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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Pido perdón, bueno soy bastante bueno en eso al verdad jajaja, contra vientos y mareas les traigo el 3 capítulo, espero aún no hayan olvidado la historia :'3 jaajjaja les aclaro que nunca abandono algo que empiezo, quizás me demore un poco, más de lo presupuestado pero siempre llego a la meta.

Este capítulo es raro por así decirlo es lento, pero a al vez rápido me demoré en escribir porque gran parte de ello era que no sabía como empezarlo, pero bueno... hasta que al final lo logré.

Un saludito para todos los lectores y aquellos que me dejan su lindo review.

y en especial a gns que me inunda de amor por la pareja tanto con sus fics y los dibujos que hace ajajaja <3

 

 

 

 

CAPÍTULO III

LOS VIAJEROS


 

Gastar energía demás no era lo correcto, con sus poderes podrían ser capaces de avanzar un gran tramo en poco tiempo pero avanzar aquellas distancias demandaba demasiada energía, una energía que debían cuidar por si se presentaba cualquier contingencia, más seguro y medianamente rápido era el transporte público, pero en esta categoría se quitaba la palabra comodidad, asientos que no se reclinaban, material duro y si lo acompañas con los hedores que te puedes encontrar dentro de él y le aumentas una carretera con varios desperfectos hacen un pequeño viaje en microbús un suplicio, debían racionar dinero para transporte, estadía, alimentos y además guardar para emergencias por lo que un viaje más directo y más confortable no estaba dentro de sus planes.

Saga tenía a su lado izquierdo la ventana que lo dejaba ver el paisaje de los caminos de Grecia, lugares que por primera vez conocía y buscaba guardar en su retina, no sabía que el exterior podría lograr ser tan asombroso, tan bello, tan vivo y alegre, vivió encerrado en su templo durante toda su vida  y no conocía algo que no fuese oscuridad y mármol, le parecía increíble y sus ansias de conocerlo todo crecían con cada pestañear de sus parpados.

Aioria estaba junto a él demasiado cerca debido al reducido espacio que hay entre los asientos, sus brazos se topaban pero esto al gemelo parecía no importarle, como tampoco parecía importarle la intensa mirada del león. Sus ojos verdes no habían logrado despegarse de la figura de Saga en ningún momento desde que subieron pero esto no era lo extraño, lo extraño era que le gustaba hacerlo y que el otro no se diera cuenta.

Aioria memorizaba cada detalle del rostro del geminiano, se había dado cuenta que carecía de facciones rudas, en Saga todo era más fino, más sutil contrastando totalmente con la primera impresión que tuvo de él; ese cosmos iracundo y desbordante de poder, como una explosión que amenazaba con destruir todo lo que estuviese a su alrededor pero ni su aspecto físico ni la personalidad que le estaba mostrando parecía tener relación a su poder, llevaba mucho tiempo con la misma expresión de sorprendido y parecía que iba durar mucho tiempo más.

Aioria se dio cuenta que esa cercanía le era incomoda pero a la vez no, se sentía raro cada vez que sus brazos y sus muslos se rozaban pero admitía que no le molesta y era muy probable que ese era el problema de todo, necesita saber más del caballero de la tercera casa, le urgía conocerlo por completo, pero al mirarlo podía darse cuenta que el gemelo no se encontraba en la misma sintonía que él  y seguramente en la de nadie más ya que estaba absorto en sí mismo creando una pared la cual el león no sabía cómo derribar.

El castaño suspiró, si recordaba bien la última palabra que cruzó con su compañero fue “debemos subirnos en ese” y el otro ni si quiera fue capaz de responder con una frase, el de cabellos azules sólo asintió y lo siguió, pensó que quizás se estaba preocupando de más y que la personalidad del otro era de esa manera y no podía hacer nada para cambiarlo pero si era sincero consigo no sabía que tanto podría aguantar esa situación sin encarar al otro o reclamarle, nunca fue de las personas que le gustara las discusiones pero eso no significaba que no las tuviera muy a menudo.

Trató de relajarse, cerró sus ojos e intento no seguir mirando a Saga, aun le quedaba mucho que recorrer antes de llegar a su primer destino y la gente que seguía subiendo lo atosigaba, el ambiente también y el hecho de no estar cómodo lo ponía de peor humor.

