Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El laberinto de Coral por Whitekaat

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno a pesar de todas misinterrupciones el cap lo terminé antes delo esperado, quiero decir a todos gracias por leer y dejar reviewses lindo ver esos mensajitos :3 y  por otro lado tengo el sindrome de caracol, que aveces la historia avanza un poco lenta pero es necesario para desarrollar bien al trama :(así que no se aburran de el fic

Un saludo a todos y espero leerlos otra vez :3

 

CAPÍTULO II
LA MISIÓN


 

Después de aquel extraño encuentro Saga no podía olvidar al chico que lo ayudó, había olvidado preguntar su nombre, no tenía ni la más mínima idea  de quien podría ser, pero viéndole el lado positivo a las cosas habían once opciones en el santuario para elegir, aun no tenía las ganas de salir más allá de la seguridad de su templo, ni el conocimiento de cómo tratar a las personas y además se había comenzado a entusiasmar demasiado con esta nueva forma de vivir que estaba llevando.

Unas semanas después de aquel accidente el caballero de géminis se sentía diferente, un poco más libre, un poco más en paz, su cabeza había dejado de doler, aquella maldad que se quería apoderar de su corazón se había esfumado y por más que buscara no la encontraba, Kanon se había recluido en su habitación saliendo de él sólo para comer o cuando lo consideraba necesario, si eso era bueno o no, el griego no lo sabía y tampoco se esforzaba mucho en analizarlo, no respirar el aire de Kanon le dejaba respirar el suyo.

En ese tiempo Saga se empezó a conocerse  sí mismo, se dio cuenta que le gustaba leer y sus historias favoritas eran aquellas de las damiselas en apuros; era extraño, entendía el patrón de aquellas historias pero no dejaba de emocionarse con cada escenario fantasioso que se planteaba y con aquel exceso de dulzura que narraban las letras de cada libro, el amor profesado por dos amantes que luchaban contra el mal y como siempre salían victoriosos al final.

Comprendió también que la cocina quizás era lo suyo, pero a veces no, había conseguido hacer verdaderas obras al paladar como otras veces no había conseguido nada más que algo mal hecho hasta el punto de ser asqueroso, descubrió los placeres de disfrutar de una tina caliente con olores frutales y florales a su alrededor,  como también el sentir el aire fresco y el sol golpeando su piel.

Por primera vez se sentía él, no un santo dorado, no una marioneta de sí mismo, era él, era Saga y nada más que Saga y era algo que a él le encantaba.

 

***°***

El caballero de la tercera casa caminaba por las escaleras del santuario en dirección al templo patriarcal, hace mucho que no recorría ese camino, bastante en realidad; vino a su mente la última vez que lo hizo y un amargo recuerdo se posó en sus pensamientos, su intento de asesinato y aquella apenada mirada de Shion, esa larga y extenuante conversación que siguió a ella  y aquellos meses que pasó sin poder ver la luz del día, sentía en cada parte de su ser los recuerdos de aquel confinamiento, el desgastante enteramiento que el patriarca le daba para controlarse y controlarlo a “él”, le debía mucho a Shion, él siguió confiando cuando nadie más lo haría, fue un padre, ese que nunca logró conocer y si seguía ahí con su cabeza en alto y portando la armadura dorada era gracias a él, nunca había podido regresarle la gratitud que tenía hacía él inclusive hasta ese mismo día.

La última vez que había salido del templo de los gemelos había sido en aquella triste despedida, sus cabellos lima se mecían al viento, la cálida mano del ex patriarca acariciaba su cabeza mientras el trataba de mantenerse en calma, el lemuriano había cedido su puesto y tras ello decidió irse del santuario, “Hay alguien que aún me espera” dijo en ese momento y él sólo pudo asentir mientras la silueta del hombre se fundía con el ocaso

Saga paró a suspirar, el caminar y recordar aquellos momentos no era buena combinación y eso sumándole al potente sol que quemaba su piel expuesta empeoraba las cosas, avanzó templo tras templo, algunos estaban vacíos mientras que otros daban su permiso para cruzarlo, el gemelo pensó que quizás podría ver a ese chico que lo había ayudado pero sus esperanzas fueron en vano ya que al cruzar el doceavo templo no pudo encontrarse con aquel que esperaba toparse.

Avanzó derecho tras pasar por el jardín de rosas, cruzó la estatua de la diosa Athena y entró al templo que se encontraba a la cabeza del santuario, debía llegar a aquel lugar había sido una orden y ahí estaba él cumpliendo al pie de la letra el mandato.

