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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Holaaa, espero no me hayan olvidado y no me odien por la tardanza y en i defensa sólo quieor decir que soy un alumno de cuarto años de universidad, con materias que me estaban quitando la vid ay al vitalidad y además practicas en centros que me quitaban el tiempo. de paso agradecerle a gns por sus hermosos fics que em devuelven la inspiración <3 <3 espero no se hayan olvidado d emi fic, traté de hacerlo lo más completo este capítulo pero siempre siento que algo le falta en fin espero lo disfruten :3

cualquier duda me dicen :3

CAPÍTULO VI

PAROS Y LAS FIESTAS DE VINO


 

Kalamaki había quedado atrás, tras el encuentro con las ninfas habían dado como concluido la primera parte de su misión y la información otorgada había sido muy relevante, sólo un Dios podía haberlo hecho, sólo un Dios podría ser capaz de abrir las puertas del inframundo y dejar salir a todas las criaturas, quien era ese Dios, aun no se sabía, pero ya había una condenada, que al parecer podría ser inocente, ¿Que había detrás de todo aquello, por qué inculpar a alguien más?, ¿Por qué traer de vuelta a los seres del mito?. Aioria había informado todo a  su hermano por teléfono, le contó cada detalle y cada suposición a la que había llegado tanto él como Saga y al parecer si existía algo en común con los otros informes dados por los dorados era que todos señalaban la inocencia de Perséfone y su injusto castigo.

Ahora Aioria y Saga se encontraban  en un barco rumbo a Paros, su segundo destino antes de Santorini, los informes hablaban de hombres y mujeres que se perdían por la noche y volvían tras varios días, volvían sucios y con pérdida de conciencia sin saber dónde habían estado todo ese tiempo, u otros que aún no aparecían ni daban señal de vida.

Saga había estado distante de Aioria tras su partida de la anterior ciudad, sus pensamientos se centraban en la historia que habían contado las ninfas, en cual de aquellos Dioses sería capaz de traicionar a otro, si lo pensaba fríamente cualquier Dios podría ser el culpable; Zeus para mantener su puesto en el olimpo y usar a su propia hija para demostrar que él sería siempre el amo y dueño, Hades para vengarse de la infidelidad de su mujer, Thanatos e Hypnos como una rebelión interna del inframundo para que los gemelos tomaran posesión del tártaro y así podía seguir toda la tarde pero la cercanía, el olor y el calor de cierto chico se le pegaba a la espalda.

– ¿Preocupado? – La barbilla del castaño se posó sobre su hombro derecho y mientras hablaba las vibraciones de su voz recorrían la piel y el tímpano del gemelo, la fría brisa marina los golpeaba de frente, buscando calor el uno en el otro aumentando la cercanía de ellos.

–Más que preocupado, tengo un mal presentimiento de todo esto, porque si las ninfas dicen la verdad, otro Dios debe haberlas liberado, ese otro Dios culpó a Perséfone y si hizo todo aquello meticulosamente para que nadie se diera cuenta y todos los demás Dioses cayeran en su trampa; significa que su objetivo es mucho más grande– Aioria suspiró, el otro había dado en el clavo en lo que él mismo pensaba, tal vez su viaje dejaría de ser como vacaciones en cualquier momento, quizás esta sería una misión demasiado peligrosa, las guerras entre Dioses siempre cobraban víctimas y si sabía algo de historias contadas era que géminis siempre perecía en estas batallas, pero él no lo permitiría ahora que conoció a Saga por muy poco tiempo que fuese no dejaría que alguien lo alejara de él.

El mayor sintió como los brazos del león abrazaban su abdomen con un poco de presión, Aioria por muy maduro que se viese podía actuar como un niño a veces y no lo culpaba, él también lo hacía, pero Saga sin reclamar se dejó abrazar, ya se acostumbraba a aquella cercanía y cada vez se le hacía más agradable, las dudas de si estaba bien o no desaparecían cuando el león estaba cerca, porque en lo único que podía pensar era en él, en como su piel se ponía cuando lo tocaba, como su corazón latía cuando Aioria estaba cerca de él, en cómo se estremecía cuando él le hablaba al oído, sí, definitivamente estaba perdiendo una batalla que nunca supo que había comenzado.

