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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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Aunque Gray siempre se había considerado una persona muy social aquellos últimos días sin la compañía de James le hicieron sentirse verdaderamente solo. El simple hecho de no tener alguien con quien hablar a la hora de levantarse o durante el desayuno bastaron para deprimirle rápidamente y, aunque el resto de los niños de aquella casa siempre formaban un revuelo a su alrededor y Nayra y Oscar estuviesen con él cuando podían, el rubio se encontró a sí mismo deseando que el soldado se recuperase de sus heridas pronto para poder verle más a menudo.


En aquel momento observaba su mísero desayuno sin muchas ganas de nada, intentando prepararse mentalmente para el largo día en silencio que tenía por delante y amparándose en la frágil esperanza de que al menos podría intentar hacer algo interesante por la tarde "Seguro que puedo convencer a James para echar una partida hasta por la noche" Sonrió imaginándose lo mucho que molestaría a Christian esa idea, consciente de que todo el momento que pasaba Gray junto a ellos dos era momento que aprovechaba para intentar soltar alguna cosa embarazosa del pelinegro enfrente del castaño.


 De repente, un rostro conocido entró al comedor y los pensamientos del rubio quedaron interrumpidos. Gray observó asombrado como Scapa se adentraba entre las mesas repletas de niños y sintió como los nervios le invadían al ver como el mayor recorría la sala con la mirada. "Me busca" No había duda de ello, el problema era que Gray no estaba muy seguro de querer verle a él. La última vez habían discutido y él había acabado diciendo cosas que ahora con la mente fría se le hacían ridículas y embarazosas. Cruzó los dedos por debajo de la mesa y fijó la cabeza en su bol de avena intentando pasar desapercibido "Que no mire hacía aquí, que no mire hacía aquí"


—¿Gray? —El rubio dejó escapar una palabrota por lo bajo al sentir la voz de Scapa a sus espaldas. Cerró con fuerza los ojos unos instantes y para cuando se volvió para mirar a su amigo una perfecta falsa sonrisa adornaba su rostro.


—Creo que te equivocas, yo me llamo Damian —dijo con inocencia. Scapa frunció el ceño ligeramente por su descuido y miró a ambos lados con desconfianza. Nadie parecía estar prestándoles atención. 


—Damian, ven, necesito hablar contigo — Sin esperar confirmación por parte del rubio dio media vuelta y caminó hacia la salida. Gray miró su bol medio lleno y contuvo un suspiro.


—Ni siquiera me has dejado terminar el desayuno —Aún así se levantó y siguió al muchacho con docilidad, tal vez movido por la curiosidad de qué es lo que traería a Scapa hasta él. 


Caminaron uno detrás del otro durante unos instantes, hasta que por fin llegaron a un pasillo que Scapa debió de considerar seguro. Entonces el castaño se detuvo y se apoyó en la pared, cruzándose de brazos. Gray se mantuvo de pie a su lado, observando con cierta molestia la diferencia de altura que había entre ellos a pesar de que Scapa estuviese ligeramente encorvado. Este decidió dejarse de silencios incómodos y habló.


—Te han transferido a la sala de juegos— Gray no pudo ocultar su sorpresa ante esa noticia, sus labios formaron una perfecta "o" y sus pupilas se agrandaron.


—¿Por qué? —Scapa gruñó.


—Nico vino a decírmelo el día... el día de la pelea. Dijo que había encontrado a un excelente jugador —Gray dejó escapar una mueca de culpabilidad, tal vez jugar a las cartas con aquel chico no había sido la mejor idea—, pero está claro que eso es solo palabrería ¿A caso le has dicho algo? 


—¿Algo?¿Yo? —Gray miró a ambos lados, turbado—, yo no le he dicho nada.


"No dijiste nada, pero él lo adivinó ¿No?" Nico le había leído como un libro abierto desde el primer momento. Entonces, ¿Está era su respuesta? Parecía como si Nico hubiese entendido su necesidad de huir de sus problemas y no le dejase hacer, le obligaba a afrentarlo y le ponía a trabajar con Scapa codo con codo. "¿Es su manera de decir que tengo una segunda oportunidad?" 


