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Un demonio compartido por SebbyPhantomhive

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Notas del capitulo:

Gracias por haber llegado al final de este fic :*

Sebastian se dejaba seducir por esa intensidad inesperada de su amo, quien sonrojado trataba de controlar la situación, pero solo hacia evidente su torpeza en esos asuntos pues se notaba que no acertaba que hacer con claridad, lo besaba pero a la vez quería tocarlo y desvestirlo,  trababa en hacer todo a la vez, el mayordomo que no estaba de acuerdo con lo que hacían no le ayudaba, frustrando a su amo que se recostó sobre él y parecía susurrarle al oído.

-¿Podrías ayudarme?- Le cuestionó con molestia pero en voz muy baja para que su hermano no le escuchara, que era quien prácticamente obligaba a Sebastian a estar en esa incomoda situación.

-No estoy de humor.-Le respondió el malhumorado demonio desviando la mirada.

-Si fuera él... lo harías sin pensarlo dos veces.- Le reclamaba con molestia el orgulloso conde obligando a que lo viera a los ojos y le respondiera.

-Ya te aclaré... que no es así...- Fue su respuesta, pero Ciel no quería creerle y con tristeza le rogaba con la mirada que lo besara, que diera la iniciativa porque él no podía.

-Bien... solo un poco de placer.- Dijo el mayordomo con una sonrisa desafiante, estaba mal tentar a un demonio pero con esa carita sonrojada de su amo no podía negarse, así que con agilidad y con un movimiento lo tumbó a la cama, el sonido alteró a Thomas que estaba afuera escuchando, ahora recordaba que era un demonio el que iba a poseer a su hermano esa noche, pero al escuchar el jadeo placentero de Ciel se quedó quieto. Sebastian comenzó a besarlo con lujuria y sus labios tocaban su piel con firmeza, el joven jadeaba involuntariamente pues el calor que llenaba su delgado cuerpo solo se reconfortaba con los leves gemidos que de su boca se escapaban, aunque era lo que quería porque sabía que su curioso y molesto hermano los escuchaba, recordando ese detalle sus jadeos y gemidos aumentaban su volumen, al sentir como su perverso demonio parecía irse olvidando de su malhumor ya que con sus dientes mordisqueaba sus pequeños pezones que no dudaron en endurecerse debido a la excitación del casi tosco contacto. Sebastian comenzó a besar su pecho con lascivia, era tan dulce y ese respirar errático lo provocaba más, sus manos lentamente se deslizaron hasta el pantalón del conde que advertía lo que pasaría, cerrando sus ojos con fuerza sentía como esas manos enguantadas se colaban traviesas dentro de su desabrochado pantalón.

-¿Estás listo cariño?...- Le cuestionaba el travieso demonio quitándose los guantes con ansiedad para tener un mejor acercamiento,

-No me llames así…- Refutaba el avergonzado jovencito, el había obligado a su mayordomo a actuar así por lo que ahora ya no podía arrepentirse aunque en realidad no era lo que quería.

-Nhn…- Se le escuchó jadear con fuerza cuando su atractivo demonio comenzaba a lamer la extensión de su miembro, era la primera vez que hacía algo así, y por demás muy vergonzoso, se sonrojaba más al ver como su pene parecía una especie de  dulce en la traviesa y húmeda lengua de Sebastian, que embelesado e igual de excitado probaba deleitado cada milímetro de esa parte nunca saboreada de su hermoso amo que se retorcía en la cama. En medio de sus jadeos y gemidos Ciel sentía como segundos después de esa estimulación su miembro se levantaba para su sorpresa, era una sensación diferente.

-Detente…- murmuraba con el respirar entrecortado el pequeño pues sentía un embriagador calor invadir su cuerpo pero sobre todo en la erección que el demonio saboreaba, esas manos traviesas que tocaban sus testículos lo estaban enloqueciendo, ya ni siquiera recordaba que su hermano lo escuchaba. Sebastian ignoró por completo la petición era peor si lo dejaba así, pero su amo era tan inocente en estos asuntos que no parecía comprenderlo, y ahora no podía explicarlo por tener su boca ocupada, sin previo aviso con su boca atrapaba este húmedo miembro introduciéndolo todo de un solo “bocado”.

