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Secretos por estheyaoista

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Notas del fanfic:

Hola, una entrega en la que he trabajado con arduo esfuerzo y emoción.

Debo pedir disculpas por abandonar la historia anterior, pero no la he olvidado, ahora me encuentro realizando el siguiente capitulo, bueno, esperando que esta historia sea de su agrado, no me queda mas que decir ¡Bienvenidos!

   

1.- Secretos a medio revelar.

Camina por las frías calles de aquella ciudad, con sus temblorosas piernas y sus mejillas sonrojadas por el frío, con sus cabellos moviéndose vehementemente por el impetuoso viento que azota las vías y con heridas por todo su cuerpo, siendo el centro de atención ante todas las miradas de las personas que se encuentran por el mismo lugar.

Todos lo miran pero nadie lo ayuda, no ayudan a su débil andar ni a sus ojos que piden a gritos un poco de atención, quizás atención médica o tal vez atención psicológica. Pero eso a él no le interesa, sabe a la perfección como son los seres humanos en ese mundo, un montón de escoria materialista que no pueden ser capaces de ayudar si es que no reciben algo a cambio, es por eso, que no le molesta el hecho de no ser ayudado cuando lo necesita, y sin girar su vista a los lados, sigue su débil recorrido, sujetando su maltratado brazo que sangra mientras intenta guiarse con la poca visión que le queda del otro ojo que no ha sido tan gravemente lastimado.

Le duele, siente que le duele en lo más profundo de su corazón, en el interior de su ser, verse tan lastimado y saber que no pudo hacer nada para impedir que lo dejaran como está. También sentía miedo, miedo a que su madre lo viera de esa forma y decidiera avisar a la policía, tal vez y al demandarlos ellos intenten algo contra la vida del más grande amor de su vida hasta el momento, su madre.

Rogaba porque su madre no se encontrara en casa en esos momentos, tal vez y no era aún la hora de que llegase del trabajo y tendría la oportunidad de ir directo a su habitación para curarse las heridas para que no se sigan infectando. La sangre que perdía de a poco iba haciendo notar su falta, tambaleaba hacia los lados, sin poderse mantener ya en pie, se había debilitado demasiado al seguir su camina aún con el brazo goteando de sangre.

Sonrió complacido al llegar a su casa, un elegante lugar con un gran portón negro del cual había que dar al menos veinte pasos para llegar a la puerta de su casa. Miró el parqueadero de autos y notó que faltaba el de su madre, por primera vez agradeció que llegase tarde de su agitado trabajo. Tocó el timbre y del contestador salió la voz de una mujer la cual pudo reconocer enseguida.

-Nana, abra la puerta por favor.

-Claro, ahora mismo la abro.

La puerta se fue abriendo automáticamente dejándolo pasar, en la entrada ya lo esperaba la mujer que le había contestado con una sonrisa, la cual fue borrada al instante de verlo cruzar el portón de la forma en la que se encontraba. Tiró la toalla de mano que había estado sujetando y corrió a sostener al joven que poco a poco caía hacia adelante, semi inconsciente.

-¡Pero mi niño! ¿Qué ha sucedido? ¿Quién fue capaz de lastimarte de esta forma?

El joven abrió con dolor sus ojos y miro a la mujer de edad avanzada brindándole una sonrisa débil, acercó una de sus manos al rostro de la señora y le acaricio delicadamente, con las fuerzas que le quedaban, una de sus arrugadas mejillas, dejando un leve camino de carmín por su acanelada piel.

-N-nana, por favor, ayúdame a llegar a mi habitación, mi madre…no debe de verme en estas condiciones.

-Pero que estás diciendo en estos momentos corazón, tu madre debe de saber lo que ha sucedido contigo.

-No, ella, ella puede alterarse por verme de esta forma y no quiero eso—Cerró sus ojos por unos minutos y los volvió a abrir—Ya verás que todo esto será solo un mal recuerdo.

-Mi niño.

La mujer lo ayudó a levantar y lo encaminó hasta su habitación, donde lo ayudó a curar todas sus heridas, en especial la de su brazo ya que era la más profunda de todas. La mujer de edad al ver aquella herida casi cae al suelo.

-Por todos los cielos ¿Cómo te hicieron esto?

-Fue con un vidrio roto…pero te dije que no te preocuparas, apurémonos que pronto llegará mi madre.

