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El Diablo Viste a la Moda por CheekyMint21

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Notas del capitulo:

¡BELLEZAS! ♥

¡Hola! Pues bueno, aquí algo atrasada actualizando éste loco y raroso fic:3 quiero agradeceros vuestro apoyo para con cada una de las locuras qué escribo, en verdad qué me emocionada ver qué tengo tantos lectores, ¡Ya somos más de +100! Y eso me disparó la inspiración totalmente, ¡MILLONES DE GRACIAS! No sé cómo agradeceros por tanto apoyo más que tratando de daros lo mejor de mí ^^ ¡Os quiero a morir! Agradecimientos especiales a éstas bellezas:

+Raiziel

+laliss

+gen_sagitagemini

+YaoMaru

Y a todas las demás personitas suculentas y sensuales qué me habéis leídos, os invito a dejadme vuestras opiniones qué siempre son bienvenidas. Bueno, sin más qué deciros, aquí les dejo la conti qué está un poco larga… espero y la disfrutéis, ¡A leer!

Capítulo Dos.

-Apuestas-

POV’s Ciel:

Subo las escaleras de mi edificio con pesadez, después de haber terminado mi última jornada en el restaurante Mexicano de más mala muerte y peor pagado de toda Nueva York. “Puede ser qué quizá no sea el empleo de mis sueños, pero al menos me pagarán mejor” pienso aliviado, a fin de cuenta, ¿Qué tan difícil podría ser pasarme el día entero contestando teléfonos y sirviendo café?

-¡Cieeeeeeel! ¡Al fin vienes!-no he ni terminado de subir las escaleras cuando se me arroja encima, asfixiándome en uno de sus abrazos.-¡Nos han echado! ¡El maldito de William nos ha echado!

Lo empujo a un lado y me fijo primero en sus mejillas desbordadas en lágrimas y luego en un montón de maletas afuera del apartamento… todas nuestras cosas.

-Mierda… ¡No, no!-digo, acercándome a la puerta y arrancando la orden de desalojo pegada en la misma mientras me tiemblan las manos.-No, no… ¡No!-me acerco a Alois que está igual de aterrado.-¿Le dijiste qué íbamos a pagarle la semana entrante? ¿Qué nos diera un poco de tiempo más?

-S-Sí, lo intenté p-pero… n-no quiso…-me dice y se pone a sollozar como una nena, abrazándose a sí mismo.-¿Qué vamos a hacer ahora, Ciel? ¡Somos vagabundos!

-¡Cállate! Sólo… cállate, Alois. No tengo pensando vivir en la calle.-le digo, caminando de un lado a otro mientras sigo pensando… y una melena de color gris avejentado y cicatrices vienen a mi memoria. Suelto un suspiro resignado.-No me puedo creer qué vaya a hacer esto…-digo entre dientes, frotándome las sienes y tratando de encontrar una situación menos embarazosa.

-¿A quién llamas? ¡Ciel, dime!-chilla Alois y le doy otro empujón, mientras espero a que atienda el maldito teléfono y a la vez ruego qué no lo haga.

-¿Sí? Sí Decano Undertaker, es Ciel…-doy un largo suspiro.-¿Recuerda el trato qué me propuso? Sí… lo tomo.

“Jamás me he sentido tan patético” pienso, mientras al otro lado suenan muchas risas.

-¡No me lo puedo creer! ¡¿De verdad ahora trabajas en Black Butler Magazine?! ¡Oh por Dios!-chilla Alois, dando aplausos y saltando sobre la cómoda cama en la casa de mi maestro de Universidad.

-Bueno, no lo haría de no ser porque en verdad necesito ése título… por cierto, muchísimas gracias Decano Undertaker, soy un fanático de los vestidos caros y los perfumes finos.-digo, echando los ojos en blanco y terminándome mi cerveza.

El aludido, reclinado contra el umbral de la puerta, simplemente se ríe de ésa forma tan bizarra y carrasposa que tiene y se encoge de hombros como si no me hubiese arrojado al mismo infierno.

-¡Pero si no sabes nada de moda, Ciel! ¿Qué vas a hacer ahí bajo las órdenes del Cuervo?-me dice Alois y casi escupo mi cerveza.

-¿El qué?-le digo, riéndome ante el sobrenombre.

-‹‹El Cuervo››, es el sobrenombre que Sebastián Michaelis tiene en la industria por ser uno de los editores y diseñadores más exigentes en todo el mundo…-explica Undertaker y Alois y yo sólo lo vemos boquiabiertos.-¿Qué? El que me vista tan mal no quiere decir qué no tenga conocimiento de la moda…-dice y vuelve a reírse.

-Cómo sea, Undertaker tiene razón Ciel… a Sebastián no le duran los asistentes ni tampoco las novias ni mucho menos las modelos. Incluso leí que una lo demandó por traumas psicológicos cuando le dijo gorda…-me explica Alois, con un terror que hace que me vuelve a carcajear.

-Bueno, a mí no me importa si es un pajarraco o un traumatizador, lo qué sé es que sólo debo aguantarle por un año y es todo… yo tendré mi título y él podrá seguir promoviendo la anorexia entre las modelos.-le digo, estirando y sintiendo cómo me cruje todo el cuerpo ante el esfuerzo.-Bueno, yo me iré a la cama… mañana es mi primer día con El Cuervo.-digo y vuelvo a reírme del chiste.

Escucho el suspiro resignado de Alois y las carcajadas de Undertaker mientras me cubro con las sábanas y sigo sonriendo… ¿Sería verdad que el cuervo es tan terrible?

