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Un Santa diferente por Evangeline_Evans

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Notas del capitulo:

Y aquí está el 2º capítulo, espero que disfrutéis de él. Para el siguiente quiero añadir S-E-X-O pero no sé... ¿qué me decís?

 

Muchas gracias por vuestros comentarios, kazenoserei y... bueno, Anonimos. Espero que os animéis a decirme que os parece ahora también :3

 — ¡Todo está listo señor! ¡Buen viaje!


— ¡Gracias Steve! ¡Hasta mañana!


Con esas palabras Nick espoleó a los renos, que salieron corriendo hacia el portal que lo telenstransportaría al cielo de Tokio, la primera ciudad del recorrido, a la medianoche exactamente. Tenía una hora para repartir los juguetes en esa franja horaria y luego seguir a la siguiente donde, por supuesto, sería una hora menos, es decir, la medianoche. A veces era capaz de estar horas y horas con el reloj de su móvil anunciándole las 12:00 aunque, por supuesto, había veces en las que se retrasaba y se quedaba más tiempo en una franja horaria, demorando su llegada a otro país. Pero finalmente llegaba a Estados Unidos antes de las cuatro de la mañana.


Era casi su última parada antes de volver al “Polo Norte” y estaba cansado. No físicamente, al fin y al cabo era un hombre lobo, pero sí mentalmente. En ésta dirección había una gran cantidad de niños, diciéndole que había acabado en otro orfanato.


Los orfanatos le ponían melancólico. Le producía mucha tristeza ver a niños abandonados o solos, sin padres que le arroparan por las noche. Muy pocos orfanatos acogían a niños felices.


Se bajó de trineo y abrió un portal al árbol de la casa. Cogió uno de los saquitos que habían aparecido a su lado y entró.


La habitación estaba débilmente iluminado por el árbol de navidad, que al parecer había quedado encendido para la importante ocasión. Vio numerosos regalos alrededor del árbol, cada cual envuelto con papel diferente y de vistosos colores. Con una sonrisa, empezó a sacar los suyos que, conforme tocaban el aire, aumentaban de tamaño, y a colocarlos junto a los demás.


Al terminar, se levantó y olfateó el aire por primera vez. Y por segunda, Y tercera. Finalmente acabó cogiendo una profunda inspiración, mientras sentía que las garras traspasaban los guantes rojos (que se arreglaron al instante) y los dientes se le afilaban. Olía a chocolate caliente, a galletas de vainilla recién hechas, a noche estrellada y a nieve recién caída. Olía el cielo.


El olor estaba en todas partes, pero sobre todo en un sillón junto a la chimenea rodeado de taburetes pequeños y almohadas grandes.


Se acercó a él y continuó olfateando. Después empezó a seguir el olor por toda la casa hasta llegar a un despacho amplio y ricamente decorado con adornos, donde el olor se hacía más intenso y embriagador.


Y allí estaba, la fuente de esa esencia tan apetecible, en el sofá al lado de la ventana, con un libro sobre el pecho.


Dulces cachorritos, ¡él era totalmente comestible! Desde su pelo negro ébano hasta su piel pálida y llena de pecas, pasando por su pequeña boquita roja hasta su nariz respingona y totalmente adorable. Hasta amaba su pijama rojo. Hombre, realmente quería pegarle un pequeño mordisquito. Uno que se viera bien y durara mucho.


Había encontrado a su compañero de vida.


Sin acordarse de donde estaba ni de como se llamaba ni de que demonios hacía allí, se fue acercando a su sueño hecho realidad (sueño que, por cierto, no sabía que tenía hasta ahora) y se arrodilló a su lado, acariciando su mano (y sacándose rápidamente los guantes que le impedían tocar su piel).


El hombre gimió.


— ¿Ya es hora de abrir los regalos?


— Es hora de abrir MI regalo.


El hombre se sobresaltó y dio un respingo, abriendo los ojos de par en par y empujándose contra el respaldo del sofá.


— ¡¿Qué..?!


— Shhh. No vayas a despertar a los niños.


— ¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Eres un ladrón? Porque si eres un ladrón le aseguro que no tenemos cosas de importancia. No debería haber usted elegido un orfanato. ¿Y qué haces vestido así?


— Tranquilo, pequeño pastelillo de azúcar y chocolate, no soy un ladrón.


— Pastelillo....


— De azúcar y chocolate, con una pizca de vainilla. Y una ramita de canela. Todo bellamente envuelto con un bonito envoltorio plateado y verde.


¡Sus ojos! Por el gran Nicholás, sus ojos eran de un verde brillante, semejante al de los pinos a primera hora de la madrigada, mojados por el rocío.


— ¿Eres alguna clase de psicópata? ¿Un caníbal? Porque debo advertirle que no tengo un buen sabor. Es más, me suelen decir que soy muy amargo.


Ante estas palabras Nick no pudo evitar soltar un breve carcajada. Su compañero era hilarante. Y ahora que estaba más cerca, con su cuello a sólo unos centímetros, viendo su blanca clavícula y su pulso acelerado, sólo podía pensar en marcarlo cono suyo. Ahora. Mañana. Dentro de cien años.


— No soy ningún psicópata, mi sabrosa galletita de chocolate. Soy Santa Claus.


La pequeña boca cayó abierta mientras sos manos se contraían nerviosas alrededor del libro. Después soltó una risita nerviosa.


— ¿De que hospital psiquiátrico te has escapado, amigo? Porque estoy seguro de que nadie ha firmado tu alta.


— No me he escapado de ningún hospital psiquiátrico, te lo seguro. Y no miento.


— Ya. Y yo soy el hada de los dientes


— Pues estás un poco más masculino de lo que recordaba — dijo serio. Luego, al ver su cara de sorpresa, rectificó: — Es broma mi dulce algodón de azúcar. El hada de los dientes no existe.