– Pienso lo mismo que tú, Saga– el castaño se alejó del otro y se puso a su lado recargando sus codos sobre la barandilla del navío – pero hay algo que también quiero hablar contigo…–

Aioria miró a Saga como este se giraba para mirarlo a los ojos, lucía tenso, algo preocupado, pestañaba más de lo normal pero quizás era debido al mismo frío, Aioria debía admitir que el otro era atractivo, no, más que atractivo podía decirse lindo, algo que no sabía si estaba bien que viese lindura en un chico, su piel pálida, sus ojos azules al igual que su cabello que revoloteaba por la brisa , su labios algo enrojecidos al igual que su nariz por el frío, sólo faltaba música de fondo e iluminación divina para que la escena estuviese completa pero las dos últimas iban por parte de la mente de Aioria.

– ¿Qué sucede, Aioria? –el castaño lo estaba mirando demasiado y eso lo ponía algo nervioso, si, el otro lo había hecho varias veces en otras ocasiones pero eso no significaba que aún se acostumbrara, cuando el otro lo miraba de esa manera olvidaba que él era el mayor, que él no era el que debiese ponerse nervioso, pero poco a poco entendía que su vida no había sido todo normal así que pedir normalidad a esas alturas de la vida ya era imposible.

– ¿A ti te gusta estar conmigo? –El león pausó por un momento – que yo me acerque a ti, que te abrace o bueno ya sabes, que… te bese – ahora era el turno de Aioria de estar tenso mientras esperaba como el otro salía de su asombro y decía su respuesta, tenía dos opciones que dijera que nunca le gustó y quedar como un idiota o que dijera que sí y quedar idiotamente feliz, esperaba más la segunda, añoraba que la extendida pausa que estaba dando Saga para dar se decisión fuese la segunda.

–Buena… verás, me da algo de miedo decir esto. Mi respuesta no sé a qué conllevara pero…–Saga se acercó al león y rodeo con ambos brazos la cabeza del leonino acortando la distancia entre ellos– si me gusta– y dicho esto sus labios se acercaron tímidamente a los del otro, dando apenas un ligero toque en los del otro, dejando a Aioria sin saber qué hacer con su corazón latiendo a mil por hora y como sus hormonas comenzaban a dejar estragos  a nivel de todo su cuerpo, la forma en que Saga se lo había dicho había sido una sorpresa para la cual su mente no estaba preparado, si no fuese porque estaban en un barco, si no fuese porque cerca de ahí un grupo de gente, si no fuese porque aún le quedaba algo de cordura, comería cada lugar de Saga en ese momento, lo devoraría y que su mente sólo pudiese respirar y pensar en él.

Saga estaba avergonzado y su rostro lo demostraba, quizás estaba jugando con fuego, pero su cuerpo se movió solo al acercarse al otro hasta llegar  a un punto en el que no se pudo detener, su mente se apagó y tanto sus brazos como su boca sólo buscaban a Aioria.

El leonino en esos momentos daba la gracias a todo ese tiempo que invirtió en meditación con Shaka, en su entrenamiento de caballero dorado, porque además de ser utilizado para servir a la Athena de seguro esta era una de las otras razones para la cual servía.

– Saga, si haces algo como eso no podré controlarme – la voz del castaño era grave, agitada y caliente, tanto que sentía quemar su oído, el cosmos de Aioria parecía escaparse de su cuerpo y emanar calor, por su cercanía Saga podía notar cada cambio que se producía en el león, su pecho agitarse, su corazón palpitar más rápido y el perfume de Aioria entrando a través de sus fosas nasales.

– Si nos quedamos así mucho tiempo la gente nos mirará raro– pronunció el de cabellos azules mientras comenzaba a deslizar las manos del cuello del otro.

Se alejaron el uno del otro, ninguno quería hablar, había sido un momento explosivo, demasiadas sensaciones nuevas en tan corto tiempo, la frustración que venían cargando desde que llegaron a Kalamaki se hacía tan intensa que sobrellevarla se volvía complejo, ambos chicos eran nuevo en eso, en el querer, en el desear, en el sentir, en el amar.

