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The Teacher por MMadivil

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Notas del capitulo:

Pequeña aclaración:

"*//-//*" Divide al capítulo en los puntos de vista, en medio llevan la inicial del nombre del protagonista. 

El silencio brillaba por su ausencia, voces fuertes provenían del aula y Byron apostaba que podía escuchar perfectamente los insultos hasta el edificio contiguo. Ni siquiera el ruido de algo golpeando la puerta lo hizo aminorar el paso, le gustaba ir tranquilo y seguir su ritmo, las enormes letras doradas sobre el umbral le dieron la bienvenida como cada año. A-69.


—He escuchado del mismo rector que el profesor es “especial” —dijo alguien con la voz lo suficientemente fuerte como para hacer que Byron lo escuchase desde el pasillo.


—Si resulta como el profe que nos dio la bienvenida, esto se pondrá interesante.


—Parecía una chica.


—A mi no me importaría nada, después de todo hay que sacar provecho de estar en esta cárcel —dijo el típico idiota al que le gustaba hacerse el gracioso para ganarse unas cuantas carcajadas.


En ese momento, Byron decidió dejar de hacerse del rogar y entró con toda la elegancia que su cuerpo emitía, de inmediato todas las voces cesaron y todas las miradas se posaron en él.


Ni un solo alumno se libró de escanear el cuerpo completo de su profesor, era completamente opuesto a lo que esperaban si querían compararlo con Jeremy, eso lo sabía. Pero ninguno se esperaba lo que vendría a continuación.


—He escuchado del mismo rector, que mis alumnos son “especialmente idiotas” y es por eso que me han puesto a cargo, aunque una chica haría un mejor trabajo que ustedes —habló con la lengua afilada y un tono dominante, completamente erguido mientras dejaba su maletín en su respectivo escritorio.


—¿Cómo se atreve a…? —comenzó a decir uno de ellos, Byron ni siquiera le dirigió la mirada pero lo cortó enseguida.


—Estableceremos las reglas desde el principio, para evitar los malos entendidos —continuó mientras se acercaba a las ventanas y corría de golpe las pesadas cortinas para dejar entrar la luz—. Detesto que mi interrumpan cuando hablo, para comenzar es una falta de respeto considerando que soy su profesor.


No era necesario decir que la puñalada le cayó directo al chico.


—Antes de que digan cualquier cosa, me importa un bledo quiénes son sus padres, si son nietos de la reina de Inglaterra o fueron recogidos de un basurero, para mí todos son igual de haraganes hasta que demuestren lo contrario —continuó mientras caminaba de regreso al frente y tomaba el plumón de la pizarra mientras les daba la espalda—. Detesto la impuntualidad, después de mí nadie entra y una sola falta provocará una suspensión de tres días a menos que me traigan la prueba de que estuvieron a punto de morir enfermos en su habitación.


Escuchó un par de murmullos detrás de él que cesaron apenas comenzó a escribir, algún que otro chico ya se estaba preguntando en qué diablos se había metido al caer en esta clase.


—No soy su padre, su amigo o el encargado de limpiar después de que salgan, si no pueden seguir mi ritmo no me voy a detener y ustedes van a salirse por su cuenta. No esperen que les pida un ensayo de sus vacaciones, no estamos en la primaria y a ninguno de nosotros nos interesa. Respeten las reglas y haré lo mismo con ustedes. ¿Alguna pregunta? —inquirió dándoles la cara por primera vez. Comenzando a examinarlos uno a uno.


Había un silencio sepulcral tan intenso que en cualquier momento juraría que podría escuchar sus pensamientos. Algunos estaban sorprendidos, otros molestos y otros trataban de actuar de manera indiferente sin éxito, hasta que alguien al fondo alzó la mano casi con miedo.


—Profesor… ¿Estaremos a cargo de usted en esta materia por todo el semestre? —preguntó con inseguridad un chico pelirrojo, cuyas pecas parecían rocío.


—Alcen la mano los que escogieron letras para el segundo semestre —ordenó Byron e inmediatamente toda el aula parecía querer alcanzar el techo—. Ahora los que eligieron historia contemporánea para el tercero —y ocurrió lo mismo—. Yo no doy un semestre de clases —aseguró Byron y escuchó varios suspiros de alivio, al menos antes de continuar con una sonrisa maliciosa— Yo doy los tres.


