Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Drama Queen por Ellie77

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: Death Note pertenece a Tsugumi Oba y a Takeshi Obata.

Pairings: MxM ǀ BxA ǀ NeLi ǀ LxL.

Advertencias: AU ǀ Lenguaje vulgar ǀ Yaoi (Boy’s Love) ǀ Hetero ǀ Conteniedo sexual ǀ OoC ǀ Presencia de OC’s.

N/A: ¡Hola de vuelta!

Gracias a Anónimo♥ y a Melmatt♥ por su review.

A leer~ :D

 ǀ Drama Queen ǀ

 

Capítulo 20:

Mate, no quiero que termine

.

.

Tú eres mi río que corre con fuerza

Corre profundo, corre salvaje

Yo te sigo, yo te sigo mar adentro, cariño

Yo te sigo, yo te sigo a la oscura perdición, cariño

 

I Follow Rivers Lykke Li

.

.

Recuerdo la primera vez que Linda y yo tuvimos relaciones. Teníamos quince años y esperamos un tiempo no tan considerable en nuestro noviazgo. El escenario fue típico: aprovechando la ausencia de mi mamá invité a Linda a ver una película en mi casa. Creo que vimos una de Harry Potter, no lo recuerdo bien; es que, mierda, apenas pasaron unos quince minutos de la película y ya nos encontrábamos besándonos. Eso sí que lo tengo bien grabado en la mente.

Linda era virgen, me lo había confiado; por mi parte ella era mi primera novia así que supongo que debía serle evidente que yo también lo era. Eso me ponía nervioso. Pero Alex, quien en ese momento y en la actualidad tiene mucha más experiencia que yo, me dijo que no me preocupara, que en sí sería patético pero que ambos lo recordaríamos con cariño porque nos queríamos.

Y así fue. Fue muy torpe, apenas y pudimos desnudarnos de los nervios. Yo temía no conseguir una erección y cuando la tuve me preocupó no mantenerla; aparte de eso, abrir y colocarme un condón también fue casi una misión imposible. Pude haber sido aún más imbécil pero gracias al internet y al porno sabía más o menos dónde está ubicada la vagina. No había logrado entrar por completo cuando Linda hizo una mueca; aunque me dijo que estaba bien, yo sabía que le dolía así que traté de ser delicado. Acabé siendo un bruto.

Fue en mi habitación la cual estaba desordenada, acabé antes de que ella empezara, ninguno sintió nada más allá de dolor y ansiedad y al terminar no tuvimos tiempo para mimos o palabras de amor ya que mi mamá podría llegar en cualquier momento. Sin embargo, a pesar de esos detalles, lo mantengo como un bonito recuerdo.   

Por suerte, con el tiempo y con la práctica, las experiencias mejoran. Las veces posteriores a esa fueron muchísimo más placenteras. Como a todo adolescente, el sexo me nubló, el sexo con Linda en sí, y por mucho tiempo creí que solo ella podría brindarme esas sensaciones. Qué equivocado estaba.

Mi experiencia no iba más allá de Linda, aun así no es como si eso me intimidara al momento de estar con Mello.

No somos «novios», ninguno le ha pedido algo al otro aunque tampoco creo que sea necesario. Sin embargo eso mismo es lo que lo vuelve confuso. A decir verdad, en muchas situaciones que respectan a él, no estoy seguro de cómo debería actuar. Mello no es Linda ni ninguna otra chica, es tosco y para nada delicado; no es como si fuese a invitarlo al cine o tomarlo de la mano cuando salimos. Fuera de los besos y los fajes nuestra relación no ha cambiado mucho: todavía nos insultamos, continuamos haciendo pijamadas, salimos a beber… sigue siendo mi mate y seguimos haciendo cosas como tal. Somos amigos.

Aun y cuando ya estamos de vacaciones hemos podido seguir viéndonos, incluso a pesar de que tengo un trabajo a medio tiempo en el supermercado y él como mensajero en la empresa donde trabaja su hermana. Pero sin tareas o clases de por medio, en espera de la universidad, es más fácil estar en contacto.

Mello tiene el cerebro y el dinero para ir a la Escuela Imperial de Londres; yo, en cambio, tengo lo primero pero prescindo de lo segundo por lo que si quiero entrar a la misma universidad tendré que esforzarme. Estos días me he dedicado a investigar si puedo obtener una beca, de no ser así tendré que buscar un trabajo en Londres. No puedo dejarle todos los gastos a mi madre, menos ahora que va a quedarse sola; y como mi hermana ya está por nacer, mi papá tampoco puede gastar tanto en mí. Comenzaré a vivir como adulto… Joder, qué intenso.

—En Estados Unidos son usuales las becas deportivas o académicas. Aquí debe ser igual, ¿no? —Mello me cuestiona una tarde en la que nos encontramos en mi habitación. Como Elsa no va a llegar a dormir, propuse mi casa para una pijamada.

Doy una calada a mi cigarrillo y expulso el humo hacia el exterior de la ventana. A pesar de que estamos en mi habitación, Mello es quien manda y siempre que quiero fumar me obliga a hacerlo en el alféizar. También siempre se adueña de mi cama.

—Voy a postular a una académica. —No sé por qué lo aclaro, yo nunca podría aspirar a algo que tenga que ver con deportes.

—Es mejor así. Si estudias y trabajas al mismo tiempo puede llegar a ser complicado. Debes poner todas tus energías en una sola cosa.

—Si no tengo de otra igual tendré que buscar algo qué hacer.

Me gustaría que dejáramos de hablar del futuro y comenzáramos a besarnos como si no hubiera un mañana pero tampoco quiero verme tan necesitado. Pero es que, por Alá, estamos solos, el ambiente se presta, esta vez podríamos tratar de llegar a tercera base. Admito que ya no me bastan los besos ni los toqueteos.

—Enfócate en lo de la beca —sostiene.

—No descarto el trabajo, Mello. Si no es con la beca de algún lado voy a tener que obtener dinero. Voy a necesitar hospedaje, libros para la carrera, materiales para prácticas, qué sé yo. Además tengo que comer y eso. La vida no es como en Los Sims.

—¿Los Sims? —repite, extrañado. Vamos, eso es cultura general.

—Sí, ya sabes, Los Sims. —Como parece no entenderme, me explico —: Es un juego de simulación social; con un truco satisfaces las necesidades del sim y obtienes dinero escribiendo motherlode. ¿En serio nunca habías escuchado hablar de él? Es popular.

Mello continúa mirándome como si hubiese dicho lo más extraño del mundo. Sus cejas se relajan poco después y escupe lo que parece ser una risa. Aquí viene, va a insultarme.

—Friki.

Ya conozco muchos de sus gestos y lo que estos significan, le presto demasiada atención. Reconozco que me gusta mirarlo, antes era porque me parecía muy interesante como persona, ahora también es porque me parece bastante guapo.

