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DIFICULTADES por Harcet

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! Espero se encuentren de lo mejor. Aquí la pequeña demente viene a traerles un capítulo más de ésta tierna historia. Espero les guste.

Quiero agradecer con todas mis fuerzas a: Alexia_15♥ LunaArlert♥ TamashiChiheisen♥ KazumiYagami♥ Berenice♥ Fabiola♥ Pansy♥ por sus hermosas palabras y los ánimos. No saben cuánto las aprecio♥

En cuanto al capítulo, espero les agrade, chicas♥ Nos leemos abajo~

Algunas Advertencias: OoC, exceso de romanticismo y/o cursilerías.

Esa tarde Mello llegó temprano a casa. Había decidido no contarle nada a Matt durante el viaje de regreso, excusándose también de que un fuerte dolor de cabeza le había acechado de pronto, imposibilitando los planes de jugar un par de videojuegos en el apartamento del pelirrojo o quedarse en la parte trasera de la Plaza charlando y tomando un par de sodas como acostumbraban en días como esos. Mello simplemente había decidido: encerrarse en su habitación por el resto del día.

Apenas colocó un pie en el apartamento, Mello se libró de zapatos, corbatas y desabotonó los primeros botoncillos de su camisa blanca, desparramándose sobre la cama para luego soltar un largo suspiro, recordando inmediatamente los últimos hechos que le habían parecido realmente extraños, demasiado extraños.

Mihael sacó aquella tarjeta que empezaba a arrugarse en su bolsillo y la contempló por milésima vez. Se acomodó en su lugar y decidió encender la laptop con el pensamiento de que solo así encontraría más rápido la información que buscándola en algún libro de la biblioteca. Tampoco deseaba esperar al día siguiente, odiaba admitirlo pero aquello le había dejado con una sensación atosigante, una que parecía asfixiarlo cada vez que pensaba en ello.
Fijó la mirada en la pantalla y tecleó una sola palabra en el navegador, encontrando así miles de entradas a páginas web que contenían una información variada del tema entre cada título. Mello decidió revisar la primera opción –la cual parecía ser la mejor– y de dispuso a leer los primeros párrafos, recordando nuevamente las palabras exactas de aquel libro de la biblioteca, comparando información e intentando relacionarlas de alguna manera.

Mello suspiró. Había recordado bien el nombre del pigmento y los principales problemas de aquel defecto hereditario. Sin embargo, unas líneas más abajo notó una pequeña frase, una frase resaltada en formato de negrita y cursiva, una frase que llegó incluso a producirle un pequeño y extraño estremecimiento partiendo de su estómago.

 

“Los albinos tienen alterada la producción de melanina, por lo que los rayos solares les pueden provocar cáncer de piel y ceguera. Lo peor, sin embargo, es el rechazo social y la persecución que sufren en ciertos países.”

 

Mihael pensó entonces en las posibles dificultades de Near con respecto a su desarrollo en las relaciones sociales. No pudo evitar preguntarse acerca de la interacción social de ese muchacho, imaginando lo difícil que le resultaría el depositar algún tipo de confianza en los demás, porque… después de todo, Near no podía verlos. Near no podía ver absolutamente nada. Y Mello sintió pena; porque si bien se trataba de un muchacho reservado e inexpresivo, Near era humano. Y como todo ser humano, Near necesitaba algo, pensó, él necesitaba cariño y aceptación; algo que estaba seguro desconocía en un lugar como ese.

Mello volvió a la página principal y escribió algo nuevo en la barra, presionando el botón de Intro apenas terminó de teclear esas dos palabras que, por momentos, lograban ponerle los vellos de punta.

“Ángel Mihael.
Nombre en Hebreo (מֵיֹהֵאֵל): El á
ngel del socorro es invocado para obtener claridad en nuestros presentimientos y lograr saber un poco más de lo que nos espera.”

Siguió cada palabra con lentitud, cada frase, cada línea, encontrando diversos conceptos religiosos y reseñas detalladas un poco más abajo. Decidió darle click al tercer enlace y se llevó una mano a la boca involuntariamente, rozando con suavidad los nudillos sobre sus labios mientras intentaba centrarse en nada más que en la lectura.

