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Seis estilos de Baloncesto por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Akashi-Aomine (Ganada la pareja en votación)

Akashi Seijuro POV


 


Me encontraba en el autobús de camino hacia el hotel donde íbamos a pasar las próximas semanas de nuestra vida. La comisión deportiva de Japón me había nombrado capitán del nuevo equipo que se presentaría al mundial y aquí estaba con toda la generación de los milagros y con ese arrogante de Kagami, porque eso es lo que me parecía, aunque supongo que debía admitir también sus cualidades, era un grandísimo jugador y Tetsu lo respetaba. Supongo que aunque empezamos con mal pie, ahora había empezado a cogerle algo de cariño.


Miré a todos y cada uno de ellos, estaban muy entretenidos hablando y riendo pero entonces me fijé en Aomine, seguía allí solo, en ese asiento con los cascos puestos y creyéndose el mejor como siempre. Tenía un carácter difícil y duro, era un chico difícil de tratar pero sinceramente… a mí no me terminaba de preocupar, yo era el capitán y tendría que obedecerme ahí fuera.


Sé que siempre había atendido a mis explicaciones y a mis jugadas, habíamos sido compañeros mucho tiempo, habíamos jugado juntos y nos entendíamos, pero hacía ya tanto tiempo que habíamos dejado eso atrás, que no estaba seguro de si Aomine seguiría atendiendo mis ordenes, él siempre fue el más adecuado para ganarme aunque no había llegado a hacerlo aún. Quizá esa rivalidad conmigo me daría dolores de cabeza.


Aomine se giró hacia mí y cuando vio que le estaba mirando ladeó de nuevo la cabeza ignorándome ¿Se había atrevido a ignorarme ese desgraciado? Me quedé con ese recuerdo, porque no volvería a pasar algo así, él tendría que obedecerme le gustase o no, yo era el capitán y no él, a mí me habían elegido para liderar este equipo.


Me dormí un rato apoyando la cabeza contra el cristal y cuando desperté por los movimientos del autobús y alguna luz que entraba por esa cristalera. Abrí los ojos descubriendo que había anochecido y la luz que me había despertado provenía de las farolas que había en la carretera, estábamos entrando en la ciudad.


Vi un cartel con el nombre de la empresa de mis padres al fondo. Resoplé, siempre había tenido que ser el mejor para que estuvieran orgullosos de mí, siempre tenía que ser el mejor en todo y al final… salí así, dominante, orgulloso, frío, siendo el mejor. Cuando mi madre murió… se fue con ella mi único apoyo y me dejó solo ante las grandes exigencias de mi padre, no tuve una infancia para nada feliz.


Odiaba muchas cosas y entre ellas… los perros desobedientes, estaba acostumbrado a que todo y todos me obedecieran, un perro desobediente no era útil y Aomine ahora mismo era el que más me preocupaba, parecía en plena época de rebeldía y eso no podía permitirlo, nadie se atrevería jamás a desafiar mis órdenes. Siempre había sido capaz de controlar a todos los milagros, a toda la generación, yo era el capitán pero ahora mismo desde que se habían ido cada uno a su equipo, Aomine parecía ser un perro solitario que no obedecía a nadie, estaba fuera de control.


El autobús se detuvo y me puse en pie justo detrás de Aomine bajando la mochila y la pelota de baloncesto del portamaletas encima de los asientos viendo como Aomine y los demás también recogían sus cosas. Bajamos del autobús y entramos hacia el recibidor del lujoso hotel en el que nos habían mandado hospedarnos.


Entré detrás de Aomine viendo como ni siquiera se quitaba los cascos de música. Kise iba feliz como siempre hablando con Kuroko y Kagami. Me acerqué a la recepción dando nuestros datos y nos dieron las llaves de las habitaciones, a mí… me tocó con Aomine y resoplé, me tocaba el hueso duro de domar pero tendría que hacerlo, éramos un equipo y no podía permitir que me desobedeciera o perderíamos. Yo jamás perdía, era el mejor en todo.


Entramos en la habitación y lo primero que hizo Aomine fue lanzar la bolsa de deporte por el suelo y tirarse en la cama. Aquello me enfadó, yo era muy ordenado y no permitiría ninguna clase de desorden en mi equipo.


- Aomine… no tires tus cosas por ahí – le dije


- Hm – fue su única contestación aún tirado en la cama con los cascos de música.


- He dicho que quites tu bolsa del medio.


