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Sin rumbo - RAG2 por CrystalPM

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Notas del capitulo:

Primero. Lamento la tardanza, este capítulo me ha costado horrores. Primero por la universidad y sus exámenes y segundo porque es largo (Bueno, no extremadamente largo, pero últimamente publicaba cosas menos extensas y se pierde práctica)  y....complicado (Ya entenderéis porqué)

Estoy intentando escribir cosas que nunca he escrito en la vida, así que no me matéis. Yo lo intento, se que no se nace sabiendo, pero al menos lo intento XD

 

 

James salió del castillo apresuradamente, en las palmas de sus manos había marcas de uñas producto de haber estado apretando el puño con demasiada fuerza y su respiración era entrecortada, como si hubiese estado gritando por un buen rato. Tenía que reconocer que había estado esperando ansiadamente que Karen decidiese volver a dirigirle la palabra, deseoso de saber que su amigo confiaba en él, pero no se imaginaba que su primera conversación después de aquellos días de tensión fuese a acabar así.

 

Aquel día se había pasado la mañana en el patio de entrenamiento, había decidido mandar al demonio la baja que le habían impuesto sus superiores y se había dedicado horas y horas entrenando con los veteranos y enseñando a los que acababan de unirse a las tropas. El trabajo físico pareció mejorar un poco los humos del muchacho. A fin de cuentas ser soldado era su vocación y por un momento consiguió olvidar aquellos malos pensamientos que le venían a la cabeza cada vez que recordaba como Karen se alejó de él después de descubrir lo de la emboscada. Casi hasta se había reído al ver como su hermano Dan, a no mucho de cumplir los 15, se intentaba colar en el recinto para practicar junto a él y como era pillado al caer estrepitosamente sobre una pila de escudos siendo luego regañado por uno de los instructores de novatos, un hombre grande y con un bigote estrafalario. 

Cuando sintió una mano posarse en su hombro y al volverse vio el rostro de su amigo sintió como una sonrisa luchaba por asomar por sus labios y una sensación de alivio y alegría le invadió cuando el rey le preguntó su podía entrenar un rato con él, como en los viejos tiempos.

—Por supuesto que puedes — En ese momento James no había podido evitar soltar una sonrisa de burla— Si es que consigues seguirme el ritmo alteza. Creo que tanto sentarse a firmar papeles te ha dejado un par de michelines.

Karen había inmediatamente en el juego y le había devuelto la misma sonrisa pícara.

—Mira quién habló. Que yo recuerde llevas tres meses fuera de pista Hook… además, que yo recuerde de pequeños eras tú el que tenía que esforzarse para seguirme el ritmo.

Así los dos muchachos se habían dedicado a competir por lo que quedaba de mañana. Carreras, luchas, pruebas de puntería. No había ningún momento en el que no parasen de discutir alegremente sobre quién había ganado a quién. Por un momento dejaron de ser rey y soldado y volvieron a ser Karen y James. Aquellos niños que habían tenido que ayudarse mutuamente cuando el padre del último les lanzaba los perros para que aprendiesen a correr, aquellos que se solían colar en las cocinas y mientras que James era el encargado de cargar con todo lo que pudiese en sus brazos Karen era el que tenía luego que tirar de él para subirlo a la ventana cuando la cocinera les pillaba con las manos en la masa.

Aquella paz les duró hasta mediados de la tarde, cuando totalmente exhaustos decidieron tumbarse en el césped de uno de los jardines del castillo y por fin el silencio les invadió. Karen con voz queda fue el primero en habla.

—Siento mucho lo que ha pasado James. Me he comportado como un imbécil —El chico había negado con la cabeza aunque Karen no podía verle al estar tumbado junto a él — Solo con pensar que alguna persona cercana a mi podía haberme traicionado me aterró. 

—Sabes que siempre podrás confiar en mi ¿Verdad? —La falta de respuesta generó un repentino temor en James. Sirviendose de los codos se irguió a medias para poder observar el rostro de su amigo, la expresión de Karen se había tornado seria —.¿Verdad? —Su voz sonaba dubitativa. Karen cerró los ojos en una mueca extraña y asintió mientras se alzaba hasta quedar sentado en el suelo.