— Me alegra verlo, caballero de géminis. — Tras entrar al salón saga había sido recibido por la gran sonrisa del patriarca, a lo cual él esbozó una ligera sonrisa a modo de saludo.

Aioros había cambiado mucho desde la última vez que lo vio, había crecido más que él y a su alrededor se sentía un aura de madurez la cual en los tiempos en que ellos compartían era inexistente, el traje del patriarca le entregaba ese porte poderoso y lleno de sabiduría, el geminiano aceptaba que ese lugar le quedaba y bastante a su juicio. Saga vio como el moreno se acercaba a él con aquella sonrisa la cual no había perdido y sin previo aviso le dio un efusivo abrazo el cual Saga no atinó a responder.

— Es bueno saber que sigues con el mismo animo se siempre, Aioros — dijo Saga tras recibir el saludo del patriarca mientras unas cabezas se daban vuelta observar la escena.

Aioros soltó al otro tras el carraspeo de garganta de uno de los dorados que también se encontraba en el salón y Saga movió su vista hacia el lugar de donde venía el sonido, se había encontrado con aquella mirada verdosa nuevamente, igual de seria que la vez anterior, lo había encontrado y por un segundo sintió un latir acelerado de su corazón, se había emocionado por encontrarlo, quería darle las gracias una vez más, necesitaba hacerlo y por alguna razón se sentía intrigado por la presencia de aquel chico.

— Dado que ya están todos les contaré por qué los he traído aquí— Aioros regresó al sillón para sentarse una vez más en él y tras un pestañeo su mirada cambio completamente, se había puesto serio y se podía notar hasta en el ambiente.

— Está ocurriendo algo realmente grave en Grecia— el patriarca pauso antes de seguir hablando mientras todas las miradas se mantenían atentas y sorprendidas por lo que ocurría.

— Hace unas semanas desde varios puntos del país fueron liberadas criaturas mitológicas desde sus celdas, estas bestias habían sido selladas hace muchos años atrás por el poder de los dioses para proteger a los humanos y la tierra, se suponía que ellos jamás debían dejar sus prisiones pero al parecer alguien las abrió y desde las puertas del tártaro emergieron.— Lo dorados se mantenían algunos  incrédulos y otros confusos frente al relato del castaño, la incredulidad venía con aquella frase que afirmaba la existencia de las criaturas y la confusión por no saber de quienes se trataban estos.

— Quizás algunos de ustedes hayan escuchado hablar de ello o quizás otros no; harpías, centauros, cíclopes, mantícoras, las gorgonas, gigantes, quimeras y muchos otros más los cuales están aterrorizando a los pueblos y ciudades, nuestro deber como santos dorado es proteger a la Diosa y en lo que ella cree y me ha dado a orden de enviarlos a ustedes  en diferentes misiones para controlar a estas bestias— Nadie quiso hablar, nadie se esperaba algo de aquella índole, luchar contra otros caballeros a veces era un tarea complicada pero luchar contra las criaturas de la era del mito era algo sumamente diferente

Ellas poseían fuerza, poderes y magia, esta no sería una misión cualquiera para ellos pero como santos dorados que eran no podían acobardarse frente a lo desconocido, uno tras otro se hincaron apoyando su puño contra el mármol aceptando el mandato hasta que al final todos ellos se encontraban con la cabeza gacha frente al ex caballero de Sagitario.

— Para esta misión irán en parejas y a cada pareja se les entregará los documentos referente a su misión, el lugar, los seres que ahí se encuentras y descripciones de ellos— Una muchacha que llevaba una máscara sobre su rostro so colocó junto a Aioros con una charola donde se encontraban los documentos que entregaría a los dorados.

— Aldebarán y Afrodita, ustedes irán a Lamia, Shaka y Cáncer, ustedes se dirigirán a la ciudad de Creta, Mu y Milo, se dirigirán a Rodas y por último Aioria y Saga, ustedes deberán ir a la isla Santorini— Cada pareja se juntó y se formó una junta a la otra mientras la chica le entregaba los detalles de su misión; Saga se perdió en sus pensamientos por unos instantes, no sabía que pensar de lo que ocurría por un lado conocía las historias de las criaturas mitológicas, no eran malvadas y algunas no eran buenas, ya conocía el nombre de aquel chico de cabellos castaños y a pesar de las circunstancias en las que se encontraba desde pequeño siempre quiso ir a Santorini, sentía que tentaba demasiado a su suerte, “no todo podía salir tan bien” pensaba, temía por el tipo de seres a los que se enfrentaría, la excitación se tomaba sus pensamientos ignorando la atenta mirada que el otro ponía sobre él.

