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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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—¿Prometida?

La expresión de Christian apenas cambió, pero James pudo contemplar perfectamente como sus facciones se iban endureciendo, dejando una mueca rígida que pretendía ser una sonrisa amable.  Aunque no podía evitar sentir cierto regocijo, y a la vez culpabilidad, por aquella expresión del pelinegro ahora tenía otras prioridades que atender. Interponiéndose entre Christian y Milena se volvió, quedando de espaldas al de ojos azules. Con delicadeza agarró a Milena por los hombros, con gesto confidente y cariñoso. Había cometido un grave error saliendo a aquellas horas por el mercado sin la mínima precaución, pero por suerte había sido aquella chica tonta la que le había descubierto y sabía que no sería muy difícil convencerla para que no contase nada de este asunto.

—Es un compañero de trabajo Milena—La joven no parecía haberse percatado de la expresión de acero de Christian, porque en seguida dio aquella respuesta como válida y comenzó a parlotear.

—¡Verás cuando mi padre se entere de que estás aquí! Estaba esperando a que terminase con unos asuntos que tenía en el mercado, así que no debe andar muy lejos, se alegrará mucho de saber que la boda va…— La chica se calló unos instantes, mirando asombrada a Christian de nuevo—. ¿Tu amigo está bien? Tiene un tic en el ojo— James esbozó una sonrisa falsa y se aseguro de que con su cuerpo tapaba a Christian del campo de visión de la chica.

—Se le pasará. Ahora escúchame Milena— Avanzó un poco para quedar más cerca de la muchacha, pudiendo así bajar un poco el tono de voz—. Tu padre te contó la razón de mi ausencia, ¿no? 

La chica asintió entusiasmada y se le escapó una pequeña risilla que tuvo que contener con la mano. 

—Dijo que tenías que realizar una misión importante para el rey— El chico movió ligeramente la cabeza en gesto afirmativo, mientras su interior agradecía a Karen por haberle ayudado con su coartada.

—Exacto… pero verás Milena, precisamente eso es lo que estoy haciendo ahora. La misión— la chica parpadeó confundida. James siguió bajando el tono de voz, intentando darle más secretísimo a todo. Realmente era como estar hablando a un niño pequeño—. Ahora mismo estamos de incógnito, así que no puedo ver a tu padre — La boca de la chica formó una perfecta “o” al comprender. El castaño se llevó un dedo a los labios—. Agradecería que no dijeses nada a nadie. No queremos que la misión salga mal ¿Verdad?

—¡Oh! Por supuesto que no, cariño. No diré nada ¡Lo prometo! —Sabiéndose triunfante, James guiñó un ojos a la muchacha antes de, por fin, apartarse de ella. Esta por un momento dudo—, pero… llegarás a tiempo para la boda ¿verdad?

James tardó unos segundos en responder, preguntándose cómo demonios podía existir alguien con unas necesidades en la vida tan superfluas, luego volvió a adoptar una sonrisa amable y asintió.

—No te preocupes por eso— La chica mostró una sonrisa radiante y con efusividad le abrazó para darle un efímero beso en los labios. James habría jurado que escuchó un sonido estrangulado a sus espaldas durante aquel contacto.

—Entonces ya nos veremos cariño. No te olvides de mi— Dicho eso se fue tan rápido como había venido, dejando a James alucinado. El muchacho suspiró aliviado “Es increíble que haya sido tan fácil de convencer” Al volverse para mirar a Christian toda la seguridad que había tenido al hablar con Milena desapareció. El pelinegro seguía paralizado en el mismo sitio, con la mirada desenfocada y una mueca extraña en el rostro. Queriendo evitar el tema todo lo posible James pasó a su lado, chochando ligeramente su hombro con el de Christian, y retomó el camino hacia donde habían dejado al grupo.

—Vamos —El ladrón pareció recobrar la movilidad con un pequeño estremecimiento y se apresuró a seguir al castaño. James mantenía los puños cerrados con fuerza y deseaba internamente que Christian no dijese nada, pero obviamente no iba a tener tanta suerte.

