Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Matrimonio Indiscreto por Mizuki_sama

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

hola!!

cómo están? espero que bien

yo vengo con un nuevo capitulo de Matrimonio indiscreto, que espero que os guste, gracias por los revien que me dejaron, los adoro, besos y ojala este capitulo os guste.

Capítulo 3

 

Tras arrojar nuevos troncos al fuego, Tatsuha se levantó con mucha suavidad, abrió la puerta con sigilo, salió al pasillo y se asomó al vestíbulo de abajo, como había supuesto, en un sillón, estaba Uzumaki-san, Tatsuha observo que el hombre tenía los ojos cerrados y sus manos descansaban sobre su vientre y que en una de aquellas manos llevaba un látigo, como el que usan normalmente los palafreneros con los caballos, el moreno tuvo una idea de qué tipo de arma se había usado contra Suguru.

Durante un momento Tatsuha miró al hombre, luchando contra el deseo de bajar la escalera, decir a aquel cerdo sádico lo que pensaba de él y poder darle una lección, pero su sentido común se impuso.

Tatsuha volvió a su cuarto, cerró la puerta, dio vuelta a la llave y puso de nuevo el cerrojo.

— ¿Está allí? — preguntó una voz, procedente de la cama, era baja y asustada, era indudable que Suguru, a quién había visto profundamente dormido antes de salir, tenía el sueño ligero.

—Está dormido abajo, frente al fuego —contestó Tatsuha.

—¿Qué hora es? —preguntó sentándose, sobre la cama.

—Las cuatro de la mañana.

—Creo que debo irme, la luna debe estar todavía lo bastante brillante para que vea por dónde voy, Kagami-san el sirviente que viene con Uzumaki, es muy madrugador — explicaba con gesto preocupado — me ha dicho con frecuencia que se levanta siempre antes que los pájaros.

—Entonces será mejor que se vaya ahora… —aceptó el mayor.

Suguru se levantó del lecho y Tatsuha se apuró a quitar las mantas y las sábanas.

—¿Qué hace? —preguntó Suguru.

—Voy a hacer una cuerda —contestó él—. Eso le dará cierto apoyo al bajar, una vez que esté a salvo en el suelo, las retiraré y volveré a ponerlas en la cama.

El doncel no hizo más preguntas; se acercó al fuego para retirar su traje de montar, ya seco, y se lo puso encima.

—¿Cree que no le pasará nada? — preguntó Tatsuha preocupado— creo que debería bajar con usted, para ensillarle el caballo.

—¡No, no! Si alguien lo viera volver, sabrían que me ha ayudado— contesto apuradamente su compañero — si Uzumaki le ve marcharse solo, tal vez piense que se equivocó.

—Por cierto —exclamó Tatsuha, al venírsele rápidamente un pensamiento—. ¿Trae usted dinero?

Suguru negó con la cabeza y él sacó algunos billetes de su bolsillo, extendiendo la mano hacia el muchacho, este titubeó un momento y el mayor pensó que los iba a rechazar, pero, por fin, extendió la mano y los tomó.

—Gracias —dijo.

—Vaya directo a La joya del Emperador —dijo Tatsuha— y dígale al posadero, únicamente a él, que viene de mi parte,  que yo me voy a reunir con usted más tarde. De a entender que esperaba encontrarme de hecho, pero al no encontrarme actué que está seguro de que iré con usted, aproveche y descanse allí.

—Seguiré sus recomendaciones —dijo Suguru, con cierta risita, y luego se acercó de puntillas a la ventana y la abrió.

—No mire hacia abajo y aférrese bien a las sábanas.

