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Drama Queen por Ellie77

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Notas del capitulo:

Death Note pertenece a Tsugumi Oba y a Takeshi Obata

¡Hola!

Bien, creo que ahora la tardanza fue menos… creo XD.

Gracias a / Joselyn / stefy22 / por sus reviews :3

Advertencias: AU. Lenguaje vulgar. Contenido heterosexual. OoC. Presencia de OC’s

Sin más que agregar, ¡a leer!

Capítulo 5:

Bloody, casi el fin del comienzo

.

.

Mi corazón se siente muerto por dentro

Está frío y duro y petrificado

Bloquea las puertas y cierra las persianas

Vamos a dar un paseo

 

I Can’t Decide Scissor Sisters

.

.

Como pocas veces, me encontraba sumido en el aburrimiento. Llevaba haciendo zapping aproximadamente una hora y no había podido encontrar algo bueno en la televisión; a causa del Halloween toda la programación constaba de insípidas y estúpidas películas de terror que ya había visto, y en su mayoría eran tan malas que en mi puta vida las volvería a ver. Dejo de cambiar canales cuando llego a un infomercial de una cosa bastante inútil, mas estoy tan aburrido que aquella basura logra captar mi atención por unos minutos.

En otras circunstancias no estaría desperdiciando mi noche del sábado en algo tan idiota como esto, de hecho, por la fecha, hasta hubiese organizado una «pequeña» reunión. No obstante, debido a que Ele se enojó bastante por las manchas indecentes en las sábanas de Near de la última vez, me prohibió rotundamente organizar otra fiesta en lo que quedaba del año escolar. Una lástima, el maldito año apenas había comenzado.

Así que aquí me encuentro, viendo un infomercial de una faja que hace a las mujeres adelgazar casi por arte de magia, siendo modelada por una chica que debe tener silicona hasta en el cerebro. De verdad que las mujeres deben estar desesperadas, y muy idiotas, como para dejarse estafar al adquirir esa clase de productos tan inservibles.

Cuando de nueva cuenta voy a cambiar de canal —lo juro, mi intelecto pareciera reducirse con esta estupidez—, escucho la puerta delantera abrirse. No necesito ni girar el cuerpo para saber de quién se trata; es Ele, el sonido de sus pies arrastrándose me es inconfundible.

—Ya llegué —anuncia.

—¿En serio llegaste? De verdad, gracias por aclararlo. Puedo vivir en paz ahora.

Ni él es idiota ni yo tampoco, no entiendo por qué declara algo tan evidente. Ele no dice nada, ya bastante acostumbrado a mi forma de contestar, quiero suponer que lo está. Sus pasos se dirigen hacia la cocina y antes de entrar, dice:  

—Traje pastel, por si quieres.

Me levanto del sillón y le sigo, el pastel me es suficientemente tentador como para hacerlo. La mucama había dejado albondigón para cenar, pero no quiero albondigón, detesto el albondigón. Por eso cenar pastel es una opción mucho más agradable. Además es de fresas con nata, me gusta esa combinación en especial; el cómo resalta el rojo de la fruta en el betún blanco me es fascinante.

Ele deja el pastel en la mesa de la cocina y después sube escaleras arriba hacia su habitación. Aprovecho que no está para picar la crema del pastel. Me da flojera levantarme por un plato y servirme una rebanada, así que continuo con esa acción. Cuando mi primo baja y vuelve a la cocina solo suelta un suspiro al verme y de un manotazo aleja mi mano. Le doy una mala mirada, y después de sobar un poco el golpe, sigo comiendo.

Tomo un pedazo pequeño de pastel entre mis dedos, pero antes de poder comerlo Ele me pregunta en un tono de voz que deja entrever un «poco» de preocupación. Aquí vamos otra vez.

—¿Dónde está Near? —Touché, he adivinado. Si hay gente tan estúpida que cree que con una faja puedes adelgazar, bien podría dejar la escuela para estafar personas con la burda mentira de que preveo el futuro. Sería un éxito —. No lo veo por ningún lado.

El radar de Ele no debió haber percibido la presencia del enano en varias yardas a la redonda, y como el buen tutor que es, se ve en la obligación de cuestionar su paradero. No lo entiendo, con lo agusto que se siente el ambiente de la casa sin Near, aunque tampoco es mucha diferencia a cuando él está.

—No lo sé —contesto encogiéndome de hombros.

—¿Cómo que no lo sabes?

—Salió desde la tarde y no dijo a dónde.

—¿No le preguntaste? —Joder, es tan difícil entender que no sé dónde está. A veces me cuesta creer que Ele se halla graduado con honores de Oxford.

—No soy su puta niñera como para hacer eso.