-Pero aunque te cure todas las heridas, igual tu madre se dará cuenta por el hematoma que tienes en la mejilla y en tu ojo.

-Puedo decirle que me he peleado con unos compañeros de clase, eso ella lo sabría comprender, pero que me vea como llegué simplemente no lo soportaría.

-Bien, ya está curado tu brazo, ahora falta esta pierna que también parece que se encuentra herida, tienes sangre aquí en la rodilla ¿Tal vez en el muslo te lastimaron?

-N-no, tranquila, de eso me encargo yo, puedes ir a seguir con tu labor, Nana, la verdad es que ahora me siento mucho mejor, la herida del brazo era la más dolorosa.

-¿Seguro? Porque puedo continuar curándote.

-No es necesario, me has ayudado mucho, ve a terminar la cena para que mi madre no sospeche nada ¿De acuerdo?

La miró con una dulce sonrisa, intentando convencerla de que todo ya se encontraba bien y que podía seguir con su labor en la casa, la mujer un poco dudosa, decidió aceptar lo que su querido niño le decía.

-De acuerdo, pero luego de la cena, tú y yo tendremos una conversación sobre lo que ocurrió ¿De acuerdo?

-De acuerdo.

-Luego de que te cures procura descansar un poco.

-Está bien, adiós Nana.

-Nos vemos en la cena corazón.

Dio un dulce beso en la frente al joven y salió dando una última mirada a su niño y cerrando la puerta tras de sí. Se recargo en la puerta mientras daba un largo suspiro de preocupación, sabía que la conversación que iban a tener iba a ser muy dura y por eso, debía de dejar a su pequeño para que se prepare mentalmente. Escuchó el sonido del teléfono sonando y despertó de la pequeña ensoñación en la que había caído. Corrió hacia el teléfono de la segunda planta y contesto rápidamente.

-Residencia von Bielefeld.

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El joven de cabellos rubios tocaba débilmente las vendas que su Nana le había puesto en el brazo, en un ligero contacto con la yema de sus dedos, casi como el toque del viento, deslizó de a poco formando un camino invisible hasta llegar a su hombro por el cual llegó hasta su cuello, sintió un pequeño dolor en ese lugar por lo que no pudo evitar que un gemido de dolor se escapara de sus labios.

Caminó como pudo hasta el espejo de cuerpo entero que tenía en la habitación pegado a la puerta del closet y se quitó con cuidado la camisa blanca del colegio que ahora se encontraba destrozada.

-No puede ser.

Miró su cuerpo, su blanca piel manchada por esos grandes hematomas que le recordarían por un largo periodo el dolor que había sentido en esos momentos, tocó todos y cada uno de ellos para ver cuál dolía más, comparándolo con el que le había marcado la vida. Ninguno dolía tanto como aquel, pasó sus manos hacia su pantalón color negro y el retiro con cuidado para encontrarse con más hematomas por todo lugar, aferró sus manos a sus brazos y agachó la cabeza para no seguir viendo esa vil imagen en el espejo.

-No puedo creerlo, simplemente no me es comprensible…como ¿Cómo pudo hacer esto? Yo que confié en él, le dije mi secreto y tan solo supo dejarme en este estado… ¿Es que es tan difícil de aceptarlo? Porque, porque tengo que ser tan incomprendido.

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-¿Si le has dicho cuando llegarías no es verdad?

-Que sí, que si le he dicho, madre, por favor, me has escuchado hablar con ella, dame un respiro.

La lluvia que comenzaba a caer chocaba contra el cristal de la ventana por la que se podía ver a una mujer de cabellos castaños caminando apresurada por todo el pasillo.

-Es que sueles ser tan torpe que no me imagino imposible el hecho de que le hayas dicho cuando te ha colgado.

-Pero no ha sido así madre, me has ofendido, no me esperaba que de mi propia madre salieran esas palabras.

El sonido de una puerta abriéndose es escuchado y de ella sale un chico que corre de igual forma por todo el pasillo mientras carga consigo una maleta de color negro y la sacude sin reparo alguno.

-¡Eh, que le vas a dañar!... Bueno, bueno, en fin, espero que sepas a dónde vas y a que vas. Recuerda que a dónde vas no es ni al parque o peor aún al mercado de la esquina. Debes de comportarte en todo momento, recuerda que su trabajo depende de tu forma de comportarte, no me imagino que por tu culpa termine desempleada.