Quizás Aioria tuvo más contacto con el exterior que él otro pero eso no significaba que tuviese más experiencia que Saga y por el lado de Saga ocurría lo mismo a la única persona que tuvo así de cerca alguna vez fue Kanon, pero Kanon no producía las cosas que sentía, su hermano era ira, rencor, desprecio y frustración que deseaban romperlo, pero en cambio Aioria era calor, intensidad, pasión cariño, el cual buscaba devorarlo, quemarlo por completo para después resguardarlo entre sus brazos.

Ambos chicos cruzaron su mirada y rieron cómplices al no ser descubiertos por nadie, sus manos se buscaron la una a la otra mientras el barco avanzaba a su próximo destino, mientras Paros los esperaba con una que otra sorpresa.

 

***°***

Estaba anocheciendo, tenían frío y hambre, pero debían seguir el sendero, entre árboles y arbustos, casi en la cima de la montaña decían los pueblerinos, donde una luz brillaba cuando el sol se escondía en las aguas, ese era el lugar y la hora donde todo ocurría, cuando las personas desaparecían y no volvían.

Las personas de Paro les contaron que varias veces grupos de gente fueron a ese lugar para no volver, así fue sucediendo semana tras semana hasta que del miedo ningún otro se atrevió a aventurarse a los bosques, sólo les quedó rezar por ayuda, rezar para que sus seres queridos estuvieran a salvo y con vida.

Esta vez había sido mucho más fácil conseguir información, sólo bastó preguntar a la misma gente que se encontraba en el puerto, no habían alcanzado a comer algo o dejar su equipaje, apenas obtuvieron el dato se apresuraron mientras más rápido fuese su paso por Paros, más rápido llegarían a sus destino y esperaban que Paros les diera más información de la que necesitaban, habían hecho una promesa a las ninfas en Kalamaki y estaban dispuesta a cumplir tanto por la razón como por la fuerza.

Con el último rayo del sol colándose entre los mares el cielo se oscureció y tal como habían dicho las demás personas en la cima una luz se alzó entre el follaje verde, aún estaban  a mitad de camino, pero con cada paso se preparaban para lo peor, estaban mentalizados para la lucha, los niveles de Adrenalina aumentaban en su cuerpo, sus músculos se tensaban, Saga hace demasiado tiempo que no luchaba pero si la última vez logró derrotar a su hermano con sólo alzar su cosmos y sorprender a Aioria de paso significaba que su instinto de lucha aún estaba dentro de él.

Lo primero que visualizaron al estar cerca dela cima fue una edificación de color blanco, un templo, lo segundo fue escuchar las risas y la música que provenían de él y cuando ya estaban frente se encontraron con humanos y sátiros bebiendo y bailando a las afuera del templo y por lo que se alcanzaba a ver dentro de él templo era lo mismo, la tensión de sus cuerpos no disminuyó, aún existía la posibilidad de que fuese una trampa o una ilusión pero mientras más avanzaban más real se sentía, el olor a vino, juerga era inconfundible.

– Bienvenidos visitantes a la mejor fiesta de Paros, bienvenidos a las fiestas  de toga y vino– un hombre alto, de cabellos obscuros y ondulados cubiertos por una corona hecha de hojas de parra, mirada verdosa y con una reluciente copa dorada en su mano les daba una amigable bienvenida.

– Un gusto en conocerlo, nuestros nombres son Aioria y Saga, y la verdad queríamos hablar con usted y sab…– el castaño fue interrumpido por el hombre que los tomó a ambos de la mano para que lo siguieran y sin oponer ninguna resistencia lo siguieron a través de los pasillos del templo.

–El gusto es mío, mi nombre es Dionisio, Dios de la agricultura, el teatro y por cierto y si no lo han notado adoro el vino, este es mi templo y ya tendremos tiempo para hablar, primero deben ponerse cómodos, porque no puede ser una fiesta de vino y toga, sin la toga– al parecer el hombre de aspecto amigable y parlanchín no era otro que el mismísimo dios Dionisio y por lo que Saga recordaba de los libros de mitología antigua era hijo de Perséfone, si alguien debía saber algo de la Diosa ese debía ser su propio hijo.

–Esta será su habitación por el tiempo que estén aquí, una de mis chicas les traerá sus togas, pónganse cómodos, espero les guste mi acogedor templo y cuando estén listos nos vemos en la zona de altar, o como me gusta llamarlo lo zona de ebrios. –Dionisio abandonó la habitación tan rápido como los dejó a ellos ahí, estar frente a un Dios siempre era un acto de solemne respeto pero este Dios lo hacía ver como algo de cualquier día; cada Dios con su tema pensaron ambos chicos.