— ¿Y Santa Claus sí?


— ¿Quieres ver mi trineo con renos?


— ¿Es ésto acaso el nuevo “¿Quieres ver mi porsche?”? — su cabeza se ladeó hacia un lado mientras una pequeña sonrisa ocupaba su cara. Una sonrisa que consiguió casi parar su corazón y formar una tienda de campaña en sus pantalones. Dios, la de cosas que haría con esa boca...


— ¿Tienes pareja, pastelillo de manzana y canela? — la sola mención de esa pregunta hizo que las garras volvieran a emerger, pero esta vez intentó mantenerlas a raya.


— ¿Seguro que no quieres comerme?


— Me encantaría comerte, dulce de leche, todo enterito. Y lamerte. Amaría lamerte.


— Y-yo — su compañero empezó a tartamudear y a sonrojarse. Tras una honda respiración, que hizo que su corazón aumentara de velocidad, se tranquilizó un poco — N-no tengo novia o novio, si eso es lo que preguntas.


— Magnífico... — ronroneó Nick.


— ¿Por q-?


— No me gusta compartir. Eres mío, mi suculenta macedonia, no lo olvides.


— Mmmm.... no sé como decirte esto exactamente, pero allá voy: no soy tuyo. Nos acabamos de conocer, si se puede llamar “conocer” a que hayas invadido mi casa y a que afirmes categóricamente que eres Santa Claus. Y, antes de que digas nada, la respuesta es no. Así que será mejor que te retires de forma tranquila de ésta casa antes de que llame a la policía donde, por cierto, tengo amigos importantes. No me gustaría estropearles las Navidades a mis niños.


Tras este efusivo discurso, su compañero se calló y puso un adorable ceño fruncido en su cara.


— Oh. Mi nombre es Nicholas, décimo Santa Claus de la línea sucesoria de Nicholás el Azul. Nick para los amigos y para la familia. Puedes llamarme tuyo. ¿Y tú como te llamas, exquisito helado de menta con virutas de chocolate?


— Gideon St. St. James.


— Bien, Gideon St. St. James, ¿te gustaría tener una cita conmigo al acabar mi jornada de trabajo?


— ¿En serio me estás preguntado si quiero salir contigo tras casi darme un infarto?


Nick intentó poner la cara de cachorrito apaleado que conseguía que media ciudad le diera lo que quería. Y que la otra media quisiera darle lo que pidiera. Excepto Minne. Ella lo conocía demasiado como para caer.


— P-pues y-yo no puedo mañana. U hoy. Es Navidad. Y los niños... Además, no te conozco.


— Entiendo. En media hora habré acabado, tan vez una hora. ¿Qué te parece si nos quedamos aquí y nos conocemos un poco más antes de que los niños se despierten? Luego decidirás si quieres salir conmigo. ¿Vale?


— V-vale.


Nick se puso de repente de pie y le tendió la mano a Gideon.


Con cierta reticencia, Gideon le cogió la mano y se dejó alzar por el desconocido vestido de Santa Claus.


— Vamos, te voy a mostrar algo.


Nick salió del despacho con Gideon a rastras hasta llegar al salón, donde el árbol seguía lanzando destellos coloridos, iluminando los adornos de papel y vidrio hechos por todos los niños.


— ¿De dónde son todos estos regalos?


— Ya te dije quien soy, tierno pastel de frutas. No sé por que te sorprendes.


Gideon volvió la mirada hacia Nick, con los ojos de par en par.


— Pero... pero Santa Claus no existe.


— ¿Cuántos años tienes? ¿Veintidós?¿Veintitrés?


— Veintiocho — corrigió Gideon sin darse cuenta.


— ¿En serio? — preguntó Nick, realmente sorprendido. Gideon asintió. — Bueno, veintiocho. Eso significa que entras dentro de mi rango.


— ¿Rango?


— Tomé el lugar de papá hace veinte años. Dejamos de traer regalos a los niños cuando estos dejan de creer en nosotros, como a los once, doce años. Así que tuve que visitarte al menos dos veces.


— Dejé de creer en Santa Claus a los siete años, cuando entré al orfanato. La verdad, no creí nunca en él.


— Por eso nunca te olí... por supuesto.


— ¡¿Perdona?! ¿Estás insinuando que huelo mal?


— ¡NO! Por supuesto que no. Más bien todo lo contrario. Nosotros podemos sentir a nuestros compañeros desde el momento en el que nos lo cruzamos, incluso si es un niño (aunque no sentimos la necesidad de marcarlo hasta que alcanza la mayoría de edad). Papá tardó en encontrar a mamá 300 años, yo he tardado en encontrarte 50 años. He sido muy afortunado.


— No entiendo ni una palabra de lo que dices, sólo para que lo sepas.


— No importa, amor. Cuando vuelva podremos hablar.


Con esas palabras, Nick chasqueó los dedos y un rectángulo de dos metros por uno apareció en medio de la sala, haciendo que Gideon diera un paso atrás y se agarrara el corazón.


Nick se dio la vuelta con una enorme sonrisa en la cara y se acercó a su pareja, agarrándole el mentón.


— Espero que ahora me creas, pareja. Nos vemos a la vuelta.


Con esas palabras, y un suave beso en los labios, Nick se marchó dejando a Gideon colorado y con un dolor de cabeza infernal.

Notas finales:

Chan chan chan chaaaan. Eso es todo hasta ahora. Puede que el siguiente me tome un poco más de tiempo, pero espero que estas fechas tan navideñas anímen mi imaginación pervertida XD

Gracias por leer y un abrazo enorme,

Evangeline Evans (de la línea sucesoria de las fujoshis pervertidas)


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