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Versus por Tsuyume

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[Segunda Parte. Final]

Dulce Revancha

*°*°*°*

«No es cierto», Kasamatsu apretó los dientes con molestia e incredulidad al ver como Kise salía de una curva y lo superaba en velocidad.

Las ruedas de ambos vehículos se marcaron sobre el asfalto, y el ruido de las mismas se podía oír a varias cuadras a la redonda.

«Esta carrera ya es mía», sonrió Ryouta, emocionado; maniobrando sobre el volante y pisando de nuevo el acelerador, dejando a Kasamatsu algunos metros detrás de él. Ya podía ver la meta de llegada.

—¡Woah! ¡Ahí vienen!

Todos se amontaron, entonces, a los costados de la meta. Sorprendiéndose entre exclamaciones y comentarios de asombro al ver que Kise era quien tomaba la delantera.

Y como si fueran una ruidosa ráfaga de viento, ambos llegaron uno detrás del otro.

—Mi... dinero... —se lamentó Kagami al ver a Kasamatsu frenar repentinamente de costado, justo detrás de Kise.

—Mierda. Ja, ja. ¡Ahí lo tienen! —habló Moriyama con cierta diversión— ¡El ganador: Kise Rota!

—¡Es Ryouta! —protestó el novato vencedor al salir de su coche.

Los que habían apostado por él no dejaron de festejar su triunfo. Incluso Kagami le alzaba el pulgar, aunque no se notaba muy feliz. Y en medio del éxtasis de su primera victoria, Ryouta veía a la multitud que lo rodeaba y sintió, por primera vez, que pertenecía a ese mundo.

—Ten.

Aquella voz masculina lo despabiló un segundo antes de poder actuar por reflejo y poner las manos para atrapar las llaves que volaron hasta él. Kise las vio un segundo entre sus manos para luego alzar la vista, encontrándose con Kasamatsu. Una última mirada de sus ojos azul-grisáceos, y el pelinegro le dio la espalda para salir de allí. Por esa noche había perdido su mejor posesión a manos de aquel novato carilindo; no tenía nada más que apostar por el momento.

—Kasamatsucchi...

Un susurro que nadie oyó.

Ni siquiera Kasamatsu, quien esa noche sólo desapareció entre la multitud.

A los primeros rayos del alba, Kise aún no podía creer que tenía el coche de Kasamatsu para él.

—Y mira esto. Esto es genial —sonrió Kagami, husmeando cada detalle del panel de control dentro del ex-vehículo de Kasamatsu.

Ambos estaban en el taller mecánico del pelirrojo, observando los daños del Lamborghini y la composición del Nissan del pelinegro.

—Supongo...

Ryouta suspiró con cierto desánimo. Las manos en los bolsillos; la postura cabizbaja; con un pie sobre un cajón, Kise jugaba distraídamente con él mientras Kagami seguía entusiasmándose con la tarea.

—Te va a costar un dinero importante, pero podríamos dejarlo mejor de lo que ya estaba —bromeaba Kagami sobre las reparaciones del vistoso coche de Ryouta.

El chico sólo se alzó de hombros, mas Taiga entendió eso como: «transfórmalo como te plazca, yo pongo el dinero». Música para sus oídos.

—Iré a hablar con Ahomine y Moriyama; ellos también saben de esto. Aunque Ahomine no tanto —reflexionó con cierta malicia—. Bah, estoy seguro que nos darán una mano para llevarlo a otro nivel —sonrió emocionado—. Tú si quieres quédate.

Kagami no podía aguantar su emoción y salió de allí disparado hacia el taller del peliazul. Mientras, Kise aprovechaba la soledad y volvía a suspirar con pesadez, viendo su nueva adquisición. Bien ganada, por supuesto, pero no por eso cambiaba en algo su estado de ánimo.

¿Qué haría con él?

—Si no te gusta, apuéstalo en una carrera. Te lo ganaré.

Incluso antes de verlo, Kise supo a quién le pertenecía aquella voz.

—Kasamatsucchi —dijo, asombrándose notablemente por verlo allí.

El pelinegro apareció a sus espaldas. Y alzó una ceja, no muy contento de escuchar aquel sufijo idiota adornando en su nombre.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Kise percibiendo cierto cosquilleo en la garganta.

