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Sin habilidades de acosador por Tentaculo_Terapeuta

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Capitulo 10 – Wating for love

“Monday left me broken
Tuesday I was through with hoping
Wednesday my empty arms were open
Thursday waiting for love, waiting for love
Thank the stars it's Friday
I'm burning like a fire gone wild on Saturday
Guess I won't be coming to church on Sunday
I'll be waiting for love, waiting for love
To come around”

Avicii

Recuerdo casi como si solo hubieran pasado dos segundos el momento en el que Oikawa sostenía un montón de dinero entre las manos y me miraba fijamente. Creo que si hubiera sido alguien más inteligente habría visto con claridad lo que aquella mirada significaba, hubiera dicho “SÍ” con mayúsculas a lo que me preguntó y el mundo hubiera dejado de importar. Pero no, no soy exactamente lo que se dice avispado.

La mañana de aquel viernes en el que me salté las clases por orden explicita de la sargento Nakahara, allí al otro lado de la línea telefónica, no pensé que nada de lo que iba a pasar iba a pasar y a pesar como pasó. Yo solo hice eso que se me da tan bien, dejarme llevar por las olas hasta Kanagawa.

Hasta aquí, cualquiera que haya escuchado mi relato, pensará ¿Sargento Nakahara? Y yo asentiré. Si en vez de antropología hubiera elegido psicología o filosofía mi tesis final hubiera ido sobre esta chica peculiar y sus transformaciones extrañas. Quizá podía hacer un estudio sobre ella y su novio para mi tesis final, porque Ushijima también mutaba de forma extraña en contacto con la red de voleibol y las líneas que delimitaban la pista.

Oikawa y yo hicimos juntos el viaje en tren que nos movía de Tokio a Yokohama. Sus ojos castaños me seguían pareciendo un lugar donde perderme, pero a pesar de lo que Kenma había dicho de mí en varias ocasiones, no era capaz de ser tan desvergonzado como para hacerlo. Aunque tengo que admitir que sí que lo hice alguna vez, mirarle fijamente a los ojos por más de un segundo, quizá aquello fue lo que dio pie a lo que daría pie a el drama. No, no es que fuera un drama, pero es que  muy a menudo me gusta exagerar.  Él se pasó el viaje previniéndome de que íbamos a hacer cualquier cosa menos jugar a vóley, pero no le entendí hasta que no llegamos a Umi no Koen.

Volviendo al asunto de Nakahara y Ushijima; la extraña pareja que nunca parecían enamorados, que no te daban la sensación de necesitarse y que te hacían preguntarte ¿Por qué diablos salen juntos si no pegan ni con cola? Pues ese día lo descubrí.

Una vez en la playa, Nakahara nos llevó al club de voleibol en el que ella y su hermana pequeña habían aprendido a jugar un verano en el que sus padres las dejaban desatendidas de forma deliberada. Ella me contó su vida de forma exagerada, así que no sé si tenía que ver con su actitud o porque realmente era así. Pero me enrollo como una persiana en cosas que realmente no tienen la importancia que deberían tener.  Nunca sabes lo difícil que es contar una historia hasta que no lo intentas, y a mí nunca se me ha dado bien eso de ir directamente al grano…

Era un sitio agradable, casi mágico y sobrio, además el tiempo nos acompañaba. Hacía sol, pero un aire puñetero te hacía sentir como que eh, el verano aún no ha llegado aunque esté casi ahí. Cómo si a mí la primavera me hubiera traído algo más que un par de emails sosos de mi soso romance de adolescencia… No fue soso, pero también siento resentimiento de vez en cuando.

Mentidos entre las cuatro líneas de la pista de vóley, playa la cara de Amai ya empezó a cambiar. Con el pelo suelto y con un traje, que debía ser muy incómodo por lo pequeño que era, la modelo se colocó con la pelota entre las manos y nos miró a los tres, Usishjima, Oikawa y yo, sentados en el banquillo desatándonos las deportivas, o en el caso de Oikawa quitándose sus zapatos pijos, que tienen un nombre concreto que ahora mismo no recuerdo.