-Me has vuelto a ofender, madre, además, no es como si fuera a hacer una misión imposible o algo parecido, simplemente voy de vacaciones de invierno para ayudarla un poco. No le voy a molestar la vida.

-Espero que sea así

La mujer detiene al joven y lo mira a los ojos, por primera vez desde que ha colgado la llamada que ha hecho, sus ojos negro intenso la miran divertidamente, ella le da una sonrisa y acaricia sus cabellos negros con delicadeza.

-Se va a poner feliz cuando vea lo grande y guapo que te has puesto.

-Madre, me avergüenzas, que dirían mis amigos si te escucharan.

-Que tienes a una madre con buenos gustos,  hijo—Le guiña un ojo haciendo que su hijo se apene.

-¿Cuántos años crees que tienes?—Miró hacia un lado.

-Ya son siete años desde que no ves a tu abuela, procura complacerla en cualquier capricho que tenga, recuerda que ella te ama como a nadie en el mundo.

-Pues, depende de que capricho me pida, recuerda que ya tengo diecinueve años y los caprichos que solía pedirme a los diez no los podría complacer ahora.

-Pero si eran pequeñeces hijo.

-¿Pequeñeces dices? Eran caprichos que afectaban mi integridad física y moral.

-¿Te afectaba el hecho de ponerte un vestido con vuelos?

-¡Claro que sí! Por todos los cielos madre, recuerda que soy hombre… ¡H-o-m-b-r-e!

-Hijo, lo que eres es un aguafiestas. De pequeño si te los ponías.

-Porque no tenía uso de razón o voz ni mando.

La mujer se sonrió divertida al verlo enojado, claro que ya no le pediría ponerse un vestido, ahora era todo un hombre que mantenía una relación amorosa con una linda chica de su universidad. ¿Cómo podría ella arruinarle su juventud? Tomó por las mejillas a su hijo y le dio un beso en la frente.

-Aunque ya seas adulto y tengas novia, siempre serás mi pequeño hijo, el chiquito que corría a mis brazos en búsqueda de una caricia o un consuelo cuando te lastimabas.

-Madre, gracias por quererme tanto, siempre.

-Es mi deber como madre, hijo, cuidar de ti como lo hice con tu hermano el que ya se ha alejado de mi pero que me mantiene feliz. Yuuri, eres mi mayor tesoro.

-Y supongo que me ve como una pirata ¿No es así?-- Ambos miraron hacia dónde provenía aquella voz y se encontraron con una sonriente chica de cabellos castaños y ojos color miel que los miraba divertida de la situación.

-Megu-chan—Dijo la mujer soltando a su hijo para que vaya a recibirla— ¿Con que interrumpiendo momento madre-hijo?

-Lo siento, la puerta estaba abierta y decidí sorprenderlos, hola amor.

-Hola Megumi—El joven de ojos negros se acercó a la chica y le dio un dulce beso en sus labios, tomándola por la cintura luego de romper el contacto y mirando a su madre—Por favor dime que no escuchaste toda la conversación que tuvimos.

-Por supuesto que no, por cierto—Dijo sonriéndole a su novio— ¿Me prestas alguno?

-¿Qué te preste qué?

-Uno de los vestidos, es que mi hermanita tiene una fiesta este fin de semana y quiere un vestido nuevo.

-¡Megumi!

Las dos mujeres reían a costas del pobre chico de cabello negro que intentaba de todas las formas impedir que se siguieran burlando de su traumada infancia junto a su abuela.

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El sonido del timbre retumbó por toda la casa, la mujer de edad salió de la cocina y contestó por el intercomunicador, abriendo la puerta enseguida al saber que se trataba de la señora de la casa. Abrió la puerta y la esperó como siempre en la entrada de la casa, con una sonrisa un tanto nerviosa.

-Buenas noches, Cecile-san.

-Hola Meiko ¿Mi hijo ya está en casa?

-Sí, Wolfram se encuentra descansando en su habitación.

Ambas entraron tras cerrar la puerta, la mujer de cabellos rubios y rizados se quitó con un poco de molestia los tacos rojos que llevaba en ese día, miró a todos lados y dio un suspiro de alivio.

-El ambiente de la casa siempre permanece tranquilo y relajado, me gusta llegar a mi hogar, gracias Meiko por mantenerlo de esta forma.

-No se preocupe, Cecile-san, es mi trabajo. Ahora sirvo la cena.

-De acuerdo, iré a ver a mi hijo.

