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Segundas Partes por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Uff... Este capitulo ha costado más de lo que os podéis imaginar. A ver si os gusta, tiene alguna que otra sorpresa ;)

Capitulo 15. Celos II

 

Dentro del coche se disfrutaba, o se sufría más bien, el jolgorio y viveza de Luffy, tremendamente exaltado después del partido de baloncesto. Ni el par de copas que se habían tomado con Marco y Ann, después de salir del estadio, calmaron un poco sus ánimos. Ace, que conducía, y Sabo, que iba de copiloto, se resguardaban un poco más de la intensidad del chico; pero Zoro y Koala se estaban tragando de lleno la rememora de lo que había sido el encuentro deportivo.

–¡La próxima vez trae a Torao! –le dijo al peliverde–. ¡Seguro que se lo pasa muy bien con nosotros!

–Seguro... –contestó algo escéptico, luego se decidió a hablar– Mira Luffy, sé que tienes por manía ser un coñazo, pero deberías dejarle que respire un poco.

–¿Qué respire? Que tonterías dices, si no respira se muere. A menos que sea un zombi –carcajeó.

Zoro resopló.

–¿Pero tú ves normal lo que está haciendo?

–¿El qué?

–Seguir viendo a Law todos los días después de lo que pasó.

–Mmm... ¿Y que pasó?

–¡Que se te declaró en tu cara y lo enviaste a paseo, imbécil! –estalló.

Las ruedas del coche chirriaron haciendo "eses".

–¿¡Qué, qué!? –exclamaron Ace, Sabo y Koala a la vez.

–¿Pero qué cojo...? –empezó el pecoso recobrando el control del vehículo–. ¿¡Cuándo ha pasado eso!?

–Hará cosa de dos meses.

–¿¡Tanto tiempo!? La primera noticia que tengo. Si ni conozco a ese Law, Torao o como quiera que se llame.

–Torao, es el compañero de piso de Zoro –sonrió Luffy–. No tenía ni idea de que le gustaban los hombres, me llevé una sorpresa, la verdad.

–La sorpresa se la llevó él –le espetó el peliverde, luego dijo para los demás–. Desde que se declaró, éste, no le ha dejado ni un minuto en paz. Si hasta se lo llevó de sujetavelas en una cita con Nami.

–¡No me lo llevé de sujetavelas! –se defendió–. Fuimos en plan amigos, y Torao es mi amigo, no entiendo que tiene de malo.

–Luffy... –empezó Sabo–. Según lo que dices, no le estás poniendo las cosas muy fáciles. Cuando alguien se te declara es porque quiere algo más que una amistad. Si le has dado calabazas y...

–Y encima tiene que aguantarte –interrumpieron Zoro y Ace para decir la misma frase.

–Solo lograras que se sienta mal –terminó de decir el rubio.

Luffy guardó silencio un momento.

–Sigo sin entenderlo –se encogió de hombros–, tampoco es que haya mucha diferencia a estar saliendo con alguien de amigo que de novio. Con Nami no hubo ninguna diferencia. Si saliera con Torao seria lo mismo que ahora, ¿no?

A cada uno les costó mucho creerse lo que acababan de oír, se habían quedado en blanco.

–Pero Luffy –lo intentó Koala–. Supongo que con Nami te darás besos, abrazos y esas otras cosas que no se hacen con un amigo.

–Si, bueno. A Torao también le abrazo mucho.

Se produjo un resoplo general. Luffy lo había conseguido, había chupado la energía de cuatro personas a la vez.

–Bah... –soltó el peliverde con resignación–. Está claro que no has tenido un cuelgue en tu vida.

Ace se sorprendió al oír eso, sus ojos fueron a encontrarse con Zoro a través del retrovisor. El dedo índice del peliverde jugaba con los aros plateados de sus orejas. Le sonrió.

–Vaya, ¿tú también has tenido cuelgues? Eso resulta muy tierno viniendo de ti.

