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X-Milagros. por samuesselmo

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Notas del capitulo:

Bueenas u.u

 Mmh... No sabía si actualizar o no debido a los pocos rw, bueno... uno, para ser más precisos...

 Gracias a DarkSweetLady

 Aunque debido a esto no creo que vuelva a seguir con el fanfic, ni siquiera tengo la suficiente motivación para escribir el siguiente capítulo. Pero así son las cosas, si no funciona no vale la pena continuar.

 La verdad es que cuesta un montón escribir y es peor cuando pasan estas cosas. He visto a buenos autores (por supuesto que mejores que yo) caerse en pedazos por este tipo de cosas. Porque es así. No escribimos con fines de lucro, lo hacemos porque queremos que alguien lo disfrute y lo lea. Y lo que alimenta los autores y los motiva son los comentarios. Es decir, es algo gratis y lo mínimo que uno se merece en un comentario. Porque ese comentario puede alegrar el día del autor, lo alienta a seguir escribiendo y lo llena de inspiración.

 Bueno, nada más para decir. Gracias por todo. Espero volver pronto con algo nuevo, tal vez éste fic no era de su agrado. Voy a pensar en algo nuevo para la próximo.

 Saludos.

                Nijimura Shuuzou siempre había vivido en entorno familiar normal. Era hijo único y eso le gustaba, porque tenía el amor de sus padres para él solo. Su papá trabajaba por la mañana y volvía por las tardes, así que podía jugar con él. Mientras tanto su madre era una buena ama de casa, encaprichaba a Shuuzou tanto como podía. Eran una familia perfecta y siempre que algún miembro de ella tenía problemas lo sabían solucionar en conjunto. Sin embargo, una nueva crisis había llegado cuando Nijimura cumplía los diez.

 Estaba en la escuela cuando su madre había venido por él antes de tiempo. La mujer estaba temblando y las lágrimas que se acumulaban en sus ojos se rebelaban. Algo andaba mal, no había que ser un genio para saberlo. Pero a Nijimura lo invadía una terrible angustia, algo le decía que debía estar preparado para lo que iba a pasar -¿Pasó algo malo? –Preguntó el niño mirando la cara de preocupación de su madre, pero ésta no contestó.

 Llegaron hasta el hospital municipal, allí la mujer bajó apurada, llevando del brazo a Nijimura. Era la primera vez que recibía ese tipo de trato por parte de alguno de sus padres. Caminaron hasta llegar a una de las habitaciones, ahí estaba su padre, acostado en una incómoda cama de hospital. Su madre no le había dicho qué había ocurrido, y sabía que lo de su padre era muy grave. Entraban y salían enfermeras una y otra vez. Permanecieron allí una hora hasta que el horario de visita del hospital se acabó.

 Durante el camino a casa su madre no le dirigió la palabra y él tenía mucho más miedo preguntar qué le había sucedido a su papá. Cuando cenaban, aunque tenían poco apetito, su madre volvió a comportarse de manera extraña y nuevamente se encontraba derramando lágrimas.

—Papá va a estar bien, ¿verdad? –Había preguntado el niño tomando la mano de su madre sobre la mesa.

—No lo sé, cariño –Respondió la mujer masajeando su rostro para controlar las lágrimas.

—Quiero saber qué fue lo que pasó…

—Un hombre lo asaltó y después… lo-lo atacó aun cuando entregó todo lo que tenía –Gimoteó la señora sin poder controlar sus lágrimas.

 Nijimura permaneció en silencio el resto de la noche. Había ido a acostarse temprano ese día, pero no lograba conciliar el sueño. Dio vueltas entre las sábanas intentando acomodarse con el fin de descansar, pero simplemente no podía. Fue así hasta que escuchó la puerta principal siendo golpeada. Alzó la vista mirando el reloj, pero ya era muy tarde para que alguien viniera. Luego escuchó a su madre levantarse, porque su cama crujió. Siempre lo hacía. Entonces escuchó los pasos y el ruido que hacían sus pantuflas. Hubo un segundo de silencio, seguido por un ruido fuerte que lo obligó a permanecer alerta.