El león se encontraba en ese trance en que las personas tienen antes de dormir, cuando aún no duermes pero tampoco estás despierto, sintiendo como sus parpados pesan y como esa misma sensación le gana a tu cuerpo; pero no todo siguió su curso normal, no terminó en un sueño agradable yaqué en una repentina maniobra del conductor  su intento de dormir se vio interrumpido por el brusco movimiento y algo más, algo que lo estaba perturbando demasiado.

El cuerpo del otro estaba tibio a pesar del calor que había dentro del microbús, sus cabellos olían a shampoo, y la mano de Saga, esa nívea mano con alargados y finos dedos se había posado en la zona de su ingle y específicamente donde se encontraba su virilidad; el castaño se sorprendió, respiró hondo asustado, sus músculos se tensaron y sin poder controlarlo su cuerpo reaccionó casi instantáneamente, estaba avergonzado, se había puesto duro sin poder controlarlo y al parecer su compañero no se había dado cuenta en la posición en la que se encontraba porque aún no quitaba su mano de aquel lugar ejerciendo una presión contra su entrepierna.

Hasta que llegó el momento que Aioria esperaba, el otro se había dado cuenta por fin que estaba ocurriendo y donde se encontraba cada parte de su cuerpo y podía deducir que era exactamente lo que estaba palpando su mano derecha, su piel pasó de un blanco a un rojo intenso, Saga quitó su mano lo más rápido que pudo y miró directamente a los ojos del caballero de la quinta casa.

–Yo… lo siento, fue un accidente, no fue mi intención, realmente lo lamento. –Los ojos de saga reflejaban sorpresa, temor y por otra parte vergüenza, Aioria vio como el rostro del otro se tensaba tras darse cuenta de lo que había ocurrido, su piel blanca había cambiado de tono a un rojo muy vivido, pero a pesar de que él también debía estar avergonzado por la situación el semblante del otro le parecía divertido.

– Descuida, fue un accidente así que… no te preocupes– Aioria trató de sonar lo más amigable que pudo, con una sonrisa nerviosa y evitando cualquier contacto posible ya que al parecer el geminiano obviaba otra situación más, estaban muy cerca el uno del otro, invadiendo su espacio personal y si a eso le sumas lo que acaba de ocurrir y lo que seguí ocurriendo en la zona baja de Aioria no resultaba para nada cómodo.

Saga aun apenado volvió a como estaba tratando de alejarse lo más que el reducido espacio le otorgaba, su rostro seguía rojo y podía verlo en el reflejo del vidrio,  su palpitar podía oírlo hasta en sus propios oídos, las impresiones que les estaba dando al otro iban de mal en peor, había estado pensado en cómo hablarle al castaño, como empezar una conversación sin que fuese desagradable pero ahora todo eso se veía más  difícil que antes.

Su rostro aún ardía, su corazón aún seguía bombeando sangre un poco más rápido de lo habitual y en su mano aun podía sentir la forma de la entrepierna del otro, no quería aceptarlo pero esa situación lo estaba confundiendo un montón, era primera vez que sentía algo como eso y lo más que le molestaba a Saga, esa sensación de nervios comenzaba cambiar por una diferente que aún no sabía cómo identificar.

Por otro lado el panorama para el león no era del todo diferente, seguía duro sin poder controlar su situación, cada vez que se movía su ropa interior rozaba contra su miembro lo cual no ayudaba mucho y se recriminaba internamente; él era un caballero dorado, cosas como esas no deberían ser un problema para él, su camino de guerrero no podía ser manchado con pensamientos de lujuria y placeres mundanos era una promesa que se había hecho así mismo desde que recibió su armadura pero este caballero, el hombre que se mantuvo oculto por largos años lo había alterado hasta ese punto y si lo pensaba detenidamente ni si quiera las amazonas que se paseaban con sus trajes pegados al cuerpo, luciendo su figura entrenada le podían causar algo como eso, estaba decepcionado de sí mismo y además sentía de paso que decepcionaba a su diosa.

Aioria sabía que seguir preocupándose por lo ocurrido no lo ayudaría en nada así que retomó la idea que había tenido antes de lo ocurrido, descansar, dormir y esperar que para cuando despertara todo se habría olvidado y sería un mal/buen sueño, su ojos comenzaron a ceder y entre sus ojos un tanto nublados lo último que alcanzó a ver ere ese intenso azul que parecía resaltar aún más ante el paisaje de la ventana.

