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X-Milagros. por samuesselmo

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Notas del capitulo:

 Holaa a todos! Buen fin de semana O/

 Uff... intentado escribir todo lo que puedo. Empiezan los parciales para mi :(

 Pero voy a hacer todo lo que puedo por actualizar :D

Gracias a todos por leer este fanfic, y en especial a quienes comentaron:

 DarkSweetLady

kamiii (tenías un par de preguntas y te respondí en tu comentario :) )

so0lazy

 Me hace muy feliz cuando leo que les alegro la semana o ese tipo de cosas. Porque a mi me hace feliz recibir sus críticas u opiniones :D

 Ahora el capítulo de hoy: Midorima Shintarou! 

 Y a partir de éste capítulo vamos a ir relacionando de forma más profunda a los personajes, a cruzarlos en la historia.

      Takao Kazunari caminaba nervioso de un lugar a otro, siempre mirando con miedo y angustia la puerta de vidrio y rejas que tenía delante. Estaba en la vereda preguntándose si debía tocar el timbre o contarles a sus padres su embarazoso problema. Había tenido relaciones con su pareja por primera vez, y no le había parecido tan excitante y emocionante como todos sus amigos decían que era el sexo. Sin embargo, la cuestión no se trataba exclusivamente de eso, sino que le habían quedado secuelas y su cuerpo se lo gritaba. Tenía una molesta “irritación en el trasero”, como su grupo de amigos le decían en forma de burla, y debía lidiar con ello. Ya había cumplido sus veinte años, pero no podía siquiera pensar en contarles el problema a sus padres, lo ahorcarían.

 Un par de sus amigos le habían mandado una dirección sobre un buen ginecólogo e urólogo. Pero Takao no era tonto, sabía que ese médico trabajaba clandestinamente en su casa, donde él caminaba nervioso delante de su puerta. Le temblaban las manos cuando estaba a punto de tocar el timbre y las bajaba derrotado al no verse capaz. No había nadie más allí que él, aquella calle estaba vacía y el Sol también comenzaba a abandonarlo.

 No quería continuar siendo un cobarde, y justo antes de que anocheciera oficialmente su mano había presionado el timbre. La puerta se abrió casi al mismo tiempo, tensándole el cuerpo al ver que lo único que iluminaba el interior era una luz tenue producida por una lámpara al final de las escaleras que tenía delante. Se atrevió a dar un par de pasos para ingresar al cálido estrecho. Lo que ahora debía hacer era subir la larga escalera que daba a una nueva puerta de vidrio. Ya no podía retroceder, al girar su cabeza para mirar la calle observó que la puerta se había cerrado en silencio.

 Tragó saliva con nerviosismo, pero siguió el camino hasta la siguiente puerta. Tocó rápidamente, y al ver que nadie se asomaba intentó abrir por su cuenta, pudiendo ver que estaba sin seguro -¿Hola? – Habló en voz alta el azabache a la par que se quitaba el saco. Allí dentro hacía un extraño calor, la calefacción estaba demasiado alta para su gusto. Cuando volvió a caminar se dirigió hasta una pequeña sala. Había libros y revistas de medicina allí, además de una pequeña mesa ratona y un sofá. Todo estaba bien ordenado y limpio, también el aroma era agradable. Takao se había tranquilizado con ver y sentir eso.

 —Perdona la tardanza –Kazunari había saltado en su sitio al escuchar una voz a sus espalda. Ni siquiera había escuchado sus pasos. Un hombre, curiosamente, bastante joven peli verde de lentes estaba detrás de él sosteniendo una bandeja –Preparé té, ¿gustas?

 A Takao no le salían las palabras para contestar, ¿aquella persona era Midorima Shintarou? Se había imaginado a un señor mayor cuando sus amigos hablaban de él. Jamás pensó que un joven que aparentaba apenas unos años más que él pudiera ser doctor -¿Midorima Shintarou? –Se atrevió a preguntar para estar seguro de que no había caído en el lugar equivocado.

—Así es –Respondió sin más adelantándose para empezar a caminar delante de Takao –Acompáñame, por favor.

—¡Lo siento! Mi nombre es Takao Kazunari. Unos amigos me hablaron de usted y quería saber si puede ayudarme… -Habló con rapidez siguiendo al mayor hasta llegar a una segunda sala más grande. En ese lugar, por una parte, había una pequeña mesa y a cada lado un par de sillas. Un poco más lejos había una camilla ginecológica que era imposible de ignorar para los ojos del azabache.