La habitación no era muy grande pero lo suficiente para que cayera una cama y una repisa, el primero en sentarse sobre la cama fue el castaño y Saga lo siguió dejando su equipaje a un costado de ella, estaban cansados, agotados y algo descolocados después de toparse con la supuesta bestia que se estaba llevando a las personas, y sí, si había una bestia y esa bestia era el alcohol y la fiesta, porque si de algo estaba seguro es que ninguno de los presentes lo tenían secuestrado ahí.

–Permiso, están son sus togas, una para el castaño guapo– dijo la mujer entregándole la vestimenta blanca a Aioria mientras le guiñaba un ojo– y esta otra para el chico lindo, estoy segura que te quedará genial este tipo a ti, nos vemos en el altar chicos. –la chica se alejó del lugar sonriéndoles a ambos, eso había sido rápido, ambos chicos miraron las prendas dudando si realmente debían ponérselas.

– ¿Esto cómo diablos se viste? –Aioria preguntó al aire mientras la observaba, para él era sólo un trozo de tela blanca y otro de color rojo, un par de hilos dorados, u broche y unas  sandalias que al sólo verlas sabía que eran incomodas.

– Yo te ayudo, esto debe ir así– Saga hizo que Aioria se levantara para acomodar la vestimenta sobre su cuerpo y mostrarle donde iba, y para que servía cada accesorio, el castaño lo miraba atento para memorizar por donde se cruzaba la tela– y al parecer para este tipo sólo debes usar ese manto rojo  cruzado y afirmarlo con el broche. –

– ¿Entonces así estoy listo para salir? Eso fue fácil –el león se movía y giraba para ver su cuerpo y como caía la tela, pero a su parecer algo faltaba.

– Bueno, se supone que no debes llevar nada bajo de la toga, ni chaqueta, ni camiseta, calcetines y sin pantalones– Saga hizo una pausa para mirar hacia otro lado mientras decía la última parte– sólo se usa con ropa interior.

El castaño sonrió de lado mientras una idea pasaba por su mente. Se comenzó quitar los trozos de género que lo estaban cubriendo, y se fue despojando de su ropa poco a poco, viendo como la cara de Saga se enrojecía y se ladeaba para no mirarlo pero como su mirada seguía atenta cada movimiento, y cada prenda de la cual se iba quitando el dorado hasta quedar sólo en bóxer los cuales no dejaban mucho a la imaginación.

– ¿Podrías ayudarme a colocarme la toga nuevamente, Saga? – el mayor sólo asintió en silencio viendo una amplia sonrisa burlona en el rostro de Aioria e impresionándose así mismo la manera tan rápida en la que había aceptado.

Fue tomando las telas y vistiendo el cuerpo semi-desnudo del castaño, sus dedos apenas rozaban las piel del otro, pudo observar la marcada anatomía del caballero de la quinta casa, alguna que otra cicatriz en su torso y su espalda, Saga estaba avergonzado y el castaño lo sabía. Sus manos se volvieron torpes o más bien dicho su mente no lograba concentrarse de manera adecuada dificultándole la tarea de poner el cinturón en las cadera del castaño y además de afirmar la toga con el broche, el león al notar la dificultad que Saga tenía para poner los accesorios puso sus manos alrededor de las temblorosas de Saga apara ayudarlo a terminar el trabajo.

Por mucho que le molestara al gemelo, Aioria lucía guapo tal como lo había dicho la chica, con un hombro descubierto, mostrando parte de su torso, la tela roja resaltando sus ojos verdes y esos detalles en dorado combinando perfectamente con el tono caramelo de la piel de Aioria.

– Muy bien ahora es mi turno de ayudarte– con las telas ya en las manos se puso frente al de cabello largo.

– No te preocupes yo puedo sólo, gracias– Saga estaba reacio a que el otro le ayudara, no quería que el dorado lo viera, porque sabía cómo habían estado las cosas entre ellos y ahora estaban en medio de la misión y no podía distraerse con aquello.

