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Error Genético por NeblinaLlameante

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Notas del capitulo:

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Capítulo 3: Una ventana al pasado

 

 

Sasuke.

 

La primera vez que lo vi, yo estaba en el techo de un edificio.

Fue imposible ignorar el color de su cabello a pesar de la distancia, así como el arma que alzaba con tanta determinación pero sin llegar a dispararla.

Sus ojos azules estaban clavados en mí y su intensidad sólo aumentaba la sensación de amenaza que recorría mi cuerpo. Decidí que debía irme cuanto antes.

Aparté la vista, empecé la huida por los techos con mi pequeño botín en mano, aunque pronto debía bajar si es que quería perder de vista a los guardias que me seguían.

Curiosamente, cuando lo hice, él estaba ahí.

Y con esa misma decisión reflejada en sus ojos, me persiguió un buen trecho hasta que conseguí perderlo. Me había adentrado a una galería por una de las ventanas altas. El viento ayudaba a dispersar mi rastro, pero esta vez no eran híbridos los que me perseguían.

Sólo él.

Y luego de dar vueltas como desesperado por casi una hora, sin encontrarme, había soltado un grito de frustración antes de encaminarse a la comisaría cabizbajo. Su figura se perdió en la distancia y la lluvia ligera que comenzaba a caer.

Nunca vi un azul tan brillante.

 

OoOoOoO

 

La reja se abrió con un fuerte chirrido y un golpe en mi espalda baja me hizo caer dentro de la celda.

Con las manos sujetas a esposas tras de mí, fue imposible amortiguar del todo el impacto y una de mis mejillas se raspó contra el piso antes de que me enderezara.

Esperaba risas burlonas de parte de quienes me habían traído ahí, pero la única que se escuchó fue la mía al quedar recargado en la pared y observarlos.

El jefe de departamento y su amigo de marcas rojas en la cara me miraban, mientras uno de los guardias me quitaba las esposas antes de colocar la cerradura. Sin embargo, antes de que cerrara por completo, la voz de la pelirrosa se hizo oír desde el otro extremo del pasillo.

— Shikamaru, es necesario que revise sus heridas o-

— No revisarás heridas ahora, Sakura —. Fue la seca contestación de Nara. — Ninguna es de gravedad y por lo tanto sabrá lidiar con el dolor en lo que considera de nuevo nuestra propuesta.

— Pero puede infectarse —. Argumentó ella con un bufido.

— Sabrá que fue su responsabilidad —.  Hizo una señal con la cabeza y el guardia terminó de cerrar la celda. Luego se volteó hacia ella descruzando los brazos y con un suspiro colocó una mano sobre su hombro. — Ve a ver a Uzumaki, está en el piso de mi oficina y argumenta que ya no puede moverse.

Su voz había bajado varios tonos, pero para mí fue perfectamente audible. La risa volvió a mis labios y provocó que todos voltearan de nuevo hacia mí.

— Vaya resistencia tienen tus inútiles policías, Nara. — Al hablar, mi boca se llenó de sangre y tosí brevemente, pero conseguí que mi vista siguiera fija en su persona.

— Y sin embargo, estás aquí —. Fue su respuesta acompañada de una corta sonrisa.

— No es lo mejor que tengo.

— ¿Y por qué lo dejaste pasar?

No iba a contestarle que no había comido desde hace tres días y hasta ahora mi sistema me rendía cuentas. Estaba acostumbrado, pero dos persecuciones en un día eran demasiado incluso para alguien que se la juega robando todos los días.

Dos de los cuatro lados de la celda eran rejas, así que crucé mis brazos e incliné mi rostro a una de las paredes de concreto, sin intención alguna de contestarle.

La pelirrosa susurró algo en el oído de Nara que ya no alcancé a percibir; soltó un suspiro frustrado antes de contestarle.

— Entiendo, pero incluso eso debe esperar un rato.

— No creo que sea sano que-

—Ahora no, Sakura —. Fue su respuesta y comenzó a alejarse por el corredor junto al guardia. Escuché otro bufido de la enfermera antes de seguirlos.

