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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Madara fue el primero en abrir los ojos viendo como la luz reflejaba en aquel rubio cabello de su esposo creando un brillo especial. Sonrió acariciándole el cabello con dulzura. Aún era un chiquillo, con su genio y su carácter pero a la vez, le resultaba tan extrañamente atractivo, le recordaba a él a su edad, con ese entusiasmo por la vida.


Tocó su frente con la mano y luego acercó sus labios hasta ella comprobando la temperatura, al menos estaba bajando. No sabía qué pensar de todos aquellos sucesos, primero la histeria de Minato al descubrir que habían vuelto a asesinar a un miembro de su clan, luego aparecía en mitad de la calle herido y sin pruebas de que le hubieran atacado, hasta el médico decía que estaba bien. Madara empezaba a temer que ese resfriado que estaba cultivando le hubiera hecho ver cosas que realmente no estaban pero otra parte de él le decía que tenía que confiar en la palabra de su esposo, era tan complicada la situación.


Se quedó allí un rato junto a su esposo acariciándole la espalda mientras Minato aún dormido, buscaba un acercamiento hacia él pasando su brazo por la cintura de su esposo. No puedo evitar sonreír al ver a ese chico rubio casi como un pequeño gatito testarudo pero con falta de mimos que se acercaba al dueño en busca de caricias y atención, por un momento, a Madara aquella actitud le resultó demasiado tierna y acarició su mejilla apartando los mechones de pelo del rostro de Minato.


Rozó con sus dedos los labios de Minato y aguantó las ganas de besarlos para levantarse. No podía permanecer más tiempo allí con ese chico sabiendo que él no deseaba tener contacto con un Uchiha despreciable del que pensaba era el asesino de su clan. Ya no sabía cómo quitarle esa idea de la cabeza sin descubrir su misión y había prometido no decir nada, era secreto de ANBU.


Ya estaba terminando de anudar las armas a su kimono negro cuando Minato abrió los ojos mirándole atentamente sin poder levantarse. Intentó incorporarse sintiendo como la toalla húmeda de su frente se caía en el futón.


- ¿Dónde vas? – preguntó confuso.


- Tengo que ir a hablar con el Hokage – le comentó Madara – pero te prometo que vengo enseguida, no tardaré. Descansa un poco, mi hermano vendrá enseguida a cuidarte.


- Has… pasado la noche aquí – afirmó.


- Sí, la he pasado contigo. ¿Cómo te encuentras?


- Cansado.


- El médico dice que es un resfriado. Seguramente en unos días estés recuperado pero por si acaso me quedaré contigo estos días.


- ¿Enserio? ¿Vas a quedarte en casa?


- Sí Minato, me quedaré aquí contigo. Creo que he estado demasiado ocupado y me he despreocupado de ti.


- No finjas ahora que te importo – dijo con las mejillas rojas por su enfermedad – no me quieres ni lo harás, tú sólo eres un asesino que se marcha todas las noches de esta casa, que jamás duerme con su esposo. Todo el clan sabe que no pasas las noches en casa.


- Pues estos días los pasaré, así que ve preparándote porque asesino o no… voy a estar por la casa hasta que te mejores.


- ¿Finges estar preocupado por mí ahora? Claro… para que nadie piense que tú eres el verdadero asesino.


- Te atacaban en la calle y aún así… sigues pensando que soy yo cuando me viste frente a ti.


- Que no me atacases personalmente lo único que me indica es que se lo pediste a alguien. El clan Uchiha está lleno de gente que te obedecería sin rechistar.


- Eres increíble para buscar excusas y no afrontar la realidad. Te equivocas de hombre, Minato, pero dentro de ti ya lo sabes, es la excusa que te dices a ti mismo para evitarme.


Madara se marchó de allí, sabía el odio que le tenía su esposo o más bien al clan en general. Tenía una cosa clara… Minato sabía que él no era el asesino, había huido en su dirección cuando le atacaron buscando protección, sabía que no era Madara, pero aún así fingía teniendo en mente que amaba a Sakumo y que jamás dejaría que Madara se acercase a él más de lo necesario.


Al salir de la casa se quedó unos segundos apoyado en el muro del jardín sosteniendo el poste de la puerta principal cuando los guardias se acercaron a él.


- ¿Se encuentra bien señor? – le preguntó.