“Yo no lo tengo miedo, a fin de cuentas es un hombre” y con ése pensamiento, caigo en las garras de Morfeo.

-Ñgh…-murmuro con fastidio, sintiendo como a lo lejos algo suena y suena y no se calla mientras yo sólo quiero dormir.-Maldición…-murmuro, poniéndome la almohada contra la cabeza.

-Ciel, es tu móvil…-dice Alois, medio adormilado a mí lado.

“Todo el maldito mundo sabe qué no deben llamarme antes de las ocho, ¿Por qué demonios alguien…?” me quejo, mientras todavía con el sopor encima cojo el maldito móvil y me lo pongo al oído…

-¡Vaya! ¡Ya era hora! Con lo mucho qué le gusta esperar al Señor Michaelis…-dice una voz chillona y alterada al otro lado.

-¿Quién habla…?-digo, todavía sin ser consciente mientras miro el reloj: 6:30 am.

-¡Santa Claus! ¡Por supuesto qué soy yo, torpe!-gruñe y entonces sí me espabilo, recordándolo todo de golpe.-Escucha, no tengo tiempo para gastarlo en ti así que coge un lápiz porque no pienso volver a repetírtelo y tráeme un capuccino de caramelo sin lactosa de tamaño grande, dos cafés negros con una de azúcar y dos de crema de tamaño regular  y un té chai pequeño y más te vale que venga calientes o tendrás qué volver a ir ¿Entendiste? Y ni se te ocurra llegar tarde.-cuelga, dejándome hecho un lío.

-Espera… ¿Podrías…? ¡Diablos!-pienso, dejando el móvil y corriendo a las maletas para tomar de nuevo lo primero qué encuentro que no son más que Jeans y una camiseta vieja.-¡Joder!

-Empieza tu odisea mi zafirito… suerte en tu primer día.-me dice Alois divertido desde la cama, mirándome con una sonrisa mientras salgo disparado hacia la ciudad.

“Bueno, al menos el café ya puedo tacharlo de la lista” pienso, empujando a las personas a un lado mientras me dirijo al Starbucks más cercano.

-¡¿Dónde demonios estás?! ¡Tendrías qué haber llegado hace una hora!-chilla la voz de aquel chico que no hace más que destrozarme los nervios.

-Voy subiendo en el elevador, tuve un retraso por culpa del tráfico y sin mencionar…-digo, haciendo malabares con las cientos de bolsas y la bandeja de cafés mientras hablo por el móvil al mismo tiempo.

-Sólo trae tu flacucho culo hasta acá… ¡Sebastián está qué escupe fuego!-y vuelve a colgarme, directo en la cara, irritándome todavía más.

“Vale, no es culpa mía que no pueda pasar a comprarse un maldito café el mismo…” pienso, resoplando con fastidio hasta que finalmente llego al piso 66.

-Ugh, ¿Otra vez tú? ¿Y ahora qué haces aquí?-me dice, la chica de los ojos verdes frunciéndome el ceño.

-Me encantaría quedarme a charlar contigo, pero resulta querida que mi jefe quiere darme por culo ahora mismo… así qué… hazte a un lado, ¿Quieres? No quiero volver a estropearte tu vestido de quinientos dólares.-le digo mientras ella me mira boquiabierta y empiezo a avanzar por el pasillo.

-¡Aleluya! ¿Por qué no viniste más tarde? Es que es tan temprano y estamos aquí para ajustarnos a tu maldito tiempo…-empieza a ladrarme el chico rubio a la cara, arrancándome el café de las manos.-Espero qué entiendas que éste es un trabajo muy exigente para el que no sirves y si metes la pata mi cabeza también rodará así qué no la cagues…-me dice, entrando a la oficina de mi queridísimo jefe que charla de lo más tranquilo con otros tipos igual de estiradillos qué él.-¡Y no dejes tu remedo de abrigo tirado por ahí!

-Venga, haz esto, haz aquello… ¿Es mucho pedir un maldito gracias?-pienso enfurruñado, colgando mi chaqueta en el perchero. Me siento en mi escritorio, estudiándolo con cuidado y viendo que al menos la silla es cómoda.

-Vale, la cosa funciona así niñato: Los teléfonos suenan y tú y yo los contestamos todas las veces qué suene sino las llamadas van a parar directo al buzón del Señor Michaelis y eso no le hace precisamente gracia…-suspiro y me vuelvo a mi computador, tratando de mentalizarme qué necesito dinero para ya no seguir viviendo con mi maestro.-¡Ciel!-chilla el chico rubio, poniéndose delante de mí y sobresaltándome.-Si yo no estoy aquí, ni se te ocurra por tu vida abandonar ésa mesa…

-P-Pero, ¿Y si quiero hacer pis?-le digo, y justo en ése instante recuerdo qué me he bebido un enorme vaso de agua y necesito ir al baño.

-¿Qué? Ni hablar, si dejas la mesa ten por seguro que terminarás trabajando en McDonald’s, si no me crees pregúntaselo al asistente anterior…-me dice y me estremezco.

-Siempre estar en la mesa, entendido… eh… ¿Tu nombre?-le pregunto, dándome cuenta de qué él sí se sabe mi nombre pero yo no sé el suyo. Justo en ése momento suena el teléfono y miro dudoso el aparato.-Eh, ¿Qué se supone…?

