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Demencial Cordura por Verdadero98

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DEMENCIAL CORDURA


CAPÍTULO 2


Es de noche, las manecillas marcan 11:45 pm.


La luna asoma en el cielo por sobre el edificio, y ella no lo quiere, nadie lo desea.


Por las noches seguros son colocados, puertas atrancadas, y, plegarias se realizan por quienes aún creen en un cielo.


De día un manicomio, un conjunto de enfermos mentales y sus respectivos encargados. De noche, oh nadie quiere tal hora, de noche Garderobe encarna a la desesperación misma; puede decirse que pasa de ser un sitio que cuida de mentes desequilibradas a ser lugar que les produce si no se tiene cuidado. Algunos alucinan durante las horas diurnas; otros deliran violentamente entre las penumbras. Las paredes no logran silenciar los gritos; y, así lo prefiere el personal, saber cuándo vienen, enterarse de cuando están cerca. ¿Por qué preferir situación que termina por destrozarte los nervios? Porque todos duermen bajo el mismo techo; los empleados no vuelven a casa terminando la jornada. Y, aun así son capaces de descansar, por ello, las personas fuera de Garderobe dicen ahí dentro no existe un solo cuerdo.


¿Qué cuerdo es capaz de dormir entre dementes? Ninguno, o bueno, eso dicen los ciudadanos comunes y corrientes. Nagi tiene otra respuesta: El cuerdo del dinero; el dinero mueve gente, hace que las cosas prosigan y mantiene funcional a Garderobe. Hasta los intendentes tiene un alto suelo por tolerar vivir entre esas paredes.


La nueva empleada posa cabeza sobre almohada, tapa el cuidado cuerpo con sábana blanca que les resguarda del aire acondicionado. De golpe abre los parpados, reluciendo rojizos ojos desencajados, que, examinan las cuatros esquinas de la habitación. Obligándose a regularizar su respiración tras injustificado susto. -¿Qué me sucede?-. Reprochándose a sí misma. –Duérmete Shizuru, tienes trabajo temprano-. Repite, es la tercera vez que despierta solo para verificar que ninguna peculiar compañía le examina; y es que, aun siente sobre si la mirada de ojos verdes.


Ya ha aceptado el reto representado por el expediente Kruger, así caiga víctima del insomnio, seguirá adelante. "¿Qué paso con su anterior psiquiatra?" La duda le pulso en la lengua y termino por hacer la pregunta a Nagi, quien, ya se esperaba de antemano le hiciesen tal cuestión. El hombre de blancos y rebeldes cabellos contuvo un debate interno de contarle la verdad o una mentira, ¡No quería Shizuru renunciara! Eso equivaldría a volver a atender a Natsuki Kruger. Apretando los labios, opto por contar la verdad, aunque quizá fue una verdad a medias. "Renuncio hace dos años, afirmando Kruger Natsuki planeaba su muerte; se lo tomo muy personal, creo que imagina la de todos" Linda respuesta la que obtuvo antes de dormir, ¿verdad?


Cierra los ojos acallando queja interior, de nada sirve preocupar a su subconsciente, es inútil darle vueltas al asunto. La habitación que le corresponde posee potente aroma a detergentes de limpieza, una higiene estricta que roza en la exageración, eso piensa incomoda con la sensación que aqueja a sus fosas nasales. Conciliando el sueño, logra hacer avanzar las manecillas.


-Shizuru-. Bajamente, en susurro pronunciado quizá con malicia quizá con reproche. –Viola-. También nombra el apellido, saboreando cada una de las letras que le conforman. Una cosa que le divierte existe en el nombre, suceso que de alguna retorcida forma le causa gracia.


Quiere, desea, ansía mover los dedos bajo la ajustada tela; suprime las ganas de enfurecer, la necesidad de liberar cualquier muestra emocional. Contiene lo que le hace humana, rechaza lo que le convierte en bestia, o es acaso que sencillamente, ¿No le importa nada?


Escasos milímetros, prácticamente nada, pero ella sabe les ha movido. Resignándose, tal como viene haciendo desde hace doce malditos años, apega espalda al muro. Cierra los ojos por tres segundos.


"Que la sangre encharque el piso, que manche las paredes y de ser posible llueva del techo"


Abre los ojos, enfocando mirada en punto perdido de esas cuatro paredes; sangre, sangre a diestra y siniestra; las paredes originalmente son de intenso color blanco, un color tan puro que incluso llega a lastimar la vista de quienes le ven repentinamente pero… Natsuki les ve teñidas de carmín. Escucha goteo, imperturbable contempla los tibios charcos que son formados a velocidad irreal e ignora los gritos que penan directamente en sus oídos. Sigue intentando mover los dedos sin importarle saber esa tela es el mayor impedimento. Necesita sus manos para no quedar indefensa ante lo que le revelan los ojos. De poder, observaría detalladamente sus dedos, visualizando como la sangre recorrería las huellas dactilares y se metería debajo de las uñas.