—Sólo pasé a ver cómo habían quedado —respondió como si nada—. Me encontré con Kagami en la entrada. Me dijo que estabas aquí —mencionó, dando un par de pasos hasta llegar al lado del imponente coche de color azul metálico, posando una de sus manos sobre él.

—No voy a arruinarlo si es lo que piensas —bromeó Ryouta, apoyándose también contra el coche, al lado del pelinegro.

—Hm.

En respuesta, Yukio sólo esbozó una media sonrisa, divirtiendo al rubio.

Un silencio ameno se formó entonces.

No se miraban.

«Qué lindo que es…»

En realidad, Ryouta sí lo miraba.

Porque simplemente no podía evitarlo. Y su sonrisa lo delataba. La picardía brillando en sus ojos dorados también. Kasamatsu y, de hecho, cualquier persona que lo viera se daría cuenta de lo que Kise estaba pensando. Pero, claro, Kasamatsu no estaba prestando atención a ello.

Mas la indiferencia de Yukio no duró demasiado cuando sintió que lo observaban. Y como si se tratara de una acción que nadie percibiría, giró sutilmente el rostro para ver hacia Kise, ampliando la sonrisa del menor.

Y quizás era producto de su imaginación, pero Kasamatsu podía jurar que la mirada que Ryouta le devolvía sólo la vio en mujeres que quisieron seducirlo… Y algunos chicos también. A lo mejor la falta de sueño le estaba haciendo daño a su juicio.

Kise, por su parte, no era muy consciente de la forma en que lo miraba. Apenas y podía percibir un calor agradable subir por su bajo vientre, ruborizando tan siquiera un poco sus mejillas. Se mordió el labio inferior cuando notó que los labios de Kasamatsu aparentaban increíble suavidad. ¿O era que estaba tan deseoso de besarlo?

Rendirse ante él.

No pudo hacerlo en la carrera —y ciertamente no se arrepentía de ello—, pero estaba dispuesto a darle la revancha y dejarlo jugar.

—Oye… sabes, cuando corrimos, algo sucedió.

—¿Algo?

Kasamatsu ladeó el rostro sin entender el punto en sí.

—No lo sé… Me gustó. Fue extraño. Tal vez porque era la primera vez que corría contra alguien como tú… —sonreía y bajaba la cabeza; un poco apenado—. Y me preguntaba… si te había sucedido algo parecido. No lo sé… quizás te gustaría…

—Ve al grano.

—¿Quieres acostarte conmigo?

Entonces preguntó, casi como si le hubiera comentado del clima agradable que se sentía esa mañana, pero sus mejillas levemente sonrojadas lo delataban.

Peor aún estaba Kasamatsu, quien sólo alzó una ceja, sonrojado, incrédulo de haber oído lo que aquel mocoso le dijo.

—¿Normalmente preguntas cuando quieres follar con alguien?

—¡Soy un chico muy seguro! Si es lo que quieres saber —protestó avergonzado—. Ha de ser por tu culpa; contigo uno no puede estar seguro de decir nada.

Yukio sonrió ante aquellas palabras envueltas en una especie de berrinche infantil. Él era muy consciente de su "habilidad" para intimidar a la gente, no necesitaba que se lo dijeran.

No lo meditó demasiado cuando se acercó aún más Kise, acorralándolo contra el vehículo.

El corazón de Ryouta se aceleró súbitamente cuando se dio cuenta que había quedado frente al cuerpo de Kasamatsu. Ya no tenía a dónde ir. Aunque tampoco era como si quisiera estar en otro lugar.

El poco espacio hacía que sus respiraciones se oigan profundas.

La mirada de Kasamatsu hacía que Kise se sienta pequeño.

—Bésame... —suspiró al ver que Kasamatsu no hacía más que mirarlo y sonreír apenas.

Torturándolo.

Excitándolo.

Kasamatsu ahogó una sonrisa socarrona por su desesperación. Pocas veces se había sentido tan deseado. Mas al detenerse a ver sus brillantes ojos ambarinos el deseo despertó en él con la misma necesidad y, entonces, fueron las ganas de devorar aquella boca lo que se esforzó por reprimir.

La distancia se perdió entre sus labios unidos por un suave beso. Un corto pero ardiente roce. Cuando Yukio se apartó unos centímetros para verlo fue un golpe a sus sentidos. Porque Kise lo veía atentamente… y en verdad lo quería.