El otro dio un repullo. Avergonzado, apartó la mirada hacia la ventana. Ahí se dio por zanjado el tema y pasaron a hablar de otra cosa; del partido de baloncesto otra vez; y Luffy volvió a monopolizar la conversación. Ace, guiado por los faros delanteros del coche, aparcó delante del portal de Zoro.

–Gracias por traerme –le dijo desde fuera y asomado a la ventanilla.

–Nada, no te preocupes, me venía de camino.

–Vale –se fijo en su amigo más joven–. Luffy, te lo digo en serio, no atosigues tanto a Law, le vas a dar una depresión.

El chico le contestó con un mohín exageradamente feo. El peliverde se dio por vencido, se despidió un última vez de todo el mundo y se dio la vuelta para sacar las llaves.

–¡Y ten cuidado no te vayan a violetear en medio del rellano! –le bromeó Ace a gritos.

Mientras los demás se reían, Zoro se dio la vuelta de un sobresalto; curvó sus labios en una sonrisa fría y le dedicó con corte de manga. Luego se metió en el edificio de un portazo. Aún carcajeaban cuando el pecoso metió primera marcha.

–Os lleváis bastante bien –dijo Sabo al rato.

–¿Por qué lo dices? ¿Se os ha hecho incómodo o algo?

–No, si te lo decía precisamente por eso. Era la primera vez que quedabais después de vuestra ruptura, ¿no?

–Sí, pero ya ha pasado bastante tiempo como para que hubiese mal rollo. A parte, seamos sinceros, estuvimos menos de un mes y tuvimos una sola cita. Poco se puede decir que estuviesemos "saliendo".

–Yo no dije nada –Luffy se hurgaba la nariz–. Pero a mi no me pegabais ni con cola.

–¡Oye!

–¿No has pensado en volver a pedirle salir? –preguntó Koala–. Quizás la primera vez solo fue un mal momento para los dos.

Ace calló pensativo un momento.

–No. Quiero decir... yo estaría encantado pero... creo que perdí mi oportunidad –hizo una pausa–. A mi se me vino todo encima, pero él también lo estaba pasando mal por algo. En vez de preguntarle o apoyarle preferí dejarle que cortara conmigo.

–Tampoco es para que te flageles –le aclaró Sabo–. Eso mismo haría cualquier persona, más teniendo a una madre como tú tenias a la tuya, no puedes estar en todo. Y él seguro que lo comprende.

–Aunque así fuera –se encogió de hombros–. Es tarde.

–¿Por qué?

–Porque no ha dejado de toquetearse sus pendientes nuevos en toda la noche.

 

 

 

Al contrario de lo que parecía, la conversación del sábado había hecho mella en Luffy y, aunque no le rondó mucho la cabeza, al llegar el lunes y esperar en su parada el metro, empezó a pensar de nuevo en las cosas que le habían dicho. ¿De verdad Torao lo pasaba tan mal con él? Si así fuera, él mismo le hubiese dicho algo, él medico nunca había tenido problema para reprenderle cuando hacía las cosas mal o le molestaba.

Su cara formó un nuevo y horroroso mohín. Zoro exageraba, seguro, tenía envidia de lo bien que se lo pasaban Torao y él. Suspiró. Eso tampoco era culpa del peliverde, trabaja día si día también en Grand Line, incluso los fines de semana le decía que estaba ocupado; Luffy era su mejor amigo, debía ser más considerado con él.

El metro se paró delante del chico, abrió sus puertas. Nada más entrar vio al médico, de pie, con la mano en una barra de metal para sostenerse y distraído en uno de los cristales del vagón. Luffy sonrió, le encantaba esa aura seria que mostraba siempre. Se lo pasaba muy bien con él, se sentía muy a gusto con su compañía, eso no podía ser tan malo como le quisieron hacer entender.

–¡Ya estoy aquí, Torao! –se abrazó a su cintura por la espalda. Esperaba sorprenderle, las caras que ponía cuando se sorprendía eran muy divertidas.

El médico le miró por encima del hombro. Luffy se estremeció; algo no iba bien, sus ojos estaban turbios, fríos.

