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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Los hermanos Uchiha no tardaron en bajar de la cima de la torre, ni siquiera se quedaron a ver todo el entierro. Decidieron entrenar antes de volver a casa y es que Izuna no se encontraba nada bien tras haber tenido que presenciar el suceso con su compañero de equipo. El entrenamiento fue un desastre y es que ninguno estaba dónde tenía que estar.


- ¿Dónde estuviste anoche? – preguntó Izuna sorprendiendo a su hermano.


- Ya te lo dije, entrenando.


- Llegaste herido y eso nunca te ha ocurrido en un entrenamiento. ¿Saliste fuera de la Villa, verdad?


- Fui a buscar unas plantas que necesitaba mamá.


- Mientes.


- Pregúntale entonces a mamá – le dijo Madara.


- Ella siempre se pone de tu parte, eres el favorito.


- Soy el primogénito más que el favorito, supongo que tienen más expectativas en mí que en ti, pero eso es bueno, tú tienes más libertad que yo – dijo sonriendo.


- ¿Vas a ir, verdad?


- ¿Dónde?


- Al clan Namikaze. He visto tus ojos cuando mirabas el entierro, tenías ganas de ir.


- Me llama la curiosidad saber lo del cuerpo, quiero intentar averiguar qué está ocurriendo.


Izuna sabía que su hermano mentía, era un gran mentiroso y puede que todos creyesen sus mentiras, pero él le conocía demasiado bien. Su hermano había estado fuera de la villa aquella noche y aunque le costase admitir algo así, era un poco sospechoso que llegase herido, su compañero hubiera muerto y ahora quisiera ver el cuerpo del difunto como cuando un criminal quiere presenciar lo que hizo. No quería creer en eso, su hermano siempre había sido muy serio pero era su hermano y a su modo le quería y le protegía, no podía verlo de otra forma que no fuera su querido hermano mayor el protector.


- Vale – dijo quitándose esas locas ideas de la cabeza.


- Oye Izuna… ¿No estarás pensando que yo…?


- No, claro que no. Por qué tú no los matarías ¿cierto?


- No – dijo muy serio su hermano.


Aquella noche al volver a casa, su padre ni siquiera les habló y aunque ambos deseaban saber qué habían decidido en la reunión, no se atrevían a preguntar. Finalmente su madre, al ver la cara de dudas que ambos muchachos ponían, decidió ser ella con su dulzura habitual quien rompiera aquel silencio y solventara las dudas.


- ¿Habéis llegado a un acuerdo? – preguntó su madre a Tajima.


- A medias – exclamó su padre – han llegado a la conclusión de que van a ofrecer en matrimonio a Minato Namikaze, el genio de los Namikaze, pero aún no saben a quién. El hokage está interesado en saber todos los candidatos para tomar una buena elección.


- ¿Hay voluntarios? – preguntó Madara.


- Alguno, sí.


- ¿Y estamos nosotros los Uchiha en esa lista? – preguntó Izuna.


- No – fue su única contestación – De momento barajan la opción de los Hatake.


- Te lo dije – le sonreí a Izuna.


- ¿No me diréis que de verdad creíais que el clan Uchiha se metería en un problema como éste? Ya nos odian bastante por lo… - Tajima miró a su mujer y ésta agachó la cabeza apesadumbrada.


-  Estabais enamorados, que más les da. Podían olvidarlo ya – dijo Izuna.


- A los Hyuuga no se nos permite casarnos con quien queramos – exclamó su madre – y yo me excedí al contraer matrimonio en secreto. Para los Hyuuga es como si hubiera vendido nuestro secreto del Byakugan.


- Los Hyuuga siempre han sido un clan muy cerrado y hermético, no hay que hacerles mucho caso o acaban amargando la vida de cualquiera. Lo raro es que no hayan querido ayudar a los Namikaze – comentó Izuna.


- No les interesa, cuando no hay prestigio que sacar y sólo traen problemas se lavan las manos – comentó Madara – los Namikaze sólo traerán problemas al clan que los acoja ahora mismo, pedirán ayuda para intentar frenar los asesinatos y sinceramente… no sé quién querría estar con ese muchacho… como se llame.


- Minato Namikaze – le detalló Tajima.


- Ese. El tal genio Namikaze ese. Dicen que es un rebelde empedernido y además… ¿Cuántos años tiene? ¿Dieciocho? Eso es como una fierecilla indomable, un quebradero de cabeza y más si no desea casarse que le van a obligar. Es un problema – siguió contando Madara.


- Es un gran problema – le confirmó su padre – menos mal que los Hatake prefieren asumir ese riesgo.


- ¿Crees que Sarutobi les dará esa opción de matrimonio a los Hatake? – preguntó su hermano.