Cuando se le pasa la gracia, vuelve a clavar su mirada en mí. Siempre que me observa de esa manera no puedo hacer nada más que quedarme quieto. Aunque estoy sosteniendo el cigarrillo entre mis labios, siento que se me va a caer.

—¿Te gusta ese juego? —La pregunta me sorprende.

—Es adictivo —reconozco —. Cuando era niño una vez me enfermé de varicela y estuve recluido en mi habitación por dos semanas. Tenía el juego, comencé una partida por ocio y así fue como pasé mi confinamiento.

Él vuelve a reír, no entiendo del todo el motivo. Como ya dejamos atrás los temas serios, decido apagar el cigarrillo y tirarlo. Pienso que mi recompensa está cerca.

—¿Cuál es tu videojuego favorito, Matt? —Vuelve a hacer otra pregunta, nuevamente estoy sorprendido. ¿Hay algún truco en esto?

Shadow of the Colossus. —Es curioso. Esto solo lo sabían Alex, Linda y mi madre y ninguno de ellos entendió de que les hablaba cuando les conté, aunque supongo que con Mello será igual —. Lo jugué antes de que se hiciera popular. Era un adicto a la Play2 por él.

—No es tan popular, yo nunca lo había escuchado —rebate.

—A lo que estoy viendo tú de videojuegos no sabes nada. Agradezco que al menos conozcas Mario Bros.

Mello me lanza un cojín que no logro esquivar, rio y eso hace que se encabrone. Trato de calmarme para no arruinar el momento y comienzo a explicarle de qué va el juego. No es una trama muy complicada: el protagonista Wander —o «Wanda» como pronuncian los japoneses— emprende un viaje en compañía de Agro, una yegua y única compañía, para poder derrotar a dieciséis colosos y traer a su chica de vuelta a la vida. Tampoco es un juego muy rebuscado; no hay mundos por explorar ni más personajes. Solo son Wander, Agro, los colosos y la tipa muerta que se la pasa tal cual hasta el final del juego.

Esa misma simpleza es la que me encanta, tal vez porque soy igual.

—¿A qué viene la pregunta? —Después de mi monólogo, ahora soy yo quien cuestiona.

—Solo quería saber más de ti, es todo.

—Ya lo sabía, después de todo eres un romántico por dentro, cielo.

—Matt… —pronuncia mi nombre con reproche. No puedo evitar reír ni Mello evita lanzarme una almohada.

Sé que el tema de un «nosotros» le sigue incomodando en cierta manera, pero el que trate de hacer un esfuerzo por sobrellevarlo me anima, me da esperanzas de que esto realmente puede funcionar.

Ya no puedo resistirme más y soy yo el que se acerca a comerle la boca. Mello no opone resistencia alguna, al contrario, no pierde oportunidad de tomar el control y termina por recostarme a mí en la cama.

Hacer esto simplemente me encanta.

.

.

.

El trabajo en el supermercado no es difícil, solo se trata de limpiar los pasillos, acomodar anaqueles y hacerla de cajero; cuando ya supe cómo hacer todo eso se me volvió monótono. Lo peor de todo es que, durante el tiempo muerto, no puedo entretenerme con la PSP o el celular; mi jefe odia verme sin nada qué hacer así que para poder responder mensajes o al menos desaburrirme tengo que encerrarme en el baño.

Y como al parecer Dios me odia por no creer en él, todo este día ha sido tiempo muerto. Han venido muy pocas personas y ya acomodé toda la mercancía que se encontraba en cajas. Cada que mi jefe viene a vigilarme, tengo que fingir que estoy limpiando el mostrador. Ya lo he hecho tantas veces que he perdido la cuenta. Joder, ya incluso me terminé el aromatizante del atomizador. Bueno, al menos eso me da algo más por hacer.

Cuando estoy por ir al armario, escucho la campanilla de la puerta de entrada sonar. ¡Genial, un cliente! Mi sonrisa esta vez es genuina y no solo por cumplir.

—¿Matt? —Mi sonrisa se ensancha aún más al ver a Alex —. Es una sorpresa, no tenía idea que trabajabas aquí. —Supongo que la camisa blanca y el mandil me delatan.

Alex viene en compañía de otra chica, la que supongo es su amiga y quien logró que le diera una segunda oportunidad a la comida mexicana. Ella le dice que «puede hacerlo sin él» y se adentra a los pasillos, Alex aprovecha para acercarse a mi caja. Solo espero que el imbécil de mi jefe no se aparezca, también odia que charle más de lo necesario con los clientes; una vez me gritoneó por explicarle a una clienta una promoción que había en los detergentes.

—¿Tienes mucho trabajando aquí?

—Casi todo lo que va de vacaciones. Comencé a trabajar apenas dos días después de la graduación. —No estoy seguro si sí fueron dos días o tres, no importa mucho realmente —. Quiero ahorrar para sobrevivir al menos el primer mes en Londres.

—¿La paga es buena?

—Suficiente para mí al menos. —En realidad es una mierda. Todo lo que gano lo tengo que ir guardando, no he podido darme ni un miserable gusto.

—Sea como sea siempre es bueno trabajar; ya sabes, te mantienes ocupado y las vacaciones se pasan más pronto. —Es un punto muy bueno, sin embargo el día de hoy ha pasado muy despacio —. También me hubiera gustado trabajar, sabes, pero no valía la pena, nadie iba a querer contratarme por unas cuantas semanas.

—¿Pues cuándo te vas?

—La semana que viene —responde. Mierda, es demasiado… pronto —. Sería bueno que nos reuniéramos antes de que me vaya.

Está pasando muy rápido.

—¿Cuándo es tu día libre?

—El jueves.

Acordamos vernos el jueves por la tarde en el centro comercial en el mismo restaurante de comida mexicana de la última vez. Me pide que vaya solo y realmente no entiendo su petición, no es como si fuese a llevar a Mello o algo así.

Su acompañante se acerca con varias cosas entre los brazos, me apresuro a cobrarle. Viéndola de cerca es bonita; su cabello me recuerda al trigo y tiene unos ojos verdes muy expresivos. Me pregunto si mis ojos se verán igual a los de ella. Creo que debo dejar de desvariar.

Cuando le doy el cambio a Alex este me regresa diez libras que le di de más. Estoy distraído y lo culpo a él por darme semejante noticia. Sí, ya sé que lo sabía pero que ahora confirme que se va en tan solo una semana me ha calado.

—Nos vemos.

Me despido de ambos con un gesto de mano. Mierda, mierda y más mierda.

—¡Jeevas!

Me giro hacia mi jefe, este me mira con ganas de despedazarme. Aquí vamos de nuevo. Me grita por entablar conversaciones con los clientes. Finjo prestarle atención cuando en realidad lo estoy ignorando. Sigo en shock.

.

.

.