Doy un bocado más al pastel y Ele ya no me cuestiona nada. Lo veo sacar su celular y marcar un número, seguro llamará al idiota de Near para preguntarle dónde mierda está y a qué hora se supone va a llegar. Si fuera yo el que no está en casa no habría problema, Ele está más que acostumbrado a que vaguee por la calle a estas horas de la noche; pero que sea el asocial de Near el que no ha dado señales de vida es algo fuera de lo común. Por ello, en parte, no culpo a Ele por su preocupación. Después de todo Near también es su hermano.

Luego de varios intentos fallidos, el enano se digna a contestarle y se enfrascan en una conversación que no me interesa escuchar. Vuelvo a enfocarme en el pastel, del cual ya he comido bastante, poco menos de la mitad para ser exacto. Doy una mordida a una de las fresas que viene entera; me declaro fanático de las fresas, uno de los pocos placeres que tengo en mi vida.

En ese instante, el timbre de la puerta resuena en toda la casa. Como no quiero atender a más mocosos estúpidos con disfraces todavía más estúpidos, me quedo en mi lugar ignorando el ensordecedor ruido del timbre siendo tocado una y otra vez. Ele termina la llamada en ese momento y él es quien va a abrir. Cuando escucho el típico grito de «dulce o truco», agradezco no ser yo quien esté lidiando con esa panda de mocosos.

Ele regresa poco después con el tazón de dulces vacío —pobres de los niños que vengan después, ya no queda nada que darles—; deja el traste en el fregadero y saca de la alacena un pequeño plato además de un par cubiertos. Se acerca al pastel, corta una rebanada del lado contrario al que yo estoy comiendo y se dispone a degustar con suma paciencia. Me caga esa lentitud.

—¿Te gustó? —me interroga viendo el pastel. Y volvemos al asunto de las preguntas estúpidas. Si estoy por acabarme la mitad del pastel, ¿qué no es obvio que me gustó? —. Me lo regaló un amigo. Lo compró en una cafetería que acaba de abrir. Habría que ir un día de estos.

Aparte de noche de brujas, también es cumpleaños de Ele. Ya lo felicité y le di algo en la mañana; cumplí con mi papel de primo, no debe pedirme más. Y su reducido grupo de amigos seguro le organizó algo, debe darse por bien servido.

Ele no es bueno socializando, defecto compartido por cada uno de los miembros de la familia, y como yo tampoco me esfuerzo por seguir su conversación nos sumimos en un profundo silencio que solo es roto por el sonido del tenedor tocar la porcelana. No es incómodo, al contrario, me agrada estar con personas con las que no existe necesidad de intercambiar palabras cada dos minutos; creo que por eso mismo comencé amistad con el geek de Matt y el idiota de Alexander, de igual forma como con Mello.

Logramos acabarnos el pastel en el lapso de quince minutos, y tardamos otros quince en terminarnos las galletas del frasco escondido al fondo de la alacena —el pastel no fue suficiente para saciar nuestra gula—, tiempo en el que también ignoramos la llegada de más niños sedientos de caramelos que tocaban el timbre con desesperación. A eso se reducen mis momentos de convivencia con Ele: guardar silencio y comer cosas dulces. No me quejo, está bien para mí; son dos de mis cosas favoritas en la vida, y es una lástima que no pueda hacer lo mismo con todos.  

 Media hora después de ello, de nueva cuenta se escucha la puerta delantera abrirse. Por los pasos más suaves y hasta mecánicos, sé de inmediato que se trata de Near —eso y que Near es la única persona, aparte de la mucama, Ele y yo, que tiene llave—. El enano no anuncia su llegada, mucho menos viene a la cocina a saludar, es Ele quien tiene que pararse y dirigirse a dónde él para seguir interrogándole acerca de su extraña salida a tan altas horas de la noche. Al contrario, Ele debería estar bailando de alegría porque Near tiene algo de vida social, yo sí estoy feliz por ello: el que Near salga me ha convenido a mí de varias formas. Pero en cambio, solo escucho la voz de Ele reprendiéndolo por «el extraño comportamiento que ha tenido de un tiempo a la fecha».

Por mi parte, permanezco en mi lugar. No me interesa lo que Near tenga qué decir ni mucho menos quiero ver a Ele asumiendo ese estúpido rol paternal para con él. Yo no tengo cabida es su burbuja familiar.

 

Me despierto de mi siesta vespertina debido a que comencé a sentir escalofríos por todo el cuepo, culpa del burdo mes de noviembre. Casi como acto reflejo —asumo que para todas las personas de mi edad—, tomo mi celular que está sobre la cómoda; este me marca las seis y media en punto además de un montón de llamadas perdidas y varios mensajes en la bandeja de entrada, todos ellos de la bola de imbéciles que al parecer son mis amigos. Es ahí cuando recuerdo que habíamos acordado en reunirnos en el lugar secreto para «festejar» al geek de Matt.