No era la única celda, la mía era parte de un bloque de cuatro, que se encontraba cerca de las oficinas principales donde mis captores hacían un esfuerzo por organizar sus vidas o decidir mi futuro.

Desde que volvieron a atraparme, no dijeron nada, ni preguntaron nada o amenazaron de cualquier manera. Si lo hacían o no, no era de mi interés, pero así no tenía forma de saber cuál sería su próximo movimiento.

Ahora que me sabía solo, me permití un débil quejido de dolor a causa del golpe en mi estómago. Tenía entumido todo el rostro por la patada de aquel imbécil, pero sabía que apenas bajara un poco la hinchazón, el dolor comenzaría.

Y eso solo me hacía odiarlo más.

Dejé que mi cabeza se apoyara por completo en la pared y desdoblé lentamente la pierna en que había recargado mi brazo derecho. Mis ojos se cerraron a causa del dolor provocado en mi espalda baja, pero se abrieron apenas un instante después, al escuchar sorpresivamente cerca una voz de más conocida.

Y despreciada.

— ¿Sasuke?

 

OoOoOoO

 

Naruto.

 

La primera vez que lo vi, él estaba en el techo de un edificio.

No era muy alto, y aun así se encontraba fuera de nuestro alcance. Yo no había llegado con el primer grupo para atraparlo, por lo que cuando lo hice, me recibió el espectáculo de muchas pistolas que apuntaban hacia arriba sin atreverse a disparar.

Cuando algún valiente lo hacía, él se movía con tal rapidez que parecía que nunca había cambiado de sitio; soltaba una corta risa o sus labios se ladeaban en gesto burlón. En algún momento nuestras miradas se conectaron y sentí haber pasado por una máquina de rayos equis.

Era como si, con esa sola mirada, hubiera sabido todo de mí. Tal vez por ello esa extraña sensación cuando se alejó, saltando de forma tan liviana que más parecía dar un corto paseo en un parque.

Perdí la cuenta del tiempo que lo estuvimos buscando. El viento se llevó pronto el eco de sus pisadas, el susurro de sus burlas y su sombra recortada en las paredes.

Se desvaneció, simplemente. Fui el que más tardó en entenderlo.

Nunca vi unos ojos tan oscuros.

 

OoOoOoO

 

— Hey, Naruto.

Era Sakura.

Mis ojos tardaron en abrirse, tanto por el cansancio como por la intensidad de la luz frente a ellos. Tal vez debí pensarlo dos veces antes de dejarme caer en el suelo del despacho de Shikamaru, ya que además de la molestia en mis ojos, me dolía la espalda.

— ¿Me desmayé?

— Más bien te quedaste dormido —. Fue su respuesta mientras me ayudaba a enderezarme. Se encontraba de cuclillas al lado mío. — En una pésima posición dado tu estado.

— Solo fue un golpe en la nariz…

— Tu saco está empapado de sangre, Naruto.

Ante la mención, mi mano automáticamente se movió a mi nariz, a la vez que bajaba la vista a mi pecho.

— Tsk, estúpido Uchiha.

— Ya ya, no tiene caso que te amargues ahora por ello.

— Fui un ingenuo, es eso lo que me molesta.

— Todos lo fuimos. Si no, no le habría dejado solo con Mitsune y habría sido más cuidadosa con el equipo—. Había un deje de arrepentimiento en su voz, lo que me hizo alzar la vista para dedicarle una corta sonrisa.

— No importa, lo solucionamos. ¿Cómo están ellos?

— Los guardias  en la enfermería. Mitsune les cura las heridas de la aguja y después los tres irán a descansar—. Su mirada adquirió ese deje maternal que tanto conocía. —Tú deberías hacer lo mismo.

— No puedo hasta que Sasuke esté instalado—. Contesté.

— Son las seis de la mañana, Naruto, no has salido de aquí en tres días.

— En ese caso, mi turno empieza en una hora, así que no tiene caso que me vaya.

Debido a su particular forma de ser, un coscorrón fue lo que recibí ante mi respuesta insolente.

— ¡Así de agotado como estás no le sirves al Departamento!

— ¡Duele!

— ¡Debes escucharme e ir a casa, Naruto!

— Eso no será posible de momento, Sakura—. Shikamaru había entrado a la oficina.

