Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sin habilidades de acosador por Tentaculo_Terapeuta

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Aún no os he explicado como es mi piso, pero probablemente solo tengáis que saber que consiste en dos únicas habitaciones, separadas por una puerta corredera y un baño relativamente pequeño. Tiene un tatami muy gastado, una pequeña cocina de gas junto a la puerta de entrada, donde una ventana que da al pasillo de la terraza comunitaria dejaría pasar la luz, si no fuera porque la nevera tapa la mitad, y un par de armarios colgados de la pared. Uno de ellos tiene una puerta mal colgada desde el segundo día de vivir ahí, siempre he pensado que la mayoría de casas tienen un mueble roto a ese estilo, muy a pesar de que Komi diga que no. Komi solo dice eso porque su padre está podrido de pasta y si se rompe un mueble ni que sea una sola raspada, su madre compra otro idéntico y lo cambia antes de que nadie se dé cuenta.

Pero volviendo a la sencilla y esquemática descripción de mi hogar…El pequeño baño está provisto con un plato de ducha tamaño japonés medio, lo que me lleva a recordar que en aquel momento yo necesitaba una ducha con urgencia.

Entre a casa y tal como había supuesto, Kuroo dormía boca arriba sobre mi futón abrazado a la botella de vodka cuando llegué.
Gracias a kami-sama no había vomito por ninguna parte, pero el gato del vecino se había colado y como no le había dejado comida había expandido la basura por todo el suelo buscando algo de lo que alimentarse. Dormía junto a Kuroo como si fueran mejores amigos y me hacía sentir fuera de lugar, cuando los dos intrusos eran ellos dos. Al menos era un gato bonito, blanco con manchas naranjas y negras, con la cola corta y mirada maligna. A menudo terminaba pensado que era más mío que del vecino, porque pasaba más tiempo conmigo que con él. Supogo que teníamos una custodia compartida involuntaria, o algo por el estilo.

Al llegar sorteé la basura esturreada por el suelo y tras poner mí móvil a cargar me metí en la ducha.

Puse el agua muy caliente, siempre lo hago, y me acordé de Akaashi diciéndome que si tuviera cerebro se me herviría a tan alta temperatura como solía ponerla. Él se duchaba con el agua muy fría, decía que le ayudaba a pensar. Es una de las cosas que nunca he llegado a entender, porque a mí el agua fría me transporta a un páramo helado lleno de pingüinos emperador. La primera vez que le oí decir eso fue en las duchas del instituto, y estúpidamente me imaginé a Aristóteles y los demás estudiantes de la escuela de Atenas bajo una ducha moderna con el agua helada, rodeados de pingüinos y charlando animadamente. Aunque si lo pienso bien, si era posible que se bañaran con agua fría. Nosotros en el instituto no teníamos más remedio que hacerlo, porque solo teníamos 2 segundos de agua caliente. La parte positiva era que… no había parte positiva, pero por jugar a vóley yo hago lo que sea.

—¿¡Quieres café!? — escuché la voz de Kuroo desde la habitación de al lado, debía haberle despertado con el ruido. Iba a contestarle, pero mi vecino contestó por mi diciendo que sí y dejándome con la incertidumbre de si iba a aparecer a reclamarlo en un rato. Supongo que aquellas cosas hacían que nunca me sintiera solo del todo, aunque de un modo demasiado literal para mi gusto.

Cuando salí del baño me esperaba el café negro con unas tostadas. Y es que Kuroo en realidad, detrás de aquella pose provocativa, era una ama de casa perfecta que hasta había recogido la basura del suelo y había devuelto al salvaje gato a su habitad original: la casa del vecino. Sentado en la mesa baja de mi comedor, se comía el poco pan de molde que quedaba acompañado de su propio café.

—Dime que me dejaste tirado para enrollarte con el tipo guapo — dijo antes de que yo pudiera hacerle una broma acerca de si me iba a preparar la cena como buena esposa.

Me sentí ligeramente molesto, no solo me había fastidiado una buena broma, sino que además acaba de asestarme una patada en el alma.

Negué con la cabeza después de interpretar que me habían golpeado en el pecho y dejarme caer hacía atrás. Si, Oikawa me parecía de esos tíos a los cuales hacerles un favor sexual es más hacértelo a ti mismo, pero yo no pensaba en él de aquella manera aún. De hecho me sabía mal pensar que en el estado de embriaguez absoluta que estaba pudiéramos haber acabado follando. Además estaba Akaashi. No es tan raro que pensara que a miles de kilómetros, estudiando geología en una universidad con un nombre que ni siquiera sé pronunciar correctamente, Keiji quizá también pensara en mí.

