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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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Cuando James se despertó a la mañana siguiente no había nadie junto a él. Christian se había marchado al alba mientras el menor aún dormía, demasiado avergonzado para poder mirarle a la cara. El castaño contempló con ojos inexpresivos el hueco vació en su cama que horas antes había ocupado el ojiazul y su estomago se revolvió al recordar la noche anterior. Agarró con fuerza las mantas que le protegían del frío exterior y las apretó contra su pecho. Un sollozo incontrolable se escapó de sus labios ¿Por qué el corazón dolía tanto? ¿Por qué sentía el sufrimiento de Christian como si fuese el suyo propio? ¿Por qué se había enamorado tanto de él? 

James no podía responder a esas preguntas ni a las muchas que le recorrieron la mente mientras temblaba encogido por el dolor en aquella mullida cama. Necesitaba saber qué había pasado, qué había dejado en aquel estado deplorable al pelinegro, pero presentía que Christian no diría ni una palabra de lo ocurrido. 

Necesitó varios minutos para recobrar la compostura y poder salir de la habitación con un aspecto presentable. No fue muy consciente de cómo llegó hasta el comedor, pero se encontró a sí mismo sentado en una mesa alejada del resto intentando masticar unas avenas sin sabor que poco le importaban.

—James, ¿estás bien? —En algún momento de todo el proceso Gray se le había unido, en un principio animado y ajeno al malestar del castaño, pero no había hecho falta mucho tiempo para que el joven diese cuenta de que algo iba mal. James negó con la cabeza.

—C-Christian ...él ayer ...— El soldado se llevó una mano a la frente e, incapaz de poner en palabras como se sentía, dejó escapar una maldición de entre sus labios.

Aquello sólo pareció preocupar más a su amigo.

—¿Qué le ha pasado a Chris? 

—No lo sé —admitió el de ojos verdes con amargura —. Ayer no me quiso decir nada, pero... 

El rubio frunció el entrecejo, confuso.

—Vas a tener que explicarme la situación un poco para que pueda entender lo que pasa, James.

El castaño se mordió el labio, frustrado. No estaba seguro de que fuese buena idea contar lo ocurrido la noche anterior, se sentía demasiado íntimo, pero antes de poder decir nada otra voz les interrumpió.

—¡Yo puedo explicar la situación! — afirmó Nico con voz cantarina. Se encontraba sentado al otro lado de la mesa ninguno de los dos chicos le había oído venir. Ambos le miraron Gray con sorpresa, James con recelo.

—No quiero saberlo —sentenció el soldado de malos modos—. Al menos no de ti.

Nico no pudo evitar una mueca de enfado —así no es como se suponían que debían salir las cosas—, pero se recompuso rápidamente, dejando escapar una sonrisa de inocencia.

—Pues si no es de mí no creo que lo puedas descubrir nunca, cariño —su voz volvía a sonar melosa—. Dudo que Christian te lo cuente, pero le entiendo—se detuvo unos instantes, dudoso de si seguir o no, consciente de que sus palabras eran poderosas en aquel momento. Pero ya no había vuelta atrás—. A nadie le gusta hablar de como se ha tenido que prostituir. 

La reacción fue instantánea: Gray dejó escapar la cuchara que sostenía entre sus manos, rebotando está contra la mesa de madera causando un estruendo, pero ninguno le hizo el mínimo caso. James cerró los ojos y se quedó completamente inmóvil, sentía como todo en su cabeza empezaba a dar vueltas. 

—Basta —Más que una orden parecía una suplica del menor.

Nico se supo triunfador, sus palabras habían tenido el efecto deseado "pero aún no es suficiente" Por debajo de la mesa su mano, cerrada en un puño, temblaba. Una parte de él se resistía a seguir hablando, pero las palabras fluyeron sin control.

—Pero no te preocupes, no puedo contar muchos detalles —Se había vuelto un experto en eso de sonreír cuando sentía ganas de vomitar— yo no fui el afortunado que lo vivió.

James se levantó del asiento bruscamente, interrumpiendo al mayor con su gesto.

—He dicho basta — No esperó a ver si sus palabras habían servido o no. Sin siquiera mirar a ambos chicos el soldado salió corriendo del comedor deseando llegar a tiempo a los establos antes de que Christian se marchase a trabajar. 

Nico le siguió con la mirada un tanto desilusionado. Fijó la mirada en la puerta por la que el castaño había desaparecido durante varios minutos, consciente de que en cuanto volviese el rostro de nuevo a la mesa tendría que enfrentarse a unos ojos castaños llenos de decepción. No se equivocó. Gray permanecía impasible al otro lado del tablón. Ambos mantuvieron el contacto visual unos instantes, hasta que por fin el rubio habló.