-Ahhh…- Era el gritillo placentero del virginal conde que experimentaba por vez primera esta sensación de placer, esta sensación que aumentó más, cuando su hábil demonio con rapidez realizaba la felación, con su boca lo sacaba e introducía su miembro que palpitaba, pasaron pocos minutos así, en que su unión se reflejaba en que sus manos se entrelazaban sobre el pecho del conde, quien sentía que el éxtasis lo consumía, entre gemidos parecía como su erección tan deliciosamente manipulada explotaría, no acertaba a saber si era correcto, pero ya no podía contenerse y a pesar de la vergüenza, arqueando la espalda y con su cuerpo tembloroso vertía su eyaculación en la boca del otro, que complacido tragaba y succionaba cada gota de ese apetecible elixir que su amo le regalaba, unos segundos pasaron para que sus seres se tranquilizaran.

-No… es sucio…- Advertía el conde cuando notaba como su demonio se le acercaba al rostro con intención de besar sus labios,  el solo pensar que probaría su propia esencia le asqueaba.

-Los amantes hacen cosas sucias…- Dijo Sebastian con picardía y una mirada lujuriosa, y antes de que su pequeño siguiera refutándole el hecho de quererlo besar, le robaba un beso, Ciel quien parecía resistirse, poco a poco fue cediendo, porque ese beso aparentemente asqueroso se tornaba delicioso por la perversidad que encerraba, cuando el aliento les faltaba se separaron y solo un hilillo de saliva de sus labios los unía.

-Thomas…- Le llamaba a su hermano recordando recién que lo había estado escuchando y la vergüenza se apoderó de él, nuevamente.

-Él se fue…- Le respondió divertido el mayordomo que abrazaba a su amo, aunque fue una experiencia primera no planeada o por lo menos no como la había planeado, sentir como su hermoso Ciel se hundía en el placer, le complacía y no se arrepentía.

- ¿me escuchó…?- Murmuró con vergüenza. -Si… ¿Quién no te iba a escuchar?- Le dijo con una risilla burlona, pues si que su amo disfrutó de ese orgasmo hasta los gritos.

-Ahora te da vergüenza.- Le trataba de consolar al notar como se cubría el rostro por la vergüenza, pero eso solo le enfadaba más.

-Cállate.- Le decía golpeándolo levemente con su mano al rostro, ese rostro con esa sonrisa burlona.

-¿Me perdonas?- Cuestionaba Sebastian volviendo al tema, era mejor aprovechar el momento ya que a pesar de la vergüenza su pequeño amante no dejaba de verlo amoroso.

-No lo sé…- Fue su respuesta con un puchero.

-¿Qué más puedo hacer para convencerte?- Insinuó coqueto el demonio y sus labios rozaban entre si.

-Nada…- Hablaba el conde quien también le hablaba sobre los labios.

-Lo hecho, hecho está.- Terminaba de decir y en su mirada se destellaba resentimiento.

-Eres tan testarudo…- Alegaba con resignación el mayor al no escuchar un perdón definitivo por su falta cometida.

-Te amo… es lo único que diré.- Le susurró al oído con sinceridad mientras sus manos se entrelazaban.

-Palabras como esas… te hacen ver ridículo.- Le decía Ciel disimulando la emoción que le provocaba escuchar esa primera confesión de amor tan directa… pues su mayordomo recién decía un “te amo”, y era algo que prometieron no decirse.

-No es ridículo el estar enamorado…- Se justificaba el otro con una hermosa sonrisa porque sabia lo que esas simples palabras provocaron en su amo.

-Te amo… mi corazón frío, mi mente perversa, mi alma torturada, mi cuerpo cansado es solo para ti, no hay, ni ha habido, ni habrá otro humano a quien le ceda mi ser como a ti…- Hablaba con tal firmeza el demonio como si esas palabras dependiera su vida, Ciel no necesitaba más que esa confirmación para perdonarlo.

-¿Eres mio?- Cuestionó con una sonrisa traviesa pero enamorada el conde, que ridículo se sentía al verse embelesado por una declaración tan cursi como esa.

-Todo suyo mi señor…- Murmuraba Sebastian con una pequeña reverencia en total sumisión a ese pequeño de mirada azulina que no dejaba de acariciar su rostro.