—¿Desde hace cuánto? — Aunque le escuchó perfectamente no contestó, pero Christian no se dio por vencido—. James—el tono de su voz al llamarle era muy parecido a uno histérico. Al no obtener respuesta el rostro de Christian se tornó de un color cenizo—. No me digas que…¿Desde antes de conocernos? —James frenó en seco y el pelinegro tuvo que hacer unos extraños malabares para no chocarse con él.

—¡¿Qué?! ¡No! ¿En serio me crees tan mezquino Christian? —El pelinegro enmudeció, consciente de que había sido un idiota por llegar a pensar que James habría podido salir con él cuando ya estaba comprometido.

—No… Lo siento, yo…

—No te confundas Christian, de los dos el mezquino eres tú— La disculpa se disolvió de los labios del pelinegro para dejar pasó a un resoplido de rabia ante el insulto tan gratuito. Sabía que merecía aquel desprecio por parte del castaño, pero eso no quitaba que le doliese.

—Claro, el mezquino soy yo— Dijo con tono sarcástico mientras continuaba por el camino—. El mezquino, el rastrero, el idiota… porque claro, la culpa siempre la tiene Christian—Hablaba con excesivo sarcasmo, impregnando su voz de una falsa alegría. Estaba cansado de tener que sufrir por todos los lados, de las burlas por parte de Nico y Axel, del desprecio de James y sus amigos—. Porque da igual lo mucho que haya sufrido por tener que dejar atrás a sus seres queridos, o lo mucho que odie trabajar para alguien tan detestable como Axel, ¡es siempre su culpa!. Es su culpa ir a buscar a su padre y descubrir que lo único que había dejado era una montaña de deudas a un mafioso y que había entregado a su familia a modo de fianza. Y es su culpa haberse metido él solito en todos estos problemas, podría haber dejado a sus hermanos morir de hambre perfectamente, pero noooo. Fue el idiota que decidió intentar salvarles y tiene que pagar por ello de todas las maneras posibles.

Ahora era el turno de James de enmudecer. Christian siguió despotricando hasta que cesó de hablar abruptamente, al percatarse del rostro del castaño. Se llevó una mano a los cabellos frustrado y volvió a disculparse.

—Lo siento, no tengo derecho a quejarme, pero… — Se mordió el labio “Duele ver como todos te odian cuando solo intentas que todo salga bien” James negó con la cabeza y musitó.

—Yo nunca he querido decir…— parpadeó confundido ¿Decir qué? ¿Qué todo era su culpa? Sí lo había hecho, y cierta parte de su ser no podía evitar seguir pensándolo, pero hasta ahora nunca se había parado a pensar que para Christian también debía de haber sido difícil y que no había tenido otra opción.

El pelinegro suspiró de nuevo. Tenía la impresión de que últimamente todas las conversaciones con el castaño acababan en una discusión y eso le agotaba.

—¿Por qué te has prometido James? —El aludido se cruzó de brazos, repentinamente a la defensiva.

—¿Y eso a ti qué te importa? —Sonó más brusco de lo que pretendía, pero no había otra manera de evitar aquel tema 

— Casarte con esa chica no te va a hacer feliz— A James se le escapó una carcajada seca —

—¿Acaso tú me vas a hacer feliz? —Christian tuvo ganas de suspirar por milésima vez en aquel día, consciente de que ahí iban de nuevo, directos a una nueva pelea —. ¿Celoso? —Christian le miró con ojos tristes.

—Sí — James sintió un escalofrío al escuchar esa palabra, tan sincera en los labios del pelinegro—. Odio pensar que ella puede hacer lo que yo no. Casarse contigo. 

Ambos se contemplaron a los ojos mutuamente unos instantes, hasta que el soldado habló.

—Eres un idiota —No lo dijo con tono peyorativo, ni despectivo, ni con ninguna intención de hacer daño y Christian sonrió tristemente. 

—No me vas a contar nada sobre ese casamiento ¿Verdad?

