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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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El sol brillaba como todas las mañanas y las antorchas de la calle estaban encendidas demostrando así el poderío Uchiha y su dominio sobre las llamas. Un joven de oscuro cabello e intimidantes ojos caminaba con su elegante kimono negro y su katana al cinto hacia su casa. Su madre le esperaba ansiosa ya metida en sus quehaceres diarios y sonrió al verle llegar finalmente.


- Madara, ¿dónde has estado?


- Entrenando – dijo sin más respuesta - ¿Y mi hermano?


- Durmiendo. Llegó ayer de la misión.


- ¿Está bien?


- Un poco… bueno… no fue del todo bien, perdieron a un compañero. Otro Namikaze. La gente empieza a preocuparse por esos asesinatos, sólo persiguen a los Namikaze y es extraño.


- ¿Cómo está Izuna?


- No muy bien, se siente un poco culpable. Le perdieron de vista unos segundos y… el chico apareció destrozado cerca de la entrada a Konoha.


- Iré a verle.


- Sí, creo que es lo mejor. Necesita que alguien le diga que no ha sido su culpa.


Madara subió a su habitación dejando primero el arma y después caminó por el largo pasillo exterior del patio de su casa hasta la habitación de su hermano. Tocó a la puerta y al no escuchar respuesta decidió entrar. Izuna estaba dentro del futón tapado hasta arriba y dando la espalda a la puerta, ya sabía por la forma en que habían tocado que se trataba de su hermano, nadie más lo hacía como él.


- ¿No entrenas hoy? – le preguntó Madara.


- No estoy de humor.


- Ya me ha contado mamá. Habéis perdido a uno. ¿Y qué? Muchos ninjas mueren ahí fuera y no por eso debes quedarte aquí atemorizado. Nosotros decidimos ser ninjas y sabemos a lo que nos exponemos.


- No viste cómo estaba el cuerpo de ese chico. Era un Namikaze y ya sabes cómo están las cosas últimamente con ellos.


- Se escuchan rumores sí pero es un asunto de ellos y de su clan. Lo arreglarán.


- Está pasando algo – dijo Izuna convencido y luego reparó en el vendaje de la mano de su hermano - ¿Saliste ayer?


- No, estuve entrenando.


- No me mientas ¿Dónde estuviste? ¿Saliste fuera de la villa?


- Ya te lo he dicho… estuve entrenando – dijo Madara ocultando el vendaje con un guante.


- Madara… créeme… está ocurriendo algo extraño. No sabes lo que había ahí fuera.


- Cuéntamelo. ¿Qué recuerdas?


- Estábamos no muy lejos de la entrada, volvíamos de la misión en la aldea de la Ola, ya casi podíamos ver la puerta y sentí… sentí que alguien nos seguía, que nos observaban. Nuestro capitán comentó de darnos más prisa así que aceleramos. El Namikaze estaba a mi lado y él era el más rápido, no pudo quedarse atrás pero en un abrir y cerrar de ojos ya no estaba a mi lado, era imposible que se hubiera desvanecido así como lo hizo. Le buscamos durante horas.


- Desde luego es imposible que desapareciera. ¿Notaste algo extraño?


- Últimamente estaba tenso, lo conocía desde la academia, siempre habíamos estado en el mismo equipo y nunca se había comportado tan raro como estos últimos días, decía que veía cosas extrañas, que oía cosas, que le seguían pero lo comprobamos y no había nada de lo que decía. Estaba un poco paranoico últimamente. ¿En qué estás pensando? – le preguntó Izuna al ver los ojos y la posición que había adoptado su hermano, la misma que siempre colocaba cuando pensaba.


- Sólo rumores – comentó Madara – me he cruzado con varios grupos que han sufrido la pérdida de algún Namikaze, todos dicen que perdían la cabeza unos días antes de desaparecer. Creo que hay algo de cierto en esos rumores, que el clan Namikaze está escondiendo algo, que si tuviéramos acceso a los cuerpos quizá descubriéramos algo.


- No dejan verlos – dijo Izuna – ya sabes lo reservados que son los Namikaze y últimamente no permiten la entrada a ningún otro clan, se han encerrado entre sus muros.


- Lo sé. ¿Cuántos Namikaze quedan ahí fuera haciendo misiones?


- No lo sé, no muchos.


- Creo que… están buscando algo que tienen esos chicos. Los asesinatos son en chicos jóvenes, no están cazando a los adultos o yo no he escuchado ningún caso así.


