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X-Milagros. por samuesselmo

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Notas del capitulo:

 Holaa a todooos!

¿Cómo están? Espero que de maravilla!

 Aquí traigo un nuevo capítulo..

 No fue muy alentador recibir tan solo 2 rw, pero bueno... tal vez por eso tardé tanto en actualizar, no sé.

 En fin, millón de gracias a aquellas dos personas que se tomaron el tiempo para hacerlo.

 No tienen idea cómo deseo terminar con este fic para empezar con algo nuevo jajajaja Pero no puedo empezar algo así nomás teniendo algo pendiente! >:)

 Aquí este capítulo nuevo! Practicamente se escribió solo, tardé dos días nada más! :)

 Espero le guste a alguien!

            Tiritaba del frio con cada paso que daba y sus pies se hundían con más frecuencia en la nieve que se acumulaba junto a las vías del tren. Kise comenzaba a fastidiarse, deseando descansar en un sitio cálido junto a algún bocadillo. Debía encontrar sitio para pasar la noche, también algo de comer. Ya estaba perdiendo las esperanzas de conservar una de sus vidas cuando la nevada se había desatado. Paró cansado, con pocas fuerzas para seguir caminando. La “gran idea” de seguir a aquel par de hermanos no había sido la mejor. Se sentó sobre las vías, pues tal vez su suerte cambiaba, tal vez podía colarse en el siguiente tren que pasara por ahí.

 Sus sentidos ya estaban fallando por el frio y su calor corporal no era lo suficientemente alto. Se abrazó a sí mismo, frotando con sus manos sus brazos para entrar en calor. Entre la ventisca divisó un cuerpo moverse hacia él, era muy grande y caminaba tambaleante. Se puso de pie de inmediato para estar en guardia. Cuando el cuerpo estuvo la suficientemente cerca su cuerpo se relajó. Los rostros de aquellas personas le parecían conocidos.

—Nee, Aka-chin… ¿Quién es él? –Preguntó el oso, quien cargaba melosamente a Akashi entre sus brazos.

—Vaya… No esperaba encontrar una pequeña basura como tú –Medio rió el pelirrojo saliendo de entre los brazos de su amante.

 Kise lo observó recordando el momento cuando se cruzó con aquella pareja. Fue en el día del accidente, cuando él había escapado. No les había prestado atención, ni siquiera les había dado una mano, y aquel rencor se podía ver reflejado en los intimidantes ojos de Seijuro. Kise volvió a ponerse en guardia, sin perderse ningún movimiento del pelirrojo. Notó sorprendido que Akashi tenía las piernas desnudas, estaban moradas del frio y no parecía sentir la fría nieve entre sus pies.

—Aka-chin, ¿quieres que me lo coma? –preguntó curioso Murasakibara quien comenzaba a cansarse de tanto caminar y estar bajo el frio.

—No es necesario –Sonrió Seijuro, poniendo nervioso al rubio al ver aquella sonrisa tan siniestra. Kise pudo notar lo peligroso que aquel milagro era, pero para su mayor sorpresa ya era tarde. Akashi no le dio tiempo a girar sobre sus talones, puesto que ya lo tenía colgando a medio metro del suelo, gracias a su poderoso milagro.

—¡No, no, no! ¡Escúchame! ¡Podemos negociarlo! –Rogó desesperado el rubio al sentir la fuerte presión en el cuello que le provocaba el pelirrojo con un simple movimiento de mano -¡Vamos! ¡Podemos ser aliados! Por favor… buscaremos un cálido refugio, dormiremos juntos, haremos el amor los tres… por favor…

El felino se tranquilizó un poco al ver que el agarre estaba cediendo. Se comenzaba a alegrar de que sus encantos surgieran efectos. Sin embargo, la cosa cambió por completo cuando se escuchó a lo lejos el sonido del tren.

—Veo que no eres más que una sucia ramera –Rió Akashi volviendo a sofocar al rubio con una mirada amenazadora.

—Deshazte rápido de él, Aka-chin. Nos podría contagiar algo… -Bufó aburrido el peli morado mirando indiferente el terrible paisaje nevado.

—Tienes razón, Atsushi –Asintió relajando un poco su mirada. Y cuando el tren pasaba a gran velocidad junto a ellos, Akashi se limitó a acercar el rostro de Kise junto a los vagones que pasaban con fuerza y rapidez.