 

***°***

 

Kanon estaba solo, sumido en aquel silencio sepulcral de lo que era el templo de géminis, estaba intranquilo, aburrido, Saga se había marchado, ya no estaba ahí y sentía que algo de él mismo se había marchado previendo que jamás volvería,  después de aquella vez en la que su hermano alzó la voz contra él y se defendió fue la última vez que pudo estar tranquilo consigo mismo, ya no tenía a Saga, ya no tenía el control del otro ni de sí mismo, se había transformado casi en un alma en pena dentro del templo de los gemelos.

Encerrado, enjaulado, sin poder salir, sus pensamientos lo abrumaban y sus sueños lo perseguían, las escenas en las cuales había lastimado a Saga un sinfín de veces, todas y cada una de las cuales lo había odiado, amado, deseado hasta el cansancio pero siendo lo suficientemente cobarde como para no apoderarse de todo lo que su gemelo tenía para ofrecerle, se arrepentía de nunca haber probado sus labios, de no haber sentido jamás la calidez de tener al otro.

Si, se arrepentía de no haberlo hecho pero por otra parte se calmaba al saber que no le causo aún más dolor de lo que pudo haberle hecho, porque Kanon también era géminis, también era dual, también odiaba a Saga con su alama al punto de querer verlo quebrado bajo de él, pero también lo amaba como amigo, como hermano y como aman los amantes, pero ya todo aquello se había acabado porque probablemente su hermano ya no sintiera ni ápice de cariño dentro de su corazón por él.

Kanon fue directo a la recamara de su hermano y se acostó en su cama, comprendió que no podía estar sin Saga, que Saga siempre era la razón y el todo para él, no conocía algo que no fuese Saga, pero él ya no estaba, sentía que se había ido de sus manos revoloteando, estando a la vista de todos, siendo observado como él siempre lo miró, que alguien estuviese dándose cuenta de lo hermoso y lo atrayente que Saga era.

Temió por su egoísmo de monopolizar a su hermano, temió también por su gemelo, Saga nunca había abandonado tierra santa, no conocía nada del mundo, no entendía a la persona, no sabía conversar, no sabía leer intenciones, la parte pura de Saga aún seguía demasiado pura, demasiado blanca y aquella parte obscura que poseía ahora era una mera mancha en los recuerdos de su mente.

Olió el cubrecama que aun guardaba su olor, su esencia, pero un simple objeto no podía conservar su calor; con cada inhalada que daba todo aquello se perdía, ya no había marcha atrás, se había quedado solo, enfrascado en sus recuerdos, enfrascado en la desdicha de sus pecados, enfrascado en su avaricia, odio y amor.

 

***°***

 

La habitación que habían conseguido no era la más lujosa pero “buena” para el precio que habían pagado por ella, una habitación, dos camas, una mesita de noche, una cómoda para guardar ropa, con el hospedaje venía incluido un juego de toallas y además productos de tocador, un gran ventanal con un diminuto balcón dando hacía la playa de Kalamaki, baño con regadera además de tina, todo parecía muy antiguo, el servicio se limitaba al hospedaje y lavandería una vez al día y quizás ese era la razón del porque era tan barato, pero al menos al  ser la habitación todo de colores claros evitaba que se formara un ambiente lúgubre y anticuado.

No era que pidieran más tampoco, no estaba ahí de vacaciones a pesar de que el momento en que pusieron un pie fuera del santuario se sintiera de esa forma, quizás era ese aire primaveral que le restaba la seriedad a esa misión o porque quizás, pero sólo quizás la compañía del otro lo hacía lucir de aquella manera.

Tras haber ordenado sus cosas y decidir quien dormía en cual cama se habían otorgado el regalo de al menos descansar por un momento. Sí, habían estado sentados todo el camino y sí, habían dormido la mitad de él, pero era cansador viajar, incluso para ellos,  fue cansador encontrar un hospedaje que valiera la pena y no estuviese sobrevalorado y si, fue cansador volver a olvidar la escena que tuvieron antes de dormir y después de dormir.