—Se que tú nunca pensarías en traicionarme James, pero voy a ser sincero contigo —James también se sentó, sin apartar ni un instante la mirada de su amigo —. Creo que fue Christian quién robó los documentos de la diligencia. 

La confesión no le sorprendió. No, desgraciadamente James, en algún punto recodo de su mente, sabía cual era la verdadera razón de desconfianza por parte del rey, pero saberlo y afrontarlo eran dos cosas diferentes. No pudo evitar sentir como el peso del que creía haberse liberado cuando Karen le volvió a hablar volvía a posarse sobre sus hombros. El muchacho apartó la mirada de su amigo con brusquedad y enterró sus manos en la hierba con fuerza.

—Imposible —Se negaba a pensar algo como eso. Karen le observó con paciencia, sin mostrar ninguna emoción en el rostro.

—Atracaron la diligencia al día siguiente de que él llegase.

—Eso no tiene por qué tener relación alguna. Mucha gente llega a la capital todos los días.

—No todos tienen acceso al despacho del rey.

— Como si la defensa de tu despacho fuese inquebrantable.

—James— La voz de Karen se volvió demandante, ordenando al chico que volviese la vista hacia él, pero James se negó. Desde donde Karen estaba podía observar la tensión en su mandíbula — Estas dejando que las emociones interfieran. No eres objetivo y lo sabes —Con esas palabras por fin consiguió que el chico se voltease hacia él, mirándole con furia.

—¡Y una mierda! No tienes ninguna prueba de que Christian lo hiciese. Él no haría algo así — Christian no sería capaz de traicionarle de esa manera. Karen a su lado resopló.

—Sabía que no sería buena idea decírtelo —James se mordió el labio conteniendo la rabia que amenazaba con explotar.

— Christian no ha sido el único que estuvo en el despacho aquel día. Pasan muchos sirvientes, consejeros, mensajeros… ¿Qué hay de Jenna? Ella se tira todo el día ahí encerrada contigo — En ese momento el rey enmudeció y clavó la vista en el suelo avergonzado y eso solo hizo sino cabrear más al menor—. ¿De eso no dices nada? ¿Quién es el que deja interferir las emociones ahora? 

Karen se apresuró a responder, aunque su voz sonó bastante apagada

—No niego que Jenna pueda haber sido la culpable, pero… —¿Cómo explicarle a su amigo la conversación que había tenido aquella mañana con el pelinegro? Cuándo por un momento Christian parecía haberle querido dar un mensaje entre lineas. 

—Además ¿Por qué demonios lo haría? No tiene sentido — Otra pregunta a la que Karen no tenía posible respuesta. Al escuchar el tono lastimero de su amigo deseo por un instante estar equivocado con sus suposiciones, pero algo en su interior le decía que no lo estaba. Antes de que pudiese ordenar sus ideas James se levantó del suelo y se sacudió el polvo con movimientos bruscos—. Esta conversación no nos va a llevar a nada. Será mejor que me vaya… se está haciendo tarde 

Su amigo asintió fingiendo que no se había dado cuenta de la patética excusa que había empleado el castaño para irse. James se dio la vuelta dispuesto a marcharse, aunque por unos momentos dudo, deseando poder decir a su amigo que agradecía aquel voto de confianza que había puesto en él al contarle sus sospechas, por muy horribles que fuesen para él, pero el orgullo venció a aquel impulso y James se acabó alejando a paso rápido sin atreverse a mirar hacia atrás. 

Ahora, tras haber conseguido salir del castillo sintió el pesar invadirle por completo. Parecía que todo comenzaba a torcerse de nuevo, cuando apenas había podido disfrutar de unos pocos días de paz. Anduvo por la calle principal de la ciudad, hasta llegar a las gran puerta principal de la muralla, que conectaba con el exterior. Las cruzó saludando vagamente a los guardias que hacían su guardia, sin muchas ganas de mantener cualquier tipo de conversación y sus pies solos le guiaron, girando a la izquierda nada más salir y adentrandose en el bosque frondoso que había situado justo a la izquierda de la entrada. Cuando por fin estaba apunto de llegar a su destino un sonido de ramas crujiendo llegó a sus oídos, pero no se alteró. En dos zancadas se adentró en el pequeño claro al que había acudido hacía ya casi una semana. Donde se había encontrado con Christian después de su viaje. 