El jueves llega más rápido de lo que hubiese querido, siento que ni siquiera voy a disfrutar de mi día libre.

Ni yo entiendo del todo mi reacción. Sí, Alex y yo somos amigos pero ya no somos tan cercanos como antes. Cuando me dijo por primera vez que iba a irse a España incluso me alegré por él debido a la oportunidad que se le estaba presentando, pero ahora de verdad no lo entiendo, no entiendo porque me inquieta tanto su partida.

Tan solo tengo claro que voy a extrañarlo muchísimo; va a ser muy complicado dejar de ver a una persona con la que llevo conviviendo tantos años. Quizá esa simple frase es la respuesta que estoy buscando: voy a extrañar a Alex.

Trato de despejar mi mente durante el trayecto que hago al centro comercial, no quiero de repente ponerme sentimental o algo así. Me concentro en el paisaje que veo a través del autobús y en la música que voy escuchando; paso with a little help from my friends, el punto es no ponerme sentimental.

Cuando entro al local, Alex ya se encuentra ahí, creo que incluso está sentado en la mesa de la vez anterior. Pronto dejo de preguntarme eso y me encamino a donde él. Nos saludamos, tomo asiento, la mesera nos trae el menú y mientras esperamos nuestra orden nos acercan un plato de nachos.

—¿Tú los pediste? —Le pregunto a Alex.

—Creo que es un privilegio del que gozan los clientes frecuentes, ya sabes, estrategia —toma un nacho con mucho queso y se apresura a comerlo —. Vengo aquí muy seguido con Charlie.

Creo que «Charlie» no se trata necesariamente de algún «Charles»; más bien creo que me está hablando de su amiga. Es «Charlie» de «Charlotte». Agradezco que este enredo de nombres mantuviera mi mente ocupada.

Como estamos muy ocupado comiendo, no hablamos. No es sino hasta que el plato de nachos se acaba cuando Alex vuelve a tomar la palabra.

—Es bueno que pueda verte antes de que me vaya. Quería despedirme de ti como se debe.

La sensación de incomodidad vuelve a hacerse presente. La ignoro y me esfuerzo por mantener un buen semblante. No quiero dejar una última impresión tan patética.

—Tenemos que seguir en contacto.

—Por supuesto, ya sea por What’s, Facebook, Skype, Instagram

—No tengo tantas redes sociales —interrumpo.

—Ni yo. —Ambos nos soltamos a reír —. También voy a venir de vez en cuando, igual para vacaciones y fechas festivas. No es una despedida tan definitiva.

Me alegra que él me lo aclarare por sí solo y no haber hecho una escena. Aunque me mantengo inquieto, también me siento un tanto más aliviado. Alex está reconfortándome aunque no sé dé cuenta o… tal vez él lo sabe.

Lo miro fijamente. Alex debe conocerme muy bien, hemos sido amigos desde muy chicos. ¿Me conocerá al nivel de saber lo que significan mis gestos, como yo con Mello? Si es así creo que prefiero no averiguarlo y seguir creyendo que estoy dando una imagen madura delante de él.

—Sea como sea te voy a extrañar —termino por admitir, tal vez así logre quitarme el peso de encima —. Somos amigos, ¿cierto? —justifico.

—Lo somos —confirma —. Más bien yo te pregunto eso a ti, Matt: ¿somos amigos?

Alzo una ceja. ¿Acaso esto es parte de la despedida? ¿El confirmar nuestra amistad? Tal vez Alex también está susceptible con todo esto y necesita de esa seguridad, al menos esa es mi primera impresión.

—Por supuesto —asevero.

—Entonces… Cuando arreglamos nuestras diferencias y volvimos a hablarnos, yo me sinceré contigo. Por más vergonzoso que fue para mí… lo hice. —Espera, esto no es lo que yo creía. Siento que va a reprocharme algo, ¿a dónde se supone que quiere llegar? —. Lo ocurrido con Beyond y todo el asunto de mi personalidad son cosas que te confié porque, como dices, somos amigos. Y bueno, por eso mismo también esperaba que confiaras en mí de la misma manera.

No entiendo qué quiere decir, ¿de qué mierda está hablando? Yo siempre he sido sincero con él, nunca le he mentido o algo parecido. Tan solo le he ocultado lo de Mello porque, por Buda, no es un asunto tan sencillo y no solo me concierne a mí.

Intento calmarme pero es imposible, siento que hasta mi respiración me delata. No puede estarme hablando de eso, no puede tratarse de eso, ¡no puede! No hay manera de que él o alguien más lo sepa.

Creo que mi silencio impacienta a Alex por lo que vuelve a hablar.

—Me hubiera gustado que tú mismo me dijeras lo que hay entre Mello y tú.

¡Mierda! ¡Sí es eso, maldita sea! ¡Sí es eso!

—¿De qué hablas? —Aunque no creo que tenga sentido negarlo ya que mi reacción fue muy evidente, trato de ponerme a la defensiva. Una última jugada antes de hundirme —. ¿Cómo es que tú piensas que…?

—Alguien me lo dijo. Como no es una fuente muy confiable por eso te pregunté y, bueno, tu reacción me lo ha confirmado.

Me puse muy nervioso, debí haberme rascado la nariz como un poseso y de seguro estoy sonrojado a morir. Incluso un idiota lo habría averiguado; el idiota en este caso soy yo.

Suelto un suspiro y me paso una mano por el cabello. La mesera llega en ese momento con nuestra orden. Es una lástima, el hambre se me ha ido. La sensación de incomodidad que tenía cuando llegué solo se ha incrementado.

—¿Quién te lo dijo? —pregunto cuando volvemos a estar solos.

—Beyond. —No me sorprende, realmente no lo hace. Siempre, de alguna forma u otra, él está involucrado —. Al parecer los vio en una situación comprometedora durante la fiesta de graduación.

Recuerdo que Mello me dijo que vio a Beyond cuando recién llegamos a la fiesta, yo realmente ni cuenta me di de si estaba o no. Luego de un rato en el lugar y con unas copas encima se nos hizo fácil hacer una locura, pero aun así tomamos precauciones, ¡por eso nos adentramos al bosque! Yo nunca me percaté de que alguien nos estuviera siguiendo o que nos observaran mientras estábamos ocupados, aunque a decir verdad estábamos tan entrados que de cualquier forma ni cuenta nos debimos de dar.

—Mierda… —suelto sin pensar, todavía ocultando mi rostro con una mano.

—No tiene nada de malo, Matt, la curiosidad es normal —trata de reconfortarme. Agradezco un poco que lo tome de una manera tan natural —. También pasé por eso y no tienes nada de qué avergonzarte.