Tatsuha había atado las dos sábanas, amarrando un extremo del doncel en torno a su cintura. Agarrándose con fuerza de las sábanas, Suguru salió por la ventana y se deslizó con suavidad hasta el techo de abajo, cubierto de nieve. Se detuvo en él y se asomó al suelo, entonces, sujetándose con una mano de la sábana y con otra de un tubo de desagüe, fue bajando poco a poco hasta el suelo, Suguru miró a su alrededor y con profunda desolación vio que para llegar al establo debía cruzar un patio iluminado por la luna, decidió que sería fácil que cualquiera lo viera desde la posada, contuvo el aliento y se armó de valor.

 

El mayor le vio hacer un leve gesto de despedida, echarse a correr a través del patio y perderse en las sombras de los cobertizos, entonces tiró al suelo las sábanas que había subido con rapidez y se quedó escuchando en la ventana. Hacía frío, pero no lo notó.

No se escuchaba sonido alguno procedente de la posada.

Después de lo que a él le pareció mucho tiempo, cuando empezaba a pensar con desesperación que algo había sucedido, escuchó el claro sonido de unas pisadas de caballo.

Avanzaban por una superficie empedrada, a juzgar por la claridad con que se oían, después se hizo el silencio, como si el jinete hubiera llevado al animal hacia una superficie más suave.

Contuvo el aliento hasta que vio en la distancia un punto negro, impreciso, que se movía sobre la blancura de la nieve.

Fue visible sólo unos segundos, mientras cruzaba un prado. Entonces desapareció en la oscuridad de los árboles y no lo pudo ver más.

¡Suguru había escapado… al menos, la primera parte de su plan había tenido éxito!, pensó lanzando un profundo suspiro.

Cerró la ventana y volvió al calor de la habitación, para desatar las sábanas y ponerlas de nuevo en la cama.

Al acercarse otra vez a la chimenea, vio sobre la mesa el certificado de matrimonio y la licencia especial. Se quedó mirándolos un momento y entonces sonrió: Todo saldría bien, estaba seguro, el doncel le había dado una confianza nueva.

 

 

Horas después Tatsuha entró en la hostería La joya del Emperador, en Nosaka, y encontró al sirviente que había enviado con sus cosas, esperando en el vestíbulo, con expresión preocupada.

— Me alegro de que haya llegado — exclamó con alivio— he estado muy preocupado por lo que pudo haberle sucedido; aunque supusimos que la tormenta debió obligarlo  a buscar algún refugio.

—Estoy bien, gracias —contestó el joven.

Entonces, antes de que pudiera preguntar nada, el sirviente continuó, bajando la voz.

—Hay un doncel aquí, jovencito, que dice que tiene una cita con usted, no quiso darme su nombre.

—Lo estaba esperando —dijo Tatsuha con una sonrisa emocionada— ¿Dónde está?

—En la sala privada que contraté para usted, llegó muy temprano— la mirada inquisitiva del sirviente causó una sensación de tensión en Tatsuha que no por ello dejo de sonreír — en realidad, cuando yo…

Tatsuha, que no quería oír  explicaciones, lo interrumpió diciendo:

—Llévame a donde está.

El hombre cruzó el vestíbulo y se dirigió a la salita que daba al jardín posterior. Tatsuha entró y vio una pequeña figura que se volvía hacia él.

— ¿No tuvo problemas para encontrar el lugar? — preguntó con voz suave y despidió con un gesto al sirviente cerrando la puerta tras él, había venido pensando que no sabía con exactitud cómo era Suguru. La escasa luz a la que lo había visto le dejó una imagen vaga y poco favorable de este y mientras galopaba, pensaba:

« ¡Si me lo encontrara en la calle, no lo reconocería!»

Ahora vio que Suguru era muy diferente de la muchachito empapado, desarreglado y aterrorizado de la noche anterior:  lo único que quedaba de la primera impresión era su voz suave y melodiosa que exclamó ahora:

— ¡Vino usted! ¡Casi temí que hubiera soñado que existía de veras!

Sus ojos eran enormes, casi demasiado grandes para el pequeño rostro afilado, todavía pálido por el cansancio. Tenían un color castaño fuerte, bordeados por pestañas muy negras.