Aomine pasó de mí cerrando los ojos relajándose dispuesto casi a dormir, creo que estaba cansado por el viaje pero a mí me daba igual, yo era el capitán y este chico estaba completamente fuera de control, eso no me gustaba, era como un perro al que necesitaban amaestrar y yo lo haría, iba a domar a Aomine Daiki.


- Quítate eso – le dije enfadado refiriéndome a sus cascos, pero él me ignoró y cabreado me acerqué a él pegando un fuerte tirón del cable arrancándoselos de la oreja mientras él se quejaba – a tomar por saco.


Cogí su mp3 del bolsillo y abriendo la ventana de nuestro quinto piso lo lancé abajo a la calle mientras Aomine venía a toda velocidad a intentar recuperarlo, pero sólo lo vio caer a la calle viendo como un coche pasaba por encima.


- ¿Pero qué narices te pasa? – preguntó enfadado.


- Te he dicho que apartes eso de mi vista, recoge tus cosas.


- ¿Qué más te daba?


- No me contestes Aomine ¿Te crees que por largarte a ese equipo en el que estás puedes desafiarme a mí? Yo fui tú capitán y vuelvo a serlo, ahora obedece.


- Ya no tengo por qué obedecerte Aomine, sólo es un partido, te respeto mucho pero ya está.


- No es cierto, tú y yo fuimos grandes amigos y reconozco que tienes un gran talento en este deporte, pero tienes un grave problema de disciplina que conseguí arreglar cuando estabas en mi equipo. Veo que has vuelto a lo que eras antes de estar con la generación de los milagros y yo no soporto la desobediencia, lo sabes perfectamente.


- Lo sé – me dijo retándome y entendí algo… me retaba por algún motivo, lo hacía por algo en concreto.


Salí de la habitación ordenándole que recogiera todo lo que había tirado por ahí. Necesitaba salir de allí y no encontré mejor manera que ir a por un refresco. Me apetecía mucho tomarme un refresco y relajarme un poco estando solo. Salí de la habitación pasando por la recepción del hotel y me detuve unos segundos a hablar con el recepcionista. Con una gran sonrisa le pedí un favor y él me miró extrañado al ver lo que le pedía, no sabía de donde iba a sacar algo así a estas horas, pero yo le dije que pagaría lo que fuera, así que lo buscase y me llamase en cuanto pudiera recogerlo.


Salí fuera y di un paseo por las calles, todo estaba cerrado y era normal, a estas horas no habría nada abierto. Por fin tras veinte minutos caminando encontré una máquina expendedora y compré un par de bebidas volviendo hacia el hotel. Ya casi estaba en la puerta cuando el de recepción me llamó indicándome que podía recoger lo que le había pedido y me sorprendí de la rapidez con que había encontrado algo tan complejo como lo que había pedido, pero me encantaba que así hubiera sido. Aomine iba a enterarse de lo que era obedecer.


En el recibidor me encontré a Tetsu que había salido también a tomar algo y ya volvía hacia el ascensor. Subí con él y éste me miró extrañado como si quisiera decir algo y no se atreviera.


- Vamos Tetsu… suéltalo – le dije – nunca se te ha dado bien ocultar o no decir lo que piensas.


- ¿Tenéis una cama de matrimonio? – me preguntó de golpe y me sorprendí empezando a reírme.


- No ¿Por qué debería de tenerla?


- Creía que cómo ibais a dormir juntos y Aomine siempre ha estado enamorado de ti… pensaba que quizá… ya sabes.


Me quedé paralizado y todo pareció encajar de golpe. Aomine que siempre me había retado y al que nunca presté atención, creo que se estaba haciendo el rebelde para llamar mi atención, para que estuviera con él y dejase de perder mi tiempo en los demás, sólo quería pasar tiempo conmigo. Aquello me alegró un poco, porque ese chico no sabía aún lo que me gustaba a mí jugar y domar a gente como él. Su carácter fuerte me encantaba pero acabaría obedeciendo a su capitán. Nos separamos tras llegar al pasillo, Tetsu se marchó a su habitación y yo hacia la mía.


Entré en la habitación con la caja que había recogido en recepción y las bebidas. Todo lo dejé encima de la mesa y me senté en la silla viendo como Aomine terminaba de recoger las cosas.


- ¿Qué miras? – me preguntó de forma borde y yo sólo pensaba en este momento en las palabras de Tetsu, en que le gustaba y era como un niño pequeño pidiendo atención.


- Quiero que te pruebes algo – le dije moviendo la caja un poco por la mesa hacia él – ponte eso.