–No, tú me ayudaste y ahora me toca a mí devolverte la mano, así que lo haces tú tranquilamente o lo hago yo, ¿Cual prefieres? Preferiría que eligieras la segunda la verdad – el gemelo frunció el ceño, por la mirada que le daba Aioria le daba a entender que sólo tenía esas dos opciones y para no comenzar a discutir y alargar más la situación se dio media vuelta y comenzó quitándose sus zapatos, y prenda por prenda fue cayendo, mientras intentaba que no se notara su vergüenza y nerviosismo hasta que quedó solo con la ropa interior que cubría su intimidad.

– Esta luce algo diferente a la mía pero estoy casi seguro que debe ir así– Aioria se acercó por la espalda y tocando de adrede su piel y comenzó a envolver el cuerpo de Saga en aquella tela blanca– Como dije la otra noches, Saga, tranquilo no te comeré, pero al verte así quizás cambie un poco de opinión– el aliento del león chocó contra su hombro desnudo para luego besarlo y darle un pequeño mordisco, causando que el gemelo dejara escapar un sonido a través de su garganta y tras el resoplido del dorado, el moreno rió bajo y siguió con su tarea.

– Creo que hice un estupendo trabajado, fue más divertido de lo que pensé– y tras colocar la tela de color azul cruzada dio por terminada su exhaustiva, pero gratificante tarea de vestir a Saga. Porque si había sido exhaustiva a nivel emocional y de autocontrol esa piel blanca casi indemne, sin ningún rastro de haber sido tocado por el filo de una batalla o las manos de otro ser, ese espacio que unía su cuello y su hombro se le hacía cada vez más apetecible, tuvo mucho autocontrol para terminar de vestirlo y no hacer todo lo contrario, fue una tarea de hombres, de guerrero, de un caballero dorado como él.

A diferencia de la vestimenta del castaño la de saga se amarraba en ambos hombros y un hilo color plateado que se colocaba alrededor de la cintura cerraba los costados abiertos de la túnica, mientras que en la espalda se dejaba ver algo más de piel expuesta pero que con la toga color azul lograba cubrir, los broches color plata relucían en sus hombros y sus cabellos azulados caían por el costado de su rostro.

– Ahora sí ya estamos listos– Aioria le sonrió disfrutando de su travesura mientras Saga buscaba no devolverle la mirada por un buen tiempo hasta que su interior se calmara, pero antes de que esto ocurriera el castaño se acercó a él y posó una de sus manos sobre su rostro sorprendiéndolo.

– Prometo no volver a molestarte así– Aioria acortó su distancia y besó los labios de Saga los cuales gustosos le dieron el paso para proseguir, ambos lo querían por mucho que se hicieran de rogar, esa nueva sensación era adictiva, la cercanía del otro era una droga de la cual no deseaban separarse pero tanto como las ganas de respirar y la alerta de peligro los hizo volver en si para separar su bocas y decidir dirigirse hacia donde se encontraba Dionisio.

 

***°***

Ambos chicos recorrieron los pasillos y encontrándose con gente y sátiros muy animosos que los saludaban y les daban la bienvenida, era casi una hermandad, todos lucían felices, algunos más eufóricos, otros que yacían apoyados contra los pilares del templo, otros durmiendo, pero la música, las risas, los aplausos, el choque de copas y los brindis resonaban por todas el lugar y cuando llegaron al altar del templo entendieron porque Dionisio lo llamaba la zona de ebrios, ya que todos sostenían en sus manos su copa de vino y las botellas estaban repartidas a lo largo de toda la mesa.

– Vaya, la ropa les queda mejor de lo que imaginaba, son como verdaderos griegos de antaño ¡Salud por nuestros nuevos amigos! –El Dios que estaba en la cabecera de la mesa apenas verlos acercarse se levantó para darles una nueva bienvenida pero esta vez frente a todos los presentes los cuales alzaron sus copas al brindis del hombre.

– Gracias por el recibimiento Dios Dionisio– dijeron ambos chicos algo intimidados por la efusividad del grupo de gente que al beber de sus copas siguieron hablando entre ellos.