Su cabello era de un color indefinido, verde oscuro o algo semejante, lo que sin duda explicaba la blancura de su piel. Ya limpio y bien peinado, con el cabello recogido para mostrar las proporciones perfectas de su cabeza, era, en realidad, muy bonito.

«No, el adjetivo es precioso» pensó Tatsuha y dijo:

—Debo admitir que yo mismo temí haber soñado lo que sucedió anoche.

—¿No ha cambiado de opinión? —le preguntó con voz trémula.

—No he cambiado de opinión, pero quiero hablar con usted muy en serio, antes de que sigamos adelante.

—Entonces, lo ha pensado mejor —dijo él— lo entiendo y no debe preocuparse por mí. Me ha ayudado a escapar y le estoy más agradecido de lo que podría decir nunca con palabras.

Se había acercado a Tatsuha al decir eso y cuando él miró su rostro pensó que era imposible dudar de la sinceridad de sus palabras.

—Se está precipitando —contestó con calma— permítame informarle que está equivocado… muy equivocado, en lo que está suponiendo.

— ¿Quiere decir que… sí piensa seguir adelante con… nuestro plan?

—Si usted está de acuerdo. Pero necesitamos hablar. Siéntese, Suguru-chan, ya ha desayunado, supongo.

—Sí, gracias —contestó el muchacho— ¿Y usted?

—Me sirvieron algo en la posada, pero apenas lo probé.

—Entonces, ordene el desayuno aquí, puedo escucharle mientras come.

—Hay muy poco tiempo —contestó— su tutor lo busca.

Vio cómo el temor invadía el rostro de Suguru.

—Cuando salí de mi cuarto a las siete, esta mañana —explicó—, Uzumaki-san estaba riñendo a su sirviente, supongo que el que usted llamo, Kagami, le grito que usted debía estar en alguna parte, y tengo la sensación de que revisan las casas cercanas a la posada en la que estuvimos.

—Así que me están… buscando —murmuró Suguru en voz baja—. Yo sabía que no iba… a escapar con… tanta facilidad.

—Pero no lo han encontrado todavía —sonrió Tatsuha con aire tranquilizador—, y para cuando llegue hasta aquí, nos habremos ido ya— se detuvo un momento al notarlo visiblemente agitado— ante todo, le prometo que le salvaré de Uzumaki-san, de un modo o de otro, podría llevarlo con uno de mis familiares, mi hermana por ejemplo, mientras presentamos una demanda legal contra él, negando que sea su tutor…

—No, no —lo interrumpió— no quiero ser una… carga tan pesada para usted; si me lleva a Tokio, encontraré algún amigo de mi padre o algún tipo de trabajo. Me libraré de Uzumaki — el muchacho demostraba control, pero el miedo no desaparecía de sus ojos.

— ¿Durante tres años? —preguntó Tatsuha

—Será… difícil —admitió Suguru—, pero… me las ingeniaré.

— ¿Sin dinero? —insistió.

El doncel dio un profundo suspiro, antes de murmurar con visible terror:

—No puedo… volver; prefiero que me mate a golpes a casarme con él.

—Muy bien, entonces, seguiremos adelante con nuestro plan.

Los ojos de Suguru se encendieron con una luz repentina.

— ¿Lo dice en serio?

—Por supuesto —contestó él—. Pero lo que quería explicarle, Suguru, es que yo me beneficiaré de este arreglo tanto como usted. Así que no tiene por qué sentirse agradecido conmigo.

— ¡Pero estoy agradecido! Más de lo que podría decir, siento en mi corazón que usted fue enviado para… salvarme— su voz era tan emocional, que Tatsuha se sintió conmovido, sin embargo hablo rápidamente.

—Es usted demasiado confiado —protestó Tatsuha—. ¿Qué tal si resulto una amenaza peor que Uzumaki-san?

