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Siempre tú por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Disclaimer: La última vez que lo consulté, KH Reborn seguía siendo propiedad de Akira Amano. Pero en cuanto se despiste le secuestro a Gokudera, a Hibari, y a una larga lista más.


Pairing: 5927, menciones 10069/69100, menciones de XxS


Notas: Un poquito más tarde de lo habitual, pero una semana más os dejo capítulo nuevo. Xanxus y Squalo tienen el protagonismo al principio del capi, así que aviso que en esa parte hay lenguaje bastante soez. Espero que os guste.

La separación

Se detuvo ante la puerta para coger una profunda bocanada de aire. Sabía que lo que venía a continuación no sería fácil, pero eso era algo que no le había detenido jamás. No en vano le habían escogido para ser el líder de Varia y, según el ranking de Fuuta, era la persona más fuerte de la mafia. Aunque para lo que le había servido... Las cosas habían acabado de un modo muy diferente a cómo deberían ser. Y todo por él. Squalo exhaló sonoramente y, con expresión resuelta, abrió sin molestarse en llamar.

Xanxus estaba apoltronado en su sillón preferido, con los pies encima de la mesa y una copa de vino en la mano. Le dedicó una mirada irritada antes de volver a centrar su atención en la nada. Squalo se acercó hasta él, rodeando la butaca hasta quedar frente a su jefe. El moreno hizo una mueca de desagrado.

-¿Qué quieres, escoria? ¿No ves que estoy haciendo algo importante?- gruñó.

Squalo ignoró su mal humor y se sentó en la mesa, dándole un ligero empujón para que quitara los pies. Xanxus bufó y se lo quedó mirando, esperando que hablase.

-Tengo que pedirte un favor- dijo al fin el albino.

El modo en que los ojos de su jefe se entrecerraron peligrosamente le dejó muy claro que estaba caminando por la cuerda floja.

-Ya he dejado que te quedes con el mocoso. ¿Qué te has creído, que soy una puta hermanita de la caridad?- espetó de mal humor.

-Bueno, está relacionado con él, así que es casi la misma cosa- le intentó quitar importancia Squalo. No se engañaba, su jefe pondría el grito en el cielo en cuanto se lo dijera, pero era mejor no azuzar al león.

Xanxus lo observó detenidamente, con clara desconfianza.

-Hablando de él, ¿por qué esta aquí? ¿Es por ese patético intento de jefe que tiene?- preguntó, sin poder ocultar del todo la curiosidad. Sólo había estado con Gokudera durante la cena, pero en ese poco tiempo se había dado cuenta de que algo estaba terriblemente mal con él.

-Tuviste a la décima generación entrenando aquí durante medio año… Deberías saber ya que cualquier cosa que afecte tanto a Hayato tiene que ver con él- le señaló lo evidente.

El moreno soltó un resoplido despectivo al recordar aquel tiempo. Cuando los guardianes se habían graduado de la escuela obligatoria, ese vejestorio decrépito de Timoteo había decidido que sería una buena experiencia para todos que entrenasen juntos. Había tenido a los molestos críos durante seis meses en su cuartel general. Todavía le daban arcadas cuando se acordaba.

-Bah, deja de hacerme perder el tiempo con estupideces y suéltalo. ¿Qué quieres?

-Que me prometas que Hayato no tendrá que matar- pidió sin más.

Fue como si hubiera soltado una bomba. Xanxus se incorporó, tirando la copa al suelo, inclinándose sobre él para rodearle el cuello con las dos manos. Apretó lo suficiente para que resultara doloroso pero no llegó a cortarle la respiración.

-¿Qué has dicho, basura? ¿Sabes dónde estamos? Esto es Varia, el escuadrón de asesinos de élite más fuerte y temido del mundo. ¿Por qué coño iba a prometerte algo así?- inquirió con patente enojo.

-Porque es importante para mí- susurró Squalo, haciendo un considerable esfuerzo por no toser.

-¿Y te crees que eso me importa una mierda a mí?- le gritó su jefe, todas las facciones tensadas por la ira. Con un gruñido irritado le soltó, pero el modo en que le miraba no presagiaba nada bueno.

-No, ya lo sé qué no- repuso Squalo, cerrando los ojos para ocultar el dolor. Lo que iba a decir era la cosa más degradante que había hecho nunca, pero sabía que no había otra opción-. Pero a cambio te dejaré hacer lo que quieras conmigo- ofreció.

