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Siempre tú por Yunalesca

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Notas del capitulo:

Disclaimer: por ahora, KH Reborn es propiedad de Akira Amano. Dadme tiempo...

Pairing: 5927, toques de 10069/69100

Notas: casi no llego a tiempo, pero aquí estamos, otro viernes con un nuevo capítulo. A ver si mis obligaciones se portan bien conmigo y me dejan actualizar de forma semanal.


Espero que os guste ^^

 

La tentación

Para no perder costumbres, Tsuna llegó de los últimos a la fiesta. El apartamento de Yamamoto estaba totalmente animado, con gente riendo por todas partes. Estaban sus guardianes y el resto de sus trabajadores, Byakuran y los dos miembros de Varia que habían viajado desde Italia para la reunión. También estaban las chicas y algunos antiguos compañeros del equipo de béisbol de Yamamoto. Y por supuesto Reborn, que le dirigió una sonrisa diabólica nada más llegar.

Tras dar un vistazo general y saludar a todos los presentes, se acercó a la mesa donde Bianchi y Kyoko conversaban tranquilamente. Parecía la zona más segura, allí nadie le amenazaría con dispararle ni le explicaría perversiones sobre su relación.

-Tsuna- le saludó Kyoko animada- Haru y yo hemos preparado ponche- cogió un vaso y le sirvió un poco-. Lleva un poco de alcohol- le advirtió.

-No importa, esta noche creo que me va a hacer falta- murmuró para sí.

Se había pasado la tarde dándole vueltas y no tenía la menor idea de como iba a confesarle sus sentimientos a Hayato. Era un hombre, y uno de sus mejores amigos, y la persona en quien más confiaba. Reborn estaba completamente loco si pensaba que iba a arriesgarse a perder todo eso, prefería seguir viéndole desde la distancia, como el sueño inalcanzable que nunca podría tener. Por mucho que eso doliera, era mejor que nada.

-Uuuuh, ¿vas a hacer algo atrevido?- bromeó Kyoko, aparentemente divertida con la idea-. Sería bueno verte correr desnudo frente a la persona adecuada al fin- rió.

Tsuna la miró asustado. Después de tantos años siendo parte de la familia, Kyoko sabía perfectamente lo que era la bala de la última voluntad y porque Reborn la había utilizado con él. ¿Acaso sabía algo de lo que sentía? Aquello sería demasiado vergonzoso.

Bianchi dio un golpe con el vaso sobre la mesa y se lo quedó mirando con los ojos entrecerrados tanto rato que el castaño temió acabar con alguno de sus terribles platos estampado en la cabeza.

-Seguís siendo unos malditos críos- le acusó al fin. Luego dio media vuelta y se alejó tambaleante de allí.

-Creo que Bianchi-san ha bebido demasiado- rió Kyoko. Se acercó un poco más a él y se inclinó para asegurarse de que nadie más la oía-. Yo siempre he sabido que no eres un perdedor, Tsuna- dirigió una mirada de lo más significativa a Hayato, que charlaba con Fuuta a pocos pasos de allí-. No tengas miedo- le susurró, dándole un suave apretón en el hombro.

-Kyoko-chan...

-Yo siempre te apoyaré- le aseguró la chica, al tiempo que le daba un beso en la mejilla.

Luego le dedicó la más radiante de sus sonrisas y se alejó hacia el grupo que estaba jugando a cartas alrededor del sofá. Tsuna la siguió con la mirada, sin poder apartar la vista de ella. Definitivamente Kyoko sabía alguna cosa, pensó completamente abochornado. Suspiró y se decidió a buscar a Hayato, que había desaparecido de su vista.

-Ha salido hace unos minutos al balcón- le indicó Reborn, antes incluso de que le preguntara.