– Y bien cuéntenme que los trae a Paros, que los trae a mi casa caballeros de la orden de Athena – Ambos chicos se quedaron sorprendidos al saber que el otro conocían sus identidades – Aunque no se note sigo siendo un dios se reconocer el bendición de mi hermana en sus caballeros, pero de todas formas relájense porque si los dejé pisar mi templo es porque ya los he aceptado. –Sonrió el Dios del vino.

– Venimos en una misión encomendada por el santuario, como se habrá dado cuenta muchas criaturas mitológicas han aparecido en la tierra y nos mandaron a investigar y ayudar a la gente que está teniendo problemas con ellas, en Kalamaki nos encontramos con los hipocampos y las ninfas, y ellas nos relataron un suceso que del cual ya debe estar enterado–Aioria vio como la mirada del Dios se volvió un poco más decaída y su puños se tensaban y guardaban la ira, ya sabía de qué hablaban y al parecer no estaba muy contento con eso.

– Entiendo, siéntense a mi lado y con una copa de vino y la música escucharán mi relato– el dios hizo aparecer dos copas frente a sus manos con un vino ya servido para cada uno – estas copas son especiales al igual que el líquido en su interior, son mis invitados de honor del día de hoy y el vino de una cosecha especial podrán probar, pero cuidado la última vez que saqué esas copas Apolo y yo terminamos derrumbando las murallas de Troya, si te dicen lo del caballo es mentira, fue culpa nuestra, luego de aquello Apolo tuvo que mudar sus templos a Delfos y me prohibieron volver a sacar mis copas en reuniones especiales.

Ambos chicos miraron las copas, y luego se miraron entre sí, Saga intrigado y muy curioso por lo maravilloso del brebaje y un Aioria algo preocupado porque sus ganas de probarla fueran más fuerte que mantener en pie la misión. Se sentaron junto a Dionisio en la cabecera, cada uno a un costado, la música cambió de melodía y el volumen de los presentes disminuyó para dejar hablar al Dios.

– En Grecia ha ocurrido una injusticia, una injusticia divina, inculparon a alguien sin tener las suficientes pruebas, mi madre ahora paga por la culpa de un mal nacido que se burló de todos y ni yo y Hades pudimos detener su sentencia –en el ambiente se notaba la molestia del hombre y a esta se le sumaba la de los sátiros presentes, era algo unánime todos creían en la inocencia de la mujer.

– La primavera se acercaba y era hora que ella abandonara el inframundo al igual que todos los años, al primer día en su camino a la salida del tártaro alguien le tendió una trampa, encerrándola en una ánfora, quitándole las llaves de las puertas y dejándolas abiertas, al segunda día las almas de las criaturas del mito guiadas por una melodía y una canción salieron por las puertas ya abiertas y fueron materializadas en todos los rincones de Grecia, al tercer día se encontró a Perséfone dormida a las puertas del tártaro y con lira en mano, sólo eso bastó para que la inculparan, sólo eso bastó para que no creyeran en su testimonio– el Dios golpeo la mesa con su puño a la vez que alzaba su voz provocando un susto en todos los presentes.

– Al cuarto día sus brazo fueron engrillados, su boca fue sellada con espinas y oro  y fue sentenciada a colgar del pozo de las almas hasta que la última alma liberada volviera a él, por eso hoy les pido caballeros dorados, hoy con mi vino y mi bendición en su viaje, que rescaten a mi madre, que la liberen y que hagan pagar al que le ha causado tanto daño– La copa de Dionisio se alzó frente a todos, seguida por la de todos los presentes, Saga y Aioria también lo hicieron, era un brindis por ellos, una petición de un Dios– Esta noche brindamos por la libertad, por la verdad y por la justicia la cual llegará y se hará presente con su ayuda.– El dios llevo la copa a sus labios y bebió de ella y todos los presentes lo siguieron terminando con un grito de apoyo y aplausos.

Saga nunca había probado el vino, pero de seguro que había encontrado su bebida favorita, era deliciosa a su paladar, al primer sorbo todos sus sentidos se agudizaron, se sintió flotar, sintió como la más fina brisa era un cálido roce por su piel, al segundo sorbo, sintió su lengua deshacerse en dulzor y un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, de seguro era adictivo, al tercer sorbo su temperatura comenzó a subir, sus labios quedaron manchados de un tenue color purpura y sus mejillas se enrojecieron y el cuarto sorbo no alcanzó al ser bebido– Tranquilo joven guerrero es un delicioso vino lo sé, pero tómalo con calma que la noche es joven– Dionisio interrumpió el sorbo, a buen tiempo.