Una sonrisa cálida se formó en sus labios nada más distinguir la cabellera azabache y desordenada del chico que se encontraba sentado en el suelo, apoyado en un árbol. Christian no pareció darse cuenta de la presencia del menor. Toda su atención estaba centrada en el pequeño gato de color negro que se dedicaba a intentar atrapar una pequeña rama que el muchacho agitaba entre sus manos, incitándole a lanzarse sobre ella para luego moverla con rapidez cuando el pequeño felino se lanzaba sobre ella. 

James tampoco se hizo notar al principio. Se mantuvo callado observando la escena divertida y poco a poco fue sintiendo como todo el enfado que le había provocado la charla con Karen se iba diluyendo en su memoria quedando tan solo como un mal recuerdo. Se acercó unos pasos al ladrón llamando por fin su atención. Christian alzó el rostro, en un principio con cierto sobresalto, como si temiese que alguien le hubiese seguido, pero al ver al castaño sus facciones se relajaron y sonrió, para inmediatamente hacer una mueca al notar como el gato que seguía jugando a su lado había decidido atacar a su mano en vez de a la rama. James se echó a reír mientras se sentaba en el suelo, al lado de él.

—Veo que has hecho un nuevo amigo —El pelinegro cogió al felino para dejarle en su regazo y así conseguir que le soltase.

—Me lo encontré esta mañana y me ha estado siguiendo el resto del día — El soldado no pudo evitar soltar una sonrisilla de burla.

—Eso es que ha decidido adoptarte como nueva madre. 

Christian se carcajeó débilmente, pero miró a los ojos verdes del menor con cierto desafío.

—Si uno de los dos tuviese que ser la madre ese serías tú, clarísimamente.

James encarnó una ceja a modo de advertencia “No vayas por ese camino” , pero Christian lo ignoró ampliamente y alzó la mano que tenía libre y estiró una de las mejillas del castaño a modo de burla.

— ¿Ves? Cada día más adorable — James se sacudió del agarré y apartó la mano del pelinegro de un manotazo.

—¿Quieres morir Law? —La sonrisa provocativa de Christian se ensanchó y acercó un poco más el rostro al del menor hasta que su aliento le rozó al hablar.

—Inténtalo — En aquel momento el gato pareció decidir que no se le prestaba demasiada atención y maulló con molestia. Cuando ambos volvieron la vista ya empezaba a intentar trepar por la camisa del ladrón para llegar a su hombro. Riéndose levemente el chico le ayudó con una mano. Una vez arriba movió las orejas victoriosamente, contento con su nuevo sitio. James extendió la mano y dejó que el minino le olisquease, para una vez haber dado el visto bueno poder acariciarle entre las orejas. 

— Karen ha vuelto a hablarme hoy — No supo muy bien qué le impulsó a decir esas palabras, pero algo dentro de él sentía que tenía que hablar de ello. Christian fingió sorpresa por la noticia aunque tuvo que poner un gran esfuerzo para lograr sonreír con naturalidad.

—Me alegro ¿Fue bien? —James enmudeció, no podía contarle la conversación que había tenido con el rey. No cuando había empezado a sembrar la duda en él.

—Sí —mintió —. Solo nos dedicamos a competir como unos niños pequeños.

Christian asintió, fingiendo de nuevo que se había creído esa mentira. Ambos permanecieron pensativos el resto del tiempo que estuvieron ahí. Luego, como si hubiese habido un acuerdo previo se levantaron al unísono y se dirigieron juntos hacia la entrada de la ciudad seguidos por la pequeña cría . Cuando ya estaban en las bulliciosas calles de nuevo James habló.