Tsuna tomó aire, se armó de valor y salió con él. Gokudera estaba de espaldas. Tenía los brazos apoyados en la barandilla y la vista perdida en algún punto lejano de la ciudad. Llevaba un traje de un gris muy oscuro que resaltaba las maduras formas de su cuerpo, y los mechones de pelo se le alborotaban y levantaban en las puntas de aquella manera tan característica. Aunque estaba de espaldas, podía adivinar perfectamente que llevaba la corbata aflojada y algunos botones de la camisa sueltos, dejando entrever el principio del fibrado pectoral. Dio un paso indeciso hacia él... y tiró al suelo una planta que no había visto. Hayato se giró y le miró durante unos instantes, sin expresión alguna en sus facciones.

-Décimo- le saludó al fin, componiendo una de aquellas sonrisas que solía reservar para él.

A Tsuna le tembló la voz, y eso que todavía no había dicho nada. En un intento de recomponer el manojo de nervios en que acababa de convertirse recolocó la planta en su sitio y se acercó lentamente a la barandilla. Se quedó plantado ante él, sintiéndose como un completo idiota sin la menor idea de que decir. Quizás Reborn debería hacerle un favor y meterle una bala entre ceja y ceja.

-¿Está todo bien?- preguntó Gokudera, con una nota de preocupación en la voz.

Tsuna asintió con la cabeza y se aflojó un poco el nudo de la corbata, que parecía a punto de asfixiarle. ¿Todo el día había estado así de apretado? Dejó que su mirada vagara por el infinito, como si la ciudad fuera lo más interesante del mundo. De dentro llegaron varios gritos, acompañados de carcajadas y aplausos.

-Ahí dentro están muy animados...- murmuró Tsuna, con una sonrisa de circunstancias.

-Te has perdido la entrada triunfal de Byakuran... ha aparecido de la nada en medio del salón y le ha dado tal susto a Lambo que ha acabado llorando en un rincón- explicó, riendo con suavidad al recordarlo.

Comentaron un par de anécdotas sin importancia y después el silencio se extendió entre ambos, alargándose tanto que a Tsuna empezaba a resultarle antinatural. Era algo muy extraño, normalmente se sentía muy cómodo junto a Hayato, aunque pasaran horas uno junto al otro sin decir nada. Pero había algo enrarecido en el ambiente, e incluso le parecía que Gokudera estaba más tenso de lo habitual. Suspiró. Se estaba imaginando cosas porque tenía muy presente lo que se suponía que debía hacer. O quizás fuera por culpa de la mirada persistente de Reborn, que podía sentir a su espalda como si fuera la amenaza de un puñal. En fin, si iba a cometer suicidio, aquel momento era tan bueno como cualquier otro.

-Hayato... tengo algo que decirte... algo importante- anunció, y le costó reconocer aquel murmullo titubeante como su propia voz.

A Gokudera le tembló la mano que sostenía el vaso ante esa afirmación. Ya sabía lo que le iba a decir. Le había visto hablando con Kyoko, los dos riendo y en una actitud muy íntima. Había salido al balcón para alejarse de aquella visión. Llevaba rato preparándose para el golpe emocional, pero eso no lo hacía menos doloroso. Y lo peor de todo era que no podía dejar traslucir ni un ápice de sus sentimientos. Se obligaría a sonreír y felicitaría a Tsuna por su nueva relación. Jamás se perdonaría el hacer otra cosa... aunque lo único que deseara en esos momentos fuera dar rienda suelta a los sollozos de su destrozado corazón.

-Yo...- prosiguió Tsuna, y sintió como se le aceleraba el pulso al enfrentar sus ojos verdes- Esto...- se revolvió nervioso, cambiando el peso de uno a otro pie. Tragó para intentar hacer bajar el nudo de su garganta. ¿Sus latidos retumbaban por todas partes o sólo se lo parecía a él?- Yo…- pensó en lo que estaba a punto de decir y al momento sitió como le subían los colores- He perdido el informe que me han enviado desde Italia- improvisó en el último momento.

Hayato frunció el ceño, totalmente desconcertado ante su afirmación. Era evidente que había esperado escuchar algo más trascendental.

-No te preocupes Décimo, mañana pediré que envíen una copia por e-mail- le tranquilizó.

