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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Aaay dios llegué contra truenos y vientos pude terminar el capítulo 4, saben tuve muchos contra tiempos, si no era la universidad, era mi familia si no er ami familia era el maldito computador que no guardó loq ue escribí  2 veces :( , no saben lo horrible que fue aquello, al final este cpitulo lo escribí tres veces y el tercer no se parece e nada a los dos primeros ajajajajaj pero creo que fue para mejor, quedó más lindo como yo quería como  ese fic tipo disney que me había pedido la persona a quien el dedico este fic y estoy obligaod a terminarlo y llevarlo de la mejor manera posible.

 

Espero les guste el nuevo capitulo y que no se hayan olvidado d ela historia <3

CAPÍTULO IV

CRIATURAS DE MAR

 

–Fue mi primero beso…– Soltó Saga casi como un susurro, pero algo que Aioria escuchó muy claro, el de chico de cabellos azules aún seguía en la misma posición observando como su mirada era de vuelta por la del otro, el castaño cayó en cuenta de lo que había hecho, de lo que su deseo impulsivo había provocado, unos ojos sorprendidos, un tono carmín que contrastaba con la pálida piel del otro, esos labios temblorosos y semi abiertos y por un momento pensó que tal vez sus acciones no fueron del todo erráticas si el resultado lo había llevado a esa grandiosa imagen que observaba.

Saga al recobrar un sus sentidos se levantó lo más rápido que pudo de la cama en el proceso golpeando sus cabeza contra la del menor e impulsivo chico, recibió una queja tras el impacto pero él no podía escuchar al otro en ese momento, estaba molesto, tanto que ni el dolor del cabezazo logró distraerlo.

– ¡Tú!… ¡Tú robaste mi primer beso! No puedes ir y besar a las personas cuando tienen su guardia baja y menos a mí, soy un chico, soy mayor, fui amigo de tu hermano, somos caballeros dorados ¡Por Athena, Aioria era mi primer beso y tú lo tomaste como si nada! –Su parte lógica le decía que estaba exagerando, esa parte buscaba la explicación de lo que había, hormonas del joven, descubrimiento, esa parte le decía que era un simple beso y ya, que el mundo no acabaría, que no perdería su armadura por un beso que fue más parecido un topón entre sus labios, pero por otro lado aquella parte de Saga esa sensible aquella que comenzó a florecer cuando se vió liberado de él mismo y de su hermano, esa que se había enamorado de las historias de amor no podía aceptar que algo que al parecer era muy preciado como su primer beso (ya que ni él mismo sabía que tan importante era) fue robado, saqueado, usurpado… y sí, estaba exagerando sentenció.

Aioria se quedó mudo unos instantes, había hecho algo que estaba mal, muy alejado de sus principio, en lo que creía y en lo que le habían inculcado, pero al parecer para el otro había sido lo más horrible que un ser humano podría haberle hecho, recordó lo poderoso que podría llegar a ser ese caballero, aquella explosión de cosmos de cuando se conocieron, aquel gemelo suyo bajo el montón de escombros, por lo que tragó pesadamente saliva y se preparó para cualquier cosa que pudiese ocurrir, debía decir algo  y muy pronto antes de que algo saliera mal.

–Está bien, lo siento… pero sólo fue un beso– El león debía aprender a callar en algunos momentos, quizás pensar antes de hablar porque decirle a alguien que nombró lo importante que era su primer beso hasta el cansancio que no era nada importante, no era para nada lo correcto, era echarle leña el fuego, era ver esos ojos más furiosos y esos puños más tensos.

Aioria era chiquillo estúpido concluyó Saga.

–Eres un idiota– Esos zafiros azules lo taladraron, mostraban un frialdad excepcional digna quizás del mismísimo caballero de acuario, esas palabras las sintió tan pesadas que por un momento también creyó que era un idiota, el más grande de Grecia.

Un par de pestañeos y lo que parecía ser un desprecio por su existencia fue lo que vio antes de que el geminiano saliera de la habitación con toda la calma del mundo, no se atrevió a detenerlo, no se atrevió a pedir disculpas, y si lo pensaba bien por ahí debió haber empezado, pidiendo perdón por su arrebato, por encontrar lindo su rostro y demasiado atractivos sus labios.