—No es igual, Alex…

Nuestras situaciones en lo único que se parecen es en que hemos tocado y dejado que otro hombre nos toque. Fuera de eso no tienen nada que ver la una con la otra. Según lo que me contó lo suyo con Birthday fue curiosidad, revolcones y esa especie de juego sucio en la que él lo envolvió. En cambio con Mello y conmigo es diferente; está nuestra amistad, el apoyo, las salidas, las charlas, los besos… que yo lo quiero. Lo quiero.

También están sus inseguridades, incluso las mías. Mello no está listo para aceptarlo frente al mundo ni tampoco creo estar preparado del todo. Todavía no estoy listo para decirle a mi mamá o a mi papá, ni siquiera para pedirle al mismo Mello que le demos de una vez por todas una etiqueta a lo que hay entre nosotros.

No quiero afrontarlo todavía, hacerlo tan solo arruinaría lo que hemos venido logrando hasta ahora. No estoy listo, Mello tampoco, es más, ¿cómo mierda voy a decirle que Alex y Beyond ya lo saben?

—Yo no pienso decir nada.  —Alzo la vista, retiro mi mano. La voz de Alex me ha sacado de mi trance —. No te pongas de esa manera, tan solo quería una respuesta, es todo —sonríe de medio lado. Intento normalizar mi respiración —. Ya te lo dije, no voy a decirle nada a nadie, estate tranquilo en ese aspecto, ¿sí?

—¿Y Beyond? —La tranquilidad me dura poco.

—No creo que diga algo, de ser así ya habría hecho algún movimiento. —Pues… tiene razón. Beyond ya habría intentado algo —. Dime, ¿se ha comunicado con alguno de ustedes dos?

Niego con la cabeza. Pensándolo de esa manera, Alex tiene razón. Sigo estando inquieto pero al menos esto me ha tranquilizado un poco. Un poco solamente. Sigo deseando que la tierra me trague.

—Es solo que ya no somos tan cercanos, y eso me pesa un poco. —Alex comienza a dar una explicación que no he pedido pero que algo me dice que es necesaria —. Como te digo, me hubiera gustado que tú mismo me lo dijeras pero entiendo nuestra situación.

—No es eso. Es solo que no estoy preparado, Mello tampoco lo está —reconozco —. Es… era un secreto aún.

—Si lo suyo va más allá de una simple curiosidad tarde o temprano van a tener que enfrentarlo. El amor es complicado de esconder.

«Amor». Qué palabra tan fuerte.

Lo sé. En muchas ocasiones he tenido ciertos impulsos, creo los normales: tomarlo de la mano, robarle un beso, tener sexo —joder, incluso a escondidas compré un lubricante y siempre suelo llevarlo conmigo por si acaso—. Cada vez se van haciendo más y más necesarios. No sé si él se sienta de la misma manera, tampoco me atrevo a preguntarle de frente, pero ciertamente me gustaría confirmar si vamos por el mismo rumbo.

Así como Beyond nos vio alguien más puede hacerlo también y yo no quiero estarme escondiendo toda la vida.

—Ya te contaré cómo termina todo. —Es lo único que se me ocurre decir.

—Estaré al pendiente de tus mensajes y llamadas —sonríe. Ya en este punto estoy un poco más relajado —. Somos amigos, recuerda.

—Mejores amigos —corrijo —, para mí siempre lo serás. Y realmente voy a extrañarte.

Ahora más que nunca tengo muy en claro la falta que me hará.

A pesar de nuestra charla, tratamos de pasar un último rato agradable. Cuando terminamos de comer incluso partimos juntos y tomamos el mismo autobús, justo como en los viejos tiempos. Bajamos en la misma parada, caminamos un rato; minutos después llegamos al tramo en el que separamos caminos, es ahí donde nos despedimos con un varonil abrazo.

Al final no lo siento tanto como una despedida.

.

.

.

Decido no contarle nada a Mello, al menos no por el momento. No viene al caso preocuparlo cuando la situación está controlada. Esperaré un momento prudente y a que él se sienta más seguro con todo lo que nos está pasando. Vaya, creo que de verdad comienzo a ser un chico maduro.

Además hoy no vamos a vernos. Según su último mensaje tuvo muchos paquetes por entregar —eso también explica porque estuvo ausente casi todo el día— y que aparte de eso ya tenía el compromiso de asistir a una cena con su hermana y su cuñado para concretar algún contrato o un convenio, meras relaciones públicas. Le mando un mensaje burlándome de él por su situación y me responde con un emoji del dedo de en medio levantado.

«Eres encantador, cielo».

Jamás le he mandado un corazón, un beso o cualquier otro emoji que él pueda calificar como marica, y eso que me he visto tentado infinidad de veces. Creo que primero tengo que lograr que se acostumbre a los apodos; no busco que se dirija a mí de la misma forma, tan solo quiero que no parezca que le va a dar un ataque cada vez que lo llamo de manera cariñosa.

A veces me pregunto si realmente soy muy cursi. Creo que lo soy. Tener una sola novia por tanto tiempo me pegó más duro de lo que había imaginado.

—¡Mail! —escucho el grito de Elsa fuera de mi habitación.

No necesito autorizarle la entrada. Cuando es muy urgente o necesario ella entra sin siquiera tocar, por eso cuando voy a fumar, ver porno o masturbarme tengo que ponerle seguro a la puerta. Nunca se sabe.  

Me siento en la cama para poder verla mejor; ella se acerca hacia mí.

—¿Por qué no habías revisado el correo? ¡Siempre tengo que hacerlo yo! —El regaño va primero, no hay que perder la costumbre —. Y te llegó esto. —Ahora luce emocionada, así es ella de voluble.

Me extiende una ¿carta? ¿En serio es una carta? ¿Y para mí? La razón por la que nunca reviso el correo es porque jamás hay nada interesante; solo son facturas y de vez en cuando algún paquete de cuando hacemos compras por ebay.

Como todavía no me lo termino de creer la examino con detenimiento. Es un sobre blanco con mis datos escritos, sin embargo no viene el nombre de la persona que me la ha enviado. Tampoco reconozco la letra.

—No tiene remitente —menciono cuando ya la he examinado por quinta o sexta vez.

—Bueno, eso es raro. —Ella no parece preocupada —. ¿No crees que pueda ser de alguna admiradora? —agrega con picardía.

Creo que una reacción más normal sería que mi mamá desconfiara, pero es Elsa y ella de por sí es un poco rara en algunos asuntos. Decido contagiarme con su espíritu aunque no creo que se trate de alguna admiradora. El único contacto femenino que he tenido durante las últimas semanas es ella y las señoras que van al supermercado; también van chicas pero jamás descifro las intenciones de nadie.

Elsa me da privacidad para que pueda leer la carta. Sería genial tener un abrecartas pero como no tengo nada parecido rompo un costado del sobre. Saco la hoja doblada y la extiendo. Abro los ojos ante el primer vistazo, esta letra sí la reconozco. Se trata de Linda. Eso explica la falta de remitente.

