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Demencial Cordura por Verdadero98

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CAPÍTULO 4

Shizuru pasa al interior de la casa, resguardándose de la cruda tormenta que se nota apenas comienza. Coloca el paraguas en una esquina que le indica la otra mujer, dejándolo escurrir dado que la visita será prolongada. Caminan rodeadas de tensión hasta quedar en medio de la sala; los sillones son de color café oscuro. Viola, tras indica miento de cabeza ajeno, toma asiento cruzando elegantemente las piernas. Junta las manos, entrelazando los dedos a la espera de que la anfitriona opte por contestar.

Es un duro intercambio de miradas; la carmesí busca respuestas y la lila hace preguntas.

-¿De dónde conoce a Natsuki?-. Notas tristes denotan en aquella voz.

-Creo que es mejor conteste eso al final-. Responde Shizuru deshaciendo el agarre de dedos. En disimuladas miradas analiza dicha habitación con ojo crítico; desde el color que pinta las paredes, la madera de la cual están hechos los muebles, la cantidad de focos que iluminan el área, las ventanas, la tela de las cortinas. Analiza motivada a encontrar pistas que le conduzcan a su meta.

Basta con ver la blanca bata para percatarse que no dará buenas noticias, a menudo los médicos y científicos portan las peores verdades, las más crueles revelaciones. ¿Cuál motivo hay para que una extraña vestida de esa forma visite su casa? Y aun peor, una visita inesperada que consigo carga un nombre lleno de heridas. En ocasiones los días que quieren dejarse atrás vuelven dando cachetada mental. Mai también toma asiento, en el sillón posicionado delante de Shizuru. Incomoda en más de un sentido duda de contestar o correrle de su casa y regresar a la habitación solo para tener otra noche en vela por el recuerdo de la oji-verde.

-Mi mejor amiga-. Dice omitiendo agregar más detalles a la oración. Los ojos carmines finalmente topan con un área de fotografías, esas repisas que todos tienen en casa con recuerdos preciados de familiares, amigos y mascotas; ahí en la repisa más alta hecha de madera descansa foto que retrata a Mai junto a Natsuki Kruger.

-¿Hace cuánto que no le ve?-. Tiene el conocimiento de que está metiendo dedos en heridas ajenas y por lo tanto comportándose como una insensible. No obstante, lo deja de lado, argumentando mentalmente que la situación lo amerita. De ser necesario, meterá los dedos hasta el fondo de la herida y hará escocer la carne de quien está sentada enfrente.

-Desde hace doce años-. ¡Bingo! Una de las piezas ha encajado, el rompecabezas ira armándose conforme caigan las demás en sus manos. –Desde que desapareció ojos violeta se tornan turbios, por el rabillo del ojo izquierdo pequeña lagrima toma forma. Ligera sorpresa invade a Viola. –Desde que dijeron que murió-. ¿Muerta? Conque eso dieron a conocer… ¿Garderobe le oculta cosas de su paciente, cosas de tal magnitud? Esta disgustada, no, la palabra se queda corta.

Algunas "pequeñas" mentiras son necesarias para llevar a cabo lo pensado, claro, después revelara la verdad. Coloca fingida expresión de pesar y comprensión que Mai cree real; a continuación, se muerde el labio aparentando que duda de hablar o no. –Siento incomodarle-. La primera de muchas mentiras. –Soy parte de una investigación, el caso de Kruger ha intrigado a mis superiores tras aparecer inconcluso-. Jugándose las cartas en un tentado de suerte, ni la primera ni la última vez en hacerlo.

-¡Sabía que no cuadraban las cosas!-. Para Mai jamás encajaron los sucesos, la manera en que se desarrollaron careció de lógica, de sentido, de coherencia. Pero, todos le dijeron que se olvidase de Natsuki, que a fin de cuentas solo era una niña bastante problemática y estaría mejor sin su compañía. -¿Puedo ayudar en algo?-. Aun visita la supuesta tumba que en la lápida tiene el condenado nombre. –Por Natsuki-. Ni ella sabe cómo tuvo y aún mantiene cariño por la peli-azul.