Tsuna se sintió tremendamente idiota, así que optó por centrar la atención en su vaso que, ahora que se fijaba, estaba vacío y sólo quedaban los dos cubitos de hielo en su interior. Por suerte Hayato también se dio cuenta y, atento como siempre, se ofreció a traerle una nueva bebida, librándole del momento de incomodidad.

Escuchó la puerta abrirse a su espalda y se volteó todavía con el corazón en la garganta. Casi suspiró de alivio al ver que sólo se trataba de Reborn, que le miraba con una ceja enarcada y clara actitud de reproche.

-¿El informe? ¿En serio? ¿Eres idiota?- cuestionó el asesino sin rastro de misericordia.

Tsuna se encogió un poco sobre sí mismo antes de dirigirle una mirada dolida.

-No puedo hacerlo, Reborn… En realidad no he cambiado tanto. No soy tan valiente- confesó, apoyándose de espaldas a la barandilla con aspecto derrotado- ¿Sabes? He estado pensando mucho en ello y creo que es mejor dejar las cosas como están- desvió la mirada hacia el interior del apartamento y dibujó una mueca de pesar al ver a Hayato rellenando los vasos con ponche-. Si… Si Hayato se alejara de mí por culpa de mis sentimientos no sería capaz de superar el golpe- confesó. Pensó que Reborn le regañaría por su cobardía pero el asesino se limitó a contemplarle con seriedad.

-¿Y si te correspondiera?- aventuró. Les conocía desde hacía años. Era evidente que había algo entre ellos, pero ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso. Uno porque era un maldito cobarde, el otro porque respetaba tanto a su jefe que jamás se atrevería ni a imaginarlo.

Tsuna le miró con sorpresa, como si esa posibilidad no se le hubiera pasado por la cabeza. Siempre se había considerado un perdedor y un completo desastre en el amor, así que ni se atrevía a soñar con ello. Se había limitado a compadecerse por estar enamorado de alguien imposible, y Reborn no le iba a engañar para que se llevara un desengaño que no tenía fuerzas para afrontar. Negó con la cabeza.

-Sabes que no es así, Reborn. Además, piensa un poco en las consecuencias. Trabajamos juntos, sería muy violento tener que vernos cada día después de que me haya rechazado- se obstinó.

-Sabes que eso no es cierto. Incluso aunque no te corresponda- su entonación dejó muy claro cuánto dudaba que eso pudiera pasar- Hayato te admira demasiado como para que vuestra relación se vuelva incómoda- le miró con intensidad- ¿Sabes que haría cualquier cosa por ti, verdad?- le recordó.

La mirada de Tsuna se desorbitó ante semejante afirmación.

-Eso sería todavía peor, Reborn. ¿Y si se sintiera obligado?

Reborn resopló de pura frustración. Hacía años que no tenía que lidiar con los miedos de Tsuna y su manera de buscar excusas y más excusas para evitar lo que tenía que hacer. Reprimió el impulso de golpearlo como hacía antaño y se limitó a mirarlo gravemente.

-Así sólo conseguirás quedarte solo, Tsuna… Nadie debería estar solo. Es demasiado triste- murmuró.

Reborn había hablado con tanto pesar que Tsuna estuvo a punto de preguntarle si se encontraba bien. Pero en ese momento se escucharon varios golpes y gritos desde el apartamento y ambos regresaron al interior. La escena que encontraron les dejó boquiabiertos. Lussuria se estaba quitando la ropa y le gritaba a Yamamoto que él sería su regalo de cumpleaños. En cuanto terminó de desnudarse empezó a correr detrás del pobre guardián de la lluvia. Byakuran afirmó que la fiesta se estaba animando mucho y él no pensaba quedarse atrás, así que en menos de un parpadeo también se quedó desnudo frente a todos. Haru se llevó tal impresión por la escena que se apartó de un bote, tirando al suelo una mesita de cristal que estalló en miles de pedazos. Squalo soltó un montón de tacos y empezó a perseguir a su compañero de Varia, espada en mano. Ryohei intentó calmar los ánimos, pero Lussuria se limitó a arrollarlo en su atolondrada persecución. El guardián del sol se molestó tanto que juró darle la paliza de su vida. Y después de eso, todo fue a peor. Al final Reborn se vio obligado a disparar dos veces al aire para conseguir que recobraran un poco el sentido común, pero los ánimos estaban tan cargados que todos saltaban a la mínima provocación. O incluso sin ella. En vista del panorama, Tsuna decidió que lo mejor que podía hacer era beber.