El castaño se tomó la cabeza y comenzó a rascarla frente a su frustración, lo había arruinado olímpicamente, obtuvo por unos segundos la confianza del otro para después perderla en tan solo un beso, avanzó un paso pero retrocedió cien metros. La pregunta ahora era ¿Qué debía hacer? Seguir a  Saga a pesar de lo ocurrido con el pretexto de que era una misión o seguir a Saga sin pretextos, solo para arreglar lo discusión que acababa de tener, recobrar su confianza y evitar ser odiado en el proceso, aun deseaba conocerlo más a fondo, aun quería saber más de él, quería ver más de él, sus emociones, sus caras, gestos, risa, alegría, tristeza, melancolía y en el fondo deseaba volver a ver ese sonrojado y sorprendido rostro que había conseguido grabar en su retina.

No tenía tiempo para detenerse a repasar lo que acaba de pensar, o tal vez evadía esa opción, lo primero era Saga, pero encontrarlo se volvería algo difícil sobre todo  por el hecho que se encontraba en terreno desconocido y por más que se concentrara para buscara su cosmos no era capaz de captar nada de él.

El teléfono de Aioria sonó y se mostraba el nombre de su hermano en la pantalla  del aparato el cual vibraba y emitía aquel chirrido que siempre olvidaba cambiar, seguramente su hermano llamaba para preguntar cómo estaban las cosas y preguntar cómo estaban ellos más que de la misión misma, no sabía si era correcto contestar en esa ocasión, aun la escena antes vivida la tenía fresca en su memoria, el enojo de Saga, su arrebato de salir del lugar sin decir a donde iba, la conversación en donde descubrió las penas que acongojaban un lastimado corazón del gemelo y por sobre todo esos tibios labios que permanecieron quietos y sumisos frente a su temerario acercamiento, no, no era el momento para hablar con su hermano así que sólo ignoró el molesto sonido del objeto, tomó algunas de sus pertenencia de la habitación y salió en busca de Saga.

 

***°***

 

El sol comenzaba esconderse y aún no había logrado encontrar el paradero del compañero fugitivo, preguntó en cada puesto, cada residencial, hoteles, busco en restaurantes e inclusive en bares, la tarde comenzaba  ponerse fría y la piel que no cubría la remera se entumía y tensaba frente a la helada brisa marina que danzaba por las calles, el primera farol de luz se prendió junto a él y siguieron los demás pronto acabaría la luz natural y después de no saber dónde empezar a buscar no sabía dónde debía seguir haciéndolo.

Las calles se volvían laberintos, calles por las cuales volvía a pasar más de una vez, sus ojos giraban rápidamente cada vez que algo de color azul aparecía con la única esperanza de que fuera lo que busca o mejor dicho a quién él buscaba, busca el azul, pero ninguno de aquellos que sus pupilas lograron captar se parecía al que él necesitaba, Saga se había ido hace más de cinco horas y ni siquiera un rastro de cosmos había dejado, no había sacado su celular, probablemente tendría más de una llamada perdida de su hermano, por la prisa lo había dejado en el hotel, además no sabía si el gemelo poseía uno también.

Aioria suspiró resignado necesitaba descansar y comer algo, desde que había salido no había probado bocado alguno, tenía frío, sus pies estaban cansados y su cuerpo hediondo a sudor, decidió ir por última opción, a la costa, sólo por si es que la suerte lo acompañaba y podía por fin encontrar al geminiano, además su hotel estaba bastante cerca de la playa por lo que no sería un viaje perdido.

La brisa marina era agradable, lo relajaba después de haber estado todo ese tiempo enfrascado y concentrado en la misión extra que había adquirido por su propia culpa, por su propia mano y para ser más específicos por sus propios labios. Quedaban muy pocas personas a lo largo de la playa, una que otra pareja que se acurrucaban frente a la puesta de sol, niños que se arrancaban de sus madres por no querer partir y familias que comenzaban a guardar sus pertenencias para comenzar su ida a sus casa, todos tenían a alguien excepto él que vagaba a paso lento por la costanera.

Aioria había llegado hasta un muelle donde habían varios pescadores y puestos de productos del mar, esa era su última opción, los últimos habitantes de Kalamaki que les preguntaría por el paradero de Saga.