Interiormente Shizuru sonríe dado que las cosas están saliendo tal como quiere y desea. –Cuénteme de como era su relación con Natsuki, que solía hacer la susodicha-. El expediente ya no era del todo confiable.

Tiene ocho años, posee mirada calculadora, conducta solitaria y agresiva, además de que le sancionan en la escuela constantemente por meterse en disputas y peleas sin razón aparente. Le importa un bledo, ¿Por qué preocuparse de ello? ¿Qué tiene de malo lo que hace? ¿Qué tiene de malo mancharse los nudillos con sangre? Existiendo cosas de verdadero peso, cosas que los demás no entienden.

Ya le ven con desprecio, porque aunque no lo admitan les inspira miedo; es una niña diferente eso es obvio, ¿Qué es lo que le hace distinta? Esa es la cuestión. Camina directo a casa en paso lento que evidencia no lo desea para nada; murmura pequeño insulto, son palabrotas soltadas al aire, vocabulario que una pequeña debería desconocer.

-Estupideces-. Esa fue una palabra clara y audible para quien le seguía de cerca. Se da cuenta del individuo que se niega a poner distancia, solo le ignora por lo general, más el mal humor le hace actuar. –Deja de seguirme-. Masculla como si lo ladrara, en tono áspero. Las voces de los demonios que le están llevando a la desgracia, "cantan" desvergonzadamente en su oído y ella solo niega con la cabeza despojándoles de importancia.

Un gato de pelaje negro cruza por enfrente de Natsuki, en un andar que sus cuatro patas imponen con solo ella imagina que cosa, quizá para ella este le retaba o quizá solo le ignora. Las voces le susurran de manera insistente. –Es un lindo la voz de quien le sigue, derrochando la inocencia que se supone tienen los infantes en dicha edad. -¿Cierto?-. Pero Natsuki le ve de forma distinta; lo único que puede contemplar son las imágenes creadas por su mente. Ante sus ojos toma cuerpo la idea del gatito destripado sobre la acera, crenado un charco de tibia sangre mientras aun pulsasen sus órganos. Imagina que denominado charco le moja las suelas de sus tenis, empapándole y permitiendo sentir como esta aun drena la vida. Voltea a ver a la otra niña de cabello y ojos llamativos.

-¿Qué tiene de lindo un gato?-. Sigue caminando, restándole importancia a lo que acaba de ver, como si fuese algo que ve todos los días.

-No lose, solo es lindo-. Mai sonríe, entendiendo que a su manera, Natsuki le está aceptando en su bizarro mundo.

-Como digas-. Es mejor hablar con la alegra oji-lila que llegar a casa. Mucho mejor.

Son lo que dicen hipócritamente detestar, ¿los niños si saben diferenciar lo bueno de lo malo? Si, se supone que si pero existen casos, ¿no es así?

Cuatro niños rodean a Mai acorralándole contra una pared alejada de los salones de clase; le observan queriendo intimidarle, le miran con malicia que brilla en los orbes, disfrutando de esas pequeñas lagrimas que le dejan húmedos caminos en sus mejillas. Aun no le tocan pero las veces anteriores que esas manos entraron en contacto con ella, los dedos formaban puños. Llora porque sabe que dolerá.

-¿Ya tienes dinero? Pobretona-. Es de familia humilde, es cierto, muy humilde a decir verdad y el dinero que poseen se va a su pequeño hermano que sufre de problemas cardiacos. ¿Qué culpa tiene ella de no tener recursos monetarios? Es solo una niña, una niña que no puede defenderse contra ellos.

-No-. Agachando la cabeza, no por vergüenza, para protegerse de los golpes. –Pero mi familia es trabajadora-. Logra articular pese el miedo de los futuros golpes.

¿Dónde están los maestros? ¿Dónde las manos que le brinden ayuda? ¿La piedad de aquellos niños? Perdidos, allá en un horizonte difuminado que solo ven ciertas personas.

