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Sin habilidades de acosador por Tentaculo_Terapeuta

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Y Kuroo apareció la tarde de aquel sábado con una bolsa de deporte en la puerta de mi casa. Cuando llegué del trabajo estaba ahí, sentado con las piernas cruzadas esperándome. Yo, que iba cargado con la compra de la semana ni siquiera me sorprendí.

—No puedo quedarme en mi casa y que mi madre vea  evolucionar esto — dijo eludiendo el hola y señalándose la cara. Tenía una inflamación considerable y aunque no parecía que el pómulo estuviera roto, sí que iba a salir un hematoma considerable.

Apreté los labios en una medio-sonrisa extraña. Lo entendía, la señora Kuroo era más sensible de lo que parecía y el señor Kuroo no se lo hubiera tomado demasiado bien.  Algunas peleas en la escuela media habían sido más que suficientes para que aquella familia se pusiera patas arriba. Las peleas no eran raras en adolescentes, pero hay a gente a la que le gusta exagerar y bueno tampoco está del todo bien dejarlo pasar.

—Pero vas a hacer tú la cena— dije mientras abría la puerta y él se levantaba del suelo. La realidad era que tampoco disfrutaba de tantísimas horas solo. Demasiado a menudo terminaba añorando la compañía de otro ser vivo que no fuera el gato del vecino y sus habituales pulgas.

—¡Eh! que es tú amigo el que me ha hecho esto por algo que ni siquiera es culpa mía — contestó.

Tooru se había “disculpado” invitando a Kuroo a una copa y fingiendo que no había pasado nada a pesar de ver como mi colega usaba el hielo de la copa para calmar el dolor del golpe. Pobre Oikawa. Me entró la risa tonta al pensar en su cara cuando le había dicho que era gay. Tenía demasiadas ganas de pensar en él y al mismo tiempo demasiadas ganas de desterrarlo para siempre de mi mente.

— Acostúmbrate a esas cosas, es la testosterona del amor heterosexual—. Cuando estaba con Kuroo que mis neuronas y mi boca no se conectaran no era un problema. Empezó a reírse como si hacerlo no le doliera en la cara.

Dejé las cosas sobre la mesa y me dejé caer en el suelo desde el pequeño escalón que separaba el comedor del dormitorio. Kuroo me imitó, chafándome el brazo y empujándome a un lado.

—No es que Oikawa parezca demasiado heterosexual —  dijo dibujando una sonrisa ladeada. Estaba siendo malo a propósito. — Y a ti… ¿te gusta?

Apreté los labios por un instante. Sí, me gustaba, quizá era el momento de dejar de mentirme, pero no era todo tan simple. Trataba de encontrar las palabras adecuadas, la frase coherente que describiera mis sentimientos, pero aunque la encontrara no iba a ser capaz de decirla en voz alta.

Kuroo rió devolviéndome a la habitación y haciéndome olvidar de la yuxtaposición de palabras formular un sintagma adecuado. 

— No tienes por qué contármelo.

No era que yo no quisiera contárselo, era que me aterraba decir según qué cosas en voz alta. En cierto modo si algo sale mal pero nunca lo has dicho en voz alta parece ligeramente menos real que si has hablado.

—No, si quiero hacerlo pero…— arqué la espalda y me balanceé hacía adelante quedándome sentado en el pequeño escalón.— Me gusta, pero no siento que tenga sentido, no va a ocupar el lugar de Akaashi.

Kuroo se levantó y empezó a guardar las cosas que yo había comprado de forma totalmente aleatoria. Como yo tampoco es que tuviera demasiado orden en mi despensa, le dejé hacer. Una vez había encontrado una caja de cereales que llevaba un año caducada, y la verdad tampoco me hubiera sorprendido encontrar galletas mohosas por algún lado. Me di cuenta que todo sonaba como si Akaashi hubiera muerto y no fuera a volver, como un drama de telenovela de baja calidad o una historia cliché.

—No tiene que hacerlo — dijo sacando un par de latas de cerveza de la nevera y lanzándome una que cogí al vuelo de pura chiripa porque no estaba mirándole. Este tipo de actitudes iban a matarme un día, supongo.— Tu relación con Akaashi es una cosa y con los demás es otra, tampoco tienes por qué casarte con el bishonen, solo pasar el rato.