La mitad de los alumnos palideció al escucharle, algunos hasta se habían olvidado de respirar correctamente, inclusive el chico pelirrojo se veía preocupado.


—Si no hay más comentarios al respecto… —Byron señaló la pizarra, escrita con una cursiva perfecta “M. Byron”—. Soy el profesor Byron y estaré a cargo de ustedes durante todo ese tiempo.


—¿Está bromeando? —Alzó la voz un chico rubio, llamando la atención del profesor para encararlo, mal sentado y prepotente, ninguna novedad— ¿Pretende que pasemos año y medio con usted cuando en la primera clase ya nos dijo estúpidos sin conocernos? —el rubio bufó y formó un surco entre sus cejas, Byron iba a dejarlo pasar hasta que reparó en la forma en la que jugaba con su bolígrafo, nervioso, casi ansioso.


—No necesito detenerme a pensar en conocerlos, altaneros como usted nunca hacen falta señor Bloom, creen que el mundo puede estar a sus pies con el alcance de su dinero, solo está enfadado porque sabe que puede irse al diablo su apellido estando conmigo.


El chico dejó de jugar con su bolígrafo y trató de tragar saliva, pero Byron sabía que no podría, porque si se ponía nervioso, su garganta se volvía seca.


—¿Usted cómo supo mi apellido? A lo mejor al final sí investiga nuestros fond-…


—No lo necesito, usted es igual a su hermano —lo cortó Byron de mala gana, con una sonrisa que se antojaba molesta y socarrona—, se pone altanero cuando está nervioso, dice lo primero que se le viene a la mente cuando se enfada y suele llevar muchos bolígrafos encima por la forma en la que los pierde al jugar con ellos. No creo que necesite decirle cómo terminará esto, después de todo debe ser testigo de la forma en la que salió Michael Bloom de este mismo salón.


Darrell Bloom frunció los labios y miró hacia el suelo, dispuesto a dar por terminada la conversación, sabiendo que cualquier argumento podría ser disparado en su contra.


—Disculpe que me entrometa profesor —comenzó a decir un chico sentado justo junto a la ventana, Byron no tardó en darse cuenta de que era el mismo chico con el que se había topado esa mañana en la oficina de William, sus curiosos ojos verdes podía reconocerlos entre cien—, pero creo que esa afirmación sí es errónea.


—¿Y por qué lo sería? —inquirió Byron con diplomacia.


—Porque no son el mismo ente, darle clases a su hermano no significa que él sea exactamente igual, inclusive puede llegar a ser peor y el final no tiene que ser necesariamente el descrito —respondió aquel chico en el mismo tono.


—Apellido.


—Collins.


—Señor Collins, aunque el ente sea distinto, el camino sigue la misma ruta, un Lamborghini y un Volvo pueden chocar contra la misma piedra si pisan el acelerador en lugar del freno en la misma curva.


Ambos estaban tan absortos en su conversación que se habían olvidado por completo de que no estaban solos y que estaban hablando de alguien justo frente a sus narices, pero simplemente no podían dejar de examinar la mirada del otro, como si ambos estuvieran fascinados con el color que el otro traía.


—Profesor Byron… —habló otro de sus alumnos asegurándose de alzar antes la mano— ¿Cuál es su nombre? Porque… Byron solo es su apellido ¿verdad?, la “M” antes de éste no la identifico.


—Efectivamente es mi apellido, pero no considero necesario que sepan mi nombre ya que a cambio ustedes pueden conservar los suyos.


—Pero profesor…


—Sin peros, dije que no me interrumpieran, ahora daremos por comenzada la clase y si escucho un solo ruido mientras explico, saldrán a encargarse de la limpieza de los baños.


Le echó una última ojeada al chico de ojos verdes y comenzó la clase más larga de todo el año, luego se encargaría de relacionar los apellidos de los estudiantes con sus caras.


¿Se había equivocado respecto a ese mocoso cuando lo conoció?