 

OoOoOoOoOoOo

 

Unas tres horas más tarde, parecía que por fin la fiesta estaba en las últimas. La mayoría de los invitados se habían ido y los que quedaban estaban tan cansados que ya no tenían fuerza ni para pelear. Reborn contempló a Tsuna y a Lambo. Los dos se habían quedado dormidos en el sofá. Miró a Gokudera, que estaba a su lado con aspecto cansado, y sonrió para sí mismo.

-Hayato, ¿puedes llevar a Tsuna a su casa? Yo me encargo de la vaca estúpida- anunció.

El peliplateado asintió y se acercó a su jefe, sacudiéndolo de un hombro con cuidado.

-¿Décimo?- le llamó. Éste abrió un poco los ojos y le miró confundido- ¿Puedes levantarte?- preguntó.

Antes incluso de que contestara le pasó los brazos por la cintura y lo ayudó a ponerse en pie. Apenas habían dado un par de pasos que Tsuna trastabilló y empezó a reír tontamente.

-El suelo- dijo, todavía atacado por la risa floja- no se para de mover.

Hayato se dio cuenta en ese momento que Tsuna tenía las mejillas sonrojadas y la mirada un tanto perdida. Suspiró con paciencia.

-¿Cuánto has bebido, Décimo?

-Demasiado- aseguró Tsuna, sobresaltado por un nuevo ataque de risa. Había empezado a beber porque la fiesta era un desastre. Había continuado bebiendo porque no quería seguir aguantando la reprimenda de Reborn. Había bebido un poco más para no escuchar las perversiones de Mukuro y otro poco para no afrontar lo patético que era, incapaz de confesar su amor. Hacía un rato todas esas cosas le habían parecido muy preocupantes. En ese momento, se le antojaban de lo más graciosas.

Gokudera negó con la cabeza y, tras despedirse de Takeshi, llevó a Tsuna hasta el coche. Meterlo dentro fue toda una odisea porque le había dado por afirmar que estaba bastante bien como para ir caminando. Al final, después de que casi se descalabraran los dos con los torpes movimientos de Tsuna, le ganó la batalla y condujo hasta el apartamento del castaño, donde optó por acompañarlo hasta la misma casa. Hayato le abrió la puerta, pues parecía más que obvio que no sería capaz de hacerlo por sí mismo. Apenas conseguía mantenerse en pie con su ayuda. A trompicones, consiguió llevarlo hasta la habitación.

-¿No hace mucho calor aquí?- pregunto Tsuna, intentando sin éxito deshacer el nudo de la corbata.

-Abriré la ventana antes de irme- le dijo Gokudera. Ya había dado un paso para hacerlo cuando la voz de su jefe le sobresaltó.

-¡Ah, no puedes irte!- reclamó, sujetándolo de la muñeca para retenerlo junto a él. Reborn le había hecho prometer que le confesaría sus sentimientos y aún no lo había logrado. Intentó ordenar sus pensamientos pero las palabras que quería decir se le atascaban una a una en la garganta, negándose a salir. Apretó con más fuerza su agarre sobre Hayato, atrayéndolo más cerca de él.

-¿Décimo, estás bien?- preguntó, preocupado por su comportamiento.

-No, por supuesto que no- gruñó Tsuna-. Ha sido un día horrible, todo ha salido mal- dijo frustrado. La fiesta sólo había hecho que ir de mal en peor, Reborn le había estado dando el sermón todo el maldito rato y él era tan imbécil que no era capaz de decirle a la persona que tenía delante lo mucho que le gustaba. Su tutor tenía razón, así únicamente conseguiría quedarse solo. Y lo único que quería era estar con él-. No quiero estar solo, Hayato- murmuró con voz lastimera, mientras dejaba caer todo el peso de su cuerpo contra él y le enterraba la cabeza en el cuello.