—¡No! ¡Por favor! ¡NO ME HAGAN SUFRIR ESTO! ¡POR FAV…! – Los cabellos de Kise se habían despeinado debido a la velocidad en la que viajaba el tren, y lo siguiente que quedó marcado en la nieve esa noche fue la sangre del felino. Su rostro, su cabeza, habían quedado destrozados por la fricción. Sus gritos se habían perdido después de que su mandíbula desapareció, esparciéndose en pedazos por el campo nevado.

—Sigamos caminando, Atsushi –Ordenó Akashi dejando el cuerpo sin vida de Kise en la nieve fría –Busquemos un lugar donde dormir.

—Sí. Tengo ganas de hacerte el amor, Aka-chin –Le siguió el grandote para volver a tomarlo entre sus brazos y cargarlo en lo que quedaba de camino.

—Yo también quiero sentirte dentro de mí, Atsushi –Ronroneó rodeando el cuello del  pelimorado para besarlo ansioso.  

 

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 Cuando Midorima cruzó el umbral de la puerta suspiró cansado, pero feliz de haber llegado a la campiña de su familia. Allí el clima era cálido y acogedor, perfecto para un reptil como él. Se podían apreciar a los empleados de servicios caminar y hacer sus tareas en el hogar, cortesía de la poderosa hipnosis de su madre. Éstos seguían una rutina para mantener la campiña limpia y cálida todo el año, y por supuesto entre las órdenes estaba las necesidades biológicas de cada uno. Shintarou se quitó su pesado abrigo para pasarlo a manos de uno de los mayordomos y lo mismo hizo Takao de forma mecánica.

—Deshazte de tu ropa y siéntate en el sofá –Ordenó el médico a Takao, quien fielmente obedeció. Mientras tanto, el peliverde se arremangó la camisa hasta los codos.

 La sala era enorme, con grandes ventanales que dejaban ver el paisaje invernal del campo. Las luces tenues daban un aire romántico y cálido, aunque el ambiente parecía ser más erótico que lo primero. Takao yacía sonrojado y preparado en el cómodo sofá. Sus blancas piernas estaban ligeramente abiertas, y con sus manos oprimía la camisa blanca y ajustada que marcaban sensualmente sus rosados y duros pezones.

—Hazme el amor, Shin-chan –Aquel murmullo del azabache se escuchó con total claridad en la sala, puesto que solamente estaban ellos dos allí.

—No me digas lo que tengo que hacer –Masculló con un deje de molestia sentándose a su lado para penetrar de una sola estocada la entrada ansiosa de Takao con un par de dedos. Shintarou se relajó una vez sintió el interior de su amante, caliente y húmedo. Se dejó llevar, adentrando más dedos y separándolos para abrir cada vez más a Kazunari.

—¡Sigue, Shin-chan! Te amo tanto… - Jadeaba y suspiraba envuelto en placer el azabache. Pero, sin dejar de gemir, Takao fue despertando y espabilándose de la hipnosis. Se encontraba mareado, y al enfocar mejor la vista recordó a su secuestrador. Midorima lo tenía abierto de piernas, sus tobillos reposaban sobre los hombros del médico. Éste se encontraba distraído observándolo con una mirada lasciva, sus ojos brillosos lo dilataban.

—¿Qué pasa, Takao? –Preguntó sin mirarlo a la cara, estrañado de que el azabache había dejado de gemir gustosos como antes -¿No estoy tocando tu próstata?

 A Kazunari se le erizaron todos los bellos al escuchar las palabras del médico, y más aún al sentir sus manos recorrerle todo el cuerpo. Decidido, Takao se armó de valor y con un movimiento limpio y veloz le propinó una fuerte patada, dejando descolocado al peliverde. Lo siguiente fue un empujón para correr lejos. No sabía dónde se encontraba, por lo que se aproximó hasta una puerta, tomando la llave que descasaba en ella. Rápidamente cerró, encerrándose en aquel cuarto.

 —¡Takao! ¡Abre la puerta ahora mismo! –Exclamó enfadado el milagro, golpeando la puerta sin recibir respuesta alguna. Cuando cedió los golpes resopló –Ya saldrás de allí…

 El azabache escuchó con atención a su secuestrador, al igual que los pasos que se alejaban de allí. Suspiró un poco más aliviado, poniéndose de pie para examinarse a sí mismo. Estaba casi desnudo, lo único que cubría su cuerpo era una camisa blanca que no dejaba nada a la imaginación. Asqueado miró entre sus piernas, sintiendo su propia humedad y avergonzándose al respecto.

