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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Como dice el dicho más vale tarde que nunca ajajaj me costó, si es cierto em costó este capítulo, estaba seco de ideas y estaba acostumbrandome una vez más a la universidad que ahora está exigente como nunca u.u

un saludo a todos espero que no se olviden de esta historia y muchas veces melosa historia ajajaja

CAPÍTULO V

NOCHE, NINFAS Y DIOSES

 

El gemelo miraba hacía la pared, no sabía qué hora era, la habitación estaba oscura, escuchaba el respirar del otro, el sonido de mar junto con la brisa primaveral ambientando la noche y lo recuerdos de ese día golpeando su mente, el beso, los hipocampos, el otro beso, la cena, el abrazo, aun podía sentir los tibios dedos del menor contrastando con sus fríos brazos, Saga no sabía pensar si todo aquello era “normal”, no sabía hasta qué punto se puede considerar una amistad entre hombres, nunca tuvo algo que se le pareciera a un amigo, según lo que entendía dos persona del mismo sexo no podían estar juntas en la sociedad actual, pero en los libros de historia antigua los griegos relataban la relación entro hombres como la más pura que podría existir.

Eso lo hacía pensar en cómo él veía a Aioria, ¿Podría considerarlo un amigo? A pesar del poco tiempo que se conocían, tal vez el otro lo consideraba sólo un compañero, pero alguien que te ve sólo como un compañero no habrían compartido los momentos que ellos pasaron, pero su parte lógica le decía que quizás para el otro todo aquello era normal, que incluso podría no tener importancia y al pensar en aquello una molestia se posicionaba al centro de su pecho, esa misma molestia que no lo estaba dejando conciliar el sueño.

Saga suspiro y trató de dar por terminado el asunto, necesitaba dormir, mañana tendrían que seguir con su misión, había perdido un día gracias a su imprudencia, había lugares en Kalamaki que aun debían investigar, pero no podía por más que cerrara sus ojos no podía dormir tranquilo, habían muchas cosas que aclarar, las que no pudo hacer tras llegar a su cuarto, es más, hasta diría que al llegar a su habitación ambos trataron de mirarse lo menos posible hasta que las luces se apagaron concluyendo el día con un simple “buenas noches”.

El caballero de géminis suspiro por décima vez en esa noche, estaba comenzando a perder la paciencia y sentía las imperiosas ganas de despertar al otro, no era justo que sólo él no lograra dormir esa noche, siendo que gran culpa de todo lo que le sucedía tenía que ver con el otro, pero al parecer sus deseas eran escuchados porque dentro de aquel silencio la medio adormilada voz del castaño captó toda su atención.

– ¿No puedes dormir? –Saga por un momento parpadeo pensando que quizás el otro hablaba dormido, pero aunque fuese así se aventuró a contestar con una negativa.

– La verdad es que no he podido dormir en toda la noche, pero… tranquilo sigue durmiendo–.Tal vez no era lo que él quería decir, se mordió la lengua tras decir sus palabras, había sido un tonto había esperado una oportunidad como esa toda la noche y la desaprovechaba como si nada.

– ¿Sucede algo? – Aioria aun con los ojos cerrados lo escuchó, tenía sueño pero los constantes suspiros y el constante movimiento del otro no lo dejaban dormir del todo tranquilo.

– La verdad es que no sé qué penar, Aioria–Saga había sido claro al decirlo, quizás su respuesta había sido algo ambigua pero perfecta para iniciar aquella conversación que tanto anhelaba. –Hoy fue un día sumamente inusual para mí– continuó.

– Tiene que ver con algunas de mis actitudes ¿Cierto? – Aioria había logrado con toda su fuerza de voluntad entre abrir sus ojos para observar como una enmarañada melena azul sobre cubría a Saga.

–Si…– frente a su respuesta Aioria suspiró, Saga por otro lado esperaba atento a lo que el otro le tenía que decir, necesitaba oírlo, aclarar su mente para saber si esas sensaciones que nacían desde su pecho eran las correctas.