–No te pegues tanto –le hablo en tono normal, relajado.

–Pe... perdona –entre balbuceos aturrullado, se apuró en soltarle. El otro le apartó la vista. Luffy sintió una presión en el pecho–. ¿Estás bien, Torao?

Los minutos que tardó en contestar se alargaron con gran pesadez.

–Sí, lo estoy.

Luffy se animó un poco al oír eso. Puso la mano en la barra de metal, justo debajo de la del más alto. Le sonrió. Su pecho aún le pellizcaba, intentó ignorarlo y empezó a charlar como siempre; no obstante, percibió que el otro no le escuchaba, ni ponía el mínimo interés en atenderle.

–¿De verdad que estás bien? –volvió a preguntar preocupado.

Law abrió los labios para contestar, pero cerró la boca sin dar respuesta. Sus ojos volvieron a dejar de mirar a Luffy, hinchó el pecho y suspiró.

–Preferiría que esta semana no me siguieras –dijo casi arrastrando las palabras–. Tampoco quiero que me hables, ni me llames. Estoy cansado y necesito estar solo.

La presión en el pecho creció. Quiso preguntarle porqué, pero se le hizo un nudo en la garganta. Se mordió los labios y bajo la cabeza. Law no volvió a hablar, y él menos, no podía. Hacía un momento había pensado que, si molestaba al médico, éste no tendría ningún problema para decírselo; bien, pues ahí estaba.

 

 

 

Deprimido, tirado en el sofá, observaba la tele sin verla, sobre todo porque estaba apagada. El martes intentó volver a encontrarse con Law, insistirse en que le dijera que había hecho mal; sin embargo, no lo encontró en ninguno de los vagones, algo raro en una persona tan meticulosa como él. Pensó que, simplemente, ese día, al médico se le habían pegado las sábanas y por eso no había podido ser tan puntual como siempre. Pero tampoco lo vio el miércoles, ni el jueves, ni el viernes...

Cabía la posibilidad de que Law estuviese guardando cama, pero la sensación que tuvo Luffy fue de que había escogido otro horario o incluso otra linea de metro para no verle. El caso es que era sábado y no sabía nada de él.

–Me tienes preocupado –oyó la voz de Shanks, levantó cabeza sobre el respaldo del sofá para ver como se despedía de Mihawk–. Pensé que sería solo una racha, pero te estás tomando esto de desaparecer los fines de semana como un hábito.

–Ya te lo he dicho: allí trabajo mejor que aquí. Mi mente se despeja.

–Trabajar, trabaja, trabajar... No sabes hablar de otra cosa.

–Siempre he sido así. Sorprenderte ahora está demás.

–Siempre has sido así, pero antes eras joven y ese defecto resultaba incluso atractivo. Ahora solo eres un viejo chocho enganchado al trabajo.

Mihawk le frunció el ceño. El pelirrojo soltó una risa entre dientes, se acercó al moreno y le dio un beso en los labios.

–Hasta mañana –le dijo en una suave media voz.

–Hasta mañana –besó su mejilla y se fue.

Shanks soltó un suspiro después de que se cerrara la puerta, se rascó la nuca y se dio la vuelta. Dio un sobresalto contenido al encontrar ahí a Luffy.

–Vaya... –fue a sentarse a su lado–. ¿Desde cuándo estás ahí?

–Desde antes que vosotros –se incorporó, quedando sentado también.

–Ya veo...

–...

–...

–Shanks...

–Dime.

–Mihawk tiene toda la pinta de que te la está pegando.

–¡Niño! –le dio un sonoro cogotazo que de poco no le saca los ojos–. ¡Eso no se dice ni en broma! ¿Te imaginas que eso se filtra a una empresa rival? ¡Nos destruyen!

–Si ni siquiera se sabe que estáis casados... –dijo en tono de reproche por el golpe mientras se acariciaba la parte afectada.

–¡De igual manera! –liberó un resoplo. Se apartó el pelo de la cara–. Las relaciones son complicadas, Luffy, más si llevan tantos años como nosotros. A veces, si el otro necesita estar solo, hay que comprenderlo y no buscar una mala razón para ello.