 Se escuchaban forcejeos en la sala, por lo que Nijimura se levantó de la cama sin pensar para llegar hasta allá. A penas se asomó vio el cuerpo de su madre caer delante de sus ojos, y un enorme charco de sangre la rodeaba. Shuuzou no reaccionó a tiempo cuando el atacante de su madre lo tomó por el cuello. Aquel era un hombre grande, con una fuerza impresionante y una sonrisa divertida en los labios.

—Escuché que en ésta familia se encontraba un Milagro, pero parece que me equivoqué –Suspiró el hombre sin soltar a Nijimura, quien le colgaban las piernas como si estuviese sin vida. El chico miraba paralizado el cuerpo inerte de su madre en el suelo. Sin embargo, Nijimura había escuchado las palabras de aquel hombre, sin lograr entenderlo por completo.

—Milagro… -Murmuró con un deje de molestia, sin quitar la vista de su madre.

—No lo entenderías –El hombre chasqueó la lengua levantando la mano que no ocupaba el cuello del niño, y ante los ojos de éste volvió sus dedos en unas afiladas garras –Ninguno de tus padres era un Milagro, no tiene sentido que tú lo seas. El gen pasa de generación en generación.

 Nijimura, hasta esa noche era un niño normal. Pero las cosas cambiaron cuando vio a su padre en la incómoda cama de hospital y madre caer frente a sus ojos en un charco de sangre. Nijimura había desatado su milagro al instante en el que aquel hombre terminó sus palabras. Los ojos negros del chico lo miraban penetrante y poco a poco el hombre aflojó su agarre hasta dejarlo en el suelo. En ese momento no se lo planteó como debía. Sus padres no tenían los mismos genes que el niño, porque éste era adoptado.

 Con lentitud fue cayendo en el suelo, mirando a Nijimura quien ni se inmutaba –¡Eres…! ¡¿Qué clase de Milagro tienes?!

 Por supuesto que Shuuzou no respondió a aquella pregunta, él ni siquiera estaba en sus cabales. Continuó mirando con furia a aquel hombre, que cada vez se sentía más débil. Incluso sus manos habían vuelto a hacer como antes.

—Es la primera vez que veo… siento, un Milagro como el tuyo, mocoso –Chasqueó la lengua nuevamente, recostado en el suelo al sentirse incapaz de ponerse de pie por su cuenta.

 Lo siguiente que había ocurrido esa noche fue la llegada de la policía. Y a partir de esa noche su vida dio un nuevo giro. Se mudó a casa de sus abuelos paternos hasta que cumplió la mayoría de edad, los dieciocho años. Después de ver a su madre morir, y luego enterarse de que su padre no había sobrevivido como esperaba, Nijimura se había convertido en una persona más fría.

 Con los dieciocho cumplidos se trasladó a una universidad prestigiosa y allí conoció un par de Milagros. Porque Nijimura no se había quedado de brazos cruzados, había leído e informado todo lo que pudo acerca de los milagros. Se habían convertido en compañeros, casi amigos. Sin embargo, quien verdaderamente llamó su atención fue Masako Haizaki. Era años mayor que él, pero lo que realmente quería Nijimura era su Milagro. Masako podía apropiarse de los Milagros de otros a través de su saliva, por lo que era común utilizar un beso para lograr aquello.

 Shuuzou no tardó mucho en embarazar a su pareja y eso lo había vuelto una persona feliz, después de un largo tiempo. Adoraba ver y hablarle al vientre que día a día crecía en Masako, por primera vez se sentía enamorado realmente. Y cuando nació lo estuvo aún más. Shougo había alegrado su vida. Los años pasaban y Nijimura se rehusaba a dejar al niño, al punto que no volvió a tocar a Masako. La mujer se dio cuenta de ello y no dudó en recriminárselo en la cara.

—Shougo heredó tu milagro, querida –Fue la respuesta sonriente de Nijimura a la par que se relamía los labios. En ese entones Haizaki tenía cumplidos los ocho años y sabía lo mucho que su padre gustaba besarlo y tenerlo siempre encima.

—Estás enfermo, Shuuzou –Masculló asqueada la mujer sin saber si acercarse o no a su marido –Dame a Shougo.

—No, lo siento mucho –Respondió con simpleza dejando al niño sobre el asiento que ocupaba. Se giró para acercarse a la mujer. Ésta temblaba un poco, pero los movimientos de Nijimura la confundías. Después de todo, él era un saco lleno de sorpresas. Pero luego acarició su largo cabello azabache –Supongo que ya no te necesito – Y aquella sonrisa, aquellas palabras fueron las últimas que escuchó Masako. Porque Shuuzou era impredecible, y nunca hubiese pensado que él la apuñalaría. Toda una sorpresa.

