Esa noche
Pequitas: ¿Jack? ¿Cómo has estado? Han pasado dos días y aun no te he visto. Tampoco respondes mis mensajes. ¿Sucedió algo?
Al día siguiente.
Pequitas: Encontré tu peluche en el suelo aquel día. Aun lo tengo, aunque algo mordido por Toothless. Lo siento. ¿Cuándo podemos vernos?
Luego de dos días…
Pequitas: ¿Jack? ¿Por qué no contestas mis mensajes?
Después de tres días…
Pequitas: Jack, en serio me preocupas. Ayer fui al café, pero me dijeron que no estabas. ¿Te enfermaste?
Al quinto día
Pequitas: Por favor, responde.
Al séptimo día.
Pequitas: ¿Fue por lo del beso? Realmente, solo dímelo. Podemos solucionarlo, sí?
Al octavo día.
Pequitas: hey, hola. Ya ha pasado más de una semana. ¿Te ha ido bien en el instituto? Espero que sí. De nuevo, pasé por la cafetería. Elsa me ha atendido las pocas veces que fui, y me contó que has estado muy ocupado como para verme. Suerte en los estudios.
No importa cuantas veces se auto reprenda por ser tan idiota como para seguir leyendo esos mensajes una y otra vez. Siempre terminaba con sus ojos delante de la pantalla, esperando la llegada de uno nuevo. Suspiró. Sus compañeros hablaban entre sí, puesto que había hora libre. Aun…No había un reemplazo para el profesor de literatura. Miró a su costado. Mérida no había venido en varios días. Eso no hacía más que solo deprimirlo más.
-¿Sucede algo?- le escuchó decir a su rubia amiga. Jack solo negó, bostezando, como para dar a entender que solo tenía sueño. Así, Rapunzel solo le dio su espacio. Al parecer había entendido que no quería que nadie lo molestara. La campana sonó. Por suerte, dado que Jack ya no aguantaba un minuto más allí. Se despidió de su amiga, y se marchó. No pensaba quedarse allí más tiempo. Con su mochila al hombro, solo caminó ciegamente. El frío comenzaba a desaparecer de las calles, lo cual era genial, puesto que, a pesar de que lo amaba, había veces en las cuales solo daba un toque aún más triste a las situaciones. Ya estaba por cruzar una calle, cuando lo escuchó.
-¿Jack…?- oh no. Hizo como que no lo escuchó, siguiendo de largo, pero pronto el sonido de unos pasos apurados detrás de él le hicieron saber que no podría escaparse. Pronto una mano en su hombro lo hizo darse media vuelta. – Que alivio, eres tú.
-Claro, quién más sería?- en serio se esforzó por parecer normal. Lo intentó, sonriendo como solo él podía, pero…Nada estaba yendo conforme al plan.
-¿Pasó algo?
-¿Eh? No, claro que no.
-No me has contestado los mensajes.
-Oh, sí, eso… Yo eh…Ya sabes. He estado ocupado. – se excusó.
-Ya veo.- no sonaba muy seguro. Jack maldijo. – Entonces, uh…¿Quieres salir?
-Sabes? En realidad, tengo cosas que hacer en la cafetería… Y, ya sabes, las chicas se desesperan si no me ven por tanto tiempo.- aquel comentario había ido en un tono de broma, sin embargo a Hiccup no le hizo ninguna gracia. Jack solo sonrió. ¿Qué más podía hacer?- Bien, yo…hablamos luego.- comenzó a caminar, pero fue detenido en seco cuando una de las manos del castaño sostuvo su muñeca.
-No. Te pasa algo. ¿Podrías decirme que te sucede?
-No me pasa nada.- se apresuró a contestar, tratando de soltarse del agarre del mayor. -¿ya podrías soltarme?