Los ojos de Luffy se le abrieron de par en par.

–¿De verdad?

–¿El qué?

–Que si uno necesita estar solo no tiene que a ver un mala razón.

–Pues... Claro... –le respondió sin entender demasiado a que venia eso.

Luffy se levantó de un salto, con los puños apretados y el gesto sonriente de pura emoción. Eso era, Torao no estaba enfadado con él, únicamente necesitaba estar solo. Si bien lo pensaba, el médico era muy solitario y se agobiaba con nada. Además, no había dicho algo así como que no quería verle nunca más, sino solo esa semana, esa única semana. Sus pulsaciones se habían acelerado de pura alegría. Ya casi hace una semana desde que no le veo, recordó, puedo ir a su casa ¿o me espero al lunes? ¡No, no! ¡No puedo esperar!

–Luffy –le llamó el pelirrojo cada vez más extrañado con el comportamiento de su hijo después de haberle visto pasearse de un lado al otro por el salón como un esquizofrénico para acabar en una carrera embestida hacia su cuarto–. ¿Estás bien?

–¡Estupendamente! –salió de su habitación vestido para salir a la calle–. Me voy. ¡No me esperes hasta tarde!

–¿¡Qué!? Espera un momento, ¿a dónde...?

–¡No puedo hablar, tengo prisa!

La puerta se abrió y cerró con rapidez. Shanks se quedó mirándola. Luego resopló, sumamente agotado. A veces tenía la sensación de el que más cuerdo de esa casa era él, y eso le preocupaba bastante.

 

 

 

Se había quedado paralizado delante del porterillo, con el dedo a punto de pulsar el timbre pero sin llegar a hacerlo. No se había detenido en todo el trayecto, incluso dentro del metro le había costado estarse quieto, su único pensamiento había sido el llegar cuanto antes a ver a Law. Pero se había evaporado.

La mano que tenía alzada, la derecha, empezó a temblar. No le preocupaba que se enfadara, sabía como era él médico cuando se enfadaba, pero... ¿Y si le miraba de la misma manera que el otro día? ¿Y si de verdad él era el causante de que estuviese mal?

–Perdona –le llamaron la atención, al girar la vista se encontró con una chica–. ¿Estás bien?

–¿Eh? Ah, sí –rió forzado–. Ferpectamente.

–¿No te abren? –preguntó mirando al porterillo.

–No, no. Que va. Es que todavía no he llamado. Hazlo tú si quieres.

–Vale, gracias –dijo con una sonrisa muy dulce.

Luffy se apartó para que la chica pudiese llamar. Ella se acercó y pulsó el botón marcado con el numero tres, justo el botón que correspondía al piso de Law y Zoro.

–Diga –la voz seca del médico le golpeo de frente.

–Law... –le hablo con cariño–. Soy yo.

Desde el otro lado del porterillo se oyó un resoplo.

–¿No te dije que no vinieras?

La chica, aún seguramente siendo consciente de que su interlocutor no la veía, hinchó los carillos.

–Tan borde como siempre. Yo que he venido a prestarte mi hombro para que llores desconsoladamente.

–Yo no lloro. Y nadie te ha pedido tu hombro.

–Eso suena muy penoso por tu parte, ¿tienes fiebre otra vez?

Otro resoplo. El sonido de un timbre. El portal se abrió.

–Enseguida estoy contigo –avisó la chica antes de que se oyera como Law colgaba. Ella miró un momento a Luffy–. ¿Entras?

Los labios del muchacho se separaron, pero solo pudo emitir balbuceos.

–Bueno, te dejo abierto.

Ella cruzó el vano. Luffy reaccionó, adelantó sus pasos en último momento para evitar, con su cuerpo, que el portal se cerrase; desde ahí, observó como la chica se metía en el ascensor. Los latidos de su corazón iban cada vez más rápido, por no por mas mismas razones de antes. Sin pensárselo dos veces corrió por las escaleras del edifico, casi dando saltos de un rellano a otro; hasta tropezarse sobre los últimos escalones que daban al piso tercero. Al levantar cabeza los vio.