—No veo por qué tendría que hacerlo — El ojiazul meditó la respuesta unos segundos y luego se puso en movimiento de nuevo, como si nada hubiese ocurrido.

—Vamos, el grupo vuelve a la casa dentro de 5 minutos —Ambos chicos se apresuraron a regresar al punto de partida de aquel extraño día. Todos los pequeños se encontraban ya ahí, subiendo al carruaje agotados después de un día entero al descubierto en la fría calle. Antes de subir tenían que dar todo lo que habían conseguido con las limosnas a la chica del pelo corto naranja que por la mañana había dado las ordenes. James se subió al carro junto a todos en silencio. Tardó unos segundos en darse cuenta de que Christian no había subido detrás de él, sino que permanecía de pie fuera de la carreta. El castaño le miró con ojos interrogantes, pero Christian se limitó a ir hasta la muchacha que seguía contando las ganancias y hablarle con tono natural.

—Volved sin mi. Yo ya he acabado todo el trabajo que tenía por hacer —La chica no se mostró extrañada por eso y asintió mientras se subía al carro. Tras una leve orden de esta el cacharro se puso en movimiento dejando al pelinegro en las calles del mercado. 

En la vuelta tardaron más que para la ida, tal vez querían asegurarse de que nadie les espiaba para descubrir la mansión, o simplemente que tras el largo día los caballos se negaban a tirar con todas sus fuerzas. Cuando James se bajó del carro se encontraba de nuevo en los lúgubres almacenes. Un extraño pesar le invadió al saberse de nuevo en aquella horrible casa, definitivamente no era la sensación que uno tenía al volver a su hogar.

Todos se encontraban tan agotados que fueron directos al comedor, dispuestos a cenar y luego tirarse a un colchón (Duro, pero al menos colchón) para caer en los brazos de morfeo.

James ocupó su sitio habitual enfrente de Gray, que ya se encontraba ahí, comiendo con aire distraído. En cuanto el muchacho se hubo sentado su compañero preguntó.

— ¿Le has convencido?— James negó con la cabeza, mientras alargaba la mano para coger la onza de pan que le correspondía como cena.

—Se ha negado completamente, dice que es muy peligroso y…— El castaño cesó de hablar abruptamente y la sospecha empezó a crecer en su interior. Christian se había negado, pero luego había querido permanecer en la ciudad y no regresar con ellos a la casa. ¿Habría cambiado de opinión? El muchacho sacudió la cabeza quitándose esas ideas. No había ninguna razón para que Christian hubiese cambiado de parecer tan de repente—. En fin ¿Qué tal tu día? 

Gray se encogió de hombros, mientras hacia rodar un trozo de pan por su plato.

—Nada en especial. Hoy he hecho un nuevo amigo — Sonrió con esa sonrisa que James había empezado a apreciar como falsa—. Se le da de pena jugar a las cartas, pero es entretenido. 

El soldado sabía que se estaba guardando algo más, algo que enturbiaba su humor y le daba una expresión triste a sus ojos, pero Gray era así, ocultando siempre lo que realmente le afectaba. James quería insistir, pero sabía si tenía la suficiente confianza con el rubio como para creerse con el derecho de saber que es lo que le tenía deprimido.

Mantuvieron una conversación superflua mientras terminaban de cenar y juntos se apresuraron a volver al dormitorio, que a aquellas horas estaría desierto. Cada uno iba sumido en sus propias reflexiones y no fue hasta que llegaron a la habitación que James se atrevió a poner sus pensamientos en palabras. 

—¿Tu crees… tu crees que las razones de Christian para hacer todo esto…?— Desde su cama Gray se volvió para observar al castaño.

— ¿Si justifican todo lo que ha hecho? —James asintió en silencio y el rubio fijó su mirada en el techo de la litera en la que se encontraba —. No estoy de acuerdo con la manera en la que ha llevado las cosas, pero comprendo sus razones. No estoy enfadado con él porque haya decidido dejar a sus amigos por ayudar a su familia. A fin de cuentas, son sus hermanos ¿Quién si no es él les va a ayudar? —James se mantuvo inmóvil, observando la mirada melancólica de Gray—. Yo habría hecho lo mismo, si Christian les hubiese dejado a su suerte habría acabado arrepintiéndose de ello toda su vida. 