-Despacho del Señor Michaelis, él no puede atenderle en éstos momentos pero le daré su recado… ¿Quién? Ah, sí claro. No se preocupe.-cuelga y teclea algo en el computador.-Me llamo Finnian, y espero qué hayas aprendido a cómo contestar un teléfono.-me dice, echando los ojos en blanco.

-De acuerdo, Despacho del Señor Michaelis, recado…-me repito, intentando memorizarlo.

-Cómo sea, entre tu trabajo y el mío la diferencia es abismal: Tú eres el sabueso qué va a por su café y le hace los recados y yo me encargo de su agenda, sus citas, sus finanzas y su vida social y lo qué es más importante…-los ojos le brillan justo en ése instante como si hubiese descubierto un árbol de dinero.-Yo iré con él a Paris la Semana de la Moda en Otoño… ¡Cómo su modelo principal!-cierra los ojos, respirando hondo para contener la… ¿Emoción?-Conoceré a los diseñadores, vestiré las mejores ropas, iré a todas sus fiestas… ¡Será divino!

Asiento porque la verdad no entiendo la mitad de las cosas qué dice y tampoco me interesa, sólo sé que estoy aquí porque necesito dinero, arrendar otro apartamento y graduarme para poder trabajar en el Wall Street Journal y la referencia qué puede darme El Cuervo es más qué necesaria.

-Vale, iré al departamento de diseño a dejarles El Libro, quédate quieto ahí y no vayas a moverte…-se levanta de su escritorio, tomando con la delicadeza que sólo puede dársele a un bebé un enorme libro lleno de resaltados y notas por todos lados.

-¿Y eso qué es?-le digo, y de nuevo me mira con ésa cara de espanto.

-Contempla querido, El Libro… es un borrador de todo lo qué incluye el número actual de la revista.-me explica con ésa emoción qué no logro captar mientras lo hojea, mostrándome cientos de artículos de maquillaje, peinados y cientos de fotos de chicas esqueléticas modelando ropa cara y bonita.-Lo entregamos cada noche en el apartamento del Señor Michaelis y él nos lo devuelve la mañana siguiente con sus notas, correcciones y sugerencias… ¡No lo toques!-me da una manotada cuando intento rozarlo con el dedo. Le frunzo el ceño y él cierra aquel enorme “libro” de un tirón.-Se supone qué es tu trabajo entregarlo, pero el Señor Michaelis es muy receloso respecto al personal que deja entrar a su casa y hasta qué no esté seguro de no eres un espía trabajando encubierto para otra revista o un psicótico me toca el placer de entregar el libro.

“Vaya qué está chiflado…” pienso, viéndolo perderse en el pasillo pero más extraño aún es el hombre tan meticuloso y organizado que es mi jefe y al que todo el mundo parece temer. El teléfono empieza a sonar y de nuevo me sube la bilis por la garganta. “Sólo coge el teléfono o acabarás en McDonald’s Ciel…” me repito.

-Despacho de Sebastián…-el tipo al otro lado de la línea se queda perplejo y yo me maldigo mentalmente.-Eh, sí eso mismo, el Señor Michaelis… hmmm… en éstos momentos se encuentra en una junta…-me enredo con el cordel del teléfono intentando encontrar un maldito bolígrafo y papel porque no sé usar el computador tan moderno.-¿Quiere dejarle un mensaje?-pregunto y el hombre masculla algo atropelladamente y casi no lo pillo.-Vale, ¿Podría deletrearme la palabra Gabbana?-cuelga y me quedo en los aires.-Vale, otro burro qué no dice ni adiós.

-Vale, no me agradas ni una pizca después de que estropeaste mi vestido de Versace pero…-le chica de los ojos verdes de pone delante de mi escritorio.-Si Sebastián te ve usando ésos horrorosos tenis va a indigestarse así que para prevenir eso, te traje éstos bonitos botines Jimmy Choo. Eres 37, ¿Verdad?

Pone un par de brillantes botines de piel… lo admito, me gustan pero no lucen demasiado cómodos y no pienso ponerme a renovar mi guardarropas sólo porque ahora trabajo para una estúpida revista de modas y a mi jefe no parece gustarle la ropa barata. Le sonrío, empujando sus bonitos zapatos de marca atrás.

-Gracias por tu preocupación, pero ha sido el mismo Sebastián quien me ha contratado, él ya sabe cómo luzco.-le digo, encogiéndome de hombros.

-Y sigo preguntándome qué se habría fumando ése día…-me dice riéndose y me contengo de soltarle un insulto.-De cualquier forma, los dejaré por aquí… los vas a necesitar.-dice muy segura de sí misma, poniéndose a firmar unos papeles a un lado.

-Finnian…-resuena una voz suave y demandante, volviéndome a erizar los vellos del cuerpo. “Mierda” pienso, mirando hacia el pasillo en busca de una melena rubia.-Finnian.-vuelve a decir más firme, poniéndome nervioso porque a pesar de que no lo he escuchado gritar su voz es lo suficientemente dominante.

-Por Dios, ¿Es qué puede existir alguien tan torpe? ¡Te habla a ti!-me dice la chica de los ojos verdes, resoplando con fastidio y echando los ojos en blanco.-Me llamo Lizzy, lo recordarás cuando salgas de ahí.-me guiña el ojo y desaparece tras las puertas con sus tacones repiqueteando por el suelo.