Como no soy la persona más puntual del mundo, no me apuro en darme prisa. Sea como sea los otros imbéciles tendrán que esperarme, tienen que esperarme el tiempo que sea necesario. Luego de lavarme la cara para espabilar un poco, me dirijo al closet y, como el clima está bastante fresco,  saco una sudadera negra. Tampoco pongo tanto empeño a mi imagen, aparte solo se trata de Matt. Como el imbécil mañana cumple tres largos, pero muy largos años de relación con la hippie amante de la naturaleza, iremos todos a embriagarnos en su honor para hacerlo olvidar su cruel realidad. No importa que todavía esté idiotamente enamorado de la vegetariana, no es normal follar por tanto tiempo con la misma chica.

Salgo de mi cuarto a paso lento, lo reitero: me vale una mierda que vaya retrasado. En la casa no se escucha ni un solo ruido más que el de mis propios pasos, tanta tranquilidad me da flojera de nuevo; desperezo un poco los músculos mientras recorro el pasillo, incluso suelto un bostezo. Con tal de no sentir sueño de nuevo incluso acelero un poco el paso. Estoy por bajar las escaleras cuando alcanzo a escuchar un curioso ruido, parecido al golpeteo de la cabecera de la cama en la pared, y lo más extraño es que el sonido proviene del cuarto de Near. No es como si me interesara en que gasta su tiempo el enano pero no voy a arriesgarme a que el muy idiota haya tenido un accidente para después ver a un Ele histérico debido a que su adorado hermano se golpeo la cabeza y está en el hospital. Por ello necesito cerciorarme.

Conforme voy acercándome el ruido se intensifica, acompañado de lo que parecen suspiros y gemidos ahogados. ¿Qué mierda está haciendo Near en su habitación? Tomo el pomo de su puerta y lo giro, solo para darme cuenta que está cerrada con seguro. Agito el pomo intentando forzar la cerradura sin obtener ningún resultado. Golpeteo la puerta, la pateo e incluso comienzo a llamar al enano, sin embargo Near sigue sin contestar.

—Joder, Near, ¡abre la puta puerta! —exijo a la vez que sigo agitando el pomo —. Si te accidentaste o algo parecido ni pienses que voy a llamar a una ambulancia. No me vas a cagar mis planes.

Pego la oreja a la madera de la puerta, ya no logro oír algo; el golpeteo de la cama se ha detenido y los otros ruidos por igual. A continuación solo alcanzo a escuchar como el enano parece haberse bajado de la cama y el sonido de sus pasos recorrer la habitación.

Continuo insistiendo; el asunto ha llamado mi atención lo suficiente como para querer gastar mi tiempo con mi «amado» primo. Alexander y compañía pueden esperar.

—¡Enano, abre! ¡Mierda, abre! —Quizá sea capaz de cabrear a Near y hacerlo perder los estribos como pocas veces en su vida, de hecho creo que nunca he visto a Near enojado, o eufórico, o triste; siempre tiene la misma jodida expresión en el rostro —. ¡Near…!

En ese momento la puerta se abre, aunque solo un poco. Near apenas asoma el rostro, y por la mirada que me dirige me doy por satisfecho: lo irrité. Suelta algo parecido a un bufido y comienza a retorcerse un mechón de cabello con más ímpetu que de costumbre; he deducido que ese gesto es para canalizar su frustración o algo parecido.

—Creí que no estabas.

—Pero aquí me ves, y bastante preocupado por ti, enano —comento, sarcástico. Near no es bueno con el sarcasmo pero creo que capta mi punto.

—Ya abrí, ¿ahora puedes irte?

Hace el ademán de cerrar la puerta pero se lo impido interponiendo mi pie. Empujo con fuerza, y como Near es un debilucho, fácilmente logro desbloquear el paso para poder ingresar con total libertad. Paseo la vista por la recámara la cual a primera instancia no luce fuera de lo común, los juguetes están en los estantes, los libros ordenados perfectamente, el inmaculado blanco envolviendo el lugar; todo tiene el nombre de Near tatuado en cada rincón.

Hasta que percibo un agrio olor que inunda toda la habitación. Me giro hacia la cama de Near y me percato que el edredón, también blanco, se encuentra revuelto. Es ahí cuando me fijo bien en el aspecto del enano. Tiene la camisa desabrochada de los tres primeros botones y los pantalones mal acomodados además de una extraña protuberancia entre las piernas, eso sin contar que lleva el cabello más revuelto de lo normal y un ligero, casi imperceptible, rubor en las mejillas. Todo me lleva a una conclusión:

—¡Te la estabas jalando!

Near no se inmuta, no dice nada, solo se queda en su misma posición. No afirma nada pero tampoco lo niega. Eso es suficiente para darme la razón.

—¿Ya puedes irte? —rebate.

—Vamos, no te avergüences, eres un chico después de todo. Todos lo hacemos, igual yo.