Abrí la cerveza y me encogí de hombros. También tenía razón. De todos modos ni siquiera sabía la orientación sexual de Oikawa a parte del “no soy gay”              que no tenía ni idea de a qué había venido si él no se imaginaba mi sexualidad y…  Bueno, en síntesis, que a lo peor simplemente solo seríamos amigos, que después de todo no era algo malo.

—Cambiando de tema, el Furukodai se ha clasificado para los nacionales y quería ir a verlos—dije. No quería pensar más en Oikawa, no, definitivamente no. — Onaga es capitán y se ve que lo hace bastante bien, ¿vendrás?

Kuroo asintió mientras empezaba a limpiar algunas verduras que había en la nevera. No estaba muy seguro de que estuvieran buenas, pero si cocinaba él, siempre podía terminar echándole la culpa de ponerme enfermo o algo así. No, la realidad era que cocinaba bien.

Cenamos relajadamente, sin alcohol, sin distracciones.  Era un sábado silencioso, lo cual no era tan raro en aquella parte de la ciudad. Diría que la presencia de Kuroo me obligó a fregar los platos, pero era mentira, la confianza da asco, así que se quedó todo amontonado en la fregadera mientras intentaba vaciar mi cabeza de inutilidades absurdas.

Una parte de mí quería salir y despejarme, divertirme y esas cosas, pero estaba cansado y nada se me hacía más apetecible que el silencio sepulcral de mi casa. El vecino debía haber salido, por lo que tampoco podía oír sus quehaceres cotidianos. No era un tipo demasiado extrovertido, pero a veces, sobre todo los días de lluvia, solía tener siempre chicas gritonas en el apartamento. Eran todas diferentes, altas, bajas, delgadas o algo más regordetas, morenas, rubias y pelirrojas; todas diferentes en sí mismas, pero en común tenían eso. Gritaban, no solo en la cama, mientras cocinaban, mientras se movían por el poco espacio y cuando se iban. No sé por qué tenía aquello relevancia, pero mi cabeza divagaba entre estupideces. Siempre lo hace, o por lo menos en el 90% del tiempo que paso despierto.

Estaba tan cansado que cuando extendimos el futón y nos colamos entre las sábanas enseguida me quedé dormido y dejé de disfrutar del silencio. Soñaba con una pelirroja de sonrisa afable y muy gritona, una de las chicas del vecino supongo, que salía de mi casa enfadada cuando la voz de Kuroo me despertó haciendo que aquella pelirroja se trasformara pausadamente en él. Primero cambiaron sus labios y su nariz empezó a deformarse y lo último que recuerdo era como el pelo se le acortaba como en una animación deformada y después la oscuridad del cuarto y la voz del que no dormía a mi lado.

—Bokuto, Bokuto —escuché mi nombre varias veces. Debería haberme quejado, pero no podía. Campamentos de segundo curso, le desperté hasta tres veces para preguntarle si creía que un futuro como el de Blade Runner le parecía factible. Tenía un problema emocional con las posibles relaciones sexuales entre androides y humanos, y me sentía en la necesidad de conocer su opinión al respecto. Creo que me odió.— ¿Estás despierto?

—Sí, supongo que sí — creo que traté de decir eso, pero tenía la boca un poco entumecida así que puede que sonara extraño. El extraño sentimiento de que nuestras personalidades parecían intercambiadas del mismo modo gradual que la chica del sueño se había transformado en él me asaltó. Esta situación solía darse a la inversa.

— Ayer llamé a Tomoko y dijo que me llamaría, pero… — empezó a hablar. Considerando los dramas que yo había tenido con Akaashi y él había atendido como un hermano protector, tenía que escucharle.

 Yo quería atender pero estaba muy adormecido. Era parecido a las clases de Teoría social, se decían cosas muy evidentes y el sueño era inevitable, pero era importante atender. Mantente despierto Bokuto Koutaro, tú puedes. Eso era yo en mi cabeza.

— Bokuto, oye, — volvió a llamar mi atención cuando mis parpados volvían a cerrárseme. Si él me hubiera acompañado a las clases en el Fukurodani, la secundaría alta habría sido infinitamente más fácil. Y quizá hubiera atendido a clase de mates. Noté su mano aferrándose a mi brazo.— Tú fuiste mi primer amor, aunque nunca te lo dijera, vuélveme homosexual otra vez.

Y ahí abrí los ojos definitivamente, cuando Kuroo estaba a un centímetro de mi cara.