– Disculpe señor– se dirigió al primer hombre que vio; bajo, con sus cabellos canosos, su piel muy morena probablemente por estar siempre expuesto al sol, con surcos en su cara  por su avanzada edad – Sabe estoy buscando a un chico casi de mi edad, de mi misma estatura, cabellos largos y azules y que probablemente haya tenido una cara de enojo– el hombre hizo una mueca con su boca y rascó su mejilla en una acción de concentrarse y pensar en la descripción que el castaño le daba.

– ¡Oigan mal nacidos,  ¿Han visto algún chico como él pero de cabello largo y azul?! – El repentino vozarrón que no concordaba con la apariencia del individuo sorprendió y asustó un poco al león, era claro que él no sabía pero esperaba que alguno de los otros tuviesen información.

– ¡Yo vi uno así pasar hace bastante tiempo! – respondió un joven de piel morena y cabello negro con lo cual las esperanzas de Aioria se renovaban era la primera vez en toda la tarde en la que buscó que tenía alguna pista, por lo que caminó rápido hasta estar frente al chico. – Se dirigía por aquel camino que va hacía los roquerios de más adelante y llevaba una cara muy molesta por lo que recuerdo…–

Esa era él, ningún otro podía encajar con Saga en ese momento, debía apresurarse, debía seguir manteniendo aquel golpe de suerte que se le había brindado, esperaba que el mayor aún se encontrara ahí, las probabilidades eran bajas pero existían y si algo existía no estaba todo perdido.

El castaño pidió indicaciones de hacía donde debía ir, agradeció a los hombres que le ayudaron y se marchó a toda prisa olvidando su dolor de pies y el frío que lo habían acongojado hace un tiempo atrás.

El camino comenzaba a desaparecer, pero las rocas no paraban pero para su entrenamiento de caballero dorado no sería ningún problema en avanzar más adelante.

El caballero de la quinta casa subió hasta una gran roca rodeándola para obtener una mejor visión y poder cruzar hacia el otro lado, el agua cada vez se juntaba más con la orilla por lo que intuían que si avanzaba unos metros el roquerio se acabaría y terminaría sólo en mar, a lo lejos escuchó el sonido de chapoteo y de las olas, relinchidos de caballos y la risa de un timbre de voz que se le hacía familiar.

Tras llegar arriba de la piedra encontró lo que buscaba frente a esa puesta de sol dorada, hilos azules cayendo por su espalda, esa piel blanca que se veía algo enrojecida, un Saga todo empapado, sentado sobre las rocas, riendo y acariciando a unas criaturas con forma de pez y caballo que nadaban en el mar, no solo le sorprendía lo mansos que eran los animales si no que también lo apacible y feliz que se veía el de cabellos azules estando junto a ellos, era el primer contacto que tenía con algunas de las criaturas que habían sido liberadas y Saga se había encontrado con ellas, y no sólo eso sino que también salió ileso y al parecer con nuevos amigos.

Aioria siguió avanzando para estar más cerca y poder terminar con la pelea/discusión/mala impresión que habían tenido temprano esa tarde, su corazón palpitaba un poco, y las escenas del cuarto del hotel volvían a aparecer, tragó saliva, no deseaba arruinarlo una vez más, o más bien se obligaba a sí mismo a no arruinarlo de nuevo.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca se sentó en la roca, pudo observar como los seres se alejaban hacía el mar; la espalda del geminiano se tensaban al igual que sus puños, lanzó un sonoro suspiro, se preparaba para conversar o para una segunda discusión, sabía que ya había notado su presencia por lo cual debía actuar rápido antes que el otro se volvía a alejar.

– Respecto a lo que pasó hoy en la tarde…– Saga se tensó más de lo que aún estaba al escucharlo hablar, esperaba desde lo mejor hasta lo peor, una recriminación por su comportamiento infantil, un borrón y cuenta nueva, una nueva discusión, sólo cayó y dió el pase para que el otro hablara.

– Lo siento, no debí haber hecho lo que hice, no sabía lo importante para ti que era… ya sabes… tu primer beso… y también lamento hacerlo parecer menos importante para quitarle la gravedad al asunto, tenías razón, actué como un idiota– Aioria intentaba estar lo más relajado posible pero sus intentos a medida que hablaba menguaban, no era un tema que pudiese tomar con naturalidad y menos si él fue quien lo provocó.