“Por la virtud de Mihael se ganan los dones de revelación de secretos espirituales, preservación de los valores humanos y una particular estrategia para vencer siempre en el campo intelectual. Los nacidos entre el 18 y el 22 de noviembre lo han hecho bajo la influencia este Ángel Guardián.”

Y entonces, una interrogante azotó su mente con la misma intensidad con la que esa molesta sensación se las arreglaba para devorarle las entrañas. La fecha de nacimiento. ¿En qué día específico del año habrá nacido Near? Debía ser entre esas fechas, obviamente… Pero en lo que divagaba cosas como esas, otra pregunta volvió a azotar su mente como si se tratase de una gran cachetada a todas sus demás dudas, a sus pensamientos y conclusiones.

¿Qué diablos le importaba a él?

Cerró fuertemente el portátil y lo dejó a un lado de la cama. Se llevó una mano a la frente, rozando contra su nariz la pequeña liga negra que llevaba en la muñeca y decidió contemplarla por unos minutos antes de acomodarse sobre la almohada. Se había dado cuenta. Mello se había dado cuenta de la súbita importancia que le estaba dando a todo aquello, a la situación, a la experiencia, a una persona discapacitada que había conocido tan solo hace unas horas atrás. Y se sintió estúpido.
Al cabo de unos minutos y con ambas manos cubriéndole el rostro, Mihael pensó que, a pesar de no desearlo así, lo mejor que podía hacer en ese momento era dejarse llevar por el cansancio y dejar de lado tantos cuestionamientos insignificantes. Algo abrumado, decidió echarle un último vistazo a la delgada liga en su muñeca y, dando un largo y pesado suspiro, Mello finalmente se quedó dormido.

 

A la mañana siguiente, Matt y Mello se encontraron como de costumbre en la parte trasera de la Plaza Comercial, frente a un parque al cual solían concurrir estudiantes como ellos, algunos músicos, ciclistas y jóvenes inexpertos en el patinaje callejero.

—Vaya que son malos, ¿eh?

Mello inhaló del filtro de su cigarrillo y exhaló suavemente el humo, apoyando ambos codos sobre sus rodillas y observando aquel espectáculo tan atroz. Matt imitó la acción sin despegar la mirada de las patinetas que iban de un lado a otro, mientras que el rubio empezaba a preguntarse por qué diablos se encontraban fumando en pleno verano. Mello aplastó el cigarrillo sobre la superficie del muro a su lado y se puso de pie, con la intención de arrojarlo al tacho más cercano. Lo había dejado a la mitad, pero el calor empezaba a volverse cada vez más bochornoso; sin embargo, Matt decidió terminar lo que había empezado.

—Lo son.

Mello volvió a tomar asiento entre los escalones que conectaban aquel parque con la Plaza Comercial, observando sin real atención a los jóvenes músicos que se encontraban sobre el césped, tocaban con vivacidad sus guitarras acústicas y panderetas e improvisaban canciones que se podían oír con suma facilidad desde donde se encontraba. Y aquello logró relajarlo de alguna manera.
Ambos hombres se quedaron callados por un buen rato, observando todo y a todos allí.

Disculpa…

Un tanto desorientado, Mello ladeó el rostro en el momento en que oyó una voz femenina susurrar tímidamente a sus espaldas. Con notorio esfuerzo, elevó la mirada hasta el rostro de aquella muchacha que amablemente le pedía permiso, ya que el cuerpo del rubio bloqueaba el paso a cualquiera en unas escaleras tan pequeñas como esas. Mihael se puso de pie entonces, notando como las tiernas mejillas de la muchacha se encendían en un tono rosa, y le fue inevitable el pensar que se veía adorable así. Matt sonrió mientras contemplaba la escena y soplaba el humo de su cigarrillo hacia el aire, divertido.
La muchacha se aferró tímidamente al vestido rosa pálido que llevaba puesto y se dispuso a bajar los escalones, sin apartar la mirada de esos atractivos ojos azules que nunca antes había tenido la oportunidad de apreciar (al menos no a tan escasos centímetros como en aquel momento). Agradeció y caminó hacia el césped sin dejar de lado esa pequeña sonrisa que Mello no dejaba de observar desde el momento en que llegó. El muchacho notó cómo ella se alejaba sin ninguna prisa y se sentaba al lado de una de las jóvenes que agitaba la pandereta. La muchacha se acomodó tímidamente el cabello detrás de la oreja y le dedicó una última sonrisa. Era hermosa.