—No sería posible —contestó con una sonrisa— como le dije anoche, sé que puedo confiar en usted. ¡Todo lo que le pido es que me permita pagarle su bondad, ayudándole en sus dificultades!

—Bien, creo que ahora puedo desayunar —dijo Tatsuha.

— ¡Espere! Hay algo más.

— ¿Qué? —preguntó él.

—No podemos llegar a Tokio y decir que nos hemos casado, sin asegurarnos de que su sirviente lo crea así.

—Tiene razón —dijo Tatsuha, frunciendo el ceño— aunque a decir verdad, ese sirviente es más sirviente de mi padre que mío, supongo que eso ayudara a avalar la historia, papá no podrá negar algo que su propio sirviente dice que es así — murmuro, Suguru le miraba sonriendo un poco.

—Recordé, mientras le esperaba, que en el camino a Tokio y cerca de esta aldea hay un santuario sintoísta y hace dos días mi tío recibió una carta de una amiga que vive cerca de allí, entre otras cosas, le decía que el sacerdote había muerto y los monjes de allí estaban de duelo, pero el lugar seguirá abierto y como no hay nadie — su sonrisa era clara.

— ¿Quiere decir que debemos pretender que nos casamos en ese santuario? — al venir de una familia de sacerdotes Tatsuha sentía que el muchacho tenía idea muy libres y le faltaba poco para desmayarse del escándalo.

—Si podemos irnos sin su sirviente, podemos detenernos en allí y cuando queramos deshacer este matrimonio será fácil demostrar que quien nos casó tuvo que ser un farsante.

— ¡Veo, Suguru-san, que es usted un intrigante muy hábil!

—Mi padre solía decir que si uno tiene que decir una mentira… ¡más vale que sea bien dicha!

—Y, sin embargo, me parece que usted no es una persona aficionada a decir mentiras. ¿O me equivoco?

—No. Pero lo estoy planeando como si fuera una novela.

—Me parece que tiene usted mucha imaginación —comentó Tatsuha sonriendo, mientras llamaba a Kotaro-san, el sirviente, en cuanto éste se presentó, le dijo:

—Kotaro-san, aprecio tu trabajo y te agradezco que hayas accedido ayudarme en todo, sin embargo mis planes difieren un poco de lo que sabes.

—Comprendo, joven —dijo el sirviente, con aire impasible.

—consigue alguien que se lleve mi caballo y el de el joven Suguru de vuelta a la casa de mi hermana, ten cuidado de que este no hable de ellos con nadie.

—Pero… señor — de repente parecía preocupado.

—Estoy seguro, Suguru — dijo volviéndose al muchacho que le miraba— que no tendrás nada en contra de que mi hermana cuide tu caballo te aseguro que tiene un establo magnifico.

—Para nada—sonrió el muchacho — pero sería bueno que se llevara una garantía — señalo — no queremos que los acusen — pareció divertirse, y saco unos papeles, — tenga— le dio unos papeles a Kotaro — es una copia del pedigrí de Sansón, es un buen caballo, no dará problemas.

—Bien, ahora Kotaro-san como te decía, los planes han cambiado y has el favor de no enviar una nota de emergencia a mi padre con los caballos, si lo haces lo sabré —amenazo —y se bueno, toma mi equipaje y demás cosas y llévalas a mi casa, la mía, no la de mi padre, en Tokio, iras en el tren y dejaras el auto aquí, lo necesitare yo.

—así se hará —contestó Kotaro, Tatsuha miro al sirviente, debía tener ya 50 años y él lo había querido incluso más que a su propio padre, sabía que Kotaro también lo quería, poseía un atractivo innato, a Tatsuha le habría gustado mirarle más ahora que su padre no lo vigilaba.

Iba a salir de la habitación, pero Tatsuha lo detuvo.

—Hará frío en el viaje —dijo— y podría haber otra tormenta— le miraba a los ojos, hubiera deseado arrancarle un juramento de no decir nada — has el favor de comprar un traje completo y abrigado para Suguru-san.