 Luego investigó su alrededor. Parecía ser otra sala, ahí había un par de cómodos sillones individuales frente a una amplia chimenea que calentaba el lugar. La única salida era por la puerta por la que entró, puesto que la ventana no era opción al ver que era de noche y nevaba con fuerza.

 Dando un par de pasos hacia atrás chocó contra una gran librería, llena de libros antiguos. Ante el golpe uno en especial cayó a su lado. La cubierta era de un cuero color oliva, llamando la atención del azabache. Al tenerlo entre sus manos observó que se trataba de un álbum familiar, de Midorima. Curioso miró las fotos, y en muchas de ellas se encontraba Shintarou, tanto como niño como adolescente. De alguna forma, le había provocado una pequeña sonrisa. Luego dejó el álbum en su lugar, y continuó leyendo alguno de los títulos de la biblioteca.

 Entre los grandes libros había uno en específico que fue tomado por Takao, se titulaba Milagros, -¿Qué es esto? –Susurró extrañado, interesándose en su contenido.

 

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—No te preocupes –Habló serio, asustando un poco a Daiki –Si deben estar escondidos éste es un buen lugar…

 Los dos hermanos permanecieron en silencio volviendo a mirar a las personas que amablemente los estaban acogiendo. En sus ojos se podía ver que no eran malas personas, incluso tenían allí a un bebé -¿C-cómo saben que estamos…?

—Ustedes son milagros ¿verdad? –Preguntó Eikichi más calmado, acariciando los suaves cabellos rubios de su hijo.

—¿Ustedes…? –La voz suave de Kuroko retumbó en la pequeña habitación, haciendo sonreír a Reo por alguna razón.

—No somos puros, sólo artificiales… -Respondió Mibuchi abriéndose la camisa color azul claro que llevaba puesta, para así acercar a su hijo quien se prendió a su pezón con hambre. Ante esto, tanto Daiki como Tetsuya se ruborizaron, apartando la mirada para distraerse.

—¿Experimentaron con ustedes…? –Se atrevió a hablar Aomine con algo de miedo, puesto que tampoco quería faltarles el respeto.

—Hace un año que logramos escapar –Teppei suspiró, sirviéndole a cada uno un tazón de sopa caliente. Luego se acercó hasta lo que parecía ser otra habitación que se encontraba dividida por una cortina -¿No quieres cenar con nosotros, Hana-chan? Tenemos invitados –Habló el castaño sonriente con un tazón en la mano. Pero éste no permaneció mucho tiempo en sus manos, porque con un fino hilo le fue arrebatado.

—Disculpen a Hana-chan –Dijo Reo risueño ante aquella escena –Es que últimamente estuvo subiendo un poco de peso y le da pena salir de su cuarto –Ante esas palabras se escuchó un gruñido salir del cuarto.

—No digamos eso –Rió Kiyoshi volviendo a tomar asiento para juntarse con los demás –Sino fuera por Hana-chan, no sé qué sería de nosotros…

 

+Flashback+

 

 Kiyoshi Teppei vivía en un orfanato en Londres desde que su abuela, su única familia había fallecido cuando tenía diez años. Siempre había sido un muchacho sereno e inquebrantable, por lo que pudo salir adelante en su vida. Pero cuando cumplió la mayoría de edad se vio obligado a dejar el orfanato. Al ser el mayor de ese lugar, fue el único en salir de la residencia con lo poco que tenía. El orfanato lo había recomendado a una empresa millonaria, y aunque él desconocía la misma, aceptó con gusto.

 En su primer día de trabajo fueron a buscarlo en una extraña camioneta, dejándolo pasar por las puertas traseras, como si se tratase de una carga. No era la única persona ahí, había más chicos y chicas de su edad. Sorprendido e inseguro tomó asiento junto a lo que parecía ser una chica con rasgos asiáticos.

—Soy Kiyoshi Teppei –Se presentó amable y simpático ante la señorita. Ésta llevaba puesto un kimono floreado y un par de sandalias con plataforma. El cabello negro que le llegaba hasta los hombros lo tenía recogido con un bello broche igualmente floreado –Eres una chica muy bonita.