Llega el primer puñetazo que le saca bajo quejido, nacerá un moretón en su antebrazo, que, tendrá que esconder bajo las mangas de sudadera para no preocupar a sus ya exhaustos padres. Resbala espalda contra muro para poder cubrirse tanto con brazos como piernas, deseando terminar rápido para regresar cojeando al salón. A nadie le importaría, a nadie le diría. Una patada impacto contra ella sacándole el aire pese se cubría, suprimió grito, de hacerlo le golpearían más duro.

Cerca de ahí, sentada en la rama de un árbol reposa Natsuki, viendo como los autos pasan por la calle e imaginando como podrían morir los conductores. Golpeteando dedos de mano derecha contra la madera, de pura casualidad voltea en dirección de los cuatro niños y Mai. Primero le es indiferente, algo de nada en comparación de lo que le cruza por la mente; cuando presta atención percatándose de que es Mai, salta de la rama.

Se acerca en pasos relativamente lentos, con las manos en los bolsillos y una expresión que deja bien marcado: quítate de mi camino. Desconoce lo que le lleva a interrumpir el cruel acto, si, cree que le da igual. Un rápido razonamiento le conduce a la conclusión de que la respuesta no tiene que existir. Sencillamente, hará lo que le venga en gana.

Ramas secas crujen bajos sus decididos pies.

-Pobretona, ¿para qué vienes a la escuela?-. Es un alumno de mayor grado, saca ventaja del hecho. Cabello negro y ojos dorados. –Si de todos modos morirás de hambre-. En su lengua remueve la ponzoña de desconsideradas y crueles palabras. Da otro puñetazo contra el brazo que muestra pulsantes moretones, a ese paso, será roto el hueso.

-Para ya Reito-. Detiene el puño en el aire, volteándose rebela expresión de desconcierto mesclado con enojo.

-Kuga-. Tienen ocho y diez años, ¿hasta dónde pueden llegar con esto?

-Lárgate- Las esmeraldas muestran indiferencia; como si observase todo aquello desde fuera, de lejos, en lugar de presenciarle en primera fila. Mai contempla sin creerse que alguien intervenga, mucho menos Natsuki.

-¿Qué? ¿Quieres ser tu quien le golpee?-. Una mueca de burla dedicada por completo a Natsuki, curveando labios cínicamente y entrecerrado ojos con malicia. –Adelante-. Voltea a ver las lágrimas que bajan por las mejillas de Mai. –A nadie le importara que golpees a la pobretona-. Las risas de fondo resuenan en los oídos de la agredida. Natsuki gruñe por lo bajo.

-Reito, ¿no es la niña que mato al conejo de 2°B?-. Expresión de horror nace en los labios de Mai, el salón del cual hablan es en el cual asisten Natsuki y ella. La mascota del grupo simplemente apareció muerta un día, sin explicaciones de por medio. ¿La oji-verde era la culpable? Quiere pensar que no, que son simples rumores.

Natsuki ladea el cuello, la frialdad emitida por sus pupilas les cala en lo más hondo, diciendo mudamente que los rumores podrían ser ciertos. Omite palabras, solo les clava la mirada. –Sí, es ella-. Aclara Reito desvergonzado.

-Lárgate-. A fin de cuentas el oji-dorado le cae cual piedra al hígado.

Duda de pleitear o no contra la niña menor, "es fácil, eres más fuerte" dice una vocecita en la cabeza de Reito, "es peligrosa, y lo sabes" contrarresta su contraparte. Las inhalaciones y exhalaciones de Natsuki son una latente e inminente declaración de peligro. Que le reten si así lo desean, se le resbalara antes de un tronar de dedos.

Tras mirada de desprecio. -Vámonos-. Ordena Reito escupiendo las palabras.

Se marchan entre burlonas risas.

-Levántate-. Pese el tono es seco, frívolo e incluso desconsiderado, Mai le sonríe.

-Gracias Natsuki-.

Mientras tanto, en Garderobe la Natsuki de 24 años gruñe y fulmina con la mirada.


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