—Que va, pero si yo salgo con alguien, un moreno de metro ochenta, serio y muy guapo ¿Te acuerdas de él?—Forcé una sonrisa exagerada. No importaba cuanto tiempo pasara o lo que nunca nos hubiéramos llamado “novios” propiamente ¿Y si volvía y…? Las lechuzas son animales que pueden pasar muchas noches separadas de su pareja, pero tarde o temprano vuelven y a mí me gustaba pensar que Akaashi era como una lechuza. No solía decir aquellas cosas en voz alta, pero si alguna vez delante de Kuroo. A veces la gente cree que por que seas extrovertido es más fácil hablar de sentimientos, personalmente discrepo totalmente de esa teoría.

Es verdad que yo había estado con otro tipo, quizá para tratar de olvidar, y tampoco iba a echarle en cara a Akaashi si había hecho algo similar pero él era mi chico especial. Si pienso un poco podría decir que Oikawa era mi chico espacial, pero suena demasiado a chiste malo propio de mí.

Kuroo apretó los labios y dibujó una mueca extraña. Era su forma de decirme que no pensaba opinar y no lo hacía porque ya me había dicho lo que pensaba respecto a aquello. Cosas crueles que os podéis imaginar, porque si pienso en ello me pongo triste.

—Te estás matando lenta y dolorosamente de forma innecesaria— dijo al fin Kuroo borrando aquella mueca y sorbiendo un poco de café.

Al oír sus palabras una imagen poco nítida de Keiji apoyado contra la barra de un bar y ligando con un americano rubio de ojos claros vino a mi cabeza. Probablemente debido a que veíamos juntos Breaking Bad, el bar era igual a uno de los que salen en la serie y el tipo se parecía sospechosamente a Aaron Paul. Asociaciones absurdas, porque él estaba en Alsaka y no en Nuevo México, pero que me hacían sentir como si mi existencia fuera insignificante para Akaashi.

—A todo esto... ¿Por qué era necesario alcoholizarnos ayer? — pregunté tratando de olvidarme de aquella imaginación estúpida.

—Pues... — Kuroo empezó a rascarse la barbilla y continuó por el cuello. Pero después de aquel “pues” se me quedó mirando confuso, como si no supiera qué contestar.

En aquel momento me acordé, él había salido de uno de aquellos establecimientos que en principio según Yamada-san eran burdeles. Me reí al pensar en ello y cuando al fin  me daba la sensación de que aquel gato esquivo iba a explicar algo, sonó el timbre. Timbre que por cierto no estoy seguro que ningún miembro del bloque necesite, ya que las viviendas son minúsculas y cuando estos suenan nunca sabes a ciencia cierta si es el de tu puerta o es la de al lado. Golpear con los nudillos en la puerta es más que suficiente para que desde aquellas cajas de zapatos uno supiera que alguien está ahí.

Nos quedamos en silencio mirando la puerta y preguntándonos con señas sobre quién podría ser. Si era el vecino que venía a por un café se iba a ir con las manos vacías porque Kuroo se lo había acabado todo. Había una leyenda urbana que decía que si tomas café negro sin azúcar con resaca esta desaparece con el viento y aunque yo no tenía resaca, él sí. Creo que Kuroo creía en aquella leyenda urbana, o quizá le gusta mucho el café.

—¡Bokuto! ¿Quieres abrir de una vez? — dijo Sarukui asomando la cabeza por la ventana que daba a la cocina. Su boca extraña parecía sonreía y eso siempre me daba buen rollo. Era un comportamiento infantil por mi parte, pero está demostrado que las facciones de un individuo siempre influyen en sus relaciones sociales. 

Y entonces me acordé de qué hacía allí. Yamato había ido a la tienda de discos el fin de semana pasado para pedirme un favor muy importante.

Estaba yo en mi mundo feliz, escuchando el vinilo de Unknow pleasres de Joy Division, cuando Sarukui entró en la tienda. La música de generaciones pasadas no me motiva especialmente, si descontamos The Who que le molan mucho a Keiji y siempre me los ponía, pero el jefe de la tienda siempre dice que debo escucharla y entenderla para saber vender mejor. A veces cuando sé que el jefazo no va a venir, pongo algo de hip-hop, rap o cualquier otra música actual y entonces las horas pasan más amenas... Pero cuando Sarukui entró me estaba portando como un niño bueno.

