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Sin habilidades de acosador por Tentaculo_Terapeuta

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Domingo siete de julio, siete del siete, nueve am. Bokuto estaba con los ojos como platos y pensaba “Hoy Oikawa Tooru empezará a vivir en estas cuatro paredes que llamas hogar”. La realidad era que había dormido mal y por motivo del siete del siete iban a venir bastantes humanos a mi casa para hacer una cutre-familiar celebración del Tanabata.

Supongo que sonaría algo infantil, pero estáis hablando con un antropólogo cenizo. Yo celebro lo celebrable, los carnavales de Venecia, el día de la tortilla, Halloween y cualquier tradición de una cultura que me guste, porque sí señor, soy antropólogo. Así que una festividad como es el Tanabata me gusta, deseos y enamorados y cosas cursis.

Supongo que por eso cuando Sarukui llamó a mi puerta no fue del todo una decepción abrir y no ver allí a Oikawa todavía. Traía un arbolito de bambú artificial, demasiado grande para meterlo en mi piso a pesar de que no era de los más grandes que había visto, y una caja de cervezas.

—De paso me llevaré luego esa caja de cosas que aún tengo ahí — dijo Saru-chan mientras dejaba aquella planta en la puerta de la entrada.

—En realidad cuanto antes te la lleves mejor— añadí pensando en que había hecho algo de espacio en uno de los armarios del cuarto para las cosas de Oikawa, pero que no tenía ni idea de cuantas cosas iba a traer—. Sí, es una súplica para que lo dejes fuera de la casa.

Me imaginé a Oikawa, a saber por qué, como una de estas estrellas del K-pop que llevan como tres camiones de ropa en sus giras. La realidad es que si era así íbamos a tener que dormir uno en la ducha y el otro en la mesa de la cocina, porque no había más espacio potencial. La parte positiva era que hacía un calor del copón y si era así, bueno, pues podíamos dormir en la terraza comunitaria y dejarle el poco espacio interior al gato.

Estábamos en mitad de la calle, por lo que no fue el todo raro-raro ver llegar a Komi cargando una barbacoa de esas pequeñas que dejó en la puerta. Tragué saliva, pensando en el drama que podía llegar a acontecer pero me sorprendieron.

—Hey,  al final la has traído tú — la voz de Sarukui sonó un poco forzada pero tranquila. Había salido a la puerta y se estaban mirando con cierta condescendencia, no parecía que fuera a estallar la novena guerra inter bricksocial.

—Sí, espero que mis padres no lleguen a darse cuenta, pero aquí está — Komi estiró los brazos y bostezó.

Me alejé despacio mientras ellos hablaban cordialmente, entrando en casa de nuevo. Aún tenía que fregar platos y recoger mi futón, así que me puse manos a la obra.

Estaba yo arrodillado, doblando las indoblables telas de aquel infernal futón que sinceramente necesitaba una limpieza urgente que no iba a tener, cuando Sarukui se sentó a mi lado. Y que le vamos a hacer, soy algo entre vago y cerdo, supongo que la higiene no está  en la cúspide de mis prioridades. Aunque sí la comodidad, así que cuando empezara a molestarme mucho el malestar del colchón lo limpiaría.

—Le he invitado yo — dijo Saru—. Es que, aunque siga enfadado, no quiero que se quede varado de las cosas y ya sé que tú no ibas a decirle de venir para evitar peleas y…

—Oh, lo siento Saru, la realidad es que no lo invité porque pensaba que estaba en Hawaii ya — dije. Quizá debí haberme callado, pero qué se yo. La mayoría de gente tiene una vocecita interior que le dice “cállate”, yo tengo a un gorila golpeándose el pecho que me produce cierta risa. Forcé una mueca que imitaba una sonrisa de “lo siento” mientras seguía dándole tundas al futón para conseguir doblarlo bien.

Yamato se rió y me dobló el mismo el futón con una habilidad curiosa considerando que él dormía en una cama de estilo occidental.

—Que yo conozca mejor que tú el horario de Komi, estado enfadado con él, me asusta — dijo para levantarse y ponerse a fregar mis platos como si nada.  

Al cabo de un rato llegó Amai con una amiga suya que era una torre humana. Y es raro que un tipo de metro ochentaicinco diga que una señora era una torre, pero es que Ume era quizá una de las mujeres más altas que había conocido. Debía ser tan alta como Lev, como mínimo.