*//~E~//*


Ethan salió de la clase completamente satisfecho, el profesor Byron a pesar de poseer un aura con un cartel de “No te acerques” resultó ser justo lo contrario a lo que esperaba. Le habían llegado rumores de que todos los maestros eran impertinentes y creídos —Lo cual no se alejaba mucho a la descripción de su profesor—, pero la diferencia estaba en que a la más mínima señal de que no tenías dinero suficiente, te hacían de menos. Los detestaba. Se esperaba lo mismo después de haberse encontrado al profesor por casualidad al salir de la oficina del director, tenía toda la pinta de ser justamente como habían dicho aquellos rumores.


Byron había logrado sorprenderlo desde el principio.


—Porque no hay que juzgar libros por su portada… —se recordó con una tenue sonrisa.


Se le había hecho difícil la llegada a Haverville, no se acostumbraba a la enormidad de la universidad, tampoco estaba acostumbrado a estar rodeado de gente que derrochaba dinero, lo único que sabía es que quería terminar de estudiar lo antes posible y se esforzaría en ello aunque le costase la vida.


Afortunadamente había alcanzado cupo en la residencia, aunque le asignaron el edificio del ala este —que era el más alejado del campus—, estaba satisfecho y se sentía un poco sobrecogido por la enormidad de su habitación, era más que un departamento y no estaba particularmente acostumbrado.


Trató de leer un poco mientras caminaba a su siguiente clase, convencido de que lo mejor que podía hacer era estudiar en su tiempo libre, pues no estaba dispuesto a perder el tiempo en nada.


Pero por algo debes mirar al frente cuando estás caminando.


Ethan chocó estrepitosamente contra otro estudiante e hizo caer los libros de ambos al suelo, la frente le dolía y se disculpó al levantar los textos de ambos, pero al dirigirle la mirada, descubrió que el chico lo examinaba como si buscase algo.


—Perdona… no me fijé por dónde caminaba ¿Estás bien? —preguntó Ethan algo nervioso, lo último que quería eran problemas.


—¿Tu cabello es castaño o es rubio? —preguntó seriamente el otro.


—Intermedio —respondió con la misma seriedad.


—Dios… Ethan, ¿eres tú?


Parpadeó un par de veces al escuchar su nombre, confundido al principio, pero después de fijarse detenidamente, se dio cuenta de que el chico no estaba loco y que tampoco era una especie de acosador. Ahora estaba bastante alto, llevaba el cabello caoba oscuro bastante corto a los costados, pero largo en la parte de arriba para verse desarreglado, la piel ligeramente apiñonada, usaba unos sencillos anteojos y seguía teniendo la misma mirada de hermano mayor con la que Ethan siempre lo recordaba.


—¿¡Sebastian!? —dijo casi eufórico y le dio un abrazo amistoso, tomando desprevenido al susodicho, pero el gesto lo hizo esbozar una gran sonrisa— ¿Cuántos años han pasado? ¿¡Por qué no me dijiste que estarías aquí!? Bueno no es que pudieras… pero aun así…


Sebastian rió y le revolvió el cabello, justo como lo hacía antes.


—Ha pasado mucho tiempo, eso es seguro. No has crecido casi nada Ethan, decías que algún día estarías más alto que yo y ahora creo que moriré antes de que algo como eso suceda.


—Oye, dicen que los hombres dejan de crecer hasta los treinta, así que no pierdas las esperanzas de que ese día llegue alguna vez.


Ambos se echaron a reír y se trataron como si todos esos años de separación no hubiesen existido jamás. Ethan lo recordaba con mucho cariño, era uno de los mejores amigos que había tenido en la infancia, y no es que tuviera muchos de los cuales presumir, pero cuando la madre de Sebastian volvió a casarse, ellos tuvieron que mudarse de Averville y no se volvieron a ver desde entonces.


Ambos habían prometido enviarse cartas, pero ya que Sebastian se fue, se dieron cuenta de que ninguno tenía la dirección del otro.


—Ethan… no me lo tomes a mal ni mucho menos, porque te conozco. Pero ¿cómo has conseguido entrar a Haverville? No dudo en lo absoluto de tu capacidad en el examen, pero la cuota…


—Lo sé, lo sé. Te lo explicaré más tarde, ahora tengo clase de lengua y no tengo idea de dónde está el edificio “D” —prometió.