Law abrió la puerta mientras el ascensor daba paso a la chica. Se miraron. Ella se acercó a él, tomó su rostro con sus delicadas manos. Luffy se fijó en el médico; su cara demostraba cansancio y sus ojos la misma turbieza de hacía días; sin embargo, al sentir el contacto de la chica sonrió, débil, con más alivio que alegría, pero con muchísima calidez y una complicidad intima. Ella le rodeó con sus brazos, él correspondió.

Se separaron tras un corto y eterno instante. La puerta se cerró.

 

 

 

No había tenido ganas de levantarse esa mañana; y posiblemente hubiese seguido durmiendo si Shanks no le hubiese quitado la sábana de un tirón y sacado de la cama de una patada; pero ahí estaba otra vez, con el estómago tan revuelto que ni siquiera había desayunado.

El metro frenó delante suya con su característico chirriar. Cuando entró, la figura del médico ocupaba uno de los asiento. Otra vez con ese aura seria, relajada, mientras leía un libro.

–Buenos días, Torao.

Law levantó la mirada. Luffy se sorprendió. No había rastro de turbieza.

–Buenos días –dijo, se percató de que había un sitio libre a su lado y que el muchacho no lo tomaba–. ¿Vas a quedarte de pie?

–¿Qué? Ah, no, no –y se sentó.

El silencio los envolvió en un aura extraña. Ni buena ni mala, solo extraña. Law volvió a su libro, Luffy se fijó en él. Con cierta aprensión se preguntó si había sido aquella chica la razón de que estuviese bien de nuevo. Si estaba mal, pensó, podría habérmelo dicho a mi que soy su amigo. Se le presionó el pecho. A menos que él fuese la causa.

–Hoy estas muy callado –le dijo el otro.

–¿Qué?

Law se le quedó mirando.

–Y distraído... ¿Te pasa algo?

Luffy se mordió los labios.

–¿Y a ti? ¿Qué te pasa? –quiso haber dicho esas frases con preocupación, pero sonaron a reproche.

Law frunció el ceño, volvió a su libro.

–Supongo que hoy no tendrás ganas de hablar.

La manos del chico se apretaron sobre sus rodillas.

–Tú tampoco hablas mucho, nunca –no quiso pronunciarlo con la molestia que lo hizo. A él le encantaba como hablaba Law, con pocas palabras pero certero.

Una mueca se formó en la boca del médico, chistó con sus ojos en otra dirección.

–Si te aburres conmigo tienes la fácil solución de ir a molestar a cualquier otra persona.

–Como has hecho tú, ¿no?

El otro le miró por fin a la cara. Luffy quiso rectificar, pedir disculpas, pero palabras de su boca decidieron salir con firmeza y enfado sin preguntarle.

–La semana pasada cogí esta linea todos los días y tú no apareciste.

–Te dije que estaba cansado –arrastró las palabras.

–El sábado fui a verte y te vi con una chica. Con ella no parecías tan cansado.

El médico dio un leve gesto de sorpresa, pero se repuso enseguida.

–Si tienes tanto tiempo libre para meterte en la vida de los demás deberías dedicarlo a la tuya propia. Deja de preguntar por lo que no te importa.

Otra vez intentó ir a su libro, pero la última frase del chico fue fulminante.

–No sé porqué te me declaraste si me odias tanto.

Aún era pronto para que alguno de los dos hubiese llegado a su parada. Sin embargo, Law guardó su libro y se levantó, dispuesto a cruzar las puertas en cuanto se apartansen. Luffy, sin sangre en el rostro, le siguió.

–Torao, espera, yo...

