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Sin habilidades de acosador por Tentaculo_Terapeuta

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Sentado en la terraza de aquel restaurante, el aire fresco me rozaba la cara mientras escuchaba a Yamada-san.

—Es que es tan raro, simplemente conectamos — decía. Se refería a la chica. No, no era una novia de alquiler, simplemente era una amiga.

Al parecer había entrado en el burdel muy seguro de sí mismo, con la vista fija en su objetivo y dispuesto a llegar hasta el final, cuando una vez en la habitación había decidido que no podía hacerlo. Simplemente no se había sentido cómodo. Como yo había pensado, un encuentro de aquel tipo resultaba forzado, incluso aunque la chica hubiera interpretado su mejor papel clásico, la situación no habría sido fluida.

Mi imaginación vagaba entre el concepto de prostituta rusa, rubia, voluptuosa, enfundada en lencería y que no hablaba una palabra de japonés, y la japonesa típica vestida de colegiala que ponía caras de sorpresa. Si, Kuroo y yo habíamos visto varias cintas pornográficas de tipo heterosexual durante la adolescencia para cercioraros de si solo pasábamos una etapa o si de verdad nos molaban los hombres. La respuesta final a todo eso es… Que nunca se sabe nada del cierto. Pero volvamos al encuentro de una dama de perfecta reputación y a un arquetipo japonés muy habitual que tenía sentado frente a mí.

Según Yamada, cuando salió del burdel fue a chocar con aquella chica. Estaba triste, como todo el mundo en la sociedad moderna, y sin darse cuenta la había invitado a una copa y la había conseguido hacer sonreír.

—Me gusta mucho y lo raro es que tengo la estúpida sensación de que también le gusto — Era formidable verle en ese estado. Sus ojos brillaban como si dos diamantes se hubieran ido a vivir a las cuencas de sus ojos y no dejaba de mover las manos emocionado. Serví un poco de sake en su vaso y seguidamente en el mío.—¿Es simplemente que me gusta y no quiero llevarme una decepción? Es tan raro, tan extraño…

—No lo sé — me encogí de hombros. Y levanté mi vaso, los chocamos y apuramos el licor de un solo trago. — Pídele una cita.

—¿Cómo se hace eso?— me fijé en como cerraba los ojos por un instante y que por primera vez tenía una sonrisa increíblemente radiante.

 La camarera nos trajo varias raciones de pollo y las dejó en la mesa con delicadeza. Era curioso, normalmente Yamada se ponía nervioso delante de aquella camarera pelirroja, por su contra, en aquel momento hasta le dio las gracias con naturalidad. Me lo habían cambiado. Yamada-san era un hombre nuevo, uno que ya no se masturbaría en el tren mirando a universitarias… O quizá sí. Todo un misterio qué le habían hecho.

—Eso pregúntaselo a algún tipo guapo —contesté aquello sin pensar y la cara de Oikawa me vino a la cabeza. Tíos guapos, con sus caras perfectas. Todos podían irse al infierno, los Oikawas y los Akaashis de todo Japón y Norteamérica incluida.  Creo que al pensar en él mi cara cambió un poco, pero forcé mi sonrisa y creo que Yamada-san estaba tan pletórico que ni siquiera me veía. Era triste pensar que no me veía, pero supongo que ser invisible es una sensación agradable cuando no tienes demasiadas cosas buenas que compartir, y…  ¿Tenía yo cosas buenas?

Horas más tarde, aquella misma noche, estaría sentado en el bordillo de una calle  con Oikawa Tooru. Sus ojos castaños me iban a mirar con simpleza, y aquella mirada iba a desarrollar la quemazón. El dolor que se extendía a la izquierda de mi pecho y se extendía por mi cuerpo despacio, como un fuego que arde poco a poco que me impedía mover el brazo izquierdo. Era como si mi organismo no funcionara con sangre, si no con gasolina que ardía y me quemaba porque en el fondo aquella sensación y yo éramos incompatibles ¿Experimentaba así el concepto romántico Yamada-san? ¿Y Kuroo? ¿Estaba Sakurui sintiendo eso exactamente por la sirena-alienígena-robot Etsuko?

—Yo que sé, pero tengo que hacerlo — dijo Yamada-san cogiendo pollo con los palillos y llevándoselo a la boca. Sonreía hasta cuando comía y en menos de quince minutos golpeó la mesa con las manos y dijo sin venir a cuento — ¡Le voy a pedir salir a Honda!