Gokudera se tensó al instante. ¿Había tenido un mal día? ¿Kyoko-chan le había rechazado? No sabía exactamente que había pasado, pero teniendo en cuenta el estado de Tsuna no era nada bueno. Se sintió terriblemente egoísta. Había estado tan preocupado por él mismo que no se había dado cuenta de que el Décimo no se encontraba bien.

-Quédate esta noche conmigo, Hayato- ronroneó en su oído, consiguiendo que se le erizara la piel. El corazón se le disparó a mil por hora cuando Tsuna restregó la cabeza contra su cuello, acariciándole con su aliento-. Oh, cielos, ¿Por qué hace tanto calor?- se quejó.

-Ah… abriré la ventana en seguida- murmuró Gokudera. La cercanía de Tsuna le ponía tan nervioso que estaba casi temblando, así que pensó que lo más acertado sería alejarse de él.

-¿A quién le importa la maldita ventana?- protestó el castaño. Volvió a pegar a Hayato contra él, que había hecho un intento de marcharse- Soy yo el que tiene calor- murmuró avergonzado, apretando las caderas contra su guardián para que notase su incipiente erección.

Dios, debo estar completamente borracho, pensó Tsuna. De otro modo, jamás en la vida habría tenido valor de hacer aquello, pero… ¿Qué más daba? Estaban allí los dos, solos, y de alguna manera el momento había surgido, escapando de algún rincón de sus oscuros deseos, proclamando claramente con su cuerpo lo que tanto le estaba costando expresar en palabras.

-Hayato… no me dejes solo- le rogó.

Gokudera se había sonrojado por completo al notar la excitación de Tsuna. Sabía que aquello no estaba bien, estaba convencido de que el Décimo no era consciente de lo que hacía, pero no podía dejarle allí sin más. No después del modo en que le suplicaba que se quedara mientras se restregaba de manera incitante contra él. Le estaba ofreciendo la fruta prohibida en bandeja de plata... ¿Dónde iba a encontrar la fuerza para poderse negar? Antes de darse cuenta de lo que pasaba había dejado que Tsuna le guiara hasta la cama. El castaño le miraba expectante, con una expresión tan triste que le llegaba hasta el alma.

-No me iré- se escuchó decir con voz temblorosa. Aunque se le partiera el corazón a trozos, él le haría olvidar el dolor.

Tsuna suspiró aliviado ante sus palabras. Durante unos instantes ninguno pareció tener muy claro que hacer, pero entonces Hayato le recostó sobre la cama con cuidado. Se había sentado a su lado y tenía la cabeza ligeramente baja, con el flequillo plateado cubriéndole los ojos. Tsuna estaba dispuesto a apostar porque Gokudera estaba totalmente colorado. Sin atreverse a mirarle directamente, el peliplateado le quitó la corbata y empezó a desabrocharle los botones de la camisa con un cuidado infinito. Cuando estuvo libre de la prenda colocó los dedos en el pecho, en un roce tan sutil que parecía el aleteo de una mariposa. Y aún y así consiguió que se estremeciera de los pies a la cabeza y que su entrepierna palpitara reclamando por más. Los dedos de Gokudera temblaban conforme iban bajando hasta el vientre y se perdían más allá del pantalón. Tsuna contuvo el aliento cuando al fin sintió que su mano descendía hasta su erección, provocándole una intensa oleada de placer. Y a pesar de ello, parecía que Hayato seguía sin ser capaz de enfrentarlo.

-¿No vas a mirarme?- inquirió Tsuna con una suave risita.

-No… no creo que pueda, Décimo- murmuró avergonzado.

-Mírame, Hayato- le pidió.