—¿Te has divertido? —Su tono era tosco y serio. Nico pareció meditar la respuesta unos segundos.

—Sí —No había rastro de sonrisa en su rostro mientras contestaba—, bastante la verdad.

El puñetazo fue rápido, pero no por ello menos doloroso. Aún así Nico no reaccionó, tan tranquilo que nadie a su alrededor pareció notar lo que acababa de pasar, se obligó a sí mismo a mantener la mirada fija en la del contrario, que en aquel momento resplandecía de furia.

—Si lo que quieres es que todo el mundo te odie al menos aprende a mentir, Nico —Sin decir nada más Gray se levantó y salió del comedor por la misma puerta que segundos atrás había cruzado James corriendo. Al igual que antes Nico le siguió con la mirada. Se sentía frustrado.

— ¿Sólo un puñetazo?— Musitó por lo bajo, aunque en su interior sentía unas ganas enormes de gritar. Pasó una mano por sus cabellos, en un gesto para nada calmado—. Se supone que me tienes que dar una paliza hasta hacerme sentir miserable, estúpido. ¿Qué mierda de castigo es este? 

Sus ojos se movieron de manera involuntaria hasta posarse de nuevo en la puerta por la que acababa de salir el rubio y las ganas de gritar volvieron a invadirle. "Bueno, creo que lo segundo sí lo ha conseguido"

 

 

 

El primer impulso de Gray fue correr tras el soldado, pero tras los primeros minutos de furia comprendió que Christian y James necesitaban hablar a solas, su presencia sólo sería una molestia. Por ello acabó recorriendo el camino habitual hacia el casino, trabajar tal vez consiguiese distraerle la mente de aquellas imágenes que empezaban a formarse en su cabeza y le provocaban nauseas. Scapa ya estaba en la sala del servició cuando él entró para ponerse su uniforme dando un portazo. El rubio contuvo una maldición al verle. Scapa siempre había sabido leerle como un libro abierto y aquella vez no fue la excepción.

—¿Estás bien? — El castaño frunció el ceño con preocupación al sentir como el menor intentaba rehuir su mirada y posó una mano en su hombro para hacerse notar y forzar el contacto visual—Gray. ¿Qué ha pasado?

Gray contempló la mirada ambar del mayor y sintió ganas de llorar, pero contuvo las lágrimas como pudo.

—Qué todo es una mierda, Scapa. Eso es lo que pasa— Contó todo lo sucedido en la cafetería. No tenía sentido no contárselo a su amigo. Es más, necesitaba contárselo. Necesitaba desahogarse. Scapa escuchó el relato de la conversación con Nico con entereza y sin mostrar ningún tipo de reacción. Cuando Gray terminó no pudo evitar soltar sus preocupaciones—. ¿Somos malos amigos, Scapa? Antes Christian siempre me contaba sus problemas —Se llevó una mano ala frente, notando como la cabeza le iba a estallar—. Debe sentirse como la mierda ahora mismo y yo ni siquiera lo sabía ¿Soy tan mal amigo? Ni siquiera pude ...

Antes de que pudiese terminar de martirizarse Scapa ya le había rodeado con sus brazos en un abrazo cálido y reconfortante. 

—No se te ocurra pensar eso, Gray —Murmuró al oido del contrario, causando un pequeño escalofrío por todo el cuerpo del menos—. Tú, que te has metido en todo este infierno sólo para seguir a tu amigo ¿Cómo podrías ser un mal amigo? 

Con suavidad el mayor rompió el abrazo para poder mirar al rubio a la cara. 

—A mí también me duele escuchar lo de Christian, pero si no nos lo ha contado tendrá sus razones. No podemos martirizarnos sabiendo sólo el lado de la historia de un chiflado que lo único que pretendía era hacer daño —Gray tuvo el impulso de decir que todo aquello no era verdad. Qué él no había viajado hasta ahí sólo por un amigo o que Nico no lo decía todo sólo para hacer daño, pero prefirió callar, demasiado agradecido por las palabras reconfortantes del castaño—. Christian sabe que estamos aquí para lo que necesite. Ahora lo único que podemos hacer es darle tiempo. No te martirices durante la espera ¿vale? —Scapa tenía la habilidad innata de formar sonrisas que tranquilizaban corazones aunque él suyo propio latiese inquieto. Y Gray no pudo evitar sonreír también.

