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Sin habilidades de acosador por Tentaculo_Terapeuta

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Capítulo 4: Stalker

 

El fin de semana pasó rápido, en general no ocurrió nada en especial sin contar que para ser días no laborables para Yamada-san, no me llamó. Cuando trabajaba era más normal que no supiera de su existencia, pero los fines de semana siempre era un poquito pesado. Puede sonar a queja, pero a mí me gustaba que me molestara.

Mi “increíble” habilidad como observador me dijo “ A este le ha pasado algo”, así que le llamé yo, pero tampoco contestó a mis llamadas. No tiendo a impacientarme, probablemente porque me olvido rápido de las cosas, así que simplemente perdí mi poco tiempo libre estudiando un poco, entrenando y…  Básicamente no insistí con Yamada. Quizá tenía alto volumen de trabajo, y podía tener muchos defectos, pero él era un hombre entregado al trabajo.

Dicen que cuando se inventó el teléfono la gente gritaba en el auricular, pensaba que así la voz llegaría mejor. Me preguntaba si mí no preocupación ante la ausencia de Yamada era entonces como susurrar por teléfono, pero cuando recibí un email de Akaashi empecé a gritar. Necesitaba comunicarme, ver personas, hacer algo.

El correo electrónico era escueto: “Hola, estoy guay. Hay un proyecto de la uni que podría llevarme a Japón en verano pero yo prefiero el proyecto del polo norte porque soy frío como un cubito de hielo. Espero que estés guay, no tengo mucho tiempo. Adios.” Bueno, eso pero con sus palabras y no con las mías. Pero no es un mensaje extrapolado, básicamente decía eso y nada más, nada como un “te echo de menos” o “No hay nadie en América que se compare contigo” o cosas que me hicieran pensar que aún era importante.

No era que fuera a contarle el drama personal a Yamada, tampoco a Kuroo o a nadie e particular, pero empezaba a pensar que Kuroo tenía un poco de razón con aquello de que me estaba matando poco a poco con aquel tema.

Tras leerlo me quedé tumbado sobre el futón, con el ordenador portátil encendido sobre la barriga y mirando el techo mientras me preguntaba cuánto tiempo podía tardar en morir si me quedaba de aquella manera para siempre. La media de tiempo que un humano puede estar sin ingerir comida es de unos 50 días, pero eso varía en función del peso, de la grasa corporal y de la persona en general. Lo peor era que yo no podía esperar tanto tiempo quieto, desde que era pequeño el ecosistema que definía de mi cuerpo me obligaba a moverme, y por eso yo nunca fui el hijo favorito de mi madre.

La imagen debía ser bonita, un hombre de 1,85 cm tendido sobre un futón mal extendido en el suelo gracias a tres cajas apiladas en una esquina, que en cualquier momento iban a caer sobre su cabeza y matarlo. Deprimente ¿Entendéis ahora por qué cuando estoy melodramático me gusta fingir que soy alcohólico? Nah, en verdad yo tampoco.

Apagué el ordenador y lo guardé, para ponerme algo de ropa deportiva. Necesitaba salir a correr o cualquier cosa antes de perder toda la cordura que podía tener.  Estaba tan nervioso que casi podía escuchar el tic tac del reloj que no tenía en casa. Aquello podía explicarse por las finas paredes que separaban los electrodomésticos del vecino de mi posición, ya que quizá él si tuviera un reloj, pero nunca caes en razonamientos lógicos cuando una peli de terror acaba de cruzar tu retina y no te queda claro si los fantasmas existen o no.

La temperatura de la calle no era muy cálida, de hecho el sol estaba bajando y hacía un frio que pelaba para ir en maga corta. Sí, sí, yo iba en manga corta pero tampoco me percataba del frio. Mis pies se colocaban uno delante del otro a moderada velocidad, mientras mis brazos me ayudaban a mantener el equilibrio, aunque no miraba hacía donde iba. Solo corría preguntándome por qué no podía venir a Japón en verano. De haber tenido posibilidades económicas yo hubiera ido a verle. Aunque supongo que si la universidad hubiera organizado un proyecto para ir a estudiar a los Yupik en el sur de Alaska o los poblados indígenas que quedan en Brasil no hubiera ido a Alaska solo porque él estuviera allí...

Akaashi simplemente pensaba en su futuro, sus sueños, su vida y en él. Y no podía culparle por priorizar sus objetivos a mis deseos y de hecho, yo tenía que hacerlo también; pensar en mí mismo y en lo que era mejor para mí.