— Todos saldrán esta tarde del santuario hacia sus destinos, ahora deberán preparar su equipaje, dentro de cada carpeta se encuentra un itinerario el cual deberán seguir, deberán pasar por cada lugar ya que en ellos también existen sospechas de que se encuentren con estos seres. Vayan a sus templos y prepárense— Los dorados asintieron y abandonaron el templo del patriarca, nadie quería hablar, el ambiente se sentía demasiado tenso para hacerlo, los dorados fueron ingresando a sus templos para prepararse para el viaje sin saber aún ni si quiera cuando volverían a tierra santa.

Al llegar al quinto templo Aioria se detuvo mientras veía como su ahora compañero de misión seguía caminando ignorando todo a su alrededor, sentía la necesidad de hablar con él, aun le intrigaba un poco lo ocurrido la vez anterior y además aun no leían los documentos que se les habían entregado, así que detuvo el caminar del geminiano tomándolo del brazo catando inmediatamente su atención.

— ¿Por qué no te quedas un momento en mi templo? Necesito hablar contigo, Saga— El gemelo después de meditarlo por unos segundo asintió con la cabeza, el castaño se llamaba Aioria, era el caballero de Leo y al parecer ahora era su compañero de misión, pero al observar el rostro del otro al parecer la idea de estar juntos en una misión no le agradaba bastante.

— Aquí dice que primero debemos ir al puerto de Kalamaki investigar el lugar porque según los reportes se ha visto actividad de Ninfas en él, aquí dice que debemos intentar hablar con ellas y que se proponen, — Saga asintió y recordó las historias de las ninfas, hermosas mujeres que siempre se encontraban rodeadas de naturaleza y dentro de todos eran unas de las criaturas más pacíficas— luego desembarcaremos en la isla Paros y desde Paros tomaremos un avión hacia Santorini, debemos estar saliendo del santuario a las dos de la tarde— Saga quería seguir leyendo el informe pero tan sólo quedaban dos horas para prepararse, aun le costaba expresarse, así que prefería mantener el silencio antes de incomodar al otro o echarlo todo a perder.

— ¿Ocurre algo? No has dicho nada desde que salimos. — El león se acerca él y lo miró directo a los ojos frente a lo cual Saga rehuía de su mirada, se veía nervioso y un apenas apreciable color carmín se posicionó en el rostro del otro, quizás el caballero de géminis se había enfermado pensaba el león.

— No soy bueno hablando y aún no sé qué decir la verdad. —Saga no veía al otro a los ojos, era cierto, estuvo todo ese tiempo pensando en cómo iniciar una conversación pero por más que tratara no se le ocurrían las palabras adecuadas para hacerlo así que simplemente había preferido mantenerse en silencio sin perturbar el ambiente.

— Entiendo, ya tendremos tiempo para hablar durante el viaje, por ahora será mejor que nos preparemos. — Aioria seguía manteniendo sus ojos sobre él, capturando cada detalle del otro, sus cabezos azules, su piel pálida como de papel, rasgos marcados pero delicados a la vez y esa escurridiza mirada azulada que se escapaba cada vez que él la buscaba.

— Yo me retiro entonces, nos vemos a la salida, caballero de Leo— la formalidad del otro le molestaba al leonino, pareciera que no quisiera una plática con él, Aioria se sentía ajeno al otro, como si en vez de estar hablando con él Saga estuvieses hablándole a su rango, a su armadura y si lo pensaba no soportaría ese largo viaje junto al otro de esa forma.

— Dime Aioria ¿De acuerdo?— tal vez la frase había salido más molesta de su boca de lo que planeaba, sonaba más a una orden, pero no podía evitarlo, en ocasiones no podía callarse las cosas  que lo irritaban y por eso creía que era mejor arreglarlas en ese mismo instante.

— Está bien, Aioria, y tú puedes llamarme Saga —Sus ojos se encontraron, y el león descubrió que agradecía que el otro no siempre respondiera su mirada, la seriedad de su rostro contrastaba demasiado con sus pupilas, se veía más entusiasmado, como si le sonriera, era intensa como si quisiera saber todo de él y dejarlo sin nada que ocultar, Aioria por primera se vio en la necesidad de mirar hacia otro lugar para que el otro dejara de mirarlo y abandonara el templo.