- ¿Por qué iba a ponerme algo que tú me has comprado? Tengo mi propio dinero y si quiero algo me lo compro yo mismo.


- Porque te lo he ordenado. Sabes que odio que me tomen el pelo, odio a los perros desobedientes y desde que te largaste a tu equipo estás demasiado indisciplinado, pero eso cambiará esta noche. Soy tu capitán y si te ordeno que hagas algo lo haces.


- No tengo porqué hacerlo – me dijo y saqué de uno de los cajones un cuchillo aproximándoselo a la cara. Por suerte él lo esquivo aunque corté un poco de su mechón.


- Te he ordenado algo – le dije completamente serio y él se tensó al ver mi intimidante mirada sobre él.


Cogió la caja y se metió al baño para cambiarse. Yo me moví y me senté en mi cama recostándome y viendo la televisión, sé que tardaría en salir cuando viera de lo que se trataba, pero yo sonreí… no podía aguantar más el momento de verle salir con aquello. Ahora estaría pensando que ni loco saldría así, que me había pasado y cuestionaría mis órdenes, tal y como era Aomine… siempre creyéndose superior a todos pero él no era superior a mí. Puede que fuera más alto, que tuviera más musculatura que yo… pero yo era mucho más intimidante que él, yo era el único capaz de controlar a toda la generación de los milagros, incluido a ese hueso duro de roer.


La puerta se abrió tras más de media hora… le había costado decidirse pero no parecía querer salir, estaba claro que se había cambiado la ropa y cuando empezó a salir lentamente le miré con plena atención. Me estaba excitando lo que veía y sonreí aún más.


- Muy bien Aomine – le dije – veo que aún puedo contar contigo, que eres capaz de obedecer órdenes directas.


- Esto es vergonzoso – me dijo sonrojado a más no poder y tratando de ocultar su casi desnudo cuerpo.


Desde luego la idea de buscarle esas orejas de perro había sido genial, porque eso es lo que era para mí ahora mismo… un perro que necesitaba ser adiestrado. Su fuerte cuerpo desnudo me excitaba como nunca y aún más al ver en sus manos y pies unas manoplas y botas con el dibujo de las huellas de un perro. Empecé a reírme a más  no poder y es que ese calzoncillo con la cola de perro detrás le quedaba genial.


- Deja de reírte – me dijo – esto no tiene gracia.


- Sí la tiene – le comenté – ven aquí.


Él al principio no sabía muy bien qué hacer pero al final obedeció. Poco a poco estaba entrando en mi juego, poco a poco volvía a ser el Aomine que yo recordaba, obedeciéndome solo a mí. Me encantaba que un chico con tanto potencial como él y con tanto carácter se doblegase ante mí, sabía perfectamente que nadie lograría dominarlo como yo lo hacía y eso me excitaba.


Busqué lo último de su indumentaria en el cajón y cuando se agachó frente a mí le coloqué aquel collar de perro con la cadena tirando de ella levemente hasta tener su frente apoyada contra la mía.


- Eres mío Aomine, siempre lo has sido – él se sonrojó aún más sabiendo a qué me refería – tuve una gran charla con Tetsu y me enteré de algo muy interesante.


- ¿C-Con Tetsu? – preguntó apenas sin poder hablar de la vergüenza.


- Sí.


- ¿Y qué contó?


- Esto – le dije uniendo mis labios a los suyos sin soltar su correa.


Sé que Aomine estaba sorprendido por mi beso, pero me daba igual, hacía tiempo que este chico me llamaba la atención, hacía mucho tiempo que quizá estaba enamorado de él pero no quería deshonrar a mi padre, por eso jamás lo conté. Sé que mi padre no aceptaría una relación homosexual, yo tenía que ser su hijo perfecto, el que todo lo hacía bien, tenía una gran carga sobre mis hombros pero creo… que llegaba el momento de enfrentarle y… ¿Qué mejor momento que luchar por algo que deseaba desde hacía demasiado tiempo? Amaba a Aomine y por fin iba a decírselo, por fin después de descubrir que él sentía lo mismo por mí.


Aomine acabó aceptando mi beso y profundizó metiendo su lengua en mi boca mientras cargaba su peso y se tumbaba sobre mí. Sonreí, él siempre quería ser el dominante pero no le dejaría… hoy yo sería el capitán y él un simple perro a mi entera disposición. Coloqué mi pierna en su cintura y con fuerza lo giré hasta que su espalda tocó el colchón y le vi sonreír.