–Ni se te ocurra seguirme –le dijo con crueldad fría–. Estoy harto de ti. Has sido un abusivo desde que crucé la primera palabra contigo, y mucho peor desde ese estúpido momento en que decidí decirte lo que sentía. ¿Qué te has creído? ¿Qué puedes utilizarme como te venga en gana? ¿Arrastrarme a donde tu quieras, obligarme a hacer lo que se te antoje por que te pases la vida sonriéndome y abrazándome a cada segundo? Eres insufrible, y si te piensas que voy a seguir tu jueguito de calientapollas más te vale que espabiles y veas que el mundo no gira a tu alrededor.

Las puertas se abrieron. Law se fue mientras él se quedaba ahí, parado, sin poder moverse o hablar. La espalda del médico se alejaba, se confundió entre la gente. El vagón volvió a avanzar. De repente notó como se le humedecía la vista, bajó el rostro y se mordió los labios.

 

 

 

Soy imbécil, se dijo por diezmilésima vez. Se había lanzado tantos improperios así mismo que cualquier insulto que se dedicase sonaba desgastado; y aún así no podía parar. Soy un completo imbécil, se repetía.

Lo curioso era que se sentía tan mal que su estómago revuelto había quedado en segundo lugar. A modo de terapia había decidido hincharse como si un hubiese un mañana en el restaurante donde trabajaba su amigo Sanji.

–Ve un poco más despacio, animal –le regañó este–. Vas a acabar con todas nuestra existencias –luego miró a la pelirroja acompañante de Luffy y puso una cara pretendía ser agradable pero que más bien era perturbadora–. Tú come todo lo que quieras, querida Nami –dijo con una voz bastante empalagosa–. Para ti siempre habrá más aunque tenga que ir al mismo Infierno.

–Gracias, Sanji –dijo ella mientras dejaba sus cubiertos en cruz sobre su segundo plato–. Yo estoy bien con esto. Aunque... –mostró un gesto apenado–. Me hubiese gustado probar esa macedonia que siempre me preparas con tanto cariño –suspiró–. Qué lástima ser una pobre adolescente sin dinero. Supongo que tendré que mirar el lado bueno y pensar que así cuido mi figura –le coqueteó al maître con un guiño que lo desarmó por completo.

–¡Oh, dulce y querida Nami! ¡Que una belleza como tú guarde dieta es lo más desdichado que puede llegar a rozar mis oídos! ¡Tú que eres la perfección en ser humano! –se recompuso un poco y le hizo una caballeresca reverencia–. Para mi será un honor invitarte al postré.

–Oh, Sanji, ¿de verdad? Que amable eres siempre conmigo.

Flirtearon un poco más hasta que el joven se fue, entre bailoteos, a prepararle la macedonia, y a pelearse con el jefe por invitar de gratis a otra mujer. Nami miró a Luffy.

–Siempre me sorprende lo poco celoso que eres. Es un alivio, la verdad.

–¿Celoso? –preguntó con la boca llena.

–Sí, la mayoría de los hombres se ponen malos cuando otro se acerca a su chica.

Luffy tragó el trozo de carne. Un engranaje en su cabeza se estaba empezando a mover.

–¿Por qué?

–¿Por qué? Bueno, instinto de propiedad supongo. O miedo a perder a la otra persona.

El engranaje estaba dando vueltas. Miedo, eso era lo que había sentido al ver a Law con esa chica. Puro miedo.

–No te confundas, un poco de celos de tonteo en una pareja siempre están bien. Pero unos exagerados... –resopló ella–. Puedes hacer mucho daño a la persona sin que te des cuenta.

Él le había hecho mucho daño a Law, la última vez, en el metro, por ese miedo que le había inundado.

–Si tú quieres a una persona y esta te quiere a ti no debería haber razón para estar celoso. Por eso me alegra que tu no seas así –le sonrió–. Me demuestra que confías en mi.

No había ninguna razón para estar celoso. Law y él eran amigos, eso no se lo podía quitar esa chica. Entonces... ¿Por qué?

–Aunque supongo que es intevitable en otros casos cuando no tienes el amor de alguien.

Los párpados del chico se abrieron. ¿Amor? ¿Por eso estaba celoso? No, no podía ser, el no estaba enamorado de Law, era... era al revés, ¿no? Sí, eso era, él ya tenía el amor de Law, no había razón para tener miedo a que alguien se lo quitara...

