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Siempre tú por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Disclaimer: La última vez que lo consulté, KH Reborn seguía siendo propiedad de Akira Amano. Pero en cuanto se despiste le secuestro a Gokudera, a Hibari, y a una larga lista más.

Pairing: 5927, menciones 10069/69100, menciones de XxSmeciones de RxL

Notas de Yunnie: Perdón por el retraso en este capi. La semana pasada tuve un problema técnico con el archivo. No sé que hice que no lo guardé correctamente y me ha tocado reescribirlo. Y por algún motivo, la segunda vez me ha costado mucho más que la primera... En fin, no me enrollo más y os dejo con el capítulo final.

La confesión

Tsuna suspiró, mirando al hombre que tenía delante y sintiéndose totalmente derrotado. La verdad es que no parecía para nada arrepentido, a pesar del enorme jaleo que había armado.

-¿Tienes idea de lo que tuve que prometerle a Adelheid para que no se lanzara con todos los Shimon contra los Millefiore? Maldita sea Byakuran, eres un aliado, se supone que tienes que hacerme la vida más fácil, no complicarla más- se lamentó.

-Era inevitable, Tsuna, necesitaba comprobar si Enma es tan fuerte como asegurabas- repuso con aquella sonrisa de no haber roto un plato en su vida.

-Hah... no sé ni para que lo intento....- se quejó el castaño. Razonar con Byakuran era una absoluta pérdida de tiempo. Le miró pasear de un lado a otro sin parar- ¿Seguro que no quieres sentarte?- volvió a ofrecerle. Llevaban más de diez minutos discutiendo sobre el secuestro de Enma y allí seguía, obstinadamente de pie.

-No. Mukuro también estaba bastante molesto y anoche se excedió- miró enfurruñado al guardián de la niebla, que estaba sentado junto a Tsuna- Creo que no podré sentarme en un par de días.

El ilusionista le dedicó una expresión diabólica que dejó muy claro que aún le duraba el enfado.

-Dos semanas...- murmuró entre dientes- Dos semanas y vuelves tan tranquilo como si no hubiera pasado nada... ¿Crees que no vi la marca que tenía Enma?- inquirió. Lo dijo de manera tan espeluznante que incluso Tsuna se encogió sobre sí mismo, y eso que la bronca no iba dirigida a él.

-Ya te he dicho que sólo le di un mordisquito... Enma no quería pelear y tuve que asustarle. Pero te juro que no pasó nada más, tú eres el único- aseguró con actitud solemne.

Por la manera en que Mukuro le clavó el tridente en el hombro sin compasión, Tsuna supuso que no se lo había creído del todo.

-Creo que deberíais dejar las riñas de pareja para cuando yo no esté delante- dijo el castaño.

-Tú has preguntado- replicaron a la defensiva los dos a un tiempo.

Tsuna suspiró con cansancio. Intentar que no sacaran temas pervertidos era otra batalla perdida. Miró a Byakuran con una paciencia que no sabía ni de dónde sacaba.

-Espero que al menos te hayas disculpado con los Shimon como te pedí- advirtió.

-No voy a disculparme por algo de lo que no me arrepiento- aseguró Byakuran, y por el tono que utilizó parecía que la simple propuesta le ofendiera.

Tsuna se llevó las dos manos a la cabeza. Cómo si no tuviera bastantes problemas propios como para tener que resolver los de otros. Si hubiera sabido que ser el jefe representaba tanta responsabilidad y complicaciones, se lo hubiera pensado todavía durante más años.

-¿Puedo hacer algo para que cambies de opinión?- inquirió, y su tono sonó más bien a súplica.

-Me temo que no- fue la contundente respuesta de Byakuran, rematada con una encantadora sonrisa.

-Pues entonces fuera de mi vista- gruñó el castaño.