- Es cierto, no me había percatado de eso. Aunque los adultos están casi todos en el consejo y no salen a hacer misiones.


- Podría ser, son objetivos más complicados.


- Madara… no viste el cuerpo. Estaba… ¡Dios! No podrían ni reconocerlo sus padres. A nosotros ya nos costó y si no llega a ser por el símbolo Namikaze de su chaleco Ninja ni lo hubiéramos descubierto. Lo habían violado, torturado, yo tuve que llevar su brazo aparte Madara, estaba hecho pedazos. Eso es más que una simple cacería por diversión, están buscando algo en ellos, los están torturando.


- Descansa hoy, ¿vale?


- ¿Qué vas a hacer?


- Nada – le dijo Madara – he quedado con los amigos, iremos a tomarnos algo y ya está. ¿Quieres venirte?


- No, prefiero quedarme, no quiero responder a sus preguntas y seguro que querrán saber qué es lo que ocurrió.


- Duérmete un rato, te hará bien. Yo les explicaré que no te encuentras bien.


Madara se levantó tras acariciar el largo cabello de su hermano y cerró la puerta corredera tras él caminando por el pasillo hasta su cuarto donde recogió su arma y salió nuevamente hacia el hall de la casa. Su madre le interceptó en el camino pero Madara diciendo que había quedado con los chicos se marchó de allí sin dar más explicaciones.


Un chico de cabello corto y oscuro lo interceptó de camino a la taberna, su primo. Preocupado por no ver a Izuna preguntó por él pero Madara le explicó que no se encontraba bien, mañana sería otro día, hoy descansaría.


- Hoy en día es mejor que no te toque un Namikaze en el equipo – comentó su primo.


- Están pasando una mala época, todos los clanes pasamos por alguna.


- Esto es más que una mala época, si siguen así los aniquilarán, no quedará ni uno y lo sabes.


- Vayamos a tomar algo, no me apetece hablar de ese clan – comentó Madara cogiéndole de los hombros para llevárselo con una sonrisa.


Llegaron a la taberna donde les esperaban el resto de sus compañeros, todos del clan Uchiha y pidieron unas botellas de Sake para celebrar las últimas misiones con éxito que habían llevado a cabo.


- ¿Por qué llevas los guantes puestos aquí, Madara? – preguntó uno de los compañeros – no estás combatiendo, puedes quitártelos.


- Prefiero dejarlos – comentó.


- Ya… - exclamó uno mirando las manos de Madara ocultas - ¿Os habéis enterado de la última broma del hijo del consejero del clan Namikaze? Ha pintado los rostros de los Hokage, al parecer fue anoche mientras todos dormían.


- Aunque lo hubiese hecho a plena luz del día nadie se habría enterado, es muy rápido o eso dicen – comentó otro compañero.


- Dicen que es el genio de los Namikaze.


- Patrañas – comentó Madara riéndose – eso es la mayor mentira que corre por la villa, si tuvieran un genio en los Namikaze no les estarían aniquilando como lo hacen. ¿Para qué mantener a un genio encerrado? A esos hay que dejarlos salir.


- No sé por qué lo mantienen encerrado en su clan, Madara, pero si no es el genio… ¿Quién crees que hace esos dibujos? Él es el más rápido de la villa o eso se comenta.


- No hay ningún genio Namikaze – exclamó Madara – Han creado esa mentira para ver si dejaban de aniquilarlos si se enteraban que tenían un prodigio entre ellos, nada más.


- Puede ser – dijo otro de sus compañeros – la verdad es que es raro que nadie haya visto a su “genio”.


- Cambiando de tema… hoy son los exámenes a jounin pero los dos Namikaze que habían no acudirán al encuentro.


- ¿Se retiran ya tan pronto?


- Tenían el entierro de su compañero y les han cambiado su fecha de examen. Combatirán otro día.


- No sabía que eso podía hacerse.


- El Hokage ha decretado una medida excepcional por los casos que han sufrido últimamente.


- Vaya, ahora encima tienen ventajas – exclamó otro de los chicos de la mesa – tendrán más tiempo para preparar las batallas.


- No si están de entierros – dijo Madara.


- Lo que no entiendo… ¿Aún hay chicos jóvenes que quieran ser ninja en ese clan? ¿Por qué?


- Por venganza, por averiguar qué está ocurriendo… no lo sé – comentó Madara – supongo que son cabezones o que no quieren vivir siempre escondidos en su clan, no lo sé.