En sus recuerdos vio a esa chica, abrazando de nuevo a Law. Sintió que se hundía en desesperación. Se agarró el pecho, notaba un dolor punzante. Sus pulsaciones se aceleraron de nuevo.

–¿Luffy? ¿Te encuentras bien?

La pelirroja se asustó cuando él la tomó de los hombros. La expresión del chico era nerviosa y alterada.

–Nami –la llamó con decisión–. Tengo algo que decirte.

 

 

 

Encontró el portal abierto y subió directamente por el ascensor. Al llegar al tercer piso, adelantó sus pasos hasta plantarse delante de la puerta indicada. Tocó el timbre y notó como alguien le observaba a través de la mirilla. El piso se abrió de un golpe, permitiendo que viera el gesto desencajado del médico.

–¿Pero que te ha pasado en la cara?

Normal era esa pregunta. De camino hasta allí, Luffy se había encontrado con algún que otro escaparate, además de las propias ventanas del metro. Arañazos, un ojo morado y labios hinchados entre otras marcas. En general, parecía que se había puesto a darse golpes contra un panal de abejas.

–Eb bobo dob Dabi –las hinchazones dejaban poco espacio a la pronunciación.

Law aun le contemplaba perplejo. Tal vez no lo hubiese entendido.

–Pasa. Necesitas que alguien te trate eso.

Sentado en el sofá, Law le examinó la cara. Luego, con mucho cuidado, le limpió las heridas con un poco de alcohol y algodón. Luffy no pudo evitar soltar algún quejido.

–Quédate quieto –le ordenó suave–, terminaré pronto.

Cumplió con su promesa y guardó el botiquín. Luego, volvió al salón con una bolsa de hielo. Se la tendió a Luffy y éste se la colocó en la cara, apoyándose así en sus rodillas.

–Está frio...

–Es hielo –dijo a la vez que se sentaba–, es normal que esté frío.

Quedaron en silencio durante unos segundos.

–Perdóname –la voz del chico sonó quebrada.

El médico tardó en hablar.

–No tienes que disculparte. Fui yo el que te dijo todas esas cosas.

Luffy le miró, sin dar crédito.

–Tú no has hecho nada malo.

–Pagué contigo cosas que solo sentía yo.

–¡Pero yo también las siento! –se incorporó.

El otro se alteró, pero al momento suspiró por la nariz.

–Como amigo, quieres decir.

–¡No! ¡Para nada quiero decir como amigo!

Otro silencio.

–Como un hermano.

–¡Que te digo que no!

Bajó la cabeza y apretó los puños. Qué difícil era, más de lo que hubiese imaginado en la vida.

–No sé lo que me pasa. El otro día no soporté verte con aquella chica, mucho menos cuando te vi esta mañana tan animado y pensé que había sido por ella. Sé que has estado mal por mi culpa, tanto que esta semana no has querido ni verme pero... –subió los ojos, la expresión de Law era indescifrable. Tragó saliva en un vano intento de que el nudo que tenía en la garganta rebajara su fuerza–. Es raro. Siento que si dejo de verte o te alejas de mi me muero.

Paso más de medio minuto antes de que uno de los dos hablara.

–No entiendo lo que quieres decirme, ¿Qué pasa con tu novia?

–Yo... He cortado con ella.

–¿¡Qué!?

–Se enfadó mucho. Daba miedo.

–Un momento, ¿ella te ha dejado así?

Asintió. Pasó otro medio minuto que no se pronunció palabra. Luffy temió que fuese tarde, que ya se hubiese enamorado de otra persona. Sería lo lógico, después de todo lo que le había hecho pasar, todo el daño que le había hecho, no tenía ningún derecho a estar ahí diciéndole esas cosas. Y sin embargo no podía dejar de intentarlo.

–Me di cuenta de que con ella nunca me había sentido celoso.

La boca del otro hizo una mueca, se le frunció el ceño.

–Eso no tiene nada que ver con lo que me estas diciendo.