- Estoy bien. Que nadie entre ni salga de esta casa excepto mi hermano – ordenó.


- Claro señor, así lo haremos.


- Si le ocurre algo a Minato o desaparece de la casa, vais a tener muchos problemas conmigo ¿Queda claro?


- Por supuesto, no le perderemos ojo de encima.


- Eso espero, porque vuestras cabezas serían las primeras en correr si le ocurre algo – les amenazó marchándose.


En principio debería ser un trabajo fácil, Minato estaba demasiado débil para teleportarse a otro lado, a cualquier otro de sus sellos. Se dirigió sin demora alguna hasta la torre del Hokage y allí se encontró en la entrada con Tobirama Senju, segundo Hokage. Madara al verle trató de esquivarle pero él se interpuso en su camino.


- Un Uchiha de nuevo. ¿Qué vienes a robar ahora? – le preguntó.


- Apártate, no tengo nada que tratar contigo – le comentó.


- No se puede confiar en los Uchiha.


- Ni en los Senju – dijo Madara – cuando te descuidas atacan a tus hermanos. De hecho aún no me explico cómo Hashirama salió tan buen chico teniendo una familia como la vuestra. Por cierto… ¿Te vino grande el puesto de Hokage? Renunciaste muy pronto – sonrió Madara pasando de largo.


Madara aguantó las ganas de enfrentarse allí mismo a Tobirama, era el muy desgraciado que atacó a su hermano una vez por el simple hecho de ser un Uchiha. Un poco más y lo mata allí mismo. Quizá por eso renunció a ser Hokage después de su hermano y ahora tenían a Sarutobi que era bastante más amable y benévolo.


Entró por el despacho seguido por el resto del consejo, incluido Tobirama. No le gustaba nada a Madara que él estuviera por allí, pero no podía hacer nada excepto aguantarse las ganas de destrozarle por lo que le hizo a su hermano.


- Empecemos la reunión – comentó Sarutobi, tercer hokage de la Villa y dirigente en aquel momento.


- Yo lamento interrumpir pero quería pedir unos días libres – comentó Madara anticipándose y todos se quedaron atónitos.


- Eso no puede ser Madara, estás metido hasta el fondo en este asunto, no podemos prescindir de ti.


- Serán unos días, hasta que mi esposo se recupere. Como bien sabrán la seguridad de los Namikaze es imprescindible y no puedo fiarme de nadie ahora mismo, prefiero ser yo personalmente el que se encargue de su seguridad en estos delicados momentos.


El Hokage parecía meditarlo aunque Tobirama enseguida salió comentando que era imposible salirse ahora del plan inicial. Sarutobi le mandó silencio y miró entonces hacia Madara fijamente.


- Tienes tres días – le informó.


- Pero – intentó hablar Tobirama.


- Ni uno más ni uno menos – comentó Sarutobi nuevamente.


- Gracias, Hokage.


- Sakumo se encargará de tu investigación hasta que regreses.


Escuchó todo lo que tuvieron que decir en la reunión aunque no podía evitar tensarse al sentir tanto la mirada de Sakumo como de Tobirama sobre él. Al finalizar la reunión, fue el primero en marcharse aunque Sakumo le siguió de cerca alcanzándole finalmente fuera de la torre cuando cruzaba la plaza para irse hacia su clan.


- Espérate – le dijo cogiéndole del brazo - ¿Cómo que enfermo? ¿Qué le has hecho a Minato?


- Nada – le dijo Madara – está resfriado según el médico, se le pasará pronto, pero no quiero dejarle tan vulnerable sin protección.


- Voy a ir a verle – dijo de golpe y Madara le tomó del brazo.


- Ni se te ocurra entrar en mi clan, ya te he dicho que está bien.


- Quiero verle, asegurarme por mí mismo.


- No va a entrar nadie de fuera.


- ¿Es que no te fías de mí? ¿Estás desconfiando de mí? – preguntó preocupado.


- Ahora mismo no me fío ni de mi clan. Nadie entrará y evitaré riesgos de que el asesino pueda llegar hasta él.


- No seas idiota Madara, he estado con ese chico toda la vida, sabes lo que siento por él ¿Cómo puedes pensar que yo podría hacerle algo?