Yamato entró veloz hacia el mostrador, colocándose frente a mí con una mirada de suficiencia. Mi primer pensamiento fue, “ya verás cómo empieza a alardear de lo mucho que sabe de música”, no hubiera sido raro, pero no fue así. Asumo que a pesar de conocernos de tantos años no soy de esas personas que se fijen en los patrones de la gente, y eso es mal, porque se supone que soy un futuro antropólogo.

—¡Necesito tu ayuda! — Su mirada de “yo lo sé todo”, falsa seguridad de un ego desmesurado con un autoestima dudable, desapareció en un instante dejándome alucinado. Tenía esa mirada de compañero que solo le veía cuando jugábamos juntos al vóley y aquello me fascinó. —Eres el único que puede ayudarme en esta empresa, es algo serio.

En aquel momento una chica con el pelo teñido de rubio caoba, algo bajita y con mucho pecho entró en la tienda de discos y nos sonrió a los dos. Yo respondí con una amplia sonrisa, y proseguí la charla con Yamato, los clientes solía ser aburridos hasta cuando no lo parecían. Abrí los ojos al observar que la expresión de mi ex-compañero de equipo había vuelto a cambiar por completo. Si antes miraba con compañerismo y estaba un poco despedrado, aquello había aumentado un 12.000%. Parecía abrumado, incluso asustado, así que me centré a mirarlo. Con mis dotes de observación quizá podría llegar a comprender qué le pasaba. Ja ja ja dedicado a mí, que puedo asegurar que no me estaba dando cuenta de nada en absoluto.

— ¿En qué puedo ayudarte?— le dije sin dudar. La verdad era que me sabía mal verle en aquel estado, no parecía él mismo. Y yo, golpeándome el pecho con orgullo, siempre estaba ahí para mis amigos.

Su respuesta fue algo extraña. En un susurro casi infernal  que descendía a medida que la chica se acercaba por el largo pasillo de la tienda hasta el mostrador pude entender algo como "cómics, tu casa, espacio y novia". Y no entendí nada más, porque la rubia se le agarró del brazo y se hizo el silencio digno de un cementerio, solo interrumpido por la caja de ritmos de los Joy División en una canción que llegaba a su fin. Veis, no la rubia no era una clienta usual, era una persona importante.

—Tú debes ser Bokuto-san ¿no? Yo soy Etsuko— dijo na chica tendiendo la mano con aquella sonrisa de anuncio de dentífrico. Asentí con la cabeza. Tenía una voz dulce, pero no de esas que te hacen pensar que es alguien comprensivo. Debo admitir que me asustó un poco, pero si lo pienso es el tipo de chicas que pegaban con Sarukui, duras y crueles con él. Voy a omitir la imagen sobre sadomasoquismo y crueldad que vino a mi mente en aquel instante, porque a mí también me gustaría olvidarla. — Yamato-kun me ha hablado mucho de ti y del equipo de vóley del Fukurodani.

—¿En serio? Yo era la estrella del equipo — dije mediana… Brutalmente emocionado. No lo voy a negar, me molo demasiado cuando pienso en mis mates.

Era extraño ver a Yamato con novia. Todos apuntaban a que en realidad no era de esos chicos que hablara con las chicas...cof cof gay cof cof. Tenía una pose chulesca que quizá les impresionara, pero nunca les hacía especial caso y siempre tenía la cabeza metida entre historietas de cómic y fantasías de mujeres ficticias y seiyus preciosas. Era un tanto elitista, y siempre pensé que era factible que muriera solo rodeado de figuritas ecchi de manga.

— Bueno, bueno, tampoco diría tanto — mencionó Sarukui forzando una sonrisa y volviendo a poner su cara de narcisista pero con cierto toque enamoradillo al mirarla a ella. Pasó su mano por la cintura de la chica y me miró de nuevo.— Me pasaré el sábado que viene por tu casa a primera hora para eso que te he dicho.

Yo asentí, como si supiera lo que había querido que entendiera y entonces, cuando le vi salir por la puerta de la tienda me di cuenta de que no tenía ni la más mínima idea de qué diablos quería. Al principio me sentí un poco angustiado, pero luego recapacité ante aquello. Yamato era un colega, podía confiar en él.

Y volviendo a la oscura pero absoluta realidad... Me levanté del suelo y abrí la puerta, para ver frente a de mi tres cajas de cartón marcadas con rotulador “cómics de Sarukui” y empecé a atar aquellas palabras aleatorias que  Sarukui había dicho en la tienda de discos.

“¿Podrías guardar mis cómics en tu casa? Como vives solo seguro que tienes espacio, y a mi novia no le gustan nada los tipos que fanáticos del manga y el anime”.