– No sé qué me corrió, nunca me había ocurrido algo así, fue un impulso tonto, había logrado por fin tener una conversación amena y agradable contigo y terminé arruinándolo, de verdad no quise arruinarlo y espero que me perdones para que las cosas mejoren entre nosotros. – Las últimas palabras sonaron más temblorosas de lo normal y hasta él mismo pudo notarlas, Saga no se había volteado a verlo en ningún momento, permanecía callado y la paciencia y nervios de Aioria comenzaban a impacientarlo.

– Quiero disculparme también, no debí huir, no debí agravar las cosas, una parte de mí decía que exageraba, lo cual de verdad pienso, pero otra parte de mi estaba muy furiosa contigo… y también fue agradable conversar contigo– Saga tras las palabras de Aioria, se sorprendió no esperaba una disculpa, tampoco esperaba ese argumento a medias del porqué lo había besado, pero gracias a aquello pudo decir sin dificultad lo que había estado pensado desde que estuvo en ese lugar y agradecía enormemente que las cosas e dieran de esa manera,

Aioria tras escuchar atentamente se acercó hasta sentar a su lado y mirarlo a la cara, su nariz y mejillas estaban rojas, quemadas por el sol, sus cabellos aplastados y algo apelmazados por el agua salada, la ropa se le pegaba al cuerpo por la humedad   y aun se lograban ver gotas que de agua de mar que escurrían por su rostro, ahí estaba otra vez, comenzaba nacer ese impulso que había aparecido esa tarde, tragó saliva y apretó fuerte su rodilla en pos de calmar sus deseos, quería besarlo una vez más algo malo había con él o algo había con Saga que lo provocaba de esa manera inconscientemente.

Pero el golpe de suerte se había terminado para el castaño, las criaturas mitológicas de hace un rato habían vuelto, y por alguna razón dos de ellos utilizando sus grandes colas habían logrado lanzar el agua suficiente hacia ellos para empujarlos y dejarlos de la peor manera posible.

El cuerpo del caballero de géminis estaba sobre él, ahora ambos estilaban por culpa del chapuzón que les habían dado, tanto el castaño como Saga lograban escuchar el relinchar de los hipocampos que les habían jugado una travesura. Estaban tan cerca como la vez anterior, sus ojos otra vez se volvían a encontrar, tal vez era un sonrojo o era la quemadura por el sol, pero la cara de gemelo volvía estar enrojecida y sentía que la suya pasaba por lo mismo, sus alientos se mezclaban sus rostros estaban uno frente al otro y cada vez se les era más difícil mantenerse serenos.

– Saga, si no nos movemos comenzaré a dudar de mí y no quiero volver a cometer otra estupidez.– La gruesa y baja del castaño retumbaba en los oídos de Saga advirtiéndole lo que ocurría, si no se levantaba ocurriría lo mismo que ya había pasado, pero no podía hacerlo, no quería, la cercanía del otro lo incitaba, lo embriagaba, lo acercaba más él, algo había en el castaño que alteraba su cuerpo, su cordura y aun no decidía si aquellas alteraciones le gustaban o no.

– No puedo moverme…–Dijo casi en un susurro y cerrando sus ojos sintiendo como su cara se enrojecía más y más y como en su labio inferior comenzaba a sentir un hormigueo– Deseo que vuelvas a cometer una estupidez. –

El castaño tardó menos en actuar que en procesar lo dicho, el otro había hablado, el otro había dado su permiso y él no podía no actuar, acercó su rostro al contrario y lo comenzó besar, sentía el palpitar de su corazón hasta e sus oídos y como aquel ritmo cardiaco apresurado se sentía en todo su cuerpo, con su mano derecha acarició la mejilla de Saga mientras sentía como una mano mojada se posicionaba al costado de su cabeza tocando parte de su oído, lo cual avivó el fuego del león.

El castaño era un signo de fuego y el gemelo uno de aire, lo único que uno producía en el otro era avivar el fuego que los recorría por dentro y fue el león el primero en acrecentar aquella llama aventurándose a recorrer con su lengua la boca de otro mientras sentía como Saga no rehuía de ella pero si se tensaba por completo, sus respiraciones agitadas comenzaban a ser más sonoras y sus pulmones cada vez requerían más aire por lo que terminaron agitados viéndose el uno al otro, avergonzados por lo que acababan de hacer pero con esa extraña sensación de querer volver a repetirlo una vez más.

–Está oscureciendo… será mejor que volvamos al hotel– El mayor había hablado aun desde su misma posición, no ignoraba lo que ocurría pero trataba al menos de pasar por alto  el cómo estaban y se dejaba guiar por aquella parte lógica que no había sucumbido a sus hormonas para intentar calmarse y no lanzarse al mar con los hipocampos preso del nerviosismo.

