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I loved por nero

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Notas del capitulo:

Gracias por sus rws :)

 

Su nombre, su nombre, a pesar de que tenía que estudiar pensaba solo en cual podría ser su nombre, a partir de hoy no podía llamarlo más Eriasu, antes creía que era una manera de sentirme más cercano a él pero cada vez que pensaba en eso me sentía ridículo. Ahora era más que necesario saber su nombre.

Y más que eso, ¿Cómo supo él mi nombre? Entiendo que yo solía distraerme mucho en esas clases por su misma razón, además no era tan sociable a pesar de que llevamos casi mitad del semestre estudiando juntos pero jamás creía que él lo supiera antes de preguntarme.

Sacudí la cabeza e intenté concentrarme en el título de mi guía de estudio Los paradigmas sociológicos dictaba. A pesar de ser un tema interesante me causaba picazón en el cuello al ver las 110 páginas que me faltaban.

Empecé a estudiar literatura moderna cuando ya había pasado por dos carreras inconclusas, inglés e informática. Mi camino por ellas fue como levantarme un día de buen humor y decir “You only live once, suena increíble cuando lo pronuncio” y meterme en la facultad de idiomas y retirarme después de dos semestres. Luego con informática fue “Me encantan los videojuegos, ojalá pudiera conseguir algunos gratis” y terminar sentado viendo una página de cálculos en Excel en la pantalla de mi laptop, con esta no tardé tanto, ni siquiera terminé el primer semestre.

Acabé en literatura más o menos igual. Una noche estaba realizando la limpieza de navidad cuando encontré en mi closet una caja con diarios de cuando yo tenía nueve u ocho años, con mucha curiosidad los abrí y empecé a leer. No eran más que escritos de mí día a día siendo un niño tímido, alguna que otra página estaba escrita una historia sobre animales, más que nada de conejos y vi que tenía mucha imaginación, de hecho no era la imaginación común de un niño y más cuando noté que mi caligrafía y ortografía eran perfectas. Entonces tomé esos cuentos y los trascribí cambiando algunas cosas para hacer un ensayo para optar por la beca completa de la universidad central…y bueno, ahora estoy aquí.

Por los momentos no he tenido algún deseo o mala experiencia que me obligara a renunciar cuanto antes, así que pienso en terminarla con méritos. Además, como dije antes del destino, si yo no hubiese cambiado de carrera tantas veces, yo no hubiese conocido a…maldición, su nombre.

En fin, como la beca me quitaba mucho peso de encima pude rentar un apartamento cerca de la universidad sin mucho problema, aunque mi hermano me había garantizado mantenerme quise estar en mi propio lugar, estar solo. A pesar de todo aun me costaba estar así, me sentía cómodo poder estar por mi cuenta pero algunas veces me arrepentía por completo.

-Te voy a hacer un bento todos los días- me dijo Itachi cruzado de brazos en la puerta de mi habitación mientras me veía guardar mis cosas para la mudanza –Aun si no tienes clases-

Lo escuché sin prestar mucha atención a sus desesperados intentos de sobornarme para quedarme pero no iba a funcionar, yo estaba dispuesto a irme.

-Además, no creo que tengas que tomar estas medidas, de todos modos no terminarás de estudiar- dijo siendo cruel. Suspiré, sabía que cuando empezaba a decir cosas crueles era que ya había sobrepasado la etapa del soborno material para pasar al soborno emocional, pero nunca dije nada, sabía que sus reacciones eran porque no me quería lejos.

Esa era otra cosa, no entendía por qué mi hermano no podía alegrarse de que por fin se libraría de la insoportable tarea de cuidarme y de mi compleja y desastrosa manera de pasar mi adolescencia. Sin embargo entendía que siempre fuimos nosotros dos toda la vida, al menos desde que nuestros padres murieron cuando yo apenas tenía siete años, sabía que era difícil, pero yo nunca fui así, supongo que aprendí a no apegarme a las personas para no salir herido y así fue como empecé a desesperarme y a necesitar cariño más adelante, así fue como estaba tan ansioso por enamorarme.

-Me puedes visitar cuando quieras- le dije pasando por un lado cargando una caja con mis cosas –No vas a dejar de ser mi hermano solo porque ya no vivamos juntos-

-No es que vayamos a dejar de ser hermanos, idiota- dijo tocándome la frente con los dedos como hacía por cariño desde que tengo uso de razón –Es que vas a dejar de ser mi “hermanito” ¿entiendes?-

Recuerdo como sonrió resignándose completamente a las decisiones que había tomado y terminó por ayudarme a cargar las cosas para meterlas en el auto. Al llegar allá también me ayudó a bajarlas y a ordenar un poco. Casi se muere de la risa cuando se dio cuenta de que no estaba provisto de productos de limpieza así como de ninguna escoba y alegó que no sobreviviría una semana sin él. Luego de eso me llamaba casi dos veces al día y de vez en cuando pasaba por el apartamento para dejarme ramen casero que alcanzaba hasta para una semana.

Entendía perfectamente que ya yo dejaría de ser un niño para él y que le causaba dolor tener que dejarme solo, casi como teniendo el instinto de madre que le dio la experiencia de tener que hacerse cargo de mí.

Ahora Itachi no venía tan seguido ya que en la empresa donde trabaja lo transfirieron a otro estado y se le hacía muy difícil tener que visitarme, pero lo hacía fines de semanas alternos y las llamadas eran casi tres por semana.

Terminé chocando la cabeza contra la guía, aun sin poder concentrarme, sintiendo un dolor agudo en algún lugar por encima de mi estómago, creo que era nostalgia, esa etapa de soledad que quería me estaba pasando factura y no tenía con que pagar.