Sintió un escalofrío en el momento en que sus ojos hicieron contacto visual. Había algo terriblemente erótico en la manera en que Hayato estaba inclinado sobre él, con la camisa entreabierta y el rostro sonrojado mientras le acariciaba para darle placer. Gimió bajito y se mordió el labio inferior, mientras suplicaba en silencio por más. Gokudera debió entenderle a la perfección, porque le desabrochó los pantalones y no tardó en liberar la endurecida erección de su prisión de tela. Tsuna arqueó la espalda de puro placer cuando sintió la calidez de su mano envolviendo su miembro, moviéndose arriba y abajo con tanto cuidado como si temiera que se fuera a romper. Jadeó cuando al fin se atrevió a acelerar el ritmo de sus caricias y se movió sin pudor al ver que esos sonidos provocaban en su guardián un estremecimiento de excitación. Se agarró con fuerza a las sábanas cuando notó como el calor empezaba a concentrarse en la parte baja de su vientre, enviando agradables escalofríos a todas las partes de su cuerpo. Y de pronto sintió como su cuerpo se tensaba al llegar al orgasmo, y cerró con fuerza los ojos, casi mareado por las sensaciones.

Cuando los abrió de nuevo, Hayato había desviado la mirada al suelo y no parecía tener intenciones de apartarla de allí. Se tensó al notar que Tsuna se movía en la cama.

-Ah… iré a…- Gokudera murmuró algo más pero resultó ininteligible.

Tsuna tuvo el tiempo justo de cazarlo antes de que se terminara de levantar. Lo hizo caer sobre la cama y se colocó sobre él.

-¿Dónde crees que vas?- inquirió. Llevó una mano hasta la entrepierna de Hayato y comprobó que efectivamente estaba dura y muy despierta- No puedes ir a ninguna parte así- sentenció.

-No… no tiene importancia Décimo, yo…

Tsuna le miró con el ceño fruncido y le empujó de nuevo sobre el colchón cuando intentó incorporarse.

-Estás así por mí, ¿no?- inquirió el castaño. Hayato dio un respingo y luego hizo un avergonzado asentimiento con la cabeza. Tsuna sonrió con alivio- Entonces lo vamos a solucionar- aseguró, empezando a desabrochar sin rastro de duda el pantalón del peliplateado.

-Décimo…- se incorporó sobre los codos- no hace falta que…

Hayato enmudeció al ver que Tsuna le dirigía una de aquellas miradas llenas de determinación que nadie se atrevía a discutirle.

-Te quiero dentro de mí Hayato- exigió-, y te quiero ahora- añadió sin rastro de duda.

Tsuna pensaba que no era posible que su guardián de la tormenta se pusiera más colorado, pero fue obvio que se equivocaba. Asintió satisfecho cuando vio que Gokudera se rendía al fin a su petición y se recostaba dócilmente sobre el colchón. El castaño no tardó en deshacerse de su ropa, aunque luego perdió un poco la seguridad en lo que estaba haciendo. Resultaba un tanto vergonzoso, pero lo cierto era que nunca había estado con nadie.

-Déjame a mí, Décimo- pidió Hayato, haciendo el intento de cambiar posiciones.

Tsuna dudó un instante, temiendo que volviera a escaparse, pero finalmente le dejó hacer. Gokudera le apartó el flequillo revuelto del rostro y le acarició la mejilla. Luego delineó la curvatura del cuello y siguió trazando su camino hasta llegar a la parte más íntima de su anatomía y perderse más allá. Sintió un escalofrío cuando se detuvo justo en su entrada. Hayato le besó al mismo tiempo que uno de sus dedos se adentraba en él, y el gemido quedó ahogado en su boca. Si aquella intrusión le produjo alguna molestia, se le olvidó por completo con el húmedo contacto de su lengua. Dioses, cuanto había deseado que le besara. Enterró las dos manos en los cabellos plateados, atrayéndolo más a él, profundizando aquella cálida caricia entre sus lenguas. El aire se le escapó por la nariz cuando un segundo dedo hizo intrusión y empezó a moverse, logrando que sintiera una abrasadora oleada de calor. Se movió un poco para facilitarle el acceso y se sintió totalmente mareado de placer cuando tocó algún punto indeterminado de su interior. Jadeaba con pesadez, pero se negaba a interrumpir el beso, embriagado con todas las sensaciones que Hayato le estaba provocando. Y de pronto todo paró y Gokudera se movió para quedar acomodado entre sus piernas. El roce de su erección presionando contra su entrada le hacía hormiguear la piel. Hayato parecía a punto de ponerse a temblar y se dio cuenta de que estaba más nervioso que él. Le posó una mano en la mejilla para atraer su atención.