—Hagámoslo… Hagámoslo aquí mismo~

Ryouta lo tomó del cuello de su camiseta y tirando de él, lo besó con aquellas ansias que lo quemaban. La boca de Kasamatsu respondió. Y de pronto ambos estaban sumidos en un beso fuerte y demandante.

Imposible explicar lo pasó por sus mentes, si es que pensaron en algo al hacerlo. Porque incluso el aire se embriagó de pasión.

Y ellos se llenaron de esa sensación de arrebato.

Desbordándose de locura.

Porque era una locura.

—Uh… Si…

Ryouta gimió, desesperado y enloquecido con los pequeños besos de Kasamatsu arrastrándose sobre su cuello. Hasta morderlo. Estaba marcándolo. Y aquellas manos aferradas a su trasero poco hacían para calmarlo. Si alguna vez Kise se sintió manoseado, cualquier recuerdo quedaba en un juego de niños, porque sólo entonces sintió lo que era ser tocado por alguien.

Era algo brusco, pero esa violencia lo encendía.

La lengua de Kasamatsu se movía ladinamente sobre la suave piel de Kise mientras lo succionaba con la boca, repartiendo ávidos besos; encendiéndose con los suspiros que Kise le regalaba. Y repentinamente, en un gemido estridente, Ryouta se aferró a sus hombros, víctima de un sonrojo violento; víctima desprevenida de los dedos de Kasamatsu, que apretaron contra su entrada a través de la ropa.

Hambriento.

Entonces Yukio le susurró que se diera la vuelta, él no tenía fuerzas para hacerlo. Y Kise obedeció encantado.

Le pidió que fuera él quien se baje los pantalones. Y Kise lo hizo… mordiéndose el labio, consumido de excitación.

Los ojos incrédulos del pelinegro brillaron con lascivia y sus mejillas se sonrojaron al ver como Ryouta alzaba un poco más la cadera y deslizaba la prenda hacia abajo, abriendo las piernas para él.

—Yukiocchi… métemela~

Gimió, apoyado contra sus brazos, ansioso de sentir esa carne en su interior.

—No me obligues a hacerlo…

Kise lo oyó susurrarle contra la parte baja de cuello, erizándole la piel con la calidez de su aliento, enloqueciéndose cuando sintió los dedos de Kasamatsu acariciar afanosamente su entrada. Estaban mojados. Resbalaban perfectamente contra él.

Aquel par de dedos lo penetraron lentamente, llevándolo a un precipicio del que sólo quería caer. Se sujetó de donde pudo; intentó acallar sus gemidos. Pero sólo quería excitarlo también. Y su voz exhalando palabras sin sentido y quejidos de placer era su única arma. La más efectiva. Tal vez no lo sabía, pero Kasamatsu no podía más con su erección oprimiéndose en sus pantalones, humedeciéndolos con su líquido pre-seminal.

—¡Aahh~! ¡Yukiocchi~!

De pronto los dedos del pelinegro dejaron de arremeter contra él y salieron de golpe.

Kasamatsu le bajó todavía más los pantalones —hasta las rodillas—; se abrió la cremallera de los suyos.

La respiración entrecortada de Ryouta se vio ahogada súbitamente. Kasamatsu lo había tomado de las caderas, había separado sus nalgas, y lo había penetrado de una sola vez.

La boca abierta de Ryouta ahogó un grito mezclado de placer y dolor al sentir aquel miembro hacerse paso de una sola estocada en su interior, llenándolo.

Un par de lágrimas se acumularon en los bordes de sus ojos, mas, la sensación de sentirlo completamente dentro de él fue superior a cualquier delirio.

Kasamatsu oyó a Kise jadear hasta contenerse en un tortuoso y corto silencio. Sus cuerpos unidos se estremecieron a la par, deshaciéndose en un sinfín de sensaciones. Embriagando la atmósfera con el olor de sus sexos.

—Nh… Sí… Yukiocchi~

Fue Kise quien comenzó a moverse para sentir, todavía más, el miembro del pelinegro.

—Ki-Kise…

Kasamatsu frunció el ceño, sonrojado. Y con el último halo de cordura que le quedaba, tomó al rubio por la cadera, deteniéndolo; dispuesto a ser él quien marcara el ritmo.