—No, no, no, no, no, no — recité un montón de “No” en diferentes tonos mientras me arrastraba contra la caja de comics de Sarukui.

—¿Cómo qué no? — su pregunta me intimidó aún más. ¿Estaba sonámbulo y no sabía con quién hablaba?

Y entonces el timbre sonó. Mágico y adorado timbre. Me escurrí como pude para evitarle y encendí la luz. Fuera quien fuera la escena de mi mejor amigo solo con pantalones y yo en calzoncillos se podía malinterpretar, pero por suerte solo era Konoha y estaba tan histérico que no se dio cuenta de nada hasta que no estaba en medio de la habitación.

—¿Interrumpo algo? — preguntó de golpe mirando a Kuroo primero y luego a mí. Negué con la cabeza a la par que decía que no y entonces el empezó a hablar. —Masami  me ha echado de la habitación del hotel, cree que le pongo los cuernos con Hui An.

Negué con la cabeza dos o tres veces seguidas y le miré confuso.

—¿Quién? — dijo Kuroo expresando las palabras que yo había olvidado expresar.

—Mi novia, o bueno la que era mi novia— dijo él abriendo y cerrando las manos.— Yachi Masami, la diseñadora gráfica que os presenté ayer.

Y entonces asentí varias veces con la cabeza.

—Y vienes aquí… ¿por qué? — A veces me preguntaba si era mi casa o la de todo el mundo menos la mía. Me gusta compartir, pero resultaba confuso.

—Porque no puedo ir a mi piso compartido con Hui An — al parecer se había ido a vivir con su ex. No sé, yo también me hubiera sentido muy confundido si hubiera salido con Konoha. Pero Akinori no era de los que aclaraban las cosas demasiado. Independiente y seductor; así se definía él causando ligera risa en Komi que lo llamaba más bien “Llorica y acosador”.

Y ahí estaba el panorama. Yo, Akinori y Kuroo en un futón individual. Estirados como sardinas en una lata, quizá solo nos faltaba el aceite en escabeche que fácilmente podrían ser los comics que quedaban de Yamato.

Y después de lo que había dicho Kuroo Tetsuro no podía dormirme de nuevo a pesar del cansancio. El siseo de la respiración de Konoha se acompañaba del rechinar de dientes de Kuroo, formando una extraña banda sonora y en mi cabeza yo solo podía preguntarme si es que estaba desprogramado ¿Nunca habéis sentido eso? Como cuando una chica preciosa te trae una carta de amor, solo me había pasado una vez fortuita y no era una chica tan preciosa quizá, y tú no sabes qué decir o qué hacer. Y piensas, joder, sería tan fácil decirle que es correspondido y se acabaría el asunto. Podría haberme dado cuenta en su día que yo le gustaba a Kuroo. Seguramente habría sido fácil corresponderle, no como a la chica de secundaria baja que se me declaró, y simplemente dejar los días pasar.

Pero no, no eliges la tormenta que te cala, ni el día en el que pillas la gripe, ni a las personas de las que te enamoras. Pero a pesar de eso, yo seguía pensado que quizá estaba desprogramado y por eso me gustaba Oikawa. Estaba desprogramado y por eso seguía echando de menos a Akaashi. Estaba desprogramado y no sabía cómo arreglarlo.

Pensando en cómo debía ser mi código de programación mal hecho desde el nacimiento conseguí dormir. Pero no es como si la paz durara mucho. Mi teléfono móvil empezó a sonar cerca de las tres de la madrugada, despertándome a mí y a las otras dos sardinas. Además el gato se había colado de nuevo y reposaba sobre la encimera de la cocina, rebañando los platos con la lengua de forma apacible en la oscuridad. Como la luz naranja del parking pequeño que se encontraba delante de la casa se colaba por la ventana, me abstuve de encender la luz y agarré el teléfono.

Hay momentos de autoanálisis en los que me gustaría saber qué expresión pongo al ver según qué cosas, porque quizá eso me ayudaría a canalizar y clasificar mejor mis sentimientos. ¿Cómo era mi cara en aquel momento? Pues no lo sé, porque la luz estaba apagada, Kuroo se tapaba la suya con el brazo suplicándome que cogiera el teléfono y Konoha se acababa de meter en el baño. Pero en la pantalla de mi móvil el nombre de Oikawa parpadeaba con todas sus silabas mientras el tono seguía sonando.

— ¿Dígame…? — mi voz sonó  ¿sorprendida?