—Puedo atenderte ahora, ¿o prefieres beber el té primero? –Preguntó el de lentes dejando la bandeja sobre la mesa.

—Bueno, es bastante molesto sentarse –Quiso reír divertido Takao, pero lo único que salió de su boca fue una risa nerviosa al ver que el peli verde ni siquiera se había inmutado. Colgó su saco en una se las sillas para luego dirigirse a hasta la camilla. Midorima le hizo una seña para que se recostara y se quitara su ropa inferior. Kazunari titubeó por un segundo, pero confió al ver títulos de doctorado colgados en las paredes. ¿No estaba matriculado? ¿Por qué? Se preguntaba acostándose en la camilla.

 —Dime cuando sientas dolor –Comentó Midorima a la par que retiraba las cintas que cubrían sus largos dedos. El azabache lo miró con desconfianza, y antes de que pudiera hacer alguna pregunta todo su cuerpo se tensó. Shintarou ya había empezado a penetrarlo con su dedo del medio, provocándole un ligero espasmo en su vientre.  No esperaba sentirse así en ese momento, incluso mordía sus labios para que no se le escapara ningún gemido o jadeo. Se sentía incómodo y extraño con lo que estaba pasando entre sus piernas. De a ratos levantaba la vista para ver un par de jades que se ocultaban detrás de los cristales de sus lentes. La mirada del peli verde lo intimidaba y le obligaba a permanecer en silencio –Está algo inflamado aquí –Volvió a hablar el doctor presionando dentro de las paredes del ano del azabache.

—Entonces, nada grave ¿verdad? –Preguntó temeroso sintiendo como se retiraba el mayor de entre sus piernas.

—Con una crema sanará enseguida –Respondió sin perder la seriedad rebuscando en un estante un pote de crema. Al ver que el menor bajaba las piernas de la camilla agregó –Quédate allí, ahora te la pondré.

—Pu-puedo hacerlo yo solo –Takao intentó sonar apacible, pero nuevamente la mirada color jade calló sus palabras. Volvió a colocarse en la posición de antes; acostado boca arriba con las piernas flexionadas para que el peli verde volviera a colocarse entre ellas.

—Muchos no saben cómo aplicar correctamente este tipo de pomadas –Agregó de forma profesional untando cuatro dedos en el pote.

—Tal-tal vez tenga razón –Dijo Kazunari tomando aire al sentir nuevamente una intromisión en su interior. Esta vez fue más fría debido a la crema, pero aparte de eso también lo sentía más profundo. Nuevamente comenzó a tapar su boca para callar los pequeños gemidos. ¿Cómo era que llegaba tan profundo con un solo dedo en su interior? Se preguntaba en su mente, que poco iba perdiéndose –Por-por favor, pare –Jadeó incómodo, nervioso el menor al sentir que un nuevo dedo había entrado en su interior.

—¿Se siente bien? –preguntó acelerando el movimiento de sus dedos. Takao ya no podía contener su voz. Midorima lo estaba poniendo nervioso. Sus ojos se volvieron vidriosos entre el placer y el miedo. Su boca se llenaba de saliva y estaba a punto de maldecir hasta que sintió un tercer dedo abriéndose paso en un esfínter. Los dedos ajenos habían llegado hasta su próstata y parecían seguir queriendo llegar aún más profundo. Para más vergüenza sentía su entrepierna húmeda y con ganas de atención.

—¡Para! ¡Me lastimas! –Exclamó intentando apartarse sin conseguir buenos resultados, pues los largos dedos de Midorima lo estaban llevando a la locura. Logró enderezarse un poco para alcanzar la mano del peli verde, pero éste continuaba con el constante movimiento sin importarle el menor.

—Deja de hacerte el difícil –Dijo sereno Shintarou, quitándose los lentes para mirar a los ojos al azabache. Para Takao, aquellos ojos jade habían cambiado, se veían tan hipnóticos y atrayentes que había dejado de lado la lucha. Lo observaba fascinado, bajo su poder… -Ahora disfruta cuanto quieras.

