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Deseos del corazón por Samantha0507

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Notas del capitulo:

Este capitulo esta editado por la mejor beta que puedo tener, mi queridisima Naho, que ayer celebro un importante evvento en su vida, ahora el paso de la universidad para ella es el nuevo desafío... como regalo las actualizaciones de mis fic van dedicados a ella esta semana.

 

Este capitulo es más revelador que los de AominexKise y los de KagamixKuroko, pero debo decir que él solo escribirlo hasta cierto punto me rompio el corazón, espero les agrade

El pelirrojo se despidió de sus amigos notando como el de cabellos purpuras dormía plácidamente en su alfombra, la verdad es que ese pequeño le había robado el corazón, era tan tierno, tan dulce, era su Atsushi. Le dejó dormir en la alfombra de la sala cubierto por la cálida manta por un tiempo más, él debía ordenar un par de cosas en la cocina y en su cuarto.

 

En el cuarto, una extraña nostalgia lleno el cuerpo del emperador, su pecho se oprimía y unas extrañas ganas de llorar lo embargaron súbitamente, junto a la cama se sentó dejando las lágrimas bajar caudalosas por sus mejillas, dejando fluir eso que llevaba horas, no, días guardando, sentía miedo, un real temor ante la sola idea de que su esposo quisiera separarse de él, después de todo él había sido más que egoísta.

 

Ese era su hogar con su esposo, era la casa en la que ambos convivían, donde reían, donde lloraban, donde discutían y donde se reconciliaban, era su hogar, por un minuto sintió culpa, se había cegado nuevamente, solo había pensado en sus deseos y jamás en los sentimientos de Atsushi, en que había realmente en el fondo para no querer tener un hijo, no querer formar una familia juntos.

 

Los minutos pasaron hasta que logro calmar su llanto, notando como había otro sollozo aparte del suyo, se levantó encontrándose en la puerta con la imagen más enternecedora que pudo creer ver en su vida. Atsushi estaba recargado junto a la puerta, con el rostro escondido entre sus brazos, pudiendo escuchar los hipidos provocados por su llanto.

 

-Atsushi, ¿qué tienes?- cuestiono suavemente el de ojos bicolores, se acercó tocando el hombro del menor, quien se hizo a un lado de forma brusca.

 

-¿Cuándo venda mamá?- pregunto el de cabellos purpuras con voz temblorosa, insegura, sin apartar su rostro de sus brazos.

 

-¿ya quieres irte?-dijo algo entristecido él pelirrojo ante la idea de que el más pequeño quisiera estar lejos de él.

 

-no…- murmuro Murasakibara- pedo onii-chan llodadba, es mi culpa, si mamá vene onii-chan no llodada mas, ya no tenda que estad conmigo.-el pelirrojo abrió mucho los ojos, mirando fijamente al pequeño en frene de él.

 

-Amor, yo adoro estar contigo cada día…- Akashi olvido que estaba con la versión pequeña de su esposo.-…desde que estas en mi vida todo ha mejorado, tú y el recuerdo de mi madre son por lo que sonrío cada día, tú y mis amigos son el motivo para vivir que rige mi vida, quiero estar cerca de ti toda la vida…-continuo hablando, siendo interrupido por la voz del de ojos purpuras.

 

-onii-chan…- solo con oír al pequeño pelilila hablar se dio cuenta de lo que había hecho, de que todas esas palabras era las que quería decirle a su esposo para arreglar su situación actual.- yo tamben quedo estad toda vida qui- una sonrisa creció en su rostro al escuchar aquellas palabras de parte de Murasakibara. Colocándose a su altura lo abrazo y beso su frente con cuidado, la verdad es que el pequeño era la ternura hecha persona.

 

El de cabellos purpuras lo ayudo en los quehaceres del hogar, para luego recargarse en las piernas del mayor.

