Poco a poco fuiste calmando aquella bestia que vive en mi interior. Lograste apaciguar mi ira, mi desenfreno, el descontrol. Y así me convertiste en un tierno y dulce gatito que ronronea por las caricias de su dueño.
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Frente al espejo se hallaba otra vez, contemplando con detenimiento cada centímetro de su cuerpo. Con el ceño fruncido con delicadeza cada marca grabada en su piel.
- Eres un bruto Beyond -musitó a sabiendas de que su compañero de cama dormía plácidamente después de aquella intensa sesión de sexo.
Con paso lento volvió a la cama, sentándose en esta y observando el rostro de su durmiente amante. Tenía que hacerle entender de una vez por todas que existía otra forma de hacerlo, ni tan salvaje ni tan sádica, quería hacerle saber que tanto el amor como la dulzura podían hacerlo llegar al cielo y llevarlo al infierno a la vez, que podían hacerlo disfrutar tanto o más que de aquella forma desenfrenada.
Su dedo jugueteaba con un mechón de su pelo mientras en su rostro se dibujaba una sonrisilla traviesa. Ya sabía cómo calmar a la fiera.
Agarró las cuerdas con las que anteriormente había sido atado y con delicadeza amarró las muñecas de Beyond al cabezal de la cama, una vez hubo acabado prosiguió a hacer lo mismo con sus tobillos.
-Beyond -le susurró en el oído, mordiéndolo suavemente -amor -acarició con detenimiento el pecho de este, descendiendo lentamente hasta su sexo y dándole suaves caricias. Un suave quejido escapó de su amante y finalmente pudo ver aquellos rojizos ojos que tanto le gustaban.
-Near -susurró con la voz ronca -de verdad que eres insaciable -sonrió de lado e intento cambiar de posiciones aprisionando aquel pequeño cuerpo, dándose cuenta al fin de su situación -Near -lo miró con toda la seriedad que pudo, intentando ignorar la traviesa mano del muchacho -desátame, ahora.
-No -canturreo el albino mientras sonreía de forma burlona -te advertí mil veces que no debías marcarme, no así -y de pronto ante el mayor apareció una cinta de seda, roja como sus ojos -¿Sabes lo que es el nudo filipino amor? -sonrió con cierta malicia, haciendo estremecer a su amante.
-No... -aunque tenía curiosidad deseaba que aquel absurdo juego acabará de una vez, se sentía acorralado y odiaba aquella sensación.
Con desconfianza contempló como el chico se disponía a lamer de arriba a abajo su sexo, deteniéndose en la punta, chupándola haciendo que se pusiera completamente erecto mientras él tan solo podía limitarse a soltar pequeños gemidos. Cerro los ojos dispuesto a disfrutar de aquella cálida y húmeda boca que le daba placer y de pronto nada, nada de nada. El muy maldito se había detenido para anudar aquella estúpida cinta alrededor de sus testículos haciendo un lacito "muy mono" según él.
-¿Se puede saber qué haces? -dijo con el ceño fruncido.
-Ya lo verás amor -sin más dilación el albino se subió encima de este haciendo que entrara de una sola estocada, arrancando así un sonoro gemido de parte de ambos. Dio suaves y cortos besos en los labios del mayor y acarició con avidez su cuerpo y al fin poco a poco comenzó a moverse, de arriba a abajo, cada vez más rápido, gimiendo cuanto quería sin contenerse.
-Te... te amo -gritó entre jadeos.
-Más rápido Near... -ordenó con ganas de ser liberado y de empotrar al muchacho contra la cama -más rápido...
La orden fue acatada de inmediato inundándolos de placer y obteniendo, al cabo de poco, un potente orgasmo por parte del albino.
-Near... -gimió el mayor, respirando hondo, sintiendo como una ola recorría su cuerpo pero sin llegar al momento culmine, dejándolo incompleto.
Las caderas del menor se movían en círculos que al cabo de poco dio comienzo aún lento vaivén.
-No dejaré que te corras -susurró -no hasta que lo digas -en su cara aún continuaba plasmado el éxtasis de escasos momentos atrás.
-¿Decir que? -inquirió un tanto descolocado el mayor.
-Que me amas -susurró el albino en su oído para acto seguido morder el lóbulo con suavidad.
-Pero si ya lo sabes... -murmuró con la voz ronca sintiendo de nueva cuantas las oleadas que recorriendo su cuerpo cuando el albino comenzó a moverse otra vez, sintiendo como su polla era apretada por las estrechas paredes de aquel pequeño demonio. Las oleadas eran más fuertes, más intensas, pero nada llegaba al final. El muchacho que tenía encima tan sólo se movía con desenfreno, lleno de lujuria, privándolo del protagonismo en el acto y aún peor, robándole el derecho de correrse y llenar su pequeño agujero de su esencia.
-Por Dios Near... -su vista se nublaba, su mente se perdía entre el placer que por vez primera experimentaba de una forma tan sumisa y aunque le costará admitirlo aquello le encantaba -te amo Near... ¡Te amo! -gruñó al borde de la locura.
Al instante sintió como su sexo era liberado de aquella tediosa cinta y de pronto, todo lo que anteriormente no llegó lo inundó de golpe brindándole el orgasmo más potente que había tenido al largo de su vida.
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Y si, aquella noche lo repetí, te dije mil veces que te amo. Pasaron los días y ya no había alguno en el que no te lo dijera cada vez que lo exigías. Y poco a poco me fuiste domando, pero oh, mi pequeño y dulce Near, no creas que me cambiaste, un día de esto volveré a ser el mismo que te llevaba hasta la fina línea que separa el placer del dolor. Un día de estos tú volverás a ser mi pequeño y dulce gatito que ronronea por su dueño.