¿Mirada perdida? ¿Mirada ubicada en la lejanía? ¿Importa realmente estando encerrada?


Es muchas cosas, idiota esta fuera de esa extensa lista; sabe Nagi hará lo posible por mantener los pies lejos del cuarto K-17. El doctor le tiene miedo, ella lo sabe, sabes demasiadas cosas. Ellos le tienen miedo, lo reconoce, en parte es su propia culpa. Shizuru está nerviosa, puede notarlo con sencillez, pero, carece de miedo hacia ella; la psiquiatra despierta curiosidad en la bestia dormida. Se relame los labios y también pasa lengua por sus dientes, ¿un depredador?


"-¿Cómo será tu sangre Shizuru Viola?-." La oración permanece como pensamiento. Gustosa de colaborar a que todos le acusen de muda. Lentamente truena su cuello, prestando atención al crujido.


Los charcos se extienden por el piso, expandiéndose en las cuatros direcciones, inundando enteramente el suelo; llega a sentir la tibieza de la sangre contra los pies, y, como si esta palpitara siente un latir contra las suelas del calzado. Imperturbable, ignora lo que acontece. Su mente efectivamente es un vil infierno gran parte del día, los médicos no se enteran solo porque evita delirar igual que el resto de los locos.


El sangriento panorama desvanece a sus ojos, volviendo a la imaginación de Natsuki. Ausentando previo aviso, voltea la cabeza. Los vigilantes de la cámara se ven en obligación de desviar ojos de la pantalla, Kruger les observa fijamente e incluso al parpadear intimida


-Lo está haciendo de nuevo-. Habla el guardia más joven temiendo aquellos dementes ojos le perforen el alma. -¿Qué no se supone los malditos locos ignoran las cámaras?-. Muy tentando a desconectar el monitor. No puede jugarse el empleo, no puede dejar sin vigilancia a la más loca entre los locos.


-Solo ignórala y ya-. Contesta su superior, un chico de ojos miel llamado Tate. Este tiene cinco años trabajando en Garderobe, tres como jefe de seguridad. La mejor solución para lidiar con la residente del K-17 es solo ignorarle. –Nagi comunico la llegada de una nueva psiquiatra-. Repaso las cámaras de cada pasillo mientras hablaba, dándose oportunidad de un único cansino suspiro para después continuar el chequeo. Asegurarse de que cada paciente permanezca en su debido confinamiento, literalmente sus vidas pueden depender de ello.


-¿Y a quien fue asignada?-. Un interés casi nulo.


-Justamente a quien tienes en el monitor-. Provoca silla en que se encuentra gire, quedando cara a cara con Tate.


-¡¿A Natsuki Kruger?! ¡¿Qué rayos le pasa a Nagi?!-.


Aburrida, la declarada demente vuelve a girar la cabeza y cierra los ojos.


"Que la sangre encharque el piso, que manche las paredes y de ser posible llueva del techo"


Inesperadamente, estira los músculos colocándose de pie. Sorprendidos los guardias ven al monitor. –Le diré a los enfermeros que lleven sedantes-. ¿Exageración? Alzo el teléfono.


-No seas exagerado Takeda, solo se está estirando. Su habitación es jodidamente fría-. Tate hace al otro dejar el teléfono. –Además-. Una sonrisa amarga que le marca arrugas en las comisuras. –Los sedantes no hacen efecto en Kruger-. Takeda pasa saliva, nerviosamente regresa la vista al monitor.


Tres toques en la puerta les roban la concentración, rompiendo la tensión del aire. –Adelante-. Autoriza Tate. La puerta se abre silenciosamente. Giran las ruedas de la silla de Takeda, deslizándose por un suelo en extremo pulido; ante el joven la figura de Shizuru se para con porte elegante.


Pequeñas ojeras que intentaron desmeritar su belleza, disimuladas adecuadamente bajo capa de maquillaje que le da un fresco toque. La bata le llega a los tobillos y bajo está viste un suéter que delata a donde se dirige. –Buenos días caballeros-. Le devuelven el saludo, pero ellos no derrochan la misma amabilidad o modales ni por casualidad. Tantas horas frente a monitores terminan por mermarles como personas. -¿Cómo ha sido la conducta de la paciente Kruger?-. Bien sabe a ella la vigilan, siempre, o eso le han hecho creer.


-La loca…


-Joven Takeda, al igual que usted ella tiene un nombre-. Reconoce el estado mental de la oji-verde reside en otro sitio diferente al propio, y, aun así tiene derecho a conservar el nombre que le dieron al nacer. Ya le han arrebatado lo demás, ¿no merece por lo menos ser dueña de su nombre? De esas escasas letras que nadie valora.