Salió de la habitación y Suguru se echó a reír.

—Debe estar consumiéndolo la curiosidad —dijo—, y puedo apostar cualquier cosa a que sospecha ya que vamos a casarnos en secreto.

—Eso le diré cuando lleguemos a Tokio —dijo él.

 

 

Antes de una hora se disponían a partir. Suguru se protegía del frío con una capa, cuya capucha bordeada de piel resaltaba el atractivo de su rostro, Kotaro había conseguido un traje caro y decente para el muchacho y este se veía magníficamente.

Habían subido al moderno auto de Tatsuha y este ya se sentía dueño de la situación.

—Viene muy callado— miro a Suguru.

—Le estaba observando —contestó con una sonrisa clara — es un auto magnifico.

— ¿Se considera usted juez competente en la materia? —preguntó él.

—Creo que sí —contestó el doncel en tono serio— mi padre amaba dos cosas: a sus caballos y sus autos, coleccionaba uno y otro, aunque muchos comentaban que debía coleccionar otro tipo de trofeos — sonrió ácidamente — pero era lo único que le interesaba, aparte de la arqueología y de mí, creo que apenas noto que mi madre murió… — se encogió de hombros.

— ¿Su padre no sería, por casualidad, Shinto Fujisaki? -pregunto y le dio una breve mirada antes de concentrarse en la carretera.

— ¿Ha oído usted hablar de él?

— ¡Por supuesto! Ganó bastantes carreras famosas y mi cuñado hace tres años lo maldijo por hacerle perder una cantidad nada despreciable — se echó a reír — si lo hubiera visto, en fin toda persona interesada en las carreras de autos conoce el nombre de su padre ¿Es cierto que jamás asistía a una carrera?

—me temo que si, él detestaba la publicidad que parecía inevitable cuando se gana

— ¡Qué extraordinario! —exclamó Tatsuha con una sonrisa de lado.

—Vivíamos un poco aislados del mundo —continuó Suguru—. Pasábamos seis meses al año, o más, viajando por el extranjero, volvíamos para que mi padre preparara sus caballos y sus autos para algún evento importante y sólo participaba en una carrera al año, pasada ésta, nos volvíamos a marchar, pero en esas semanas yo tenía la oportunidad de tratar con una familia que vivía al lado nuestro, si usted hubiera visto a su hijo— Tatsuha miro de lado a Suguru cuya sonrisa se había hecho adorable, parecía inevitablemente perdido en aquel recuerdo — si existe una criatura más hermosa me sorprendería.

—un joven encantador, supongo, ¿estará ya casado? — pregunto con delicadeza, observando los gestos de Suguru.

—No lo sabría, su prima se casó siendo joven, si recuerdo bien, hace unos... Cinco años quizás, no le veo desde entonces, y él era un año mayor a mí, pero supongo que es muy probable, sería difícil que un doncel tan bello como él se mantuviera soltero

—Así que era un doncel — repitió con una sonrisa Tatsuha, lamentando el camino de sus pensamientos.

—Si — Suguru le miro — era muy bello, y sus maneras eran tan extraordinarias, siempre caminaba junto a un joven con una voz tan bella con el cielo, aunque nunca llegue a saber si este era un doncel  o un hombre— se llevó un dedo a los labios — pero sería difícil verlos, creo que partieron hace tiempo en un viaje al extranjero…

—Comprendo —contestó el mayor.

—oh, yo le estaba hablando de mi padre — titubeo el muchacho y Tatsuha sonrió.

—No se preocupe, me alegra saber que tiene amistades que podrá buscar una vez nos hayamos casado — sonrió de lado

— ¿Trae la licencia y el certificado usted? —preguntó Suguru.

—Sí, aquí los traigo —contestó él.

—Será mejor que me los dé antes de que lleguemos a Tokio —dijo el muchacho—. No conviene que nadie  los vea antes de que yo los haya alterado.