Así era el nuevo Yamada-san, genuinamente cambiado por el amor romántico. Y mientras repetía cómo una letanía, o un mantra las singulares bellezas de aquella chica apellidada Honda yo recibía un mensaje de Komi.

Al parecer la nueva novia de Konoha había estado trabajando en el diseño de unos folletos para una discoteca nueva, y tenían algunas entradas VIP. No era que aquello me entusiasmara, yo trabajaba al día siguiente, pero en realidad como ya sabéis,  tengo un lema muy común: Pensar está sobrevalorado. Así que no tenía por qué pensar en lo mal que estaría a la mañana siguiente, que tendría que poner a los Sex Pistols a todo volumen para evitar sobarme. Tanto mejor, si lo pensé porque la letra del No Feelings me vino a la cabeza y deseé hacerla mi himno personal. Creo que estaba desquiciado, no lo sé, solo me sentía a parte del mundo. Y es triste que ver a un colega tan feliz te haga sentir así, casi podía decir que parecía que yo estuviera enamorado de Yamada-san. Aunque la realidad estaba lejos de eso. Creo que solo estaba enfadado y triste, porque a mí no parecían irme las cosas guays. Siempre habíamos sido unos perdedores juntos, y ahora yo era un perdedor solo.

Cuando me despedí del nuevo enamorado de la vida, me olí la camiseta. No apestaba, así que podía salir con aquella ropa de fiesta. Añadiré que me había duchado aquella tarde después del entrenamiento, no soy tan marrano.

Anduve hasta Roppongi, estaba retirado pero hacía bueno e iba con tiempo de sobras. No recuerdo como se llamaba el local, apenas recuerdo la música que ponían y la larga cola que se amontonaba en la puerta cuando pasé por allí y vi a Komi y a Yaku sentados en el bordillo de en frente.

— Kuroo vendrá más tarde—dijo Morisuke tras levantarse y saludar educadamente.

No tenía ni idea de quién iba a ir y quién no, y entonces Komi soltó el jarro de agua fría.

—¡Ah! He invitado a Oikawa — dijo añadiendo que se veía que hacía pocas semanas había roto con la novia, además de que su mejor amigo tenía algunos problemas y que no salía demasiado.— Además que creo que te gusta.

¡Ah! Gracias, Komi. Fue un placer oír tus palabras cuando menos necesitaba oírlas. Evidentemente sonreí como si no pasara nada. No me gustaba. Bueno, eso me decía yo a mí mismo intentado pensar en Keiji y su mirada seria. Keiji era la inestabilidad estable, lo malo conocido y no lo quizá bueno por conocer.

— No, no me gusta, pero es un tipo guay — dije restándole importancia. Tampoco es que pudiera decirles a todos “¡Eh! no, a mí me mola Akaashi”. Seguramente habían intuido o sabían de algún modo que Keiji y yo teníamos algo,  pero no había sido algo “trascendental” para los demás. No nos cogíamos la mano después del entrenamiento, no dormíamos juntos en los campamentos y los besos de celebración nunca eran públicos. — ¿va a venir Lev?

Tras decir aquello la mirada asesina de Yaku me atravesó como si tuviera rayos láseres. Supuse que aquello era un no. Morisuke podía ser muy críptico a veces, muy amable otras y un poco borde siempre que se trataba de Haiba.

Lev era un tipo interesante. Si un día ibas corto de pasta y no podías tomar más que un cubata, no importaba, él podía compartir un poco más del suyo. Exagerado cargamento de alcohol, si te quedabas cerca de él era fácil llegar al coma etílico, aunque irónicamente él aguantaba como un campeón. A mí me gustaba que vinera, a pesar de que no tuviera aún los dieciocho y tuviera que colarse como un terrorista, era un tipo divertido.

—Es que Yachi-san es un poco estricta con eso de la edad — se encogió de hombros Komi.

Me senté al lado de los dos, esperando a los demás charlamos sobre los planes para el verano. Los míos no era que fueran muy prometedores, trabajar en la tienda de discos y encontrar otro trabajo que me permitiera ahorrar un poco, así que me morí de envida por sus planes. Yaku se iba a Korea con un trabajo de prácticas de la universidad y Komi se iba a Hawaii con su familia.