—¿No crees que ya es tiempo? —Mello giró el rostro y observó la sonrisa estúpida que su amigo esbozaba desde su lugar en el muro. Se sintió incómodo—. Llevan así más de dos meses, ¿no crees que deberías invitarla a salir?

Mello hizo una mueca.

—No sé su nombre —se excusó, medio distraído. ¿Invitarla a salir? No, él no tenía tiempo para esas cosas.

—Pues averígualo, hombre.

Matt apagó su cigarrillo y arrojó la colilla al tacho mientras Mello se ponía de pie y sacudía sus jeans con desgana para, finalmente, subir los escalones y perderse entre el grupo de personas que caminaban hacia la Plaza.

***

—Estás muy extraño, ¿sabes?

Matt tomó un sorbo de su bebida de cola mientras observaba a su amigo sentado frente a él, observando a través del gran cristal que los separaba del estacionamiento con el rostro apoyado sobre una de sus pálidas manos. Mello fingió ignorarlo, fijando la mirada nuevamente en un pequeño niño que intentaba ayudar a su madre con las pesadas bolsas.

—¿Aún quieres ir a la biblioteca? —preguntó Matt, con la intención de conversar un poco más y descubrir qué era lo que le ocurría a su amigo. Mihael negó con la cabeza y tomó un pequeño sorbo de su helada bebida.

—Es sábado, cerrarán temprano —respondió mientras observaba a un grupo de personas ingresar a la cafetería. Y de un momento a otro, los hombros del estudiante se tensaron como nunca al notar algo –o a alguien– a lo lejos, ingresando cuidadosamente por la puerta. Aquella persona llevaba un bastón blanco que le ayudaba a desplazarse de manera autónoma por el lugar, llevaba también unos lentes negros que parecían oscurecerse cada vez que los escandalosos rayos del sol decidían reflejarse en ellos. Mello resopló y se acomodó en su asiento, intranquilo. Siguió observando, notando como aquella persona se acercaba tranquilamente a la barra y pedía una malteada de chocolate.

“¿Qué me pasa?”

El recuerdo de aquel muchacho albino le tenía perturbado. No solo pensaba en él cada minuto, sino que ahora ya no pasaría por alto el encontrarse con una persona discapacitada. Relajó los hombros y colocó ambos codos sobre la mesa, moviendo de un lado a otro la pajilla de color azul en su vaso, intentando ignorar al hombre que acababa de pasar por su lado con aquel bastón. Un hombre que no parecía pasar de los 30, tal vez podría tener unos 25 años.
Mello miró a Matt y éste, totalmente ajeno a la situación, le mostró una de sus relajadas sonrisas para luego empezar a charlar de cualquier cosa sin importancia. El rubio intentó relajarse por un momento y le siguió la charla, deseando con todas sus fuerzas llegar a ser despistado algún día, tan despistado como lo era su amigo.

 

Ya de noche, ambos jóvenes se las arreglaron para tomar el metro. Mello se despidió de Matt apenas oyó una voz anunciando su próxima parada y se bajó del vehículo casi corriendo. Caminó hasta llegar a su pequeño departamento y una vez dentro, decidió tomar una ducha pues el ambiente le pareció increíblemente sofocante. Tiró sus llaves sobre la mesa y se dirigió al baño. Aquel sábado no saldría, se dijo, debía terminar el pesado trabajo de Historia y descansar un poco.

Mello se libró de la camiseta y abrió la regadera, mojándose ligeramente el brazo. Aflojó la correa y dejó los jeans al lado del lavabo, sobre una pequeña repisa de metal para luego adentrarse en la tina. Tiritó un poco al sentir la fría cascada que caía por su espalda pero poco a poco fue acostumbrándose a la sensación. Mello odiaba bañarse en agua helada, realmente odiaba tener que hacerlo en agua fría, pero aquel día debía hacer una excepción, puesto que el calor en aquel lugar era realmente insoportable. Mello cogió el frasco de shampoo y untó un poco en la palma de su mano, llevándola luego hacia sus rubios cabellos, masajeándolo bruscamente, haciendo cada vez más y más espuma que empezaba a caer lentamente por su frente, por su nariz y siguió de esa forma hasta llegar a sus ojos.