Llegué hasta el parque Higashi y tras subir todas las condenadas escaleras me paré a respirar. Había demasiadas condenadas escaleras, aunque tampoco era para tanto. Creo que el problema básico residía que había acabado en un estupendo y romántico jardín. No, no es tán cliché como que Akaashi y yo soliéramos pasear por ahí ni nada parecido. Solo era que los cerezos en flor empezaban a enrojecer sus flores con el inminente verano que se acercaba y todo el mundo parecía tan feliz que me daban arcadas. Digo eso por no decir que me hacían sentir estúpidamente miserable.

Tenía veinte años, un joven adulto si es que se puede tipificar la madurez por las etapas de la vida, quizá era hora de que dejara de ser tan soñador.

Después de decirme aquello una alarma mental empezó a sonar. Era como un “Bip-Bip” de un submarino con luces rojas parpadeantes anunciándome que no podía permitirme aquel estado emocional. Yo aún era un buen jugador de voleibol, un futuro antropólogo, un tipo medianamente guapo con un pelo extraordinario y tenía un puñetero futuro brillante. En parte me visualizaba en las olimpiadas cuando el entrenador me dejara jugar y les demostrara a todos mi gran calidad y mis increíbles habilidades ¿No había conseguido una beca de estudio buena gracias a estas?

Perdido en mis “delirios de grandeza”, me apoyé contra el mirador, mirando sin mirar y pensado en lo tonto que era imaginarme según qué cosas. Pero no podía evitarlo, me gusta fantasear. Y entonces lo vi:

YAMADA-SAN IBA CON UNA CHICA AGARRADA DEL BRAZO. Podría haber pensado que era su hermana o su prima, pero es que era muy bonita. Y con eso quiero decir que no se parecía en nada a él, y no porque Yamada fuera un tío feo pero… Que más dará, que era linda y ya está. No sé, no se me ocurrió que fuera de su familia, porque ¿qué sentido tienen? Mi hermana y yo nunca nos hubiéramos cogido del brazo, a no ser que pretendiera arrancármelo, así que no creía en el amor fraternal.

Era alta al lado de él, delgadilla y con el pelo largo hasta la cintura. Tenía la nariz fina y boquita de piñón, pero lo más insólito era que la chica sonreía feliz cogida de su brazo. No me tachéis de imbécil por decir eso, pero es que Yamada había dicho tantas veces que no sabía cómo hablarle a las mujeres que casi me lo había creído. Aunque no había caído en la posibilidad de que tal vez se estuviera riendo de él… Pero es mejor dejar de sobre pensar cosas que en realidad no tienen sentido para la historia.

Saqué el teléfono móvil de mi bolsillo y marqué las primeras silabas del nombre de Yamada, apareciendo su nombre en la pantalla. Era posible que no me cogiera el teléfono pero me podía la curiosidad. Pulsé el botón de llamada y me llevé el aparato al oído.

Empecé a oír los tonos de llamada cuando Yamada-san se soltó de la chica por un instante y buscó su móvil en el bolsillo. Si lo pienso, era un poco espeluznante que yo le observara desde la lejanía, y quizá hubiera sido interesante acercarse a saludar, pero no me apetecían presentaciones formales sorpresa. En ese momento debió ser cuando empecé a convertirme en un acosador/espía, pero era de forma totalmente inconsciente.

 —Moshi moshi, Yamada al teléfono— contestó al otro lado del hilo telefónico. Observé como la chica se hacía a un lado y esperaba paciente a que Yamada terminara la conversación telefónica.

—¿Por qué no me habías dicho que tenías novia? Yo ya me había hecho ilusiones de que nos casáramos —dije un poco sin pensar. Yamada-san empezó a mirar hacía todos lados, buscándome. A veces creo que Yamada creía que de verdad coqueteaba con él, pero no, no era en ese sentido.— Estoy en el mirador y casi creo que puedo perdonarte, pero quiero explicaciones.

A pesar de que no sabía si me veía o no, creo que no, me llevé la mano al pecho interpretando un súbito dolor en el alma. En realidad lo sentía pero por otros motivos y no por lo que él pudiera hacer.

—Eres mi mejor amigo, claro que tendrás explicaciones — asistió con la cabeza y todo, podía oír cómo se reía. Parecía estúpidamente feliz y aquello me hacía sentir bien. Resultaba extraño, pues no debía verme porque seguía buscándome. Era como cuando te ves en la pantalla de un gran almacén de electrodomésticos y buscas dónde está la cámara que te graba para hacer el idiota más a conciencia.

