Lloyd no cabía en sí mismo por la sorpresa que lo envargaba. Miró de arriba a abajo al chico que tenía delante suyo, sonriéndole con un hermoso sonrojo en sus mejillas; media tal vez dos centímetros menos que él, vestía la chamarra roja que le había regalado, el cabello castaño alborotado era digno de Kai, sus ojos verdes eran como estar mirando un par de gemas brillantes en donde se veía reflejado como si fuera un ídolo, y un brazo estaba vendado del codo hacia la muñeca. Frunció el ceño. ¿Por qué tenía un brazo roto?
—Kai... ¿qué ha pasado? ¿Qué te ha pasado? Estás... estás...
—Larga y surrealista historia— respondió antes de que el rubio terminara la frase—. Y si también te preguntas por mí brazo roto... fue el grandísimo estúpido que está detrás mío, ¡ni te atrevas a atacarme por la espalda, imbécil!— gritó, dándose la vuelta para encontrarse con el pelinegro ya recuperado de su dolor y apunto de lanzarse.
—¡Vamos, hombre!— gritó éste a su vez—. ¡No fue mi culpa! Fue la tuya por entrar a la tienda sabiendo que estaba yo ahí.
—Perdón, pero no sabía que estabas ahí. Ni quien te conociera, ba-by.
—¡Jajajá! Ahora resulta que no lo sabías, ¿es que tiene Azheimer? ¡Recuerda, gran idiota!
—No oigo soy de palo...— canturreó.
—¡Pero escúchameeee! ¡No me ignores!
—¡Basta ustedes dos!— gritó Lloyd, entre confundido, furioso porque había recordado el por qué se encontraba ahí buscando a Kai y celoso por ver que ellos dos parecían conocerse de quién sabe dónde. El pelinegro y el castaño se callaron en seco y miraron al rubio girando lentamente sus cabezas—. ¿Se puede saber de dónde se conocen?— preguntó, tratando de sonar lo más normal posible, como si la pelea entre ambos no le hubiera afectado en nada.
—Oh— exclamó Kai, como si apenas se diera cuenta de que estaba metido en una sala de visitas dentro de una estación de policía—. Somos amigos de la infancia, ahora nunca mejor dicho.
—¿Amigos?— levantó una ceja ingenuamente—. Si eso es amistad, no me imagino como se llevarían si fueran enemigos.
El pelinegro y Kai se rieron a carcajadas, cayéndose al piso para devanarse de la risa. El último parecía haberse olvidado del dolor de su brazo cuando la lágrimas empezaron a salir de sus ojos, las cuales enseguida secó inúltimente pues seguían saliendo; ahora lo que le dolía era el estómago.
—¡Por Dios... no paro de...!— jadeó aún entre risa, poniendo a Lloyd aún más furioso, pues era la única manera de controlar su confusión—. ¡Mierda, no...! ¡Dios...!
—¡Kai, tío...! ¿No que... te dolía el... puto brazo...?
—Hombre, que es verdad— dijo, serio, haciendo que el azabache se riera más fuerte, para después volver a contagiar al castaño. Pasaron largos minutos hasta que las carcajadas se fueron desvaneciendo en el aire como polvo—. Ya, ya... Ya estoy... Pfff— se tapó la boca y se puso de pie con ayuda del aún risueño pelinegro—. Gracias.
—Supongo que debemos una explicación, ¿no?— habló éste.
—Ajá— Kai miró al rubio y sonrió—. Nacimos en el mismo lugar y crecimos juntos... Nunca mejor dicho, ahora que estamos así. A los cinco años éste inútil se marchó y me dejó solo. Y lo demás es historia que ya bien conoces, ¿no? Supondré que Sensei Wu te habrá contado todo.
Asintió.
—Perfecto. Bueno, ¿has venido a buscarme, no? ¿Nos vamos?
—Ahora quién es el que abandona— se quejó el azabache.
Kai soltó una risa más.
—Te visitaré... Si es que vulevo a salir en mi corta vida, con eso de andarme fugando ya deberían haberme encadenado a la pared.
—Y tal vez lo haga— amenazó Lloyd, con el ceño fruncido—. Si tenías algo importante que hacer hubieras podido decirlo y yo con gusto te acompañaba... así todo seguiría normal.
—Guau, suenas como su esposo.
—¿Qué dices, tarado?— se sonrojó el castaño.
—Nos vamos.
Tomó al menor por el brazo bueno y lo empujó hacia afuera de la habitación, dejando solo al otro chico, cerrando la puerta tras de sí.
Todos estaban atentos a Lloyd y al chico que estaba a su lado, con una sonrisa preocupada y una brazo medio jodido. Sus caras detonaban cierta confusión como era de esperarse, ¿acaso él era Kai? ¿Qué le había pasado al enano revoltoso y tímido?
—Chicos— habló Lloyd, sin dar un paso hacia adelante—, tengo buenas y malas noticias— dirigió una mirada de reojo a Kai, que tenía la cara desviada hacia un lado, evitando verlo—. La buena es que encontré a Kai, aquí está. La mala es que no sé qué diablos le pasó y si tiene solución— "y que estoy celoso de cojones", pensó.
—¿Solución?— dijo Jay, con una sonrisa—. ¿Para qué quieres solución a eso? Crecistes, Kai— bromeó, haciéndolo reír.
—Qué cómico— soltó—. Me alegro de volver a verte, Jay.
—Igual.
—¿En serio?— exclamó Cole—. ¿Éste es el enano?
—¿A quién le llamas enano, antipático?— dijo molesto.
—Ya— Lloyd estaba a punto de estallar—. Largemonos de aquí y vayamos a hablar con Sensei Wu antes de que empiece a desesperarme de verdad.
Todos se callaron y siguieron al rubio sin soltar ninguna palabra en el largo camino de vuelta al navío.