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 Nijimura nunca iba olvidar el día que tomó a su único hijo, había sido especial para el mayor. El calor que ambos cuerpos radiaban superaba el amor tradicional de padre e hijo. El mayor siempre había sido el activo hasta que su pequeño hijo llegó a la adolescencia y con ello la rebeldía. Shougo había heredado la altura de su madre, y un poco de su mal genio. Y aunque Nijimura solía regañarlo, para sus ojos, Shougo seguía siendo su niño mimado. Ni siquiera le importó cuando habían cambiado los roles en la cama. En cambio, lo había encontramos muchos más placentero que antes.

 Amaba las caricias de Haizaki, porque comenzaban siendo suaves para después volverse salvaje. Los besos y las mordidas que sentía entre sus piernas lo obligaban a arquear la espalda. Shougo lo volvería loco un día de esos. Porque allí estaba su hijo, arrancándole gemidos y suspiros de la garganta, mientras éste lamía el largo de su miembro como si se tratase de un caramelo. Adoraba esa fogosidad, esa forma de amar que tenían.

 Ahora se había hecho con su miembro por completo y Shuuzou volvió a arquearse, aferrando una de sus manos entre los cabellos negros de Shougo para que éste llegase más profundo –Sigue… a-amor… angh! – Gimoteaba con un par de lágrimas corriéndole por las mejillas. Con sus lampiñas piernas rodeó el cuerpo del otro, intentando estar más juntos si era posible. Después de recibir un par de mordiscos leves en su glande se dejó llevar aún más, eyaculando y dejando que su hijo tragara su semilla gustosamente –Qué bien… -Suspiró mirando de reojo al menor quien se acomodaba mejor entre sus piernas para abrazarlo por las caderas.

—Te noto demasiado tranquilo, a pesar de que todos escaparon – Dijo con un tono indiferente el azabache sin dejar de acariciar los blancos muslos de su padre.

—Con su debido tiempo voy a encargarme de ellos uno por uno –Respondió empezando a peinar con sus dedos el cabello ahora negro de su hijo –Me gusta que ahora tengas el cabello natural.

—¿A su tiempo? –Haizaki se incorporó mirando el cuerpo desnudo de su padre. Le había hecho el amor hace una hora y no se había percatado de que tenía algunos cambios. Su trasero estaba un poco más grande, algo que no se atrevería a decirle a su padre, después de todo estaba de muy buen humor. Sus caderas estaban más anchas, más femeninas.

—Shougo… –Susurró llamando a su hijo para abrazarlo, sintiendo como se apoyaba su cabeza en su plano y delicado vientre –vas a ser papá y hermano mayor, Shougo.

 Shuuzou lo miró con una sonrisa relajada, y Haizaki lo miró con sorpresa y un poco de miedo. Eran pocas las ocasiones que su padre le sonreía de esa forma, con tal sinceridad y felicidad. Y un instante después se encontraba besando el vientre de su padre, porque aunque no entendía muy bien el asunto estaba feliz.

 —Logré lo que quería, Shougo –Continuó hablando el mayor –Nuestro hijo, tu hermanito, será el Milagro más fuerte de todos.

Ese era el plan después de todo, un bebé. Para Nijimura no había sido tarea fácil localizar a cada uno de los Milagros con los más interesantes Milagros. Pero por fin estaba en cinta. Había alterado su anatomía gracias a los expedientes antiguos de los laboratorios de Milagros Artificiales. Solo debía esperar nueve meses para que nazca, verificar que su Milagro sea contenga los genes con los que trabajó. Si el plan funcionaba no pasaría mucho tiempo para “encargarse” de quienes se habían rebelado contra él.

—Estoy tan feliz, Shougo –Rió Nijimura besando los labios de su hijo.

—Sí, puedo verlo –Respondió chasqueando la lengua –Espero que luego no me reemplaces por el mocoso.

—No digas eso, ¿por quién me tomas?