–Ven, por favor–al caballero dorado se le subió el calor a la cabeza, y sus ojos se abrieron, su mente empezó a trabajar de más, pero a pesar de estar algo reacio a la petición aceptó y se acostó en la cama del león sin oponer un pero alguno.

– Tranquilo Saga, no te comeré– soltó un risilla el castaño– dime, que sucede, que quieres saber, ¿Hice algo que te molestara?

– No, no es eso no has hecho nada que me moleste, pero… no estoy acostumbrado a esto, no sé qué pensar realmente y no sé si está bien sentir las cosas que siento, es decir, no sé si es normal para ti lo que ha pasado, si no tiene ninguna importancia para ti y sólo estoy pensando de más– había soltado de una forma resumida todo lo que había pensado en esa noche, estaba algo nervioso, pero más que eso se encontraba ansioso por saber que era lo que el  leonino tenía que decirle.

– Veras… es complicado, no sé cómo responder, pero partiré diciendo que no, para mí no es normal hacer esto, no digo que sea algo malo, pero es la primera vez que me pasa, si te soy sincero lo que sea que está pasando es algo importante, bueno así lo siento…–suspiró–esto es difícil quizás sólo te estoy confundiendo más–el león sentía sus pensamientos enredarse entre sí, lo que había dicho sonaba como una confesión ¿Acaso él se estaba confesando a Saga?¿Estaba seguro de lo que estaba haciendo? Probablemente no lo estaba y no sabía cómo el otro tomaría sus palabras.

– Eso significa que los compañeros no realizan este tipo de cosas por confianza ¿no? –el gemelo comenzaba aclarar sus dudas, ya tenía claro que aquello no era algo habitual en el otro, que no era normal y que si tenía importancia pero entonces la pregunta era porqué lo hacía, pero hacer esa pregunta directamente era muy invasiva, casi como un ataque así que prefería callarla.

–Pues claro que no, jamás haría algo así con otra persona– tras eso Saga se sonrojó, su pecho latía con fuerza, comenzaba entender que las actitudes del otro eran por él, y él no sabía qué hacer con ese tipo de atención “especial” –como te dije es la primera vez que me pasa y aunque me veas actuando normal por dentro estoy algo nervioso, no quiero asustarte con lo que te digo, realmente no me gustaría que te alejaras, es más sólo pienso en repetir lo que sucedió en la tarde– eso había sido muy directo para que la mente de Saga lograra procesar y mantenerse calmado al mismo tiempo, no entendía como Aioria lograba hablar tan desvergonzadamente, tan directo siendo que él elegía con cuidado cada palabra que salía de su boca.

El castaño acerco su cuerpo al de Saga estrechando su pecho contra el de él, sus rostros frente a frente, respirando aceleradamente, por la oscuridad apenas lograban ver al otro, el león esperaba alguna reacción del otro para saber si debía seguir o no y las mano del mayor aferrándose a su espalda era una clara señal de que siguiera.

– ¿Es…tás desnudo? –su voz era algo temblorosa y tragó pesado tras sus palabras, la cercanía del otro, el rozar con sus manos la piel del otro le hacía pensar de más, estaba más nervioso al pensar que el otro se encontraba sin nada de ropa.

–No te lo diré– Con un tono burlón muy cerca de su oído lo dijo, estremeciéndolo a Saga por completo.

–Será mejor que nos pongamos a dormir, mañana tenemos muchas cosas que hacer, pero quiero que tengas clara una cosa Saga, me gustas, no como amigo o como un compañero,  me gustas como algo más– Aioria besó la coronilla de su cabeza, para luego abrazarlo también, el sueño que no había logrado tener en todo ese tiempo parecía haberse acumulado porque con cada pestañeo que daba se le dificultaba aún más mantener sus parpados abiertos hasta que ambos lograron conciliar el sueño.