El castaño asintió mientras sentía como ese peso al cual se había acostumbrado desaparecía y Saga se notaba nervioso con cada movimiento que daba, sería una larga e incómoda vuelta a su hotel y probablemente se extendería hasta que pudieran llegar una vez más al santuario.

 

***°***

El camino de vuelta no fue tan incómodo como creyeron que podía ser, no tocaron el tema y resguardaban cierta distancia el uno del otro, el contacto visual era escaso acercándose a nulo, después de lo que pasó en las rocas las veces que habían mirado los ojos del otro podía ser contados con los dedos de una mano, quizás era el temor que les producía saber que si se miraban una vez más todo volvería ocurrir.

El gemelo relato como fue que se encontró con las criaturas llamadas hipocampos además de una pequeña referencia de que eran; criaturas híbridas mitad pez y caballo, apacibles, serenos, amistosos, animales de la antigua mitología, símbolo de Poseidón, acarreaban con sus fuertes cuerpos el carro que transportaba al dios de los mares para donde él quisiera. Saga comprobó de primera mano lo amistosos que eran y debía agregar también a la descripción lo traviesos que podían llegar a ser, porque no les bastó con empujarlo al agua para que jugara con ellos la primera vez que los vio sino que también  después fueron capaces de volver a lanzarle agua a él y Aioria terminando en aquella situación que evadía recordar.

Al llegar al hotel se turnaron para ocupar la ducha, la compañía del otro tenía una sensación agridulce, era agradable pero a la vez incomoda pero ambos sabían que esta incomodidad se producía a causa de sus mismas acciones ya no existía un sólo culpable, ahora eran dos, ellos se habían encargado de transformar todo en lo que ahora era, extraño pero genial.

Saga miró a Aioria salir del baño, las ropas que usaban ambos eran tan distintas, el castaño usaba pantalón negro, remera blanca, zapatillas negras y chaqueta de jeans, le gustaba como el otro vestía lo hacía lucir bien y probablemente el león sabía que lo hacía, mientras que él solo tenía su ropa de entrenamiento y una que otra prenda un poco más normal, llevaba  un pantalón corto que llegaba hasta debajo de la rodilla de color claro, para arriba una remera de color gris algo ancha y sus botas, quizás era comprensible, el menor había salido de tierra santa y conocía que era lo que se llevaba pero para él la historia era totalmente distinta, él estaba descubriendo un mundo nuevo, un mundo más brillante, aquel que no lo dejaron ver cuando niño, aquel que no pudo ver mientras crecía, aquel que su hermano y él mismo no le permitieron ver por un largo tiempo.

La mirada azulina se posaba en él de pies a cabeza una y otra vez, Aioria la sentía y se avergonzaba. Quizás era la ropa concluyó lo cual no estaba muy alejado a la realidad.

– Supongo que no has comido nada en todo el día, ¿Te gustaría que saliéramos a cenar? – el castaño repaso aquella frase por su mente muchas veces antes de decirla, era una invitación a comer, nada del otro mundo pero el hecho de que fuera el gemelo a quien invitaba lo hacía sentir como si le estuviera pidiendo una cita, quizás el otro no lo notaría, las reacciones del caballero de la tercera casa eran diversas y muchas veces no sabía que se podía esperar de él.

– Está bien, la verdad es que si tengo un poco de hambre y me imagino que tú  tampoco has comido nada– Saga respondió con una sonrisa, una ligera curvatura de los labios que no pasó desapercibido por el leonino y terminó por dejarlo embobado, Aioria terminaría loco al finalizar esta misión por culpa de Saga y sus pensamientos que se agitaban.

 

***°***

 

Llegaron a unos de los restaurantes que recordó Aioria en su búsqueda del gemelo, el lugar se veía bien, limpio, agradable, confortante y con aire familiar que era lo que él buscaba, la especialidad eran los productos del mar, tomaron asiento en una mesa para dos que estaba junto a una ventana y comenzaron a leer la carta que se encontraba sobre su mesa; uno de los camareros reconoció al castaño, un chico algo bajo, de contextura gruesa quizás algo pasado de peso, pero con una cara feliz que se les acercó a su mesa para atenderlos.