A penas Midorima pronunció esas palabras el cuerpo de Takao se relajó con plenitud. Regresó a su posición inicial, recargando hacia atrás su cabeza para comenzar a disfrutar la penetración del médico. El placer y el hipnótico poder del médico habían nublado por completo su mente. Su mirada perdida, sus labios entreabiertos. Había perdido el control sobre su cuerpo –¡Sigue…nhg… Ahí…mmh… Más!-Eran sólo algunas de las exclamaciones que salían de la garganta del azabache.

—¿Te gusta? –Le susurró provocativo Shintarou utilizando un cuarto dedo en la entrada del menor. Como respuesta recibió unos cuantos gemidos, pues Takao ahora no se molestaba por callarlos.

—¡T-te amo, Shin-chan! –Exclamó eyaculando casi al instante. Y su cuerpo se relajó enseguida sobre la camilla, respirando agitadamente y sintiendo su propia humedad sobre su vientre y entre sus piernas –Shin-chan… -Suspiró sintiendo los ojos adormecidos al igual que su cuerpo que se encontraba cansado.

 Midorima retiró sus dedos del esfínter del menor para sentir la humedad que rodeaban sus dedos –Me atraes, Takao. Tal vez te quedes por un tiempo conmigo… -Masculló a la par que limpió sus manos con una toalla higiénica. Luego se quitó los lentes para acercarse al rostro de Kazunari. Nuevamente lo miró a los ojos, adormeciendo al menor hasta dormirlo.

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 Midorima Shintarou había nacido dentro de una familia prestigiosa en Japón. Su padre había sido un exitoso cirujano quien, junto a su familia, se habían trasladado a Alemania para vivir y trabajar allí. El de lentes siempre había admirado el trabajo de su padre como médico y desde muy joven se había decido a dedicarse a lo mismo. Por otro lado, su madre fue realmente quien lo crió la mayor parte de su infancia. Ella era un Milagro animal, una pitón. Como tal, ella fue una mujer esbelta y con un par de ojos hipnóticos que se escondían detrás de un par de simples lentes. Midorima había heredado todo de ella, su mirada jade, su altura y su Milagro.

 El peliverde contaba con muchas habilidades, desde la hipnosis que realizaba a través de sus ojos jade, hasta una gran flexibilidad y elasticidad, fundamentalmente en sus dedos. Esa era la principal razón por la que hacía un excelente trabajo como ginecólogo y urólogo. Como todo Milagro animal, él una pitón, no tenía problemas de devorar de un solo bocado a cualquier ser humano.

 Vivía con tranquilidad en su pequeño departamento, su estudio privado y clandestino. Siempre había sido un hombre serio y libre de sospechas, por lo que trabajaba en paz. Lo fue hasta que tocaron la puerta de su casa, y no se trataba de un cliente. Nijimura Shuuzou, lo conocía y Midorima no era alguien despistado. En ese momento no entendía por qué Nijimura le pedía ayuda, pero no tenía más que aceptar. Sabía que su Milagro no funcionaría con él, no podría quitárselo de encima.

 Viajó con él y al llegar a destino fue informado de su trabajo. Aunque antes de empezar con sus tareas le realizaron unos exámenes de rutinas que no pasaron por alto para el peli verde, el resto lo hizo por compromiso.

 Allí conoció otros milagros que eran tratados como especímenes, experimentos. Sabía que se había ganado el odio de algunos, pero nada que le importara realmente, él sólo quería hacer bien su trabajo para poder volver a su tranquila rutina.

La mayor parte del tiempo se la pasaba realizando exámenes de rutina a Nijimura, y eso significaba que el mismo se abría de piernas para él. A pesar de ser mayor que él, el azabache había resultado ser muy somiso, para sorpresa del peliverde. No había tenido ningún problema en sentirlo con sus dedos, porque hacía años que no tenía relaciones sexuales realmente, “pérdida de interés”, le decía él. La piel de Nijimura era extremadamente suave, aunque fría. Su interior fue lo que de verdad había hecho ruido en Midorima, un calor diferente al de otros hombres y muy similar al de una mujer, incluso el aroma que desprendía llamó su atención.

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  Ahora estaba tranquilo de vuelta en casa después de un largo tiempo junto a su nueva pareja. En esos días no llovían clientes como antes y con el pasar de los años Midorima comenzaba a sentir soledad, había sido un hombre con mucha suerte cuando vio al joven Takao tocar el timbre de su casa. Sabía que el menor se había puesto nervioso al principio, pero nada que la hipnosis no pudiera solucionar.