Quizá no es que desconfiase de Sakumo, simplemente no quería que siguiera viendo a su esposo. Él trataba de recuperar un matrimonio que había fallado desde el principio y Sakumo estaba en medio de ese fracaso. Seguramente eran celos, pero no pensaba dejar que ese Ninja le arrebatase el poco aprecio que le tenía su esposo, no podía permitir que le robasen el amor del rubio sin haber intentado enamorarle, sin haber intentado salvar ese matrimonio.


- Es por él – dijo de golpe Sakumo abriendo los ojos – te estás enamorando y no quieres que vaya para que no siga enamorándole. Quieres alejarme de él.


- Ahora eres tú el idiota, a mí no me interesa ese chiquillo.


- Entonces apártate porque voy a ir a verle.


Sakumo desapareció con su velocidad y Madara maldijo por lo bajo. Quizá era rápido, pero no era tan rápido como Minato, era alcanzable. Utilizó su Kamui absorbiéndose en el espacio y se trasladó hasta su casa. Llegó justo para interponerse al paso de Sakumo.


- ¿Pero qué diablos…? – preguntó Sakumo - ¿Cómo es posible que me alcances?


- Por favor… no eres ni la mitad de rápido que ese chico al que entrenaste. Mi Kamui llega unos segundos tarde tras la habilidad de ese chico pero tú… eso es otra historia. Puedo adelantarte, soy más rápido, es simple. Seamos sinceros… le entrenaste bien al chico en las cosas básicas, pero el alumno ha adelantado al maestro.


- Tenía que hacerlo, es un Namikaze, son los más rápidos, son inteligentes y pacientes, Minato lo es, será un buen Ninja, seguramente es el mejor que tienen ahora mismo en esta Villa.


- Es posible – dijo Madara – y veo tu preocupación por él, pero no puedes pasar a verle, está enfermo y lo cuidaremos bien. Ahora márchate. Le diré que has venido y estabas preocupado, cuando se recupere irá a verte.


- ¿Prometes que se lo dirás?


- Sí, un Uchiha nunca falta a su palabra, ahora márchate. Sabes cómo son los rumores en la Villa, no creo que quieras que cotilleen sobre Minato y sobre ti. Podrían pensar mal acerca de qué haces aquí cuando yo soy su esposo, soy yo el que debo preocuparme por él, no tu. Ahora retírate y no montemos más escándalos.


- Sólo por esta vez. Pero sigo queriendo que me mantengas informado de su estado. Si le pasa algo… serás del primero del que tendrás noticias y no serán buenas. Me ocuparé de hacerte la vida insoportable si le ocurre algo.


- Mi vida ya lo sería si le ocurre lo más mínimo. Todo el clan Namikaze se me echaría encima a parte de ti.


Sakumo se marchó aunque los guardias de la casa de Madara también le miraban incrédulos por lo que acababan de presenciar. Madara les miró fijamente.


- ¿Ha salido? – preguntó.


- No, Izuna le ha estado cuidando y se acaba de marchar a casa cuando sintió su chakra que venía. Minato sigue dentro acostado.


- De acuerdo – comentó entrando hacia la casa.


Era cierto que Minato seguía acostado aunque se había incorporado al escuchar el bullicio que habían montado fuera.


- ¿Era Sakumo? – preguntó.


- Sí, quería verte. Le he dicho que necesitabas descansar y le verías cuando te recuperes.


- No tenías derecho. Quería verle.


- Y yo que dejases de tratarme como un asesino pero… ya ves, no siempre tenemos lo que queremos.


- Eres idiota.


- Es posible, pero sé lo que te conviene y ahora mismo cuanta menos gente te visite más seguro estarás. Además, voy a quedarme aquí unos días contigo.


- Qué alegría – dijo Minato medio enfadado.


No había terminado de pronunciarlo cuando Madara vio como pese a estar sentado en el futón, Minato se desmayaba y se acercó con rapidez para cogerlo antes de que su espalda se golpease. Se quedó allí arrodillado unos segundos con la cabeza de su esposo en sus manos y sonrió levemente al ver sus mejillas sonrojadas por la fiebre que volvía, al ver como agarraba su kimono con fuerza y respiraba con cierta dificultad empezando a sudar.


- Discute conmigo cuando mejores ¿Vale? Por ahora… deja que te cuide – le preguntó Madara sonriendo y Minato sonrió.


- Vale.


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