Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

[Reviews - 345]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Madara ya estaba listo para dormir en los cojines del salón cuando sintió esa incomodez del suelo, necesitaba un futón y el único en toda la casa lo tenía Minato, pero por su maldito orgullo que él no entraba allí a pedirle un hueco en su cama, menos teniendo en cuenta que podía despertarse como la primera noche con él… siendo atacado por un Kunai.


Al final tras probar varias posturas sin acoplarse al suelo, acabó levantándose y marchándose a la casa de sus padres. Era mejor desertar ante la familia que ante su esposo. Entró por la puerta de la cocina sin hacer ruido para no despertar a nadie. La misión era simple… buscar en un armario un futón y salir a su casa de nuevo, claro que encontrarse a su hermano allí sentado en la mesa tomando un té no se lo esperó.


- ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en la cama con tu esposo? – preguntó Izuna sonriendo.


- Me… me ha echado de la cama – le dijo Madara y entonces fue Izuna quien empezó a reírse.


- El chiquillo tiene genio ¿Eh? – le dijo burlón.


- No te rías, no ha sido exactamente él, más bien yo le he dicho que me iba a dormir fuera para hacerle sentir culpable y…


- Y le ha dado igual.


- Sí – dijo – se ha ido a dormir tan tranquilo dejándome fuera de la habitación, ni siquiera ha tratado de convencerme para que entrase.


- Madara… ese crío no es tu madre, es tu esposo. No le convencerás con trucos baratos que sólo funcionan con madres. Vas a tener que ganártelo. Enserio ¿A qué has venido?


- A por un futón.


- Coge uno de mi armario – le dijo Izuna.


Madara caminó por el pasillo interior intentando no despertar a sus padres y buscó en la habitación de su hermano un futón. Estaba rebuscando allí cuando se le cayó un bote con unas pastillas y lo tomó en su mano observándolas, no sabía lo que eran y no se atrevía a preguntarle a su hermano por ellas, esperaba que él se lo contase pero le habían dejado un poco preocupado. Las dejó en su sitio, cogió el futón y salió de allí de nuevo hacia la cocina.


- Tu esposo sigue despierto – comentó Izuna dando un sorbo a su té.


- ¿Enserio? ¿Cómo lo sabes?


- A diferencia que tú, he pasado todas las noches con él – comentó – no apaga nunca la última vela hasta que va a dormirse por completo, suele quedarse un rato leyendo pergaminos de su clan, quizá técnicas que quiera aprender.


- Tenía una técnica que estaba perfeccionando, me atacó con ella – le dijo Madara – quizá esté tratando de averiguar cómo funciona exactamente.


- Le relajan los vasos de leche, le ayudan a dormir. Le subo uno todas las noches.


- Hoy no lo has hecho.


- ¿Me estás pidiendo que lo haga?


- Yo no pienso entrar en su cuarto – le dijo Madara – corro el riesgo de que quiera asesinarme, sigue empeñado en que yo soy el asesino de su clan.


Izuna empezó a reírse aún con más ganas y al final acabó diciendo que iría él a prepararle el vaso de leche, se lo daría y se volvería a casa a dormir para dejar a los recién casados en su primera noche a solas en la casa.


Su hermano fue el primero en acabar la bebida y marcharse a casa de Madara para prepararle el vaso de leche de todas las noches. Mientras él hacia eso, Madara corría de nuevo a la habitación de su hermano a buscar aquellas pastillas y tratar de averiguar lo que eran. ¿Estaba enfermo su hermano y no se lo había dicho? Eso era improbable ¿Por qué no iba a decírselo? En la familia eran cinco hermanos y desde luego Izuna era su favorito, el menor, el más pequeño de todos, quizá por tener una edad más parecida a la de Minato es por lo que ambos llegaban a entenderse tan bien, no estaba seguro. Debió casarse Izuna con Minato y no al revés, o eso pensaba Madara, él no sabía cómo tratar a un chiquillo de esa edad y más cuando intentan matarte a la menor oportunidad.


No consiguió al final desvelar qué eran esas pastillas que guardaba y por miedo a que pudiera pillarle, decidió ir a casa viendo como volvía su hermano con el vaso vacío a la cocina. Le miró y sonrió.


- ¿Se lo ha tomado? – preguntó Madara.


- Como un niño pequeño. Se ha dormido enseguida. Yo ya me voy a casa – comentó Izuna – tenéis a los guardias fuera como pediste, si ocurre algo les diré que me avisen y vendré enseguida.


- Vale, gracias.