–Lo sé, ella misma me lo ha explicado pero... Torao, cuando tú me dijiste de salir me sentí infinitas veces más feliz que cuando me lo dijo ella.

El médico se quedó parado un momento. Luego apartó la cara. Varias veces pareció que iba a decir algo, otras que se iba a levantar, incluso algunas que iba a patear la mesa. Al final, ninguna de esas.

–¡Ah! –resopló llevándose las manos la cara. Estas pasaron a su nuca mientras dejaba la cabeza entre sus piernas–. Ya no puedo más...

–¡Torao! ¿Estás bien? –se aturrulló–. ¿Te duele algo? ¿Quieres que llame a una ambulancia?

–No sé que hacer... –le dijo, sin moverse de su postura–. Cada vez que he intentado acercarme a ti, tú me has salido con algunas de tus chorradas. Quiero creerte, pero si ahora me haces lo mismo creo que no podré soportarlo.

–¡Te prometo que no haré ninguna chorrada! ¡Te lo prometo hasta las entrañas!

Law se descubrió la cara para observarle.

–¿Hasta las entrañas?

–¡Si!

Y otro silencio más. Luffy observó las manos de Law, temblorosas a pesar de lo calmado que se mostraba su dueño. El médico, avergonzado y como si no tuviera más remedio, dijo.

–Supongo que si lo dices de esa manera tendré que creerte.

Luffy sintió calor en la cara. Volvió a bajar la mirada.

–Entonces... ¿Estamos saliendo?

–Creo que si.

Sintió una cómoda calidez en el pecho que le obligó a sonreír. Se fijó una vez más en las manos de Law y, con cuidado, tomó una de ellas. La retuvo entre las suyas. A la vez, se encontró muy cansado, tanto que sus ojos se entrecerraron. Apoyó su frente en el hombro del otro.

No dijeron nada más, no hacía falta.

 

Continuara...

Notas finales:

¿Qué os ha parecido? Un poco raro ver a Law desde el punto de vista de Luffy ¿no? xD Nada comparado con las paranoias que le dan en la cabeza cuando vemos sus pensamientos; pero ahí están aunque no las diga todas.

También este punto de vista me ha obligado a escribir más dialogo, supongo porque el monito es el tipo de persona que hay que repetirle las cosa más de veinte veces para que le entre en la mollera, como bien se ha visto en este capitulo. Pero supongo que cada personaje tiene lo suyo, después de todo los capítulos de Law son más de pensamientos internos y los de Zoro de más párrafos de acción, cada uno amoldado a su personalidad (o por lo menos eso es lo que intento xD).

En cuanto a la chica... Ya habéis visto que no es Cora (aunque sinceramente, desde que se me sugirió esto, al releer capítulos vi que es verdad que ese personaje hubiese quedado perfecto, tan tierno...) y mucho menos Mingo (entiendo que algunos les guste el DoffyLaw, pero yo ahí lo único que veo, si acaso, es puro rape). Pretendía decir quien este personaje misterioso en este mismo capitulo, pero no ha surgido en ninguna conversación. Se dirá en su momento, claramente, pero a lo mejor ya tenéis vuestras sospechas :P

Y bueno... con este de punto de vista de Luffy a lo mejor que os preguntáis que si he cambiado de opinión con otro personaje, que a lo mejor llega el día que podáis ver los pensamientos de Mihawk de primera mano, conocer sus sentimientos más profundos, comprenderle de verdad... ¡Pues no! ¡Jajajajaja!

Ahora en serio, no tengo planeado un punto de vista de Mihawk, más que nada por dos cosas. La primera: que Zoro tampoco lo tiene, y si él no la tiene no la tendrá nadie (excepto yo); la segunda: no quiero que sus pensamientos justifiquen lo que hace o deja de hacer. De todas formas, y no sé si esto lo he dicho antes, el no tener su punto de vista no quiere decir que en un momento dado no se os revele todo por lo que ha pasado en este asunto.

Nada más que decir, nos vemos en el siguiente! Bye!


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