 

***º***

Saga había dormido bien durante toda la noche, demasiado bien a pesar de que no solía dormir junto a alguien, mejor dicho nunca lo había hecho, despertó al igual que al dormir abrazando al menor mientras este respiraba sobre su cabeza, ¿Qué si era vergonzoso? Pues sí lo era, pero no dejaba que sus emociones se alborotaran por nada, se mantuvo sereno esperando que el otro despertara, recapitulando lo de la noche anterior, habían quedado claras muchas cosas en un solo día, ahora dudaba de que si es que Aioros previno lo que ocurriría entre ellos dos, qué pensaría el otro cuando se enterara que su hermano menor le gustaba él y que muy en el fondo sabía que también se sentía atraído por el dorado de la quinta casa.

Los balbuceos y un bostezo por parte de Aioria lo sacaron de sus pensamientos, ya había despertado, con sus cabellos aplastado, ordenados de tal forma que parecía que tuviese un nido en su cabeza.

–Te ves horrible por las mañanas–dijo el león mirándolo con un sonrisa, posando sus ojos verdosos en la figura de Saga que ahora le devolvía la mirada.

– Tú no estás muy bello que digamos–la mirada de Saga se afiló, al igual que su lengua, una ceja se alzó por un momento y una sonrisa autosuficiente se formó en sus rostro.

Ambos rieron antes de separarse para luego comenzar a hacerse la idea de que tendrían que levantarse por mucho que no les gustara.

–Buenos días Saga–dijo el león tomando su mano por debajo de las sabanas y guiándola hasta su boca para besarla apenas posando sus labios sobre ella.

–Buenos días Aioria– respondió el gemelo.

 

***°***

La información era escasa, las ninfas parecían ser criaturas que sabían muy bien como esconderse, pero ellos eran caballeros dorados, ellos con poca información podrían cumplir cualquier misión que se les imponga, rumores habían muchos pero de información real nada, unos decían ver mujeres con cabeza de pájaros irse hacia el mar, otros hablaban de serpientes gigantes reptando al oeste e inclusive arboles caminantes que por las noches causaban desorden, pero de ninfas ni una señal, Kalamaki era una ciudad grande montañas y diversos escondites donde las ninfas podrían estar, quizás si buscaran por separado se agilizaría la misión pero por alguna razón ninguno de los dos chicos tomaba en cuenta esa opción, a pesar de estar concentrados en la misión sus miradas eran fugaces y desde que despertaron en la mañana un aire tenso los rodeaba.

Eran dos hombres que no sabían lidiar con sus emociones, hombres que recién conocía que tenían estas, hombres los cuales habían vivido sólo con el propósito de portar una armadura dorada y alzar un estandarte en donde la diosa pisara, pero en este viaje comprendía que había mucho más que eso, un mundo inmenso de posibilidades más allá del frío mármol del santuario, que eran capaces de sentir, de avergonzarse de expresar emociones como todo ser humano, pero se encontraban en un problema moral, para la sociedad griega de aquellos tiempos no sería un problema, pero en la época que se encontraban no era del todo aceptado, Aioria lo sabía, lo había visto, pero Saga no, quizás el gemelo lo intuía pero no sabía cómo eran tratadas los hombres que sentían algo por otro hombre

Aioria miró de reojo a Saga y no entendía como todo había cambiado tan repentinamente de  un momento en el que casi desconocía su existencia hasta el punto de sentir algo por el gemelo, como miraría ahora  su hermano, a los ojos del santuario, que le podría decir que ahora su corazón no eran del todo devoto a la diosa que unos cabellos azules como cadenas ataron su corazón y al parecer su juicio, esperaba que ese sentimiento fuese efímero, que la novedad del juguete nuevo en algún momento se alejaría y daría paso a la cruda realidad, pero con cada sonrisa, cada palabra nerviosa y esa extraña atmosfera de un ave recién saliendo del cascarón no presagiaba nada de aquello.

Saga de seguro poseía algún parentesco con alguna criatura mítica pensó en ese momento, esa aura especial que lo rodeaba, esa facilidad que tenía de llamar su atención con tan sólo pestañear, no era normal, no era algo que un simple humano pudiese lograr, el caballero de géminis poseía algo especial en él algo que lo atraía con un fuerte magnetismo y del cual no podía ni quería escapar.