—No me interesa saber lo que haces en la soledad de tu habitación.

—Eres tan cortante —objeto, haciéndome el ofendido —. Y yo que quiero pasar tiempo de calidad contigo, como los primos que somos.

—Bien, ya pasamos el tiempo necesario. Ahora largo que tengo cosas qué hacer.

—¿Continuar auto-amándote? Deberías conseguir una novia, sabes… o un novio, no estoy del todo seguro de tus preferencias.

De nueva cuenta escucho un bufido de su parte. Sigue retorciendo todavía más su cabello y me mira con una cara mucho más seria a la que normalmente trae. Joder, debo sacarle una foto, nadie me va a creer que logré sacarlo, un poco, de sus cabales.

—Vete.

—Pero apenas estamos comenzando.

—Largo —declara, tajante, señalando la puerta con un leve gesto de cabeza. Juro que no puedo evitar reír ante eso.

—Está bien, me voy. Solo porque sé lo molesto que es que te interrumpan a la mitad —apunto hacia su entrepierna, casi estallando en carcajadas. Near permanece estoico —. Sigues empalmado.

Dicho eso, me dirijo a la puerta y cruzo el umbral. Near me sigue de cerca pero solo para cerrar de un portazo, haciendo que el sonido retumbe por todo el lugar. Ahora sí no puedo aguantar la risa. Este suceso quedará bien grabado en mi mente para su posteridad.

 

 

Debido a que es la que queda un poco más cercana al lugar secreto, el punto de reunión con los demás idiotas es la casa de Matt. En cuanto estoy frente a la puerta, toco suavemente y espero paciente a que me abran. Como era de suponerse, Matt es quien me abre; lleva una expresión irritada que desentona por completo en él, más cuando estoy tan acostumbrado a verlo siempre relajado. Me encojo de hombros y le sonrío.

—¿Me extrañaron?

—Hasta que te dignas a llegar —dice, ignorando por completo mi saludo —. La hora era a las seis, como mínimo te esperábamos a las seis y media.

—Lo sé, pero surgió un ligero percance.

—¿Te quedaste dormido, cierto?

—Sí —admito sin pena —. Lo importante es que ya estoy aquí.

Intento adentrarme a su casa pero ni siquiera me lo permite. Llama a los otros dos y estos salen, Mello con un semblante verdaderamente molesto por mi retraso y Alexander con la cabeza gacha, evitando mi mirada. Suelto un bufido, ignorando por completo a los tres, y emprendemos camino hacia el lugar secreto.

Caminamos varias calles más —aunque no las suficientes como para cansarme—, hasta llegar a la entrada del bosque. Nos encontramos a las afueras de la ciudad, en uno de esos raros puntos que todavía no son tocados por el hombre. Tengo entendido que Matt y Alexander encontraron el lugar cuando niños, y después de algunos meses de comenzar a juntarme con ellos me lo mostraron como ahora nosotros lo haremos con Mello. El lugar secreto pasó a ser nuestro punto de encuentro para hacer cosas indebidas; al parecer aquí Matt comenzó a fumar y Alexander perdió la virginidad. Yo no había hecho algo especialmente interesante en este lugar hasta hace unas semanas que vine con Alexander a recordar sucesos. Ahora solo hace falta ver que hace Mello aquí para que todos hayamos marcado el lugar.

Y ahora que lo pienso, decirle lugar secreto a ese lugar es sumamente estúpido.

El frío cala más conforme te adentras al bosque por lo que me veo en la necesidad de guardar las manos en los bolsillos de la sudadera. Veo que los demás hacen algo similar. Caminamos unas yardas más, hasta toparnos con lo que en su mejor momento debió haber sido una casa o algo así, al menos eso pareciera. Matt se adelanta y se acerca a una de las ventanas la cual fuerza y logra abrir para que todos podamos entrar. Primero Matt, luego Mello, después Alex y al final yo, por lo que a mí me toca cerrar.

No es el lugar más limpio del mundo, pero sí lo bastante cómodo como para pasar un rato agradable. La casa debió haber sido habitada hace demasiados años, sin embargo, hoy por hoy solo queda la construcción y uno que otro mueble que los antiguos dueños dejaron. El lugar secreto no es muy grande, solo consta de lo que debió haber sido una sala, una recámara y un baño, y por cierto este último está hecho una completa mierda, literalmente.  

Estando adentro, lo primero que hacemos es encender la lámpara Coleman que traemos para iluminar el lugar. Ya prendida, la ponemos en el centro mientras Mello y Matt arriman un par de sillas para sentarse. Por mi parte, me siento junto a Alexander en el empolvado sofá. Solo veo cómo él que se aleja un poco en cuanto yo me acerco. Le miro de reojo y no puedo evitar reír, él solo frunce el ceño.