-No. No hasta que me digas que sucede. Aquel día nos besamos, y estuvimos muy felices. ¿Por qué ahora me esquivas?- Jack sintió sus mejillas arder. El solo hecho que Hiccup mencionara aquello, le dolía y avergonzaba. Ya no quería ilusionarse más. Lo sabía. Así que por ello, sonrió como si no ocurriera nada.
-Bien, pecas. Solo me aburrí, bien? No voy a volver. Ahora, suéltame. Tengo que ir al café.- le explicó. La expresión desencajada y desconcertada de Hiccup solo sirvió para hacerlo el peor idiota del mundo.
-¿A-aburrirte? No lo entiendo. – aquel pequeño conjunto de palabas había servido para herirlo. ¿Por qué? La misma pregunta resonaba en su cabeza una y otra vez. No podía evitar el recordar los besos tan cálidos e íntimos que habían compartido, entonces…¿Qué había cambiado? ¿Por qué Jack no quería estar con él? ¿Había hecho algo malo?
-Y-ya sabes. No quería mencionarlo, pero uh… Limpiar, cuidarte, cocinar…Fue divertido, casi como…¿Tener un hijo? Pero ya me aburrí de todo eso. Simplemente…Me aburrí. Me aburrí de ti.- podría jurar que aquella sonrisa fue más una mueca de incomodidad que otra cosa. Jack sabía que estaba fallando. Sabía que así no podría engañarlo. Pero de todas maneras lo intentaba. Después de todo, él no necesitaba un tercero en su relación con Astrid. Obviamente. ¿Cómo pudo siquiera llegar a pensar que Hiccup lo querría al punto de olvidarse de ella? Ah. Obviamente. Miró al suelo. No quería ver las reacciones de Hiccup ante sus palabras, o lo más seguro es que arruinaría todo, y eso no le convenía a ninguno de los dos.- Ahora, en serio, voy tarde para…
-Estas mintiendo.
-¿Eh?
-Estas mintiendo.- repitió el castaño, apretando un poco más la muñeca ajena, sin la menor intención de dejarlo ir. Hasta ese punto, realmente Jack no sabía que hacer.
-Oh, vamos. Estas dramatizando.- Otro tirón. No sabría cuanto más podría sostener la imagen relajada que llevaba encima. – Yo en serio debo irme así que…
-No, Jack. Te dije que te quiero. Y lo diré las veces que sean necesarias. Así que por favor, no digas esas cosas.- Simplemente se desvaneció. Todas las energías que había puesto en aquella fachada tan frágil terminaron por desvanecerse, obligando al albino a mirar hacia otro lado, para que no se notaran sus ojos vidriosos. Quería gritarle. Decirle que él no tenía tiempo para jugar de aquel modo con sentimientos. Que …Mejor…Dejara de fingir, y que simplemente permaneciera al lado de Astrid. Pero no dijo nada. Sabía que su voz sonaría extraña si intentaba algo.- Jack, en serio, ¡escu--!- las palabras quedaron a medio camino cuando ambas miradas se cruzaron. Hiccup dio un respingo, mientras que automáticamente Jack debió la mirada. Al fin pudo soltarse.
No hubieron más palabras. Solo tontos silencios dolorosos. Hiccup quería simplemente abrazar a Jack, y aclarar todo el malentendido que de seguro reinaba entre ellos como madre de sus problemas. Jack solo quería dormir un rato, y olvidarse de todo lo que estaba sucediendo. Por ello, solo siguió caminando. No quería recordar. Sin embargo, inevitablemente aquella vez en el hospital, vino a su mente. Seguramente, nunca podría borrar de su pecho ni de su boca aquellas palabras. Todos le habían dicho que mejoraría, que podrían estar juntos de nuevo. Sin embargo, no sucedió. Su último “Te amo” de aquella época fue lo último que esa persona escuchó. ¿Por qué? Se llevó el reverso de sus manos a los ojos. No quería llorar. Es solo que el hecho de recordar la última vez que la había visto, dolía demasiado.