—Soy Makoto Hanamiya –Respondió con el ceño fruncido, dejando salir una voz más varonil que lo que delataba su pálido rostro -¡Y no soy una chica!

 Ese día Teppei se ganó el primero de muchos golpes de Hanamiya e inevitablemente ambos se volvieron inseparables. Al igual que Kiyoshi, Makoto también había tenido una infancia dura. Su madre era japonesa, y había viajado a Londres para rehacer su vida. Era prostituta en un burdel, hasta que el VIH había acabado con ella y Hanamiya fue criado por las compañeras de trabajo de su madre.

 La oferta de trabajo y nueva vida solamente era un fraude, una trampa. A penas llegaron a lo que parecía un edificio gigante les realizaron a todos exámenes físicos, deshaciéndose de quienes no eran compatibles con las pruebas. Teppei y Hanamiya permanecían juntos todo el tiempo. Sin embargo, una vez terminadas las pruebas los internaron en otra planta en el edificio.

 Los despojaron de todo, dejándolos únicamente con un sobrio camisón blanco. Todas eran celdas y prisiones de hierro o de vidrio. Kiyoshi y Hanamiya fueron encerrados respectivamente, donde comenzaron verdaderamente la experimentación. Eran dolorosas, y no eran iguales para todos. Quienes trabajaban allí los trataban como basura, gustaban aprovecharse de ellos y molestarlos con bromas.

 Teppei logró soportar la mayoría de las pruebas y poco a poco su milagro fue despertando ante ojos de todos. Su cuerpo piel podía transformarse en acero, como si se tratase de una armadura, algo que logró controlar a voluntad.

 Por otra parte, Hanamiya sucumbía ante la experimentación. Día tras día se volvía más débil, más sensible a las sustancias que le inyectaban –Si no resiste el veneno nos desharemos de él –Había escuchado Teppei mientras le administraban la toxina al azabache.

Cuando los doctores se fueron, el castaño se acercó todo lo que pudo a la prisión de vidrio donde estaba su compañero—¿Hana-chan? – Dentro cada vez se veía menos, una extraña y pegajosa red blanca se fue formando hasta que era imposible ver el interior. Suspiró resignado, guardando sus esperanzas para que Hanamiya no muriese.

 –Él va a estar bien –Lo apoyó otro chico de su edad que se encontraba del otro lado, también encerrado en una jaula de hierro, pero éste estaba incluso atado con cadenas.

—Espero que sea así…

—Soy Nebuya Eikichi –Se presentó el moreno y Teppei respondió igual.

 La charla entre ambos no se hizo muy larga, porque los médicos habían traído a alguien más al laboratorio. Estaba empapado de cabeza a los pies, incluso tiritaba del frio. Lo habían dejado sobre una mesa metálica, obligándolo a estar boca arriba y abriéndole las piernas de par en par.

—Reo… -Masculló Nebuya contrayendo los músculos de los brazos que estaban atados con cadenas.

—¿Lo conoces?

—Estábamos en el mismo cuarto donde nos tenían encerrados –Respondió Nebuya sin dejar de mirar al azabache que yacía lagrimando en aquella fría mesa metálica.

—Ei-chan… -Sollozó Mibuchi. Tenía el rostro sonrojado, avergonzado de que Eikichi lo viese de esa forma. Lo tenían acorralado y el abuso empezó desde simples toqueteos hasta que el azabache empezó a retorcerse del dolor por la fuerte estocada.

—No llores –Le habló en el oído quien lo penetraba –Tengo que hacer esto, ¿sabes?

—Voy a matarlos a todos… -Volvió a mascullar enojado Nebuya, comenzando a romper las cadenas que lo tenían preso –Él no hizo nada para merecer eso… ¿Por qué lo lastiman?

 Teppei desvió su vista, observando que otro par de médicos se acercaban a la prisión de cristal de Hanamiya, abriéndola para mirar al interior –Parece que no sobrevivió al final… -Comentó asqueado uno de ellos. Y en ese momento Kiyoshi creyó que su corazón se había detenido…

Continuará...    

Notas finales:

 Hasta aquí la primera parte de éste flashback! Es una de mis partes favoritas de este fic :D Disfruté mucho escribirlo! 

 Muchos saludos a todos!


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