Mi pelirrosa amiga le vio mal por unos segundos antes de suspirar dramáticamente.

— Aunque Naruto estuviera en condiciones para quedarse, el Uchiha no puede irse todavía.

Se enderezó para posteriormente sentarse en el sillón en el que yo estaba recargado, cruzando los brazos y piernas sin quitar una mirada ligeramente insolente.

— Aunque pudiera curar sus heridas hoy mismo, lo que te mandó decir Naruto conmigo es muy cierto: necesita alimento.

— Entiende que no podemos dárselo ahora, la situación es muy delicada—. Shikamaru se dejó caer en la silla de su escritorio. — Tiene que entender dónde y con quién está, de lo contrario será muy fácil que nos traicione.

— Matarlo de hambre no es la solución—. Contesté luego de un bufido.

— No planeo hacerlo — Contestó Nara—, me gustaría que lo considere como un rato de reflexión.

— ¿Rato de reflexión? ¿O una pausa en tu ajetreada agenda para una siesta? — La voz de Sakura venía cargada de reproche, pero también una ligera diversión. Crucé los brazos no muy convencido de esa afirmación.

— Tampoco soy tan desalmado—. Contestó él con simpleza. — Esperaremos una hora y después le atenderás, Sakura. También lo alimentaremos, bañaremos y cambiaremos su ropitas sucias.

— ¡No hables como si esto fuera un juego, Shikamaru!

Podía sentir la mirada de Sakura en mi nuca y la de Shikamaru frente a mí. Mi voz pareció sacar a Sakura de un letargo y la sentí colocar una mano en mi hombro, pero Nara no se inmutó.

— ¿Me estás pidiendo que sea considerado con él luego del dolor de cabeza que nos causó?

— Eso no tiene que ver con cómo lo tratemos.

— Quisimos hacerlo por las buenas y le importó una mierda—. Su respuesta fue acompañada de un entrecejo arrugado. — No tenemos todo el tiempo del mundo, sabes que estamos en el límite.

— ¡Pero tratarlo de esta manera no es la solución!

— ¿Tienes alguna idea mejor?

… No, no la tenía. Al menos, no en ese momento.

Sasuke se había convertido en una pieza esencial de nuestro plan, pero era alguien muy difícil de manejar. Con buenos o malos tratos, no estaba muy seguro de que aceptara cooperar con nosotros. No había forma de amenazarlo o de mostrarle apoyo de nuestra parte.

— El problema es que no confía en nosotros—. Comenté. — Aunque no se puede decir que le hemos dado razones para hacerlo.

—Bien — Contestó él. —, te has respondido solo.

Nos sumimos en un silencio incómodo que pronto se volvió insoportable para mí. Con tal de hacer algo de ruido, me saqué el saco de mi traje y confirmé que incluso del interior se encontraba manchado. Posiblemente debería atenderme también aunque hubiera dejado de sangrar, pero sentía que había problemas mucho más apremiantes.

— Pero podríamos —. Exclamó Sakura de repente. Ambos volteamos a verla. — Tenten, ¿era una compañera suya, no?

— Sí, al igual que Gaara —. Afirmé dejando mi saco a un lado. — Pero su relación con el resto de sus compañeros no fue buena.

— Incluso podría no querer verla debido a los recuerdos, tú sabes más de eso que nosotros —. Comentó Shikamaru.

— Puede que no quiera hablar con ella — Continuó Sakura, viéndonos con expectación. —; pero si ve que realmente está en un lugar seguro, no tendría motivos para dudar de nosotros.

— ¿Insinúas que lo llevemos al Centro de Híbridos?

Se encogió de hombros.

— No tenemos nada que perder. 

Se hizo un corto silencio roto por Shikamaru aclarando su garganta.

— Realmente no suena mal. Un visita debería ser suficiente para que se dé cuenta de que no somos los malos aquí.

— ¿Y después qué? ¿Le hacemos firmar el papel? — Pregunté arqueando una ceja.

— Así debería ser. De todas formas, no veo posible que firme en un momento como este.

— Entonces está decidido—. Terminó Sakura chocando sus palmas. Se levantó del sillón y extendió una mano hacia mí. — Ven, vamos a la enfermería para que pueda limpiar tus heridas, luego te irás a casa.