Por mero impulso la arrugo. Mi primer pensamiento es romper la carta y hacer como si jamás hubiera existido, no obstante la curiosidad me pesa más que el orgullo. Vuelvo a extender la hoja y comienzo a leer su contenido.

Es un poco extraño; me siento nervioso. Me recargo en la cabecera para estar más cómodo.

«Matt.

Dudé mucho acerca de si mandarte esta carta o no, después de todo ya me dejaste muy en claro lo que pensabas. Sin embargo, luego de largas horas de meditarlo, me di cuenta que yo no lo había hecho. Sé que tú no quieres volver a hablarme y lo entiendo, estás en todo tu derecho, aun así también necesito desahogarme y esta es la única manera que encontré. Espero que realmente llegues a leer esto.

No viene al caso decirlo de nuevo, no me vas a creer de todas maneras. A pesar de ello quiero que sepas que lo siento. Sé lo vacío que puede llegar a parecer pero de verdad estoy muy arrepentida. Lamento no poder haber sido honesta, no haber respetado lo que había entre nosotros, pero sobre todo te pido perdón por haber hecho las cosas como las hice. Tú menos que nadie en el mundo se merecía algo como eso. No te pido que me entiendas pero quiero al menos exponerte mis razones; sé que sonarán ridículas pero quiero ser sincera al menos ahora.

Cuando nos conocimos yo de verdad me esforcé porque algo se diera entre nosotros. Creo que quedé flechada por ti desde el primer momento y no sabes el gusto que me dio darme cuenta que también yo te gustaba. Nadie me lo dijo, yo sola lo intuí, llámalo sexto sentido femenino si quieres.

Quedé fascinada con tu manera de ser, eras mi sueño de chico ideal: inteligente, lindo, serio, dedicado… Aunque reconozco que tu timidez llegó a desesperarme en un par de ocasiones. Yo quería que me pidieras al menos una cita y tú te quedabas tan helado que Alex era quien muchas veces terminaba por expresar lo que tú querías decirme. Me da mucha ternura acordarme de nuestras primeras conversaciones, de cuando me pediste salir por primera vez. Muchas veces tú me has dicho que, para ti, debiste verte sumamente ridículo. Quiero que sepas que no es así. En ese momento mi corazón latió a una velocidad que jamás lo había hecho y no pude hacer nada más que sonreír como una idiota durante todo lo que restaba del día.

Amé nuestra primera cita aunque solo se tratase de una salida al parque, amé nuestro primer beso a pesar de que ambos debimos de dar pena, amé cuando me pediste que fuera tu novia así hayas escogido como escenario la entrada del cine, amé nuestra primera vez aún y con lo apresurada e inmadura que fue. Amé todos y cada uno de los momentos que pasamos juntos.

Tampoco voy a culpar a Near del quiebre que hubo en nuestra relación, menos cuando a pesar de todo yo cedí ante él. No es que hayas fallado, no tiene nada que ver contigo. El error es culpa mía. Sentía que nuestra relación había caído en la costumbre y me pareció mucho más sencillo tomar un escape que sentarme a hablar contigo acerca de cómo solucionar el problema. Cuando me di cuenta de mi error lamentablemente ya era demasiado tarde.

No me sentía orgullosa de estarte engañando, sin embargo tampoco podía dejar de hacerlo. Primero fue la adrenalina, después al parecer Near se encaprichó conmigo y no quería dejarme ir. Me tenía amenazada con contarte la verdad y yo no quería que tú me odiaras como debes estarlo haciendo ahora. Para mí fue más sencillo continuar con él y esperar que se cansara del juego a hablar con la verdad.

Tampoco voy a victimizarme, no tendría caso hacerlo en este punto, así que debo confesar que lo disfruté. Me gustaba sentirme deseada por él, me gustaba lo que vivía a su lado. Ni siquiera ahora puedo asegurarte que me he enamorado de Near, sin embargo sé que hay algo que nos une y que lo que pasó fue lo mejor que pudo ocurrirnos a ti y a mí. De esa manera pudimos dejar de mentirnos, ¿no crees?

Sé que mis palabras pueden malinterpretarse por eso quiero que tengas muy en claro que, a pesar de mis errores, te amo. Te amo como nunca amaré a nadie más. Fuiste mi primer amor, mi primera ilusión, mi primer novio, y ese lugar nunca nadie va a quitártelo. Pero así como yo encontré en otra persona algo que me hacía falta, tú también lo hiciste. Tampoco viene al caso que tú lo ocultes en este punto, Matt. Estoy enterada de lo que hay entre Mello y tú.

No quiero entrar en detalles acerca de cómo me enteré de la verdad, no voy a gastar palabras en eso, solo quiero dejar en claro que así como tú debiste haberte sentido yo también me sentí traicionada. Quiero decir, Mello es la persona de quien menos hubiera sospechado. No me interesa conocer cómo se dio lo suyo, si fue durante o después de nuestra relación, no tengo cara para reclamarte después de todo, menos quiero que esta carta se convierta en una ola de reproches.

Te mandé esto porque quise explicarte mis razones aun y cuando son por demás de patéticas, también quise desearte lo mejor en lo que sea que vayas a hacer con tu vida. Quise que al menos tuvieras un último recuerdo de mí mucho más agradable que la última conversación que tuvimos. Puede que tú me guardes rencor por mucho tiempo, quizá yo también lo haga un poco, no obstante, como ya te dije antes, siempre serás un chico muy especial en mi vida y para bien o para mal también voy a recordarte con mucho cariño.

Espero que algún día puedas perdonarme. No te voy a pedir algo tan idiota como ser amigos, tan solo anhelo que tú también puedas recordarme de la misma manera que yo voy a hacerlo contigo, aunque sea un poco.

Te deseo lo mejor del mundo, mi amor. Espero que en la universidad te vaya muy bien y que lo tuyo con Mello prospere. Tú te mereces lo mejor del mundo. Espero que él pueda quererte como yo ya no supe hacerlo.

Siempre vas a ser especial, Matt.

Linda»

Reconozco su firma al final.

Soy un revoltijo de sentimientos en este momento. No acabo de digerir su carta, sus razones, lo que me provoca la verdadera despedida de mi primer amor y que ella ya sepa lo que Mello y yo tenemos.

Tan solo quiero que la tierra me trague otra vez.

.

.

.

He estado distraído en el trabajo, me ha faltado dinero en dos cortes de caja y no estoy durmiendo como debería. La última semana ha sido difícil.

He tenido que cargar yo solo con este peso. Es solo que no puedo decirle nada a Mello, al menos no todavía; él se pondría paranoico, lo creo capaz incluso de hacer alguna idiotez. Por ello seguiré con el plan que ya tenía previsto y voy a esperar el momento indicado.