Byakuran se llevó una mano a la cabeza, imitando un saludo militar, y tras hacer aparecer sus alas se desvaneció ante sus ojos. Tsuna se dejó caer con aspecto cansado sobre el respaldo de la silla. Tenía un montón de trabajo por hacer, y Mukuro con su evidente mosqueo no estaba siendo una gran ayuda. Miró hacia la derecha, a la pared de blanco inmaculado que separaba su despacho del de Gokudera. Unos meses antes, Hayato hubiera estado allí junto a él y ya habría avanzado más de la mitad de las tareas que tenía pendientes. Pero desde que había vuelto de Italia su relación era tan delicada que apenas cruzaban unas pocas y formales palabras. Seguía cumpliendo todas sus obligaciones y atendiendo cada una de sus necesidades, pero de una manera tan distante que le dolía en lo más profundo del alma. Palideció. Y lo peor de todo era que por algún inexplicable motivo Hayato parecía creer que tener sexo con él se había convertido en una de sus obligaciones. Temía tanto como anhelaba esos momentos que pasaban a solas, los odiaba tanto como los deseaba. Sabía que no tenía ningún sentido y que sólo conseguía que se hicieran daño los dos, pero al menos durante aquellos encuentros Hayato le mostraba algo más que la simple indiferencia que le estaba destrozando poco a poco.

Estaba tan perdido en sus cavilaciones que se llevó un buen susto cuando la puerta se abrió de golpe para dejar paso a Reborn. Entró y le dedicó una larga mirada que no consiguió ocultar del todo la preocupación que sentía por Tsuna.

-Oh, Reborn. Creí que aún tardarías varias semanas en volver- dijo Mukuro, que parecía encantado con su regreso.

El hitman asintió gravemente con la cabeza. Se suponía que había salido del país para una misión que duraría un par de meses, pero había regresado antes de lo previsto.

-Ryohei y Takeshi parecen tenerlo todo controlado así que me tomé la libertad de adelantar mi vuelta- aclaró, dirigiendo una significativa mirada a Tsuna- ¿Todo bien por aquí?

-Oh, estupendamente- ironizó Mukuro-. Hibari trajo a Hayato de vuelta a la fuerza hace un par de semanas y luego se largó de nuevo, dejándome a mí el marrón. Te juro que la tensión se puede cortar con un cuchillo- explicó, sin molestarse en disimular lo irritado que estaba.

Reborn hizo una mueca de sorpresa. No sabía que era más inaudito, que Hibari hubiese decidido intervenir, o que en dos semanas Tsuna hubiera sido incapaz de arreglar las cosas con Hayato.

-Bueno, ya que estás aquí- siguió Mukuro- creo que yo puedo volver a casa- la expresión le cambió de repente a una mucho más siniestra-. Hacer de niñera es entretenido, pero tengo un novio al que matar- anunció con un brillo maligno destellando en sus ojos. Y sin otra palabra, desapareció en un parpadeo.

Reborn negó con la cabeza y se acercó hasta la mesa, tomando asiento al lado de Tsuna.

-¿Qué me he perdido?- inquirió con paciencia.

-Es una historia muy larga... Byakuran secuestró a Enma y...

-De esos dos no, idiota- le cortó Reborn. Estaba más que acostumbrado a sus excentricidades y sabía que siempre se arreglaban por si solos en pocos días- ¿Qué ha pasado entre Hayato y tú?

La expresión de Tsuna cambió al acto, volviéndose tan entristecida y ausente que casi parecía otra persona.

-No te lo creerías si te lo contara...

-Deja el melodrama y empieza a hablar, dame-Tsuna- exigió su tutor.

Tsuna resopló y, a regañadientes, empezó a relatarle la primera conversación que tuvo con Hayato y la compleja situación en la que se encontraban ahora. Reborn le escuchó sin interrumpirle, aguardando con paciencia cada vez que se atascaba, pero en cuanto terminó su relato le asestó un tremendo golpe en la cabeza que hizo que Tsuna se llevara las manos a la zona dolorida y adoptara una postura defensiva.