 Kazunari había demostrado ser muy servicial, meloso y fogoso bajo los efectos de su hipnosis. Y él estaba enamorado del pequeño cuerpo del azabache. Habían pasado unos pocos meses desde el primer día que lo conoció. Aprendió todo de él, escuchó su historia, no había secretos que Shintarou no conociera. Sin embargo, Midorima ignoraba que sólo era así por la hipnosis, no había sentimientos verdaderos en las palabras de Takao, él escuchaba lo que quería.

 Como todas las tarde bebía té junto a Takao, disfrutaba el calor que desprendía el cuerpo del menor –Te amo, Shin-chan –Suspiraba de vez en cuando Kazunari al mismo tiempo que se abrazaba con fuerza al brazo del peli verde.

—Lo sé –Esa era la respuesta de siempre de Midorima. Acercó su mano al rostro del azabache para acariciarlo. Por otro lado, el menor sintió y sonrió ante la caricia. Tomando la mano del mayor la acercó hasta sus labios para besar y lamer aquellas manos, aquellos dedos que le daban placer noche tras noches.

 Midorima sonreía levemente observando al menor. Le gustaba mucho Takao. Era la primera vez que se sentía así, pues usualmente utilizaba a sus clientes para después dejarlos libres. Kazunari tenía una sonrisa y una risa que contagiaba a Shintarou, no era tan estructural, era lo que le faltaba en la vida. Estaba tentado a besar los finos labios del menor. Desde que lo hizo suyo el primer día no se había tomado la molestia de besarlo, pero aquellos eran gustos de Midorima. Nunca besaba a nadie, pero ésta vez se sentía atraído. Sin embargo, al estar a tan pocos centímetros de los labios ajenos, el timbre de la puerta lo obligó a retroceder.

 Frunció el ceño al levantarse del sofá para dirigirse hasta la puerta principal, aquellas que daban a las escaleras. Pero antes debía encargarse de Takao. Se quitó los lentes con paciencia para luego mirar a los ojos al menor. El azabache no tardó en adormecerse –Ve al cuarto y duérmete, Takao –Ordenó acariciando el cabello de su pareja. Un vez hecho eso caminó hasta la puerta, pero el “invitado” ya estaba subiendo por las escaleras.

 Shintarou no esperaba a nadie ese día, no tenía ninguna cita. Iba a reclamar pero al ver de quién se trataba decidió cerrar la boca, mucho más al ver a un segundo sujeto. Sabía que Akashi Seijuuro le tenía odio, pero esperó que éste viniera hasta él, hasta su departamento. Derrotado abrió la puerta dejando pasar a la pareja.

 —Hace años que no nos vemos, Shintarou –Saludó Akashi ingresando a la casa del mayor. Llevaba puesto un largo abrigo pese a que sus piernas se encontraban desnudas. Eran lampiñas, blancas, atrapaban el interés Shintarou -¿Te gusta lo que ves? –Rió divertido con soberbia al sentir la mirada penetrante del mayor. El pelirrojo pasó de largo, mirando a su alrededor y sintiendo el calor que había en ese departamento. Recordó que Midorima era un reptil, necesitaba calor.

—¿Qué pasa? ¿Viniste a matarme? –Preguntó adelantándose al pelirrojo para pasar a la siguiente sala donde él trabajaba. Allí Akashi se sentó con las piernas cruzadas en el sofá.

—No vales tanto la pena –Respondió sirviéndole una taza de té a Murasakibara quien se sentía muy a gusto en ese lugar debido al calor y al olor –Del que quiero encargarme es de Nijimura.

—¿Y de qué te puedo servir?

—Fuiste amante de Nijimura, ¿verdad? – Preguntó Akashi ahora sirviéndose para él una taza. Miró de reojo la mesa en el momento, observando que había otra taza medio llena junto a la del peliverde -¿Qué es lo que él busca? ¿Por qué nos buscó a nosotros? ¿Para qué necesitaba otros Milagros?

 —No lo sé –Habló fuerte y claro el peli verde deseando que aquella pareja se fuera de su casa –Tú también fuiste su amante, investiga por tu cuenta.