-Ni mil Thomas se comparan contigo… te adoro…- Terminaba de decir cuando sus labios se unieron en un profundo beso, así sellaban esa reconciliación, Ciel no tenía más duda en cuanto se amaban. A la mañana siguiente el conde de evidente buen humor caminaba por uno de los pasillos de su gran mansión, aun en su mente retumbaban con dulzura las palabras de su amado demonio.

-Hermanito…Debo hablar contigo…-fue el llamado que lo sacó de sus pensamientos felices, Ciel que estaba dispuesto a parar con todo ese juego de rivalidad accedió a la petición, ambos jóvenes caminaron hasta el jardín, era una mañana fresca el lugar perfecto para acabar con la rencilla

-Ya comprendí que no tengo las de ganar, tu ganaste.- Comenzó a decir su hermano, sorprendiendo un poco al conde pues no entendía ese repentino cambio, incrédulo lo miraba.

-No me mires así… lo digo sinceramente.- Alegaba algo ofendido Thomas. -Sebastian y tú se aman… se nota hasta para el más tonto.- Eran sus palabras que parecían sinceras, y tal aclaración hizo apenar al orgulloso conde.

-Tus sirvientes lo han notado también.- Le dijo su hermano con una sonrisa divertida pues el ya había escuchado en días pasados como sus sirvientes hablaban de sus sospechas pero les alegraba verlo feliz.

-No debes avergonzarte por eso…- Decía al notar como Ciel se quedó callado y avergonzado agachaba el rostro.

-Me alegra que con todo lo que hemos pasado al menos tú seas feliz.- Dijo levantando a su hermano de inmediato notó la tristeza en Thomas, esa tristeza que no había visto desde que llegó.

-No digas eso… debo admitir que tú fuiste de gran ayuda para mí, sin tu presencia nunca hubiera admitido esta cosa que siento por Sebastian.- Hablaba el conde algo nervioso pues no era fácil conversar de un tema así.

-¿cosa?- Se le burlaba el otro con una risita. -Se llama amor…- Le dijo mientras acariciaba su cabello con cariño.

-Lo que sea…- Masculló entre dientes Ciel, pues amor no era una palabra que en su vocabulario se usaba seguido. -Gracias…- pero sus labios pronunciaron un sincero agradecimiento aunque tampoco lo usaba seguido.

-Aunque no te agradezco el que hayas querido aprovecharte de su idiotez.- Murmuró con un gesto de mala cara el conde refiriéndose a Sebastian y su aparente ingenuidad.

-Eso fue muy estúpido ahora que lo pienso, pero al igual que tú, no me gusta perder.- Aclaraba el joven de mirada azulina con arrepentimiento.

-Aunque yo hubiera durado un poco más.- Le insinuaba divertido al recordarle el hecho de su primer contacto sexual de ese tipo, pues escuchó cuando llegó al clímax y fue muy rápido.

-Cállate…- Gritaba Ciel entre avergonzado y molesto.

-Bueno… era tu primera vez… supongo que fue la emoción.- Se le burlaba su hermano viéndolo tan avergonzado, las risas se detuvieron y el silencio reinó entre los dos por unos segundos.

-Solo quería despedirme…- Se escuchaba decir a Thomas con seriedad a su hermano.

-no tienes que irte.- Le detenía Ciel, pues ahora que empezarían bien su relación él quería marcharse y eso no le permitiría.

-Anoche comprendí muchas cosas…- Hablaba iniciando una nueva conversación mientras se sentaban en una mesita del jardín. -Nunca te conté el por qué regresé.- Seguía el dialogo con aparente sinceridad y su hermano se prestaba a escucharle.

-Yo sabía de ti hace ya un tiempo… pero no quise venir porque estaba feliz donde había empezado una nueva vida. Me acogieron en un pequeño hogar un poco lejos de aquí de Londres, fui rescatado de milagro… ni siquiera sé cómo.- Hablaba con la mirada nostálgica, Ciel atento no se atrevía a interrumpirle.

-Al principio no recordaba lo sucedido, ni siquiera quien era… mi mente borró mi pasado oscuro junto con los recuerdos felices también.- hablaba mirando a su hermano pues el era parte de esos recuerdos felices.

-La familia que me dio albergue era muy sencilla pero amable, poco a poco fui acoplándome a ellos, pero…- Terminaba de decir pero parecía como que un nudo se le formaba en la garganta.

