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Luces de neón por PureHeroine

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Notas del capitulo:

Buenas noches, aquí vengo con el 2º capítulo, es un poco largo, pero espero que merezca la pena, un beso y hasta mañana :P

-          Ya estoy… en casa. – Cerré la puerta tras de mí y suspiré largo y tendido. Y como no podía ser de otra manera, no recibí ninguna contestación. ¿Cuántas veces había deseado que mis padres me dieran alguna que otra charla sobre no venir tarde, de no pasarme con el alcohol, de las drogas, del sexo…? Pero ninguna de esas conversaciones tan detestadas y embarazosas para prácticamente todos los adolescentes han sido habladas en mi casa. Siempre había tenido que enfrentarme sola a todos los dramas de la adolescencia; mi primera borrachera, aquella noche donde piensas no beber nunca más y sientes que el estómago va a salir por tu boca. El primer fracaso amoroso, cuando estás segura de que ninguna otra persona se fijaría en ti. El sentarme a hablar con mi familia de lo que quería hacer en un futuro, incluso en la infancia, cuando tu mayor deseo es ser astronauta, jugador profesional de algún deporte o actriz de cine.

 

Pero no. Nada de esas insignificantes cosas han pasado en mi vida.

 

Entré a la cocina, viendo como estaba echa un desastre. Todos los armarios se encontraban abiertos, decenas de productos tirados por el suelo, varios platos sucios en el fregador, las pocas sillas que habían alrededor de la pequeña mesa estaban tiradas por el suelo… Y como era normal, varias botellas de alcohol esparcidas por el suelo de la cocina. Me dirigí al salón para encontrarme con la imagen que se había vuelto normal desde que tenía ocho años. Mi madre tirada en el sofá, ebria y rodeada de botellas de alcohol, cigarrillos consumidos y vasos vertidos. Me acerqué lentamente, estaba completamente dormida y olía a alcohol desde un kilómetro. Apagué la televisión y me dirigí hacia las escaleras para entrar al baño y despejarme un poco. Bajé la cremallera de la chaqueta que me había dejado la agente y me quité los pantalones, quedándome en ropa interior y dejando unas cuántas marcas de golpes y arañazos al aire.

                Estaba echa un asco, el maquillaje se me había corrido, el pintalabios era casi inexistente en mi boca, tenía el sujetador lleno de alcohol y el pelo estaba cargado de humedad, por lo que la hora que me había pasado alisándomelo se había ido a la mierda. Pero lo que menos me apetecía hacer en ese momento era darme una ducha, por lo que fui directa a mi habitación y de cabeza, a la cama. Aspiré el aroma que había en mi habitación, el cual se entremezclaba con otro que no me parecía familiar, agarré la chaqueta, doblada cuidadosamente sobre la mesa de mi escritorio y aspiré el olor que desprendía. Mordí mi labio inferior al recordar a la agente Jones, pura mezcla entre sensualidad y seguridad y me quedé dormida abrazada a ella.

                Cuando desperté, eran las siete de la tarde, solo quedaban dos horas para que entrara a trabajar. Era sábado y me tocaba turno de noche, trabajo de camarera en uno de los Pubs más concurridos de la ciudad, por las mañanas y tardes era una cafetería de lo más moderna, con música actual y la mejor comida de la región. Pero por las noches se convertía en una discoteca donde la perversión, las drogas y el vicio era lo que reinaban. No es que me quejase de trabajar por la noche, es más, cuanto más tiempo pase fuera de casa, mejor. Pero trabajar como camarera en una de las discotecas más populares conllevaba lidiar con gente problemática, que no acepta un no por respuesta cuando rechazaba su oferta de ir a la cama. Me levanté de la cama maldiciendo el día en el que nací, todo el cuerpo me pesaba debido a la fiesta del día anterior. ¿De verdad tenía que aguantar toda una noche sirviendo copas y fingiendo que me interesa lo que me diga toda persona que se me acercara? Me metí a la ducha y me lavé el pelo, me sentía la persona más sucia del mundo. Al salir, me puse la ropa interior y me arreglé el pelo, secándomelo y dejándolo sin planchar, viendo como mis naturales y leves ondulaciones caían sobre mi pecho y por la mitad de mi espalda. Maquillé mis ojos, haciendo que pareciesen más grande y mucho más verdes de lo que eran de por sí, me pinté los labios con el rojo más fuerte que había en mi tocador y me lavé los dientes con mil y un productos, pues el alcohol ingerido en la noche anterior aún lo podía saborear. Me dirigí al gran vestidor de mi habitación y agarré una minifalda negra y una camiseta de encaje del mismo color, cogí un par de los tacones más altos que tenía y me perfumé con una de mis colonias preferidas. Agarré el bolso donde metí el móvil, las llaves y alguna otra cosa que me pudiese servir para la larga noche que me esperaba. Bajé las escaleras con cuidado de no caerme por los 16 centímetros que llevaba bajo los pies y me quedé asomada en el marco de la puerta del salón, viendo a mi madre en la misma posición que antes, tirada en el sofá con una botella de vodka medio vacía en la mano.

 

-          Me voy. – Pero ninguna contestación por parte de la mujer que estaba en el sofá llegó a mis oídos. Cuántas veces hubiese deseado oír un: lleva cuidado, o un ¿A qué hora llegarás? O incluso un: te estaré esperando hasta que llegues. Pero ningún gesto de cariño ni un gesto maternal por parte de aquella mujer. ¿Alguna vez la había llamado mamá?

-          Perdona Sam. – Me disculpé al entrar en su coche y le di un sonoro beso en la mejilla.