—Y menos con la nariz pegada en ese libro, vas justo en la dirección contraria. Vamos, yo también tengo esa clase en el mismo edificio, con suerte estaremos en la misma.


A Ethan le brillaron los ojos de solo pensarlo, había sido un encuentro bastante inesperado y pensaba que este día no podía mejorar, solo si hacía a un lado el hecho de que no se sentía cómodo porque daba la impresión de no encajar en la universidad, pero por ahora sentía que no tenía nada de lo cual preocuparse junto a Sebastian.


Afortunadamente estuvieron juntos en la clase de lengua, donde aprovecharon el tiempo libre para hablar hasta por los codos e hicieron lo mismo cuando fue hora del descanso. Realizaron un repaso de lo que había ocurrido en los últimos diez años con lujo de detalle, sobre sus familias y sus amigos, de manera que nuevamente sentían que nadie se entendía mejor que ellos mismos.


—¿¡Entonces ahora tienes hermanos!? —había preguntado Ethan.


—Vamos, lo dices como si fuera algo del otro mundo —respondió Sebastian con una sonrisa— no son nada malos.


—¿Cuántos son?


—En un par de meses serán cuatro.


—Diablos, te has convertido en todo un hermano mayor ¡Felicidades! Pero eh, esa sonrisa es extraña.


Sebastian le dio un golpe amistoso en el brazo y rió.


—Nací para tener hermanos, desde entonces me daba por cuidarte a ti, pequeño renacuajo.


Ethan le devolvió el golpe jugando, pero se mostraba igual de indignado y eso solo hizo que Sebastian se burlase de él.


—¿Por qué regresaste a Averville, Sebastian?


—La universidad es de las mejores en el país y la verdad es que no tenía muchas ganas de seguir estudiando lejos o irme al extranjero. Es una buena oportunidad.


—Lo imaginé, pero yo no me preocuparía si te fueras al extranjero, eres capaz de entrar a cualquier parte —lo halagó Ethan sonriendo— incluso si quisieras dar clases en el segundo infierno seguro prosperas.


Sebastian volvió a propinarle otro golpe menos suave con una ligera sonrisa.


Al final resultó que inclusive ambos estaban en el mismo edificio de la residencia, por lo que no tendrían problema en encontrarse cada vez que fuese necesario, era más que un golpe de la suerte, pero de los dos, solo Ethan creía en el destino.


*//~M~//*


—Entonces hay otro de los Bloom ahí… Si lo tratas como a su hermano, probablemente te odiará más que nadie lo ha hecho en toda tu vida —comentó Jeremy antes de meterse otra cucharada de yogurt en la boca—, todo el mundo odia las comparaciones, tú deberías saberlo mejor que nadie.


Era la hora del descanso y la sala de profesores contaba con su propia cafetería privada, por lo que no se molestaron en hablar en voz alta, cada profesor estaba ensimismado en su propio mundo. Byron y Jeremy siempre estaban en el lugar más apartado, sencillamente porque no había demasiada luz y era más cómodo.


—Como si eso me importara, no puedo tratarlo de otra manera si demuestra ser exactamente igual a él —respondió Byron jugando con su taza de café—, cambiando de tema, Jeremy ¿Conoces el apellido Collins?


El rubio alzó una ceja mientras se colocaba detrás de la oreja uno de sus desobedientes rizos que le llegaban a la altura de la barbilla y entrecerró los ojos, sus pestañas eran tan largas que inclusive Byron se preguntaba si podía ver entre ellas.


—¿Desde cuándo te importa saber de apellidos? Si alguien se está metiendo contigo por eso, solo ve y tíralo por la ventana —dijo aplastando sádicamente el tenedor contra uno de los cubos de fruta de Byron, robándole a este último una risa ligera—. Pero fuera de eso no, el apellido no me es nada familiar, al menos no ocupa lugar alguno en las grandes familias.


—Sí, eso pensé —concluyó en voz baja y se terminó su café sin haber tocado el resto de la comida.