-¿Pero tú eres idiota?- cuestionó un enfadado Reborn- ¿De verdad crees que Hayato haría algo así si no sintiera algo por ti? ¿Le has visto coquetear con alguien en su vida? ¿O es que después de tanto tiempo aún no le conoces?

Tsuna negó con la cabeza, obstinado.

-No puedes compararlo, Reborn. Hayato siempre dice que haría cualquier cosa por mí...

-¿Y te has parado a pensar alguna vez el porqué?- le reprochó. A veces se preguntaba cómo podía haber educado tan bien a Tsuna en algunos aspectos y tan rematadamente mal en otros.

-Porque soy el Décimo- respondió el castaño, con una sonrisa amarga y una falta total de esperanza en su tono de voz.

Reborn frunció el ceño y resopló.

-¿Qué voy a hacer con vosotros dos?- se preguntó con paciencia. Se puso repentinamente serio, tanto que su alumno se puso firme en un acto reflejo- ¿Te he contado alguna vez cómo perdí a Lambo?- preguntó con voz ausente.

Tsuna negó con la cabeza. Eran tan pocas veces las veces que Reborn hablaba de si mismo que aguardaba por qué siguiera hablando casi conteniendo la respiración.

-Le dejé creer que lo nuestro sólo era sexo- explicó con la vista perdida en algún momento pasado-. Tuve tanto miedo de admitir lo mucho que me importaba que me fui a la cama con cualquier hombre o mujer que se puso a tiro y le dije que él sólo era como todos los demás...- cuando encaró de nuevo a Tsuna, su dolor era tan evidente que encogía el corazón-. Todavía no me he perdonado por ello, y no hay un solo día en que no me arrepienta de lo cobarde que fui- dejó escapar un largo suspiro-. No cometas el mismo error, Tsuna. No pierdas a la persona que más te importa sin intentarlo al menos- le rogó, con una mirada tan triste que Tsuna asintió con la cabeza, sin el valor para negarse a su petición.

-Yo... le invitaré a mi casa esta noche y hablaré con él- decidió. La simple idea le provocaba pánico, pero el dolor de Reborn era tal que en ese momento le hubiera prometido cualquier cosa-. Le confesaré claramente mis sentimientos. Sé que lo nuestro es imposible, pero al menos no podrás decirme que no he luchado con todo lo que tengo- murmuró con una mirada apagada que reflejaba lo mucho que esperaba un nuevo rechazo.

Reborn le dio unas cariñosas palmaditas en la mano. Eso era lo que necesitaban, que uno de los dos dijera las cosas claras y acabara con aquel absurdo malentendido.

-Ya verás como todo saldrá bien- le prometió el asesino.

-Ojalá tuvieras razón...- murmuró Tsuna, con una sonrisa tan rota y desanimada que calaba hasta lo más hondo del corazón.

 

OooOoOoOoOoOo

 

Sabía que iba a ser un error. Lo había sabido desde el mismo momento que se lo había prometido a Reborn. Cuando Hayato había llegado a su casa, Tsuna había perdido ya toda la determinación, así que cuando intentó abrir la boca no le habían salido las palabras. Y así habían acabado desnudos en su cama, revolcándose hasta que estuvieron exhaustos, con el cuerpo satisfecho y el corazón destrozado. Podía ver el pesar en los ojos del peliplateado cada vez que se acostaba con él. Era evidente que lo hacía por simple obligación. ¿Cómo iba a presionarle todavía más, confesado unos sentimientos que era obvio que no deseaba?

Hayato se había metido en la ducha y Tsuna se había quedado en la cama, incapaz de enfrentarle otra vez más. Así que cuando se abrió la puerta del baño, cerró los ojos y fingió dormir. Escuchó como el peliplateado se acercaba hasta él y puso todo su esfuerzo en parecer relajado, aunque estaba tan nervioso y tenso que seguro que su sueño resultaba del todo antinatural. Gokudera se había detenido junto a la cama y notó como se inclinaba hacia él. Y entonces sintió una caricia en la mejilla. Fue suave, y lenta, y tan cargada de cariño que por un segundo se le detuvo el corazón. Era tan evidente en cada uno de sus gestos, en su mirada, en la entrega absoluta que le ofrecía… Hayato no se acostaba con él, Hayato le hacía el amor, y debía ser un completo idiota para no haberse dado cuenta antes.