—Sí… sí… Hazlo~ Fóllame, Yukiocchi~

Un dulce estremecimiento lo recorrió lentamente al sentir como el miembro del pelinegro entraba y salía de él cada vez con mayor fuerza. Kise jadeó al ritmo de las embestidas. Su piel se erizó cuando una mano de Kasamatsu se coló por debajo de su remera y en un camino de caricias llegó hasta su pezón, pellizcándolo y jugando con él entre sus dedos.

—Uh~ Más… Más fuerte… Sí, así~ Dios… qué bien lo haces~

—Mierda… Kise… —Kasamatsu gruñó, satisfecho de aquella estreches que lo envolvía— Nada mejor… para eliminar tensiones… después de una carrera, ¿eh? —jadeó sin dejar de arremeter contra Kise.

—Sí… Lo que digas… Nh… Pero… ¿eso quiere decir… que no estás enojado?...

—¿Eno… jado?

—Porque… gané… ah~

—No estoy enojado… Mh… No me conoces enojado —susurró en su oído, mordiéndole suavemente el lóbulo; besándolo, mientras Kise se mordía el labio inferior.

Sus pieles se volvían hipersensibles a los roces. La sensación de sus cuerpos al chocar, uno dentro del otro, los estaba haciendo perder el juicio.

—¡Ahh, me estás matando~!

Casi lloró Kise al desbordarse de placer. Su miembro brincó con las embestidas hasta, finalmente, correrse. Preso de los espasmos que atormentaron violentamente cada centímetro de su cuerpo, las piernas le temblaron, debilitándolo, sumiéndole en una espontánea inconsciencia en la que sólo pudo sentir lo más real de la felicidad.

Su orgasmo lo había envuelto en la más plena satisfacción.

Kasamatsu lo mantuvo firme de la cadera y siguió embistiendo contra su cuerpo tembloroso. Los gemidos de Kise, y su cuerpo chocando contra el suyo fue más que suficiente para enceguecerse de lujuria.

—¡Ahg! Me ven… go…

Llegó a advertir, más no a salir de él.

Y de pronto el nombre de Kise brotó de sus labios cuando acabó dentro de él. Llenándolo con su esencia hasta desbordarlo.

El corazón del rubio se aceleró desenfrenado al sentir aquel calor fluyendo por sus entrañas.

«Es… es suyo», se repitió inconsciente.

Feliz.

.

.

A lo lejos algunos pájaros comenzaban con su cantar madrugador. Aun así, fue el sonido de la alarma lo que le despertó de pronto de su sueño. Con los ojos somnolientos y una —apenas dormida— sonrisa, Kise se levantó de su cama en medio de su enorme habitación; tomando las sábanas y destapándose de una sola vez, dándose cuenta que le faltaba parte de su ropa…

Toda su ropa.

Y ya tenía al culpable.

—¡Kasamatsucchi! ¡¿Dónde demonios está mi ropa?!

—Oye, no grites. También acabo de despertarme, mocoso. Y no sé nada. ¿Por qué me preguntas a mí?

Pero Kise pudo oír la diversión aumentar en cada una de sus palabras. Acaso ahogando una risa socarrona.

—Yo tenía ropa interior. ¿Dónde está?

—Se te habrá… caído.

Y desde el baño pudo oírse su ahogada risa.

Kise inflaba las mejillas, sonrojado. ¡Indignado!

Aunque también excitado.

¿Cuánto tiempo llevaban saliendo? No lo recordaba con exactitud. Y tampoco era como si pudiera llevar una cuenta después de haber sufrido más de una mañana de haber despertado sin recordar nada de lo que habían hecho la noche anterior.

Después de todo, amaba escaparse con Kasamatsu y volver a su casa en lo oscuro de la madrugada; subiendo a su habitación por la ventana; haciendo el amor a escondida de sus padres, para luego despertar y darse cuenta que Yukio se había quedado a dormir con él…

Como cada noche.

.

.

.

Notas finales:

Así, muchas gracias por los reviews que han mandado. Espero les haya gustado. Este renacuajo de escritora es suya.

La continuación de esta historia la pueden encontrar en mi cuenta con el nombre de Versus ll.

¡Gracias por leer!


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