Porque si creían que la primera había sido incomoda la segunda logró remecerlos un poco más aún, quizás era todo una jugarreta de los dioses, o quizás mala o buena suerte dependiendo de qué lado se mirase, pero algo, una fuerza extraña los llevaba a ese tipo de situaciones y el hecho de que recién se estaban conociendo les ponía el panorama más extraño aún.

 

***°***

 

Saga había despertado con el cuello algo entumecido pero con una agradable sensación de calor y un aroma gratificante paseándose libre por sus fosas nasales, aún no abría sus ojos y realmente no deseaba hacerlo, era muy cómodo estar de esa forma… demasiado cómodo para ser un asiento normal de transporte público y al abrir los ojos se dio cuenta que su mala suerte no acababa, su cabeza yacía recostada sobre el hombro del castaño y sobre ella la cabeza del otro, otra vez ese sentimiento se apoderó de sí, calor en su rostro, sus manos sudaban y su garganta se ponía seca, no podía moverse, o no sabía muy bien si quería o no quería hacerlo.

– ¿Despertaste, Saga? – La voz de Aioria lo encrespó y causó un leve escalofrío por toda su piel, estaba acabado sentenció.

– Si, ya desperté… – El león levantó lentamente su cabeza de la del otro, mientras Saga hacía lo mismo. El de cabellos azules se preguntaba cuanto tiempo el otro había estado despierto y porqué no lo había despertado luego de estar así.

– Eemm… no quise quedarme dormido sobre tu hombro y si te he causado alguna molestia, creo que te he dado la peor de las impresiones pero todo no ha sali…– Sus ojos se encontraron, Aioria volvía a observar aquella misma mirada de la primera vez que se conocieron, nerviosa, tímida, llena de emociones que contrastaban con su cara pálida  y seria, sus cabellos azules estaban desordenados, enredados, teniendo la apariencia de un niño al despertar, lo cual le causaba gracia y sin querer una sonrisa de formó en sus labios.

– Tranquilo–  dijo con voz calmada–  yo también me quedé dormido, tómalo como una muestra de confianza. – El caballero de la tercera casa no sabía que le alegraba más si las palabras amistosas o esa sonrisa que el otro había dado.

Sus cuerpos reaccionaban por sí solos atrayéndose mutuamente como dos imanes quitando la vista de los ojos del otro sólo para parpadear, el tragar saliva se volvía dificultoso mientras sus rostros se acercaban más y más, mezclando sus alientos, sonrojando sus mejillas, porque eso veía los dos en el otro,  un tono carmín bajo sus orbes con cada centímetro que se acercaban, Saga recordaba todas sus novelas, todas y cada una de ellas cuando hablaban de ese tipo de acercamiento el cual no logras controlar, era ese beso, aquel mágico y primer beso que terminaba sellando el destino de sus protagonistas y ese beso era con Aioria, un hombre, compañero de armas y además hermano menor de Aioros.

– ¡Última parada! – La estrepitosa voz del chofer los sacó de ese hipnótico trance y de paso despertó al resto de los pasajeros que aún dormían en sus asientos.

Ambos comenzaban a alejar poco a poco sus rostros aún sin cortar el contacto visual, quizás estaban sorprendidos por lo que estaban a punto de hacer o decepcionados por lo que pudo haber sido, fuese lo  que fuese había sido una situación extraña la cual esperaban que no se volviera repetir, por el bien del viaje, por el bien de su salud mental y todo lo que conllevaba con ello.

– Es hora de que nos bajemos – Pronunció Aioria respirando con el pecho agitado y la boca seca.

– Si tienes razón, Aioria– El león pensó algo en ese momento, que todo en Saga lo llevaba a aquello, sus largas pestañas que se batían con serenidad, esa piel clara que se volvía rosa por la vergüenza, esas hebras añiles que enmarcaban su rostro y por sobre todo esa manera en como pronunciaba su nombre, quería escucharla una y otra vez, llamándolo y centrándose sola y exclusivamente en él y antes que se diera cuenta otra vez había ocurrido, tendría que acomodar su ropa y esconder su abultada entrepierna que había reaccionado una vez más con el tifón Saga.