—¡Agh, mierda!

Enjuagó sus manos y se frotó el rostro de inmediato al sentir el terrible ardor incrementarse a cada intento por retirar el shampoo de allí. Le dolía, le dolía demasiado. Mello echaba maldiciones y se autodenominaba un estúpido, más que eso, se llamó así mismo un idiota por dejar que algo así le sucediera. Cerró fuertemente los ojos por unos segundos, soportando el horrible ardor que poco a poco parecía desaparecer  pero que de alguna manera –una muy bizarra– le impedía abrir aún los ojos. Esperó un poco más y los abrió de golpe, pestañeando unas cuantas veces, intentando asimilar lo que veía en ese momento.
Nada. Mello no podía ver absolutamente nada. O podía ver nada, o simplemente no podía ver.

No se exaltó, no empezó a gritar del susto ni tampoco salió desnudo de su baño en un ridículo ataque de desesperación. Nada de eso. Mello simplemente se quedó allí, esperando, aguardando el momento en que lograría visualizar la típica iluminación del lugar, las paredes y su cuerpo dentro de la regadera, después de todo no era la primera vez que le ocurría algo como eso. Pero al notar que aquel momento no llegaba al pasar los segundos, Mello empezó a desesperarse.

“¿En serio… me he quedado ciego?”

Era la única pregunta que podía hacerse en ese momento. Una pregunta muy tonta, pensó. Imposible. ¿O en serio había sido así? Pues no. Poco a poco y entre parpadeos, su visión volvió a la normalidad permitiéndole observar todo a su alrededor. Todo estaba bien.

Se frotó los ojos una vez más, sintiendo un terrible ardor e imaginó la irritación que notaría a continuación, frente al espejo. Pero eso era lo de menos, pensó, pues su mente ahora se veía infectada por sucesos recientes, por aquella visita, por esas personas, por…Near. Había pensado en Near. Y deseó con todas sus fuerzas saber qué diablos hacer. ¿Por qué sentía como si algo en él faltara? ¿Como si toda acción que decida realizar no tuviera sentido alguno? ¿Como si necesitara algo para poder permanecer tranquilo?

“No, no está bien”

Aquel malestar parecía rozar el límite.
Mihael se quedó observando la pared por un buen rato, ignorando por completo el agua fría que recorría su cuerpo y goteaba de sus cabellos, sintiendo como los músculos de su espalda se relajaban de tan solo pensar en aquellos cabellos blancos, en aquella mirada perdida y triste, en aquel muchacho que había conocido el día anterior. ¿Por qué? Y no es que le desagradara lo que hizo, por supuesto que no, pero aquella sensación que sintió al apenas tomar la tarjeta no lograba desaparecer por nada del mundo. Seguía allí con la misma intensidad desde que la tomó hasta que se retiró. Y lo que más deseaba era librarse de ella. Tal vez no debía conservarla, tal vez sería mejor devolverla, se dijo. Si solo así podría estar tranquilo, lo haría. Mañana mismo visitaría aquel Centro y le entregaría su ángel a Near por sobre todas las cosas.

Notas finales:

Bien, un día en la vida de Matt y Mello. Amo a estos muchachones.

Si bien Near no apareció por aquí, ya saben que en el próximo capítulo estará de cajón. ¿Pensaron que era él aquel que entró a la cafetería? Rayos, merezco un cuadernazo en la cabeza xD Espero no haberlas aburrido con este corto capítulo. Debía escribir un poquito sobre el interés de Mello y el cómo decidió volver a aquel Centro.

Una cosita más: Me disculpo nuevamente al no poder contestar todos los hermosos reviews, me siento apenadísima. Prometo hacerlo apenas le robe la laptop a mi tío sin que se de cuenta, al igual que intentar actualizar pronto♥ Por aquí les digo: Son increíbles, todititos, muchísimas gracias de verdad :') ♥

Cuídense mucho, ésta demente los quiere con toditito su corazón♥ Nos leemos en el próximo.


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