—¿Llegamos muy pronto? Llegamos muy pronto — dijo Nakahara. Cargaban las dos con un montón de bolsas llenas de comida, carne y verduras, bebidas y a saber qué más—. Da igual, porque tampoco es como si ahora pudiera convenceros para que vinierais a Kanagawa a la piscina de mi casa y…

Hablaba más que yo, y nunca sabré si eso me gustaba de ella o no. Era extraña, en medio de aquella conversación que hasta me costaba de seguir me abrazó y entonces se puso a organizar mi nevera como si fuera suya. La verdad es que de todo ese caos saqué a Amai, y me encantó conocerla y considerarla mi amiga. Era una de esas personas que te dejan una extraña sensación de que sea como sea que estás haciendo tiene sentido y es bello.

No tardaron en llegar Washio, Akaashi,  Kuroo con Lev y Kenma, y sorprendentemente para mí, les había invitado Kuroo,  ¡Tsukki! Con su amigo el pecoso, Yamaguchi, al que apenas conocía y también Hinata y el siniestro acomodador del Karasuno.  Pero Oikawa seguía sin aparecer, eran ya las doce de la mañana y el tipo estaba ausente,  y yo me impacientaba porque Washio ya se había puesto con Ume a preparar la barbacoa, mientras Kuroo se estiraba en el suelo del balconcillo a charlar con Amai, y Sarukui  releía con Komi uno de aquellos comics pornográficos.

Kenma era mi favorito en la fiesta, sentado en un rincón de la habitación, evitando el sol, jugaba con su psp. Y yo sentado a su lado, evitando el contacto visual con Akaashi, le hacía preguntas sobre el juego que él no contestaba, porque en realidad Kenma me adoraba, le gustaba tanto oír mi voz que no quería perturbarla con la suya o algo así.

¿Por qué Kenma y Hinata no estaban juntos todo el rato? Antes solían vivir pegados… Aquello era un misterio que no me aventuraré a desvelar en este texto, pero me llamó la atención.

No sé exactamente en qué momento de aquella fiesta programada, pero muy poco planificada, Yamaguchi y Hinata se sentaron cerca de Komi y Sarukui cotilleando sus comics y…

—¡Bokuto es un pervertido¡ —gritó Hinata. Yamaguchi a su lado estaba totalmente sonrojado y parecía bastante incómodo, como sin saber a dónde mirar. Tsukki, que se estaba apoyado contra el mármol de la cocina tomando una cocacola cherry que no tenía ni idea de dónde había salido, chistó y salió a la terraza. Aquel chico sabía  cómo robarme el corazón, defendiéndome de Hinata como un príncipe azul.

Aquellos comics empezaban a incomodarme demasiado, debía haberlos quemado desde el primer momento que entraron por la puerta.

—Efectivamente Chibi-chan — dijo Oikawa que entraba por la puerta de la casa—. Esconde un sinfín de fetiches extraños.

—¡El gran rey!— saltó Hinata dejando caer el comic sobre la mesa. Ah, era ese en el que unos alienígenas con tentáculos luchaban contra unos demonios del infierno por introducirle cosas por la vagina a una tipa tetuda. Yo no sé qué era lo que le emocionaba a Saru-chan de aquellas cosas, la verdad que no.

Kenma levantó la mirada de la pantalla y luego me miró a mí. No tenía nada que decir, así que volvió a centrarse en el juego.

—¡Oh! Oikawa-kun tienes que contármelos — saltó Nakahara contra su espalda y subiéndose al estilo koala sobre  él.  Oikawa perdió el equilibrio y dejó caer la bolsa de deporte que llevaba en la mano, pero como es un sitio tan pequeño pudo apoyase contra una pared sin chafar a Yamaguchi. Yo imité a Kenma y fingí no enterarme de nada. No, no, yo no era un humano, yo era como esa planta del plástico que había traído Sarukui— ¿qué haces aquí? No me habían dicho que venías.

—Voy a vivir aquí unas semanas, quizá algo más pero me han contado que a Bokuto le gustan las personas muy muy guapas — Levanté la mirada cuando Oikawa dijo aquello, y en tres, dos, uno… Mi mirada se cruzó con la de Akaashi—. Guapas como yo, no como tú, Nakahara.

Keiji y yo habíamos hablado por teléfono un poco, le había dicho que seguía pensando, que no era fácil para mí tomar una determinación después de que él hubiera estado un año en el que prácticamente había  fuera de mi vida. Keiji lo entendió, o por lo menos fingió muy bien comprenderlo.