—Te daré ventaja, chico del top five — dijo arqueando las cejas y sonriendo de forma casi malévola. No parecía la misma chica de diez minutos atrás que había insistido en que podíamos quedarnos a dormir en su casa aquella noche, allí en Yokohama, porque sus padres no estaban.— Quédate con el acomodador.

No entendí mucho que quería decir, pero supongo que era porque yo desconocía en qué posiciones jugaban ella y Ushijima. De hecho tenía la falsa idea de que Nakahara era bloqueadora por su altura y su afán de jugar contra mí, lejos de eso, era la estrella del equipo. Y si lo pienso lo había mencionado con anterioridad, pero mi memoria selectiva siempre se queda con el mono con platillos que suena en la cabeza de Komi cuando hay que pensar en las consecuencias de nuestros actos. Desde que Akaashi se fue, nuestros actos no estaban tan delimitados por la lógica. Oikawa dejó escapar un suspiro y caí en la cuenta que él debía ser el único acomodador allí. No miré a Ushijima, pero supongo que su mirada hacía aquella mandona amable que se había convertido en un sargento cambió también.

—Ushijima solía ser un buen jugador, hasta que empezó a salir con esta— susurró Oikawa para luego terminar su frase alzando un poco más la voz.— No tan bueno como yo, desde luego.

Me reí de su comentario mientras él y yo nos poníamos en situación de calentar un poco. La realidad era que había ido corriendo de la estación a la playa con Amai, así que ninguno de nosotros dos lo necesitaba, pero sí Tooru, así que estiré un poco con él. Creo que él se reía de mi forma exagerada de estirar,  que según Akaashi era innecesaria, pero  yo no sabía hacerlo  de otra manera.

Colocados en nuestras posiciones, no voy a describir el partido con mucho detalle. Como ya sabéis soy un pésimo comentarista y además era no es que el partido fuera demasiado interesante… Decir que perdí sería mentira, pero tampoco es que el chico espacial y yo ganáramos.

Ushijima parecía otro, perdido de enamoramiento. Se podía ver qué quería rematar la pelota, pero terminaba colocándosela a Amai cada dos por tres de una forma un tanto… ridícula. Su voz diciendo “ ¿Asi?” resultaba hasta vergonzoso por el tono cursi que usaba, mientras que ella le miraba con fiereza y casi parecía que iba a morderle. Eso es el amor, es la conclusión que saqué. Ushijima era capaz de darlo todo por aquella chica, hasta lo que más deseaba dentro de la cancha. Aquello me hizo pensar mucho que quizá yo no amaba tanto a Akaashi como había pensado algunas veces y quizá él tampoco sentía aquello por mí.  Pensar en general, algo que me cuesta pero que cuando lo hago me sobrepaso, me dio cierto valor a hacer lo que hice aquella noche en casa de las Nakahara.

¡Ah! No mencionar que los remates de la sargento Nakahara eran increíbles habría sido una ofensa al voleibol y cabe decir que jugar con Oikawa fue interesante. No era tan perfecto como Akaashi, pero es que la compenetración entre Akaashi y yo era casi perfecta.

Cenamos en casa de Amai. Los cuatro juntos, con un Ushijima normal y una Nakahara amable que cocinó algo de mushimono de pescado y sacó un par de botellas de sake. Su hermana pequeña me recordó a Kenma, pero en femenino. Su comportamiento huraño y aquella mirada extraña que me echó cuando traté de bromear con ella… Aún siento el gélido viento que atravesó la habitación cuando me miró.

¿Estaba borracho a la hora de irnos a dormir? Pues claro, como si hubiera cabido lugar a dudas de algo así. Amai se reía de mi forma extraña de andar, cuando ella ni siquiera había sido capaz de levantarse del suelo al que había caído instantes después de levantarse de la silla. Ushijima no se reía, estaba más bien enfadado con Oikawa y mencionaba rollos extraños de cómo había desperdiciado su vida yendo al Aobajohsai, mientras él hacía los posibles por ayudar a levantarse a Nakahara. Al final el mismo Wakatoshi levantó a la chica en brazos y empezó a llevarla a su cuarto.