– ¿La gente que está aquí son los desaparecidos de Paros? –Aioria que sólo había tomado un sorbo aún se mantenía estable, aún estaba pendiente de la misión, la información que les había dado era de suma relevancia y no podía olvidarla por culpa de beber un poco más.

– Si, todas las mujeres y hombres que ves aquí son de la ciudad, pero yo no los rapté que quede claro, pero la diversión les durará sólo esta semana, la fiesta de toga y vino comienza con luna llena y termina con ella, luego de esto todos volverán a sus casas sin recordar nada, es algo malvado, pero es lo mejor para ellos y mis amigos sátiros– Aioria comprendía y eso le aliviaba un poco, sólo una semana más y todos los habitantes volverían a sus casas y las cosas volverían a la normalidad en Paros.

– ¿Y qué pasará con todos los Sátiros? – el dorado de la tercera casa habló incluyéndose a la conversaciones que mantenían los otros dos.

– Ellos se quedaran aquí pasando su borrachera y cuidando el templo mientras yo no esté, de todas forma pondré una barrera para que nadie los pueda encontrar, así evitamos que mis amigos y mis nuevos amigos peleen entre sí– dijo el dios con la mayor simpleza del mundo mientras seguía bebiendo de su copa.

–Aioria y Saga quiero darle las gracias por aceptar ayudarme, pero deben saber que no será fácil, sé que es mucho pedir y quizás exijo demasiado pero mi intuición me dice que ustedes podrán esclarecer la verdad– Dionisio miró a ambos chicos con la mirada más sería que había pegado desde que lo conocieron– es necesario que puedan encontrar el ánfora en la que capturaron a mi madre, aún debe estar en algún lado escondida, ese tipo de artefactos no pueden ser destruidos con facilidad–

– Entendemos, si el ánfora existe y es presentada como prueba de la inocencia pueden darle otra oportunidad a Perséfone para defenderse– Saga algo agitado y acalorado seguía el hilo de la conversación muy atento a lo que el Dios les pedía a ambos.

–Sí, pero si mis sospechan son ciertas no la tendrán fácil, una mano divina está envuelta en esto,  enfrentarse a otro dios es difícil hasta para nosotros los dioses– el hombre no les podía mentir, pero tampoco era algo que no supieran, desde un principio sabía que el enfrentamiento con un Dios era lo más probable, pero su orden llevaba haciéndolo desde hace varias guerras santas atrás.

–Pero esta noche es para festejar su llegada, y para que se relajen al menos por hoy, es lo menos que puedo hacer por ambos. –Dicho esto Dionisio choco las tres copas entre sí para iniciar un concurso entre ellos tres para ver quién era el primero en caer por los efectos del vino de los dioses.

 

***°****

 

EL sonido de la música aun resonaba por los pasillos, mientras los besos y gemidos de ambos hombres se escondían entre la música.

A unas horas de haber comenzado el concurso de quien se mantenía en pie más tiempo muchos de los que participaban se encontraban tirados por los pisos, otros que habían sido más inteligente habían declarado su rendición al ver que si seguían ese ritmo nada bonito les esperaría para la noche, los demás estaban atentos a como los contrincantes elevaban sus copas. Por extraño que pareciera, Aioria fue el primero de los tres que se rindió antes de caer al piso, para al final sólo quedar el Dios y Saga, pero este último al ver ya su vista algo borrosa se declaraba perdedor, dejándole el título al dueño de casa, después de todo era imposible ganarle al dios del vino en un concurso de beber.

De camino a su habitación se dieron cuenta que el líquido que habían bebido toda la noche tenía unos ligeros efectos colaterales, los cuales vivenciaron apenas llegaron a su habitación y el deseo y el alcohol los empezó a envolver.

Aioria un poco tosco dejó a Saga boca abajo sobre la cama mientras este reía por la novedad de su estado; la luz de la antorcha le dejaba ver esos cabellos azules y desordenados que se esparcían por la cama, la toga azul ya había desaparecido y en el trayecto la túnica había perdido firmeza dejando al descubierto parte de la piel de la espalda del gemelo la cual no dudó empezar a besar.