Tras haber bebido en la taberna con los amigos, Madara se marchó a casa, hoy no le apetecía entrenar más. Se tumbó en el futón y se quitó los guantes mirándose la mano herida para cambiar el vendaje. La misión que le habían encomendado no era para nada fácil, máximo secreto y no podía contarla a nadie, demasiado relacionada con los Namikaze. Las dudas de lo que le había contado su hermano le venían a la mente una y otra vez, los Namikaze que se volvían locos unos días antes de hallarlos muertos. ¿Tenía eso algo que ver con sus misteriosas desapariciones? Él tenía que ver el cuerpo de alguno de esos difuntos para corroborar si había evidencias de algo pero ellos no le dejarían entrar, el clan estaba cerrado a cal y canto y los guardias vigilaban día y noche.


A la mañana siguiente salió con rapidez hasta la torre de los Uchiha y subió a lo más alto mirando el horizonte. Hoy se levantaría una gran tormenta, el cielo lloraría la pérdida de otro ninja, el viento movía el kimono de Madara pero él no se movió de allí arriba mirando hacia el clan Namikaze, viendo a sus miembros vestidos de negro caminar por las calles hacia el cementerio, enterraban a su compañero.


Ante los ojos de Madara, cruzó aquel chico rubio sentado en uno de los tejados mirando desde las alturas el funeral, ya era extraño que no se uniera a los demás pero aún así se le veía decaído. Por la mente de Madara cruzó la idea de chicos tan jóvenes como aquél de apenas diecisiete o dieciocho años fueran víctimas de esos desgarradores sucesos, no debería haber ocurrido algo así pero estaba pasando, los mataban en las sombras y nadie podía hacer nada para evitarlo.


- ¿Quién crees que es el genio Namikaze? – escuchó a su lado la voz de su hermano que miraba el funeral.


- No lo sé, ni siquiera creo que exista.


- A la mitad de estos chicos ni siquiera los he visto nunca. Ya no salen de sus clanes y el resto que se atreven a salir no quieren hablar.


- ¿Llegó papá de la reunión de ayer? – preguntó Madara.


- Sí, asistieron todos los clanes, han decidido que casarán al genio Namikaze con alguien, no nos han dicho con qué clan han llegado a hacer un pacto. El clan Hatake se mostró bastante complacido en ayudarles.


- Adivino que papá se abstendría – dijo sonriendo – se preocupa más por la reputación del clan y los Namikaze pueden traer la desgracia a cualquier clan que trate de ayudarles.


- Supongo que se abstendría, sí – comentó Izuna – ya sabes lo terco que es.


- Tengo curiosidad por saber cómo se lo tomará el genio Namikaze, dicen que es un rebelde empedernido… pobre el esposo que le toque, no sé si domaría a esa fierecilla – ambos hermanos rieron con ganas.


- Seguramente le casarán con Sakumo Hatake, después de quedar viudo y encima siendo el ninja más talentoso de ese clan… seguro que es con él.


- ¿Y los Hyuuga?


- Se han negado a mantener diplomacia con los Namikaze.


- No me extraña, tampoco nosotros nos llevamos bien con ellos.


- Les robamos su secreto. ¿Qué esperabas? ¿Que nos dieran la bienvenida?


- Hiashi Hyuuga – dijo Madara – creo que podría ser un buen matrimonio para el genio Namikaze.


- Es posible aunque no sé… no estaban muy conformes los Hyuuga.


- Sí… pero no lo deciden los clanes, sino el Hokage, él verá quién es el mejor candidato para ese Namikaze.


- Yo me casaría con él – dijo Izuna sonriendo y Madara le miró extrañado – siempre me han excitado los rubios… y todos los Namikaze son rubios, debe de ser un chico guapo.


- Olvídate, a los Uchiha nos desprecian desde que robamos el secreto del Byakugan, no nos elegirán. Quieren una familia noble que les ayude, no a unos ladrones de secretos. Pobre chico… obligarle a casarse tan joven.


Madara seguía con los ojos fijos en aquel chico rubio sentado en la azotea de la casa cuando éste también reparó en él. Sus ojos se cruzaron unos segundos hasta que Minato desapareció de allí a una velocidad que incluso para los mismos ojos del propio Madara fueron imposibles de seguir.


- Es rápido ese chico – comentó Izuna.


- Sí, eso parece.


 

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