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Siempre tú por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Disclaimer: La última vez que lo consulté, KH Reborn seguía siendo propiedad de Akira Amano. Pero en cuanto se despiste le secuestro a Gokudera, a Hibari, y a una larga lista más.


Pairing: 5927, menciones 10069/69100, menciones de XxS


Notas de Yunnie: para no perder costumbres, os dejo un capi nuevo. Espero que os guste...

El malentendido

Tsuna se quedó plantado ante el cuartel general de Varia, incapaz de dar un solo paso más. El viaje de por sí ya había sido tenso. No porque Hibari hubiera hecho nada en concreto, se había limitado a arrastrarle hasta el jet privado e ignorarle sin más durante todo el trayecto. Tsuna había intentado entablar conversación un par de veces para olvidarse de los nervios pero Hibari, fiel a sus costumbres, se había limitado a fulminarle con la mirada e ignorarle sin más. Y allí estaba, temblando como un idiota sólo de pensar que aquellos ojos verdes pudieran mirarle con resentimiento otra vez.

Completamente insensible al estado anímico de su jefe, Hibari abrió la puerta y entró sin molestarse en llamar. Un soldado raso le salió al paso, cometiendo el error de interponerse ante él para averiguar quienes eran y el motivo de su intrusión. No tardó en caer inconsciente al suelo, sin que Hibari se molestara en contestar. Avanzaron por los conocidos pasillos hasta llegar al salón, donde solía estar reunida la mayoría de Varia cuando no se encontraba de misión.

Varios pares de ojos se volvieron hacia la puerta al instante. Tsuna dio un vistazo a los presentes y tragó saliva con dificultad. Hayato estaba allí, al parecer discutiendo algo acaloradamente con Belphegor mientras ambos mantenían su atención en un mapa. Ninguno de los dos se había dado cuenta de su presencia aún, pero Lussuria, Levi y Fran les miraban con clara sorpresa.

-He dicho que te quedarás en el tejado y no vamos a discutir- aseveró Bel, aunque por la media sonrisa que apareció en sus labios se adivinaba que estaba más que predispuesto a que le contradijera.

-Bel-senpai...- llamó Fran- Creo que Hayato-senpai tiene visita- añadió al ver que ninguno le prestaba la menor atención.

Esta vez sí, los dos se volvieron hacia la entrada a un tiempo y aunque mostraron la misma perplejidad durante una fracción de segundo, la reacción de cada uno fue muy distinta. Gokudera se quedó completamente inmóvil, tan pálido que daba la impresión de haber perdido toda la sangre del cuerpo. Clavó la mirada en Tsuna y no fue capaz de apartarla de él. Belphegor en cambio entrecerró los ojos con claro enojo antes de llevarse las manos al cinturón.

-Tú- gruñó, y antes de que nadie tuviera tiempo de reaccionar, lanzó varios cuchillos hacia Tsuna, saltó por encima de la mesa y se lanzó directo hacia él.

Lussuria y Fran se movieron a la vez para atrapar a su impulsivo compañero, quien ya había llegado hasta el aterrorizado castaño, y pronto Bel estuvo enfrascado en una desordenada pelea contra ellos, contra Tsuna y contra cualquiera que se le pusiera por delante. Pensando que el jefe se pondría de muy mal humor con tanto ruido, Levi decidió intervenir aunque sólo sirvió para que el caos fuera a más.

-¡¡Vooooi!! ¿¡Qué es todo este escándalo, escorias!?- bramó Squalo, abriendo la puerta con un sonoro golpe y haciéndose oír por encima del barullo general- Tsuna- murmuró sorprendido cuando le vio salir medio asfixiado de debajo de Levi- ¿¡Alguien me explica que coño pasa aquí?!- preguntó a gritos, a pesar de que la estancia se había quedado totalmente en silencio.

Podría haber hecho temblar a sus subordinados si Xanxus no le hubiera pateado el trasero en ese momento, haciendo que el capitán se adentrase en la sala con un movimiento nada elegante.

-Tú eres el que más ruido hace, imbécil- reprochó su jefe con una mueca de fastidio- Y bien, ¿que significa esto, pedazo de mierda?- inquirió mirando a Tsuna despectivamente.

Tsuna miró alternativamente a Hayato, que parecía petrificado con una mueca de horror en el rostro, a Hibari, que parecía querer asesinar a alguien y por el modo en que le miraba iba a empezar por él, y a Xanxus, quien parecía estar a punto de empezar una masacre. Tragó saliva y, teniendo en cuenta lo nervioso que estaba, la voz le salió con una firmeza sorprendente.

-He venido a llevarme a Gokudera- anunció con toda la autoridad que fue capaz de reunir.

Xanxus estalló en sonoras carcajadas.