-… Yo no te pedí eso, ¿Por qué nunca pueden captar mis instrucciones?-se vuelve y su mirada escarlata se encuentra con la mía, ahora muchísimo más potente porque no tiene las gafas puestas. Frunce el ceño, arrugando la nariz y haciéndome temblar las rodillas de nuevo.-Finnian, ¿Cuántas veces tengo qué gritar tu nombre?-me mira de arriba hacia abajo, de ésa forma tan altiva… aprieto los puños.

-Mi nombre es Ciel, Señor Michaelis, creo haberlo escrito en mi currículum…-le suelto y antes de arrepentirme, las palabras ya han salido disparadas de mi boca.

El hombre regordete detrás de él se pone pálido mientras la chica baja la mirada e incluso se pone a temblar. “Ay, madre mía, eso es todo… va a correrme” cierro los ojos y espero su grito pero… nunca llega. En lugar de eso, suelta una pequeña risilla que me deja más nervioso que un grito.

-Gracias por el dato, Ciel…-masculla, y cuando pronuncia mi nombre… mi estómago se hace un nudo.-Cómo sea, necesito entre quince y veinticinco chaquetas de Calvin Klein.-dice de forma rápida y concisa, con su voz aterciopelada y a la vez ruda.

-Vale, ¿Qué tipo de…?

-No tengo tiempo, ve a aburrir a alguien más con tus preguntas tontas.-dice de sopetón, dejándome helado justo donde estoy.-Y asegurate de tener preparado el Central Park para la nueva sesión de fotos para las tres, también recuérdale a Rosamund qué necesito los cinturones de West, los de piel de cocodrilo. Y dile a Dakota que me quedaré con Simone si Hazelle no puede… ¿Ha confirmado ya D’ Paolo?-enarca una ceja, mientras yo aún sigo procesando todo lo qué acaba de decirme.

-¿Si D’…?se me enreda la lengua intentando decir el nombre y me suben los colores a la cara.

-D’ Paolo, ¿sí o no? ¿Es tan difícil? ¿Acaso tienes el teléfono nada más de adorno en el escritorio?-me dice, y sus ojos me absorben con furia en sus orbes rubí.

-Eh, v-vale… ahora mismo.-le digo, sintiendo que tengo reseca la boca y tratando de recordar algo de lo qué ha dicho en los últimos dos minutos.

-Ah, y Finnian…-dice, volviendo a confundirme. Me vuelvo alzando las cejas sólo para toparme con la mirada más depredadora qué he visto en mi vida mientras me mira a la cara y finalmente se detiene en mis converse rotas y gastadas. Me muerdo el labio y contengo el gemido de terror que quiere escapárseme: Mensaje claro.-Es todo.-se vuelve hacia sus acompañantes.-Cómo decía, ¿Ésa es su forma de…?

Salgo disparado de ahí, tomando los botines casi con desesperación y ponérmelas sin dudar. “Vale, tener a la mano papel y bolígrafo y  todo momento y no volver a venir en converse… maldito Sebastián” pienso, saltando sobre un pie y encajándome los estúpidos botines qué tal y como pensé son más que incómodos. “Todo porque al Señor no le gustan ¡Jo! Y encima quiere tragarme vivo” me muerdo la lengua para no decirlo en voz alta.

-¿Ya está D’ Paolo en la línea?-grita, mientras el pánico me sube por la garganta.

-Maldita sea, ¡¿Quién rayos es ése?!-pienso, tecleando de forma errática en el computador sin éxito alguno.

-Ugh, déjalo… observa cómo se hace.-me dice Finnian, apareciendo a mi lado y cogiendo el teléfono con diligencia mientras marca un número a la velocidad de un rayo.-El Señor Michaelis necesito hablarle… sí, de inmediato. ¡Carrick en la línea dos!-grita y luego cuelga.-Por Dios, si sobrevives hasta el viernes creo que me convertiré.-dice con fastidio.

-¡Eh! ¡Espera!-lo cojo del brazo y él me dedica una mirada envenenada que ignoro por completo.-Me llamó ahí dentro y dijo algo acerca de una sesión de fotos, algo acerca de un cocodrilo y dijo que quería a Hazelle o a Simone y… y alguien más.-me muerdo el labio intentando recordar lo demás mientras Finnian empieza a ponerse nervioso.-Y dijo qué quería chaquetas de Calvin Klein.

-Muy bien, qué no corra el pánico…-me dice, pero cuando veo sus manos temblorosas sé qué no es así.-¿Te dije qué clase de chaquetas? ¿Cuántas quería? ¿Color? ¿Estilo? ¿Corte?

-No, entre quince y treinta y no. Quise preguntarle pero… ¡Hey!-le digo, cuando me toma con fuerza del brazo y me clava una mirada sombría. Me estremezco.

-Escúchame bien, nunca… nunca se le pregunta nada al Señor Michaelis, ¿Queda claro?-yo sólo asiento, sin dar crédito a lo que escucho.-Muy bien, yo me haré cargo de tu desastre y tú te irás a Calvin Klein.

-¿Yo? ¿A-Ahora…?-le pregunto, retorciéndome los dedos.

-¿Perdona? ¿Tenías algún compromiso? ¿Algún congreso de críos punky mal vestidos?-dice y sólo suspiro, porque no tiene caso exigir algo de respeto aquí.

-¡Joder! ¡Perdone Señora!-grito, cuando casi tiro abajo a una anciana. Sigo patinando, tratando de ignorar que técnicamente estoy ahogándome con mi propio sudor y parezco un lunático suelto.-¿Sí?-digo sin aliento, con las manos temblándome casi tanto como las de Finnian.