“Ahí está de nuevo” pensó James “El Gray que parece saber mucho, pero dice poco” Ahora era el momento de preguntar, y James lo sabía. “Si tú no preguntas él no te lo va a contar” 

—Gray… Tú tienes hermanos ¿Verdad?

Karen terminó la fría cerveza que había pedido y la dejó sobre la barra de la taberna con un golpe seco. Llevaba por lo menos una hora en aquel bar, había insistido mucho en ser él el que esperase noticias de James en aquella taberna, pero una vez dentro se había descubierto intentando olvidar sus frustraciones de la manera más mundana posible. Emborrachándose 

—Otra, por favor— La camarera le miró con curiosidad y ladeó la cabeza con gesto coqueto haciendo que sus rizos rubios ondeasen. 

—¿Un mal día, chico? — El chico ignoró los obvios intentos de seducción de la mujer, que no tenía nada que envidiar de las muchachas más jóvenes del lugar y se limitó a agarrar con fuerza la jarra que esta le pasó por encima de la barra.

—Un mal mes — La mujer sonrió comprensivamente mientras retiraba los vasos vacíos que había ido dejando el rey a su paso —. Dime…

—Anne — Se presentó la tabernera con una sonrisa.

—Anne. Las mujeres entendéis a otras mujeres ¿no? —Aquel comentario pareció hacer gracia a la rubia, que no mostró reparo en no ocultarlo.

—Bueno, creo que no se me da del todo mal comprender a las personas. Es parte del oficio.

—Entonces. ¿Qué opinas de una mujer, que es plenamente consciente de que tú sientes algo por ella, y sabiéndolo te propone que te cases con otra chica distinta? —Anne le observó pensativa unos momentos.

—Opino que esa mujer tiene una manera de pensar… peculiar— Aquello le hizo gracia a Karen, que no pudo evitar soltar una pequeña carcajada contenida.

— Y que lo digas — “Más bien es la mujer más difícil de comprender del mundo”

—Supongo que al recomendarte que te casases con otra pretendía rechazarte de manera cordial… o retorcida, quién sabe—El humor del castaño volvió a decaer.

—Lo sé— Musitó con tono débil y volvió a dar un largo trago a su cerveza—. Vaya que si lo sé.

Las imágenes de aquel día volvieron a invadirle la mente, como casi todas las noches. Había sido justo después de ofrecerle a James la idea de que se casase con la hija del general para limpiar su imagen. Una vez este había aceptado el plan tanto Karen como Jenna habían dejado la habitación del soldado, pretendiendo darle tiempo para pensar. En aquel instante Jenna había estado muy callada y no había sido hasta que llegaron a la puerta de la joven y esta estaba por adentrarse y dar las buenas noches, que había decidido hablar.

—¿No es increíble como un simple matrimonio puede resolver problemas? —la voz de la chica había sonado pensativa y desprovista de emoción alguna. Karen se había detenido a su lado, sin percatarse en ello.

—Supongo que cuando hay conflictos la idea de una unión puede resolver las diferencias entre la gente — Cuando vio el destello en la mirada Jenna fue cuando comenzó a sentirse incómodo.

—Exacto— Había cierto tono de victoria en la voz de la chica—. Un matrimonio puede resolver conflictos de todo tipo.

Karen la había mirado receloso unos instantes.

—¿A qué pretendes llegar con todo esto Jenna? No comprendo.

—El rey de Kraig tiene una hija…¿verdad? — Karen no contestó, la miró con rostro repentinamente severo.