Cuando Konoha y Sarukui aparecieron la situación fue un poco tensa, pero ninguno preguntamos. Taketora y Fukunaga llegaron casi a la par que Oikawa. Me gustaría decir que me puse nervioso y todos esos clichés de cuento de hadas, pero que va. O el sake que había tomado comiendo era el mejor lubricante social de todo Japón o en aquel momento no me sentía nada intimidado por la cara bonita de Tooru. Supongo que en parte era porque solo quería divertirme, y puede que no recuerde el nombre de aquel local, ni el color de las luces de su puerta, pero si la música house y el calor de la pista de baile.

No soy el mejor bailarín, pero me encanta cerrar los ojos y dejarme llevar. No es que piense demasiado, pero en aquellos momentos menos. Y Oikawa bailaba bien. Porque decir que no me fijé era una gran mentira.

Tras un rato de no parar quieto me encaminé a la barra. Estaba seco y necesitaba beber cualquier cosa. Morisuke, que casi nunca bailaba cuando salíamos, y me hacía preguntarme por qué venía, estaba allí apoyado mirando la pista de baile. Siempre siento cierta curiosidad por esos hombres heterosexuales que pagan una entrada a una discoteca y se quedan apoyados contra una pared moviendo el pie ¿Es algún tipo de rito de apareamiento o simplemente son más tímidos de lo que parecen? El asunto era que Yaku era de esos. Aunque Kenma era algo más espeluznante, ya que se sentaba en un rincón con su psp, se ponía unos tapones en los oídos y esperaba a que nos marcháramos.

Soy más de cerveza, pero ya que estaba allí y podía permitírmelo, pedí un tequila sunrise y me apoyé contra una columna cercana, al lado de Yaku.  No era como si con la música fuéramos a entablar alguna conversación, pero como tengo la cabeza un poco dura, tengo que admitir que lo intenté desesperando un poco al libero. Toda posible comunicación terminó cuando recibió un mensaje de Kuroo, que cotilleé de forma totalmente maleducada por mi parte, y decidimos salir a buscarle.

 A mitad del camino a la salida, antes de subir la escalera que llevaba a fuera, estaban los baños de hombres. No llegué a entrar aquella noche, así que la idea de cómo eran era simplemente una puerta roja. Una puerta roja por la que salía Oikawa, mirándome con sus ojos castaños y haciéndome temblar las piernas por primera vez en la noche.  Bueno decirlo así quizás es exagerar un poquito. Verlo bailar me había parecido sexy, verlo mirarme me estaba matando por dentro y notar como su mano se agarró a la mía para no perderse entre el gentío fue el toque de gracia. Como en el Mortal Kombat, cuando haces un ataque perfecto de esos en los que el enemigo ni siquiera llega a tocarte y le arrancas la cabeza al tipo con una patada, pues igual pero de un modo más metafórico.  Físicamente mi cabeza estaba ahí, pero era lo más que podía decir.

¡Ah! Creo que quería morirme ahí mismo, era el impacto real de saber lo mucho que me gustaba que empezaba a llegar entonces.  Un flashback de peli recurrente de cuando me había colado entre sus sabanas y él me había cogido los dedos, una pequeña taquicardia exagerada por el tequila en vena y la cantidad abrumadora de gente que lo empujaba contra mí. Siempre podría decir que al menos me imaginé más guapo en el flashback, pero aquello no era como si me animara…

Y subí las escaleras, notando el calor de sus dedos en mi mano. Y pensando, o no pensando. Y ya no había un No feelings en mi cabeza. Y al salir a fuera, el aire de la noche en mi cara y no le solté la mano, aunque él a mí tampoco hasta que casi estábamos frente a Kuroo. Cuando lo hice me sentí extraño, como notando una huella de aire encima de mi piel.

Me miré la mano y luego levanté la cabeza para ver a Kuroo con una sonrisa socarrona. Y aquí hay un blanco en mi mente, algo que debí haberme perdido, porque la siguiente imagen fue Oikawa soltándole un puñetazo limpio sin más a Kuroo Tetsuro. 