— ¿Qué necesita para esta delicada tarea? —preguntó el mayor..

—un bolígrafo y un sello familiar, de preferencia de un templo, pero hallaremos alguna falsificación.

—Compraremos lo que sea necesario, en cuanto a un sello, vea en el maletín que está detrás suyo o la que está bajo los asientos, no es muy grande, el de color pardo, si ese — manejaba y miraba por el espejo que Suguru hiciera lo que él decía — ahora ábralo y tome la cartuchera de cuero, bien, tenga cuidado de seguir mis instrucciones, dentro están los sellos del templo de mi familia, pero también tengo unos cuantos del templo de los Higurashi y de los Shintaro, ... — hablo con voz clara y seria,  empezó a dar instrucciones

Poco después, entraban a las puertas del templo del que habían hablado antes…

—Aquí es donde nos casamos —dijo el mayor, deteniendo sus caballos.

—Creo que deberíamos entrar —dijo Suguru—, debemos saber cuál es el aspecto del santuario en el que se supone que nos casamos.

—Sí, por supuesto —contestó Tatsuha.

Miró a su alrededor y vio a dos niños que contemplaban admirados el auto, les pidió que lo vigilaran, prometió darles una recompensa, y ellos aceptaron con entusiasmo, Tatsuha bajó y ayudó a Suguru.

Entonces, tras una última mirada al auto  el mayor siguió a Suguru por el angosto sendero que conducía a la iglesia.

Suguru giró el picaporte de la pesada puerta adornada con grandes imágenes del panteón Japonés el interior olía a incienso y humedad. Sus pisadas, en las baldosas de piedra gris, retumbaban por todo el lugar.

Se quedaron de pie en el pasillo central, mirando hacia el altar, con sus velas apagadas.

Al moreno le pareció el lugar extrañamente silencioso, hacía ya mucho tiempo que no entraba en un templo, aunque hacía tiempo, antes del desastre de la decisión de Eiri, él tenía planeado dirigir el templo de su familia, luego vio a Suguru deslizarse arrodillándose frente al altar, unir las manos como un niño en oración y cerrar los ojos.

Él permaneció de pie respetando aquel momento de comunión espiritual, había perdido gran parte de su fe hacía tiempo.

Entonces Suguru abrió los ojos, se volvió hacia el mayor y sonrió.

—Todo va a salir bien —dijo con suavidad—. Estoy seguro… ahora, sé que todo saldrá bien.

Lo dijo con tal convicción, que el mayor también se sintió seguro de que así sería. El doncel salió del banco y cuando volvía hacia la puerta, tomó la mano de él, como un niño que confía en alguien y busca su protección.

—Saldrá bien, porque… usted hará que así sea —dijo el doncel.

Poco después habían reanudado la marcha hacia Tokio.

Se detuvieron en una tienda, en las afueras de la ciudad, donde Suguru pudo comprar el bolígrafo y otros enseres que necesitaba.

 

Cuando llegaron a su hogar, en Tokio, Kotaro le había enviado un mensaje claro: estaba con su cosas en el hogar familiar y que más valía que fuera allí a menos que quisiera que en aquel momento enviara un mensaje a su familia, temblando de frío, por el empeoramiento del tiempo, Tatsuha y Suguru llegaron al hogar familiar de los Oeusegui en Tokio y el joven doncel pudo admirar que la casa era imponente, en el vestíbulo Kotaro y un viejo mayordomo, que tenía el aspecto de un arzobispo, se acercó a ellos con aire respetuoso:

—Bienvenido a casa, señorito, temíamos que no llegaría hoy.

—No, tuvimos la suerte de que no fuera así —contestó Tatsuha—. Y, Toria-san, quiero que me felicite usted. Me casé esta tarde.

Se volvió a Suguru y dijo:

—Éste es Toria-san, ha estado con mi familia desde hace treinta años.