Luego de otro día de mierda en el supermercado, Mello y yo acordamos por mensaje hacer algo para distraernos; al parecer él también ha tenido días así. A pesar de que mi mamá ya sale muy seguido de noche y de que la hermana de Mello y su cuñado están en unas mini vacaciones en la capital, decidimos reunirnos en el siempre confiable lugar secreto.

Solo queremos pasar un buen rato, no buscamos embriagarnos, así que además de las cervezas también compramos algunas frituras y chocolate; no fuimos al supermercado donde yo trabajo, ni loco iría ahí fuera de mi horario.

A mí me toca llevar las compras en mi mochila y Mello, al ser el dueño del vehículo que nos transporta —su motocicleta—, es el conductor designado. Por mera costumbre me aferro a su cintura y emprendemos marcha hacia el bosque fuera de la ciudad. Al llegar al lugar secreto deja su moto aparcada donde siempre y con la luz de nuestros celulares logramos entrar por la ventana.

Busco la lámpara en el baño, aguanto la respiración hasta que la encuentro. Mierda, ese lugar apesta. Enciendo la lámpara y me dirijo con ella hacia nuestra sala, bueno, al menos en sus mejores años ese punto debió serlo. Coloco la lámpara en medio, Mello aprovecha para ya poder sacar las cosas; me pasa la cajetilla de cigarrillos mientras él se enfoca en las barras de chocolate.

Nos sentamos en el sofá y hablamos de banalidades: me quejo de mi jefe y él del suyo, le menciono que me he visto rodeado de señoras y él me presume que la chica de recursos humanos de la empresa es una diosa. Creo que lo odio un poco.

—Lo más sexy que he visto en mis vacaciones es la tanga de una cuarentona —digo luego de darle un trago a mi lata de cerveza.

—Eres un pervertido. Y has bajado tus estándares. —Mello se burla.

—Fue sin querer. La mujer se agachó para recoger algo que se le había caído. Fueron los peores tres segundos de mi vida.

Vuelve a reírse y no hago ademán de detenerlo. Es mejor dejar que se le pase o sino hará más grande el asunto. Lleno mi boca con un puñado de papas fritas y espero.

Cuando parece que se ha calmado Mello le da un trago a su cerveza, sin embargo, como vuelve a reírse, termina por escupirla. Su mentón se moja y las gotas comienzan a recorrer su cuello. Me sorprende lo hipnótico que ha llegado a ser eso.

Mello se limpia con la manga de su playera.

—Es que lo imagino y es increíble —se justifica —. Debes estar muy necesitado de sexo como para ver esas cosas.

Creo que no escuchó, o ignoró, la parte donde le dije que fue sin querer. Suelto un suspiro. No va a valer la pena desgastarme en explicaciones.

—Bueno, tal vez lo esté —suelto como quien no quiere la cosa —. Ha pasado un buen tiempo desde la última vez que estuve con… que follé —alcanzo a corregir al final.

—También ha pasado buen tiempo desde mi última vez —reconoce. Supongo que su última vez debió ser con Sayu y ya tiene tiempo que terminó su pseudo relación con ella.

—Lo extraño, sabes. Digo, jalármela no siempre es suficiente, o jalártela a ti. Y nuestras sesiones de… besos, bueno, siempre me dejan con ganas.

—¿Estás insinuando algo?

Me quedó callado. Agradezco que la luz de la lámpara no sea tan potente como para que pueda ver a detalle mis gestos; debo estar sonrojado, aparte ya estoy rascándome la nariz.

—¿Algo cómo qué?

—Que quieres tener sexo. Que tengamos sexo, más bien —afirma.

Se me ocurre decirle que olvide esta parte de la plática y que sigamos como si nada, sin embargo esa parte de mí no quiere desaprovechar la oportunidad. Si Mello está sosteniendo esta conversación en lugar de haberla ignorado como siempre que algo no le gusta es por algo, ¿verdad?

—Pues… sí. Quiero que follemos —me sincero.

—Qué directo.

No se aleja, no me golpea, tampoco se enoja. ¡La idea no parece desagradarle! Espero poder disimular mi emoción.

—¿Tú quieres? —mi voz se escucha muy baja, logré expresar toda esa timidez que buscaba esconder.

Mello parece meditarlo un poco, por suerte no demasiado.

—Mierda, sí. Quiero saber que se siente —suelta un suspiro, clava luego su mirada en mí —. Y de algo debe servirme toda la mierda de porno gay que he visto hasta ahora.

—¿Eres un experto ahora, eh? —suelto, juguetón.

—No arruines el momento, Matt, que ya estoy comenzando a calentarme.

Antes de poder disculparme, él se acerca hacia mí. Me quita la lata de cerveza y me besa como nunca antes lo había hecho. Me muerde el labio inferior, explora mi boca con su lengua; no le sigo el juego ya que solo quiero disfrutarlo. No quiero que se detenga.

—Es bueno saber que daremos ese paso —digo cuando nos separamos un poco. Mello gruñe y vuelve a atraerme hacia él.

Ninguno de los dos está ebrio, esto está sucediendo porque los dos queremos que suceda. Vuelvo a separarme de él para poder retirarle la playera; Mello aprovecha para quitarme la mía. Cuando tanteo por sobre su pantalón ya siento una erección, yo igual ya estoy en las mismas condiciones. Joder, es excitante el no tener que esperar demasiado.

Él no se conforma con solo tocar. Baja el cierre de mi pantalón y comienza a acariciar mi miembro. No contengo los gemidos. Quiero que sepa que lo disfruto.

Deja de hacerlo un momento para poder bajar mi pantalón. Justo en ese instante, mientras solo observo, la conciencia regresa un poco a mí.

—Espera, tengo que buscar algo. —Lo escucho gruñir cuando me alejo para buscar en mi mochila.

—¿Y lo dices justo ahora, cuando ya estoy así?

Lo del lubricante es verdad; lo compré un día que Elsa me mandó a la farmacia a buscar analgésicos. Lo vi a la mano y, como la botella se parecía a la que compró Linda aquella vez, no pude desaprovechar la oportunidad, después de todo nunca se sabe. Es una suerte que sí la comprara, el momento ansiado por fin llegó y estoy «preparado».

—La calentura no te deja pensar. Si lo hacemos al raz va a doler —trato de justificarme.

—¿Ya lo has hecho acaso?

—Eso es algo obvio, ¿no crees? Lo de que el sexo por el ano duele —aclaro —. Es meter el pene por el ano además… —No sé si sea el mejor momento para decirlo, sin embargo me siento con el deber de compartir mi experiencia, quizá nos ayude —: Sí, sí, ya tuve sexo anal una vez. Es necesaria una buena lubricación.

Me sorprende ver a Mello sonreír. No sé, esperaba que se enojara por cortarle la inspiración o por sacar a colación un suceso que ocurrió con mi exnovia.

—Entonces eso quiere decir que te me has adelantado en un aspecto. Yo nunca lo he hecho por detrás.