Y sabía muy bien lo que eso quería decir. Había pasado por ello dos veces con anterioridad. La primera fue con diferencia la peor. Era joven, e inconsciente, y estaba totalmente enamorado de él. Con la inocencia de la juventud, le había dicho que se quedaría a su lado hasta verle convertido en el líder de la familia, que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por él. Xanxus se había reído en su cara para luego comportarse de forma retorcida y cruel. Aun conociendo sus sentimientos, aún diciéndole que no le interesaba para nada su estúpido amor, le había dicho que si quería quedarse a su lado, que si realmente estaba dispuesto a lo que fuera, tendría que acostarse con él. Y él le había entregado su virginidad y parte de su alma para que al día siguiente se comportase con absoluta frialdad. Lo único que Xanxus quería era ver hasta dónde estaba dispuesto a humillarse por él. Su jefe sabía que había odiado con toda su alma aquella noche, por eso cuando años atrás le pidió que ayudase a Mammon a romper su maldición, había repetido el mismo juego cruel. Y sabía que sería lo mismo esta vez.

Xanxus esbozó una sonrisa retorcida ante la proposición, mostrando cuanto le complacía que se doblegara ante él. Se acomodó de nuevo en su butaca y le dirigió una mueca de superioridad.

-Creía que tu preferido era Yamamoto- comentó, mientras le miraba con expresión socarrona.

Squalo asintió con la cabeza antes de contestar.

-Yamamoto es mi legado, pero Hayato siempre me ha caído bien. Me recuerda a mí cuando era joven, con todo ese fuego en su interior y la firme convicción de sacrificarlo todo por la persona en la cree- una fugaz mueca de dolor cruzó su rostro, pero en seguida se recompuso-. No le hagas sacrificar su inocencia, Xanxus. Ya he sacrificado yo bastante por los dos- pidió.

El moreno permaneció impasible ante sus palabras. Se limitó a bajarse la cremallera de los pantalones mientras le hacía un gesto con la cabeza, indicándole que se arrodillara.

-Quítate la ropa, escoria. Vas a ser mi puta hasta que me canse de ti- ordenó.

 

oOoOoOoOoOoOo

 

Belphegor frunció el ceño mientras se acercaban al edificio que era su objetivo. Cuando Gokudera había llegado al cuartel general mes y medio atrás pensó que tendría algo de diversión. Siempre era fácil de enojar, explotaba como la tormenta que era a la mínima provocación. Nada más lejos de la realidad. El hombre que había llegado hasta ellos no era más que una sombra de lo que fue. Se paseaba por la mansión como una cáscara vacía y sin vida, limitándose a cumplir las órdenes sin cuestionar. Y cuando creía que nadie le veía se dejaba consumir por el dolor y la desesperación, de un modo tan evidente que hasta el príncipe le tenía lástima. No sabía exactamente qué le había hecho Tsuna, pero le había destruido por completo y empezaba a creer que si algún día se cruzaba con él sería capaz de sacarle las entrañas. Ese no era el Gokudera al que tanto le gustaba fastidiar.

-Bel-senpai, creo que tenemos un problema- dijo Fran, sacándole de sus pensamientos.

El príncipe centró su atención en el exterior. Habían llegado hasta el edificio, y por lo que parecía Hayato se había encargado de los dos guardias apostados a pocos metros de allí. Fran estaba mirando con aspecto un tanto contrariado la enorme puerta de seguridad que se alzaba ante ellos.

-Es electrónico. No será difícil echarla abajo, pero hará que salten todas las alarmas- explicó el ilusionista.

-Eso será un problema, estamos en clara inferioridad numérica. Necesitamos el factor sorpresa- masculló Belphegor.

-Creo que yo puedo desactivarlo- dijo Gokudera, que acababa de llegar hasta ellos.

Su voz sonó tan carente de emoción como inexpresivos estaban sus ojos. Bel bufó con desagrado. No es que le molestase la gente apática, o haría ya años que habría matado a Fran. Pero había algo muy diferente entre los dos. Su kohai era simplemente inexpresivo, limitándose a no mostrar ninguna emoción en su tono de voz. Hayato, en cambio, parecía alguien a quien le hubieran arrancado las emociones y lo hubiera devuelto hecho añicos a un cuerpo sin alma. Estaba allí sin estar.

-Ya está- anunció el peliplateado al cabo de unos minutos.

-Bien, entonces hasta aquí has llegado. Tú te quedarás vigilando los alrededores- indicó Belphegor-, y si se acerca alguien…

-No necesito que me sobreprotejáis- acortó Gokudera-. Puedo entrar y ayudar como todas las otras veces.

Bel y Fran se miraron significativamente. No era la primera misión que realizaban con Hayato, pero esta vez tenía un cariz muy diferente. Antes habían sido situaciones de investigación, robo o intimidación. Esta vez la misión conllevaba matar, y el jefe les había llamado a su despacho para darles instrucciones muy claras al respecto.