- Yo confío en la decisión de Sarutobi y sé que hará lo correcto, él no suele equivocarse en sus decisiones. Sakumo Hatake es un buen candidato, es un clan fuerte y Sakumo es uno de los mejores guerreros, podrá ayudarles perfectamente.


Todos se marcharon a dormir tras la cena, menos Madara. Esperó a que todos durmieran profundamente para colocarse su armadura y colocándose las armas al cinto salir de allí a toda velocidad, estaba dispuesto a entrar en los muros infranqueables del clan Namikaze. Para él no era complicado entrar allí, un Genjutsu y los guardias caían en su ilusión haciéndoles ver lo que él quería que vieran, una noche tranquila y sin contratiempos mientras él caminaba a sus anchas por las desiertas calles del clan Namikaze.


Caminaba hacia el cementerio, tenía que ver el cuerpo, la curiosidad de lo sucedido y el motivo por el que su hermano estuviera tan afectado no le dejaba conciliar el sueño, tenía que ver con sus propios ojos las atrocidades que le contaban. Decían que los Namikaze se volvían locos y seguramente sería por algún Genjutsu, él era experto en eso y si era así eliminar ese rastro no sería nada fácil.


Se quitó las armas dejándolas cerca de un árbol y empezó a escavar tratando de llegar al ataúd de madera en el que habían enterrado el cuerpo, al menos ellos los enterraban porque en el clan Uchiha los incineraban, eran el clan del fuego… el fuego lo purificaba todo y al igual que de niños les decían que ellos eran un clan naciente del dios del sol Amaterasu, al fuego debían volver. El fuego era algo sagrado, al parecer los Namikaze no tenían esa costumbre, pero era normal, ellos eran los expertos en el viento, en la velocidad y no le extrañaba que en este clan se escuchase en cada rincón ese molesto viento correr y silbar por los diferentes recovecos de los viejos y desgastados muros de piedra.


- Suelta eso ahora mismo – escuchó una voz a su espalda cuando ya había llegado a la tapa del ataúd.


Se giró a mirar a aquel chiquillo, era un maldito adolescente que seguramente no le llegaba a la suelo del zapato que llevaba.


- Un Uchiha… cómo no – exclamó – robáis los secretos del clan Hyuuga y ahora apareces aquí mancillando el lugar sagrado donde acabamos de enterrar a ese chico. ¿Se te olvidó quitar alguna prueba importante donde te inculpaban por su asesinato?


- Yo no le maté.


- Eso no es creíble, ¿Qué harías aquí entonces?


- Buscar pruebas.


- Ya claro… robarlas más bien. Si es que los Uchiha no sois de fiar.


- Que no somos del agrado de nadie eso lo sé de sobra, pero es el precio que hay que pagar por ser los mejores.


- ¿Los mejores? Será los mejores ladrones – dijo Minato.


- Mira chico… vuelve a tu casa y prometo que haré que no te he visto. No quiero hacerte daño.


- ¿Daño? Primero para eso tendrías que ser capaz de tocarme y tú no eres ni la mitad de rápido de lo que puedo ser yo.


- Y tú no tienes ni la mitad de visión de la que tengo yo. Rétame si tan bueno te crees, mis ojos son capaces de verlo todo, puedo seguirte sin pestañear.


- Arrogante y prepotente, típico de un Uchiha.


- Sólo eres un adolescente, ve a jugar con tus amigos.


- Lo haría… si quedase alguno – le remarcó como si él fuera el asesino de su clan y Madara sonrió con orgullo.


- Y creía que los adolescentes de mi clan eran prepotentes… tú les superas.


- Vete del clan.


- No sin lo que he venido a buscar.


- ¿No le habéis hecho suficiente ya a ese pobre chico? – preguntó dolido – no entiendo cómo podéis hacer algo así.


- Ya te he dicho que no he sido yo.


- Ya claro… dicen que ven cosas raras antes de morir y vosotros sois expertos en Genjutsu.


Madara sabía que no tenía tiempo de hablar con ese chico y abrió el ataúd dándole la espalda a un frustrado Minato que viendo cómo le hacía caso omiso se lanzó hacia él. Madara sabiendo que los jóvenes eran así de temerarios y despreocupados a la hora de atacar sin cabeza se giró hacia él activando el Sharingan dispuesto a meterlo en una ilusión cuando Minato desapareció de su vista en cuanto vio cómo activaba su habilidad.


Nadie jamás había escapado al primer Genjutsu de Madara y éste se extrañó unos segundos intentando localizar al joven. Sonrió al verle bajo la sombra de un árbol, las nubes se movían dejando que la luna volviera a crear esa tenue luz iluminando al joven rubio frente a él.


- Muy rápido – le halagó Madara – ahora vuelve a casa chico.


- Ya te he dicho, que no vas a llevarte ese cuerpo. Le acabamos de enterrar ¿Es que no tienes respeto por los difuntos?