– Veo que pudiste encontrar a tu amigo después de todo, me alegro– Aioria se tensó un poco al ver que el otro lo había reconocido y comenzaba a contar lo que había ocurrido esa tarde– Sabes– dijo mirando a Saga directamente a los ojos– este chico te busco toda la tarde, lo vi pasar muchas veces por afuera del local y vi como preguntaba por ti por muchos lados, en serio se esmeró, yo hubiese terminado cansado a la primera vuelta. –rió el joven– bueno… ¿Que van a ordenar?–Saga quitó la vista del menú para observarlo directo a los ojos, se veía serio como si estuviese a punto de hablar, pero no dijo nada, Aioria quería golpear al mesero por andar de chismoso y ponerlo al descubierto frente al geminiano.

– Yo quiero el pescado al horno con verduras grilladas y una copa de vino– el castaño ordenó primero, el chico anotó su pedido y miró al otro para tomar su orden.

– Yo quiero lo mismo, pero sin la copa de vino, sólo un vaso de agua. – El garzón terminó de escribir hizo una reverencia y se fue de la mesa dejando a ambos chicos.

– No sabía que pedir, nunca he probado nada de lo que salía en el menú, ¿Qué sabor tiene el pescado? – el castaño sonrió divertido frente a la expresión de intriga en la cara de su compañero, ahora entendía lo diferente que era el otro, era como un pequeño animalito que habían dejado libre para enfrentarse al mundo sin saber nada. –Y otra cosa… lamento haberte causado molestias, no debiste haberme buscado con tanto ahínco después de todo fui yo el que hui y…–no pudo terminar de conversar  ya que la mano derecha del moreno se posicionaba sobre la de él acelerando su corazón y comenzando a calentar su rostro y cuerpo.

–No te disculpes, ya hablamos de eso, yo tuve la culpa después de todo buscarte era lo mínimo que debía hacer y respecto al pescado… es una pregunta difícil es de esos alimentos que tiene un sabor único difícil de saborear en otro, pero te aseguro que te va encantar– Saga asintió mientras sus mejillas se acaloraban y le desviaba la mirada, el león fue cuando se dio cuenta donde su mano estaba y al retiró lentamente para no ser tan brusco, su inconsciente le jugaba una mala pasada pero al menos Saga no se molestaba o rehuía de su cercanía.

 

***°***

 

–Uff… estuvo delicioso, creí que no me podría volver a levantar, nunca creí que nos servirían tanto– El castaño reía y caminaba lánguido junto a un sonriente Saga que respondía la risas debido a las palabras que decía, él también estaba llenísimo, Aioria había cumplido su palabra porque lo que había comido estaba delicioso, su primer acercamiento al pescado había sido un total existo y ahora decidía si ese plato se transformaba en uno de sus favoritos.

– Admito que tenías razón la cena estuvo genial, puede que vuelva confiar en ti de nuevo– Aioria se detuvo y lo miró sorprendido mientras Saga le devolvía la mirada divertido, el de cabellos azules le estaba jugando una broma al castaño y eso lo había sacado de sintonía pero le gustaba, lo hacía más a ameno por lo cual después de recomponerse rió junto a él como si fuesen amigos de toda la vida.

–Creo que se nos hizo algo tarde, está haciendo frío– Dijo Saga cuando sintió como un cuerpo se posicionaba tras de él abrazándolo, mientras sus brazos eran cubiertos por los del moreno, entregándole esa agradable sensación de calor que necesitaba, su respiración se volvió agitada y sentía hormiguear todo su cuerpo, la boca de Aioria estaba sobre su nunca, su nariz hundida entre sus cabellos y sentía como el tibio aliento que emanaba el otro llegaba directo a su espina dorsal produciéndole un escalofrío por todo el cuerpo.

–Si tienes frio déjame abrigarte hasta que dejes de sentirlo– Las palabras del castaño retumbaban en sus oídos, se sentía excitado, si esa era la palabra perfecta para describir lo que estaba sintiendo en ese momento, era la primera vez que podía sentir algo como eso y tenía algo de miedo por aquello.

Por otro lado el castaño no sabía muy bien lo que hacía pero tenía aquella imperiosa necesidad de abrazar al otro, estar cerca de su cuerpo, ahí bajo aquel farol de luz y en la fría noche de la ciudad de Kalamaki…

 

 

 

 

Notas finales:

bye bye


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