—Eres un marica.

—¿Solo yo…?

—¿Dijeron algo? —pregunta Matt. Mello y él habían estado tan concentrados en sus asuntos que apenas y notaron mi presencia y la del idiota. Esos dos se han vuelto bastante cercanos, más de lo que Matt lo había sido conmigo y comienzo a sospechar que más de lo que lo es con Alexander.  

—Nada, asuntos entre el psicópata y yo. —Alexander ríe tontamente para restarle importancia —. Mejor comencemos.

Cada uno toma su respectiva mochila de dónde saca las bebidas que de seguro tomamos de infraganti, al menos en mi caso la «agarré prestada» de la alacena donde Ele guarda alcohol para las ocasiones especiales. Es así como nos abastecemos de una y media botella de vodka, una más pequeña de whisky y una de vino.

Trajimos algunos vasos, donde cada uno se sirve lo que más le guste y cuanto le plazca. Es así como prácticamente me adueño la botella de vino tinto para servirme reiteradas veces. Matt y Alex comparten el vodka y Mello se enfoca en el whisky. Quizá lo único que nos falta son algunas botanas y algo de música, lástima que no pensamos en siquiera traer frituras y que diferimos tanto en gustos musicales.

Las horas pasan y cada uno sigue en lo suyo. Me doy cuenta que ya se nos ha subido cuando Matt comienza a tararear alguna estúpida canción de su odioso rock de los ochenta y Alex se ríe por el sonido de sus eructos. Mello solo rueda los ojos ante las idioteces de sus ahora amigos. Parece ser como yo, que cuando está borracho no se le nota a simple vista; en mi caso eso es una ventaja, muchas veces he podido burlar a Ele por no parecer que estoy ebrio.

—Deberíamos hacer esto más seguido —comenta Alex luego de dar un sorbo, ya no al vaso, si no a la botella de vodka—, no solo en ocasiones especiales.

También comienzo a beber directo de la botella ya que se ha vuelto molesto tener que servirme en el vaso. Mello imita la acción y Matt igual. Ahora sí que somos el cuadro perfecto de borrachos ahogados en alcohol.

—Pero ahora hay que enfocarnos en el geek, esta fiesta es por él —elevo la voz en tono burlón, alzando la botella a modo de brindis —. Porque pocos idiotas aguantan tanto tiempo en una relación. ¡Salud!

Se escucha a coro la voz de los otros, incluso el mismo Matt, brindando. Luego de ello, las risas tampoco se hacen esperar; pareciera que han escuchado el mejor chiste de su vida y están a punto de mearse en los pantalones a causa de ello. Y me incluyo, también me siento igual de eufórico.

Todos continuamos bebiendo un rato más. Gracias al alcohol el frío desapareció para dar paso a un calor agradable, lo cual agradezco ya que mi sudadera es muy delgada. Llegamos al punto en que ni siquiera nos importa mucho la realidad, lo noto porque ya ninguno dice nada coherente y pareciera que la lengua se les ha aflojado; Mello comienza a contar cómo fue la última vez que estuvo con una chica y Alex de sus aventuras de unas horas. Ante lo último frunzo el ceño.

—¿Y qué harás mañana con Linda? —cuestiona Mello a Matt.

Este solo se recarga más en el asiento de la silla; se balancea ligeramente, dando la impresión de que se caerá en cualquier momento. Ojalá eso le pasara, sería divertido ver sangre.

—Si soy honesto, no he planeado nada —confiesa, encogiéndose de hombros —. Pensaba en comprarle rosas o algún peluche. Solo sé que no voy a invitarla a cenar. No tengo mucho dinero y la comida vegetariana es cara.

Una risa se me escapa ante eso. Es un buen argumento.

—Llévala a dar un paseo o algo —propone Mello —. Se ve que es de las que les gustan las cosas sencillas.

—Yo quería algo más significativo, sabes.

—Es una buena idea —intervengo, de inmediato todas las miradas se posan en mi —. La lleves a cenar o a un paseo, acabarás follando con tu amada hippie. Así que si puedes ahorrarte algunas libras, hazlo.  

—¿Qué parte de «significativo» no entiendes? —argumenta el geek.

—Eres jodidamente cursi, Jeevas —objeto, rodando los ojos.

—No eres cursi, tú piensas bien. —En ese instante Alex se levanta del sofá y se acerca a Matt para abrazarlo por la espalda; le dice cerca del oído, de forma reconfortante —: Si haces algo que le guste, con suerte y te la vuelva a chupar, ¿no crees, Matty?

Matt baja la mirada y bebe un poco más, la botella muy apenas alcanza a ocultar un leve sonrojo. Por mi parte, doy otro sorbo a la botella de vino, para mi mala suerte este ya se acabó. Tendré que recurrir a otra cosa. Tomo mi mochila, la cual dejé apoyada a un lado del sofá, y de la bolsa delantera saco un pequeño estuche para anillo que le robé a mi madre antes de llegar a Winchester. De mi bolsillo saco mi cartera y tomo uno de los tantos recibos de cajero automático que llevo de cuando mis padre me deposita dinero.