-No tengo miedo- le aseguró Tsuna con voz tranquila-, soy más fuerte de lo que parece.

Gokudera asintió con la cabeza. Eso lo sabía de sobras. No había nadie que conociera la fuerza y la grandeza del Décimo mejor que él. Le había atrapado desde el primer momento que le vio, por eso no era capaz de negarle nada. Ni siquiera estar así con él, aunque sólo fuera porque Tsuna no quería estar solo tras el rechazo de Kyoko. Se tragó el dolor que le embargaba y le ofreció a Tsuna la más cálida de sus sonrisas. Cogió la mano que aún estaba sobre su rostro y se la llevó a los labios, besándole el dorso con infinita ternura.

-Lo sé- le aseguró, y con un movimiento lento se introdujo en él.

Tsuna siseó entre dientes y en un acto reflejo apretó la mano de Hayato, clavándole las uñas. Aquello era más doloroso de lo que se había esperado. Gokudera aguardó con paciencia, dándole tiempo a acostumbrarse a la intrusión, besándole de nuevo la mano, ascendiendo por el brazo, tratándole con tanto cuidado que Tsuna sólo pudo sonreír. Cielos, cómo amaba a ese hombre. Era imposible no hacerlo. Sintió como su cuerpo se relajaba y el dolor dejaba paso a la excitación de sentirle dentro.

-Hayato...- susurró con voz ahogada.

No necesitó decir más. El peliplateado se movió solícito, atento a cada uno de sus gestos, de sus reacciones, aumentando la velocidad de sus caderas conforme Tsuna aceleraba su respiración. Vio como el castaño entrecerraba los ojos, ahogándose en el placer, y llevó la mano hasta su miembro, erguido de nuevo, reclamando su atención. Acompasó sus caricias al ritmo de sus embestidas, y el coro de gemidos que dejó escapar el castaño era todo lo que necesitaba para hacerle jadear de placer a él también. Se movían al mismo compás, piel contra piel, aliento contra aliento, besos y caricias desordenadas que no parecían tener final. Sintió como las piernas de Tsuna se enredaban en sus caderas, intentando pegarle a él más de lo humanamente posible, logrando que ambos cuerpos se fundieran hasta parecer uno solo. Se ahogaban en las ganas del otro, y no tardaron en llegar al clímax uno detrás del otro, en medio de una oleada de placer y calor abrasador.

Hayato tardó varios segundos en recordar cómo se respiraba y ser consciente del mundo a su alrededor. Permaneció inmóvil, sin atreverse a decir nada, hasta que Tsuna abrió sus preciosos ojos castaños y le dedicó una sonrisa calmada. Sólo entonces se atrevió a moverse para salir de su interior. Y todo el peso de lo que acababa de pasar cayó de repente sobre él. Aquello no estaba bien. Se había dejado llevar por sus sentimientos y se había aprovechado del Décimo en su momento de dolor. Se había comportado de forma totalmente egoísta y jamás se lo podría perdonar. Tsuna se estaba quedando adormecido a su lado y él solo podía mirarle con expresión de culpabilidad. Cuando pareció totalmente relajado se movió con cuidado para apartase de él. Se había sentado en la cama y estaba buscando su ropa cuando sintió que Tsuna le sujetaba del brazo.

-Me has prometido que te quedarías esta noche- murmuró medio adormilado.

Sintió auténtico terror ante sus palabras. ¿Cómo iba a explicarle lo que había pasado cuando se despertara y no quedaran rastros de alcohol? No sería capaz de enfrentar su mirada, su enfado, su rechazo. Lo único que quería era salir huyendo pero, tragándose el miedo junto a la culpabilidad y el dolor, se tumbó junto a Tsuna. Era incapaz de negarle nada: vivía por y para él.

 

Notas finales:

Gracias por leer ^^


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