—¡Chico del top five! — Era Amai Nakahara y su voz estridente, a pesar de que el teléfono no estaba demasiado alto, resonó por toda la habitación. —¿Estabas durmiendo? Suenas como una versión de Lucky to be me tocada por un niño de 3 años que no entiende qué es un piano.

—¿Qué?

—Nada, Oikawa te echa de menos, pero no es capaz de admitirlo y deberías venir a tomar algo con nosotros ahora mismo— su voz viraba de grito a dulzura en un segundo. — Pero te llamaba para decirte que tengo tu teléfono y que te molestaré para ese partido que tenemos pendiente.

—¿Qué?

—Que vengas, que Iwa-chan, Ohira, Issei ,Uji-kun y Oikawa no me hacen caso y me aburro — dijo para después darme una dirección de un bar de jazz un poco retirado y colgó.

Así sin más, colgó dejándome con lo que probablemente era cara de idiota. Vi salir a Konoha del baño mirando la pantalla de su teléfono móvil, seguramente escribiendo un largo email de disculpa, mientras se metía de nuevo entre las sabanas. Y luego miré a Kuroo que había robado toda la almohada y se cubría la cabeza con ella ignorando el entorno. Seguidamente me fijé en el gato, que me miraba con sus extraños y felinos ojos. Casi sentí como si aquel gato me estuviera juzgando. Si hubiera podido hablar mi idioma me hubiera dicho “ De verdad estás pensando en ir, zoquete”, y lo diría con voz muy señorial y educada a pesar de que él no es un gato muy refinado.

Apreté los labios ¿Y por qué no iba a ir? ¿Quién era un gato pulgoso y ladrón para decirme nada? Me sentí absolutamente absurdo por darle tanta importancia al felino, así que sin pensarlo dos veces abrí mi armario, con cierta dificultad, y saqué una camiseta al azar y unos pantalones limpios. Me iba a ver a la loca de Nakahara y a Oikawa.  La verdad es que solo iba por ver a Oikawa.

Me vestí y cuando me disponía a salir el gato saltó a mis pies, ocupando la puerta y me miró. Pude oír su voz imaginaria diciéndome “Así que al final has decidido ir a ver a ese Oikawa, ¿eh?” y no pude evitar contestar que sí en voz alta. Mis mejillas se tiñeron de rojo cuando Konoha levantó la vista y me miró confundido, pero pateé suavemente al gato y salí por la puerta.

Debería haberle hecho caso al gato, que con su mirada sutil trataba de disuadirme de ir, porque al llegar Oikawa había desaparecido del local y solo estaba Amai, aporreando un piano, su novio, otros dos tipos a los que no conocía ni de vista y una chica que parecía Blancanieves versión japonesa.  Más tarde descubrí que precisamente Blancanieves era el apodo que Nakahara le había dado a aquella chica, de la cual no recuerdo el nombre.

Aquel lugar era un bar bastante bonito. Las paredes eran altas y el suelo era de madera. Varias butacas y sofás se situaban por toda la estancia alrededor de mesas pequeñas y la música de ambiente estaba suave. Parecía un bar sacado de un sueño, ya que estaba todo perfectamente limpio y los camareros no tardaban ni un minuto en recoger y limpiar las mesas cuando los clientes se iban.

Me senté junto a Ushijima, que me miró esquivo, como si aparecer por ahí hubiera sido una ofensa para él o algo así. Quizá pensaba como Oikawa, que quería ligarme a Nakahara.

Fue una velada interesante que duró una hora y tres minutos exactos. Lo sé porque me aburrí bastante. Blacanieves, una chica guapa se mire por donde se mire, estaba todo el tiempo intentando llamar la atención de Issei, llenando su copa y tocándole la cara de forma descarada. Mientras que este chico, que al parecer conocía bien a Oikawa y al mafioso, Ohira hacía lo indecible por llamar la atención de Blancanieves. Aunque quizá aquel chico de boca enorme estaba siendo demasiado sutil y la tía ni se enteraba. Pero estaba claro que le llamaba más la atención el otro.  Aclararé que Ushijima solo miraba su vaso y luego a Amai hacer el tonto y luego a su vaso.

Antes de que esa hora y tres minutos acabara, Issei se levantó de su asiento apartando “gentilmente” a la chica y se sentó a mi lado.