 Haizaki lo miró con el ceño fruncido. Conocía demasiado bien a su padre y el menor se iba a molestar mucho si su padre lo reemplazaba por el nuevo niño. Su padre amaba los niños y no se una forma muy sana. Pero decidió dejar de lado los pensamientos acercar de su padre pederasta y prosiguió con chupones y besos que de a poco rodeaban el blanco cuello de Nijimura.

—Mmh… Lléname otra vez, Shougo –Suplicó recibiendo nuevamente las caricias de su hijo. Jadeó gustoso al sentir los dedos del azabache clavándose en sus muslos. De forma ruda lo abrió de piernas para meterse entre ellas. Su entrada ya estaba totalmente dilatada y aún fluía el espeso semen del menor. Su interior estaba caliente y delicioso como acostumbraba. Haizaki entró sin avisar, desarraigando un nuevo jadeo del mayor –Si…sigue… así… ah!

 Haizaki continuó con fuertes embestidas, llenas de energía, observando fascinado a su padre revolándose y tironeando de las sábanas con desesperación –Papá –Lo llamó gruñendo del placer, del calor que rodeaba su miembro.

—Me… Me encantas, Shougo… te amo mucho...! –Las lágrimas y un rojo escarlata describían el rostro de Nijimura en ese momento. Cuando las embestidas que le proporcionaba su hijo se hicieron precisas, siempre tocando el punto que llevaba a Shuuzou al paraíso, éste no duró mucho más. Su esfínter se contraría ansioso, señal de que estaba a punto de llegar al cielo. Al instante se vino sobre su vientre, mirando a su hijo con ojos soñadores, ya cansados de tanto esfuerzo -¡Shougo!

 Luego de sentir la semilla de su hijo y amante permaneció relajado, comenzando a adormecerse debido al esfuerzo. Mientras Haizaki salía de su interior para recostarse a su lado, arropándolo con una fina sábana. Shougo no solía demostrar sus sentimientos hacia su padre, al menos desde que cumplió los quince años. Se había vuelto más cerrado en ese sentido, pero demostraba cuánto lo amaba con bromas, con su forma salvaje de ser y sobre todo a la hora de poseerlo. Le gustaba verlo, y observarlo mientras dormía lo calmaba. Admiraba la radiante belleza que radiaba, porque los años no parecían pasar para el hombre que amaba.

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 Akashi había salido hecho una furia de la casa del doctor Midorima. Ni siquiera se molestó en abrir la puerta como una persona civilizada, porque de un simple vistazo había roto por completo el vidrio de la puerta. Estaba enojado con todos, incluso con Murasakibara quien no había querido soltarle en ningún momento. Emprendió su camino con el oso detrás, quien lo seguía con la cabeza gacha y haciendo un puchero. El pelirrojo lo había oído disculparse con él unas cinco veces, pero éste ni si quiera le había respondido.

 Su rostro estaba rojo de la rabia que corría por sus venas. Ya se le pasaría, ya podría desquitarse más tarde con todos. Ahora su misión era viajar y encontrar a todos los que se burlaron de él.

 Viajó junto a Atsushi, quien siempre estaba allí para cargarlo o darle algo de comer, porque el camino era largo. Se habían alejado mucho de la ciudad, llegando a un edificio abandonado en medio de un campo levemente nevado.

 Dentro del edificio se sentía el frio y la humedad del ambiente. Era terrorífico aquel lugar. Las paredes estaban escritas con grafitis, llenas de moho, lleno de hongos. Era un laboratorio extremadamente grande, tomarían horas en revisarlo por completo, pero nada que el agudo olfato de Murasakibara no pudiese solucionar.

—¿Algo interesante, Atsushi? –Preguntó serio Akashi cruzándose de brazos para mirar a su gran pareja. Éste levantó la cabeza para tomar aire profundamente para luego responder.

—Huele a mamá, Aka-chin.

—¿Mamá? –Pregunto arqueando una ceja con intriga y desconcierto. Él jamás tuvo una madre, por lo que ni siquiera lograba hacerse una idea, pero se dejó guiar por la nariz de Murasakibara que no paraba olfatear.

—Tal vez pueda seguir el rastro, Aka-chin –Agregó saliendo del edificio –Será difícil, parece que fue hace mucho tiempo, Aka-chin.

—No importa, tenemos tiempo – Dijo como última palabra el pelirrojo para atraer hasta su altura al pelimorado y así besar con pasión al oso -La venganza es un plato que se sirve frío, Atsushi...

 


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