—Hey, geek, ¿no traes un cigarro?

Matt de inmediato saca de su mochila lo que le pedí. Al entregármelo, destruyo el cigarro para quedarme solo con el filtro. Pongo el recibo sobre mis piernas y abro el estuche. Al ver su contenido, el ceño de Mello se frunce, Alexander me mira con una mueca y los ojos de Matt se abren con curiosidad.

Tomo un poco de la hierba y la coloco en el papel, una vez acomodado pongo el filtro en un extremo y comienzo a enrollar con cuidado. Matt se acerca de forma instintiva mientras los otros se alejan un poco.

—¿Le haces a esa mierda? —cuestiona Mello. No vale la pena ni repetir cuánto odio esa clase de preguntas.

—A veces.

Poof solo alza una ceja y rueda los ojos. Casi pareciera que la borrachera se le ha bajado.

Una vez que tengo el porro listo, saco de la misma bolsa un encendedor. Prendo la punta, dejando que queme un poco y que desprenda un poco de aquel olor tan embriagante. Lo acerco a mis labios y doy una muy larga calada para después retener el aire un considerable tiempo. Lo dejo salir poco a poco, y de inmediato siento cómo mi cuerpo se relaja, que incluso se siente más liviano.

Todos me siguen mirando, yo solo puedo sonreírles sin saber qué decir con exactitud. Unos minutos después, apunto el porro hacia cada uno de ellos.

—¿Quién se anima? —invito, y deberían agradecer mi gesto tan amable. Pocas veces comparto lo mío, pero está vez quiero que alguno también sienta esto.

—No jodas, imbécil —responde Mello —. Detesto esas cosas.

—¿La has probado al menos? —contraataco, volviendo a reír. Doy otra larga calada y suelto el aire después —. Es natural y te ayuda a concentrarte. Es buenísima.

—Si sale que fume esa porquería en mi examen médico de pasado mañana, Aiber me corre del equipo de futbol.

Lo olvidaba, Mello está a dos o tres partidos de convertirse en el próximo capitán del equipo. Y con lo responsable que ha salido este tipo con pinta de maleante, no se va a arriesgar a que lo expulsen. Joder, odio a los mocosos sensatos.

—No te exaltes, estrella del equipo —retiro mi vista de él y me giro a los otros dos —. ¿Y ustedes?

Alex niega a la vez que da una arcada, por suerte nada logra salir. Es Matt quien se acerca a mí cual niño pequeño al que le ofreces caramelos en noche de brujas. Era de esperarse, Matt es el fumador del grupo, de seguro muchas veces ha querido probar cosas más fuertes.

—Matt, no jodas —escucho decir a Mello —, si el tabaco te pone idiota, eso te dejara peor.

El tono de voz de Mello deja entrever que eso no es necesariamente un insulto. Eso me hace querer reír otra vez, y no precisamente por el efecto de la hierba. Es increíble como Keehl disfraza su preocupación por el imbécil pelirrojo.

A pesar de las palabras de Mello, Matt toma el porro y le da una calada. Suelta el aire de inmediato y solo comienza a toser. Lo veo como intenta recuperar el aliento, y me parecería gracioso de no ser por el hecho de que también luce patético.

—No siento nada especial, Beyond.

Le quito el porro y vuelvo a ponerlo entre mis labios.  

—Pues no se hace así, idiota; no es tabaco —doy una larga calada y después retengo el aire. Segundos después lo suelto muy lento —. ¿Te fijaste cómo? Retienes el aire y lo sueltas de a poco.

—Soy primerizo, ¿sí? Nunca lo había hecho.

Vuelve a hacerlo, esta vez tal como lo dije. Cuando deja salir el aire, sus ojos se abren y suelta un sonido de exclamación. Lo veo tambalearse un poco, tanto que incluso cae de la silla hacia un costado, mas no se queja ni nada. Solo se sienta en el suelo y después nos sonríe más bobamente de lo normal.

—¡Se siente increíble! —grita, extasiado —. Mierda, me perdía de mucho.

—Y eso es solo el principio.

Antes de que Matt dé otra calada, Mello se acerca hasta él y le arrebata el porro de los labios. Lo tira al suelo y lo pisa y arrastra hasta que lo destruye; toda la hierba queda tirada por el suelo y ya nada se puede rescatar. Una lástima.

Miro a Mello con los brazos cruzados, aunque en lugar de enojarme no puedo evitar reír de la acción.

—Acabo de perder varias libras por tu culpa, poof —digo en falso tono trágico; el dinero nunca ha sido un impedimento para mí.