- ¿Quién eres? ¿El protector de los difuntos? Lárgate a tu casa y no te metas en asuntos que no te conciernen.


- Todo lo que sea asunto de mi clan es mi asunto.


Desde luego una cosa tuvo clara Madara, ese chico no dejaría que se llevase el cuerpo del difunto sin pelear, se pondría en medio una y otra vez y pese a no querer perder más tiempo, no tendría otro remedio que derrotarle para poder marcharse de allí.


- Está bien muchacho, acabemos cuanto antes entonces – dijo Madara desenvainando su Katana.


Minato esperó unos segundos visualizando a su enemigo, él no era el típico adolescente hiperactivo que se lanzaba sin más sin tener un plan y mucho menos contra un Uchiha, sabía de lo que eran capaces y una sola mirada de ese Ninja que estaba frente a él podía dar por finalizada la batalla. Los Uchiha eran temibles, como decía su padre… la nueva élite de Konoha.


Todo le indicaba a Minato que ese Uchiha estaba allí por algo, seguramente que él mismo podría ser el asesino de su compañero. Los Uchiha eran expertos mentirosos, todos en la Villa lo sabían, además… estaba aquí buscando huellas en el cuerpo, podían utilizar Genjutsus y estaba convencido que andaban detrás de algún secreto que ocultaba su clan, ya habían robado a los Hyuuga, tenían que ser ellos.


Madara fue el primero en hacer el movimiento acercándose al rubio con su velocidad para tratar de encarcelarlo en una jaula de madera pero Minato fue más rápido alejándose de él y manteniéndose a una distancia prudencial. No quería mirar ni sus ojos ni sus gestos o podría caer en sus redes.


Minato sabiendo que una batalla contra un Uchiha podía complicarse, decidió que tenía que acabar todo lo más rápido posible o hacer el mayor ruido para que su clan viniera a ver qué estaba ocurriendo. El viento empezó a concentrarse en su mano y el chakra que desprendía su mano cogía forma circular en una perfecta esfera azulada. Madara nunca había visto una técnica así y eso que él era uno de los grandes prodigios, el que estaba considerado como el Ninja más dotado al ser capaz de controlar invocaciones, de dominar la transformación Jinchuriki, era de los mejores en Taijutsu y Ninjutsu y ni qué hablar del Genjutsu, hasta había conseguido dominar los ojos perfectos, el Rinnegan aunque prefería mantenerlo en secreto, no quería más enemigos de los que ya tenía, todos deseaban sus ojos y pagarían fortunas con tal de obtenerlos, más si conocían su mayor secreto… el Rinnegan. Aún así… poco conocía Madara de su adversario, tan sólo los rumores de lo que los Namikaze podían hacer pero poco más.


Conocía muchas cosas de los Namikaze pero esa habilidad que ahora estaba frente a sus ojos jamás la había escuchado. No sabía qué era y pese a saber que tenían dominio sobre el viento, no esperaba encontrarse con algo así. Minato se lanzó hacia él en un abrir y cerrar de ojos por lo que no le quedó más remedio que acercarse también en su dirección embistiendo con la Katana por delante como si eso pudiera repeler el ataque que iba a lanzar aquel rubio.


Madara ya lo tenía, sabía que iba a ser suyo en el momento que vio su rostro tan cerca del de aquel rubio, sus ojos podían capturarle, su habilidad para crear madera lo atraparía y creó las ramas intentando detener el brazo de Minato antes de que asestara el golpe de esa habilidad que él desconocía. Ya estaban las ramas trepando por el brazo de Minato cuando desapareció de su vista, era imposible y no podía creer que ese chiquillo pudiera ser tan sumamente rápido, que superase su propia velocidad. Le dio el tiempo justo para sentir el chakra del chico encima de él asestándole el golpe empotrándole contra el suelo sin ninguna contención aunque de una cosa estuvo seguro… ese ataque lo tenía incompleto, aún era joven y no lo había perfeccionado.


Ahora empezaba a entender la mejor cualidad de ese chico, era un estratega, tenía paciencia y atacaba de un modo temerario, lanzándose a la delantera sin contemplar riesgos para que el enemigo bajase la guardia, pero no era un idiota, no atacaba ni era su intención, su idea era mucho más simple… esperar a que su combatiente bajase la guardia creyendo que le tenía como le había pasado a él mismo, ya lo tenía atrapado cuando se escapó sin más. Madara sonrió por haber caído en un truco tan tonto, por haberse dejado llevar él mismo por la impaciencia de un adolescente siendo el propio chiquillo el que más cabeza había resultado tener de los dos.


- Increíble poder, aunque no lo tienes completo.


- Lo tendré – le dijo Minato – sólo me falta terminar de perfeccionarlo, supongo que será suficiente para vencer a alguien como tú.


-  Te queda mucho para vencer a un Uchiha chiquillo.


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