Supongo que Yaku se quedó tan a cuadros como yo, por lo que nos abalanzamos a separarlos. Nadie quiere ver a Kuroo en una pelea, la cara bonita de Oikawa menos. Supongo que porque Yaku tiró de Kuroo o por mi inminente sensación de “Protege al chico guapo”, tiré de Oikawa mientras veía a Kuroo escupir.

Oikawa gritaba algo acerca de “hacer pagar a una chica” y “Tomoko”.  Tomoko, Tomoko, Tomoko. Repetí ese nombre en mi cabeza varias veces mientras Yaku arrastraba a Kuroo hacia otro lugar y los perdía de vista. Tomoko era la chica que le gustaba a Kuroo, la que había pagado para que fuera su novio de alquiler. Y mi mente me aclaraba todo aquello mientras mis brazos rodeaban la caja torácica de Oikawa Tooru, de un modo no sexual, porque tengo mala suerte, porque el universo estaba en contra de mí o quizá solo porque existía una chica en el mundo llamada Tomoko.

Le solté cuando Oikawa se calmó. Parecía que toda la ira se había marchado, y lejos de dejar al chico alegre y algo engreído de siempre, estaba con las pilas descargadas. Conocía un poco el lugar, así que lo agarré del brazo y lo arrastré a un callejón relativamente cercano dónde había unas máquinas de vending. Compré un par de botellas de café expreso y me senté en el bordillo arrastrándole a mi lado.

—¿Qué te ha pasado? — Yo no sé formular preguntas creo, pero siempre lo intento y creo que estuvo mal. Le observé dejar el café en el suelo sin abrirlo y esconder la cabeza entre los brazos. Me quedé en silencio durante un rato, ahí, a su lado esperando a no sé exactamente qué, pero tras unos diez minutos empezó a hablar.

— Tomoko y yo salíamos en la preparatoria y me dejó porque prestaba más atención al vóley que a ella—  levantó la cabeza de entre sus brazos y me miró antes de coger el café y abrirlo. — Cuando nos encontramos en Tokyo pensé que tenía sentido, pero se ha pasado todo el tiempo viendo a ese tipo al mismo tiempo que a mí y no sé por qué me he comportado así.

¡Oh! Asuntos amorosos, tenía yo cara de Murasaki Shikibu y había escrito el Genji monogatari para poder y saber ayudarlos a todos en sus vidas románticas. Sonreí vagamente esperando que mi mente me regalara una respuesta adecuada, pero mi mente estaba de vacaciones en las Bahamas.

— Supongo que es difícil, ¿por eso bebiste tanto el otro día?— y las palabras salieron de mi boca haciéndome pensar que solo tenía un mono tocando platillos en mi cabeza. Hola, voy a consolarte recortándote momentos de épica patetiquez. Pero en aquel momento se rió, Oikawa se reía de mi idiotismo puro.

—Más o menos —sorbió el café y me volvió a mirar.— Y siempre estás cerca en esos momentos, quizá me traes mala suerte.

Me alegré de la tenue luz de la farola que evitaba que me viera directamente la cara.

—Siento no haberte llamado para agradecerte lo de la semana pasada— añadió. Parecía que no le había ocurrido nada de nada, que la noche estuviera siendo amena y que no se hubiera intentado pelear con nadie. Una de las múltiples caras de póker de Oikawa, como bien sabría después. — Me sentía un poco incómodo ante la idea de quedar contigo, no suelo arrastrar a hombres hasta mi casa ni nada de eso.

—La realidad era que yo tampoco quería que me llamaras, así que supongo que estamos en paz— dijo mi mente no funcional haciendo que se riera más.

—Pero ahora me has rescatado una segunda vez, Pervertido-san — noté su mano sobre mi hombro. Apuré mi café expreso en lata para evitar que notara el ataque de histeria nerviosa que podía asaltarme en cualquier momento.— No tendré más remedio que invitarte a desayunar.

—Sí, la verdad es que si Kuroo te llega a pegar dejarías de tener esa cara tan bonita casi seguro— ¿Estaba ligando con él? De alguna forma se podría decir que aquello era solo afianzar una amistad ¿no? Aunque si, me gusta pensar que él se reía de aquella manera porque estábamos coqueteando un poquito al menos. De todos modos no duró demasiado.

Nos disponíamos a levantarnos, y de hecho Oikawa estaba casi dispuesto a disculparse con Kuroo, cuando una morena bastante alta corrió por el callejón en dirección a él y gritando su nombre. Saltó sobre él impidiendo que se levantara y se quitó unos zapatos de tacón rojos que dejó a un lado.