 Akashi apretó los puños con fuerza intentando contener su ira. Pero Murasakibara se puso de pie tomando del cuello a Midorima con fuerza, oprimiendo tu garganta, lo estaba asfixiando. Shintarou temblaba, sabía que si quería, Atsushi podía romperle el cuello en un segundo –Alto, Atsushi –Sentenció en voz alta el menor de la sala –Es una lástima que no quieras cooperar con nosotros…

 El pelirrojo miraba de reojo a Midorima, siempre atento a sus movimientos. Se puso de pie observando la sala, mirando la puerta que conducía al cuarto del peli verde. Caminó hasta allí al ver que estaba entre abierta -¡Sal de ahí! –Exclamó perdiendo la paciencia el mayor, sin embargo, el oso continuaba sosteniéndolo, sólo tocaba el suelo con la punta de sus pies.

 —¿Qué tenemos aquí? –Se oyó decir de Akashi. Al salir del cuarto, el pelirrojo traía consigo de la mano a Takao, quien permanecía con los ojos cerrados –Es una preciosidad, ¿no lo crees, Atsushi?

—Tengo hambre, Aka-chin –Bufó como respuesta el peli morado.

—Te sugiero que me cuentes todo sobre Nijimura sino quieres que Murasakibara muerda a tu lindo amigo –Esta vez la amenaza había llegado a Midorima. Éste permaneció pensativo, con mirada hacia abajo.

—No sé con exactitud qué es lo que quiere –Comenzó a responder. Al empezar a hablar el pelimorado soltó su cuello, dejándolo libre para sentarse de vuelta en el sofá –Creo que quiere crear un Milagro Artificial.

 —¿Artificial? ¿Por qué querría tal poca cosa? –Se preguntó el pelirrojo acariciando las mejillas de Takao. Ambos estaban sentados junto a Shintarou. Y Akashi no esperó un segundo más para saborear los labios del azabache, sonriendo mentalmente al ver la cara de disgusto del médico.

—Lo que no puedo entender es por qué utilizar Milagros Naturales –Shintarou chasqueó la lengua apartando la mirada.

—Los Artificiales son inestables, no tiene sentido –Concluyó suspirando Akashi. Jaló del brazo a Kazunari para “devolvérselo” a Midorima –Me pregunto si continuaran existiendo los laboratorios antiguos… -Murmuraba por lo bajo mientras de ponía de pie.

—Hoy en día a nadie le importan los Artificios –Chistó molesto el peli verde deseando que ese par se fuera de su departamento.

—Pero a Nijimura si –Dijo en voz alta el pelirrojo mirando fijamente al médico –A no ser que me hayas estado mintiendo… ¿Hay algo más que quieras contarme?

 Shintarou miró fijo a los ojos bicolor del otro. No iba a seguir hablando con Akashi. Sabía que tenía pensado asesinarlo y él no iba a quedarse de brazos cruzados. Con velocidad tomó el tarro de azúcar que descansaba sobre la bandeja donde se hallaba el té. Su contenido lo volcó sobre la cabeza pelirroja para luego salir corriendo junto con Takao.

 Akashi rugió molesto sin poder ver bien, le había entrado un poco de azúcar en los ojos -¡Voy a encontrarte, Shintarou! –Masculló hecho una furia intentando limpiarse la cara. Sentía la cabeza sucia, llena de ese dulce -¡Atsushi! ¡Búscalos! –Ordenó sin obtener lo que buscaba. Murasakibara lo había tomado entre sus brazos. Éste empezó a lamer la azúcar que ensuciaba el cuerpo de Akashi, incluso su cabello.

—Eres muy dulce, Aka-chin~

—¡Atsushi! –Akashi no podía su Milagro si no veía con claridad, tampoco lograba quitarse de encima al gran oso. 

 Por otro lado, Midorima corría junto a Takao hasta la estación de trenes con el objetivo de llegar a Inglaterra. Sería un viaje largo, pero si llegaba allí lograría exiliarse el tiempo suficiente para no involucrarse en lo que estaba por ocurrir.  

Notas finales:

Espero que no haya faltas de ortografía :S porque no tuve mucho tiempo de revisarlo antes de subirlo! D:

 La próximo semana vamos a ver al misterioso Nijimura JOJOJO

 Saludoooos O/


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