 

-Mami dice que debo dodmid en mi camita, pedo me da medo, ¿pedo domid con onii-chan?-pregunto mirando con ojos de cachorro al de cabellos rojizos, logrando hacerle sonreír por quien sabe qué vez en el día, ya había perdido la cuenta.

 

-claro…- guardo silencio, para darse valor y preguntar algo que lo venía molestando hace bastante tiempo, era un niño, pero la pregunta sería fácil.- Atsushi, quiero preguntarte algo, pero necesito que seas honesto conmigo, confía en mi.- el pequeño asintió, esperando la pregunta por parte de Seijuurou.- ¿tú mamá te ha hecho daño?-soltó, notando como el pequeño hacia una mueca.

 

-… no…-bajo la carita, cubriendo sus ojos con unos cuantos mechones de cabello, evitando así la mirada del pelirrojo, quien frunció el ceño.

 

-Atsushi, no me mientas, no le diré a nadie lo que me digas.- reprendió suavemente, observando las reacciones del de cabellos purpuras.

 

-…no mento…ella no hace ñaño, yo lo medesco…yo no hago nada ben, solo llegue a ayuinad su vida.-comenzó a susurrar, haciendo que el de ojos bicolor frunciera el ceño nuevamente, con preocupación.

 

-Atsu…-pero no dijo más solo abrazo el cuerpo del menor entregando mucho amor, todo el amor que pudo en ese contacto. La hora fue pasando y llegando la hora de la cena, el problema de la comida y los dulces llego de nuevo, con una frase del antiguo miembro de Yosen.- Onii-chan lloda po mi cupa, no medesco duce.-

 

El pelirrojo empezó a atar los cabos de toda esa conversación, no forzó al pequeño a comer, pero le dejo claro que si él quería algo de comer debía pedírselo y que aquí merecía cualquier dulce o plato de comida que deseara. Lo baño y le puso un pequeño traje de pijama, el niño sonreía mientras los ojitos se le cerraban una y otra vez, a pesar del esfuerzo por mantenerlos abiertos.

 

-Duerme, estás cansado- le dijo con suavidad, observando la expresión de cansancio en el más pequeño.

 

-…pedo quedo tad con Onii-chan…- le respondió con voz casi suplicante, aferrándose a la camisa del de ojos bicolores, no deseaba dormirse por mucho que el sueño se apoderara de él.

 

-Ya mañana estarás conmigo, pero ahora debes descansar, los niños buenos se van a dormir temprano.-susurro con una suave sonrisa, viendo como el de cabellos purpuras rodeaba su cuello con sus brazos, recostándose de su hombro.

 

-Yo beno, yo beno.- repitió cerrando sus ojitos, para dejarse llevar por los brazos de Morfeo y el cansancio, entrando al mundo de los sueños. Separándose del más pequeño, le dejo en la cama, enrollado cómodamente entre las sabanas.

 

Decidió ir al despacho, tenía que mucho que pensar y, a pesar de estar cansado, debía arreglar ciertos puntos, pero antes de llegar miro aquella puerta donde Atsushi solía guardar cosas personales. Acercándose al lugar abrió la puerta con sigilo, como si esperara que su esposo estuviera dentro, mirando algún papel o dibujando algún pastel.

 

No pudo evitar que se formara una sonrisa un poco tonta, su esposo no estaría en ese cuarto, su esposo dormía en la alcoba, en su cuerpo de cuando tenía tres años, suspiro recorriendo el lugar con la mirada, habían varios recetarios en los estantes, un escritorio, una silla, el computador que solía usar y varios cuadernos con notas, apuntes o dibujos que el gigante hacía cuando se le ocurría una genial idea para un nuevo pastel o bocadillo.

 

Miro el boceto de la pastelería, su esposo no sabía nada de arquitectura, ni menos de decoración, pero había dibujado tantas veces como imaginaba que se vería, los colores, las formas, la ubicación, cada detalle, tan poco propio del gigante, pero a la vez tan bello en Atsushi.