— ¿Vas a dormir abrazado a mí? — Le preguntaba Nakahara todo el rato, mientras él bufaba de forma incomoda. Yo los observaba de forma curiosa, porque Ushijima no dejaba de decirle que no podían dormir juntos, entre otras ideas arcaicas de vivir, mientras ella hacía el idiota por intentar besarle.

Eran en definitiva una pareja extraña. Pensaba aquello cuando Oikawa tiró de mi camiseta, casi como recordándome de que estaba haciendo de aguantavelas para ellos dos, y nos marchamos de allí a la habitación de invitados mientras los escuchábamos discutir.

La habitación con dos camas individuales apoyadas contra paredes opuestas estaba completamente a oscuras, solo iluminada por una luz anaranjada que se colaba por la ventana y… Lejos de sentarme en la cama me dejé caer en el suelo totalmente estirado. Notaba mi respiración pesada, y lo cierto era que aunque tenía ganas de dormir, tenía muchas ganas de gritar. No era un gritar en plan mal, era gritar en plan “que algo emocionante pase en mi vida de una vez”… A todo esto yo olvidaba que Oikawa estaba ahí, porque en la embriaguez y la exaltación a menudo siento como si el mundo fuera solo mío. Como en una montaña altísima en la que la libertad es el mismo aire que se respira y no en aquella pequeña habitación de una residencia acomodada en Kanagawa.

—Bokuto… — la voz de Oikawa sonó en un susurro dentro de mi cabeza y le miré. Estaba sentado en el suelo, en el pasillo que formaban las dos camas, y se estiró a mi lado. Le miré por un instante y él me besó.

Su boca pegada a la mía era una supernova explotando a millones de años luz de la realidad. Su lengua dentro de mi boca eran todos esos elementos que se descomponían en la explosión próxima a aquella estrella muriendo entre él y yo. O yo que sé, no se me dan bien las metáforas pero a veces me gusta fingir que sí porque queda tope de cool. El asunto en síntesis es que él empezó a besarme y yo me dejé llevar, como cuando te equivocas de tren y ya no puedes evitar viajar al lugar equivocado al menos hasta la siguiente parada, pero la siguiente parada continuó.

En menos de un segundo el cuerpo de Oikawa se encontraba debajo del mío mientras yo tiraba de su camisa. Mis dientes mordisqueaban su cuello y sus manos paseaban por mi espalda dudando de cómo continuar. Para mí todo aquello había sido siempre algo tan instintivo que me sorprendía su poca capacidad de reacción…  

A veces aún me masturbo pensado en el momento en el que colé mi mano por dentro de sus pantalones y agarré su pene erecto, diciéndome que aquello le gustaba y yo le gustaba aunque  solo fuera un poco. Y sus gemidos ahogados contra mi clavícula… Tengo infinitas imágenes grabadas en mi mente de esa noche, su cara mientras mi boca descendía por su pecho, la forma de sus músculos definidos, su cabeza desde arriba cuando intentó hacerme una felación… Todo está desordenado y hay puntos de lo que pasó que no vienen nítidos a la cabeza. Cosas del alcohol supongo.

Por la mañana descubrí múltiples marcas de sus dientes por varias partes de mi cuerpo, como pequeños trofeos de algo que no estaba del todo claro en mi cabeza. Pero si intento poner en orden todo lo que ocurrió me siento un poco avergonzado. No usamos preservativo, no pensábamos en nada de nada y aunque pensar está sobrevalorado, no está mal del todo usar la cabeza.  Cuando me desperté no es que pensara en todo eso, simplemente sabía que tenía que irme a trabajar, y que él se quedaría allí durmiendo. Probablemente tendría en la cabeza tantas dudas como yo, o quizá no. Pero que no iban a ser respondidas aún porque la resaca de la vida diaria tampoco te deja demasiado tiempo para según qué cosas.

Así que sin seguir mi protocolo habitual de comportamiento, sin haber visto el pronóstico del tiempo de Bokuto Kotaro, que aunque yo no lo supiera anunciaba tifones en toda la costa disfrazados de un anticiclón,  me fui a trabajar sin despertarle ni preguntar.

 


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