Caminaron en dirección a la cima más alta de la ciudad si algo querían ver desde la altura era el mejor lugar, desde la cima Saga podía sentir la brisa acariciando su rostro, Kalamaki desde las alturas era aún más hermoso de ver, desde lejos podían ver donde se encontraba su hotel, los requeríos donde había encontrado a los hipocampos, la gusta el mundo, le gustaba ese mundo que podía apreciar con sus ojos, el sol golpeando contra su piel, la brisa ondeando sus largos cabellos y le gustaba estar ahí, junto al castaño.

–Si esto no fuese una misión serían las vacaciones perfectas– Saga se atrevió a hablar y por fin mirar a Aioria a los ojos, tras sus palabras el león sonrió y se acercó hasta quedar frente a Saga.

–Tienes razón, pero sería mejor si fuese una luna de miel. – El caballero de leo amplió su sonrisa al ver la cara descolocada del otro y ver como esa piel blanca adquiría tonos rojizos.

–A veces eres demasiado confianzudo– al superar la primera impresión el dorado sonrió de vuelta, estaba aprendiendo a manejar las palabras del león y hasta podía asegurar que sólo lo hacía única y exclusivamente para molestar.

– Las ninfas eran bellas mujeres, juguetonas, adoraban la naturaleza y por sobre todo lo vivido, los colores y lo hermoso, los relatos siempre las mencionaban a ellas cerca de flores… y el único lugar en el que veo algo como aquello es ahí–Saga cortó la íntima conversación que llevaban y señaló un lugar bajo las montañas en el que se podía ver una mancha de color la única dentro de tanto verde del paisaje, esa era su pista, de seguro ese era el lugar.

Aioria resopló tras ser ignorado y saga mostró una sonrisa burlona con sus labios, eran las tres de la tarde y debían llegar al lugar antes de que el sol amenazara con quitar  la luz, antes que las ninfas se dieran cuenta que las seguían.

 

***°***

Cuando dijeron que las ninfas eran criaturas escurridizas y que sabían esconderse no mentían, algunos riscos, lugares donde se era fácil perder la orientación y cuando creían que se encontraban cerca sólo veía un pastizal, pero de flores nada, Saga y Aioria comenzaban sudar por el cansancio y el calor  y sentían que por más que caminaran no podían hallar el páramo de flores.

El calor era insoportable y el sudor ya tenía empapada la mitad de la camiseta que llevaba, así que sólo se la quitó, el gemelo lo miró dudoso, delineando y memorizando cada parte de su musculatura, hombros, espalda, abdomen, ese ligero camino de vellos que nacía cerca de su ombligo, saga se sonrojó cuando se dio cuenta que no podía apartar su mirada del otro, le gustaba el cuerpo de Aioria, hasta el punto de hacerle aumentar su frecuencia cardiaca y avergonzase a pensar que seguía bajo aquel camino,

Ajeno a la mirada de deseo de Saga lleno de frustración el león golpeo con sus puño un árbol, y al hacerlo este se quejó y comenzó a toser, quizás los lugareños no estaban tan desinformados como creían, los árboles no hablaban ni tosían, pero no tenía noción que dentro de las leyendas se hablara alguna vez de un árbol parlante, Aioria y Saga se acercaron al árbol pudiendo notar como poco a poco de él empezaba a salir una mujer de curvilínea figura, cabellos marrones largos y rizados y con apenas unas telas que cubrían su intimidad, la mujer al traspasar completamente el tronco calló al suelo quedando a los pies de los dos muchachos que se miraban el uno al otro sin saber qué hacer.

Saga fue el primero en reaccionar y tomar a la chica que parecía no responder a su llamado, a pesar de que la sacudía. Habían encontrado a una, esto dejaba en claro que si no hubiese sido por la abrupta reacción del león y la mala suerte de la ninfa no podrían haberlas encontrado jamás.