 

Entre recuerdo y recuerdo, era tanta su necesidad por sentir la presencia de su esposo que se sentó en el escritorio, miro sus notas, su caligrafía no era la mejor, pero a él le encantaba, adoraba ver como cargaba el lápiz en ciertas partes y como las ‘i’ a veces llevaban puntos y a veces no, el recuerdo de su esposo entrando a su despacho y haciendo corazones sobre las “i” de sus notas.

 

Estaba tan concentrado leyendo uno de los cuaderno sobre describía la receta de un nuevo pudin con menta y chocolate que no notó el sobre hasta que este cayó al suelo.

 

Se agacho para recogerlo notando el logo de un hospital, sus manos y su cuerpo se congelaron en ese instante,  nuevamente parecía que su esposo le ocultaba algo, nuevamente parecía que su matrimonio no era más que una fachada. Sin poderlo evitar las lágrimas volvieron a llenar sus ojos…

 

-Atsushi… ¿Cuántas cosas más me escondes?- tomó el sobre llorando, se veía bastante viejo y amarillento, probablemente tendría varios años. Los leyó en silencio, un informe de maltrato, diversos golpes,  Akashi se le partía el alma a cada palabra, al parecer su esposo era un niño maltratado.

 

Se recargo en la silla dejando sus lágrimas correr por su rostro libremente, no sabía qué hacer, ni menos como actuar con lo que estaba pasando, no era fácil llegar y hablar con tus suegros de cuando estos golpeaban al que ahora es tu esposo, motivo por el cual se convirtió en un niño de 3 años al cual debes cuidar, sonaba pésimo.

 

Pensó en el padre de Atsushi, ese hombre amaba a su hijo, lo cuidaba, lo malcriaba, daba todo por él, al igual que sus Hermanos, estos eran capaces de todo por el “pequeño” pelilila, fue justo en ese minuto que lo pensó, en que calzó todas las piezas, la madre de su esposo, su suegra, era ella quien había provocado todo.

 

Si ese sobre estaba entre sus cuadernos, casi como un recordatorio, ¿qué tendría en su computador? Repentinamente se sentía como un intruso en la vida de su propio esposo, pero la verdad necesitaba saber más, pero el tema era ¿cómo partir?, ¿qué buscaba?

 

Fue a su correo electrónico, por lo menos por ese lugar tendría una idea de que pensar, habían varios correos sin leer, nada realmente importante, hasta que llego a un nombre particularmente conocido. La madre de Atsushi le enviaba correos a diario, no pudo evitar mirarlos.

 

El corazón realmente se le quebró.

 

De: Murasakibara  Ayanami

Para: Murasakibara Atsushi

Hijo, hoy recordé el día en que te castigue cuando me entregaste el dibujo que habías hecho, en cómo nos habías dibujado a todos, juntos con una linda casita de color amarillo en el fondo, estabas tan feliz cuando llegaste de jardín, tú profesor te había puesto una estrella dorada por el trabajo y te lo había dado para que lo pegaras en la nevera junto a los trabajos de tus hermanos, ese día yo no andaba nada de bien y recuerdo que en el dibujo mí blusa era rojo, me molesto tanto que no supieras la diferencia entre rojo y rosa, sentía que había tenido un hijo tan tonto, pero solo tenías 3 añitos, aún recuerdo como lo queme en el baño mientras me gritabas que no lo hiciera, tus ojitos me suplicaban, si solo me hubiera dado cuenta de todo el amor que habías puesto, si solo hubiera sido capaz de entender que eras un niño, que no era tú culpa, hijo perdóname, no he podido sacarme  de la mente tu voz rogándome que no rompiera tu dibujo, que lo habías hecho para mí.

Espero ganarme tu perdón.