-          Tranquila, acababa de llegar. – Me dio una gran sonrisa y arrancó el coche. – Tienes cara de cansada, ¿Mucha fiesta anoche?

-          Ni con maquillaje lo puedo cubrir, ¿eh? – Reí levemente y apoyé mi cabeza en el asiento. – Hicimos una pequeña fiesta en la casa de campo de Brenda pero… la cosa se torció y acabamos en comisaría por un asunto de drogas.

-          ¿La policía entró a su casa y os detuvo? – Rió y aprovechó el estar paradas en un semáforo en rojo para mirarme.

-          Sí… - Suspiré. – Pero nos hicieron unas pruebas para ver si consumíamos y al salir negativas, nos soltaron.

-          Vaya… - Volvió a girar su cabeza hacia la carretera. – Una noche completa.

-          Espero que la de hoy sea mucho más tranquila o te juro, que mi cabeza estallará. – Suspiré.

-          Tranquila. – Samantha puso una mano sobre mi rodilla. – Esta noche estaré yo contigo. – Deslizó levemente su mano hasta la parte interior de mi muslo y ahogué un gemido mordiéndome el labio inferior. Samantha era una chica de veinte años, de mi misma estatura, una despampanante rubia con ojos azules y un cuerpo bastante trabajado debido a su gran afición por el deporte.

-          ¿No crees que el mayor peligro será tenerte cerca? – Sonreí y acaricié el dorso de su mano, que se introdujo levemente en mi falda y me acarició cerca de mi entrepierna, provocándome un cosquilleo en la columna. – Frena, fiera. – Le saqué la mano lentamente de mi ropa y sonreí. – Que aún queda mucha noche.

 

Llegamos al establecimiento, aún no había mucha gente, sólo los coches de los trabajadores; camareros, camareras y la gente de seguridad. Salimos del coche y miré a Sam de arriba abajo, vestía unos pantalones negros altos y una blusa de color azul eléctrico, con unos taconazos de vértigo del mismo color. Todo un partidazo.

 

-          Hola Amy. – Saludó Sam a la chica que cargaba varias cajas de bebida. - ¿Te echamos una mano?

-          Hola chicas. – Suspiró y dejó las cajas en el suelo. – Llegáis justo a tiempo. – Puso sus manos en su costado y puso mala cara. – Estoy molida.

-          Tranquila, ve a descansar. – Agarré las cajas que ella había dejado en el suelo y las cargué. – Sam y yo nos encargamos de estos.

-          Gracias. – Agradeció y se fue dentro a preparar los equipos de música. – Hola Sergei. – Saludé a uno de los chicos de seguridad que medía dos metros y era tan fuerte que parecía un armario.

-          Paula. – Agachó su cabeza en forma de saludo y me ayudó con las cajas, cargándolas todas en una mano.

-          Muchas gracias. – Cogí un par más que estaban en el suelo y las metimos todas a una de las barras de camareros que estaban repartidas por todo el local.

-          Nos toca trabajar en la sala VIP, preciosa. – Sam dejó unas cuantas botellas de alcohol en la barra. – Tenemos que ir cuanto antes a prepararlo todo, ¿Vienes? – Afirmé y la seguí, despidiéndome de Sergei. La sala VIP era diferente a todas las demás. La decoración era exclusiva e incluso tenía varios DJ solo para esa sala, la barra donde Sam y yo íbamos a trabajar era más grande que todas las demás del local y un gran escenario al fondo para actuaciones privadas.

 

Una, dos, tres horas pasaron hasta que la noche comenzó.

 

-          ¿Qué dices, Sam? – Le grité al oído a la otra camarera que intentaba seguir el ritmo de todos los pedidos que nos llegaban.

-          Aquel rubio de allí quiere que le atiendas tú. – Me devolvió los gritos mientras yo servía un par de copas y se las daba a las dos chicas que estaban detrás de la barra.

-          ¿Y por qué yo?

-          No lo sé. – Me respondió. – Pero si se pasa de la raya, avísame que le parta la cara. – Dijo algo seria mientras miraba de reojo al rubio.

-          No te preocupes. - Me separé de Samantha para ir al otro lado de la barra y miré al rubio. – Hola, ¿Qué quieres? – Le di una gran sonrisa y el chico sonrió.

-          A ti. – Me devolvió la sonrisa y torcí la mía.

-          De beber, listillo. – Saqué un vaso y lo llené de cubitos.

-          Sorpréndeme. – Sonreí traviesa y le hice una mezcla que haría que se pasara toda la noche en el baño. – Toma, que lo disfrutes. – Ni siquiera le acerqué el vaso, simplemente lo dejé ahí con la palabra en la boca. – Será gilipollas. – Pensé para mis adentros y volví a la parte de la barra que me correspondía.

-          ¿Qué ha pasado? – Se acercó Sam a mi oído.

-          Nada. – Sonreí y volví al trabajo. – No tienes por qué ponerte celosa. – Le saqué levemente la lengua y se mordió el labio. Pasaron unos veinte minutos desde el incidente con el chico rubio, hasta que la música se frenó en seco, haciéndome recordar la noche anterior. ¿No será que…?

-          ¡Que nadie se mueva de la sala! – Entraron cuatro personas uniformadas y con las pistolas desenfundadas. – Somos la policía. – Gritó el cabecilla. – Si alguien se mueve, lo llevaremos con nosotros por desobediencia a la ley. – Paseé mi vista por cada uno de los agente que habían irrumpido en el lugar, y mi mirada se detuvo en la azul mirada que no me quitaba ojo de encima.

 

Parece que nos volvemos a encontrar, Agente Jones.

 

 

 

Notas finales:

¿Reviews? :P


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