-¿Ya estás ahí o tendré qué seguir fingiendo que me gusta tu impuntualidad, Finnian?-murmura entre dientes El Cuervo, robándome todavía más el poco aliento qué me queda.

-Ya he llegado, es más, ahora mismo… ¿Bueno?-digo, pero ya ha cortado dejándome (¡Oh, sorpresa!) con la palabra en la boca.-Maldito imbécil…-gruño, empujando al montón de gente aglomerada en la entrada del local.-¿Qué?-cojo el móvil de nuevo de mala gana, tratando de cruzarme la calle sin que me pase un taxi por encima.

-En primera, bájale las revoluciones a tu tono Phantomhive y en segunda, el Señor Michaelis quiere qué pases a recoger 25 pañuelos de seda qué ha dejado encargados en Banana Republic ¡Ah! Y también quiere que pases a por su pedido de café, así que es mejor que estés aquí antes de las cuatro y recuerda: El café tiene qué estar bien caliente…

-Vale, ¿Podrías…?-ya ha colgado, dejándome con el bolígrafo en la mano, el móvil contra el oído y como un perfecto imbécil en medio de la calle haciéndole los mandados a Sebastián Michaelis.-¡Maldito idiota con ropa bonita!

Salgo disparado de nuevo, en medio de empujones, sudor y autos que por poco y me atropellan preguntándome cuándo sería viernes.

-¡Ya era hora! ¡Me estoy haciendo pipí!-chilla Finnian en cuanto me ve entrando en la oficina.-¡No tropieces, tonto!-corre a auxiliarme antes de que caiga tumbado en el suelo tirando el preciado café de Sebastián.

-¡Esto es una puta locura! Casi me aplastan, me atropellan y encima tengo qué corretear por toda Nueva York sin derramar ni una gota del maldito Starbucks de Sebastián…-me quejo, cuando empieza a quitarme todo de zarpazos.

-¡Eh, eh, eh!-Finnian me da un pequeño empujón y le miro, ahora sí más que dispuesto a darle un derechazo.-Ya deja de quejarte mocoso, si no te gusta, sólo vete por ésas puertas y ya… pero la próxima vez que me hagas aguantarme las ganas de mear te juro qué no me voy a contener.

-No te preocupes, el sentimiento es mutuo y no estaría aquí de no ser porque quiero graduarme y no quedarme de lame botas del Cuervo…-le digo, arrojando mi abrigo a la mesa.

-¡Cierra la boca qué ahí viene!-me susurra y entonces, dejando un rastro de su perfume de Armani y pavoneándose entra de nuevo en la oficina Sebastián Michaelis, deteniendo el mundo y poniéndolo a sus pies…

-Señor Michaelis, ¿Hay algo qué…?-ni siquiera termino de hablar, cuando su abrigo va a impactar justo a mi cara.-¡Pero qué demonios!-digo, quitándomelo de encima y arrojándolo a un lado.

-¡¿A qué esperas?! ¡Cuelga eso!-me ordena Finnian, chasqueando los dedos como si yo fuese un perro.

-¿Es demasiado pedir un poco de respeto o al menos un por favor?-digo iracundo, levantando el maldito abrigo del suelo como si el estúpido de Sebastián no me lo hubiese arrojado a la cara.

Finnian suelta una carcajada.

-Es Sebastián Michaelis querido, él no necesita decir ni por favor ni gracias… Ahora, empieza a mover el culo y prepárate, el repaso general es a las seis y media y todos están que se mean en los pantalones de pánico así que el teléfono no dejará de sonar, lo que significa que tienes qué contestar cada vez que suene, ¿Me doy a entender o te lo repito en el idioma de los retrasados?-se detiene delante de mí mirándome con prepotencia.

-Sí, ya te entendí pero no tengo ni puta idea de qué es un…

-¿Y cuándo sí? Mira, antes de cada publicación los diseñadores traen sus ideas y el Señor Michaelis elige, él elige absolutamente todos los conjuntos de ropa para todos los números. Los repasos son súper importantes, ya deberías saberlo…-me dedica una mirada asesina y yo pongo los ojos en blanco.-Bueno, después de ir al baño Rao Mao y yo nos tomaremos un descanso…-me dice y hasta ése momento no me había dado cuenta de que una chica de bellas facciones asiáticas estaba en la oficina mirándome fijamente mientras contenía la risa.-Éste… éste es el nuevo yo. Te lo dije, ¿No?

-Oh por Dios, creí qué estabas de broma…-dice y ambos estallan en una carcajada. Les frunzo el ceño porque no le veo la puñetera gracia.

-Qué va, iba súper en serio pero admito que es lindo… ¿A ti te parece lindo?-le dice a la chica que simplemente asiente y vuelve a carcajearse, ésta vez como una colegiala.-Vale, tengo veinte minutos de descanso y tú quince, cuando yo vuelva es tu turno.

-Está bien…-le digo, sobándome el cuello que me duele como mil demonios.

-¿Qué se supone que lleva puesto?-alcanzo a escuchar qué dice la chica asiática.

-No lo sé, ¿La camisa de su abuelo?-y ambos se alejan en medio de risas, haciéndome el tonto.

“Un año… un año rodeado de éstos idiotas y es todo” pienso, dejándome caer con pesadez sobre mi silla y ante una atenta mirada escarlata al fondo de la oficina.