—Ven a cenar a casa esta noche— El mayor dudó unos segundos, pero acabó por asentir, aunque no muy seguro del todo. Ambos iniciaron el camino hacia la vivienda del soldado. La gente de vez en cuando les miraba algunos curiosos por ver a la extraña pareja que tanto jaleo había armado hace un tiempo, otros con miradas de desaprobación y otros simplemente mirando por mirar. 

Cuando cruzaron el hall de la casa de James un olor a pan tostado les inundó por completo. Nada más cerrar la puerta de la entrada el rostro de la madre del menor asomó por la puerta de la cocina. Su rostro se mostró confuso unos momentos, pero al final acabó por sonreír amablemente.

—Supongo que habrá uno más en la mesa —Aquella idea pareció alegrarla infinitamente. Aunque parecía una sonrisa cansada, su madre parecía haberse refugiado en el trabajo el último mes, algo que no hacía sino recordar a James los días cuando volvió a la capital y no quería pensar en Christian —. Que alivio, estoy acostumbrada a hacer comida para cuatro y últimamente hago demasiada comida pasa solo tres. 

James contuvo una mueca. Aunque no se diese cuenta su madre acostumbraba a hacer esos comentarios recordando la perdida de su padre bastante a menudo. Notó como una mano cálida se aferraba a la suya en un apretón reconfortante y volvió la vista hacia Christian, sonrió a modo de silencioso agradecimiento. Una voz masculina les sacó de su ensimismamiento provocando que se separasen.

—¿Habéis traído un animal a casa? —Dan, el hermano de James les miraba con los brazos cruzados desde el fondo del pasillo, con una expresión de quien está apunto de fruncir el ceño. James, ignorando la hostilidad de su hermano, se dio cuenta de que el pequeño gato había decidido acompañarles hasta su vivienda. Christian sonrió y se encogió de hombros a modo de disculpa.

—Ya te dije que me seguía a todas partes —James sonrió también mientras se agachaba para acariciar al gato cariñosamente.

—¿Y qué hace este aquí? — Dan se acercó por el pasillo hacia Christian y James tuvo que contenerse para no reír al ver como el pelinegro se encogía inconscientemente ante el avance del menor. Era gracioso ver a Christian, ese ladrón tan arrogante, intimidado por un mocoso al que sacaba más de media cabeza —. ¿Piensas quedarte a dormir? Creo que tenemos un sitio muy cómodo en el suelo del salón — A veces James pensaba que su hermano podría competir con Jenna en una pelea verbal.

—Esto …yo — Christian miró de reojo a James pidiendo auxilio, el castaño pareció compadecerse y agarrando de nuevo la mano del pelinegro tiró de él con suavidad hacia el interior de la casa.

—Dan deja de ser un dolor de muela —El aludido bufó —. Avísanos cuando esté la cena.

Y sin decir nada más el castaño condujo a Christian hacia su cuarto. Una vez centro y cerrada la puerta Christian suspiró y se lanzó hacia la cama con gesto teatral, como si hubiese muerto. James se rió mientras se apoyaba en la puerta.

—Siento lo de mi hermano. Es un poco…arisco — Christian se frotó los ojos con el dorso de la mano, agotado.

—¿Un poco? ¿Qué os enseñaba a vosotros de pequeños? “Manuales de cómo espantar a la gente en menos de 10 minutos” —James se echó a reír de nuevo y se acercó a la cama para tumbarse también de un salto al lado del pelinegro, provocando que el colchón diese varias sacudidas. 

— Han ocurrido demasiados cambios, necesita tiempo para acostumbrarse — O al menos eso quería pensar el castaño. En ese momento Christian rodó sobre sí mismo y quedó tumbado encima del menor y apresarle entre el colchón en su cuerpo, se apoyó en sus brazos para poder erguirse y así mirar al muchacho. James podía sentir los mechones negros del mayor rozándole el rostro y sintió un repentino escalofrío por todo su cuerpo que Christian pareció notar, porque sonrió con suficiencia y provocación.

—Hablemos de otra cosa —James sonrió, aunque dentro de él la sangre hervía.