Creo que la calentura le atrofia un poco el cerebro. No me importa, lo quiero tal cual.

—No me cortes la inspiración tú a mí —pido a la vez que le aviento la botella. Sus reflejos son buenos —. Volvamos a empezar.

—Realmente estás preparado —menciona, analizando la botella —. ¿Entonces quién va a meterla?

—Sí que sabes cómo arruinar momentos.

Puede sonar estúpido pero jamás medité esa parte. Sé que soy medio gay pero nunca he considerado necesario clasificar si soy gay pasivo o gay activo. ¿De verdad es necesario otorgar roles y eso? Soy nuevo en esto y nunca leí algún artículo que hablara sobre asignaciones.

Mello también parece estarlo pensando, me alegra no ser el único que se está quebrando la cabeza. Vuelvo a sentarme donde estaba y medito junto a él una respuesta. En realidad no se me ocurre nada.

—Que sea una y una —propone Mello.

—¿Qué?

—Justo eso. Yo te la meto a ti y luego tú a mí.

—¿Y por qué tú tienes que ser primero?

—¡Eres un marica, Matt! —parece algo exasperado —. Como veo que eres un miedoso, está bien, tú primero. Solo deja de hacerte el imbécil y vamos a empezar.

Me callo, no tanto porque me intimide sino porque igual quiero dejar de perder el tiempo. Antes de que pueda volver a besarlo, Mello busca algo en sus pantalones; lo veo hurgar en su billetera y sacar algunos condones.

—¿También venías preparado? —No puedo evitar sorprenderme.

—No, siempre traigo por si las dudas.

—¿Tantos?

—¿Quieres callarte? —Vuelve a adquirir su pose intimidante.

De acuerdo, ya no diré nada innecesario.

La sesión de besos vuelve a reanudarse, los toqueteos y las caricias también. Ahora es mi turno de masturbarlo. Creo que estamos más calientes de lo que habíamos imaginado. Luego de tan solo unos pocos minutos logro sentir algo caliente en mi mano. Rio de ello.

—Te viniste demasiado pronto.

No me objeta nada, tan solo sigue tratando de normalizar su respiración.

Él mismo se baja los pantalones junto con la ropa interior; le pido que se quite los calcetines porque eso es lo menos sexy que puede haber. No es la primera vez que lo veo desnudo pero esta ocasión sé que es diferente. Vuelve a sentarse en el sofá y toma la botella de lubricante. Duda un poco y me la pasa.

—Anda, presúmeme tu experiencia.

Trato de recordar cómo lo hice con Linda. Le pido que se recueste boca abajo en el sofá, que así será más fácil. De pronto lo noto más sonrojado, no sé si por la excitación o porque esa posición le avergüenza.

Al final la calentura le gana y lo hace. Me pongo de rodillas al lado del sofá, quedando justo a la altura de su trasero. Unto mis dedos con lubricante y con la otra mano le separo las nalgas. Él esconde su rostro entre sus brazos; creo que la vergüenza está ganando ahora.

—Haz lo que tengas qué hacer —exige, apenas y le entiendo —. Esto es raro.

Trato de calmarme y hacer lo que debo hacer. Cuando se lo hice a Linda estaba sumamente nervioso pero nada comparado a lo que estoy sintiendo ahora. Espero dar un buen papel y no hacer el ridículo. Llevo la batuta ahora, no puedo arruinarlo.

Veo su esfínter y comienzo a masajearlo. Trato de fijarme en la expresión de Mello pero debido a su posición no lo logro. Terminó guiándome por el instinto. Recuerdo lo que Linda me pidió que le hiciera para que se sintiera mejor. Dejo el ano un rato y comienzo a masajear el periné. Alcanzo a escuchar un suave gemido y eso termina por subirme el ego.

Le pregunto cómo se siente y me pide que me calle y continúe. Tomo eso como que sí lo estoy haciendo bien y lo está disfrutando. Continuó masajeando el periné mientras que con la otra vuelvo a acariciar su ano. Gime más fuerte, le gusta.

Pruebo con introducir mi dedo índice. No sé queja pero supongo que se está aguantando.

—¿Cómo lo llevas?

—Tú continúa. —Aunque parece decidido, tardó en contestarme —. Comienza a sentirse bien.

—De acuerdo.

Tal vez sea cierto, supongo que debe serlo. Según yahoo respuestas un hombre puede alcanzar un orgasmo tan solo con la estimulación anal. Sigo metiendo mi dedo con ritmo; como ya entra con mayor facilidad introduzco también el dedo corazón. Ahora sí alcanzo a escuchar un quejido de su parte.

—¿Me detengo?

Vuelve a tomarse su tiempo para responder. Alza un poco la cabeza para decirme:

—Ya, sigue, no fue la gran cosa.

Pienso en que debo ser delicado, sin embargo también estoy tan caliente que me convenzo de que es sincero conmigo para continuar.

Mantengo ese mismo movimiento un largo rato. Quiero que esté lo más dilatado posible. Sé que Mello es un experto en hacerse el fuerte, si lo estoy lastimado es capaz de aguantarse el dolor con tal de no verse vulnerable. Ocuparme de su bienestar va a ser una tarea muy difícil.

Beso su espalda y le susurro que ya es momento de empezar. Él asiente.

—¿Cómo debo ponerme? —pregunta, todavía recostado.

—Bueno, es más cómodo en… en cuatro. —Busco cómo nombrarla. No es ninguna especie de fetiche, a Linda le dolió menos en esa postura, debe ser similar —. Sería mejor si lo hiciéramos en el piso. Este sofá es un asco.

—¿En serio debe ser en esa posición? —reprocha —. Es... no estoy seguro.

—Será más fácil, no pasa nada. Créeme, tenerte de perrito no te hará menos hombre de lo que todo esto ya lo hizo —me burlo.

—Vuelves a hacer otro comentario similar y me largo.

—¿Podrías irte en este punto?

—¿Puedes dejar de decir idioteces y continuar?

—Dramático.

Me contesta otra cosa pero no le presto atención. Me bajo los pantalones lo suficiente para poder sacar mi miembro. Después tomo un condón y me lo coloco.

Mello se baja del sofá y apoya sus rodillas y codos en el piso. Tal vez debimos poner algo para amortiguar los raspones pero ya es demasiado tarde para eso. Me acerco hasta su trasero y me inco; su ano sigue dilatado, no debo dejar esperar más tiempo.

Tomo mi pene y lo guío hasta su entrada, tan solo rozando. Lo escucho suspirar. Algo tan simple como esto al parecer se siente bien. Sigo estimulando de esta manera mientras me doy valor para entrar.

—Si vas a meterla, hazlo de una vez —gruñe Mello por lo bajo.

Paro mi acción. No quiero esperar más ni hacerlo esperar a él. Luego de inhalar y exhalar, comienzo a penetrarlo de a poco. Escupe lo que parece ser un alarido; me detengo al instante. No entró ni la mitad.