—Podemos quedar el viernes —dije. El viernes tenia entrenamiento hasta las ocho y media, por lo que me iba guay quedar cerca de la gran empresa corporativa para la que trabajaba Yamada.
Él asintió y colgué. Me resulta muy interesante observar desde la perspectiva cómo aquello tan absurdo me hacía tan feliz y al mismo tiempo me ponía tan triste. Dicen que cuando alguien se echa pareja pierde una media de  uno a dos amigos, y supuestamente yo era el único amigo de Yamada-san, así que la estadística… Decidí estudiar Antropología frente a Sociología, eso ya dice claramente que la estadística me parece una mierda como un piano.

A pesar de que no me apetecía especialmente interaccionar con humanos, tampoco tenía muchas ganas de estar solo, así que decidí ir a comprarme una hamburguesa para llevar y comer por el centro.

A veces me gustaba mezclarme entre la muchedumbre, sentirme camuflado entre la gran masa de gente y no sentir el peso de mi propia identidad. Era lo más parecido a desaparecer que iba a estar nunca antes de morirme. Si estaba con Kuroo solíamos salir a beber y bailar, pero no podía molestarle en aquel momento. Todos los martes, miércoles, jueves y viernes el condenado gato callejero decía tener un trabajo, nadie sabía de qué, ni cuanto ganaba, ni nada. Misterios del hombre misterioso que en realidad no sé por qué no había curioseado antes e ellos.  Pensando en aquello mientras hacía cola en un McDonald's casi e dio un ataque al corazón: El viernes pasado había visto a Kuroo salir de un bar de dudosa reputación y...

—Disculpe, ¿va a hacer su pedido ya?— preguntó la chica de la caja. Llevaba una gorra amarilla y roja, y a pesar de llevar ahí parado como medio minuto ni siquiera la había visto.

—Sí, un menú Bin Mac con patatas especiales y Fanta de limón y también un Big Mac aparte— traté de fijarme en cómo trabajaba aquella chica para no pensar en el asunto de Kuroo pero no tuve demasiado éxito ¿Cómo era trabajar en un restaurante de comida rápida? ¿Prefería Kuroo quitarse la ropa a servir hamburguesas? Me golpee la cara la segunda vez que pensaba en aquello. No era algo en lo que quisiera pensar.

Había pillado el tren hasta una zona más céntrica de la ciudad, pero seguía sintiéndome raro. Creo que lo que más me molestaba de la idea de que Kuroo se prostituyera era que ¿nunca me lo hubiera contado...? Pero me adelantaba a los acontecimientos, en realidad yo no sabía qué era lo que hacía, solo tenía una suposición. No sé por qué hago eso, supongo y deduzco dando por hecho cosas en las que en realidad no tengo ni idea, y entonces, marca de la casa, Bokuto mete la pata. Ahora pienso eso, pero en aquel momento me sentí francamente desolado, creo que estaba abrumado y demasiado sorprendido. No lo pensé mucho y le mandé un mensaje para hablar de aquel tema mientas "disfrutaba" de mi primera hamburguesa. Lo pongo entre comillas porque realmente comía sin hambre, era más bien como un ritual absurdo para evitar pensar.

Sentado en aquel banco elegido al azar de una ciudad de aproximadamente 14 millones de habitantes, las probabilidades de encontrarse con alguien son de… ¿1 entre cuatro mil? Quizá por aquello cuando vi a Komi en una cita ni siquiera me replanteé saludarle, pero no pude evitar fijarme un poco más atentamente cuando vi a aquella chica bajita, de busto lleno y pelo teñido de rubio cobrizo.  ¿Era Etsuko? Si hubiera visto a la novia de Sarukui más de 5 minutos en la vida quizá podría haber dicho si era ella o no, pero se parecía bastante a la imagen, quizá un poco distorsionada, que recordaba de ella.

Seh, siempre tan cotilla Bokuto Koutaro. Veis como el ritual de comida basura funciona, siempre trae alguna idiotez con la que distraerse, aunque sea quitar el pepinillo para comérmelo solo.

En mi afán de espionaje, cuando ya estaba dispuesto a seguirlos desde lejos para averiguar si se trataba de una doble de escena o la misma chica que salía con Yamato, mi teléfono empezó a sonar. Era Kuroo.

Quedamos en Irurando, un pub irlandés en el que siempre había un montón de extranjeros.  El dueño era un inglés que apenas chapurreaba cuatro palabras en japonés y que solía invitarnos a la última ronda las noches que pasábamos integras allí sentados.