 

 

De: Murasakibara  Ayanami

Para: Murasakibara Atsushi

Querido Hijo, prepare una tarta de fresas, esa que tantas veces te negué, aún recuerdo como cuando probaste un poquito de la crema con tu dedito te abofetee, tu pequeña carita, tú mejilla se puso rojita, solo hay lo supe, que no podía quererte, jamás podría quererte como quería a tus hermanos, tu llegaste de sorpresa, cuando no queríamos más hijos con tu padre, me sentí por un segundo como conejo en celo, como un vil animal que solo servía para parir, aun con el paso de los años no he podido amarte como a tus hermanos, no puedo evitar cerrar mis ojos y pensar en el dolor, en mi sufrimiento, en como todo eso que me hacía mal había llegado junto con tu nacimiento,  pues hoy se tengo tanta culpa de lo que te hice pasar, mi niño.

Espero me perdones.

 

 

De: Murasakibara  Ayanami

Para: Murasakibara Atsushi

 

Cuando llegaste al mundo mirabas a todos lados, eras distinto a otros bebes, todo a tu alrededor era nuevo, increíble, todo lo mirabas, lo apreciabas, sentía tantas ganas de cargarte, aún recuerdo lo diferente que te veías, tus hermanos dormían mucho, casi no abrían sus ojitos, los tuyos lo observaban todo, sentí ganas de tener tú cuerpo cerca de mí, de cargarte,  pero no podía, no debía tocarte, no quería verte, no quería sentirte, eras tan pequeño, tendría que lidiar nuevamente con todo, limpiar pañales, dientes, cortes, llantos, que la leche, era detestable, ya lo había vivido tantas veces y ahora tú lo provocabas otra vez… tú padre me obligo a cargarte y a alimentarte, aún recuerdo como te amamante un par de veces, para luego ver como mi leche ya no te saciaba, “mala leche” eso me dijo tú abuela, que no me cuide bien para criarte y que si te me enfermabas sería mi culpa, todo era mi culpa y siempre sería así, esa tarde fue la primera que te castigue, no te prepare un biberón hasta que llegaron tus hermanos de la escuela,  no comiste por horas, te dejé llorar, te compartí mi dolor, te hice sentir mí dolor, llorabas de hambre, mientras yo continuaba con mi vida, te miré, tú cara estaba tan rojita, sus ojitos llenitos de lágrimas y cuando la leche tocó tu boquita, recuerdo como el aire escapo de tus pulmones con desesperación.

Mi hijo, mi bebé, cuanto daría para poder cambiar el pasado, por cargarte una vez con gusto, con haberte alimentado ese día.

 

 

De: Murasakibara  Ayanami

Para: Murasakibara Atsushi

 

Mi niño encontré el folleto del día de las madres, al que nunca fui, los escondí y luego dije que jamás me los entregaste, sentía tanta vergüenza de decir que eras mi hijo, ese año eras una linda mariquita, recuerdo que tú padre te trajo un disfraz y que lo cuidaste mucho, tú maestra dijo que no jugaste ni nada para que estuviera sano y salvo, para cuando llegara mamá, lo terrible es que nunca paso, nunca fui a tú obra y tampoco te fui a buscar, no tenía fuerzas, tú padre llego cerca de la 8 de la noche, tus hermanos estaban con tus primos, nadie noto que no estabas hasta que tú padre reviso la casa, corrió a la escuela, y estabas ahí paradito, con el traje aun puesto, lloraste por horas en el hombro de tú padre, incluso esa noche lloraste, tenías fiebre aun lo recuerdo, era fin de semana y estuviste en el hospital con tú papá, tuvieron que darte un calmante, mi pequeño de 4 años solo lloraba por mi culpa, tú padre me regaño esa tarde, habías enfermado de pena, de dolor, habías enfermado por mi dolor,  por eso te castigue, recuerdo ese pequeño osito rojo que con tanto recelo cuidabas,  fue tan fácil para mi sacarle el relleno, jamás entenderé que hice de mi misma esos años, jamás entenderé como hice que perdieras tu infancia, esa vitalidad que salía por cada poro de tú cuerpecito cuando naciste, esos cálidos ojitos ya no estaban, mate todo lo que había en tú corazón, lo mate.