-¿Y qué te hace pensar que voy a dejar que te lo lleves?- cuestionó sarcástico. En estos días no sólo se había dado cuenta de lo valioso que podía llegar a ser, también le estaba empezando a coger ese algo parecido al cariño que sentía por los de su equipo y, lo más importante, era su arma para tener a Squalo bajo su absoluto control.

-Porque Tsuna está dispuesto a pelear si no entras en razón- fue la contundente respuesta de Hibari.

El castaño le miró con alarma. Estuvo a punto de negar sus palabras pero finalmente asintió con calma. Aunque fuera una decisión egoísta, le quería de vuelta con él. Pensó que Xanxus le dispararía pero hizo algo mucho más aterrador.

-¿Por qué?- preguntó el jefe de Varia, cruzando los brazos ante el pecho.

Tsuna no podía contestar a su pregunta. No con todo el mundo atento a su respuesta y el recuerdo del rechazo de Hayato todavía pesando como una losa en el corazón. La punzada de dolor que le asaltó al recordarlo fue tan intensa que se reflejó por un instante en sus ojos castaños. En seguida recompuso una mueca inexpresiva antes de contestar.

-Porque es uno de mis guardianes. Es importante para la familia, le necesitamos en la décima generación- mintió.

Gokudera cerró los ojos ante su respuesta. Al verle entrar había albergado la pequeña esperanza de que tal vez Tsuna le hubiera echado de menos durante estos meses. No se engañaba, no esperaba una relación romántica con él, pero tal vez le importara lo suficiente como para ir hasta allí a buscarle. Pero no había ido por él. Era la familia lo que estaba detrás de sus actos. Sin duda, Reborn le había enseñado bien, pensó amargamente.

-Está bien, puedes llevartelo- fue la inesperada respuesta de Xanxus. Sólo había necesitado un segundo para ver lo mucho que le importaba Hayato, aunque dijera todas aquellas excusas absurdas. No es que fuera un sentimental, pero algo en la manera terriblemente rota en que habían acabado aquellos dos le había hecho reaccionar. Chasqueó la lengua en señal de desagrado y se dio la vuelta para marchar-. Aunque Sawada, no olvides una cosa. Hayato es ahora uno de los nuestros. Hazle daño de nuevo y te juro que te mataré- aseguró sin molestarse en mirarle-. Vamos, basura- dijo a Squalo, dándole un brusco tirón del brazo para hacerle salir del salón junto a él.

-¿A qué coño ha venido eso?- preguntó Squalo en cuanto la puerta se cerró tras ellos, y no tenía muy claro si preguntaba porque dejara marchar a Hayato tan fácilmente o por su súbita amenaza.

Xanxus gruñó, molesto. De alguna manera, se había visto reflejado en Tsuna y Hayato. Los dos parecían quererse con locura, pero el miedo y el orgullo habían hecho que se distanciaran hasta un punto que parecía imposible de reconciliar. Aunque diferente, era lo mismo que pasaba entre Squalo y él. Siempre había estado enamorado del estúpido y ruidoso tiburón, pero cuando le proclamó tan despreocupadamente su amor años atrás no le creyó. Siempre le habían mentido y engañado toda su vida. ¿Por qué le iba a creer? Cuando le dijo que se lo demostrase acostándose con él pensó que se echaría atrás. Incluso cuando se quitó la ropa con movimientos temblorosos, pensó que en el último momento terminaría por huir. Pero no fue así. Se había entregado a él en cuerpo y alma, y él no había tenido el valor para tragarse su orgullo y decirle que también le importaba de verdad. Durante todos aquellos años, se había limitado a comportarse como un capullo y tratarle como si fuera de su propiedad. Pensaba que si Squalo en verdad le amaba, no importaba lo que le hiciera, siempre seguiría junto a él. Hayato y Tsuna le habían hecho darse cuenta de que no era así y la idea de perder a Squalo era demasiado aterradora como para fingir que no le importaba.

-Oye, escoria...- dijo Xanxus- Me da igual lo que tú opines, sigues debiéndome un enorme favor y te quiero todavía en mi cama- advirtió.

Squalo resopló sonoramente. Cómo si esperase algo más de su insensible y egoísta jefe.

-Ya lo sé- replicó con altivez.

Xanxus exhaló de puro alivio. Por un momento había temido que ahora que ya no tenía en sus manos a Hayato le enviara a la mierda, pero parecía que después de todos aquellos años sus sentimientos no habían cambiado.

-Bien- acorraló al peliblanco contra la pared y le dedicó toda la intensidad de sus ojos rojos- Y espero que tengas claro que es porque estoy enamorado de ti, porque no te lo voy a decir- susurró antes de hacerse con sus labios. Squalo todavía tenía la mirada desorbitada cuando Xanxus rompió el beso y le miró con expresión socarrona- ¿Me has oído, basura?- inquirió.

