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Confesiones por Himeka_Akihime

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No hay manera 




  




La música sonaba a todo volumen dentro de aquellas cuatro paredes, y él la escuchaba sin parar, repitiéndola una y otra vez mientras fumaba, inundando la habitación de humo, pero le era absolutamente igual si moría intoxicado ahí dentro porque en verdad, no había manera. No, no había manera de sacar a ese rubio chico de su cabeza, reinaba sus pensamientos día y noche con los recuerdos tan vividos de los últimos meses. Había llegado a su vida como un torbellino, desestabilizando su mundo por completo, cambiándolo todo a su paso, encantándolo, hechizándolo con esos profundos ojos azules que lo cautivaban. Y de golpe… nada, había desaparecido, se había esfumado sin dejar rastro a su paso, ni una llamada, ni un mensaje, nada… 




-¿En donde estas Mihael…? -susurró para si mismo buscando un porqué, un fallo en su comportamiento, algo que pudiera haberlo molestado, alejado de esa manera. Cerró los ojos dando una larga calada a su cigarro y comenzó a recordar, desde el inicio, desde el primer instante en que lo conoció.  




Y ahí estaba, esa intensa mirada que lo repasaba de arriba abajo con una sonrisa de lado adornando su rostro. Al principio todo había sido muy normal, era el amigo de un amigo así que se dieron las típicas presentaciones, cordialidades, conversaciones triviales en una terraza del centro acompañadas de unas cervezas, luego una cena ligera y finalmente la música estridente que lo envolvía todo en aquella discoteca. Esa noche bailaron, rieron y disfrutaron, al menos él lo disfrutó como hacía tiempo que no lo hacía porque a parte de la buena música hubo miradas cómplices, roces, tensión, de esa agradable que te deja un hormigueo en el estómago. Ya hacia la madrugada intercambiaron números antes de separarse y Matt se fue a su piso de estudiante con el corazón palpitante, rebozante de emociones.  




Los días posteriores fue un sinfín de mensajes, conociendo un poco más de cada uno, desvelado pequeñas partes de sus vidas y entre una cosa y otra insinuaciones furtivas, acompañadas a veces de alguna foto subida de tono, en esas circunstancias era evidente el deseo que sentían el uno por el otro. Y quedaron, vaya que si lo hicieron, cada vez que podían se veían, hablaban, pero sin llegar a nada más a pesar de esa fuerte atracción, hasta que un día el rubio lo miró algo enfurruñado, impaciente y se abalanzó, cogiéndole de la cintura, atrayéndolo hacia su cuerpo y devorando sus labios con ansias. Sin duda ese primer beso fue correspondido por el pelirrojo con la misma intensidad, con esa hambre de hacerlo suyo y, en lugar de salir hacia las abarrotadas calles de esa ciudad como habían planeado subieron apresuradamente hacia el piso de Matt.  




Besos hambriento, caricias recorriendo ambos cuerpos, acabaron desnudos antes incluso de llegar al dormitorio, pero eso no importaba. Matt recordó cómo los labios, la lengua y los dientes de Mello recorrían su cuerpo, al igual que sus uñas que dejando marcas rojizas a su paso, recordó además la rudeza con la que lo subió a la mesa del comedor, y ahí, tendido a su merced su cuerpo fue invadido por el erector miembro del muchacho provocando en él una holeada de sensaciones, una electricidad que recorrió su columna vertebral haciendo que se escapara un jadeo de entre sus labios. Y el fabuloso vaivén fue perfecto, acompañado de besos, jadeo, mordidas, de eres genial o sí, así, no pares. Finalmente acabaron con una sensación de electricidad, de fuego que se expanda desde sus entrañas hasta la punta de sus dedos. Luego una ducha, risitas, algún azote y la sensación de relajación, de comodidad entre ambos.  




En los días siguientes volvieron los mensajes, charlas interesantes, era como si se conocieran de toda la vida aunque sólo habían pasado tres meses desde la primera vez que se vieron. Y de golpe una sequedad abrumadora de parte del rubio, respuestas tajantes que cada vez lo alejaban más, ese sentimiento creciente de pérdida, ese run run que no lo dejaba dormir. ¿Habría hecho algo mal? ¿Lo había ofendido de alguna manera? Y como saberlo si no era adivino, aunque preguntó un par de veces nunca obtuvo un motivo, una respuesta que apaciguara su “miedo”. Hasta que finalmente las conversas cesaron dejando un pequeño vacío en su interior.  




 




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Debo confesar que realmente no es tristeza lo que siento, ni decepción, ni añoranza, más bien es rabia, incluso un poco de ansiedad. Porque no entiendo que fue lo que pasó y creo que al menos merezco una explicación que por lo que veo no va a llegar. Quizás para ti fui solo un juego, un pasatiempo y eso me enfada a un más porque llegué a considerarte un amigo. Lo pero de todo es que no, no hay manera de sacarte de mi cabeza.  

Notas finales:

Espero que os haya gustado ;)


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