“Hmmm… qué bien huele, ¡Muero de hambre!” pienso y justo en ése momento me chilla el estómago, recordándome que me ha saltado el desayuno y el almuerzo gracias al muy bestia de Sebastián. “Veamos… ¡Oh, sí! ¡Tienen pastel de queso! Por fin la primera cosa buena que me pasa en todo el día” pienso, tomando dos rebanadas y echándoles tanta jalea de fresas como me es posible.

-Vaya, pastel de queso… una dulce e interesante elección.-me sobresalta una voz dulce y cantarina y cuando alzo la vista un par de ojos esmeralda están viéndome con burla.

-Vale, ¿Estás siguiéndome? Últimamente te apareces en todos lados…-le digo, avanzando en la fila y tomando un par de galletas y donas de chocolate también.

-Eso mismo iba a preguntarte a ti, de seguir así voy a tener qué llamar a seguridad porque me sigue un acosador.-me dice y le dedico una mirada envenenada que sólo la hace reírse.-Qué envidia me das, seguro que si yo me como todo eso, explotaría como una vaca…

Veo su charola y nada más hay ensalada de frutas y una botella de agua… igual que el resto de las chicas en la cola.

-Es una lástima que preparen tanta comida rica y se eche a perder… es obvio que este lugar está infestado de puras anoréxicas.-le digo, lamentándome de no poder llevarme si quiera un par de postres a casa.

-Querido, cuando eres mujer y el ingrediente principal de todos es la celulitis entonces no te duele nada echar a perder la comida. Además, según el último listado de Versace dice que la talla 4 ahora es la 6 y la 2 es la 4…-me mira agitando las pestañas, como si eso fuese el fin del mundo.

-Bueno, yo soy talla cero y no tengo qué matarme de hambre…-le digo, encogiéndome de hombros mientras ella sólo me mira echando los ojos en blanco.

-Gracias por echarme en cara el hecho de que eres hombre y te atiborras de toda ésa porquería sin subir ni un céntimo… en verdad me hacía falta en medio de mi dieta.-finge una sonrisa.

Pongo los ojos en blanco y justo cuando muerdo una dona rellena de mermelada de fresas…

-¡Vaya mierda!-me quejo, cuando un montón de mermelada va a parar justo a mi camisa.-Con lo qué le gustan a Sebastián las manchas en la ropa…

-Oh cariño, dudo mucho que a él se le pongan los pelos de punta porque derramaste mermelada encima de ése…-me mira de arriba hacia abajo.-Trapo reciclado.

-Sí ya capté que a todos aquí les parece horrenda mi ropa y están concursando para saber si pueden quemarle pero…-cojo un poco de té y crema.-no veo porque tendría qué cambiarlo todo de mí porque ahora trabajo para Sebastián sin mencionar qué luego de que haya hecho mis prácticas no creo que desarrolle ningún interés por la moda.

-Sí claro, porque la industria de la moda hace millones diciéndole a las mujeres qué se amen tal y cómo son y su belleza interior es lo más importante…-me dice, con un sarcasmo tan ácido que de oírla una chica con sobrepeso se suicidaría en éste momento.-¿Sí, diga?-coge el móvil mientras yo sigo comiendo tranquilamente mi pastel de queso.-Entendido, voy para allá.-cuelga y me mira fijamente.-De hecho Ciel querido, vamos para allá… ya me debes dos.-coge mi charola y la vacía en la basura.

-¡Oye! ¡Es la primera comida qué me trago en todo el día!-le grito, con el corazón estrujándoseme de sólo ver ése delicioso pastel de queso en la basura.

-Sebastián ha adelantado el repaso general media hora y él siempre llega un cuarto de hora antes…-me toma de la muñeca y empieza a arrastrarme por la cafetería.-Lo que significa qué estamos tarde.

-¡Joder! ¿Es qué nunca come o va a mear? ¡Siempre está haciendo correr de un lado a otro a todo el mundo!-me quejo, mientras me empuja al ascensor y presiona el botón del piso 66.

-Ay Ciel… se nota qué todavía no conoces a Sebastián ni tampoco.-niega con la cabeza mientras una mujer de pelo rojo y muy llamativo se monta al elevador con nosotros.-Señorita Durless, ¿Qué tal está?

-Muy bien, un placer Lizzy. ¿Cómo va el número para Abril?-pregunta, mientras revisa su Iphone con actitud desinteresada.

-Será la mejor primavera, créamelo.-le dice Lizzy con una sonrisa encantadora y me doy cuenta de que pese a su horrenda personalidad… es hermosa.

-Escuché que Sebastián eliminó los vestidos y adelantó la sesión de fotos… ¿Cuánto está costándome?-pregunta y me contengo de abrir la boca hasta el suelo.

Lizzy vuelve a sonreír, pero ésta vez de forma más maliciosa.

-Más o menos, trescientos mil dólares, Angelina.-le dice, encogiéndose de hombros sin más. Ahora sí que no me contengo y abro la boca bien grande e incluso empiezo a babear.

“¡Joder! ¡¿Trescientos mil dólares sólo para financiar una estúpida sesión de fotos?! Vaya qué si han perdido el juicio…” pienso, carraspeando e intentando mantener la compostura. La mujer pelirroja y extravagante suelta una carcajada, como si Lizzy hubiese dicho diez dólares en lugar de trescientos mil.

-Los vestidos han debido ser horrendos…-y ambas estallan en una carcajada.-Mira qué grosera, no me presentas a tu amigo… mucho gusto, yo soy Angelina Durless.-me tiende la mano y me da una sonrisa deslumbrante. Me quedo babeando.