Aunque Sakura no tenía voz en una decisión como esa, Shikamaru tomó su palabra y bajó la vista a los papeles pendientes en su escritorio. Segundos después daba la impresión de que no estábamos ahí.

— No puedo irme, Sakura—. Fue mi respuesta, aunque correspondí su agarre para ponerme en pie.

— ¿Eh? ¿Por qué no?

No sabía exactamente el motivo, pero una parte de mí se contestaba simplemente que quería estar cerca del prisionero.

Tantos problemas anteriores, tantos recursos empleados en su captura. Los tragos amargos de decepción y posteriormente las heridas en mi cuerpo. Un miedo irracional a despertar y descubrir que atraparlo había sido un sueño, o que había escapado en la noche, no era algo con lo que me quería enfrentar.

Sí, molestaría a ese idiota por un buen rato con mi presencia.

— Debo quedarme — Contesté—, ese bastardo aún no sabe mi nombre.

 

OoOoOoO

 

Cuando escuché el grito, creí que era de una pesadilla; aunque ese pensamiento no evitó que me levantara de la cama para ir por un vaso de agua, con pies temblorosos y el sudor en mis sienes cayendo con lentitud.

Seguía en la enfermería; trastabillé hasta el grifo y me apuré a abrirlo para llenar mis manos y empezar a beber, sin dejar de temblar. Luego me apoyé en la orilla del lavabo e inhalé con dificultad.

Solo al poder regular mi respiración, fui consciente también del ajetreo en la planta baja: pasos que iban de un lado a otro y el golpe repentino de una reja. Antes de entender lo que pasaba unos pasos se acercaron y Sakura entró a la sala. Lucía muy agitada.

— ¿Sakura? ¿Qué sucede?

— Es Sasuke—. Respondió simplemente y sin mirarme se acercó a su armario de medicamentos. Ahora que había abierto la puerta, los sonidos llegaron con más claridad y a pesar de distinguir gritos, no reconocía la voz de Sasuke.

Me calcé rápidamente y dejé la enfermería antes que Sakura. Conforme bajaba las escaleras los gritos se volvieron entendibles; mi corazón dio un vuelco cuando reconocí a Gaara.

— ¡Porquería! ¡Asqueroso engendro!

Debían ser cerca de las nueve de la mañana. La luz del sol se colaba por las ventanas altas y daba directo al pasillo que conducía a las celdas.

Lo primero que vi fue sus antebrazos manchados de sangre.

— ¡¿Qué sucede?! — Shikamaru trataba sin éxito callar a Gaara con advertencias suaves, pero este no cedía. Ino, la secretaría, parecía demasiado consternada para escuchar mi pregunta y lo único que atiné a hacer fue acercarme a Sasuke.

Tardé en entender que era él mismo quien se hacía daño. Había encajado tanto sus uñas en la piel de sus brazos que apenas alcanzaba a ver la base de estas. Su mirada estaba perdida en la nada y a excepción del temblor visible en sus hombros, permanecía quieto. Mi corazón se aceleró con fuerza cuando evalué el charco de sangre a ambos lados de su cuerpo.

— ¡¿Te asustaste, maldita gata?! ¡¿Dónde quedaron esas bolas que dijiste tener hace rato?! ¡Ya no te escucho, imbécil!

Nunca había visto a Gaara tan fuera de sí. Golpeaba las rejas con furia y las sacudía tratando de salir.

— ¡Naruto, saca a Sasuke de ahí! — Gritó Shikamaru.

— ¡¿Dónde están las llaves?!

— Busca en el bolsillo de mi cazadora.

— Vaya — La voz de Gaara se escuchó distinta. Desvié la vista hacia él al acercarme a Shikamaru y descubrí sus ojos fijos en mí. —, así que, Naruto.

¿De nuevo no me reconocía?

— Sí, Gaara, soy Naruto —. Contesté cansino desviando mi vista al bolsillo de Nara.