Pero entonces... ¿Cómo habían acabado las cosas tan enredadas? Hizo un esfuerzo por recomponer todo lo que había pasado y se dio cuenta con horror de lo egoista que debía parecer. Se había limitado a decirle a Hayato que se quedara con él porque no quería estar solo, a exigirle que regresara a Japón con él sin darle una explicación. En ningún momento había tenido valor de decirle que todo eso se debía a lo mucho que le importaba.

Le escuchó suspirar y  casi al instante dejó de notar el roce de su mano. Tsuna se incorporó presuroso y le sujetó de la muñeca antes de que se alejara. Gokudera se sorprendió de que estuviera despierto y en seguida adoptó una expresión de disculpa.

-Lo lamento Décimo, no quería molestarle…- dijo, adoptando la expresión más neutra que fue capaz- Ya me marchaba.

-Siéntate Hayato- pidió Tsuna-. Tenemos que hablar, ¿no te parece?

Gokudera suspiró antes de asentir con la cabeza y sentarse junto a él. Sabía que no debería haberle acariciado, que se había delatado él solo. Había roto el pacto implícito al que habían llegado de dejar los sentimientos a un lado.

-Lo siento Décimo- bajó la cabeza, incapaz de sostener su mirada-. Sé que lo último que necesita es que yo le moleste con mis tontos sentimientos pero... siempre he...

Tsuna le miró con horror.

-No, no, no- le cortó. Todo este malentendido había sido culpa suya y no era justo que Hayato se disculpara.

Gokudera le contempló algo dolido. Sabía que Tsuna no quería complicaciones pero necesitaba que entendiera porque todo era tan difícil para él. Pero parecía que el castaño no quería escuchar su confesión.

-No se preocupe, nunca he esperado que me corresponda- le aseguró Hayato, y Tsuna reconoció en su tono de voz la misma desesperanza que le había embargado a él todas estas semanas. Cielos, que manera tan estúpida de sufrir ambos por culpa de su cobardía-. Siempre he sabido que no puedo competir con Kyoko.

-¿Kyoko?- repitió Tsuna extrañado- ¿Qué tiene que ver Kyoko-chan con todo esto?

-Yo...- Gokudera se sonrojó-. Lo lamento, escuché como Reborn le ordenaba que le confesara sus sentimientos.

-Ah...- Tsuna también se sonrojó, consciente de que ya no había vuelta atrás en lo que iba a decir- Hablábamos de ti. Siempre has sido tú, Hayato, el único al que me debía confesar.

-¿Eh?- parpadeó un par de veces. Eso... tenía que ser un sueño, ¿verdad?- ¿Eeeeh?- volvió a preguntar.

La cara de Gokudera era de tal incredulidad que Tsuna tuvo que hacer un verdadero esfuerzo por no reírse en ese momento. Le miró, y sus ojos castaños adquirieron ese tinte ambarino que tomaban cuando mostraban una absoluta determinación

-Lo que quiero decir es que estoy enamorado de ti, Hayato- sintió como si se quitara un enorme peso de encima al decirlo al fin- Perdidamente, desde hace años. Por eso insistía en mantenerte egoístamente a mi lado. Pero ya no lo haré más. Aunque... me gustaría mucho que te quedaras- añadió con una leve sonrisa.

-Po... Por supuesto- aseguró Gokudera al instante, que de los nervios se había puesto tieso como una vela-. Yo también...- se sonrojó más todavía- también le amo.

Tsuna sonrió de forma más abierta. Aunque al fin se hubiera dado cuenta, era maravilloso escucharlo de sus labios. Pero todavía había algo que tenía que solucionar.

-En ese caso... ¿podrías hacer algo por mí?- aventuró. Hayato asintió con la cabeza sin pensarlo si quiera- Deja de tratarme de usted. Me da repelús.