—Treinta y dos, joven, para ser exactos —contestó el anciano— permítame ofrecerles, en nombre mío y de toda la servidumbre, mis mejores deseos por su felicidad.

—Gracias, Toria-san —dijo Tatsuha—. Supongo que Suguru querrá ir arriba, por favor, pida a Kaneru-san que lo atienda ahora mismo.

Una anciana ama de llaves, con un traje de seda negra y un gran círculo de llaves pendiente de su cintura, se apresuró a recibirlo con grandes sonrisas y manifestaciones de contento.

—¡Es una verdadera sorpresa para nosotros! —exclamó—. ¡Casi me desmayo de la impresión! Pero estoy muy contenta de que el joven amo nos haya traído, al fin, a su consorte. Pero, no debía estar hablando así… ¿Su equipaje viene tras ustedes, señor…?

—A decir verdad, Kaneru-san —contestó Suguru—. No tengo equipaje. ¡Tatsuha y yo nos fugamos!

— ¿De verdad? ¡Qué emocionante y qué romántico! Y yo que pensé que eso sólo ocurría en las novelas…— a pesar de la simulada felicidad de la mujer, sus ojos eran críticos.

—El problema es qué voy a hacer para conseguir un vestido decente para bajar a cenar esta noche… —suspiró Suguru.

—Tengo una idea —contestó Kaneru-san—. Tengo una sobrina que trabaja en la Maison Frangaise, una tienda, en el centro, que acaba de abrir y tiene la última moda de París, la preferida de la hermana del joven amo, si tomo sus medidas, puedo enviar a algún sirviente para decir a mi sobrina que traiga algunos trajes, sin duda debe haber algo en la tienda que usted pueda usar esta noche, mañana podrá hacer su elección entre una variedad más amplia.

— ¿Está segura de que no es demasiado tarde? —preguntó Suguru.

 Kaneru-san consultó el reloj.

—No lo creo, porque aunque la tienda cierre, las dependientas trabajan hasta muy tarde.

—Entonces, envíe a alguien por favor, estoy seguro de que a Tatsuha  no le importará, mientras tanto, me gustaría tomar un baño.

—Por supuesto, en eso estaba pensando yo misma —dijo  Kaneru-san y salió corriendo de la habitación.

Suguru se sentó frente al gran espejo, que había en el tocador. Se miró un momento en él y dijo conteniendo un sollozo:

—¡Estoy a salvo! ¡Gracias, Dios mío! ¡Gracias!

 

 

A diez calles de la casa familiar de los Seguchi, se admiraba una mansión elegante y orgullosa que se alzaba como un insulto al modelo tradicional de las calles, estaba hecha sal estilo occidental, los Shindou eran japoneses de pura cepa, y bastante atractivos, los ojos de los hombres y las mujeres se volvían a ver a sus miembros cuando estos caminaban ligeros  por la calle, sin embargo pertenecían al grupo que había traicionado a los suyos, se comentaba en susurros que habían pertenecido a un shogunato importante que habían estado a favor de la occidentalización de Japón, se decía que algunos de sus miembros habían ocupado puestos de espionaje internacional, y se sabía que nunca un miembro suyo había practicado el harakiri, aunque se sabía, entre las familias antiguas, que habían cometido actos imperdonables,  las familias de la antigua nobleza, las familias que habían practicado la seda de los samuráis, etc los evitaban, o los habían evitado el siglo pasado, en el siglo XXI era difícil evitarlos, puesto que eran poderosos, y aunque no tenían honor, actuaban como orgullosos nobles antiguos y exigían un respeto casi deidificado, los shindou…

Los shindou tenían dos bellos hijos, un hijo,  atractivo como un sueño y con una voz tan dulce  como un lirio, su nombre era Suichi y no había ser más encantador en el mundo para todos aquellos los que lo conocían, y una hija, intensa como el fuego, de ojos profundos y cabellos largos, con un decidido gusto por la moda, su nombre era Maiko.