—No puedes estar insinuando que me case con la princesa de Kraig

—¡Piénsalo! —La expresión de la chica mostraba cierta ansia, como quien se sabe cerca de un tesoro y está a solo unos pasos de conseguirlo—. Una unión de tal calibre con Kraig… ¡No habría que preocuparse por la guerra nunca más! Conseguiríamos conexiones, alianzas, paz…

—Basta Jenna —La voz de Karen sonó más fuerte de lo que pretendía, resonando por los pasillos desiertos. El chico miró a joven con una expresión seria y dolida—. ¿Cómo puedes llegar a ser tan cruel de proponerme algo así?

—¿Cruel? —La chica parecía molesta y sorprendida—. ¿Acaso no es eso lo que quieres? ¿Paz?

—¿No sabes lo que duele escuchar esto venir de ti?¿Está es tú manera de rechazarme? —La chica apretó la mandíbula con fuerza.

—Estás sacando las cosas de contexto — Karen dejó escapar una sonrisa amarga.

—Sí, claro. Soy un estúpido por sentirme dolido por algo así— Aquel tono hizo más daño a la muchacha que si le hubiese gritado—. ¿Sabes? Tienes razón. Un matrimonio solucionaría todo. Gracias por la idea, Jenna.

La chica observó con impotencia como el de ojos grises pasó a su lado sin mirarla. 

—Karen…—No hubo respuesta.

El chico ya se había dado la vuelta y se alejaba con paso firme.

Después de eso no se habían vuelto a hablar por días. Cuándo Jenna corrió a pedirle ayuda con el asunto de James Karen había acabado cediendo y habían mantenido una conversación de los planes de su amigo cuando la chica tuvo que explicárselo todo, pero nada aparte de eso. Aquellas últimas semanas habían sido de completa evasión por parte del rey.

Y ahora se encontraba en un bar mugriento, bebiendo mientras maldecía sus penas. Qué patético.”Siempre soy patético cuando se trata de Jenna” 

La puerta del bar se abrió y el rey se giró a medias para observar al recién llegado, guardando la esperanza de que fuese su amigo o aquel extraño rubio con el que, según Jenna y Dan, James se había marchado. Ninguno de los dos asomó por la puerta, pero la sorpresa no fue menor por parte de Kareen al ver en la entrada a Christian, abrigado con una capa oscura y recorriendo la estancia con la mirada. Los ojos de ambos se encontraron enseguida y a Karen no le cupo ninguna duda de que el muchacho le había reconocido a pesar de encontrarse el también refugiado tras una capa gruesa que ocultaba parte de su rostro. 

Christian avanzó hacia él con aire tranquilo, sin prestar demasiada atención al resto de gente de la taberna. Aunque Karen sabía que, al igual que él, el pelinegro ya había examinado a cada uno de los clientes del lugar, asegurándose de que no había nadie sospechoso.

El ladrón ocupó el taburete de la barra más cercano a él, quedando uno sentado al lado del otro. Pidió una bebida con amabilidad y esperó a que la mujer de rizos de oro se la hubiese entregado antes de hablar.

—No imaginaba que fueseis a traer al pez gordo para algo tan simple como dar noticias— Karen frunció el entrecejo.

—No me imaginaba que fuese el traidor el que me iba a darlas— Tras la capa el rey pudo ver como los labios del pelinegro formaban una tensa linea—. Supongo que si estás aquí es porque ya has descubierto a James. 

—Has sido un irresponsable dejándole ir a un sitio tan peligroso— Karen habría querido reír, si no fuese porque se sentía un tanto culpable.

—Lo planeó a mis espaldas —Christian chasqueó la lengua. Era de esperar viniendo de James.

—Solo vengo a informar de que se encuentra bien. Nadie le ha descubierto y yo me ocuparé de que no le pase nada— dijo con tono monótono —, pero no te preocupes. James tampoco se fía tanto de mi como para haberme dicho algo de información importante, así que no podría delataros a nadie aunque quisiese — Karen ocultó muy bien el alivio que le producía saber que su mejor amigo seguía bien.