—¿Necesitas que te ayudemos a traer algo o...? — le preguntó Akaashi. En realidad viéndoles trabajar juntos me daba un poco de, no sé cómo decirlo,  grima. GrImA. GRIMA.

—Boku-chan, te gustan las personas guapas como yo ¿verdad? — Y ahí estaba Amai, preguntando idioteces mientras yo no podía pensar y se lo agradecí a ella y a su cortina de pelo que cayó sobre la cabeza de Kenmá y la mía y rompió la visión de dos acomodadores con los que había tenido relaciones sexuales, problemas emocionales y dramas personales.

Parpadeé mirando los ojos verdes de Nakahara. Si fuera heterosexual quizá perdería la cabeza por ella, quien sabe. Estaba como una regadera y siempre sonreía, y yo no necesitaba mucho más, la verdad.

—A Bokuto le gustan las personas que por dentro son especiales — la voz de Kenma brilló entre todas aquellas otras, sencilla y directa. Amaba a Kenma, le amaba, era mi héroe, mi amor platónico, el tipo que se corría en mi futón sin mí, el hombre del año, el tipo más genial que conocía. Te quiero un huevo Kozume Kenma.

—Sí, es por eso se masturba mirando radiografías —añadió Komi recogiendo los comics de Sarukui y devolviéndolos a la caja. Esa frase era más típica de Kuroo que de Komi, pero suponía que Kuroo estaba demasiado ocupado intentando ligarse a Tsukki a pesar de que siempre había sabido que nanai, no había nada que hacer.

El olor dela carne a la brasa empezaba a llamarnos la atención y ¿qué hora tenía que ser ya? A mí me daba igual, era la hora de comer casi seguro. Amai tiró de mi mano y me levanté, sonreía como en uno de esos anuncios para los que de hecho había trabajado en el pasado como modelo y me empezó a arrastrar hacía la terraza obligándome a sentarme con ella y con Kuroo a fuera.

Nos sentamos todos fuera, de hecho, y con platos desechables de materia orgánicos porque fingimos que respetamos el medio ambiente a pesar de que en realidad llevamos ropas que no lo hacen porque son mucho más económicas, y charlamos de cosas más amenas que mi sexualidad, desviada o no. Oikawa se sentó con Akaashi y en parte creo que lo hizo a propósito, quería incomodarme. O quizá solo estaba estudiando a Keiji, no lo sé, pero hacía que cada vez necesitara más un enema cerebral. Fuera mierda mental ¡Toma ya! No, esas cosas no existen, pero una lobotomía quizá…

De todos modos yo estaba cómodo al lado de Nakahara y Kuroo, era mucho más fácil, lo que se resume en que quizá yo era un cobarde pero tampoco sabía que otra cosa podía hacer y seguir siendo fiel a mí mismo.

—Un momento de atención por favor — interrumpió la comida Lev levantando su botellín de cerveza con una mano sin apartar la mirada de la pantalla del teléfono móvil de color rosa y amarillo que tenía—. Yaku oppa y Konoha me acaban de mandar un mensaje y dicen — se paró un momento antes de empezar a leer—“Que os den con vuestra cutre fiesta, que nosotros tenemos barbacoa coreana”.

Lev nos enseñó el teléfono y todos vimos la foto en la que Morisuke y Akinori estaban sentados alrededor de aquella barbacoa de yakiniku. Como no, Konoha estaba cogiendo a una chica por la cintura muy de su estilo, cuatrocientos años mayor a él pero bien conservada. Siempre temí que si Konoha viajaba a Egipto intentara robar la momia de Nefertari, por eso de que decían que era guapa y… Ya me callo el chiste malo, sí.  La verdad es que yo envidiaba más a Morisuke y al pedazo de ternera y col y salsa picante.

—¡Oooh! Tenemos que brindar por ellos — añadió Amai levantando una botella de sake que no sabíamos de dónde había salido tampoco, en aquel momento Lev empezó a grabarla para mandarlo directamente a Corea— ¡Por Yaku que no sé quién es! Y ¡Por Konoha! ¡Gracias a ti tengo casi gratis unos Jimmy Cho! Si vas a la cárcel te iré a ver.

Giñó el ojo mirando a la cámara de Lev mientras todos levantábamos lo que tuviéramos a mano y nos reíamos de aquella frase que en realidad era más bien cruel.  También fue ella la que, más tarde, repartió un montón de papeles de colores y rotuladores para que escribiéramos los deseos que colgaríamos en el árbol de bambú.