Madara acabó durmiendo dentro de su futón en el salón vacío de su casa. Ahora que veía bien su futura casa… era un desastre, no había apenas muebles, habían traído pocas cosas y no entendía cómo Minato había vivido estos días en esa casa vacía, pensó en la fortaleza que realmente tenía ese chico. No tardó en dormirse aunque le despertaron demasiado temprano, aún no había siquiera cogido el sueño pero el guardia había entrado en su casa avisándole que el Hokage requería sus servicios urgentemente. No le quedó más remedio que desaparecer una noche más de su casa.


Cuando llegó a la reunión estaban presentes su mejor amigo Hashirama, primer Hokage y Sarutobi, el presente Hokage de la Villa. Ambos tenían un rostro desencajado y miraban a Madara con cierto temor.


- ¿Qué ocurre? – preguntó.


- Ha… ha habido otro caso.


- ¿Otro? – preguntó Madara.


- Esta noche. El chico estaba dentro de los muros de Konoha.


- No puede ser, siempre atacaban fuera – dijo Madara asustándose.


- Están cambiando su patrón de ataque. Hemos entregado el cuerpo o lo que quedaba de él a la familia. Estaba igual que los demás. Mutilado, torturado, violado, descuartizado.


- ¿Tenía los mismos síntomas que los anteriores?


- Sí, sus compañeros decían que llevaba unos días con un agotamiento excesivo, que veía cosas raras donde no había nada síntoma de ilusiones, síntoma de locura quizá, no lo sabemos. Lamentablemente todo apunta a tu clan Madara. Si son ilusiones lo que están utilizando sois los principales culpables y si se vuelven locos…


- Podría ser cualquiera – exclamó Madara – os aseguro que si es alguien de mi clan lo mataré yo mismo de la peor de las formas. ¿Cómo voy a decirle esto a mi esposo? – les pregunté y ambos dudaron.


Madara supo en aquel momento… que su matrimonio no iba a ser un camino de pétalos de rosa, más bien serían las espinas de las rosas porque no sabía cómo iba a tomarse aquella noticia Minato. Se suponía que debían estar los Uchiha ayudando, que frenarían los casos de asesinato y ahí tenían otro de nuevo y encima… no estaba al otro lado de los muros sino dentro, el enemigo estaba entrando a matarles. Lo que más le preocupó en aquel momento, fue su esposo. Si el enemigo era capaz de colarse entre las defensas de la Villa y matar al otro lado de los muros, ¿Estaba a salvo su esposo? Él no lo creía y menos estando fuera de su clan.


- Voy a decretar que ningún Namikaze salga de su clan – comentó Sarutobi.


- La solución no es encerrarles como a ganado allí dentro – se quejó Madara.


- ¿Y qué solución propones Madara? – preguntó enfadado Sarutobi – se nos acaba el tiempo y a mí la paciencia. Está muriendo gente, antes era en misiones fuera y ahora están dentro de mi Villa.


- Encerrarles a todos allí sólo complicará más las cosas. La primera porque irán a por el objetivo más fácil y ese es mi esposo por no estar encerrado en su clan, si suponemos que es un Uchiha como me habéis dado a entender varias veces, tengo a Minato en el centro del conflicto ¿Cuánto creéis que dudaría allí dentro siendo el objetivo más fácil de aniquilar? No voy a permitir que pongáis en peligro a mi esposo para pillar a un asesino y después… Dios se los estáis poniendo en bandeja, saben que están todos allí agrupaditos y reunidos, sólo tendrían que entrar y aniquilarlos a todos de una vez. No es una solución, es un desastre estratégico – comentó Madara.


- Tendrían que entrar por las defensas de su clan – dijo Sarutobi y Madara sonrió.


- Con todo respeto pero…me río en sus defensas – dijo Madara que ya había entrado en ese clan varias veces sin ser descubierto.


- Te estás pasando Madara – se quejó Sarutobi enfadado.


- Por eso he dicho “Con todo respeto” pero… seamos sinceros, no quiero dar a entender que sea uno de los míos, pero imaginémonos por un momento que sea un Uchiha ¿Cuánto tiempo le costaría entrar en ese clan? ¿Dos segundos? Una ilusión, una simple mirada a sus ojos y están todos muertos. Sus defensas son inútiles. No sabemos a quién nos enfrentamos ni las habilidades que tienen para entrar ahí dentro. Así que intentemos no hacer locuras sin pensar las cosas.


- ¿Qué opinas Sakumo? – preguntó Sarutobi hacia él que estaba allí sentado escuchando las estrategias.