A Kuroo le gustaba ocultarse en una esquina del bar, observáramos a la gente y nos imagináramos como eran sus vidas. Me acuerdo específicamente de una chica muy mona, llevaba dos coletas y tenía los ojos grandes y azules, a pesar de ser altísima llevaba un traje de lolita y por aquella falda salían unas piernas kilométricas. Sarukui se inventó que le gustaban los chicos bajitos y… y Komi trató de ligársela y descubrió que era alemana y que efectivamente le gustaban los chicos muy, muy bajitos. Aunque el mejor en aquel juego era Kenma, que no solía ir mucho, pero a veces hasta me hacía pensar que era alguna especie de adivino o que veía el futuro.

Pero no estábamos allí para hacer teorías, así que delante de mi botella de Suntory Premium me preparaba para preguntarle a Kuroo por qué nunca me había contado de su trabajo en un “burdel”. Así que después de estar todo el tiempo en un silencio sepulcral, se lo solté sin más.

—¿Por qué no me habías contado que trabajas en un burdel?

La reacción directa de Kuroo fue empezar a reírse como si no lo hubiera hecho nunca antes. Pero cuando paró, dejó escapar un suspiro y me miró con su habitual perspicacia. En la vida creí poder ver a este señor sonrojado, pero si, estaba algo sonrojado y parecía más vulnerable que nunca.

—No es un burdel — contestó a mi pregunta levantando la mirada y forzando una sonrisa extraña. — Me pagan por fingir ser novio de algunas chicas, pero no hay sexo en la tarifa.

Arqueé las cejas ¿aquello existía de verdad? Y de ser así… ¿La novia de Yamada-san era una novia fingida? Aquello me hizo sentir una pequeña patada en el estómago. Y yo que creía que mi colega era feliz de verdad.

— No lo entiendo mucho, ¿te pagan por salir de fiesta con chicas?

—Bueno, en parte si, tienes que decirles que van bonitas y hacerles caso todo el tiempo hasta que llega a hora de irse a casa que en vez de un beso te dan unos cuantos billetes— continuó Kuroo explicándose. — Empecé a trabajar en eso para molestar a mis padres, después de todo tampoco tenía que hacer nada demasiado duro y me daban dinero.

Sí, yo también podía trabajar de eso, no parecía demasiada tortura.

Continuó contándome el asunto y resultaba que… Esto me causó un trauma monumental. Yo y Kuroo nos conocíamos desde hacía siglos, eones, desde antes de nacer y ambos éramos homos; homosapiens, homosexuales, homos.

Ni la psicología, ni la psiquiatría moderna han tipificado la homosexualidad como un concepto biológico, si bien hay algunas corrientes que apuntan a que es un concepto estrictamente genético, no está demostrado, por lo que la mayoría de estudios apuntan que es un concepto generado a través de la cultura. Esto suena muy profesional, por lo que aclararé que no son palabras mías, sino de un profesor de la uni en una conferencia a la que acudí con Kuroo.

La recuerdo claramente porque hubo un comentario ciertamente despectivo hacía los homosexuales y como no, Kuroo levantó la mano en medio del aula y preguntó:

— ¿Entonces me gusta comer rabos por que la sociedad lo ha decidido así? —Y yo sentado a su lado decidí que quizá la muerte era algo benevolente si consideraba que estaba sentado a su lado y que tenía que ver a aquel profesor el resto del semestre. No fue un semestre tan malo, el profe se acordaba de mi nombre y ya.

Pero volviendo al trauma colosal que rompía mis esquemas: A Kuroo le gustaba una chica. Pero no de gustar y ya, como te gusta la pizza porque sabe bien, no, estaba perdidamente enamorado. Y yo estaba perdidamente perdido. No es que fuera nada malo, pero me sorprendía. En realidad no tengo muy claro por qué ya que Kuroo enamorado siempre decía lo mismo, que era el amor de su vida y bla bla, para olvidar a los cuatro días. Pero él enamorado de una chica eran tierras nuevas que descubrir.

Al parecer era una de sus más viejas clientas, aunque era una chica joven que estudiaba en una universidad privada para señoritas de alta clase y no recuerdo qué más porque yo seguía flipando en colores.  En el fondo solo me sabía mal porque era de los pocos amigos homosexuales, ¿ahora bisexual?, que tenía cerca. Creo que era guay que no se replanteara si lo que le gustaba era una u otra cosa, pero se me hacía raro.  

— Bueno, y... ¿Ya sabes cómo vas a conseguir que salte la valla de clienta a novia?

Negó con la cabeza.

—Es uno de esos asuntos que te matan lentamente, porque ha dejado de pedir verme.

Tomamos un par de cervezas y él habló y habló de aquella chica. Creo que se moría de ganas de que alguien descubriera todo aquello, de poder hablar de aquel trabajo y la chica. A pesar de sentirme un poco entrometido, me alegré mucho de ser yo quien lo descubriera.


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