— Pues no creo que todo esto haya sido por casualidad...—Scapa suspiró y se llevó una mano a la frente, sentía su propio pulso golpear contra las sienes dolorosamente—, no tiene sentido preguntarse el por qué o el cómo. Lo siento... me temo que tendrás que trabajar en el casino por el momento.


Gray asintió, aunque aún seguía demasiado perdido en sus propios pensamientos como para prestar atención a Scapa. Ambos se dirigieron juntos al nuevo puesto de trabajo. El casino era otro de los numerosos edificios que conectaban con la casa principal por medio del patio. Entraron por la puerta trasera donde Scapa consiguió ropa de la talla de Gray más adecuada a su nuevo trabajo. Era un uniforme sencillo, pero el rubio agradeció poder ponerse ropa limpia y cuidada después de tanto tiempo en harapos. 


Una vez listo el castaño le guió hasta la sala de juegos. Nada más entrar Gray sintió que había sido trasladado a un mundo completamente diferente. A diferencia de los almacenes de trabajo donde trabajaban los niños el interior del casino estaba perfectamente cuidado, alfombras mullidas, paredes lisas y repletas de espejos pulidos y cuadros. Por toda la sala se esparcían mesas de juego sobrias y elegantes. El uniforme negro de los trabajadores contrastaba con los estrafalarios conjuntos de los clientes, llenos de color y de lujos innecesarios. La atmósfera viciosa pronto invadió al rubio que sintió como si un aura atosigante le rodeaba y dificultaba su respiración. Mirase donde mirase un mal recuerdo de su época de jugador profesional le venía a la mente. Puede que el muchacho hubiese salido corriendo de esa sala si una mano gentil y segura no se hubiese aferrado a su hombro. Gray se volvió para mirar el rostro de Scapa a poca distancia del suyo. Las facciones hasta ahora duras del castaño se habían ablandado y en sus ojos se veía reflejada la comprensión. Scapa debía entender qué sensaciones invadían a Gray en aquellos momentos.


—Puedes hacerlo Gray —El rubio sintió una sensación de deja vu, era como si el Scapa de antes de toda aquella locura hubiese vuelto, el que se preocupaba por él y le hablaba con amabilidad. El Scapa por el cual Gray aún seguía aferrándose a una posibilidad inexistente—, estaré a tú lado si me necesitas.


Gray sonrió. Había echado de menos a ese Scapa. Con una mirada mucho más segura de sí misma se volvió hacia las mesas de juego y entrelazó las manos para hacer crujir los dedos. 


—¿Por cada cien monedas que gane me pillas algún bollo de la sala de superiores? —Scapa dejó escapar un bufido.


—¿Te crees que me chupo el dedo? Acabarías dejando la despensa vacía. Por cada mil—Gray sonrió burlón.


—Vaya, yo que pensaba pegarme un festín. 


Por la expresión de Scapa parecía que estaba evitando sonreír el también, aunque al final acabó por fruncir el ceño.


—Un momento, ¿cómo sabes tú lo de los bollos? —Gray soltó una carcajada y sin decir nada más se dirigió a una de las mesas que estaban libres.


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El sonido ahogado de la gente a través de las paredes fue suficiente para sacar a James de su sueño. Adormilado miró a su alrededor, seguía en aquella habitación individual, ahora apodada "enfermería". A su derecha Christian dormía, sentado en una incómoda silla de madera y con medio cuerpo apoyado en el borde de su cama. James frunció el ceño al verle, le habría dejado un hueco en la cama si hubiese sabido que se iba a pasar toda la noche ahí sentado o le habría mandado a dormir a su propia habitación si este se negaba, pero Christian era demasiado cabezota y había insistido en quedarse junto a él hasta que cayese dormido. " Ahora tendrás dolor de espalda, ladrón estúpido"


El soldado contempló su rostro, libre de preocupaciones gracias al efecto del sueño. Por su mente aparecieron imágenes de él mismo en una postura similar a la que ahora ocupaba el pelinegro, sentado enfrente de un malherido Christian mientras Oma curaba las heridas que había recibido por intentar protegerle. Parece que ahora los papeles se habían invertido.