-Él es Ciel Phantomhive, el nuevo asistente de Sebastián.-me salva Lizzy del apuro. Con ésta ya le debía tres de corrido.

-Vaya, enhorabuena jovencito…-las puertas se abren y ella se contonea afuera del elevador.-Un millón de personas matarían por ése puesto.-me dice, guiñándome un ojo.

“Vaya… lo dudo y mucho más si se está bajo las órdenes del Cuervo” pienso, riéndome del chiste que me causan sus palabras.

-Adiós, Angelina.-las puertas vuelven a cerrarse.-Ésa era la presidenta de la editorial, Angelina Durless… me preocupaba que el elevador no diera abasto para su ego.-me sonríe y yo asiento, porque vaya que le sobraba.

Seguimos subiendo hasta que finalmente el piso 66 aparece ante nosotros y Lizzy sale disparada del elevador, arrastrándome de nuevo hacia ella.

-Venga, qué puedo caminar…-me zafo de su agarre y la sigo, mientras todas las miradas permanecen clavadas en mí.

-Entonces aprieta el paso, ya llevamos quince minutos de retraso…-me dice entre dientes y cuando entramos al cubículo, puedo escuchar la voz disgustada y encaprichada de Sebastián.

-… No, en definitiva he visto todo esto antes, ¿No tienes algo más?-y cuando entramos, está revisando un enorme perchero que rebalsa de ropa con los labios fruncidos y la mandíbula tensa.

-Vale, sí, también pensamos que las faldas de corte lápiz pueden quedar muy interesantes con…

-No. No… es qué no puedo comprender, simplemente no puedo. ¿Por qué tiene que ser tan difícil montar un repaso general decente? Han tenido dos semanas para preparar y acatar cada una de mis órdenes y vengo y me encuentro con la misma rota que pondrían en una barata, de verdad qué n lo entiendo.-se frota las sienes.

-Escucha, mira y toma nota Ciel…-me susurra Lizzy, ates de irse al perchero y revisar más meticulosamente las prendas qué a mí parecer están bastante bien.

-Vaya, hasta que deciden aparecerse… de Finnian no me sorprende pero ¿Elizabeth? Seguro ya te está pegando lo holgazán.-dice Sebastián y le frunzo el ceño mientras él sigue revolviendo entre los percheros.-¿Dónde están los chalecos qué mandé a pedir? No los veo por ninguna parte…

-B-Bueno, t-tenemos un par de prendas de Mónaco…

-Pues yo había pedido chalecos y aquí no hay nada de eso.-terminante y letal, así ha sonado la voz de Sebastián ahora mismo. Me encojo de hombros mientras hago notas resaltando todo lo qué no debía hacer en presencia de ése hombre tan exigente y malcriado.-Oh, vaya… por fin algo decente en medio de tanta desgracia. ¿Qué te parece Elizabeth? ¿No es muy llamativo?-dice, sacando un vestido bombacho y de un púrpura eléctrico de entre la ropa.

-Oh, sí en definitiva podría funcionar y le da perfecto al tono de piel cobrizo de Hazelle… un poco de glam y rock, muy llamativo y a la vez elegante.-le dice Lizzy, acariciando con ternura el pedazo de tela desgastado y ciertamente sin forma que tiene Sebastián entre manos.

“Vale, ¿Y a eso le llaman tendencia? He visto vestidos más bonitos en la tienda de Hot Topic” pienso, anotando pero frunciéndole el ceño a la libreta porque no entiendo ni jota.

-Pero… ¿No crees que se parece un poco a…?

-¿…al de Nina Ricci? Eso pensaba pero si le juegas un poco con el estilo, añades un par de accesorios y le combinas con unos tacos de plataforma quedará divino.-le dice Lizzy, sonriendo y (¡Oh por Dios!) Sebastián le hace un amago de sonrisa de vuelta.

-¿Dónde están los accesorios?-dice Sebastián y una chica rubia corre como un rayo hacia otro perchero.-Madre mía, ¿Por qué no está nadie preparado?-mira a la chica con fastidio e incluso yo me estremezco.

-Aquí están… tenemos un par de cinturones y collares.-dice la chica, colgándose un montón al hombre.

-Iré con los cinturones, venga date prisa…-ordena Sebastián y la chica saca dos cinturones completamente iguales.

-Aquí están… difícil decisión, ¿Verdad? Son tan distintos ambos…-le dice la chica, casi temblando ante la atenta mirada de Sebastián.

“No me jodas…” pienso y me río por lo bajo, anotándolo para mi repertorio de chistes malos… hasta que alzo la vista y veo que hay diez pares de ojos mirándome fijamente y uno de ellos detiene a mi corazón con fuerza.

-Disculpa, ¿Qué te parece tan gracioso?-inquiere, enarcando una ceja y literalmente quiero qué me trague la tierra.

-Uhmm… No, no es nada.-le digo, sonriendo pero a cada palabra qué digo él frunce más el ceño y hace que me den más escalofríos.-B-Bueno, es s-sólo que… a mí los dos cinturones me parecen exactamente iguales pero ¿qué sé yo? Aún estoy aprendiendo sobre éstas cosas y…

Y grave, gravísimo error. Una mirada al rostro compungido de Sebastián era suficiente para darme cuenta de qué acababa de meter la pata hasta el fondo.