- Tiene razón. Si los encierras irán a por el objetivo más fácil, el que está fuera de las defensas Namikaze y ese es Minato. Si encima es un Uchiha está en bandeja de plata, lo tiene a tiro en todo momento.


- ¿Y por salvar a Minato debo poner en riesgo a todo su clan? – preguntó Sarutobi.


- Es el genio Namikaze, si muere no tienen solución – dijo Madara – hay que descubrir quién está detrás de todo esto y hacerlo rápido. Tienen que tener algo, un truco que utilicen siempre para atrapar a los Namikaze.


- Y… - intentó hablar Sakumo dándose cuenta de algo.


- ¿Y? – preguntó Madara.


- Estamos suponiendo que es alguien de fuera pero…¿Y si es alguien a quien conocen? Es decir… alguien que esté entre ellos, alguien que tenga la confianza necesaria para hacer lo que hace. Para acercarse a ellos y que confíen en él. Podría estar llevándoles a la trampa.


- Eso lo complica aún más, podría ser cualquiera, desde un Namikaze, hasta cualquiera que tenga relación con ellos, incluido mi clan – dijo Madara – pero es una gran hipótesis. No sospecharían que están cayendo en la trampa. Habría que revisar toda la lista de contactos.


- Los Namikaze desde luego, medio clan mío han trabajado con ellos – dijo Sakumo – y medio tuyo – le señaló a Madara – incluido tu hermano. Además de eso hay como veinte clanes más que han trabajado en misiones con ese clan. Tardaremos mucho en investigar a todo el mundo.


Cuando Sakumo comentó a Izuna, algo dentro de Madara se removió y no sabía si era bueno o malo, aquellas pastillas en su cuarto le hicieron dudar por unos segundos si era por su enfermedad o por algo mucho peor, por algún secreto que estuviera guardando, un secreto como… ¡Que podía ser el asesino! Estaba demasiado cerca de Minato, se ganaba su confianza. Tras pensarlo unos segundos se dio cuenta que era su hermano, no podía ser él.


Todos se quedaron mudos y es que nadie podía echar por tierra la gran prueba que había dado Madara, ni la de Sakumo, eran ciertas todas y cada una de sus palabras. La reunión se alargó hasta la tarde, prácticamente la noche y lo único a lo que llegaron en claro es que no podían encerrarles allí.


Aquella mañana cuando despertó Minato se sorprendió al no ver a su esposo. Al menos caminando por la casa se dio cuenta que sus pies empezaban a doler menos aunque tenía un tremendo dolor de cabeza que no sabía si era por la bebida del bar o por otra cosa, porque también se sentía algo cansado. Contó las horas de sueño con los dedos y se daba cuenta que había dormido mucho, le gustaría decir que bien pero estos días tenía unas horribles pesadillas que no le dejaban terminar de descansar adecuadamente.


- ¿Te encuentras bien? – preguntó Izuna allí sentado en la mesa de la cocina.


- Sí, creo – dijo Minato – me duele… la cabeza.


- ¿Bebiste mucho anoche?


- Creo que no.


- Se te pasará durante el día. Te he preparado el desayuno aunque es posible que se haya enfriado, has tardado en despertarte, debías estar cansado.


- Aún lo estoy – dijo intentando sonreír – no sé qué me ocurre. ¿Has visto a mi esposo esta mañana?


- No, no ha estado aquí en toda la noche. El guardia comenta que le avisaron para una reunión.


- ¿Es otra de sus excusas como la de que está entrenando o es cierta? – preguntó tomándose el vaso de leche frío.


- Creo que esa es cierta – le dijo Izuna sonriendo mientras le servía una sopa de miso.


- No tengo mucha hambre – comentó Minato.


- Tómatela toda, te hará bien – le dijo Izuna con esa sonrisa.


- Vale, gracias. Oye, Izuna… ¿Crees que podría ir a ver a los míos? Al clan.


- No creo que a mi hermano le haga mucha gracia que te muevas de aquí. Lo siento.


Izuna vio como la sonrisa de Minato desaparecía y aquello le dolió. Era un chico tan atractivo y más cuando sonreía que no podía verle triste.


- Quizá no puedas ir pero… hay un lugar aquí en el clan desde donde se puede ver el tuyo. Aunque sea a distancia.


- ¿Enserio? – preguntó animándose.


- Sí, te llevaré.