Pasaron unos minutos y la mujer no reaccionaba, por más que Saga la moviera o la llamara, por más que Saga buscara con sus cosmos algo malo que no lograba hallar, Saga comenzaba a desesperar, Aioria comenzaba a irritarse una vez más y la falta de paciencia actuó otra vez, tomando la botella con agua que llevaba la vertió sobre la cara de la mujer logrando por fin que esta despertara, otra vez tosiendo y asustada por que no sabía que ocurría a su alrededor.

– Aléjense de mí– la ninfa se alejó arrastrándose por el suelo lo más lejos que podía de aquellos hombres, para ella significaban una amenaza y después de la manera tan poco amable de tratarla no podía opinar lo contrario.

– Tranquila, no queríamos hacerte daño– Saga levantó sus manos mostrando sus palmas ante la mujer, y sin moverse de su lugar, mientras su mirada azulina se encontró contra la azabache de la mujer– realmente lo sentimos no sabíamos que te encontrabas en aquel árbol, por favor sólo cálmate. –La ninfa aún seguía en la misma pose, se notaba tensa y atenta a lo que los otros dos hacían, Saga había logrado calmar un poco la mala primera impresión que se había llevado de ellos.

– ¿Quiénes son ustedes? – la morena con unos ojos fiero seguía los movimientos de ambos, ellos eran los enemigos o eso pensaba en ese momento.

–Yo soy Saga y él es mi compañero Aioria, la verdad las estábamos buscando, no para hacerles nada malo, es sólo que nos pidieron investigar cómo es que están aquí ustedes las ninfas y muchas otras criaturas–Aioria se impresionó por la forma en que había logrado que la muchacha comenzara a bajar su guardia poco a poco, en tan solo unos segundo consiguió tener la atención de la chica y de paso calmarla, ese era una nueva faceta de Saga que estaba conociendo, un Saga más confiado alguien que podía tomar el control de la situación de manera natural y sin esfuerzo alguno.

– Mi nombre es Dafneas, ninfa de los árboles de laurel–la muchacha se comenzaba a contagiar de la atmosfera tranquila del chico de cabellos azules, podía observar en su mirada que nada malo había en ella.

–Mucho gusto Dafneas, quería saber si podrías darnos la información que necesitamos, nos sería muy útil– La ninfa aun dudosa y en parte molesta pensaba en si debía confiar o no, era un par extraño, un chico castaño con el entrecejo fruncido y con la mitad de su cuerpo desnudo y otro que parecía más amigable, pero rodeado de un aura tan mágica y mística como la de ella.

– ¿Para que necesitas esa información? – la ninfa ya se había levantado del suelo al igual que Saga, parecía más relajada pero aun con una pose amenazantes.

–La verdad es que somos caballeros dorados, le servimos a la Diosa Athena y se nos encomendó la misión de investigar cómo aparecieron nuevamente en la tierra– Aioria miró al gemelo, su mirada cambio a una seria al igual que sus facciones, Aioria comprendió en ese instante que Saga le hacía honor a su casa, a su signo, tenía una dualidad única y mientras él se había quedado parado mirando como el gemelo se desenvolvía no podía apartar su mirada de él, parecía relucir, parecía brillar por sí mismo, definitivamente saga lo estaba hechizando con cada movimiento que cada, con cada palabra que decía.

– ¡Ustedes me pueden ayudar, díganle a Athena que Perséfone no tiene nada que ver en esto, ella no fue, ella no merece ese cruel castigo alguien le tendió una trampa, les diré lo que quieren pero por favor ayuden a Perséfone!–La mujer  parecía algo preocupada y exaltada, se acercó a ambos chicos con sus manos juntas como si implorara, imploraba su ayuda, pero las frases que decía Dafneas no eran para nada comprensibles.

–No entendemos de que nos hablas, sé un poco más clara– Aioria estaba sin rodeos y a pesar de haber tratado mal a la ninfa no voluntariamente seguía siendo tosco con su trato, quizás era el calor, el sol, sus hormonas revolucionadas al ver a Saga y estar conteniendo sus instintos.