— Te ves tenso, ¿es que la alimaña esa ya se acostó contigo y ahora su estado te preocupa? — El aquamarina de sus ojos siempre era más oscuro cuando actuaba de esa manera. Para mí era tan perturbador que el calor abandonó mi cuerpo; mis memorias me hacían saber que estaba ante alguien de quien debía tener miedo. Temblé involuntariamente cuando se alejó de la entrada de la celda para acercarse a nosotros en el otro extremo. Su sonrisa era tan ancha que por un momento temí que empezara a reír.

— ¿D-de qué estás hablando?

— Vaya, y pensé que ya lo sabrías. ¿No te has dado cuenta de que su aroma es distinto? — Su volumen de voz ahora era tan bajo que apenas y pude oírle.

— Sabes que no puedo, Gaara.

— Bueno, igual no importa —. Relamió sus labios con actitud enfermiza y regresó a su vieja posición, hincándose para quedar a la altura de Sasuke, que seguía inmóvil de costado a nosotros. Mechones rojizos cayeron sobre sus ojos, sus manos llenas de mugre se retorcieron sobre sus rodillas. — Más para mí.

Algo hirvió dentro de mí cuando dijo esas palabras. Me apuré a sacar las llaves y me acerqué de nuevo a la celda de Sasuke, con el entrecejo fruncido.

— ¡¿Entonces no le has dicho a estos idiotas lo que eres, Sasuke?! ¡¿Ahora te avergüenzas de ser una puta?! — Gaara continuó sus gritos, pero le ignoré lo más posible y no se volvió a escuchar ruido hasta el click que anunciaba que la reja estaba abierta.

— ¿Sasuke? — Me incliné hacia él, pero no dio señal de notar mi presencia. Su respiración era muy acelerada, pero superficial. Estaba muy pálido y la sangre sobre el piso era demasiada. Sus uñas aún trataban de encajarse más en su carne.

Quise apartar sus manos, pero estaba muy rígido. Intenté alzar su rostro para verlo a los ojos, pero tampoco cedía. A cada respiración suya aumentaba la sensación de impotencia en mi pecho.

Unas pisadas rápidas me hicieron voltear hacia las escaleras: Sakura venía de regreso con un par de jeringas de tranquilizante y en una súplica muda le pedí que me ayudara.

Pero después, no supe de mí. Lo único que podía escuchar eran las palabras de Gaara una y otra vez; rebotando en mi cabeza, en todo mi cuerpo.

— ¡No importa lo que te haya dicho tu hermano, Sasuke! ¡Eres un asqueroso Error Genético! ¡¿Me estás escuchando?! ¡Un Error Genético, Uchiha!

 

OoOoOoO

 

Sasuke.

 

Mi cuerpo se anticipó al dolor y me recorrió un breve estremecimiento cuando vi al guardia meter la llave en  la puerta de mi jaula. Se relamió los labios como cada vez, sonriendo de oreja a oreja. Él disfrutaba mucho de ver lo que me hacían.

Esta vez no sería la excepción. Dirigí una mirada de soslayo a mi hermano y él tomó como pudo mi mano entre los barrotes. Hacía mucho tiempo que nos habían separado y esa era la única forma que él tenía para mostrarme su apoyo en momentos como éste.

Tragué saliva cuando la reja se abrió. El guardia jaló el collar en mi cuello y sin dejar que me enderezara, me arrastró hacia el otro extremo del lugar, a muchas jaulas de distancia de mi hermano.

Los gritos a mi alrededor aumentaron conforme mi olor llegaba a la nariz de todos los híbridos. Golpeaban los barrotes de sus jaulas y se trepaban a las rejas como si así pudieran romperlas. Hice oídos sordos a sus palabras, pero yo mismo sentía que la voluntad me abandonaba conforme la distancia a mi destino reducía.

Era la jaula más grande en el fondo del lugar. Quién fuera, ya estaba esperando por mí, pero su rostro estaba cubierto por sombras.

El hombre que me llevaba abrió la reja y me empujó dentro sin miramientos, pero apenas tuve tiempo de enderezarme antes de que aquellos ojos aquamarina se acercaran.

Nunca mostraba mis verdaderas emociones, pero no pude evitar temblar cuando sentí sus uñas clavarse con fuerza en mis hombros; tampoco pude ahogar mi grito cuando me estrelló contra el suelo y se colocó sobre mí. Su mano se dirigió directo a mi boca, la otra se apuró a bajar mis pantalones.