Izuna tuvo que cargar a Minato hasta allí y es que sus pies no se habían recuperado, seguían vendados por completo y aún le dolían al caminar pese a tratar de disimularlo como podía. Aún así, Izuna prefirió llevarle a caballito para evitar que forzase esos pies y se curasen cuanto antes. Lo llevó hasta la cima de la torre Uchiha, allí bajo sus pies estaban las oficinas de la policía, su padre era uno de los jefes de la policía del clan.


Ambos chicos miraron hacia el Clan Namikaze y fue Izuna quien le señaló entre los árboles la posición exacta de su antigua casa. Le explicó un poco donde estaban las cosas y cuando Minato vio la perspectiva, empezó él mismo a señalar los lugares donde debían estar con una gran sonrisa.


Izuna sonreía al ver a Minato feliz hasta que observó como se le borraba la sonrisa y miraba hacia un punto concreto, la calle principal por donde caminaba la mayoría de su clan arrastrando un féretro. Izuna supo que aquello serían problemas y es que ese chico desapareció de su lado. Suspiró… nadie podía alcanzar a ese chico cuando corría pero al menos sabía hacia donde se dirigía. Izuna llegó algo más tarde al cementerio de los Namikaze, sabía que estaba mal que estuviera allí y algunos Namikaze le miraron extrañados, aunque no le dijeron nada para su sorpresa.


Se acercó a un sorprendido Minato que miraba el ataúd meterse bajo tierra y como los de su clan cogían un puñado de tierra y lo lanzaban encima de la caja. Izuna colocó su mano encima del hombro de un sorprendido y entristecido Minato que empezó a llorar enseguida al sentir la mano. Izuna se quedó allí hasta que todo acabó y dejó que saludase a todos los de su clan aunque no le perdió de vista ni un momento. Estuvo con su familia y tomaron el té en casa del padre de Minato. Para la gran sorpresa de Izuna, también a él le invitaron a ir, era el hermano del esposo de su hijo, así que le dejaron claro que él no tenía prohibida la entrada.


Volvieron a casa antes de que Madara regresase y tras darle un vaso de leche caliente para calmar los nervios de Minato, Izuna se marchó a casa a descansar de aquel agotador día. Aún se preguntaba cómo se tomaría Minato todo esto cuando llegase Madara a casa.


Mientras Izuna se marchaba a su casa, Minato revisaba absolutamente todo el armario con las pocas cosas de Madara. Ni siquiera se preocupó en tener cuidado y pese a sentirse agotado y mareado, seguía sacando cosas de los cajones y lanzándolas al suelo, la mayoría eran armas de Madara y es que aquel rubio aún no se explicaba cómo podía manejar armas tan diferentes y variadas.


Se detuvo sólo cuando escuchó algo. Un ruido extraño andaba por la casa y se giró para ver las ramas de un árbol moverse, para escuchar otra vez el ruido tras él y girarse con rapidez viendo sombras extrañas que corrían por la habitación. Se asustó pero se quedó inmóvil tratando de seguir aquellas extrañas sombras con los ojos, tratando de intentar descubrir qué era todo aquello.


- ¿Qué narices estás haciendo? – preguntó Madara enfadado justo cuando todo se detuvo a los ojos de Minato.


- ¿Qué es eso? – preguntó Minato y Madara se extrañó mirando la habitación sin ver nada.


- ¿De qué hablas? No me cambies de tema para no acatar las consecuencias. ¿Qué haces revisando mis cosas?


- Anoche tú no estabas – dijo Minato – lo han asesinado y tú no estabas.


- No empecemos, Minato, estaba en una reunión, veinte personas pueden confirmarte eso, hasta el mismo Hokage y Sakumo.


- Mientes – gritó Minato volviendo a escuchar ese extraño sonido. – DEJA DE HACER ESO – gritó Minato desesperado cogiéndose los oídos y agachándose cerrando los ojos.


- ¿Qué deje de hacer qué? – preguntó Madara al verle tan alterado – Minato – trató de acercarse.


- NO TE ACERQUES – le gritó.


- ¿Estás loco o qué diablos te pasa?


Minato no podía dejar de ver sombras extrañas por la habitación, sombras abalanzarse sobre él y encima allí estaba Madara. ¿Qué técnica extraña estaba utilizando en él? No entendía nada salvo que intentaba matarle y cuando más alterado estaba, sintió a Madara muy cerca de él cogiéndole la cabeza y obligando a mirar aquellos ojos rojos. Sintió miedo, sintió que iba a morir allí pero no era cierto… su cuerpo se estaba relajando, sus párpados pesaban y en dos segundos estaba cayendo en los brazos de su esposo completamente dormido. Lo único que pudo susurrar antes de caer fue un “No me hagas daño, por favor”.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).