—Gracias —dijo con sinceridad. "Gracias por ser por un momento el Scapa que recuerdo" Se hizo un silencio incomodo, incrementado por la repentina cercanía entre ambos. Fue Gray quien carraspeó en un intento de volver a la realidad, en aquel sucio vestuario—. S-será mejor que me cambié. Mi turno empieza pronto.

Scapa se limitó a asentir y dando un paso atrás rompió todo contacto físico con el menor. Le contempló ir y venir mientras luchaba con el uniforme con preocupación. Después de la charla se veía al rubio más sosegado, pero su líder sabía que las dudas que carcomían a Gray aún no habían desaparecido y que el menor acabaría por explotar en algún momento.

Cómo le habría gustado estar equivocado por una vez.

—¡Y La casa gana! —Exclamó Gray con falsa alegría una vez más mientras recogía los montones de fichas que los jugadores habían apostado ilusamente durante la partida. Hubo un murmullo de desaprobación entre los participantes y un par se levantó de su asiento dispuestos a marcharse a otra mesa que les deparase mejor suerte. El muchacho no borró en ningún instante la sonrisa de su cara mientras observaba el ir y venir de gente en la sala.

La jornada en el casino estaba siendo especialmente agotadora y el rubio sentía como su paciencia iba mermando por momentos.Tras verse inmerso en mil partidas de azar, tener que lidiar histéricos que chillaban cuando perdían o borrachos que se subían a la mesa cuando ganaban la paz que había dejado la conversación con Scapa había desaparecido por completo. 

— ¿No deberías tomarte un descanso? —Volvió ligeramente le rostro para contemplar de reojo a Scapa, que se había situado a su espalda y le miraba con el ceño fruncido. Gray siguió barajando las cartas como si la pregunta no hubiese estado dirigida a él y miró sonriente a las personas sentadas alrededor de la mesa

—¿Quién juega en la próxima? —Escuchó un bufido a su espalda seguido de una débil queja.

—¿Cómo puede ser tan testarudo? 

"Estoy perfectamente" Quería decir, pero en vez de eso comenzó a repartir cartas sin mirar atrás, aunque podía notar la presencia de Scapa aún a sus espaldas, pensó en darse la vuelta y exigirle que se fuese, que le ponía nervioso ahí sin hacer nada, pero una voz desconocida se le adelantó. 

—¡Eh tú! —Sonaba grave y un poco ida, probablemente el dueño se había tomado unas cuantas copas —. ¿Eres el regente del casino? 

Aún detrás de él pudo escuchar a Scapa afirmando.

—Soy yo ¿Desea algo, señor? Espero que el tiempo en el casino esté siendo de su agrado

—Sí, no... bueno, estoy teniendo una pequeña racha de mala suerte, eso es todo—Gray no pudo contener una pequeña sonrisa. Si aquel hombre supiese que la susodicha "mala suerte" era más bien las trampas del casino...—, por eso vengo a hablar contigo. Me han dicho que el dueño de esto tiene también un burdel y una fabrica ¿no?

Gray se tensó de inmediato y agudizó el oído.

—Yo sólo regento el casino, señor. No conozco nada más sobre los otros negocios del dueño.

—¡Oh, vamos! —El hombre sonaba un tanto desesperado—. No te lo estoy preguntando por que sea ilegal ¿sabes? Es más bien por negocios. Ya sabes, estoy convencido de que si juego una vez más en aquella mesa podré ganar un montón de pasta, pero me he quedado sin fichas. Había en ofrecer a mi sirviente como moneda de cambio —La baraja que sostenía Gray en las manos se escurrió, esparciéndose por el suelo—. Es un buen muchacho, tiene sólo 10 años, seguro que puede ser de utilidad a tu amo en alguno de sus negocios. ¿Lo podría cambiar por 30 fichas?

—Lo siento señor —La voz de Scapa, aunque respetuosa, había comenzado a sonar afilada —, pero no intercambiamos fichas por personas.

—Déjame hablarlo con tu jefe, venga, seguro que le parecerá un buen trato... ¿y si lo cambio por 10 fichas? 

En menos de 24 horas Gray estampó su puño contra la cara de otra persona, pero aquella vez lo hizo impulsado por el odio y las ganas de hacer el mayor daño posible. La satisfacción le embargó al sentir el dolor en sus nudillos, indicativo de que debía de haber sido aún más doloroso para el que lo recibió, pero eso no hizo que la furia se disipase ni que el rostro de su hermano desapareciese de su mente.