Increíblemente, Mello me ignora. Toma a Matt del brazo y lo alza para que quede de pie. Matt le mira bastante molesto y solo se zafa del agarre de un manotazo; para mi sorpresa, Mello no estalla ni despotrica contra Matt como ya lo hubiera hecho con cualquiera que se atreviera a tratarlo así. Intenta mantener la calma y continua viendo al geek de forma seria.

—Esa porquería solo te va a dañar, no vuelvas a fumarla.

—No eres Elsa como para reclamarme. Déjame, que tampoco eres mi padre.

—Lo hago por tu jodido bien. ¡Me preocupo más por ti que tú mismo!

—¡No te he pedido que lo hagas!

Con cada reclamo, se van acercando cada vez más el uno al otro. Llega el punto en que sus rostros están demasiado cerca y sus narices a punto de rozarse. Se miran a los ojos, y de no ser por el hecho de que ambos están discutiendo, daría por hecho que la escena se trata de otra cosa. Y mis dudas incrementan cuando ambos desvían la mirada a los labios del otro.

Cuando doy por hecho que alguno de los dos asestará el primer golpe, Matt solo desvía la mirada. Se retira un paso y Mello hace lo mismo. Los noto nerviosos. Mello carraspea y Matt se rasca la nariz. Solo alcanzó a escuchar un «ya no lo haré» por parte de Matt y con eso parece que han arreglado el asunto.

Eso fue muy… raro.

—Y tú no vuelvas a fumar eso cerca de nosotros, ¿queda claro? —declara Mello. Ni siquiera noté en qué momento se dirigió hacia mí. Me mira fijo, atento, y por primera vez comprendo porque tantos en el colegio le temen. Lástima que se necesite más que un par de amenazadores ojos para amedrentarme.

—Qué exagerado.

El incidente pasa sin más, al menos eso quiero creer. Ellos siguen bebiendo un poco más, aunque el ambiente ya no es tan ameno como al principio. Por temor a perder más mercancía, no volví a sacar más hierba. No me voy a arriesgar a perder dinero por culpa de los arrebatos del imbécil de Mello por proteger a Matt.

Como ya no volvimos a entrar en ambiente, los cuatro estuvimos de acuerdo en que ya era hora de marcharnos; además ya es cerca de la media noche y tampoco quiero que Ele se la pase llamándome como a Near por seguir en la calle a estas horas.

Dejamos las botellas en un rincón para no traer la evidencia con nosotros. Alexander toma la lámpara y se dirige con ella a la ventana para que podamos salir. Una vez todos afuera nos volvemos a adentrar en el bosque, y como al menos tres de nosotros ya nos sabemos el camino de memoria, terminamos saliendo rápidamente.

Cuando estamos por entrar a The Valley, Alexander mira hacia donde Matt el cual parece más entretenido con Mello, casi como si el incidente del porro en la cabaña nunca hubiera sucedido. Al ver que Matt no parece notar su leve insistencia, Alexander termina poniéndose frente a él para captar su atención. Un gesto bastante desesperado, he de admitir.

Matt le sonríe, y Alexander logra unirse a la conversación que mantiene con Mello, dejándome a mí de lado completamente. Ruedo los ojos, pero también sonrió. Cada vez son más cómicos y menos discretos los intentos de Alexander por evitarme.

Cuando estamos cerca de la casa de Jeevas, el idiota detiene sus pasos. Con un gesto de mano se despide de Mello y de mí.

—Bueno, nos vemos —mira a donde Matt, esperando que le siga. Este solo se rasca la nariz y no hace el ademán de despegarse de Mello —. Vámonos, Matt. —El aludido continúa igual. Alexander alza una ceja en señal de desconcierto, admito que eso también me extraña a mi—. ¿Sucede algo?

—Mello me invitó a quedarme en su casa esta noche —anuncia, intentando no darle tanta importancia.

—¿Qué?

Mello permanece en su lugar sin decir algo. Veo que saca de su mochila una barra y comienza a comerla mientras Matt intenta explicarle a Alexander la situación. Se lo está tomando muy apecho, demasiado. Al menos yo no estoy enfadado porque también me excluyeron de sus planes.

—Lo acordamos desde hace varios días.

—¿Y por qué no me lo comentaste?

Matt duda por un segundo.

—No lo creí necesario, no es la gran cosa.

Ante eso, Alexander no tuvo demasiados argumentos. De igual forma también le resta importancia y solo suspira. No seré su mejor amigo, pero le conozco bien como para darme cuenta que le afecta.

—Entiendo, no es la gran cosa —sonríe de forma tonta y se despide de Mello y él —. Nos vemos, entonces. Pásenla bien.

No creo que lo entienda pero al menos supo fingir hacerlo.

