco pensamiento de que mi hermano estaba allí, brillando. Él había dicho que me cuidaría desde ahí arriba, ahora podía creerle. Inevitablemente me sentí pequeño e inferior. No éramos más que un puñado de humanos en un enorme planeta que pertenecía a un universo infinito, tan grande que no éramos capaces de imaginar sus dimensiones siquiera, no éramos más que un grupo de partículas insignificantes que buscaban constantemente la autodestrucción con aberraciones como éstas, como el virus que habían creado.

Pero dentro de este enorme planeta, estaba en el lugar que había estado buscando, junto a la persona que le daba un valor a este puñado de partículas insignificantes que era yo, que le daba un significado al mundo aterrador en el que me vi obligado a entrar.

Con exagerada lentitud, me dejé caer sobre Ethan y acorté la distancia entre nosotros. Observé con gracia como sus ojos completamente negros se posaban sobre mis labios unos segundos antes de que yo asaltara los suyos. Tomé su rostro entre mis manos, sin intenciones de soltarle nunca más y sus dedos se enredaron en mis cabellos. Sus labios como siempre me recibieron cálidos, con ese extraño dulzor que solo podía encontrar dentro de su boca pero que nunca pude saborear bien, porque nunca tuve la tranquilidad de hacerlo.

Ahora tenía todo el tiempo del mundo.

Él tenía razón, estábamos lejos. Lejos del desastre y de la peste de la muerte, lejos de la destrucción, lejos de mis horrores, de mi verdugo, de mis traumas y de mi padre. Lejos de Ethan, de Ian, de Cassie, de Ayame, de Sam, de Elise y de todas las personas que había visto morir. Sí, me alejaba de ellos pero sus fantasmas me seguirían hasta la muerte, grabados a fuego dentro de mí, atormentándome y dándome fuerzas para enfrentarme al nuevo mundo en el que acababa de caer, que parecía aún más aterrador que el anterior pero que contradictoriamente me llenaba de esperanzas.

Estábamos lejos del lugar que nos robó todo, lejos del lugar que se llevó a mi hermano, lejos de todo lo que habíamos perdido. Lejos del caos.

Estábamos lejos de la ciudad de los muertos. 

Notas finales:

PD: Quiero hacer una mención especial y agradecer a NicouNeko, mi beta –sin querer- por su ojo de halcón que siempre se fijó en los errores antes de que fuera demasiado tarde.

Y Bueno :( se acabó! –se va a llorar a un rincón-

#VuelaAltoEthan #VuelaAltoAiden

Ok no ._. xDDDD

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Les gustó el final? ¿Preguntas a los personajes? Pueden dejarlo todo en un lindo –o no tan lindo- review.

Como muchos saben, habrá una especie de “segunda temporada” No sé aún si publicarla como un fic aparte o continuarla acá -ACEPTO SUGERENCIAS DE CÓMO DEMONIOS HACERLO-  tengo dudas aún ya que a pesar de que sigue un poco la línea temporal y la trama, podrá ser leída sin necesidad de haber leído la primera.

En un mes tendrán noticias de mí! (que es más o menos lo que demoro en sacudirme de encima la depresión)

Noticias sobre esta segunda temporada –que espero logre ver la luz- y otros proyectos, podrán verlas en mi página de Facebook
Otra vez, gracias.

Abrazos


PD: Aiden y Ethan regresarán (léase esto cómo el final de las películas de Marvel) en los vengado...sdadas ok no xD

Segunda parte de la historia aquí :D (La pareja principal es otra, ojo. Pero nuestros chicos sí estarán ahí) 

 

 


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