- Hoy Aomine… tú sólo eres un perro, eres mi perro – le especifiqué – pórtate bien y déjame darte tus caricias por haber cumplido mi orden a la perfección.


- Eres un pervertido – me dijo sonriendo.


- Lo soy – le dije sonriendo mientras metía mi mano bajo su ropa interior acariciando su miembro.


Aomine era sorprendente, prácticamente estaba ya excitado y eso que sólo le había hecho ponerse un sexy trajecito de perro y le había besado. Mordí esas orejas de peluche mientras acariciaba sus huevos y él gemía, claro que mi broma no quedó ahí.


- Aomine… deberías ladrar como todo buen perro.


- Vete al infierno – me dijo él sonrojado.


- Mal perro – le comenté metiendo un dedo en su entrada y él jadeó de golpe – ladra – le pedí.


- Eres un cabrón – me dijo antes de pegar un ridículo ladrido con el que empecé a reírme.


- Muy bien, eso merece un premio.


Le besé con pasión y bajé dando besos por todo su pecho hasta su miembro metiéndolo en mi boca. Subí y bajé excitándole más mientras le escuchaba gemir y tirar su cabeza hacia atrás disfrutando de mis atenciones, hasta que solté su miembro y cogiendo su cadena de nuevo le di un tirón acercándolo hasta mí lanzándolo de cabeza contra el colchón y bajándome el pantalón le coloqué mi miembro frente a él.


- Vamos perrito, quiero unos buenos besitos – le dije viendo la sonrisa de Aomine, por fin empezaba a entrar en mi juego y empezó a lamer mi miembro.


Me hacía gracia sus manos con las manoplas aquellas como si fueran las patas de un perro, porque no le dejaban coger mi miembro y de vez en cuando, con el movimiento mi miembro le golpeaba en sus mejillas y a mí me excitaba. Lamió mis huevos y todo mi miembro desde la base hasta la punta hasta que acabó metiéndoselo entero en la boca haciéndome disfrutar.


- Date la vuelta – le dije y él se sorprendió pero me hizo caso, por fin me hacía caso sin rechistar.


Lamí mis dedos y empecé a meter uno a uno en su apretado trasero, sonreí porque se notaba que era virgen, nadie había entrado jamás en él y se le notaba tenso, supongo que no esperó jamás que su capitán fuera el primero y menos… yo. Siempre fui más bajito que él y nadie me verían como el dominante, pero yo siempre sería un dominante por excelencia, ni siquiera Aomine Daiki se me resistiría. Supe en aquel momento entre tanto juego, que quería estar con este chico, si tenía que pelear por alguien… sería por él.


Aomine gimió, aún estaba a cuatro patas frente a mí y me posicioné para entrar. Esta postura del perro le quedaba perfecta para nuestro jueguecito, me excitaba verle tan dispuesto a dejarme hacer lo que quisiera con él y su cuerpo. Entré despacio pero no me detuve hasta que llegué al fondo y me moví lentamente dilatándole poco a poco. Contuvo sus gritos de dolor al principio mordiéndose el labio, sabía que él era así de fuerte y que jamás dejaría que le escuchase gritar, siempre diría que él estaba bien. Al final… empezó a disfrutar y yo a moverme más rápido al escucharle, quería que gimiera como nunca en su vida, este chico siempre sería mío.


Cogí la correa de su cuello entre mis manos obligándole a levantar la cabeza y le escuché gemir más mientras yo seguía entrando y saliendo de él, mientras seguía moviendo mi mano libre en su miembro haciendo que se corriera con un varonil gemido y aquello… hizo que yo me corriera en su interior de inmediato.


Nos dejamos caer sobre la cama y al mirarnos, empezamos los dos a reírnos de golpe sin poder evitarlo. Estaba tan sexy vestido con ese traje de perro. Creo que él y yo nos lo pasaríamos en grande con esta clase de juegos, porque estaba dispuesto a romper todas las normas de mi familia, quería salir con él.


- Siempre mío Aomine –le dije acariciándole la mejilla con suavidad.


- Siempre tuyo – me dijo de golpe – pero… ¿Puedo quitarme ya este traje?


- No – le dije cogiéndole la cola – aún no he acabado con ese trasero, tenemos toda la noche y tú… serás un obediente perrito – le dije sonriendo y él sonrió regalándome un ladrido que me hizo reír, por fin… había encontrado la felicidad.


Esto era lo que yo llamaba… enseñar el “Baloncesto del capitán


 


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