Mello y Matt también se despiden de nosotros y comienzan a caminar hasta perderse entre la luz de los faroles. A pesar de que sus siluetas ya no se distinguen, Alexander continúa mirando por donde se fueron. Lo veo solo hacer una mueca, bastante decaído. Debió ser un duro golpe darse cuenta que dejaron de ser «Matt y Alex» para volverse «Mello y Matt». Su situación me da lástima, aunque en parte también la encuentro graciosa.

Además fue culpa suya, él se alejó de Matt por razones bastante idiotas. Sé que fui el motivo de sus decisiones pero tampoco es como si sintiera remordimiento de que se distanciara de Jeevas. Alexander fue el que dejó que la situación lo superara, no yo. Y de cualquier forma, me conviene que este solo. Simplemente me es imposible sentir culpa.

—¿Celoso? —No puedo evitar decir una vez que sé que estamos solos. Me acerco hasta donde él para abrazarlo por la espalda y recargar mi barbilla en su hombro; siento su cuerpo temblar y eso me fascina —. Puedo consolarte si gustas.

Se zafa de mi agarre en un rápido movimiento y se aleja unos cuentos pasos. Me mira entre sorprendido y todavía algo abatido. Que dependa tanto emocionalmente de aquel idiota lo encuentro estúpido y molesto. Haré que Alexander Lynch dependa de mí nada más. Única y exclusivamente de mí.

Me acerco hasta él y le tomo el rostro por la barbilla. A pesar de que sus pupilas se dilatan, me aleja de un manotazo y retrocede de nuevo. Es exasperante pero también disfruto de este juego.

—Ni lo sueñes.

—Vamos, sé que te mueres por hacerlo de nuevo —expongo con total seguridad y comienzo a caminar en torno a él. Me entretiene el escalofrío de su cuerpo; cada poro de su piel grita que le aterra pero que también lo desea, una rara combinación —. Apuesto a que no lo has olvidado y te mueres por repetirlo otra vez. Anda, vamos a por la tercera.

—Eso no es…

—Por favor. Podrás seguir fornicando con cuanta se te cruza en el camino, pero no puedes negar que yo te complací más de lo que cualquier perra lo ha hecho en tu puta vida.

No lo niega, dándome la razón de inmediato. Es increíble lo fácil que resulta dominar a Alexander.

—No lo digas tan fuerte —susurra entre dientes, un tanto irritado —. ¿Quieres que alguien se entere?

Alzo una ceja, no es como si hubiera demasiada gente, además todos pasan vilmente de nosotros.

—Nunca me ha importado lo que alguien pueda pensar de mí. No sabía que a ti sí, Alexander.

Abre los ojos en cuento lo llamo por su nombre completo. Mas solo niega con la cabeza para volver a su expresión molesta.

—¿¡Si no te importa entonces por qué solo lo haces cuando estamos solos!?

—Joder, me gusta la privacidad en estos asuntos, ¿feliz?

El idiota suelta un gruñido, casi al borde de la histeria. Se acerca a mí a paso decidido, intenta permanecer firme pero lo veo flaquear al desviar la mirada. Debo aplaudirle al menos el intento.

—Por mi parte nadie se enterará, no te preocupes —declaro.

Solo se aleja un par de pasos para volver a verme a los ojos. Parece que la distancia le da confianza para hacerme frente.

—Más te vale, porque o si no…

—¿O si no, qué? —cuestiono, divertido.

Alexander se queda estático. Pasa saliva y observo como su valentía disminuye a cada segundo. Me gusta saber el control que ejerzo sobre él.

—Solo procura no decirle a nadie que me la metiste… y hasta el fondo.

No me da tiempo para decir algo más ya que sale corriendo en dirección a su casa. Una huida patética, pero lo suficientemente entretenida. Hace tanto no me divertía con alguien como me divierto con Alexander. Por eso no lo dejaré ir tan fácilmente.

Lástima que además de idiota, sea dramático.

...

Notas finales:

El sexo salvaje está a la vuelta de la esquina (?), vale no XD.

Sinceramente me ha gustado cambiar un poco la perspectiva de la historia. Siempre es bueno ver las cosas desde otras perspectivas y agregar más factores. Y aparte escribir desde el punto de vista de Beyond también fue sencillo. Hasta ahora Mello es el único dolor de cabeza.

Ah, y antes de que se me olvidé mencionarlo: ¡Stefy sí adivinaste! Tus deducciones fueron muy buenas. ¡Beyond fue el narrador! 

Debo aclarar que jamás he fumado marihuana, pero una amiga mía me comentó que esa era la forma correcta de hacerlo, y de paso me invitó a probar… qué buenas amistades tengo (?).

Sin más qué agregar, me despido. No sin antes mencionarles que en el próximo capítulo también habrá un nuevo narrador~ ¡adivinen, adivinen!

Nos leemos pronto.

Ellie…


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