 

***°***

 

– Mi nombre es Aioria, nací un 16 de Agosto, tengo 20 años, mi hermano como ya lo conoces es Aioros es mi única familia, lo que más me apasiona es ser un caballero de la orden de Athena, me especializo en el ataque físico, muy pocas veces he abandonado el santuario, me llevo bien con todos los caballeros sin importar su rango, unos de mis hobbies favoritos es ver películas o series cuando tengo tiempos muertos y debo agregar también que unos de mis sueños siempre ha sido conocer Santorini– El castaño estaba tendido sobre su cama mirando al techo, claramente hablándole a Saga, ese era el momento en que podían afianzarse, entregar confianza, quitar las barreras o al menos eso era lo que Aioria pretendía, sólo esperaba que el otro siguiera el juego.

– Mi nombre es Saga – pronunció el gemelo seguido de una pausan dudando en si seguir con todo las palabras que se le venían a la mente, pero pensó que nada podía perder, era momento de arriesgarse. – Tengo 25 años, nací un 30 de mayo, mi hermano como ya lo conociste se llama Kanon mi única familia al igual que tú,  mi adolescencia la pasé luchando contra un ser que se apoderaba de mi mente, su nombre Ares, casi mato a Shion en una oportunidad y estuve encerrado dos largos años tras aquello…– El dorado dio un pausa dándole espacio al otro de asimilar cada palabra, era necesario, él también la necesitaba para relajar su pecho, y mantenerse sereno.

– No me encerró por traición, yo se lo pedí, me ayudó a controlar ese obscuro ser que crecía en mí y lo logré por unos años hasta que el patriarca se marchó. Kanon desde joven no fue el típico hermano, el me odiaba, me atrevo a decir que hasta un punto me recriminaba por poseer la armadura de géminis, pero al mismo tiempo me amaba– Aioria estaba muy sorprendido, eso era algo que no veía venir, decidió no emitir palabras y sólo seguir escuchando, aún quedaban palabras, aún más quedaba historia por contar.

– Su amor por mí era como un veneno para su alma, muchas veces se aprovechó de mi situación, cuando caía rendido a aquel ser  mi gemelo me insultaba, golpeaba y otras veces restregaba con lujuria sus manos por mi cuerpo. –Saga suspiró, recordar todo le dejaba un sabor amargo en la boca, pero a la vez sentía que la carga en sus hombros disminuía y se sentía mucho más ligera.  

– Siempre odié aquello, pero en ese tiempo sentía que yo merecía todo eso y quizás hasta más, hubo un momento en que creí que por mi culpa ambos estábamos así, atrapados en un espiral que nos hundía más y más, pero el día que me harté de todo aquello, en que me di cuenta que no era mi culpa, que yo jamás quise causarle un mal a nadie me enfrenté a Kanon y  a esa parte podrida dentro de mí,  salí victorioso, acabé con ambos y tu estuviste ahí para verlo y para frenarme. –Una sonrisa amarga se posó en sus labios de Saga; era cierto, Aioria había llegado en el momento exacto en el que todo ocurría y por ello el leonino tenía toda la gratitud del dorado.

– En este corto periodo en el que comencé a ser yo me di cuenta que no sé cómo entablar una conversación y seguir el hilo, otra cosa que aprendí es que me gusta leer, creo que me enamoré de las historias románticas llenas de dramas y un amor casi meloso – El mayor emitió una leve risa que para Aioria fue algo de otro mundo, necesitaba ver aquel rostro, verlo sonreír y ver de primera mano cómo se curvaban los labios de Saga al reír, ver cómo era capaz de restarle importancia a lo recién dicho con una simple risilla.

Aioria se levantó de la cama y se sentó en la de su compañero habitación muy cerca de él y ahí estaba esa boca sonriente, invitándolo a romper el ambiente tenso por el cual recién habían pasado, el castaño comprendió que Saga era mucho más de lo que se veía, era un ser complejo el cual quería descifrar, sus ojos lo miraban sólo a él, a sus cabellos tendidos por la cama,  esos ojos azules almendrados, esa boca color durazno, ya no podía resistir la tentación y fue agachando su cabeza hasta posar sus propios labios sobre los del otro, dando un casto beso, casi rosando la piel del otro, tierno, delicado como en todas aquellas historias de amor donde ese primer beso lo cambia todo.

 

 

Notas finales:

Saludos :3

PD: modifiqué la edad de Saga a proposito.


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