La ninfa comenzó a cantar una tonada y el lugar en donde se encontraban  se volvía más florido con su canción desde la tierra, desde el pasto desde los arboles comenzaron a aparecer las otras ninfas y todo se volvía más colorido, cada una tan hermosa como la otra y todas ellas prestando atención en los dos hombres que se encontraban ahí.

–Verán somos las ninfas de los bosques, plantas, árboles, rocas y flores, hace un mes Alguien robó nuestras almas de la palma de Hades y nos encarceló, tanto a criaturas pacíficas como nosotras como a las más feroces, todas estaban bajo su manto y temíamos por nuestro destino, nosotros no pertenecemos a esta era nuestra existencia acabó cuando los humanos comenzaron a poblar la tierra, pero nuestra alma es eterna al igual que la de los dioses y aquel que posea nuestras almas podrá manejarnos a voluntad, tras salir de los terrenos del tártaro fuimos dejados otra vez en la tierra nuevamente con vida,  ya no éramos un lejano recuerdo, un mito ahora estábamos parados frente a los humanos, pero supongo que la novedad asusta, la misma gente nos temió por nuestros poderes y abandonamos la ciudad, supongo que las demás criaturas también huyeron, se escondieron o tratan de recuperar su territorio–Dafneas hizo un pausa esperando que los otros procesaran la información que se les daba, todo parecía aclararse, pero eran apenas un par de piezas es un gran rompecabezas.

–Entendemos pero ¿A qué te referías con que Perséfone no tenía nada que ver en esto?– Saga aun recordaba esa parte de la conversación de la morena y tras su pregunta las ninfas cambiaron su semblante a uno más triste.

–Verás Perséfone es una diosa, hija de Deméter, que fue raptada por Hades, ella puede dejar el tártaro tan sólo por una estación por año, es cuando las flores florecen, el pasto se vuelve verde y la tierra deja el manto árido y lúgubre de invierno que deja la tristeza de su madre, siempre ha sido así y desde la época del mito es que nosotras y las dos diosas pasamos estos meses nutriendo los suelos, pero alguien la inculpó, alguien engaño a Perséfone, les hicieron creer a los dioses que ella había  robado nuestras almas y las había liberado– la ninfa estaba furiosa de sólo recordar a la pobre diosa siendo arrastrada de nuevo hacia el tártaro, sin derecho a voto, sin derecho a voz, por decisión unánime de los olímpicos.

–La castigaron por un crimen que nunca cometió, ni el mismo Hades pudo ayudarla, ahora ella está encadenada, colgando desde el pozo de las almas para la eternidad, pero si ustedes logran descubrir quien fue la persona que nos liberó ella podría ser salvada, así que se los pedimos, por favor ayuden a Perséfone–Todas las ninfas se inclinaron antes los caballeros, Saga y Aioria se miraron por un momento, el asunto era más complicado de lo que se veía, sus ideas de una misión tranquila se venía abajo, alguien estaba tramando algo, pero ¿Qué?¿Quién sería capaz de hacer algo tan vil?.

–Díganme, aparte de Perséfone quien más puede cruzar libremente por las puertas del tártaro sin pedir permiso–El león habló, las personas sólo podía cruzar el tártaro muertas, para no volver o inclusive muchos dioses no eran capaces de poner un pie en él.

– Los únicos que tienen esa cualidad son Hades, Perséfone, Hermes, Zeus, Thanatos, Hypnos y Orfeo– Aioria comprendió al instante que la lista de posibles sospechosos era reducida pero acusar a un Dios sin ninguna prueba era una blasfemia, era castigo inmediato uno peor del que llevaba la diosa.

–Está bien, nos encargaremos de nuestra misión y haremos todo lo posible por ayudar a Perséfone– Saga le sonrió a las ninfas y estás le respondieron con una, con unos ojos llenos de esperanza y de profundo agradecimiento…


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