—Por fin tenemos algo en común —murmuró con sorna, aunque la expresión seria de su cara no varió ni un ápice.


De nuevo el sonido del ajetreo en el exterior le devolvió a la realidad. James alzó una mano hacia el ojiazul, pero se detuvo a unos centímetros de su objetivo, dudoso. Sintió como su pulso se aceleraba con el mero pensamiento de tocarle y tragó saliva con dificultar. Al final se rindió ante sus deseos internos y con delicadeza apartó los cabellos negros del rostro de Christian, cuando este se removió en su sueño James posó la mano en su mejilla. 


—Christian—llamó con voz tranquila y amable—, despierta.


El ladrón parpadeó un par de veces, intentando acomodar la vista a la repentina luz que invadía la habitación. Aún adormilado se intentó desperezar y James aprovechó el movimiento para retirar la mano que aún acariciaba el rostro ajeno, sintíendose repentinamente culpable de haber hecho aquel gesto con tanta naturalidad.


—¿Qué hora es?


—Tarde —El castaño no sabía la respuesta, pero a juzgar por la luz que entraba por la ventana ambos habían dormido de más—. Deberías irte a trabajar.


—¿Trabajar? —Christian arrugó la nariz en un gesto de desconformidad que rápidamente se transformó en un bostezo, dándole un aspecto infantil—. no pienso ir a trabajar. Hoy me quedo contigo.


James suspiró, ya se había imaginado una reacción de aquel tipo por parte del pelinegro. Si solo conseguir echar a Gray la noche anterior había sido una verdadera locura hacer que Christian se marchase ahora no iba a ser tarea más fácil.


—Christian, te recuerdo que ir o no a trabajar no depende de ti —Se cruzó de brazos como si aquel simple gesto le proporcionase más autoridad—. Además, yo estoy perfectamente.


—...pero estás herido... y necesitas ayuda, ni siquiera has desayunado.


—¡Vaya! no sabía que una muñeca rota provocase la incapacidad de andar hasta la cafetería.


El ojiazul enmudeció. No quería dejar solo a James, pero se veía incapaz de decir la verdadera razón de su preocupación. Si confesaba que quería evitar que el soldado recordase aquella pelea y a aquel chico tal vez conseguiría el efecto contrario al mencionarlo. Lo que no sabía es que James había soñado toda la noche con aquel rostro asustado y desprotegido, y que en el propio sueño ya había gritado de angustia, llorado de rabia y suplicado a aquel pobre chico que le perdonase donde fuera que estuviese ahora, repitiéndose una y otra vez que él era el culpable.


James se forzó a sí mismo a sonreír con naturaleza, consciente de cuales eran los pensamientos que invadían en aquellos instantes al otro.


..Si queremos que todo salga bien necesito que actúes con normalidad y vayas a trabajar. Por favor.


Christian dudó unos instantes y al final acabó por gruñir de mal humor mientras se levantaba.


—Volveré en cuanto termine con en el encargo. Asegúrate de comer algo y James...—de nuevo enmudeció unos segundos, inseguro de qué decir—, descansa.


James asintió, consciente de que sería incapaz de decir algo coherente que dejase tranquilo al pelinegro sin que se le quebrase la voz. Una vez escuchó el sonido de la puerta cerrándose se dejó caer de nuevo sobre el colchón de la cama y respiró con fuerza, intentándose calmarse. Al alzar la mano izquierda para comprobar el vendaje de su muñeca notó como su puso temblaba de manera incontrolable.


—Todo está bien —se dijo a sí mismo—, no puedes derrumbarte ahora, James. 