Los mechones de cabello rojizo le caían por el rostro y tapaban parte de sus ojos, pero la intensidad de su mirada parecía atravesarlos para quemar mi piel. Sus manos ansiosas tanteaban mis músculos. Me estremecí de odio y asco.

Tantas veces que intenté resistirme, pero con el tiempo supe que no tenía caso. Esta vez, el miedo a aquella criatura sobre mí fue demasiado y le patee para alejarlo.

Eso solo lo enfureció.

Luego mi mejilla estaba contra el suelo. Una de sus manos sostenía mis brazos en mi espalda y la otra mantenía mi cabeza en su lugar. Mi vista estaba nublada por sus golpes, mi labio roto por azotarme contra los barrotes.

Estaba loco, por completo. Y al sentirlo dentro de mí ahogué un grito de ira y frustración. Un nuevo golpe en la nuca me hizo callar; pronto no escuché sus gruñidos debido al alboroto que había a nuestro alrededor.

Todos le pedían que continuara.

Quise obligarme a pensar que no era nuevo que alguien fuera agresivo conmigo, pero cada nuevo golpe de su parte para que me quedara quieto sólo confirmaba que nunca antes había sido así.

Tuve miedo a la muerte por primera vez en mucho tiempo.

A lo lejos, se escuchaban los gritos de mi hermano, pidiendo que resistiera.

 

OoOoOoO

 

Ruido.

Mis antebrazos dolían, sólo eso distinguía. Todo frente a mí era una gran mancha de diversos colores; sin forma, sin bordes.

Había un gran alboroto a mi izquierda; algo golpeó contra una pared.

— ¡Te voy a cerrar la puta boca de una vez por todas!

¿Era esa la voz del policía que me capturó? Pero el pitido en mis oídos no me permitía distinguirlo con claridad. ¿Dónde estaba Gaara? Había más personas allí, pero ya no escuchaba su voz o sus gritos.

Quise mover mis manos, pero me di cuenta que eso me generaba más dolor en mis antebrazos. Un quejido escapó de mi garganta y le acompañó una tos que me obligó a recuperar la movilidad.

— ¡Naruto, detente por favor!

— ¡No vayas a cometer una estupidez!

La mancha roja frente a mí era sangre. Escurría por mis codos y caía en el suelo a mis lados; cuando alcé la vista, me maree enseguida.

— ¡Es suficiente! ¡Aléjate de él!

Se escuchó un forcejeo, luego más golpes. Conseguí ladear el rostro hacia la izquierda y aunque mi vista seguía en bruma, ahora notaba una gran mancha roja al lado de una amarilla más pequeña. Todas las personas reunidas allí gritaban, todas las sombras se movían frenéticas.

Un nuevo ataque de tos me hizo doblar el cuerpo y cerrar los ojos; sentí el sabor de la sangre en mi boca y el poco sopor que me había abandonado volvió con fuerza. Quise llevar una mano a mi cabeza, pero el solo moverlas me dolía lo suficiente para desistir.

— ¡Reaccionó!— Gritó una voz de mujer que no reconocí. — ¡N-naruto! ¡Sasuke está despierto!

Abrí los ojos de nuevo al escuchar mi nombre y parpadee varias veces en un intento de poder enfocar algo. La cabeza me daba vueltas, pero conseguí que las siluetas frente a mí tuvieran sentido.

La mancha roja resultó ser Gaara, que con una hemorragia nasal y una cortada sobre la ceja, era sostenido por un par de manos acaneladas que tomaban el cuello de su playera por entre los barrotes. El dueño de esas manos ahora tenía su vista azulina fija en mí.

— ¿Sasuke? — Soltó al pelirrojo para acercarse a donde me encontraba, pero ya no pude enfocar la vista más tiempo.

Solo sé que su voz, de alguna forma, había soñado agradable. Y que ese tono tan intenso de azul se acercaba conforme la bruma envolvía de nuevo todos mis sentidos.

Luego, todo se fundió en negro.

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Continuará.

 

Notas finales:

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