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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Izuna abrió la puerta de habitación que Madara compartía con Minato con aquella cara de preocupación. Vio a su hermano sentado contra una de las paredes observando dormir a su esposo y se acercó a él.


- Los guardias me lo han contado esta mañana. ¿Está bien?


- ¿Le llevaste al clan Namikaze? – preguntó con seriedad.


- Más bien fue él, ya sabes lo rápido que es ese chico, sólo pude seguirle.


- Creo que le ha afectado ver a su compañero. No esperaba más asesinatos después del matrimonio. Creo que tuvo un ataque de histeria o algo, tuve que dormirle para calmarle.


- ¿Has podido dormir algo? – preguntó Izuna.


- No. Estaba preocupado por si se despertaba así que me he quedado despierto vigilándole. Sigue pensando que soy yo el asesino – dijo Madara notablemente serio – le pillé registrando entre mis cosas buscando pruebas de ello. En parte tiene razón para sospechar, me paso las noches fuera, los asesinatos suelen llevarse de noche y… no sé cómo hacerle ver que conmigo está a salvo. Estos…. Namikazes deberían venir con manual de instrucciones.


Izuna empezó a reírse al momento mientras miraba a Minato dormir plácidamente dentro del futón. Parecía tan tranquilo cuando dormía, porque cuando estaba despierto aquel chiquillo era como un torbellino, rebelde, travieso, hiperactivo… y sin embargo, pese a todo ello… era inteligente, atractivo y tremendamente atrayente.


- Te gusta ese chico – dijo Izuna viendo cómo su hermano le miraba embobado.


- Sí, supongo. Es mi esposo y no puedo negar que desde nuestra noche de bodas no pienso en otra cosa que no sea en él pero… es tan malditamente indomable y terco. Es imposible acercarme a él y mucho más sabiendo cómo ama a Sakumo. ¿Te quedas con él? – preguntó Madara a su hermano – necesito que alguien le tenga vigilado y compruebe que está bien. Tengo que ir a investigar a algunas personas.


- Vale. Vete tranquilo, me quedaré con él.


Madara se marchó de allí pese no haber pegado ojo en toda la noche. Estaba cansado pero también muy decidido a encontrar a los asesinos antes de que aniquilasen a todo ese clan. Haber visto a su esposo dormir como un auténtico ángel después de aquel ataque de histeria que le había dado era lo mejor que podía esperar. Adoraba a ese chico, tenía un fuerte carácter pero eso era lo que más le gustaba. Desde su noche de bodas no había podido apartar su imagen de la cabeza y pensar cuánto le odiaba ese chico le consumía lentamente por dentro. Apenas quería pasar tiempo en casa y es que no quería encariñarse de alguien que jamás le amaría.


Minato abrió lentamente los ojos sin entender aún qué había ocurrido. Apenas sentía fuerzas en sus manos ni para apartar la colcha pero movió la cabeza ligeramente observando a Izuna sentado contra la pared custodiando su sueño. Como siempre… Izuna era al primero que veía.


- I… - trató de hablar aunque las palabras también tardaban en salir, aún así Izuna abrió los ojos mirándole y sonriéndole.


- Estás despierto, por fin – comentó –llevas durmiendo casi trece horas, debías estar cansado.


- Aún lo estoy – comentó intentando sacar su voz – me siento… extraño.


- Ya. ¿Quieres que te traiga algo de comer?


- No, prefiero levantarme – comentó intentando levantarse - ¿Dónde está?


- ¿Mi hermano? Se acaba de ir hace un rato. Tenía una misión que hacer, es un ANBU al fin y al cabo, suelen exigirle misiones a todas horas. Aún así, se ha quedado toda la noche en vela cuidándote.


- Anoche… había algo raro en la casa – comentó Minato.


- ¿Algo raro? – preguntó Izuna preocupado.


- Sí… unas sombras.


- Sólo el clan Nara controla sombras aquí en Konoha – exclamó Izuna – es raro, porque no suelen venir por el clan. Preguntaré a los guardias si quieres.


- Da igual, déjalo. Seguro que fueron imaginaciones mías, estaba agotado y… ver… ver aquel entierro no me hizo bien.


- Es posible que tuvieras algún ataque de histeria por todo lo ocurrido. Últimamente no duermes bien y el estar cansado puede afectar a tu salud.


- ¿En serio me cuidó toda la noche? – preguntó Minato sonrojándose un poco al pensar en Madara.