Un soldado tenía que proteger a las personas que más lo necesitasen y él aquella noche había fallado estrepitosamente, pero tendría que aprender a vivir con ello, y si ahora aceptaba la culpa tal vez en un futuro sabría actuar de otra manera que fuese capaz de salvar a más inocentes. 


El joven estaba tan inmerso en aquellos pensamientos que apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió la puerta de la habitación abrirse, para dejar ver el rostro de Andrés al otro lado de esta. El hermano de Christian miró a ambos lados con temerosidad.


—¿Puedo pasar?


 


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Gray anduvo por las tablas del falso techo hacia la figura de pelo plateado que observaba a los niños jugar en uno de los patios sin verdadero interés. No se molestó en saludar, directamente se sentó al lado de Nico, con los pies colgando sobre el extremo de la buhardilla y el otro muchacho no se molestó en alzar la vista hacia su nuevo acompañante. Con una sonrisa radiante el rubio alzó una bolsa de papel.


—Esta vez traigo yo la cena —canturreó de buen humor mientras sacaba un par de bollos recién hechos. Sintiendo las tripas rugir se apresuró a dar un primer bocado, extendiendo la mano libre hacia Nico para ofrecerle el otro trozo. Este pareció dudar, pero con movimientos cautelosos acabó por aceptar la comida y saciar su hambre—. Cortesía de Scapa, conseguir 1000 monedas en apuestas está tirado, aunque tuve que sacar un as de la manga cuando...


—Siento tener que decirlo, pero no me importa lo más mínimo, cielo —La voz de Nico tenía su acostumbrado tono dulce y afilado a la misma vez, pero Gray ya estaba más que acostumbrado a ella.


—Cualquiera diría por tus acciones que es todo lo contrario— El de cabellos blancos encarnó una ceja con delicadeza y aquel gesto en apariencia tan delicado hizo gracia a Gray, que no pudo evitar dejar escapar una risilla infantil—. Lo hiciste para ayudarme ¿verdad?


—Sea lo que sea en lo que creas que te he ayudado la respuesta es no.


—Di lo que quieras. La realidad es que nunca me habría atrevido a hacer un nuevo intento con Scapa si no me hubieses dado este empujón. 


Nico permaneció impasible ante la confesión de Gray y siguió con la mirada fija en el grupo de niños que jugaba a la comba. El rubio empezó a dudar de si realmente algo de todo aquello le podía interesar, hasta que venido de la nada Nico hizo su pregunta, con aparente tono desinteresado.


— ¿Y el intento ha servido para algo? —Gray rompió a reír a carcajadas y tuvo que aferrarse a la madera para no caerse.


—¡Sabía que te interesaba! 


—El ser humano tiene el defecto de ser curioso por naturaleza.


—Tú no eres como cualquier otro ser humano, Nico—El aludido hizo un mohín, como si aquel dato le ofendiese y Gray tuvo que rectificar con rapidez—. Olvídalo. En realidad sé que eres una persona bastante amable, aunque lo niegues. 


Ahora fue el turno del peliblanco de soltar una carcajada.


—Para ser tan bueno en el pocker eres bastante malo leyendo a tus contrincantes. 


—¿Contrincantes? —Gray sonaba confundido.


—¿Se te ha olvidado para quién trabajo? —El rubio ladeó la cabeza y en su rostro se formó una expresión de desconcierto.


—¿Y eso qué tiene que ver? ¿Acaso por trabajar donde trabajas no podemos ser amigos?—Aquel tono tan sincero golpeó a Nico como un balde de agua fría. "Ah, es verdad. Se me había olvidado que eras tan bueno ocultando tus verdaderos sentimientos" —. Venga, vamos a echar una partida a los dados.


—... De acuerdo, pero esta vez los dados los pongo yo. No quiero tocar ninguna de tus mierdas trucadas.


"Lástima" pensó Nico con amargura "Por un momento había llegado a olvidar que en realidad no somos amigos"


 


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