—Hace bien desconfiando en ti— Dejó en la barra un par de monedas de plata —. Supongo que ahora que me has dicho todo lo que sabes no tiene sentido que continuemos con esta conversación. Buenas noches— La mano del pelinegro se aferró a su hombro, impidiéndole incorporarse del taburete. No había agresividad en su gesto, pero el agarre era lo suficientemente fuerte como para retenerle.

—Espera— Karen observó por fin el rostro completo de Christian, con una expresión indescifrable—. ¿De qué va todo eso del matrimonio?

Karen encarnó una ceja mientras volvía a acomodarse en el asiento. Una sonrisa burlona apareció en sus labios

—¿Por eso has venido aquí? ¿Porque te has enterado del matrimonio de James?— El pelinegro ignoró la burla en su tono.

—¿Por qué le has dejado hacer algo así? Eso no le va a hacer feliz — Karen suspiró.

—¿Por qué debería contarte sobre esto? Está claro que James no lo ha querido hacer.

— No lo voy a consentir —Murmuró el ojiazul —. No voy a permitir que James haga algo así.

—Lo consentiste en el momento en el que le abandonaste, Christian— Su voz sonó cruel, pero no le importó. Es más, se alegró de ver la mueca dolida en el rostro del pelinegro. Sin tener nada más que añadir se levantó de su sitio y se marchó. 

Cuando Christian regresó a la mansión ya eran pasadas las doce de la noche. No se molestó en acercarse al comedor, ni siquiera ir a las cocinas. Lo único que quería era tumbarse en la cama y no despertar después de aquel día de mierda. Por ello fue directo a su habitación y no se sorprendió al ver a Scapa parado enfrente de su puerta, esperándole. Soltó un suspiro de alivio. Scapa era el único con el que podía compartir sus penurias, el único que le comprendía y que había dejado mucho atrás, solo por ayudarle como amigo que era, y no podía estarle más agradecido por ello.

—Buenas noches — Murmuró mientras abría la puerta de su habitación, dejando que pasase el líder de la banda antes que él.

—Tenías razón— Dijo el mayor nada más hubieron entrado. Christian contempló como su amigo se sentaba al borde de su cama y se cubría el rostro con las manos—. Gray está aquí. Dios…si tú no me hubieses advertido yo… yo no sé que…— Scapa cerró con fuerza los ojos y inspiró y expiró con fuerza—. Gracias.

—Para eso están los amigos… supongo— Christian se dejó caer en el colchón, justo al lado del castaño, permaneció en silencio mirando el techo mugriento de la habitación.

—Le dije cosas horribles— musitó el chico con tono horrorizado—Le recriminé diciendo que solo buscaba atención, dios…, y él se enfadó… nunca había visto a Gray tan enfadado— Christian alargó la mano para apoyarla en el hombro de su amigo.

—Tío, con el reviso respeto, eres idiota — Luego colocó ambas manos por detrás de su cabeza—. Siempre que está Gray de por medio eres idiota.

— Lo sé— Scapa sacudió la cabeza, intentando olvidar aquellas imágenes de Gray gritándole—, pero no tiene sentido preocuparse por eso ahora. Hay algo que tengo que decirte. Nico ha vuelto a la casa.

—Oh. Nico— Christian pronunció el nombre con fastidio, luego, se incorporó con brusquedad —¿¡Nico!?

—¿Tanto me habéis echado de menos? —Ahí, salido de la nada y apoyado contra el marco de la puerta de la habitación del pelinegro, Nico les observaba con una sonrisa radiante—, no sabía que me apreciaseis tanto, pero no me extraña. Este sitio es un aburrimiento sin alguien como yo para poner interesantes las cosas— Christian observó al chico horrorizado, pero no prestaba atención a lo que este decía “Nico sabe quién es James” — Venía para informar al señor “Mi vida es una mierda” que va a tener que continuar con el trabajo de Aldrich un poco más, el jefe me ha asignado una tarea más importante.

“Nico le ha visto, conoce su rostro y no va a dudar en delatarle si le descubre” Con una mueca de horror Christian no pudo hacer otra cosa que contemplar el rostro burlón del que podía ser la perdición de James.

 


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