- Sí. Estaba preocupado por ti y como no te calmabas ni lo iba a conseguir por cómo estabas de ánimos decidió dormirte. Sé que puedes estar enfadado por eso pero él creía que era la única forma de relajarte de golpe.


- Encima aún tendré que agradecérselo – dijo susurrando medio cabreado - ¿Dónde está? Quiero verle.


- Ya te he dicho que está de misión. Aunque por la hora que es… - comentó mirando hacia el sol – puede que ya haya vuelto y esté comprando algunas cosas en la calle principal del barrio. Suele pasarse por allí a comprar lo que necesite.


- Quiero ir entonces – dijo Minato intentando ponerse en pie pero Izuna tuvo que cogerle antes de que perdiera el equilibrio y cayese al suelo.


- Estás muy débil, Minato, no creo que sea conveniente que salgas.


- Voy a salir – aseguró – Tengo algo importante que hablar con él.


- ¿Por qué no esperas a que vuelva a casa?


- Porque todos sabemos dónde pasa las noches y no es en su casa – le dijo Minato y ahí Izuna no pudo decir nada.


Minato no quiso decir nada frente a Izuna pero sospechaba más que nunca de su esposo. Aquellas armas en su armario, la mano con la herida del kunai Namikaze, aquellos ojos que podían hacerte ver cosas que no estaban ocurriendo, las locuras que les estaban achacando a los miembros de su clan, ahora encontrarse él tan mal al venirse a vivir con él. Reconocía que Madara fingía bien y estaba convencido de que intentaba evitar la casa para que no le descubrieran, pero él pensaba hacerlo. Aquellas sombras, aquellos ruidos extraños los había escuchado justo cuando Madara había llegado y estaba convencido que tenía que ser él. Para colmo tenía que aguantar sus infidelidades todas las noches mientras él en casa rezaba para que no fuera su noche de caza a algún Namikaze.


Izuna comentó que iría a prepararle algo para desayunar mientras él se arreglaba. Estaba tan débil que prácticamente tuvo que ir aguantándose por las paredes hasta llegar al armario para cambiarse.


Desayunó junto a Izuna y esperó el momento en que se despistase lo más mínimo para ir a buscar a su esposo. Tenía que hablar seriamente con él. Miró a Izuna y le pidió si podía buscar en su cuarto un libro o algo para estar entretenido hasta que llegase su hermano. Izuna sonrió con inocencia y cuando se marchó hacia la habitación, aprovechó Minato para desaparecer apareciendo frente a uno de los sellos que la otra noche dejó en la parte trasera de una casa, en un callejón secundario.


Se apoyó en la pared tratando de recuperar las fuerzas, estaba demasiado débil y no entendía el motivo, había dormido casi trece horas enteras y hoy no había tenido pesadillas gracias a Madara y esos ojos que le hicieron caer rendido. Iba a salir hacia la calle principal para buscar a Madara antes de que Izuna descubriera que se había teleportado lejos de la casa cuando unas muchachas que venían caminando por la calle le hicieron detenerse a escuchar su conversación. Se quedó allí escondido simplemente escuchando apoyado contra la pared.


- ¿Y te rechazó? – preguntaba una.


- Sí, así como lo escuchas.


- Madara nunca ha rechazado los encantos y placeres de una mujer y menos de una Uchiha.


- Pues lo hizo, le propuse como antaño tener relaciones sin compromiso y se negó enseñándome el anillo en su dedo.


- Creo que el matrimonio ha afectado demasiado a ese chico. ¿Crees que el Namikaze le complace en todos los aspectos?


- No creo, dicen por ahí los rumores que pocas veces duerme en su casa. Ese Namikaze debe estar desesperado buscando una forma de meterse en sus pantalones – sonreían.


- Aún así… tampoco Madara quiere tener nada ya con ninguna otra.


- Sí, es algo extraño. ¿Quién iba a decir que ni siquiera la cantante de ese bar que siempre lo ha tenido comiendo de su mano… conseguiría que le fuera infiel a su esposo? Sigue insistiendo en que está casado y que no quiere nada con nadie que no sea ese chico Namikaze.


- Es un matrimonio muy extraño, no se tocan pero son fieles el uno al otro, no lo entiendo – comentó la mujer para sorpresa de Minato.


Él siempre había supuesto que Madara le estaba siendo infiel, vio a aquella mujer… a esa cantante encima de sus piernas y pensó que si él no hubiera entrado habrían acabado en alguna habitación teniendo relaciones sexuales de forma salvaje. ¿Era posible que se le quedase el perfume de aquella mujer cuando se sentaba en sus piernas pero que no la hubiera tocado?