-Hayato-senpai, es necesario que alguien establezca un perímetro de seguridad. Hay una base aliada muy cerca…- intentó improvisar Fran.

-En ese caso dejaré vigilando a Uri- decidió.

Los dos Varia se miraron con alarma. Tenían órdenes expresas de no dejar que Hayato se manchara las manos. Habían recibido amenazas de lo más elocuentes sobre qué pasaría si se atrevían a fallar. Y la familia a la que se enfrentaban no era una familia cualquiera, tenía una horrible fama de ser despiadada y brutal. Entrar en sus dominios era una cuestión de morir o matar, y ninguno de ellos estaba dispuesto a morir esa noche. Por eso no podían permitir de ninguna manera que Gokudera les acompañase al interior.

El peliplateado ya se había quitado el anillo que contenía a su gato y estaba convocando las llamas de la tormenta para llamarlo. Belphegor contempló a Fran con expresión de horror. “Haz algo”, decía su mirada, y ya se estaba planteando la posibilidad de darle un golpe a Hayato y dejarlo inconsciente cuando la estúpida rana reaccionó. Levantó una mano y al instante una figura se materializó delante de ellos.

-Hayato…- se escuchó la voz de Tsuna, tan perfecta como si fuera real.

El gemido lastimero que dejó escapar Gokudera le salió del fondo del alma. Las llamas de su anillo se apagaron al acto mientras mantenía la mirada fija en su jefe. Por un instante incluso creyeron que se echaría a temblar, aunque consiguió recomponerse.

-Hayato, ¿cómo has podido...?- insistió la ilusión de Fran. No especificó mucho más porque el ilusionista no sabía muy bien qué había pasado entre ellos dos y no quería arriesgarse a romper el embrujo por un error.

Esta vez el peliplateado se dejó caer al suelo, la espalda apoyada en la pared, las rodillas abrazadas contra el pecho. Soltó un sollozo desgarrador y enterró la cabeza en el regazo, como si quisiera aislarse de todo a su alrededor.

Belphegor y Fran se lo miraron con algo de preocupación. El príncipe se acuclilló ante él y agitó una mano intentando llamar su atención. No hubo respuesta alguna por su parte, estaba totalmente atrapado por la ilusión de Fran.

-¿No crees que te has pasado un poco, rana estúpida?- cuestionó a su compañero.

-Me has dicho que lo pare- se defendió Fran, levantando la cabeza en un gesto muy digno. Aunque en seguida volvió a llevar la mirada hacia Gokudera, preocupado por el lamentable estado que presentaba.

-Tsk, pararle sí, pero no hacía falta ser cruel- le reprochó Bel, al tiempo que le lanzaba una andanada de cuchillos. Fran se limitó a cubrirse la cara con un brazo y dejar que se le clavaran sin esquivar-. Mink- llamó a su visón de la tormenta. El animal apareció al momento-. Vigílale- pidió, señalando a Hayato.

El animal bufó un poco pero obedeció a su propietario y se sentó junto al guardián de la tormenta en actitud defensiva. Luego, con una ultima mirada de inquietud, se puso en marcha junto a Fran.

-Creo que debemos dejar clara una cosa, rana de mierda... Nada de mencionar al imbécil de Tsuna delante de él- recalcó el príncipe mientras se encaminaban a su misión.

 

OooOoOoOoOoOo

 

Tsuna tenía la vista perdida en los papeles que se extendían delante de él, aunque no veía nada de lo que ponía en ellos. Los dos últimos meses habían sido los peores de su vida. La primera semana tras la partida de Gokudera había mostrado un ánimo tan deplorable que Reborn le había dicho a todo el mundo que el Décimo se encontraba enfermo y se había quedado en casa con él. Poco a poco el dolor de la pérdida había dado paso a una resignada aceptación. No se sentía para nada mejor, pero entendía que no podía seguir para siempre en aquella deprimente inactividad. No sólo por sí mismo, si no por la mucha gente que dependía de él. Había vuelto al trabajo, aunque su mirada a menudo estaba teñida por aquel velo de tristeza que a duras penas lograba ocultar.

-Venga, Tsuna, que cuando terminemos esto te llevaré a ver porno- dijo un animado Mukuro, consiguiendo que cambiara al momento del estado depresivo a la irritación. Por un segundo casi se había olvidado de que su guardián de la niebla estaba allí.

-Maldita sea Mukuro, repíteme otra vez porque estás aquí- pidió abochornado por su descarado comportamiento. Si es que con él al lado, uno no podía ni deprimirse tranquilo.