—Sí, claro. Cómo si quisieses hablar —Christian se carcajeó y sin añadir nada más inclinó la cabeza para alcanzar los labios de su novio. James no opuso resistencia, disfrutando del tacto de los suaves labios del pelinegro contra los suyos y saboreando su boca. El mayor agarró el labio inferior del castaño con los dientes y tironeó suavemente de él antes de separarse definitivamente e iniciar el descenso por el cuello del menor. Cuando James sintió el cálido aliento rozando su piel expuesta empezó a notar como una extraña sensación de calidez se asentaba en todo su cuerpo y un pequeño cosquilleo empezaba a aparecer en su bajo vientre. De repente era consciente de cada milímetro de su ser, como sus dos cuerpos estaban en total contacto, los besos que el pelinegro iba depositando en su clavícula y como la mano de este se dedicaba a jugar con la suya antes de aferrarla por completo para entrelazar su dedos. Cuando sintió como el mayor acomodaba una de sus piernas entre las suyas un pequeño jadeo escapó de sus labios y se apresuró a incorporarse todo lo que pudo y con un brazo intentó poner algo de distancia entre ambos cuerpos.

— Es… espera — Christian dejó de torturar la piel del castaño para traspasarle con sus ojos azules que aparentaban inocencia.

—¿Pasa algo? — James frunció el ceño. Ni loco lo diría en voz alta

—-No, nada ¿Por qué preguntas? — Dijo con tono malhumorado mientras intentaba empujar un poco más al pelinegro para poder respirar acompasadamente. Christian se rió y apartó el brazo del menor que se interponía entre ellos con dulzura para luego volver a apresar el cuerpo de James con el suyo propio.

—No creo que quieras que pare en realidad — dijo mientras mordisquea el lóbulo de la oreja izquierda del soldado, arrancándole otro jadeo de los labios.

—Christian, para. Dan y mi madre están afuera — el pelinegro paró unos instantes para sonreír divertido.

—Entonces ¿Si no estuviesen no me dirías que parase? — James bufó como pudo y volvió a poner espacio entre ambos, esta vez con más insistencia.

—No bromees ¿De verdad quieres ver sus caras cuando nos descubran? —El pelinegro tardó unos segundos en responder, como si estuviese meditando la respuesta, pero al final soltó un suspiro y se dio media vuelta quedó de nuevo tumbado boca arriba sobre el colchón, al lado del menor.

—Tienes razón, ya tengo suficiente con que me odie tu hermano, no quiero agregar a tu madre a la lista.

El castaño iba a protestar diciendo que eso no era cierto, pero en aquel momento Dan entró en la habitación abriendo la puerta con brusquedad para avisarles de que la cena estaba lista y las miradas fulminantes del hermano pequeño hacia Christian rompieron todos sus argumentos.

La cena fue…curiosa. James no se atrevía a cruzar la mirada con el pelinegro, consciente de que si lo hacía enrojecería de vergüenza. Mientras tanto Christian se debatía entre la diversión al ver la reacción del menor y el miedo que le inspiraba estar rodeado de la familia de este. Por otro lado el hermano pequeño de los Hook no paraba de fulminarles a ambos con la mirada, como si fuese consciente de lo que pasaba por sus cabezas en ese instante y para agregarle la última pizca de rareza a la escena la madre de los dos castaños no paraba de insistir en que siguiesen comiendo mientras soltaba algún comentario macabro inconsciente sobre su nueva vida de viuda. 

No os mentiré y os diré que ambos chicos no dieron gracias al cielo cuando por fin se acabó aquella horrible cena, porque lo hicieron. Nada más acabar de comer todo lo que la madre de James les puso frente a sus narices y después de haberlo recogido todos se dirigieron a la puerta de la casa ya que el pelinegro tenía que volver a su alojamiento junto a Elena. 

—Recuérdame que nunca vuelva a aceptar una proposición tuya de quedarme a cenar en tu casa

James se carcajeó, aunque en el fondo estaba bastante de acuerdo con el ladrón. El exterior ya se había oscurecido y el farolero empezaba a iluminar las calles con las llamas que iba encendiendo por toda la calle.