Yamato cargó una caja y al metió dentro de mi pequeño piso bajo mi atenta mirada.

—¡ No puedes dejar aquí todo eso! — dije al ver que metía una segunda caja. Mi hogar era como una caja de zapatos hasta para un japonés de estatura media ¿cómo iba a caber yo allí con todo aquello? Si ni siquiera tenía televisor por el mismo motivo.

 —¡Joder! Que peste hace aquí — se quejó Sarukui con una de aquellas cajas entre los brazos y mirando la bolsa de basura que Kuroo había apilado en una esquina. No me estaba haciendo ningún caso. Parpadeé seguidamente y decidí dejar preocuparme por la falta de espacio. La vida es demasiado corta para discutir.

— Son tus pies, cabrón — dijo Kuroo mirando los zapatos que había dejado en la puerta. Me pareció francamente mal educado pero, supongo que era la resaca o no sé. Yamato aqueró las cejas y le ignoro. Creo que pensaba en lanzarle uno de sus calcetines sudados, aunque no puedo asegurarlo.

Una pelea de barro entre Kuroo y Sarukui podía ser un bonito desenlace para aquello, mientras yo me deshacía de aquellas enormes cajas en el río Arakawa.

Cuando Sarukui entró la tercera caja cerró la puerta y se sentó a la mesa, mientras yo pensaba dónde podía dejar todo aquello sin que me molestara en el paso o fuera tremendamente incómodo. Pensé en la casa de Yamada-san. Tenía un ático enorme, con un baño que parecía un balneario y la cocina de un chef profesional... Quizá si le pedía a él que lo guardara...

—Tienes que guardármelos solo por un tiempo corto, Bokuto — dijo Sarukui poniendo las manos en rezo y haciendo una reverencia.— Mi novia cree que soy un respetable y ejemplar estudiante que no está en la universidad pública por elección propia, adulto y responsable, que sobre todo que no soy un otaku, y  necesito que siga pensándolo.

Tal vez sea necesario contar que entrar a la universidad pública en Japón es algo complicado, se necesitan becas y pasar unos exámenes de selectividad realmente difíciles. Muy poca  gente puede decir que no ha entrado en una universidad porque no quería, creo  que la gran mayoría  son todos  unos mentirosos, como Sarukui.

Kuroo, que se había levantado y estaba hojeando uno de aquellos cómics tenía una sonrisa burlona en la cara desde que se había levantado.

— Te iría un tanto mejor con tu novia si fueras sincero, porque esto no es una viñeta que leería un chico ejemplar— dijo mostrando una página aleatoria del cómic. La verdad es que no me fijé en lo que mostraba y quizá debería haberlo hecho para evitarme algunos asuntos en el futuro pero, no suelo pensar en el futuro más de lo necesario. Evidentemente era un comic hentai bastante explícito.

 Creo que la cara de Yamato giró despacio, como el de la niña poseída en la película del exorcista con una mirada más aterradora que la de Sadako. Pelea de barro, sí por favor, pero fuera de mi casa. Amaba mucho a aquellas cuatro paredes mal apiladas a pesar de lo que cualquiera pudiera pensar.

—Solo los guardaré una de semana — dije cuando conseguí articular palabra, porque el ambiente era jodidamente tenso.— Después de eso me desharé de ellos.

Aquello era medio mentira, la última vez que alguien me había pedido que le guardara algo lo había acumulado durante más de un año, y de hecho tenía aún ciertas cosas de Kuroo ocupando parte de mi único armario.

—Te prometo que no será más, encontraré otro sitio — dijo Yamato asintiendo con la cabeza.

Bostecé, ¿qué había dormido? ¿Tres horas? Y ahora me tocaban ocho horas de jornada laboral. Sentí que el mundo se me caía encima. Podía llamar a Sawamura y pedirle que me substituyera, pero tenía que ir a trabajar.“ Debes ser responsable” me dije como muchas otras veces esperando que el hechizo funcionase ¡Y funcionó!  

— Me tengo que ir a trabajar — dije estirando los brazos y mirándoles fijamente.— No os peleéis dentro de casa y me lo grabáis en dvd si eso.

Me miraron confusos, y supongo que si analizo lo que les acababa de decir tenía sentido, pero no tenía tiempo de pensarlo en aquel preciso instante.

Me tomé el resto del café de golpe y tras coger de nuevo mi teléfono móvil, tomé la bolsa de basura y salí de casa dejando allí a Kuroo, a Sarukui y sus tres cajas de cómic. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).