—¿¡TE CREES QUE LAS VIDAS HUMANAS ESTÁN PARA QUE TÚ JUEGUES CON ELLAS!? 

El hombre, totalmente desprevenido cayó al suelo por el golpe y si Scapa no le hubiese detenido Gray se habría abalanzado sobre él dispuesto a molerlo a golpes. Podía oír los gritos del castaño pidiendo que parase, pero no hizo caso, sólo podía pensar en las ganas que tenía de darle una paliza a aquel miserable. Fue necesaria la ayuda de otra persona más para sacar al rubio de la sala de juegos, delante de una manada de jugadores curiosos y atemorizados por tal escena.

—¡Dejadme, joder! —Exclamó una vez dentro de la sala de empleados, intentando zafarse del agarre para poder alcanzar la puerta—. Tengo que volver a partirle la cara a ese desgraciado.

—Damian...Gray ¡Cálmate! —Scapa le agarró con más fuerza, impidiendo que se escapase. Gray se percató de que el castaño estaba histérico, mucho más histérico de lo que nunca le había visto y sólo eso fue lo que consiguió hacer que se parase unos instantes—. ¿Te das cuenta de lo que has hecho?

¿Lo que había hecho? 

—Le he dado lo que se merecía ¿Por qué te pones así? Cómo si tú no hubieses pensado en...

—Has pegado a un cliente del casino, Gray —El muchacho contempló a Scapa sin comprender, aunque una sensación de malestar empezó a invadirle. A su lado el chico que había ayudado a llevarle hasta la sala asintió.

—He visto a Sarah salir hacia la casa principal —informó casi con miedo—, probablemente en busca de Axel.

Gray se volvió hacia Scapa. Ambos se sostuvieron la mirada, viendo el temor en los ojos del contrario.

—¿Axel?

 

 

 

 

James no llegó a tiempo al almacén. Christian ya se había ido con el resto de carruajes y en aquella caseta solo quedaban montones de paja descuidados. Desolado esperó ahí durante todo el día. Tener trabajo en las peleas de Axel debía considerarse algo importante, ya que nadie pareció objetar que permaneciese ahí sentado sin hacer nada durante el resto del día. La espera le permitió ordenar sus pensamientos y tras unas horas de reflexión agradeció haber llegado tarde.

Había ido en busca de Christian dispuesto a interrogarle por lo ocurrido la noche anterior, pero poco a poco iba comprendiendo que aquello no era lo que deseaba saber. Lo que necesitaba era asegurarse de que Christian estaba bien y eso no lo conseguiría obligándole a rememorar cosas de las que no quería hablar. No quería pelear, no quería que ambos sufriesen por la culpa de as personas crueles de aquella casa.

Cuando se hizo la tarde y los carros empezaron a llegar James sintió los nervios a flor de piel, pero siguió esperando. El sol estaba ya bajando por los tejados cuando por fin llegó el último carromato. El soldado se puso de pie, consciente de que el momento había llegado. Observó desde una distancia prudente como el pelinegro bajaba, pero aún no se hizo notar. De nuevo esperó con paciencia, observando como todos los compañeros del joven desaparecían por la puerta, hasta que por fin quedaron solos. Entonces tomó aire y avanzó con paso seguro hasta él.

—Christian — El pelinegro se volvió al oír su nombre y James dejó escapar un jadeo al ver las profundas ojeras que marcaban sus ojos.

—James...—El mayor dudó unos segundos, deseoso de decir algo más, pero acabó por desviar la mirada, avergonzado ¿Cómo iba a ser capaz de mirarle a la cara a partir de ahora?—. Lo siento, hoy no me encuentro bien, será mejor que hablemos otro día —Intentó esbozar una sonrisa sin éxito —. Sé qué tendrás muchas preguntas, pero en serio que ahora no puedo...

Con suavidad el castaño se acercó a él y posando un dedo en sus labios le calló, entre sus labios asomó una pequeña sonrisa que no llegó a sus ojos. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para que su voz sonase sosegada.

—Tengo muchas preguntas, pero por ahora no necesito ninguna respuesta.

Luego, ante la atónita mirada de Christian bajó la mano hasta la suya y entrelazó sus dedos con los del ojiazul y tiró levemente de él.

—Necesitas descansar. Vamos.

Christian contempló la escena sin comprender nada. Su mente le recordó que no merecía tanta amabilidad, tanta ternura, pero por una vez se permitió ser egoísta y aceptó  aquella mano que le agarraba con suavidad, preguntándose cuánto más se podría enamorar de aquel chico.

 


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