-C-claro.

Cecile subió las escaleras hasta el segundo piso mientras tarareaba una linda melodía que había venido escuchando en el auto de camino a casa. Llegó a la puerta de la habitación de su hijo y dio tres toques, avisando que iba a entrar.

La habitación se encontraba iluminada tenuemente por la luna y en la cama se podía ver el cuerpo de su hijo descansando, encendió la luz y se acercó con delicadeza a su pequeño, sonriendo por recordar que siempre tendría a su lado su mayor tesoro.

Acarició su espalda y depositó un beso en su cabeza, pronto sintió como su hijo se removía de su lugar para que dejara de hacer lo que hacía.

Wolfram al sentir el dolor por el contacto de su madre sobre su espalda, se había despertado enseguida, se volteó en dirección a su madre y la miró con sus ojos semi abiertos.

-¿Mamá?

El rubio se volteó para verla mejor y fue entonces cuando su madre notó el moretón que su hijo tenía en su rostro. Se levantó de su puesto asustada y lo tomó por sus hombros mirándolo de cerca. Wolfram sintió el dolor del contacto pero lo soportó.

-¡Por todos los cielos, Wolfram! ¿Qué te ha pasado en el rostro? Mira tú ojo y tu mejilla ¿Qué ha ocurrido?

-Mamá, tranquilízate, fue solo un golpe.

-¿Qué ha sido solo un golpe? Mira como tienes esto, no creo que haya sido solo un golpe ¿Qué ha ocurrido?

-Me he peleado con unos amigos, nada más.

-Pero ha sido una pelea fuerte por cómo te dejaron.

-Arreglamos ciertas diferencias, pero no te preocupes, con algo de hielo se ha de pasar.

-Hijo, ¿seguro que ha sido solo eso?

-Sí, no te preocupes, ya le he dicho a mi Nana que me colocara unas compresas de agua fría.

La mujer lo miró a los ojos, ambas miradas esmeraldas se chocaron entre sí, lo abrazó con fuerza intentando demostrarle que podía confiar en ella.

-De acuerdo, te creo, pero aun no veo bueno eso de arreglar sus diferencias con golpes, mañana hablaré con la directora de la institución.

-N-no es necesario madre, ella ya se encargó de ellos.-- La mujer miro a su hijo, sentía algo que no le permitía confiar al cien por ciento en lo que le decía su hijo, pero por el momento debía de confiar en lo que estaba diciéndole.

-Bueno ¿Y porque fue la pelea? ¿Con quién te peleaste?

-Bueno eso...

-La cena está servida, pueden venir a comer—Meiko se había percatado de la insistencia de Cecile por lo que había decidido intervenir en búsqueda de salvar a su pequeño niño.

-Enseguida bajamos—Dijo Wolfram levantándose, procurando caminar normalmente para que su madre no sospeche demás, al pasar por el lado de su Nana le agradeció con la mirada, le había conseguido tiempo para que inventara una excusa o tal vez se preparara para decir parte de la verdad.

Todos bajaron y se colocaron en el puesto que les correspondía, Cecile no apartaba la mirada de su hijo y este lo notaba a cada instante.

-¿Y bien? ¿Qué sucedió?

-¿Con que?

-La pelea que tuviste ¿Por qué fue?

-Fue con Adalberto.

-¿Con Adalberto dices?—La sorpresa en el rostro de su madre y en el de su Nana era indescriptible, pero ya se las esperaba—Pero es tu mejor amigo.

-Mi niño, eso…

-Sí, Nana, es verdad, decidí contarles todo—Miró fijo a su madre y a su Nana—La pelea con Adalberto fue porque…porque confié mucho en él, y porque confiaba en el decidí contarle mi secreto, un secreto que ni ustedes sabían de mí.

-¿Un secreto? ¿Qué es? Por todos los cielos.

-Le conté que yo...bueno pues, que a mí, a mí me gustan los hombres.

-¿Qué a ti qué?

.

.

.

.

Continuará.

Notas finales:

Espero que les haya gustado, les aviso que subiré dos capítulos por día y actualizaré todos los días si se me permite.

La historia de "En este y en cualquier otro mundo te amaré" la estoy siguiendo, tuve unos contratiempos y no pude seguir, pero ya tengo la mayoria del cap, solo falta editarlo y subirlo, lo subire lo maximo el lunes.

Espero que esta historia les sea de su agrado.


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