Gokudera rió, quizás por el gracioso mohín que había hecho Tsuna al decir las últimas palabras, quizás porque él también prefería un trato más cercano. Quizás simplemente porque se sentía inmensamente feliz.

-Eso está hecho, Décimo- aseguró con un atisbo de sonrisa.

Se contemplaron en silencio durante largo rato, y Tsuna se dio cuenta de que por fin había vuelto aquel ambiente tranquilo y relajado entre los dos, esos momentos en que no necesitaban más que la simple compañía del otro.

-Entonces...- el castaño le miró con algo de timidez- ¿te quedarás conmigo esta noche?

-Nada me gustaría más - aseguró seriamente, y por si había alguna duda acerca de sus palabras se inclinó sobre él para besarle.

Fue el beso más dulce que Tsuna había recibido jamás. Suave, y cálido, y deliciosamente lento. La lengua de Hayato le rozó el labio inferior, tímida, un tanto insegura, como si temiera que todo aquello fuera una ilusión y un movimiento demasiado brusco fuera a romperla. Tsuna entreabrió la boca al tiempo que le sujetaba de la camisa y lo apegaba a él con intensidad, dejándole muy claro que aquello era real.

Pronto sus manos inquietas quisieron explorar más y se colaron bajo la camisa de Hayato, provocándole un agradable escalofrío. Tsuna sonrió en el beso y le empujó con suavidad, hasta conseguir recostarle sobre la cama. Consiguió desabrochar los botones sin romper el contacto de sus lenguas, aunque finalmente se vio obligado a deshacer el beso para poder seguir desvistiéndole. Miró a Hayato con una sonrisa traviesa bailando en los labios.

-¿Décimo?- inquirió al ver que se movía sobre él para desabrocharle los pantalones y quitarle la ropa. Tsuna le contempló con picardía un instante, antes de empezar a descender sobre su entrepierna- ¡Décimo, no puedes hacer eso!- se alarmó un avergonzado Gokudera al adivinar sus intenciones.

-Claro que puedo- objetó Tsuna-. Y lo voy a hacer- susurró, dejando que el cálido aliento acariciase el miembro del peliplateado-. Es mi disculpa por todo este malentendido.

-No es necesario que...

Tsuna estuvo seguro de que hubiera seguido protestando si en ese momento no hubiera abierto la boca y se hubiera introducido en ella su erección. Así que lo único que salió de los labios del peliplateado fue un sonido incoherente que quedó ahogado por un jadeo. Satisfecho, se concentró en lo que estaba haciendo, dejando que su lengua jugueteara a placer con el miembro de Gokudera.

Hayato casi contuvo la respiración, totalmente hipnotizado. Ni en sus sueños más íntimos se habría atrevido a imaginar que el Décimo haría algo así. Sintió cómo le ardían las mejillas mientras le veía subir y bajar por su longitud con aquella mirada juguetona clavada en él. El calor se extendió como una llama abrasadora por todo su cuerpo. Cómo amaba a ese hombre. Era timidez y descaro. Era fuerza y fragilidad. Era inocencia, y bondad, y pura determinación. No cambiaría nada de él.

-Décimo...

La forma ronca y teñida de deseo en que le llamó hizo que Tsuna sintiera una oleada de placer en su entrepierna. De manera calculadamente lenta dejó que el miembro de Hayato saliera de su boca y le miró con expectación. Gokudera se movió, colocándose sobre él, repartiendo un camino de besos que fue de su cuello a sus labios mientras las manos exploraban con cuidado todo su cuerpo. Había tanta ternura y tanta entrega en cada una de sus caricias que eran toda una declaración de amor.