-S.. ¡Sí!- casi bramó Squalo, tan nervioso que no acertaba a responder nada coherente.

-Bien. Y por si no lo has notado- el moreno pegó sus caderas a él para que se diera cuenta del bulto que empezaba a formarse bajo sus pantalones-, te quiero en mi cama ahora- susurró de manera seductora.

-Voy- accedió Squalo, y esta vez también él sonreía de medio lado mientras se encaminaba hacia la habitación.

OooOoOoOoOoOo

Tsuna bajó del avión privado con movimientos pesados. Se sentía como si le hubieran dado la paliza de su vida. No sólo por haber ido y vuelto de Japón a Italia sin un descanso, es que el viaje de regreso había sido todavía peor que el anterior, plagado de pura tensión.

Hayato se había sentado en silencio y no le había dirigido la palabra en todo el trayecto. Cada vez que sus ojos se cruzaban se limitaba a sostenerle la mirada con una expresión tan fría que le hacía añicos el corazón. Aunque no podía culparle, le había hecho volver sin tener en cuenta su opinión. Se sentó en el asiento trasero del taxi con alivio.

-¿Os importa que el chófer me deje en casa a mí primero?- preguntó a sus compañeros. Hayato se encogió de hombros con indiferencia, Hibari le dirigió una mirada ceñuda desde el asiento del copiloto y le dio al taxista la dirección del despacho, logrando que Tsuna suspirase. Al parecer le tocaría esperar.

-Nada de ir a casa. Son las tres de la tarde, todavía no ha terminado tu jornada laboral- apuntó Hibari.

-¿Eh? Pero... ha sido un viaje de casi dos días, yo pensaba que...

-¿Hayato?- inquirió el moreno.

Éste frunció el ceño dejando claro que no le hacía ninguna gracia, pero cuando contestó a Tsuna lo hizo con voz monótona y práctica.

-Debería hacer el esfuerzo, Décimo. Estoy seguro que hay mucho trabajo acumulado- dijo de lo más formal.

Esa forma tan correcta y distante de hablarle le produjo una desagradable sensación en la boca del estómago. Le había costado años que Gokudera le tratase de una forma cercana, y que ahora volviera a las antiguas costumbres le dejaba muy claro que no tenía intención de olvidar lo que había pasado. Pensaba poner entre ambos una muralla de fría formalidad. Asintió de manera ausente y se hundió en el asiento del coche, consciente de que sería una tarde larguísima.

El empleado que atendía la recepción corrió a hacerse cargo de las maletas de Gokudera en cuanto le vio llegar. Las dejó tras el mostrador y le dio la llave de su despacho, asegurando que nadie había entrado en él durante su ausencia. Hayato le sonrió sin ninguna alegría antes de darle las gracias.

Hibari les precedió hasta el despacho de Tsuna en el más absoluto silencio. Abrió la puerta y les hizo un gesto a los dos para que pasaran antes que él. Se recostó contra la puerta al cerrar y les miró con claro desagrado.

-No sé exactamente que maldito problema tenéis y tampoco podría importarme menos, pero ya podéis hablarlo como adultos y solucionarlo. No porque me preocupe que esta estúpida manada se caiga a trozos pero cuando el herbívoro rebelde no está, me toca a mí la mayoría de su trabajo. Suficiente me tengo que relacionar con vosotros sólo con el mío, así que me da absolutamente lo mismo cual de los dos sea el capullo, que pida perdón y arregle esta situación. ¿Entendido?

Tsuna miró horrorizado a Hibari. Sólo él podía tener semejante falta de tacto y consideración.

-No es tan fác... hieeeee- se interrumpió Tsuna al notar el aura asesina que empezaba a rodear al moreno.

-No me obliguéis a encerraros aquí- advirtió, y con la misma mala cara con que había llegado se marchó, dejándoles a solas en el silencio de la habitación.

Tsuna suspiró, incómodo. Hibari tenía razón, no podían permitir que su relación afectara a todos los demás. Quizás si Hayato entendía porque se comportó como lo hizo, si podía hacerle entender lo importante que era para él, tal vez podría perdonarle, aunque no le correspondiera jamás.

-Hayato, yo... sobre lo que pasó aquella noche...- se interrumpió cuando los agridulces recuerdos le invadieron, cerrando los ojos con pesar. Quería decirle tantas cosas y al mismo tiempo tenía tanto miedo de hacerlo... sólo sabía una cosa, y era que no podía vivir sin él. Por eso tendría que obligarse a hablar, costara lo que costase- Cielos, no sé cómo decirte esto...- le miró con expresión culpable.

Gokudera vio claramente como empezaba a retorcerse los dedos de las manos, en aquel gesto inconsciente que repetía cuando un tema era incómodo para él. Sintió una punzada de culpabilidad al comprender que no sabía como decirle que se había tratado de un error sin herir sus sentimientos. No podía arrancarse lo que sentía del pecho, pero podía ponerle las cosas más fáciles.