-¿Éstas… cosas?-dice, y su expresión horrorizada es rápidamente sustituida por una de arrogancia total. Lizzy me mira con una cara qué dice ‹‹La has cagado›› mientras se frota las sienes.-Ah, de acuerdo, ya comprendo…-dice Sebastián, esbozando una sonrisa de pura malicia mientras yo intento recordar cómo respirar.-Te crees qué todo esto no tiene nada qué ver contigo…-retrocedo un poco, sintiendo toda la fuerza de ésos ojos burlescos mientras toma uno de los cinturones y camina hacia el vestido.-Tú vas a tu armario y seleccionas, no sé, ésa camisa deforme de Iron Maiden porque intentas decirle al mundo qué te tomas demasiado en serio a ti mismo como para preocuparte por lo qué te pondrás; pero lo que no sabes es que ésa camisa horrenda fue diseñada por Kruegler para la colección rock glam de hace tres años y luego De la Renta vino con una colección de chaquetas con estampados de bandas de rock y… Elizabeth, necesitamos una chaqueta…-chasquea los dedos y Lizzy revuelve entre los percheros hasta qué da con una chaqueta de cuero y jeans con detalles metálicos-luego de eso, Ricci puso de moda los logotipos hasta qué finalmente, fue a parar a una de las tiendas de segunda mano de donde seguro tú las tomaste de un enorme cubo de al 2x1 y ahora la portas orgullosamente…-me volteo y veo que Finnian está atrás, negando con la cabeza y dándole la razón a ése moustro que me ha despedazado tan sólo palabras.-No obstante, ésa camisa vieja y con manchas de mermelada…-se acerca hacia a mí y me quedo petrificado, cuando su rostro queda a escasos cinco centímetros del mío y siento el olor a café que se desprende de su aliento.-representa millones de dólares y muchos puestos de trabajo y me resulta cómico…-enfatiza la palabra, con su aliento revolviéndome los cabellos y sus ojos absorbiéndome con fuerza.-qué te creas que has escogido algo qué te exime de la industria de la moda cuando realmente estás usando una camisa que fue seleccionada por personas cómo nosotros de entre un montón…-tomo el cinturón y me lo echa al cuello, apretándolo con fuerza y atrayéndome hacia él. Todo se detiene y por un segundo, sólo somos él y yo en medio de un espacio que sólo nos pertenece a nosotros.-Cosas.-concluye, soltándome de un tirón hasta que caigo de sentón en el suelo con la cabeza dándome vueltas.

Jaque Mate, y el Cuervo gana el primer encuentro.

-A ver Ciel, repítemelo… ¿Tú le dijiste qué y el te respondió con todo el proceso selectivo de prendas?-me dice Undertaker, en medio de risas mientras yo sigo que echo chispas por los oídos.

-¡Los dos putos cinturones eran idénticos! ¡Completamente idénticos! No tienen idea de la mirada qué me lanzó, por un segundo creí que se le derretiría la piel de la cara aunque hubiese deseado de corazón qué pasara…-le digo entre dientes, bebiendo mi trago de tequila de sopetón.

-Ay Ciel… ¡Es qué es obvio que no lo eran! Admito que no era para qué te tratase así pero… ¡La diferencia era abismal!-me dice Alois, echando los ojos en blanco y comiéndose otro cubo de queso.

-¿Y tú de qué lado estás? Ya te pareces a ésa bola de anoréxicas que casi besan el piso por el que pasa ése maníaco es qué… es qué… ¡No lo soporto! ¡Simplemente es un chiflado qué no está contento si la gente a su alrededor no se mea en los pantalones! Actúa como si curara el cáncer o algo parecido cuando en realidad todo lo qué hace es gastarse trescientos mil dólares para elegir entre dos cinturones completamente iguales, beberse litros de café de Starbucks y venderle a la gente cosas qué no necesita… ¡Es un completo idiota!-dejo caer la cabeza entre las manos, totalmente frustrado de tener que soportar todas las idioteces de Sebastián Michaelis y su séquito de retrasadas.

-El idiota qué tiene la clave para qué consigas tu diploma, no te olvides de ése pequeño detalle.-me recuerda Undertaker, restregándome más lo mezquino de mi vida.

-¿Saben qué? Es obvio qué lo que quiere es joderme porque sabe qué necesito su estúpida referencia, sabe qué por ley debo soportarle sus niñerías… pero es sólo un año, nada más debo soportarle por un año y es todo; luego haré lo qué vine a hacer desde un principio en el Wall Street Journal. Pero no pienso dejar qué ése maldito Cuervo me fastidie… No. Lo. Haré. Primero puede irse a qué le den por culo.-le digo y me empino el resto de mi cerveza.

¿Sebastián quería guerra? Guerra tendría y yo no iba a ceder.

Ni siquiera ante su belleza cruel.

Notas finales:

¡PUM! Vale, espero qué no os hayáis aburrido con el cap, sé que quizá no hubo demasiado salseo pero al menos ya vamos viendo lo pesado qué puede ponerse Sebby con Ciel y a la vez vemos cómo en medio de todo su desprecio va seduciéndolo ¬u¬ Ya más adelante veremos la transformación de Ciel, ¿Qué opináis vosotros? ¿En verdad es tan profundo el odio de Ciel o simplemente odia qué Sebby sólo le esté probando? ¿Os gustan las personalidades de Finny y Lizzy? ¿Qué opináis de Undertaker cómo protector de Ciel? ¡Dejadme vuestras opiniones en la cajita de comentarios! ¡VIVA EL CAFÉ DE STARBUCKS! XD ¡Un besazo! Y pasad buenas mañanas/tardes/noches ^^


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