Tsuna gimió bajito cuando una de sus manos envolvió su erección mientras la otra se perdía más allá, en busca de su interior. Soltó de golpe el aire cuando uno de los dedos le penetró. Cielos, se moría de ganas de tenerle en su interior, esta vez sin miedos ni remordimientos, consciente de que era algo que ambos deseaban desde lo más profundo de su corazón. Se acomodó para facilitarle el acceso, acompasándose a sus movimientos, mordiéndose el labio inferior para contener la impaciencia. Hayato debió verle las ganas en los ojos porque tan pronto como se hubo acostumbrado a la intrusión se posicionó entre sus piernas, acariciandole con cariño el rostro, sonriéndole de esa manera cálida en que sólo le sonreía a él. Le besó ávidamente mientras se hundía lentamente en él, intentando amortiguar el dolor de la intrusión con la intensidad de sus besos. Aguardaba inmovil, paciente, esperando que fuera Tsuna quien le indicara que las molestias habían pasado.

-Más te vale empezar a moverte, Hayato- ronroneó el castaño contra sus labios, con deseo contenido en cada una de sus palabras-. Ya hemos esperado bastante para estar juntos.

No tuvo que insistir. Gokudera respondió a su petición hundiéndose en él y Tsuna no tardó en acompañarle en aquel delicioso compás. Tsuna sonrió al notar una mano de Hayato enredarse en su cabello y pensó que no había nada más maravilloso que mirarle a los ojos mientras le hacía el amor. Si pudiera, detendría el tiempo y se perdería para siempre en aquella mirada esmeralda.

En algún momento indeterminado, Hayato había empezado a besarle, con la misma cadencia lenta y profunda de sus embestidas, que se fueron tornando más aceleradas al tiempo que la pasión les consumía y el beso dejaba atrás la ternura para volverse fuego y pasión. La habitación quedó sumida en un coro de jadeos y gemidos en los que era imposible distinguir donde acababan los de uno y empezaban los de otro. El placer y calor se fueron adueñando de cada célula de sus cuerpos hasta que resultaron inosportables y estallaron en pleno éxtasis casi al mismo tiempo, como si se hubieran fundido en uno solo.

Cuando Tsuna abrió los ojos tras el orgasmo, se encontró con la mirada embelesada de Hayato, que esta vez no tenía ninguna intención de huir de él. Sonrió, incapaz de contener su felicidad, y le sujetó de las mejillas para atraerlo a sus labios. Había perdido la cuenta de los besos que habían compartido cuando Hayato se movió para salir con cuidado de su interior.

-Deberías dormir, Décimo- sugirió, juguetenado con los dedos de Tsuna entre una de sus manos- Todavía tienes mucho trabajo acumulado, mañana será un día largo- dijo, sin perder la expresión enamorada con que le contemplaba.

-Hah- protestó Tsuna, aunque sabía que tenía razón-. De acuerdo- accedió a desgana-, pero sólo si prometes que te quedarás conmigo mañana también.

-Me quedaré contigo toda la vida, Décimo- aseguró sin rastro de duda antes de acercar la mano de Tsuna a sus labios para besarle el dorso.

Tsuna le contempló sin poder borrar la expresión enamorada de su rostro. ¿Cómo no iba a amarle con locura? Hayato siempre sabía lo que necesitaba y estaba allí para dárselo. Lo único que había faltado para que el momento fuera perfecto había sido que le llamara por su nombre, pero supuso que era demasiado pedir para una sola noche. Sintió como el peliplateado se acomodaba contra su espalda, envolviéndole en un cálido abrazo, besándole el cabello antes de cubrirle con las sábanas.

Bueno, tampoco importaba, pensó con una sonrisa radiante instalada en los labios. Tenían toda una vida por delante. Una vida que iban a vivir juntos.

Notas finales:

Notas finales: muchas gracias por acompañarme hasta aquí. Espero que hayáis disfrutado un poquito con mi fic y os lo agradeceré un montón si me dejáis un comentario final diciéndome que os ha parecido. Creo que he dejado todos los temas cerrados, pero me encantará leer vuestra opinión, los finales siempre son algo que me da un poquito de respeto, hehe.

Un abrazo enorme y espero que coincidamos en algún nuevo fic.


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