El ilusionista le dedicó una sonrisa indescifrable. Lo cierto era que estaba allí porque se lo había pedido Reborn. El asesino estaba en una misión delicada, de las que requerían sangre fría y una insensibilidad total al daño ajeno... y de las que era mejor que Tsuna no tuviera detalles. Pero estaba tan preocupado por su antiguo alumno que no quería dejarlo solo y le había pedido a Mukuro que lo vigilase. Y siendo sincero, hasta él empezaba a preocuparse con aquella expresión vacía que se le quedaba cada dos por tres. Claro que de todo eso no podía decirle nada, así que decidió contar la otra parte de la verdad.

-Porque estaba muy aburrido en Kokuyo. A Chrome-chan la has mandado de misión con Ryohei, a Fran le toca esta mitad del año con Varia y Byakuran está fuera también. ¿No te lo había dicho? Esta mañana ha secuestrado a Enma y se lo ha llevado a alguna parte para comprobar su poder- explicó con una sonrisa maliciosa.

-¿Qué ha hecho qué?- se alarmó el castaño, palideciendo al acto- Tengo que avisar a Adelheid antes de que le de un ataque al corazón- masculló mientras rebuscaba su teléfono entre el montón de papeles.

-No te preocupes, Tsuna-kun. Enma estaba con Aobe cuando se lo llevó. Seguro que los Shimon ya saben que está en buenas manos- dijo con voz juguetona.

-No creo que nadie en su sano juicio esté de acuerdo con esa afirmación- dijo con rotundidad.

La sonrisa de Mukuro se ensanchó de manera socarrona. Le había dado la excusa perfecta para sacar uno de aquellos temas que tanto le molestaban.

-Oh, yo puedo dar fe de que sí- contradijo, acercándose a él como si le fuera a contar alguna clase de secreto-. Byakuran es muy bueno en la cama. ¿Quieres que te cuente lo que se siente al tener a alguien dentro de ti?- punzó de manera mordaz.

Al acto Tsuna alzó una mano y cerró los ojos con una mueca de espanto.

-No, gracias- aseguró tajante, y antes de que la conversación siguiera por aquellos derroteros escabrosos decidió que era preferible centrarse un rato en el trabajo.

Mukuro le miró con suspicacia. Estaba algo sonrojado, pero le estaba ignorando de una manera muy digna. Normalmente le gritaba, adquiría el color de los tomates maduros, gesticulaba de manera exagerada y mascullaba entre dientes. Pero no veía rastro alguno de aquella reacción.

-¡Ah, ya sabes lo que es!- dedujo el ilusionista, y su tono sonó levemente acusador. Rió de buena gana- Ya tocaba que echaras un polvo, Tsuna- le felicitó.

Esta vez sí, Mukuro consiguió la reacción esperada. Tsuna gritó, se sonrojó, tiró por accidente varios papeles al suelo y buscó con la mirada algún lugar en el que esconderse para no salir.

-No es asunto tuyo- consiguió murmurar al fin.

-Vamos Tsuna, no es algo de lo que avergonzarse- consiguió decir el ilusionista entre carcajada y carcajada.

Tan distraídos estaban, uno atacado de risa y el otro farfullando incoherencias, que no se dieron cuenta de que la puerta se abría y entraba Hibari hasta que estuvo ante ellos. El moreno dejó un papel sobre la mesa y frunció el ceño con desagrado, molesto ante tanto alboroto.

-¿A qué viene tanto jaleo?- se quejó claramente molesto.

-Hibari, nuestro Tsuna-chan ya es un hombre. Al fin ha perdido la virginidad- anunció Mukuro con malicia.

-Oh, ya era hora- fue la indiferente respuesta del guardián de la nube, que se limitó a darse la vuelta para volver a salir.

Tsuna pensó que estaría muy bien morirse en ese instante. Incluso Hibari como-te-acerques-te-morderé-hasta-la-muerte acababa de decir que ya era hora. No creía que pudiera sentir más vergüenza en lo que le quedaba de vida. Sí, definitivamente lo mejor que podía hacer era irse a casa, enterrarse bajo la manta y esperar a que algún dios se apiadara de él y acabara con su miserable existencia.

-Espera un momento- dijo Hibari, deteniéndose con una mano sobre el picaporte y dirigiéndole una mirada espeluznante-. No me dirás que yo tengo el doble de trabajo porque tú te has acostado con Hayato, ¿verdad?- inquirió con voz de ultratumba.

La forma en que la mirada de Tsuna se desorbitó ante sus palabras y los colores le subían con violencia a la cara fue una clara confirmación.

-Tsk- Hibari salvó la distancia que les separaba y le sujetó de la muñeca, haciendo que se pusiera en pie de un solo tirón-. Ahora mismo vamos a Italia. Y ya puedes hacer lo que haga falta para traerlo de vuelta- le gruñó.

 


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