Suichi vivía en paz con el mundo y con su alma, o eso aparentaba, amaba a menudo y lo hacía con más fuerza de la recomendable, adoraba a su mejor amigo, Hiroshi Nakano, que le llevaba un año de edad, a quien veía siempre con ojos prisioneros  de afecto y ansiedad, había apoyado a su amigo en su idea de estudiar Medicina, y había aceptado en silencio la decisión de Hiroshi de no enamorarse jamás, lo había querido, adorado y admirado, y había inclinado su cabeza en silencio ante sus decisiones, dispuesto a aceptarlo como era,  llevaban juntos bastante tiempo, Hiroshi se había quedado con él cuando había llegado a estudiar en la Todai, y los Shindou lo habían recibido en silencio y con algarabía, Suichi le sonreía muchas veces al día, aunque sus carreras fueran diferentes y aunque sus modos de ver la vida fueran contrarios.

Por eso cuando Hiro le comunico que se iría con su prima de paseo al interior del país por un par de meses, estuvo a punto de gritar, quería a Hiro y no quería perderlo de vista, pero como siempre asintió con la cabeza suavemente.

—Voy a extrañarte — dijo con un gesto de tristeza, y estrecho a Hiro en sus brazos con fuerza, era delgado, frágil como el cristal y difícil de entender, sintió los brazos de Hiroshi responderle al abrazo y se miraron, ambos sonreían de manera extraña, Suichi le quería y estaba seguro de que Hiro le correspondía en el sentimiento de hermandad.

—vamos, volveré pronto, — Hiro le sonrió con suavidad, llevándose una mano a los cabellos una vez se separaron, ese día partía a casa de Yukio, donde cogerían maletas y partirían a la casa de los Seguchi, ocultaba con notable encanto su preocupación por ir a casa de unas personas que en realidad no conocía, y de las que no había sabido hasta que su prima los nombrara, se preguntó si serian nuevos ricos en silencio mientras se veía reflejado en la mirada de Suichi, y por un momento su corazón latió, ¡era tan bello!, en silencio reconoció que suichi era una de las razones por las que no quería casarse, suichi, lo sabía no era un doncel, aunque poseía la fisonomía de uno, era un hombre, pero solo se casaría con la pareja que sus padres le elegiría, y jamás desobedecería, y Hiro lo sabía, mientras se veía en aquellos ojos y ladeaba la cabeza para despedirse de Maiko, los señores Shindou  estaban en un viaje de negocios, por lo que no sabrían que Hiro se había ido, y suichi lo excusaría después, suichi sonreía y decía algo.

—… en fin, disruta tu paseo — se llevaba una mano a la nuca con relajación, el tiempo de mirarse en sus ojos había pasado, por mucho que a Hiro le doliera saber aquello — me encantaría poder colarme entre tu prima y tú en este paseo, pero estamos en época, las visitas diplomáticas son estos meses y padre insiste en encontrarme en mi lugar una vez vuelva — sonrió y el mayordomo anuncio que ya había movido las maletas al auto, Yukio había enviado  un auto con chofer incluido, pero se excusaba diciendo que tenía una reunión, Hiro aparto el pensamiento de que su prima pudiese estar siendo  mezquina en su actitud hacia él, cerró los ojos y tras un último abrazo se metió en el amplio interior del auto, admiro los asientos ribeteados de piel de carnero, suave y agradable, el chofer hablo.

—llegaremos a la casa en media hora señor, si esta muy aburrido hay unos libros en la guantera…— hiro dejo de tomarle atención casi de inmediato, cerró los ojos preparándose mentalmente para lo que haría desde entonces, pronto sería no Hiroshi Nakano, un doncel soltero y de buena familia, pronto sería un respetado, notable y probablemente aburrido doncel viudo que acompañaba a Yukio en uno de sus paseos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).