A la mañana siguiente volví a llegar tarde pero por alguna suerte la profesora aún no había llegado. Me sentía como un completo desastre, digo más de lo normal, no había tenido tiempo de desayunar, tan solo me di una ducha fugaz y ni me peiné, aunque esto no era un gran problema ya que solía usar un beanie gris la mayor parte del tiempo para ir a la universidad, y nunca estuve más aliviado de usarlo este día.

-Buenos días- me dijo una voz susurrando halando del beanie, amenazando con quitarlo. Como yo estaba tratando de dormir sobre el escritorio me asusté y justé mi accesorio con ambas manos –Wao, no me digas que no puedo tocar tu cabello luego de que tu tocaste el mío-

Me giré más avergonzado que nada en la tierra y lo miré con piedad. No quería que me sacara esas cosas en cara cuando estaba entrando en este trance depresivo que me llevó a pensar cuán solo estaba.

-¿Cómo se dice en las mañanas, Sasuke?- dijo apresurando las palabras.

Bajé la mirada sacando todo el aire que había en mis pulmones. Ahí estaba otra vez, mi nombre saliendo deslumbrante de su boca, casi podía tolerarlo, era como si se burlara de mí por no conocer antes el suyo.

-Buenos días- dije colocándome en mi posición original, escondiendo mi cabeza entre mis brazos sobre el pupitre más incómodo del mundo. Escuché un suspiro largo de su parte y luego el sonido de sus cosas sobre el pupitre frente al mío.

Mi corazón empezó a latir desbocado, así como mi mente empezó a formular preguntas que solo yo podía pensar como tortura ¿Por qué se sienta tan cerca? ¿Por qué lo hace luego de que toqué su cabello tan desvergonzadamente? ¿Por qué me da los buenos días como si estuviera a punto de regañarme? ¡¿Por qué aún no sé su maldito nombre?!

-Sasuke-

-¿Qué?- respondí rápidamente, levantando mi cabeza y apretando los puños sobre el escritorio.

-Hablemos de algo- me dijo sentándose contrario al escritorio, de manera que pudiera verme directamente –No puedes pasarte todo el tiempo escondiendo tu cabeza, hablemos-

-… ¿De qué quieres hablar?-

-No sé, cualquier cosa supongo- respondió riéndose –Cómo… ¿cuál es tu color favorito?-

No pude evitar sonreír luego de que él lo hizo, pero me puse serio de inmediato, no quería que pensara que era un idiota, o más bien, no quería que supiera lo débil que soy a ciertas cosas.

-Gris- respondí cruzando los brazos.

-Ah, al igual que tu tonto sombrero- dijo señalando mi cabeza, asentí bajando la mirada –Pero el gris no es un color, es un degradado del negro-

-Lo sé- dije sin mirarlo a la cara. Mi corazón empezaba a calmarse, pero empecé a sentir una molestia, tenía que preguntarle.

-Bueno, mi color favorito es el naranja- dijo volteando la mirada al igual que yo.

-Igual que tu bolso- dije en voz alta –Y casi todas las cosas que cargas encima-

Me miró sorprendido y yo me sonrojé por eso. Luego empezó a reírse con ganas.

-¡Casi no se nota! ¿Cierto?- dijo sarcásticamente. Y yo volví a sonreír.

En verdad, casi todas las cosas que usa son naranja. La mayoría de las veces que lo he visto, lleva camisas naranja. Pulseras naranja, zapatos naranja…

Volví a ponerme serio, tenía que pensar muy bien como preguntarle.

-Eh…- dije mirándolo, imaginando todas las reacciones posibles que pudiera tener –…tu nombre, ¿podrías ayudarme a recordar cual era?-

Por como colocó con fuerza las manos sobre mi escritorio pensé que se enojaría e incluso me golpearía.

-Eres muy distraído ¿verdad?- dijo acercándose –Llevamos casi un mes en el mismo curso y no recuerdas mi nombre, supongo que debe ser difícil para ti darte cuenta de muchas cosas obvias-

Su mirada era como un puñal que trataba de clavarse en mi cara, quería dejar de notar eso lo más que pudiera pero no podía alejar mi mirada. Y lo peor era que tenía mucha razón, pero al menos dijo que era distracción y no idiotez.

-Uzumaki, es mi apellido- dijo alejándose –Mi nombre te lo digo después, en algún momento que sepa que no lo olvidarás-

Lo dijo tan calmadamente que me asustó luego se quedó mirando sus manos sobre el escritorio, pensando en algo. A pesar de que yo me veía muy tranquilo estaba a punto de morir, esperando no empezar a sudar para luego vomitar de los nervios. Luego se dio la vuelta cuando llegó la profesora y pude respirar mejor.

Uzumaki, un apellido que nunca antes había oído. Pero más que nada, quería su nombre. Me dio esa estúpida condición cuando yo sabía de sobra que nunca, pero nunca lo olvidaría. Podría decírselo de manera convincente, pero ya no podía más, este era mi límite.

Cuando la clase acabó, él salió rápidamente y yo pensé que se había enojado. Así que volví a torturarme, sabía que tenía que averiguar su nombre por mis propios medios. Recogí mis cosas con calma y salí del salón, para encontrarme con la sorpresa de que me estaba esperando. Sentí cosquillas en mis mejillas y como si un aire caliente pasara por mis orejas.

-Vayamos juntos a casa- me dijo frunciendo el ceño. Yo me sorprendí quedándome sin aire nuevamente, asentí sonriendo nerviosamente.

 

 

 

 


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