—¿Dolió?

—¿Tú qué crees? —Tiene razón, no sé por qué pregunto lo evidente —. Espera un poco.

Asiento. Sé que no es bueno recordar a Linda en este momento pero ella es mi única referencia. Cuando entré en ella, pasó algo similar. Esperamos unos minutos y ella me pidió que la tocara. La masturbé un rato, lo que logró que ella se relajara y yo pudiera entrar con mayor facilidad.

Deslizo mi mano hasta su miembro, el cual comienzo a masajear. Mello continúa igual de rígido pero al cabo de unos minutos siento su cuerpo relajarse. Sigo moviendo mi mano al mismo tiempo que trato de que mi pene entre por completo.

—¿Ya estás mejor? —pregunto, realmente preocupado. Mello voltea su cabeza lo más que puede, me mira por el rabillo del ojo.

—Sigue de la misma forma.

Pronto logró introducirme por completo. Su interior aprieta de manera increíble, es una sensación que jamás había experimentado. Es delicioso mas no puedo evitar hacerme la tonta pregunta de si lograré salir. Quiero pensar que son miedos normales.

No me muevo por un rato, trato de que Mello se acostumbre. Lo peor de caso es que él no me está diciendo nada por voluntad propia, todo se lo tengo que sacar. Detesto esa pose de pseudo macho que está aparentando.

—¿Ya puedo moverme? —No escucho respuesta, repito la pregunta.

—Hazlo... —dice en un tono de voz tan suave que no me lo creo. Creo que debo sentirme bendecido; no cualquiera puede alcanzar este este privilegio.

Vuelvo a asentir. No sé por qué lo hago si no me ve. Dejo de masturbarlo y apoyo ambas manos en su trasero. Saco mi miembro con cuidado y vuelvo a introducirlo. Ha sido más sencillo, también ha vuelto a quejarse, por lo que espero un poco para repetir mi acción. Pregunto de nuevo si puedo volver a intentarlo; Mello también vuelve a hacerse el digno, por suerte al menos me responde más rápido. Salgo otra vez y se la meto con un poco de velocidad, parece doler menos; repito la acción y al menos ahora no se queja. Es hasta la séptima u octava estocada que escucho un gemido de su parte. Un sonido tan simple me ha calentado como nunca nada lo ha hecho.

Ahora lo hago con mayor rapidez, él también continúa gimiendo. Exclama y llama a Dios y para mí es como una señal de que lo estoy haciendo bien. Es un tanto curiosa la sensación de saber que lo estoy sometiendo pero al mismo tiempo es excitante. Tengo a Mello a mi merced como nunca nadie lo tendrá y ese simple hecho en sí es el que me calienta. Eso y que por fin estoy cumpliendo mi sueño.

Decido volver a masturbarlo. Suelta un grito que nunca antes le había escuchado. Mierda, ¿cómo logra ponerme así con tan poco? Mi mano va de arriba a abajo, estoy tan excitado; su interior me aprieta de manera exquisita y puedo sentir que nací para vivir ese momento. Diablos, ¿cómo puedo hacer referencias en momentos así?

Las ganas logran ser mayores que su orgullo. Pierde el control sobre sí mismo y comienza a decir mi nombre, y creo que nunca se ha escuchado tan bien como cuando él lo pronuncia.

Todas estas sensaciones me confirman que de verdad estoy enamorado. Sé que no es el mejor escenario para darme cuenta de eso pero también me siento bien de tener claro lo que quiero.

Luego de otras dos o tres estocadas, Mello termina en mi mano; sus paredes se aprietan tanto que hacen que yo termine también. Sin embargo no deseo salir, quiero permanecer así un poco más.

.

.

.

Minutos después, cuando ya hemos normalizado nuestra respiración, Mello me pide que no sea ridículo y que salga. Lo hago sin quererlo realmente. Ignoro la mierda que hay en el condón y lo tiro lejos; me abstengo de hacer comentarios acerca de eso.

Mello se tira en el suelo, todavía cansado y boca abajo. Me recuesto a su lado. El suelo sucio y los fluidos pasan a segundo plano.

—¿Y qué tal? —pregunto cuando lo noto más relajado.

Mello abre los ojos, clava sus pupilas en mí.

—Siento como si me hubieras metido una bara en el culo.

—Gracias por el cumplido.

De estar más lúcido, me habría golpeado. Lo sé.

—Me gustó lo de los dedos pero luego, cuando me la metiste, me dolió hasta el alma. —Hace una mueca mientras me cuenta —. Aunque después se sintió mejor, sabes. Cuando comenzaste a jalármela... fue como si tocara el cielo.

—¿Y viste a Dios y lo saludaste?

—Le mandé saludos de tu parte.

No puedo evitar reír.

Hablamos un poco más acerca de las sensaciones, en general ha estado bien para él. Trato de alargar la conversación, no obstante él me grita que no sea marica, que él ya cumplió y que ahora me toca darle el trasero. Es un romántico. Y sí, es sarcasmo.

Debido a que sus rodillas y codos quedaron destrozados, decido no arriesgarme a lo mismo y permanezco boca arriba. Puede ser más difícil pero... me gustaría mirarlo a la cara. Siento que hace rato faltó ese toque y busco tenerlo esta vez.

Me ayuda a quitarme lo que me queda de ropa. Separo las piernas y las doblo para darle acceso y tener mayor comodidad. Mello sigue mi ejemplo y repite lo que yo le hice; acaricia el periné, tantea mi ano, se unta los dedos con lubricante y comienza a dilatarme con una delicadeza muy impropia de él.

Arde, es raro, pero luego de un rato logra sentirse bien. Cierro los ojos cuando me pregunta si ya puede meterla. Tan solo me limito a asentir.

—Vamos, creo que estoy listo.

—¿Crees?

—Es mejor que nada —sonrío, me hago el valiente. Quiero transmitirle confianza —. Ya es mi turno, ¿no?

No responde nada a eso. Se coloca otro condón y trato de mantener mis piernas lo más abiertas posibles. Creo que no es momento de pedirle cambiar de posición.

Cuando Mello comienza a introducir su pene dentro de mí, me duele como nunca nada antes me ha dolido. Logro contener un grito pero nada más porque también soy un hombre y debo demostrar que puedo soportar lo mismo que él. Pero mierda, duele como nada.

La comparación de la bara en el ano es muy acertada.

.

.

.

Notas finales:

 

¡Hola!

Diciembre ha llegado y con ello he vuelto a actualizar. El capítulo es gigantesco pero no creía prudente cortarlo por efectos de la historia.

Muchas gracias por su paciencia, por seguir leyendo, por mantenerse ahí. El final está muy cerca, demasiado para ser sincera. Este es el antepenúltimo capítulo por lo que solo nos quedan dos más.

¡Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).