-No se preocupe, Décimo, no tuvo ninguna importancia- le intentó tranquilizar en el tono más indiferente que fue capaz de adoptar. Tsuna le miró sin parpadear, como esperando que dijera algo más- Sólo... sólo fue un calentón, lo habría hecho cualquier amigo- añadió en un murmullo.

-¿Cualquier amigo?- repitió Tsuna, con una voz peligrosamente calmada. Se acercó hasta él, que estaba apoyado en el escritorio, con una expresión indescifrable- ¿Cualquier amigo?- insistió, controlando el enfado que amenazaba con hacerle alzar la voz- Entonces... si hubiera sido Yamamoto, o Hibari, ¿también habría estado bien?- inquirió, retándole con la mirada.

Hayato tuvo que hacer un esfuerzo por contener el sollozo lastimero que se le había atascado en la garganta. ¿Por qué se comportaba Tsuna de un modo tan cruel? No era ningún secreto que estaba enamorado de él desde que le conoció, incluso la vaca estúpida se había dado cuenta. Sólo quería intentar que todo volviera a la normalidad, pero Tsuna seguía a escasa distancia de él, desafiándole, queriendo asegurarse de sus palabras.

-Sí- respondió, ignorando el nudo que se había formado en la boca de su estómago.

-Sólo un calentón...- murmuró Tsuna, conteniendo a duras penas la rabia que amenazaba con desbordarse. Ya sabía que para Hayato no había tenido ninguna importancia, pero podía pararse a pensar un instante lo que había significado para él. Estaba tan dolido que no razonaba con claridad. Sabía lo mucho que había odiado el peliplateado aquella noche y quería hacer tanto daño como le habían hecho a él- Entonces, si te pidiera sexo ahora, ¿también estaría bien?- le desafió.

Hayato cerró los ojos un instante para tragarse el dolor.

-¿Eso es lo que quiere, Décimo?- preguntó, totalmente exhausto.

-A lo mejor sí- le provocó.

Hayato se sintió enfadado, dolido y derrotado a la vez. Tsuna no fue consciente de lo lejos que había llegado con sus palabras hasta que de pronto se sintió alzado por la cintura. Hayato le volteó en el aire para colocarlo sin demasiado cuidado sobre el escritorio y clavar sus ojos verdes en él. Contuvo la respiración mientas Gokudera parecía librar una pequeña lucha interior.

-Hayato...- susurró con la garganta seca. Quería decirle que lo lamentaba, que estaba tan dolido por su rechazo que ni tan sólo sabía lo que decía o sentía. Quería detener toda aquella locura, pero no consiguió articular una sola palabra.

-No se preocupe, Décimo. Ya le dije que haría lo que fuera por usted- replicó con frialdad, y con movimientos temblorosos le desabrochó el primer botón del pantalón.

Fue una situación de lo más extraña. Resultaba evidente que ninguno de los dos quería que aquello pasara, pero ninguno de ellos fue capaz de detenerlo. Hayato empezó a desabrocharle la ropa. Tsuna coló las manos bajo la camiseta del peliplateado y le empezó a acariciar. En poco rato estaban ambos desnudos, mirándose con culpabilidad, con desafío, con la vana esperanza de que alguno de los dos consiguiera parar. Tsuna lo sabía perfectamente, así sólo iban a hacerse daño, pero cuando Gokudera le acarició la parte baja del vientre se limitó a gemir bajito y dejarse hacer.

Pronto le sintió hundirse en su interior, y sólo acertó a enroscar las piernas tras su cintura y moverse con su mismo vaivén. Se dejó arrastrar por toda aquella locura besándole, tocándole, pidiéndole más. El orgasmo no tardó en asaltarle con intensidad, pero en cuanto se desvanecieron los últimos rastros de placer le sustituyó un vacío tan pesado que le oprimía el corazón.

Hayato salió lentamente de él, con cuidado de que no se manchara. Volvió a ponerse la ropa en silencio, dejando que el flequillo le cubriera los ojos en aquel gesto tan suyo cuando quería ocultar el dolor. Tsuna quiso decir algo, pero le pareció que ya había hecho suficiente daño.

-Si me necesita, estaré en mi despacho- dijo Gokudera.

Tsuna asintió con la cabeza y, con el corazón encogido en el pecho, le dejó marchar.

 

Notas finales:

Notas de Yunnie: prometo que no sé que ha pasado para que la cosa termine así. Yo tenía intenciones de arreglar el XxS y dejar medio encaminados también a este par, pero en cuanto se han quedado a solas en el despacho se han puesto los dos en modo rebelde... a ver cómo me las apaño yo ahora para arreglarlo todo en el próximo capítulo que, si no me fallan las cuentas, será el último. Deseadme suerte.


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