-¿Pero qué?- Decía algo preocupado Ciel tomando su mano le daba fuerza.

-Me enamoré… me enamoré perdidamente…- Admitió y su mirada se tornaba llorosa al recordarlo.

-No entiendo… ¿Qué tiene eso de malo?- Decía confundido el conde, bueno enamorarse era complicado él lo sabía muy bien pero tampoco era tan malo.

-Me enamoré del hijo mayor de esta familia…- seguía contando y unas lágrimas parecían asomarse.

-No tienes que seguir contando si te hace sentir mal.- Le trataba de tranquilizar Ciel con una pequeña sonrisa nerviosa, pues era la primera conversación de este tipo con alguien y no acertaba que decir, ni hacer.

-No… es más a nadie se lo había contado, me liberará un poco confesarlo.- Acertaba a decir al notar la preocupación de su hermano, aunque pareciera frío en ocasiones, ahora si parecía el Ciel de antes, el que era antes de su cruel separación.

-¿Desean té…?- Aparecía Sebastian trayendo consigo su charola con dos tazas de té sin presentir que estaba interrumpiendo un mal momento.

-Vete Sebastian… no interrumpas.- Le gritaba molesto el conde a su amado quien confundido y molesto se prestaba a retirarse.

-Ciel… no lo trates así…- Le regañaba Thomas a su hermano, pues esa actitud arrogante estaba mal y mucho más si era con la persona que se ama, el conde lo entendió de inmediato y desviaba la mirada.

-Si quieres puedes escuchar… después de todo eres mi casi cuñado.- Decía Thomas con una pequeña sonrisa que tranquilizaba un poco su ser. Ciel con un ademan de mano le invitaba a su mayordomo a sentarse a su lado.

-¿De que hablaban?- Cuestionaba el demonio mirando con seriedad a los jovencitos. El que llevaba la conversación le resumió brevemente lo anterior expuesto.

-Continua…- Le decía el conde con algo de curiosidad.

-Él es un poco mayor, tiene 18 años actualmente…- Contaba con una mirada de ilusión el jovencito, se notaba que era un joven muy importante para su vida, tanto amo y mayordomo se miraron entre sí.

-Si se separaron por la edad, no le veo sentido, yo estoy con este viejo que quien sabe cuántos siglos tenga.- Alegaba burlón el conde mirando de reojo a su demonio que ponía mala cara ante esa insinuación.

-No fue por eso…- Respondió el otro con una sonrisa. -Él nunca me quiso como decía…- Hablaba conteniendo las lágrimas, la pareja que lo escuchaba no acertaba que decir.

-Hace un mes él se marchó… para hacerse un futuro, por más que le rogué que me llevara, de repente una noche se fue sin avisar a nadie.- Contaba y esas lagrimas que trató de contener se corrían por sus mejillas, cuando a su mente venía ese doloroso recuerdo de abandono, sin ni siquiera decirle un adiós este se había marchado.

-¿Sus padres sabían de su relación…?- Preguntó curioso Sebastian. -No… creo que no…- era la respuesta del jovencito que lloraba con tristeza. -Tratamos de ser muy discretos.-Dijo dando a entender que ese no era el motivo de su separación.

-Lo esperé, pero después de unos días salí a buscarlo... pasé una semana en la ciudad, pero sin ningún resultado así que pensé en venir aquí.- Resumía su travesía que concluía con la llegada a la mansión.

-Fui tu última opción.- Murmuró con sarcasmo el conde.

-Si lo amas… entonces ¿por qué tratabas de seducir a Sebastian?- fue la pregunta un poco tosca y repentina de Ciel, Sebastian a su lado lo codeaba para que se callara.

-Porque estaba celoso y envidioso de su relación, quería arruinar tu vida de alguna forma.- Respondió honestamente mirando a la pareja con arrepentimiento.

-Me alivia tu sinceridad.- Murmuraba ahora el demonio con sarcasmo.

-Pero no tienes que marcharte, que te parece si te ayudamos a buscarlo.- Daba solución el astuto mayordomo pues quien sino ellos que lo pudieran ayudar.

-Aunque no entiendo para que quisieras verlo.- Dijo el resentido conde, el demonio a su lado movía su cabeza con resignación, a veces ese pequeño podía ser muy insensible.