—No te quejes, tampoco ha estado tan mal — La sonrisa de Christian le advirtió que no estaba pensando en nada bueno.

—Tienes razón, al menos el aperitivo de antes fue mucho mejor — James no tuvo tiempo de enrojecer, o pegarle, o cualquier cosa, porque en aquel momento un fuerte griterío llamó a ambos la atención. Sonaban voces furiosas y acaloradas desde un extremo de la larga calle, donde las luces proyectaban sombras de una gran masa en movimiento. James frunció el ceño alarmado al ver como un par de hombres pasaban corriendo enfrente de ellos hacia el origen del alboroto.

—¿Qué demonios? — El rostro de Christian a su lado se tornó serio.

—-Esto no me gusta. Vuelve adentro —James obviamente no le hizo el menor caso. El soldado siguió el sonido de las voces con paso apresurado, sintiendo a Christian pegado a su lado, acompañándole resignado, pero preocupado por él. 

Los gritos les llevaron a la plaza del castillo donde la gente se había acumulado y gritaba enfrente de la puerta de la fortaleza. Algunos gritos eran indignados, otros de emoción, otros simplemente para armar más jaleo del que ya había. Entre ellos Los muchachos solo alcanzaban a escuchar pequeñas frases y conversaciones….Intentaba quemar la sala de armas. ….Un sinvergüenza… dicen que es solo un joven… ¿Por qué no lo ahorcan sin más? Antes de que se escape… Christian agarró al menor de la mano impidiéndole el avance para que se volviese hacia él. 

—No vayas. Ya se ocuparán otros soldados — James sonrió tranquilizadoramente, con suavidad se deshizo del agarre del pelinegro y acarició su mejilla interpretando la mirada que le estaba dedicando como simple preocupación …Tal vez si en ese momento hubiese entendido lo que quería decir aquella mirada las cosas no habrían sido así.

—No te preocupes. Es mi trabajo — Dicho eso volvió a avanzar entre la gente y consiguió llegar a las puertas abiertas del castillo donde habían puesto unas vallas para que la gente no pasase. Saludando a uno de los guardias de la puerta saltó el obstáculo con facilidad y se adentró ligeramente en la fortaleza. Un poco más adentro, aunque aún a la vista del público que se extendía a sus espaldas James distinguió a otro comandante. Se dirigió hacia él y preguntó.

—¿Qué está pasando? — El chico, joven, aunque no tango como James se encogió de hombros.

—Brook me ha dicho que han pillado a un muchacho intentando sabotear la sala de armas y hacerla saltar por los aires. Suponen que es uno de los mismos que sabotearon las provisiones el otro día — En aquel momento Karen apareció por el interior, seguido de Jenna y una maraña de guardias que iban transportando al prisionero. James se acercó hacia él enseguida, sintiendo una repentina alegría “ ¡Te dije que Christian no podría hacerlo!” pensó terriblemente aliviado, pero la mirada que le dedicó su amigo cuando le vio borró cualquier rastro de alivio. Con urgencia Karen se acercó al soldado y le aferró por los hombros clavándole las uñas. 

—El ladrón ¿Donde está el ladrón? — James parpadeó confuso y ligeramente ofendido por como se había referido al pelinegro.

—¿Christian? Está ahí detrás. Ha venido conmigo.

—¡Atrapadlo! — Karen miró con seriedad al joven comandante que seguía a su lado, contemplando la escena confundido —¿¡No me has oído!?¡RÁPIDO! 

James iba a gritar, a preguntarle qée demonios le pasaba a su amigo, pero entonces el prisionero que seguía entre los brazos de los guardias soltó una maldición y James reparó por primera vez en él.

Scapa, el amigo mayor de Christian le devolvió la mirada. Una mirada que él no sabía descifrar, pero James no podía pensar en nada ahora. Sintiendo como su cabeza daba vueltas se dio la vuelta para buscar a Christian en el sitio donde se habían separado, esperando verle ahí y que su mirada le pudiese explicar que estaba pasando, pero no estaba. Christian se había ido.

 


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