Ambos broches que afirmaban la parte de arriba fueron soltados, dejando al descubierto todo el torso del que estaba abajo dándole toda la libertad para que el leonino pudiera tocar con sus manos cada centímetro de piel, besar sus hombros, su espalda su nuca, tocar con sus manos su pecho y jugar con el pezón del otro.

Saga estaba nublado por el placer al momento en que los labios calientes comenzaron a quemar su piel, se estaba dejando llevar, pero ya no podía hacer nada para detenerlo, su juicio había dejado de funcionar desde el momento en que probó la primera gota de vino, ahora todo se amplificaba cada vez más, cada roce, cada aliento, cada gota de saliva que iba dejado por su piel.

Aioria dio vuelta el cuerpo de saga para observarlo con detención sus respiración agitada, su boca entre abierta, sus ojos vidriosos, su frente húmeda y las marcas rojas que habían quedado por donde había pasado sus manos. El mayor estiró sus brazos para atraerlo hacia sí y unir sus labios en tan esperado beso, un beso con sabor a vino, un beso que los embriagaba aún más de lo que ya estaban.

Las manos de Saga quitaron el broche dorado del otro, dejando el torso del otro descubierto en su totalidad, pero no aun conforme con esto quitó el cinturón que afirmaba la túnica a su cintura y esta cayó al suelo mostrando al castaño tan sólo en ropa interior y una notable erección que Saga se aventuró a palpar sobre la tela.

Aioria estaba más excitado que en toda su vida, el león en su interior comenzaba a rugir, comenzaba a desesperarse por dentro, se sentía como si estuviese cazando a una presa y esa presa estaba frente a él, Con sus mano soltó el hilo plateado y abrió la túnica para dejar ver todo el cuerpo de Saga, quitó también la última prenda que aún le quedaba a ambos y comenzó a tocar ambos miembros con su mano, sacando gemidos desde la garganta de Saga y los suyos propios que se unían a coro.

Se besaban y tocaban, el mayor en un movimiento rápido tumbó al castaño para que quedara mirándolo a él y en ese movimiento el castaño aprovecho para tocar el trasero del otro, apretarlo y  acariciar aquella zona de Saga la cual se contraría con cada caricia que él daba.

–No te asustes no haré nada más que esto– susurró a su oído y diciendo esto Aioria posición su glande ya humedecida en la entrada del gemelo y comenzó a rozarla con los movimientos de su cadera.

Saga se tensó al sentir toda la extensión del pene de Aioria restregarse contra su trasero, el miedo fue momentáneo porque mientras más roce provocaba sus gemidos aumentaban cada vez más al punto de él mismo moverse para aumentar la presión, con su mano tocaba su propia intimidad.

–Aioria me siento extraño– entre jadeos lograba articular palabras, sentía una presión a nivel de todo su cuerpo, el aire le faltaba, una corriente eléctrica paseaba por todo su interior siendo más intensa en su ano y miembro, era su primera vez haciendo este tipo de cosas no sabía que debía hacer o si estaba bien, pero el placer era tan grande que sus dudas se iban tan pronto como llegaban a su mente.

– Déjate llevar, Saga y sé sólo mío, hoy, mañana y por siempre– Aioria beso los labios del otro a la vez que aumentó el ritmo de sus movimiento y comenzaba a masturbar el pene del geminiano primero fue Aioria el que se vino y seguido de él fue Saga el que curvó su espalda y sintió las contracciones de su entrepierna dejando salir su orgasmo entre ambos cuerpos.

Tras el momento ambos se miraron a los ojos, avergonzados y sorprendidos sin saber que decir. El alcohol parecía haber abandonado sus cuerpos y la realidad de sus actos los golpeaba de frente, pero ya era muy tarde para arrepentirse, ya estaba hecho y por más que lo negaran ambos lo habían disfrutado de principio a fin.

–No me odies por lo que acabamos de hacer, Aioria– Saga se rindió y bajo cabeza hasta quedar apoyado en el pecho del otro.

– Tú tampoco me odies a mí, Saga– Aioria cubrió con sus brazos la espalda desnuda del gemelo y se quedaron ahí sintiendo el palpitar del corazón del otro hasta que sus ojos se cerraron y el cansancio se fue apoderando de ellos.


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