-Tal vez solo para despedirme… así podré estar tranquilo.- Hablaba avergonzado Thomas sin creerse mucho esa respuesta que daba. -A pesar de su abandono… lo amo todavía.- Confesaba más avergonzado y aunque cometió algunos errores ese amor que sentía no se apagaba de su pecho. Pasaron unos días en que la convivencia entre los hermanos mejoró considerablemente luego de aclarar varios asuntos, ya sin la rivalidad que se palpaba en los primeros días, Ciel le enseñaba los conocimientos de etiqueta social que había olvidado y Sebastian se encargaba de enseñar a los dos jóvenes, era un ambiente tranquilo que se percibía a simple vista, sin contar que la relación del conde con su mayordomo se reafirmaba cada día más y era lo más evidente lo enamorados que estaban. Un día sin previo aviso apareció el mayordomo con un jovencito de finos rasgos, con ropa sencilla a su lado, la sorpresa era evidente en Thomas al verlo.

-¿Es él?- Cuestionaba el mayordomo como resultado de su búsqueda de esos días.

-Es obvio que si…- Murmuraba Ciel pues por la expresión de su hermano era el chico de quien estaba enamorado. Sebastian se les acercaba y el chico sonrojado miraba con tristeza a Thomas.

-no podemos dejarlo solo.- Le regañaba el conde en voz baja a su demonio cuando este lo tomaba de la mano y lo llevaba dentro de la mansión para dejar a la pareja a solas.

-Ellos deben arreglar sus asuntos.- Decía igual en un susurro el demonio a su enojado amo que se resistía a entrar.

-No me tomes por tonto, antes de traerlo deduje sus intenciones, de lo contrario no lo hubiera traído.- Le hablaba Sebastian con seriedad, pues sabía que ese joven no tuvo malas intenciones con Thomas, si se marchó fue precisamente por ofrecerle un mejor futuro, y al marcharse de repente era para evitar una triste despedida, eran víctimas de la circunstancias. Explicándole eso el conde lo entendió, y desde la ventana veían la escena de la pareja en el jardín, minutos después se observaba como se abrazaban y tiernamente se besaban.

-Gracias Sebastian…- Dijo Ciel mirando a su demonio que a su lado apretaba su mano, pues él se esforzó mucho en buscar a un completo desconocido en la bella Londres, y se lo agradecía al ver a su hermano feliz le alegraba mucho.

-Eso no bastará con un gracias…- Con aire coqueto decía el mayordomo cargándolo en sus brazos lo llevaba a su habitación. Días después Ciel se despedía de su hermano en la estación de trenes, pues este junto a su amante irían a comenzar una nueva vida en un pueblo cercano, pues ninguno se sentía cómodo en el lujoso mundo de los Phantomhive, con algo de dinero empezarían un pequeño negocio para subsistir. Con un hasta pronto se despedían pues pronto volverían a verse.

-¿Lo vas a extrañar?- preguntaba el demonio al notar triste a su amo cuando de regreso a la mansión en el carruaje miraba como perdido el horizonte.

-Claro que no…- Respondió con fingida molestia. Sebastian sabía que eso era mentira, y no discutiría ni lo molestaría con eso ahora, en silencio se acercaba y lo abrazaba.

-Tu no estarás solo… nunca más estarás solo.- Susurraba a su oído el demonio para reconfortarlo, pues su amo había insistido mucho a Thomas para que se quedará con él, tal vez por ser el lazo más fuerte que lo unía a sus difuntos padres.

-Lo sé…- Dijo con certeza pues aunque su hermano se había marchado, sabía que jamás estaría solo de nuevo pues su amado demonio estaba a su lado y con eso le bastaba. Uniendo sus labios en un beso confirmaban ese sentimiento que les consumía dulce mutuamente, ese sentimiento que gracias a Thomas fue encarado y se lo agradecerían eternamente.

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Notas finales:

Muchas gracias por haber seguido este fic, espero les haya agradado este final... no se me ocurrió otro  :* Esperaré sus comentarios 

pido mil disculpas no me habia fijado que un capitulo faltaba... :( 

antes del que se llama pedido que es el 9 estaba uno llamado revelaciones que era el ocho, lo siento por este error 


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