Te quiero mi bebé

 

 

 

De: Murasakibara  Ayanami

Para: Murasakibara Atsushi

 

¿Cómo pude decirte que eras malo?  ¿Cómo pude culparte de todo lo que me pasaba? no eras malo, jamás lo fuiste bebé, la mala fui yo, te hice tanto daño, aun pienso en cuantas veces te grite, aun escucho tus sollozos repitiendo una y otra vez,  que no eres malo, que me amas, que te portarías bien… Hijo, lamento todo lo que hice, lamento las veces que te grite, lamento haberte dañado tanto, jamás pensé el daño que te causaba.

Hijo, mi niño lo lamento, sé que nunca podré decirte estas cosas de frente, pero te amo y trato de mejorar cada día, aunque me tome 13 años más hijo querido, lo lamento.

 

 

Akashi aparto la vista sintiendo que el pecho se le partía en dos, había muchos correos, uno tras otro, podía asegurar que eran miles los correos, cada uno peor que el anterior, recordando cada suceso, eran terribles, dolorosos y reales, frente a sus ojos estaba la infancia de su esposo, estaba el dolor, el miedo y todo lo que lo había dañado, lo peor era que todo eso lo había hecho su madre, la persona que debía defenderlo de todo esto, la que debía enseñarle su valor como ser humano, esa persona es quien lo había destruido.

 

-Shintaro…- marco el teléfono esperando que el otro contestara, el peliverde era un buen amigo, sabía que le escucharía si lo necesitaba, siempre lo hacía.

 

-¿Qué ocurre, Akashi?- cuestiono el de cabellos verdes desde el otro lado de la línea.

 

-Necesito… tengo… creo- comenzó a hablar, sin estar muy seguro de que decir realmente, extrañando al de ojos esmeraldas.

 

-¿Estás bien?-pregunto-... no es normal que dudes así- la preocupación cada vez era más notoria en su voz.

 

-La verdad es que descubrí algo y no me tiene muy bien… ¿cómo vas con Kazunari?- cuestionó, esperando que le fuera mejor que a él con su Atsushi, más un suspiro del otro lado del teléfono le hizo saber que no era así.

 

-Tengo miedo, Akashi, creo que lo herí más de la cuenta esta vez.- dijo el de cabellos verdes con voz angustiada, sacándole una mueca al pelirrojo.

 

-yo siento lo mismo… Shintaro, ¿una madre puede dañar a su hijo?, ósea cuando esté es un bebé, o solo un niño pequeño -cuestionó el de ojos bicolores, más que para el de lentes, para sí mismo. Sin poder creer que en serio tal cosa pudiera suceder.

 

-Bueno, una depresión post parto muy severa, o algún otro tipo de trastorno más agresivo puede causar eso… ¿esto tiene que ver con Murasakibara?-le pregunto con un tinte de preocupación, el peliverde estaba claro que ese tipo de enfermedades podían causar estragos en una familia y más en los niños.

 

-más de lo que deseo…- respondió el pelirrojo, mirando el suelo con su ceño fruncido.

 

-Mañana será un día difícil… descansa.-le dijo el de lentes, en modo de despedida, él también estaba muy cansado, y necesitaba meditar mucho lo que estaba sucediendo.

 

-Gracias, tú también.- y con eso cortaron la llamada. Fue al cuarto, ni siquiera se cambió, solo se metió entre las sabanas, mirando al pequeño, dejando esa pequeña y furtiva lágrima escapar por su rostro, para luego agregar.- Te traeré de vuelta amor, por algo soy el heredero de la familia Akashi. Y si digo que voy a hacerlo, lo haré…

 

 

Notas finales:

Gracias por leer una de las actualizaciones más largas que he escrito 


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