—Aún no me respondes la pregunta y si no lo vas a hacer, por lo menos come algo Byron, si no lo haces entonces iré a atiborrar de comida el frigo de tu piso y cada esquina de la cocina también.


El aludido puso los ojos en blanco pasándose una mano por el cabello azabache perfectamente peinado y comenzó a comer los cubos de fruta sin mejor opción. Sabía que Jeremy hablaba enserio, ya lo había hecho un par de veces cuando Byron cometió el error de subestimarlo. La primera vez había colocado galletas por cada lugar de la cocina porque Byron no quiso comer las que le había dado la encargada de la cafetería, la segunda fueron frutas y algo de comida chatarra porque se había atrevido a no consumir nada más que café en todo un día, su cocina nunca había estado tan llena.


—Honestamente, no sé qué harías sin mí Byron —comentó el rubio con un suspiro.


—Probablemente llevaría una vida feliz y tranquila cumpliéndome todos mis caprichos. Oh, pero no tendría la oportunidad de ver a ricitos de oro recién salida del libro.


Jeremy le dio un puntapié debajo de la mesa y miró enfurruñado hacia otro lado, detestaba el apodo, pero simplemente porque era Byron se lo permitía.


—Cállate, yo sé que no puedes vivir sin mí, aunque lo niegues.


—Hablando de gente que no puede librarse de ti, el viejo me pidió que te mantuviera al límite con tus lecciones este año —jugueteó con una uva pequeña mientras miraba los ojos avellana de ricitos de oro—, sé que no le harás caso al viejo, pero no está de más que te advierta que este año el rector va a estar encima de cualquier sospecha.


—¿Después de tantos años piensan encargarse del asunto? —Inquirió Jeremy soltando un bufido— No conseguirán nada, al menos por tus chicos no hay problema y por los míos ya me encargaré de que mantengan la boca cerrada.


—Eso espero, pero mantente atento el resto del tiempo, nunca falta el profesor imbécil que quiere pasarse de listo y aplicar de una forma diferente lo que nosotros hacemos.


—Esos idiotas dan asco, pero ve el lado bueno del asunto, si encontramos uno como esos este año, más rápido podremos sacarlo.


Ambos se sonrieron con complicidad y escucharon el sonido pregrabado de una campana que daba fin a los descansos.


—Es hora de irme, puede que tú solo des clases dos veces al día porque eres un estúpido escritor consentido, pero los profesores estándar tenemos que dar clase todo el día —gruñó Jeremy.


Byron se rió y aprovechó para irse junto a él, estaba de camino a la biblioteca.


—Y solo son dos clases porque los otros chicos están en el último semestre, en seis meses volveré a tener solo una. Por cierto, ahora mismo tengo la tarde libre.


—Te detesto Byron, te detesto tanto como tú detestas mi yogurt.


—Eso es odio genuino, se más comprensivo al respecto, vas a herir mis sentimientos.


—¿¡Cuáles!? —Jeremy se giró con dramatismo y abrió los ojos como platos, Byron soltó una carcajada.


Ninguno de los dos se creía lo que acababa de decir.


—¿Cuándo comienzan tus lecciones, Byron? —preguntó el rubio en voz baja.


—Cuando el primer perro ladre.

Notas finales:

Bueeno, espero que hayan disfrutado del capítulo de hoy, por mi parte espero que siga avanzando más rápido (ya sé que soy la autora, pero es que es difícil tener la idea y desarrollarla en tantos capítulos ; ; y aún así querer tener lista la mayor parte de la trama)

Ahora ya conocimos a Ethan y a Sebastian, porque vamos, si Byron tiene un mejor amigo entonces todos se merecen uno.

Quería decir que no tengo un ritmo específico para subir los capítulos... pensaba decirles que serían subidos los lunes-miércoles-viernes pero Mad es perezosa, así que es preferible prevenir los posibles bloqueos creativos. Pondré esos días como meta para subir capítulo, si no los alcanzo, pueden mandarme al infierno, para eso sirven los reviews<3.

Nos vemos en el siguiente capítulo, no se les olvide correr las cortinas cuando salga el sol~

¿Les gusta el yogurt?


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