El gemelo abandonó la estancia, tras salir por la entrada del templo y suspiro tranquilo, llevó su mano  derecha a su pecho para sentir como su corazón palpitaba fuerte y rápido, estaba ansioso, nervioso, exaltado y relacionaba todas estas sensaciones a esta nueva misión, ese nuevo viaje el que emprendería, ignorando por completo esa sensación estremecedora que había sentido al mirar al otro, al escucharlo, al estar cerca de él. Saga tenía mucho que pensar y muy poco tiempo para hacerlo, el viaje sería largo, debería ordenar un bolso con sus pertenencias, además de llevar la armadura y si el espacio se daba quizás podría llevar cosas extras para el viaje.

 

***°***

Verlo con ropa normal era totalmente distinto y realmente no sabía si podía llamarlo ropa normal, era vestimenta de entrenamiento, y por lo que podía apreciar quizás una talla más grande para él, el pantalón era de un color claro el cual Aioria intuyó que no duraría mucho tiempo limpio, una remera ancha de color blanco con un cinturón sobre ella, zapatos de cuero que se ajustaban hasta la mitad de la pierna y todo aquel frondoso cabello azulado atado en una coleta, el castaño sintió como la piel de su cuerpo se erizaba al verlo bajar por las escaleras y trató de ignorar la sensación.

Iba a pasar mucho tiempo con Saga, el caballero de géminis no sabía nada de él pero para su caso era todo lo contrario, tenía toda la información que su hermano le había contado y a decir verdad era bastante, conocía mucho del otro pero al verlo ahí se sentía todo demasiado distante, el gemelo estaba rodeado de un aura que lo protegía de lo demás, como si fuese inalcanzable por otros, sumido en sus propios pensamiento, como si no existiese ningún otro ser más que él, probablemente no era de egocéntrico no podía apreciar eso en el caballero de la tercera casa, pero había algo más que rodeaba al dorado, algo que escondía y por lo cual no era capaz de reventar esa burbuja para que otros lograran acercársele  pero el león era testarudo, y cuando se le metía algo en su cabeza no podía sacarlo de ella por eso se proponía averiguar qué era lo que Saga escondía  en ese viaje.

Por otro lado el geminiano venía concentrado en su caminar, sentía la brisa primaveral en su rostro, por donde mirara había flores en capullo, la primavera había llegado lo que significaba que los fríos días de invierno habían acabado, había guardado todo lo que necesitaba para su viaje y aún más que eso, le contó a Kanon que estaría fuera del santuario durante mucho tiempo y que para cuando volviera quizás podrían hablar de todo lo que habían pasado durante esos largos años.

El gemelo no podía decir que odiaba a su hermano, no deseaba ningún mal para Kanon a pesar de todo lo que alguna vez hizo, tal vez era porque se trataba de la única persona con la cual podía contar, su única familia, el que siempre estuvo ahí, pero Saga no podía sentir esos mismos sentimientos que Kanon tenía por él, no podía odiarlo, como a la vez no podía amarlo, sentía un cariño enorme por sus historias de juventud, recuerdos de la infancia que atesoraba, el dorado esperaba con todo su corazón que las cosas se pusiera en buenos términos entre ellos, ese era lo que más deseaba por el momento.

Al bajar del último peldaño puso su mirada al frente, Aioria ya estaba esperándolo pero se veía raro, sus ojos parecían enfocarlo sólo a él, se veía asombrado como alguien que está a punto de decir algo pero no puede hacerlo, Saga lo observó de vuelta con interés, el otro llevaba un pantalón de mezclilla, unos zapatos estilo cazador, camiseta gris y una camisa cuadrille de colores burdeo y negro; Aioria se vestía bien y el de cabellera azul lo admitía, la ropa resaltaba aún más ese porte que tenía el león, su cabeza en alto casi inmovible, algo estoico quizás, como si estuviese parado sobre un altar, quizás no lo hacía apropósito pero así es como se veía, como aquellas esculturas de guerreros, de gladiadores que eran capaz de acabar con todo un ejército sólo con su poder.

Ambos no sabían que esperar del viaje, mirar al otro se estaba volviendo incomodo por muchas razones que aun desconocían, Aioria por un lado conocer demás al otro sin haberlo conocido realmente y Saga por ser el chico que descubrió aquel percance y por su falta de sociabilidad de todos esos años; sería un viaje largo pero sólo podían esperar lo mejor ya que después de todo debían cumplir aquella misión como los santos dorados que eran, proteger a la tierra y los deseos de su diosa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).