—No sé cómo evitarla — me dijo de golpe. El aliento le apestaba a ¿Ron? Ni idea, pero iba fino. —Nos acostamos y desde entonces no me deja vivir en paz.

Asentí con la cabeza.

—Claro, claro, lo debes pasar muy mal —Empecé a hablar con cierto sarcasmo. Estaba tan tediosamente aburrido que me disponía a decir cualquier cosa. — Una tía así de tremenda, debe ser horrible.

Los ojos de aquel tipo se abrieron mucho y empezó a gesticular.

—No todo es el aspecto físico, tío rarito — dijo. Parecía algo exasperado y además nos acabábamos de conocer. Aquella era una conversación extraña.— Y a pesar de que al principio pensé que era perfecta para mí, jugamos ambos al vóley y estudia historia arte, pero está loca.

En ese momento empecé a reírme estúpidamente y creo que él me imitó por la cantidad de alcohol que llevaba en vena.  

—En serio, me dice cómo me tengo que vestir y qué tengo que comer— dijo cuándo se le calmó el ataque de risa y luego me explicó que Blancanieves era vegana. Que la había llevado a su apartamento y que al ver que tenía huevos, la tía los había cogido y había empezado a romperlos contra el suelo diciendo que comprar aquello en el supermercado era promover el asesinato, todo a grito pelao. Solo había conocido a un vegano en la vida, y era alguien muy tolerante, así que llegué a la conclusión de que tenía razón y Blancanieves había perdido algún tornillo a lo largo de su existencia. — Y todo eso sin ni siquiera haber llegado a ese punto en el que dices, sí, salgamos juntos.

Después de aquello me preguntó si yo había salido con alguna chica como aquella, a lo que negué con la cabeza y se quejó de que a él siempre le tocaban locas. Bueno, Issei, es lo que tiene no salir con tías, que difícilmente aparecen las locas.

—Por cierto ¿Quién coño eres y por qué estás aquí?— preguntó cómo si hubiera olvidado que me había presentado Nakahara cuando había llegado.

—Es el nuevo novio de Oikawa, ahora que Iwaizumi está tan ocupado — dijo Amai sentándose sobre sus rodillas. Era una escena peculiar porque los ojos de la otra chica se encendieron al verlo como si aquello fuera una gran ofensa, y lo cierto era que Nakahara hacía aquel tipo de cosas con cualquiera. — Lo he elegido yo, ya sabes que no me gusta que Oikawa-kun pase tanto tiempo solo.

—Sí, sí, evidentemente — se encogió de hombros y me miró como diciendo “ De está tampoco me sorprende nada”.

—¿De verdad ese Iwaizumi y Oikawa son novios?—Pregunté ya por curiosidad. Nakahara había dicho aquello mismo la noche anterior y también ahora dejándome infinitamente confundido.

Blancanieves dejó caer que tenía que ir al baño y Amai la agarró del brazo y desaparecieron juntas.  Issei arqueó las cejas y se rió.

—No, al menos no que sepamos los demás — dijo y empezó a contarme que aquel Oikawa y el mafioso eran amigos desde que eran críos. — Se han ido antes hoy porque Hajime tiene que volver a Miyagi otra vez. Al parecer su abuela está enferma y su madre lo está pasando muy mal porque se huele un divorcio. Y Oikawa parece un tío superficial, pero en verdad es un buen amigo que está al pie del cañón, apoyando a Iwaizumi.

Me contó algunos rollos turbios más del mafioso. Al parecer lo estaba pasando realmente mal y el año universitario se le estaba hiendo a tomar por culo. Creo que en aquel momento no lo procesé demasiado, pero empezaba a entender por qué Oikawa se sentía tan solo. No lo estaba, tenía a un montón de personas cerca, pero estaba claro que había construido un muro muy sólido a su alrededor y casi nadie lograba atravesarlo.

Si lo pienso, el día que lo había recogido de la barra de un bar borracho había roto aquel muro conmigo por un instante. Pero era el chico espacial, el muro volvía a estar arriba y él se encontraba a años luz de mí o de cualquiera, cerca de Andrómeda o de la nebulosa de cabeza de caballo. 

Notas finales:

Es un capi un poco “no sé cuándo coño voy a poder volver a actualizar”. Porque el lunes vuelvo a las clases y empiezo a trabajar y no sé si seré algo más que a waste of flesh and bones como para ponerme a escribir pero bueno. I will try, no es como si no fuera a actualizar nunca más (¿) 


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