Me fijé en que el papel que tenía Akaashi era de color salmón, y quizá fijarme solo en el papel que tenía él fue un error, porque más gente tenía papeles de aquel color. Confié en reconocer su letra, o no sé, supongo que en realidad los deseos del tanabata no son un secreto pero…

De todos modos me centré en mi trozo de papel verde claro, pensando en qué era lo que debía desear. Cotilleé el papel de Kuroo que me empujó la cara en otra dirección con la mano abierta y casi metiéndome el pulgar en la nariz con brusquedad. Amai escribió algo cursi, no recuerdo exactamente qué pero era como que su novio tuviera más tiempo para ella, creo. Kenma se limitó a dibujar un muñeco palo con el pelo desordenado y pensé que quizá era una representación de Kuroo, pero debajo de este había algún carácter que no me dejó ver.

Y mientras tanto yo seguía sin saber qué poner en mi tarjeta de deseos, así que sucumbí a mi cliché habitual. Yo solo quería ser feliz y me daba igual si era podrido de millones, debajo de un puente o en norte-américa.  La síntesis era muy simple, no se trataba de finales felices, se trataba de ser genuinamente feliz y ya ¿Era la respuesta a aquello seguir en la uni? ¿Casarme con Akaashi Keiji? ¿Volverme transformista y viajar por el mundo? ¿Intentar entrar en la selección japonesa de Voley? No tenía ni idea, así que… que el cosmos decidiera.

Garabateé los ideogramas y lo colgué en el bambú de plástico. Me hubiera gustado que hubiera sido una planta de verdad, que la verdad no eran tan caras, pero daba lástima comprar una planta para luego ser totalmente incapaz de cuidarla o para que el gato la matara.

Después de aquello bebimos y charlamos un rato más todos juntos. A la hora de recoger Komi y Sarukui se escaquearon con la barbacoa a cuestas y dejando el carbón y las cenizas tirados por el suelo. Eran y son unos mamones, pero les quiero igual, o eso me digo para no matarlos. Se suponía que estaban cabreados el uno con el otro, pero se habían pasado todo el día más pegados que unos hermanos siameses, así que me imaginé que quizá volvían a tener esa relación imperceptible de romance extraño que siempre había desconocido.

Cuando al fin Oikawa y yo nos quedamos solos estaba tan cansado que  solo quería irme a dormir, así que estiré el futón sobre el suelo y me dejé caer sobre este. Miré como él pegaba su poster de expediente X en la puerta de mi armario y sonreí, en realidad odiaba aquello porque los ojos verdes de Mulder eran del mismo color que los ojos de Akaashi. Pero no quería obsesionarme como hacía con todo, así que simplemente agradecí cuando el gato se sentó sobre mi cara. Era una muestra de cariño, aquel gato me quería mucho ¿vale?

— El fin de semana que viene me iré a Miyagi para celebrar el cumple de Iwa —me anunció Oikawa quitándome el gato de la cara y colocándoselo sobre el regazo. Yo asentí mientras me fijaba en cómo acariciaba al animal peludo. Era tan guapo que me quería morir, lo digo constantemente pero es que es la verdad—.Me parece raro que tengas una gata, deberías castrarla o tendrás exageración de gatitos.

—No es mía, y yo también tengo que ir a Miyagi a entregar una carta —se me cerraban los ojos del cansancio puro.

—Tienes afición por adoptar a todos los que pasan cerca ¿eh? — dijo. No tenía ni idea de cómo había llegado a la conclusión de que el gato era una gata, pero estaba bien. Todo me parecía súper ok—. Pero, a lo de ir a Miyagui, si quieres puedes venir conmigo y así descubres que Iwa no es un mafioso.

Asentí. Así él podía indicarme cómo encontrar la calle que Konoha había dejado para que llevara la carta para Yachi. Pensaba que la primera noche a solas con Oikawa iba a ser rara, pero la verdad es que no lo fue. Dormí en mi rincón de futón y él en el suyo, separados por una gata que hasta ayer yo pensaba que era un gato.

Notas finales:

Es este capítulo fanservice personal? Puede ser, que se yo, estoy desquiziao desde hace días.  *si si desquiciado está mal escrito a propósito para aquellos que sufran irremediablemente del mal de la orcografía inestable. Sorry* Quería decirlos que el titulo lo ha elegido mi hermana porque, sí, en mi casa a todos nos falta la ferretería entera. No solo un tornillo, señores, todos los tornillos que quiera y más :D.


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