-Disculpe señorita Viola, no se repetirá-. Claro, únicamente en presencia de la psiquiatra. En cualquier otro momento las palabras "Natsuki Kruger" serán despojadas de valor.


Tate toma la palabra, sosteniendo en mano termo lleno de con ¾ de café, ¿adicto a el? Sí, uno más de los viciados a la cafeína en Garderobe. –La conducta de la paciente ha sido la misma de cada día; se mantiene sentada con la espalda recargada en la pared, y, en ocasiones enfoca la mirada a la cámara-. Hace nota mental pese es exactamente lo mismo que Nagi dijo.


-¿Episodios violentos?-. Algo como para que le siguiesen catalogando de la actual forma.


-Nada; aunque no tenemos claro si es voluntario o sencillamente sus entumecidos músculos le imposibilitan-. Un sorbo al café, la lengua ya no siente el calor pese hierve, apenas y saborea la bebida tras incontable litros de la misma.


-¿Conducta excéntricas, especiales, extrañas?-. Un detalle, así sea el más pequeño, Shizuru lo necesita.


-Defina extraño señorita Viola-. Viendo desconcierto en el rostro de la mujer, continúa hablando para aclararse. –Porque en mis años trabajando aquí-. Da rápido vistazo a los monitores que muestran los pasillos con personal rondando por ellos. –He visto demasiadas cosas-. Cosas que no creería si en lugar de verlas por sí mismo se las hubiesen contado.


Shizuru asiente, da las gracias por la atención prestada y se retira del cuarto de seguridad con las manos en los bolsillos.


-Kruger-. Es de las pocas personas que no sienten se les hiele la sangre pronunciando el nombre.


Los pasos terminan frente a la puerta K-17; pasa la tarjeta por cerradura electrónica. –Buenos días Kruger-. Cierra la puerta asegurando la mujer frente a ella no podrá salir.


Miradas penetrantes; Shizuru observando como Natsuki busca entre las paredes algo que ella no ve, algo que no entiende y en realidad está mejor sin saber; contempla que pese ausencia de verbalización, esos labios mudamente arman palabras. Le pulsa la vena de la curiosidad, ese deseo de querer descubrir lo escondido, la necesidad de comprender a la mujer ahí sentada.


Se vuelve rutina que durante quince días se repite. Las visitas matutinas son cortas, colmadas del silencio que protagoniza Natsuki; Shizuru siente esos ojos le penetran, sí, pero Kruger no ha hecho nada para intentar agredirle o lastimarle. ¿Cuál es el peligro? ¿Por qué no se manifiesta la locura como en el resto de los internados? Cada vez son más frecuentes esas preguntas durante las noches de insomnio de Viola; porque así ha de ser, también parte de la rutina que, al intentar dormir despierte repetidamente con el corazón agitado y busca entre las penumbras el brillo de verdes ojos. Lo extraño es que lo que siente está lejos del miedo. Culpa a los rumores que entre los pasillo divagan, culpa a las malas lenguas de sus compañeros que hablan sin ser verdaderos testigos, culpa a los pedazos de periódico que le han mostrado, culpa a lo contado por Nagi Artai; prácticamente culpa a todo, menos a la mujer con camisa de fuerza.


El día numero dieciséis. La psiquiatra camina por el pasillo, observando a través del ventanal que algunos pacientes, junto a sus respectivos encargados, dan paseos matutinos por el jardín. Nadie parece feliz con ellos, pero necesitan luz del día y son los pocos que no están tan locos como para negárselos. Piensa en lo pálida que esta Natsuki…


Sigue la trayectoria perfectamente aprendida hasta el cuarto K-17. Entra dando un suspiro, creyendo con firmeza Kruger estaba divagando al igual que días anteriores y no ser percatara. Al escuchar el pequeño suspiro, sonido que hace tanto se niega a sí misma, Natsuki voltea prestándole atención. –Buenos días-. Pronuncia Shizuru en tono tranquilo, acostumbrada al habitual silencio, acostumbrada a ser examinada por la mirada verde. Por primera vez, iguala posiciones físicas, se sienta en el suelo y recarga la espalda contra la pared. Intercambian miradas por unos cuantos minutos, entonces Natsuki desvía la suya para ver la cámara de seguridad. Shizuru en ese mismo momento desvía la mirada, verificando una vez más que entre esas paredes no hay nada. –Buenos días-. Desencajada voltea velozmente, mira a quien le ha devuelto el saludo. Natsuki sabe mejor que nadie cuando esa cámara está apagada. -¿Cómo se siente, Shizuru Viola?-.


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