- Dicen… que ayer el Namikaze tuvo una crisis – comentó la muchacha y Minato abrió los ojos como platos – los guardias comentaron que los gritos se escucharon por toda la calle.


- Ya sabes lo que dicen de los Namikaze… acaban volviéndose locos.


Aquellas palabras impactaron en Minato. ¿Todos pensaban que él estaba loco? Lo que había visto era muy real. ¿Por qué no podían creer en sus palabras?


- Madara acabará muy mal si sigue pensando que su esposo ve algo, sólo es un chico loco.


- ¿De verdad aún piensa que está en su sano juicio ese chico? Está muy ciego por él entonces.


- Piensa que tuvo una crisis nerviosa al ver el asesinato de su compañero, pero que se le pasará.


- ¿Una crisis nerviosa? Ese chico está loco de remate – comentó la chica riéndose.


Las mujeres giraron en aquel momento perdiéndose por la calle de antes a la que estaba Minato y fue entonces cuando sacó un poco la cabeza por la esquina intentando verlas, pero ya no había nadie. Se giró de golpe al sentir una presencia extraña tras él y le dio el tiempo justo de tirarse al suelo apartándose levemente de un Kunai que rozaba su cintura provocando que sangrase al momento.


Se quedó unos segundos paralizado cogiéndose la herida con una de sus manos y buscando uno de sus kunais Namikaze con la otra cuando alzó la vista viendo a aquel encapuchado que acercaba su mano hacia él con clara intención de cogerle. Abrió los ojos y decidido gritó cogiendo el kunai con fuerza y clavándoselo en la mano para empotrarle la mano junto al Kunai en la pared de la casa inmovilizando a su agresor que gritó con fuerza al sentir el dolor del kunai clavado en la mano.


Aunque trató de agarrar a Minato con la mano que no tenía atrapada contra la pared, éste se teleportó como pudo lanzando un kunai hacia el centro de la transitada gente. La gente al ver el kunai empezó a apartarse y Madara que estaba allí cerca comprando unas verduras para cocinar esa noche vio cómo aparecía el kunai Namikaze volando en su dirección y Minato se teleportaba a él cogiendo el Kunai con su mano derecha frenándolo para evitar que le diera a algún inocente mientras su cuerpo caía hacia el suelo.


Madara dejó caer la bolsa con las verduras al suelo y corrió hacia su esposo cogiéndolo antes de que cayese al suelo, quedando sentado en el suelo con Minato en sus brazos arrodillado y casi inconsciente.


- Ey, Minato - le llamó - ¿Qué narices haces aquí?


Minato trató de responder pero su rostro cayó en el pecho de su esposo inconsciente y agotado. Madara al apartar su mano de la cintura de Minato se dio cuenta de la sangre impactándole aquello. Se levantó del suelo cargando a su esposo, guardando el Kunai que había atravesado media calle como vía de escape de algo o de alguien y lo llevó a casa pese a que todos miraban incrédulos la escena de lo que allí había ocurrido.


Izuna no tardó en llegar a la entrada de la casa preocupado porque había perdido de vista a Minato dos segundos y Madara entró cabreado con Minato en brazos dejándole en el futón.


- ¿Qué ha ocurrido? – preguntó Izuna preocupado al ver cómo Madara le abría la chaqueta y trataba de curar y vendar aquella herida que por suerte era superficial.


- Le falta un Kunai – comentó Izuna contando los que traía Minato.


- ¿Estás seguro?


- Sí, siempre lleva ocho y aquí sólo tiene seis más el séptimo que has traído tú. Falta uno.


- Debe de tenerlo el que le ha atacado o lo habrá dejado en la escena de la pelea – comentó Madara – luego iré a buscarlo.


En la cima de uno de los postes dos figuras encapuchadas miraban la escena desde la lejanía viendo cómo Madara trataba de vendar a aquel chico.


- Se te ha escapado – comentó una de las sombras.


- Ese chico es más rápido que el resto, no esperé que tuviera fuerzas aún ni que lanzase ese kunai por medio de la calle, creía que sería como el resto de los Namikaze y se preocuparía de no herir a nadie, pero lo lanzó sin importarle nada.


- Si le importa la gente, pero está muy confiado en sus habilidades – dijo la sombra aquella – sabía que todos se apartarían y que Madara detendría su Kunai si fuera a darle a alguien. Esperemos un poco más a que esté más débil, aún reacciona demasiado bien pese a estar agotado.


- De acuerdo. Esperemos a que se debilite un poco más.


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