— Me duelen mucho los pies después de todo el día con ellos puestos, Tooru, soy Nakahara Amai— me saludó girándose a mirarme después de llamarle a él por su nombre de pila. Era guapa y de hecho me sonaba de haberla visto en algún sitio antes, pero no sabría decir dónde. Seguidamente se giró a mirar a Oikawa golpeándome con su larga melena negra en la cara.— ¿Tienes un novio nuevo? ¿Dónde está Iwa-chan?

Oikawa bufó. No me sorprendía que una chica se lanzara a sus brazos, pero sí que él la rechazara. Me fijé en como la chica hizo una voltereta y acabó sentada sobre mí, como si nos conociéramos de algo. Pasó un dedo por mi nariz con toda confianza y abrió mucho los ojos. No me había fijado, pero eran de un verde extraño.

—Tú me suenas mucho — dijo la chica colocando la mano encima de mi boca y seguidamente  besó su mano como simulando que me besaba. Estaba un poco loca, cabe decir.— Seguro que jugabas al vóley en la secundaria alta.

—Sí, claro— contesté. Iba a hablar más pero la tía no se callaba nunca.               

—Estrella en top cinco de Japón masculino ¿a que sí? — dijo y yo asentí. — Yo era del top cinco femenino y…

—Amai-chan, vete con tu novio y déjanos vivir en paz — aquel no era Oikawa, o por lo menos no el Oikawa que yo conocía. No solía ser así con ninguna chica.

Ella se colocó de nuevo los zapatos de color rojo, sin levantarse de sobre mis piernas y miró a la entrada del callejón. Un tipo a paso lento caminaba con cierto desgarbo. No diría que iba borracho, pero si parecía que había bebido y estaba cansado.

— Amai ¿quieres dejar de correr hacía todos lados? — dijo el tipo que luego supe que se llamaba Ushijima y que a Tooru le caía bastante mal. De hecho me habló con tedio y depresión exagerada sobre lo horrible que era verse a él, un tío tan guay, teniendo que compartir equipo con él. “La desgracia me acontece desde que llegué a Tokio, ir a la misma universidad que Ushiwaka” había dicho poniendo los ojos en blanco. — Vamos a casa ya, anda.

—Solo si Tooru-kun y el chico del top cinco juegan contra nosotros dos un día — dijo ella rodeándome con sus brazos.

 Sí, Oikawa confirmó que aunque fuera buena jugadora de vóley, trabajara como modelo de revistas y no sé qué rollo más, no tenía más que serrín en la cabeza. Aunque una conversación con Iwaizumi después resolvió el asunto en que la chica le había dicho directamente a Oikawa que Ushijima le parecía más varonil y atractivo que él, y que por eso el chico espacial no podía soportarla.

—Yo no puedo decidir por ellos, pero si es por mí está bien — Ushijima dejó escapar un profundo suspiro.

—Di que sí, chico del top cinco — me habló al oído, y si bien no gritaba resultaba incómodo. Aunque debo admitir que tenía un punto de divertido y además a mí me gusta demasiado jugar al vóley como para negarme, creo.

— Está bien— dije y ella me soltó inmediatamente para ponerse de pie y empezar a decir adiós con la mano mientras sonreía exageradamente.

Ushijima se disculpó y se alejaron casi tan rápido como habían aparecido, dejándome muy confundido. ¿Tenía la gente aquella sensación cuando nos veían a Kuroo y a mí hacer el imbécil? ¿Era Akaashi aquel papel suplicante de “vamos a casa”?

— Si lo que pretendes es ligártela, sale con el lerdo que la ha venido a buscar— dijo Oikawa cuando ya no se les veía a lo lejos.

Abrí los ojos. Me había anunciado que no era gay cuando habíamos estado en su casa, me había llamado pervertido-san y… ¿Ni por asomo había caído en la cuenta de que yo jugaba en otro equipo?

—Oikawa, yo soy gay — me sentía un poco extraño al decirlo. No lo tenía tatuado en la cara, pero era bastante evidente.

Y él se encogió de hombros y me miró con indiferencia, dejándome profundamente rallado. No se había dado cuenta y parecía que le daba igual. 


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